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¿Hermanos? por Fullbuster

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Itachi Uchiha POV


 


Mientras esperaba a la ambulancia, Deidara acabó desmayándose en mis brazos y lo único que pude hacer por él, fue cogerlo en brazos para dejarlo tumbado en el sofá hasta que llegasen a atenderlo. Revisé su pulso y su respiración, estuve atento a él pero al notarlo normal, no me preocupé en exceso, sé que estaba estable de momento, la pastilla estaba haciendo efecto, aún así… me dolía tanto verlo en esta situación. ¿Qué habría pasado si no hubiera llegado a tiempo para darle la medicación?


Me quedé allí con él haciéndole compañía, no quería apartarme ni un segundo de su lado. Sé que había estado solo en Alemania durante mucho tiempo y no iba a permitir que volviera a estar solo, iba a quedarme con él. Cogí su mano entre las mías y lloré, era de las pocas veces que había llorado en mi vida, pero es que no conseguía ver mi vida sin Deidara. Si ya lo pasé mal cuando se marchó a Alemania… no quería imaginarme lo que sentiría al saber que no volvería a verle, que jamás regresaría a mi vida, era algo que no era capaz de concebir.


Sentí los dedos de Deidara en mi mejilla limpiándome las lágrimas y cuando abrí los ojos, lo encontré sonriéndome como siempre. Seguía muy débil, sé que le tenía que doler todo el cuerpo y que no podía levantarse, pero aún así él sonreía intentando no preocupar a los demás.


- Ey, no llores, los Uchiha no lloran – me dijo con esa sonrisa.


- Es complicado no llorar.


- Yo no necesito lágrimas – me dijo – sólo sonrisas, quiero veros felices.


- No puedo Dei – le dije besándole el dorso de la mano que aún estaba entre las mías – no puedo, no me pidas algo tan difícil. No puedo pensar en sonreír viéndote ahí tumbado muriéndote.


- No debiste volver – me dijo – estabas rehaciendo tu vida en la capital, no debías haberte reencontrado conmigo.


- Reencontrarme contigo ha sido lo mejor que  me ha pasado en años Dei, verte de nuevo me hizo darme cuenta de que era contigo con quien deseaba estar.


Sé que Deidara quería hablar, pero los de la ambulancia llegaron antes y lo subieron en la camilla para llevárselo al hospital. Le acompañé porque me había prometido a mi mismo no volver a dejarle solo nunca más. Mientras le hacían algunas pruebas en el hospital, aproveché para llamar a Sasori y avisarle de lo ocurrido, no tardó en venir a ver lo que ocurría y me sorprendió cuando entró con Pain.


- ¿Qué haces aquí? – le pregunté a Pain extrañado.


- Es una larga historia ¿Dónde está ese chico? – me preguntó.


- Lo tienen en observación, no me dejan entrar – Pain sonrió ante mi respuesta.


- Te pasa por querer ser pediatra en lugar de neurocirujano – me dijo – voy a informarme de la situación.


- Pain… es un caso complicado – le avisé.


- Lo sé, Sasori me mandó sus pruebas en Alemania en cuanto las tuvo.


Pain se marchó hacia dentro para pedir más informes sobre el caso y mientras tanto… yo me quedé en el pasillo con Sasori esperando a que nos dieran algo de información.


- Gracias por avisarle – le agradecí.


- De nada. Ya sabes que es el mejor neurocirujano, si él no puede operarle… nadie podrá.


- Creía que él siempre estaba muy ocupado.


- Lo está, pero ha ocurrido algo… ¿Recuerdas que pensaba casarse con Konan? – me preguntó y yo asentí – pues la pilló engañándole con otro médico de su hospital y ha dado la renuncia, digamos que necesitaba alejarse y cuando le pedí ayuda para el caso, accedió enseguida a venir.


No me esperaba aquella noticia, pero en parte… creo que fue una dura lección para Pain, siempre estuvo tan ocupado con su trabajo que se despreocupó de su futuro matrimonio, de su pareja y al final… esas cosas siempre acababan teniendo repercusiones. Ahora imaginaba que Pain se tomaría de otra forma sus futuras relaciones, que no ocuparía todo su tiempo con el trabajo.


Cuando Pain salió, no traía buena cara y yo me levanté de la silla donde estaba sentado para ir a preguntarle, pero me puso la mano en el hombro en señal de duelo y no me gustó nada por lo que significaba.


- Lo siento Itachi, el tumor está en una zona nada aconsejable para operar – me dijo – si me equivocase por un mínimo milímetro… ese chico podría quedar muy mal, no puedo hacerlo.


Me dejé caer en la silla llorando, no podía evitar que las lágrimas salieran y es que no podía permitirme perderlo, no ahora que lo había encontrado de nuevo.


- Hay algo que podríamos probar – me dijo Pain – pero es arriesgado, necesitaría el consentimiento de ese chico.


- ¿Si saliera bien podría curarse por completo?


- Sí – me dijo – es algo nuevo que ha salido, yo no lo he hecho nunca, tendría que informarme con otros médicos pero sería una opción para salvarle la vida.


- Hablaré con él – le dije – sé que aceptará, déjame intentar convencerle de que lo haga.


- Está bien – me dijo.


Cuando los médicos me dieron permiso para entrar a ver a Deidara, lo hice. Estaba tumbado mirando por la ventana y al verme sonrió como siempre hacía. Sé que esa sonrisa era para no preocupar a nadie, pero no podía evitar recordar su confesión, el miedo que tenía a morir.


- ¿Vienes a convencerme de que me opere, verdad? – me preguntó – me ha explicado la situación tu amigo, dijo que era tu amigo al menos… ese médico de ahí fuera – dijo señalando hacia Pain a través de la ventana del pasillo.


