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El Sendero de la vida por Fullbuster

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Itachi Uchiha

 

Estiré el brazo por la cama hacia el lado donde debía estar mi esposo pero no estaba. Abrí los ojos con lentitud y con mucho esfuerzo, cada día me costaba más mirar ese lado vacío de la cama. Deberíamos haber tenido un futuro alegre y feliz, debíamos haber estado juntos mucho tiempo pero no había sido así, ahora me despertaba solo y lo único que me acompañaba de mi esposo eran los recuerdos que podía tener de él y de nuestra vida junta antes de casarnos… los recuerdos de la boda y de la luna de miel antes de aquel fatídico accidente.

Con mi familia la relación era complicada. Me había mudado joven a Alemania y es que me hice ingeniero industrial, aquí me pagaban bien, tenía trabajo asegurado y tenía más salidas que en mi ciudad natal pero eso hizo que tuviera que distanciarme un poco de ellos. Mis padres lo entendieron, aquí estaba mi vida, mi trabajo, lo tenía todo ya, mi hermano no lo entendió tan bien. Se enfadó conmigo cuando me mudé, decía que le dejaba solo y la verdad… me mudé por trabajo, tampoco era una decisión personal irme tan lejos, al final… su enfado de hablar conmigo una vez a la semana pasó a una vez cada tres semanas, ahora ya hacía años que no hablábamos y no por el enfado, eso era algo del pasado. Creo que más bien era por la simple razón de que siempre estaba muy ocupado con su trabajo y hasta mis padres se quejaban de que Sasuke se había vuelto solitario, así que no se lo tenía en cuenta.

Para mi matrimonio… no invité a nadie, simplemente lo comuniqué y es que no queríamos celebrar nada, nos fuimos un día al juzgado y nos casamos con dos amigos como testigos, nada más. Era el hombre de mi vida, lo había conocido en un bar trabajando, todos los clientes trataban de ligar con él y al final… yo fui el único que consiguió el premio gordo. Conseguí que se casase conmigo.

Deidara tenía una sonrisa increíble y lo que más me alegró fue sacarlo de aquel bar en el que estuvo. Trabajaba día y noche allí y es que según me llegó a comentar, uno de los hombres del orfanato en el que estaba se agenció una gran suma de dinero por entregarle a una familia pudiente de Alemania. Años estuvo con esa familia hasta que al descubrir la verdad, decidió empezar a trabajar en aquel bar haciendo horas extra para poder pagarse un billete a Japón y tratar de encontrar a su hermano del que había sido separado. Yo le había ayudado contratando un investigador privado, pero era tan complicado dar con el paradero de su hermano…

Yo me imaginaba a su hermano un poco como veía a Deidara, un chico rubio de elegantes ojos azules, algo inocente como lo era mi esposo, esperaba que tuviera la misma sonrisa que él y que fuera tan bondadoso como lo era su hermano mayor. Quizá nunca encontraríamos a ese chico, pero no nos rendíamos.

La boda fue algo tan sencillo, los dos con nuestro elegante traje de chaqueta pero sin duda alguna… yo adoraba la sonrisa y esos ojazos de Deidara, él siempre estaba feliz y aquel día lo estuvo aún más. Casarme con él era lo mejor que pude haber deseado, nos esperaba la mejor de las vidas juntos, hasta aquel accidente.

Encendí la luz de la pequeña lámpara de la mesilla y miré con desánimo hacia el lado de la cama de Deidara. Una lágrima resbaló por mi mejilla y la sequé enseguida decidiéndome a levantarme antes de que me pusiera peor. Tenía que levantarme porque quedarme en la cama todo el día con mis recuerdos era lo peor que podía hacer. Pocas cosas me importaban ahora mismo, ni siquiera mi trabajo, iba porque tenía que ir, pero ya nada me cambiaba este humor deprimente que llevaba. Había perdido a mi esposo prácticamente al poco de casarnos. Nuestra vida comenzaba cuando me lo arrebataron y era doloroso.

En el trabajo hice mi rutina diaria, revisar las máquinas, atender a clientes, atender a los trabajadores y escuchar las quejas sobre alguna máquina que luego… me tocaba arreglar o reparar. Siempre fallaba algo en los momentos en que debías irte. Yo sólo hacía que mirar el reloj para poder salir, quería irme rápido pero no podía, debía quedarme hasta que todo se solucionase, así que aquí estaba, intentando averiguar qué le ocurría a esta dichosa máquina y los recuerdos me asaltaban una y otra vez.

 

Flashback

Era una bonita mañana en Berlín, me había despertado con entusiasmo y pese a este día gris y oscuro que amenazaba con llover, para mí era el mejor día de todos y es que siempre iba a desayunar al mismo café, allí estaba Deidara con su pegadiza sonrisa que alegraba el día de cualquiera, era un chico muy especial y los clientes siempre volvían con tal de verle. Era un chico tan educado y agradable.

