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Reemplazando a mi hermana por Fullbuster

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Sus ojos no podían apartarse de aquellos cristales que se empapaban con la incesante lluvia. Era la primera vez que salía del castillo, la primera vez que subía en un carruaje tirado por aquellos dos caballos, la primera vez que veía aquellos bosques. Pese a que debería estar feliz, no lo estaba, sólo era un pájaro enjaulado al que ahora vendían a otro dueño con el que volvería a estar encerrado.


Se sentía exactamente como aquel lluvioso día, deprimido, triste y melancólico. Una mano se posó entonces sobre aquella capucha asegurándose que no dejaba ver su largo cabello rubio pero Deidara no se movió, siguió mirando por la ventanilla hasta que su acompañante cerró la cortina evitando que siguiera mirando.


- Es mejor así, Deidara, ahí fuera hay innumerables peligros y no queremos que te ocurra nada.


- ¿Por qué tengo que ir cubierto? – preguntó agachando la vista.


- Tu cabello rubio es demasiado llamativo, es mejor que permanezca oculto.


- Nadie se percataría en un simple criado – comentó – no tengo nada que ofrecer.


- Deidara… ahí fuera a la gente le da igual lo que seas, con que les atraigas pueden hacer miles de cosas horribles. Estás más seguro cubierto.


- De acuerdo – dijo al final evitando más conversaciones.


- Deidara, no estés triste o me pondrás a mí triste también.


- No quiero ir a ese reino. ¿Por qué no puedo quedarme en el país del viento?


- Porque me harías un gran favor a mí.


- No sé cómo.


- Encárgate de darle un heredero a mi sobrino y yo me ocuparé del resto.


- No sé qué podrías conseguir con todo esto.


- Podría convertirte en mi esposo si me obedeces.


- No es cierto, un campesino jamás se casa con un Rey. No sé qué interés puedes tener en todo esto.


- Yo podría darle una buena educación a tu hijo, podría conseguir ser su consejero y al ser el hijo del Rey del Reino de la Lluvía…


- Quieres el poder, quieres manipularle para controlar el reino desde las sombras – dijo asustado.


- Dicho así suena muy siniestro. No, Deidara, sólo quiero darle una educación.


- No quiero hacerlo. Por favor… prefiero estar contigo en el castillo encerrado.


- No puede ser, Deidara. Eres una pieza clave para mi plan. Yo confío en que lo harás, eres un súbdito del Reino del Viento, no querrás fallar a tu país, ¿verdad?


- Por favor – suplicó.


- Deidara, me habría encantado ser yo quien hiciera que perdieras tu virginidad pero las cosas han salido así. volveré a por ti, te lo prometo, eres lo más importante y valioso que tengo. Si sigues siendo un súbdito del país del Viento, haz caso a tu Rey y obedécele en todo. Sólo serán unos meses.


- Haré lo que sea pero no me obligues a quedarme allí con un desconocido. Sabes que sólo seré un criado más en su lecho, nada más.


- No serás como los otros.


- Tiene esposa, sí seré como el resto de criados, tan sólo un juguete con el que se divertirá y con el que hará todo lo que su esposa no está dispuesta a hacerle. No quiero ser solamente eso.


- Lees demasiados libros, Deidara – comentó sonriendo aunque ambos sabían que Deidara tenía razón en todas y cada una de sus palabras.


El carruaje llegó hasta el puente que cruzaba hasta el castillo pero Orochimaru no dejó a Deidara en ningún momento abrir las cortinas para que viera el pueblo. Deidara aún escuchaba la lluvia caer, parecía que en ese Reino jamás cesaría la lluvia.


Los caballos se detuvieron en la entrada y los ocupantes esperaron hasta que los súbditos abrieron las puertas. El primero en salir fue Kabuto seguido por Orochimaru que le tendió la mano a Deidara para ayudarle a bajar. Aquel chico rubio colocó su mano sobre la de Orochimaru y bajó tapándose mejor con la capucha. Alzó la vista contemplando el imponente castillo que ahora sería su hogar y al bajar la vista, se cruzó con algún guardia que le miraba boquiabierto al ver sus preciosos ojos azules.