- Sí – le dije – es el mejor neurocirujano que conozco. Por favor Dei, créeme… es el mejor, estarás en buenas manos, opérate por favor, sometete a esa intervención por mí, no quiero que mueras.


- Hay un cincuenta por ciento de que muera en esa mesa ¿Lo sabías? – me preguntó.


- Hay un cien por cien de que mueras si no te sometes – le dije y él sonrió.


- No puedo hablar de porcentajes con un médico – me dijo y sonreí.


- Vamos Dei… por favor. Es la única salida, ya no quedan más. Sé que estás cansado de luchar pero podría ser la última vez, sé que esa enfermedad la has tenido demasiado tiempo, que estás agotado, que estás demasiado cansado y que estás perdiendo la esperanza de curarte… pero puedes hacerlo, yo confío en Pain y confío en ti.


- Vale – me dijo al final – pero sólo con una condición, quiero que entres en mi operación.


- Yo no sé si puedo entrar Dei.


- Quiero que entres. ¿Eres médico verdad? Te dejarán entrar.


- Pero no sé nada de neurocirugía, quería ser pediatra Dei, yo no entiendo nada de la operación que van a realizarte.


- No necesito que entiendas nada… sólo necesito que cojas mi mano mientras esté dormido, quiero saber que estarás ahí, nada más.


- Hablaré con Pain para saber si es posible lo que pides.


- Vale – me dijo sonriendo.


 


En una semana le hicimos la operación a Deidara y Pain me dejó entrar aunque una vez se quedó dormido, tuve que soltar su mano para dejarles trabajar a gusto. Entrar en aquel quirófano escuchando los incesantes pitidos que me decían que él seguía vivo… me calmaba pero a la vez me agobiaba, solo pensaba en que no podía pararse ese pitido continuo que marcaba el ritmo de su corazón. Pain trabajó casi sin descanso durante más de doce horas, fue una operación larga y agotadora, pero cuando acabó… eso fue lo peor… nadie podíamos estar seguros de si Deidara estaría bien, tocar el cerebro tenía muchos riesgos, hasta que no despertase no sabríamos si todo había salido perfecto o habían cometido algún error.


No se despertó en los dos días siguientes y es que Pain no lo permitía por el dolor que le habrían causado, lo dejó sedado y al final… fueron Naruto y Sasuke quienes tuvieron que venir a verme y mandarme a casa a descansar. La familia Yamanaka estaba agradecida con Pain por haber venido a ver su caso, por haber venido a operar a su hijo primogénito, pero también estaban nerviosos por la hora de despertarle.


A las siete de la mañana me llamó Pain para decirme que Deidara se estaba empezando a despertar y me levanté como alma que lleva el diablo vistiéndome y avisando a Sasori que seguía en la habitación de al lado. Corrí por los pasillos del hospital y cuando llegué, entré por la puerta de la habitación de Deidara sin tan siquiera tocar. Aún estaba tratando de abrir los ojos y acostumbrarse a la luz.


- Dale unos segundos a que se sitúe – me dijo Pain tocando mi hombro y saliendo de la habitación.


Esperé a su lado y le cogí la mano mientras observaba como sus ojos iban de un lado a otro tratando de averiguar dónde estaba, hasta que al final al verme, sonrió y yo sonreí también acompañándole.


- Te quiero – me dijo – y quiero un Streep –tease – soltó de golpe haciéndome reír – yo ya te hice uno y al parecer por la excitación que llevabas aquel día… te gustó.


- Haré lo que quieras Dei – le dije levantándome y besándole la frente – pídeme lo que quieras y lo haré.


- ¿Estoy muy feo ahora? – me preguntó sonriendo


- No – le dije – ya te crecerá ese precioso cabello rubio de nuevo Dei, tranquilo.


Todos quisieron entrar aquel día a verle y al final, tuve que retirarme cuando llegó su familia ilusionada. Ino creo que era una de las más contentas de que todo hubiera salido bien y es que sabía lo unidos que estaban ellos dos.


 


Los dos meses siguientes fueron los peores para Deidara, le tocó rehabilitarse y es que había perdido algo de la fluida movilidad que tenía antes, pero al menos parecía estar mejorando. Aún no había podido volver al trabajo, sus compañeros solían ir a visitarle, le llevaban flores, algo de comer que no fuera la asquerosa comida del hospital sin sal y por su puesto… le contaban las novedades del trabajo, aunque realmente en este pueblo no pasaban muchas cosas. Cuando entré, sus compañeros estaban allí y todos reían animados, aunque Deidara seguía en la cama sentado tapado hasta media cintura con la sábana. Su cabello había crecido muy poco aún, pero ya empezaba a salirle de nuevo en ese rubio tan hermoso que él tenía y cuando entré… todos me miraron mientras Deidara me sonreía.


- Que animados os veo a todos – les comenté y todos sonrieron contándome de qué iba la broma que me había perdido – buenos días amor – le dije a Deidara besándole en los labios - ¿Has dormido bien?


- Sí – me dijo – ¿Cuándo nos vamos? – me dijo animado y es que hoy por fin le daban el alta.


- Enseguida – le respondí – tramitaré los papeles y podemos irnos a casa. ¿Te vienes conmigo, verdad? – le pregunté sonriendo por la última conversación que tuvimos donde le pedí que se viniera a vivir conmigo a mi hacienda.


- Sí – le dije – pero hay que pasar por mi casa a coger las cosas.


- Ya están en nuestra casa, Dei – le dije – ayer fui a buscarlas.


- Estoy deseando salir de este hospital – me dijo sonriendo y sonreí dejándole allí con sus compañeros divirtiéndose mientras me iba a tramitar los papeles.


 


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