Cuando entré esa mañana por el bar, Deidara le estaba dando unos golpes a una de las cafeteras y sonreí, a él nunca se le dieron bien las máquinas. Me acerqué a la barra y me senté mirando su espalda y por supuesto… su trasero y es que ciego no estaba, puede que jamás me pasase con él como sí hacían otros clientes, pero eso no quería decir que no le mirase cuando podía. Se giró al verme y yo sonreí dándole los buenos días.

Buenos días Itachi – me saludó sonriendo - ¿Lo de siempre?

Si – le dije – aunque veo que vas a tener problemas con mi café.

Es esta dichosa máquina que se atasca cuando quiere.

¿Puedo echarle un vistazo antes de que la termines de romper con esos golpes tan poco favorecedores que le das? – él sonrió al verme sonreír y me abrió la barra para que entrase al otro lado del mostrador.

Le eché un vistazo a la máquina de café y en cuanto toqué un par de cosas, empezó a funcionar como nueva ante la sorpresa de Deidara.

Enserio que nunca sé cómo lo consigues.

Supongo que las máquinas me adoran – le dije con una sonrisa y él sonrió.

Debe ser así. Gracias por la ayuda.

De nada… no quería quedarme sin mi café, eres el que mejor me lo prepara.

¿Se lo dices a todos los camareros para que te rebajen el precio o qué? – me preguntó sonriendo.

No, sólo a ti y no es por el dinero.

¿Entonces por qué es?

Para conseguir una cita contigo.

De eso… ya hablaremos – me dijo dándome largas y dejando el café encima de la mesa.

Espero que sí, porque soy muy insistente y cabezón, aquí estaré todas las mañanas tomando este excelente café hasta que aceptes esa cita conmigo – le sonreí y él sonrió también.

 

Fin del flashbacks

 

Recordar nuestros días juntos dolía mucho. Él había sido lo más importante en mi vida desde que le conocí. Tardé meses en conseguir que saliera conmigo y años en convencerle para casarnos y ahora que por fin el sueño de mi vida se hacía realidad… ese coche que se saltó un semáforo en rojo arrasó toda mi vida. Se llevó consigo lo que más amaba y me había dejado aquí sólo y destrozado, sin nada que lograse importarme ya. A mis padres ni siquiera me había atrevido a contárselo, pensaban que estaba felizmente casado y seguramente habría sido así de no ser por ese accidente.

- ¿Itachi? ¿Aún por aquí? – me preguntó uno de los trabajadores.

- Sí – le contesté – aún me queda un poco para arreglar esta máquina.

- ¿Por qué no te vas a casa? Deberías marcharte ya o llegarás tarde.

- No te preocupes, aún tengo algo de tiempo.

- Deberías pedir unos días y desconectar del trabajo.

- No, prefiero estar aquí, me ayuda a no pensar… o al menos a no pensar tanto como cuando estoy en casa. Todo allí me recuerda a Deidara.

- De acuerdo. De todas formas no te quedes mucho tiempo.

- Descuida, enseguida acabaré con esta máquina, ya he encontrado el fallo.

El trabajador se marchó enseguida y yo me quedé como veinte minutos más arreglando la máquina. Una vez arreglada la volví a poner en marcha y me fui a casa a ducharme y asearme. Tenía muchas cosas que hacer aún o quizá… no eran muchas, pero para mí era la más importante.

Cuando entré por la habitación 202 del hospital, me senté en una de las sillas cogiendo la mano inerte de Deidara. Los médicos apenas le daban ya más soluciones. Llevaba en coma tres largos y tortuosos meses, no había forma que despertase y yo me moría de ganas de que lo hiciera, de volver a escuchar su voz. Todos los días le rogaba y le suplicaba en llanto vivo que volviera a abrir esos preciosos ojos que tenía, pero no creo ni que pudiera escucharme, su coma era demasiado profundo. Había hablado con los médicos para llevarlo de vuelta a Tokyo, no estaban de acuerdo, pero a mí me daba igual, iba a llevarlo ya que los médicos de allí tenían al menos alguna solución más que probar antes de dar todo el problema por zanjado. Haría todo lo que estuviera en mi mano para que despertase, así tuviera que llevármelo al mismo infierno y no me quedase más remedio que suplicar.

Los médicos de Tokyo aún no se rendían con su estado, querían intentar despertarle a como diera lugar y pensaba llevarlo allí, necesitaba saber al menos que hice todo lo posible por él, que luché hasta el final soñando con esa felicidad que nos habían arrebatado. Ese mismo fin de semana salimos hacia Tokyo. Llamé a mi familia para avisarles que vinieran a recogerme al aeropuerto, no tendría más remedio que explicarles todo cuando llegase allí.

 


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