Deidara al darse cuenta, agachó la mirada cubriéndose con la capucha mientras Orochimaru le indicaba que le siguiera. Al entrar por el castillo no se atrevió a levantar la cabeza, se quedó con la vista fija en el suelo viendo los pies de los guardias a los laterales. Caminaron hasta el gran salón y el último guardia les anunció su llegada.


Entraron por el gran salón aunque Deidara seguía sin levantar la vista de aquella alfombra roja que pisaban sus pies. Seguía en completo silencio a Orochimaru y pese a no estar de acuerdo con todo esto, seguía siendo un simple campesino que debía obedecer a su señor. No sabía cómo acabaría todo esto pero no le gustaba nada el rumbo que tomaba su vida.


- Tío – comentó feliz Pain al verle – qué sorpresa tenerte por aquí.


- No podía perderme tu coronación – comentó Orochimaru.


Pain se quedó absorto mirando aquella sombra encapuchada tras su tío y su consejero. Miró unos segundos hacia atrás viendo a su esposa sentada en la silla de su trono y volvió a mirar a la sombra.


- Es mi presente para ti – comentó Orochimaru en susurro para que nadie le escuchase – un Namikaze, el heredero aunque él perdió la memoria. Espero que sepas llevar la situación con cautela.


- ¿Un Namikaze? Eso supondría… si tengo un heredero con él podría ser el Rey de su reino.


- A mi muerte te dejaría heredar todo – comentó Orochimaru – tendrías tu reino y el mío.


Las palabras de Orochimaru siempre parecían tan alentadoras. No tenía intención de darle su reino, eso jamás. Cuando tuvieran al heredero y consiguiera obtener el poder sobre el Reino de la lluvia cuando firmase aquella cesión de poderes, podría asesinar a Pain y quedarse con su reino, se quedaría con Deidara de nuevo y con dos reinos, lo tendría todo. Debía renunciar a Deidara sólo un tiempo hasta que consiguiera que Pain le diera su reino, nada más.


Desde luego Pain no sospecharía de él después de darle un regalo tan suculento, le ofrecía dos reinos con ese chico, dos reinos envenenados por la codicia de Orochimaru. Se giró mirando a aquella sombra, ése sería su único sacrificio, perderle durante unos meses, pero lo recuperaría, Deidara siempre sería suyo y regresaría a él tarde o temprano. Sonrió con malicia hasta que escuchó a su sobrino decirle de ir a un lugar más privado.


Entraron en la sala y Pain pidió al guardia que les dejase a solas con su tío y aquel chico encapuchado. Orochimaru se quedó al margen viendo cómo su sobrino se acercaba cogiendo la capucha del chico y apartándola con ciertas dudas quedándose sorprendido al ver aquel cabello rubio. Con dos dedos en la barbilla, alzó el rostro de Deidara hasta que pudo ver aquellos finos rasgos, aquellos inocentes ojos azules.


- Había escuchado hablar de estos chicos rubios – comentó sin decir el apellido Namikaze para evitar confundir a Deidara en su mentira – nunca creí que los rumores fueran ciertos pero aquí está, más hermoso de lo que imaginaba. Por una vez los rumores son ciertos.


- Es mi regalo para ti – comentó Orochimaru.


- ¿Es virgen?


- Completamente. Podrás comprobarlo hoy mismo.


- No sé por qué mi padre te tenía en tan mala estima, siempre has sido muy bueno conmigo y ofreces regalos muy interesantes.


- Tu padre era un duro gobernante que no escuchaba consejos de la familia – comentó Orochimaru tratando de ganárselo para así, ser él quien con sus consejos, manipulase aquel reino.


- Gracias por tu regalo, tío. Haré buen uso de él.


- Recuerda que necesitas ese heredero si quieres mantenerte en el trono. He escuchado de muy buena fuente que estos chicos son prodigiosos para ello – le susurró para que Deidara no le escuchase – seguro que hasta con soplarle se quedaría embarazado – exageró sonriendo.


- Eso es lo que busco, alguien extremadamente fértil que me dé el heredero que tanto deseo.


Pain llamó a uno de sus guardias pidiéndole que acompañase a aquel chico a su nueva habitación en la torre del ala oeste. Pidió que preparasen la estancia para que estuviera lo más cómodo posible. Deidara miró una última vez hacia Orochimaru con una mirada asustada sin saber lo que le esperaba o sabiendo demasiado bien lo que ocurriría aquel día. Ahora estaba solo, sin protección y con un Rey al que no conocía.


Fue encerrado en la torre mientras terminaba Pain de hablar con Orochimaru. La estancia era cómoda, muy parecida a la que había tenido en el castillo del Reino del Viento. Intentó calentarse acercándose a la chimenea colocando las manos cerca del fuego. Este reino era muy diferente al suyo, aquí hacía frío y la humedad entraba en sus huesos provocando que aún sintiera más frío del que realmente podría hacer. Aquella noche vio partir el carruaje de Orochimaru por la ventana de la torre.


La puerta se abrió y Pain accedió a la habitación observando que aquel chico no se había molestado ni en quitarse la capa. Se había arrodillado frente a la chimenea intentando entrar en calor y se quitó su capa dejándola encima de la cama matrimonial.


- Así que te llamas Deidara – comentó viendo que aquel chico no se inmutaba. Aprovechó para sentarse en el sillón tras él recogiendo en su mano uno de los rubios cabellos y oliéndolo – hueles muy bien, a frutas salvajes. Mi tío dice que eres muy complaciente. ¿Tienes frío? – preguntó al ver que Deidara no respondía.


- Un poco – comentó abrigándose mejor con la capa.


- Yo puedo hacer que entres en calor – comentó susurrando en su oído arrodillándose y abrazándole por detrás mientras colaba sus manos bajo la capa del rubio buscando su entrepierna.


Deidara sintió cómo aquella mano entraba bajo su pantalón acariciándole su miembro y aunque al principio por instinto trató de cerrar las piernas para inmovilizar aquella mano, se dio cuenta enseguida que no podía hacer algo así, se suponía que era el Rey quien le estaba tocando. Él sólo era un campesino que debía obedecer, que debía sentirse honrado porque su Rey le tocase, pero no lo estaba, tenía miedo. Pain al darse cuenta le abrió con suavidad las piernas escuchando el ligero llanto del chico y besando con suavidad su cuello hacia su oído.


- Prometo ser muy cuidadoso contigo – le susurró lamiéndole la oreja – abre bien las piernas y déjame tocarte.


Deidara obedeció aún con el miedo en su cuerpo mientras Pain hundía su nariz en aquel largo cabello rubio. Jamás había esperado acostarse con un Namikaze y menos… con uno tan dócil que ni siquiera sabía quién era en realidad. Si hubiera sabido quién era… seguramente no le dejaría estar haciendo todo esto. Era una suerte para él. Bajó el pantalón de Deidara con lentitud hasta sus rodillas y metió uno de sus dedos en su entrada sacando un leve gemido de aquel rubio.


- Shh, tranquilo – susurró – sólo es un dedo. Tú y yo nos lo vamos a pasar muy bien esta noche, disfrutarás de esta nueva experiencia.


- No… quiero hacerlo – susurró Deidara.


- Habla el miedo – comentó Pain – pero tranquilo, después de esta noche desearás que venga a visitarte todos los días.


Pain podía sentir la estrechez de aquel chico incluso cuando iba lentamente metiendo dedos en su interior. Sonrió con cierta malicia.


- Era cierto que eras virgen. Es raro que mi tío no te hiciera suyo en el primer momento en que te vio. Quizá se haya enamorado de ti.


- No es cierto. Sólo soy un campesino. Un Rey jamás se enamora de alguien de clase tan baja como yo.


- Es cierto. Un Rey no se enamoraría de alguien como tú, pero sí podría hacerlo de tu cuerpo. Sigue siendo extraño que no te tocase. Mejor para mí – sonrió cogiendo la mano de Deidara para llevarla hasta su miembro – tócame y familiarízate con ella, a partir de ahora, la verás todas las noches y la sentirás bien dentro de ti.


 


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