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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Dos años después:


El balón de baloncesto seguía entre sus largos dedos, reposando mientras sus ojos azules como el agua más cristalina observaban el atardecer. Aquel cielo anaranjado tintado en ciertos tonos amarillos siempre le había gustado y desde lo alto de la cafetería del centro del parque, era el mejor lugar donde sentarse a observarlo.


El sol parecía esconderse al otro lado del gran lago, creando los reflejos más maravillosos en el agua. Los cerezos, en flor en esa estación del año, dejaban caer sus olorosos pétalos convirtiendo el paseo de tierra en un manto de flores rosadas. La gente caminaba con gusto por aquel parque, retirándose a sus casas, pero Chihiro permanecía allí.


Dos años habían pasado desde que Akashi le dijo que no podrían estar juntos, dos largos años donde le había visto disfrutar con sus amigos, que había ido por su casa para visitar a Aomine y a Kagami, pero que apenas le prestaba atención a él y, sin embargo… Chihiro seguía enamorado de ese hombre pelirrojo de baja estatura pero fuerte carácter.


Resopló pensando en él. Dos años en los que había vivido toda clase de experiencias, hasta había tratado de tener novio en el instituto pero nada, no podía olvidarse de Akashi pese a saber que jamás tendría posibilidades con él. El sol se apagaba lentamente, dejando tras él la oscuridad.


- Ya es tarde para que estés aquí solo – escuchó una voz a su espalda.


- Es posible que sea tarde, pero no creí que vinieras tú precisamente a decírmelo – comentó Chihiro rotando la pelota en sus manos.


- ¿Puedo sentarme? – preguntó Akashi.


- Haz lo que quieras. ¿No lo haces siempre?


Akashi suspiró unos segundos. Era cierto que tenía problemas con ese chico, le amaba, lo había hecho durante los últimos dos años y sólo había podido evitarle todo lo posible intentando no hacerse daño mutuamente.


- Aomine estará preocupado por ti. Me ha dicho que has mejorado mucho en el baloncesto. Kagami y él te han ayudado, eres titular en el equipo de la universidad, tienes una beca.


- ¿Y qué? Es sólo un deporte.


- No es sólo eso, entraste en el equipo por algo.


- Porque tú jugabas a baloncesto – dijo girándose hacia él con rabia – porque tenía la maldita esperanza de que quizá… vinieras a ver alguno de mis partidos, pero nunca apareciste.


- Lo siento, Chihiro – se disculpó Akashi al darse cuenta de los sentimientos de ese chico – yo… creí que era mejor que te olvidases de mí, que hicieras tu propia vida.


- No necesitaba que me alejases, sólo te quería cerca, sólo te he querido a ti pero pasabas de mí. Eres un idiota o quizá lo soy yo por seguir enamorado de ti, por creer que tú me querías. Me estaba mintiendo a mí mismo.


- Maldita sea, Chihiro – maldijo Akashi lanzándose hasta que pudo atrapar los labios de Chihiro entre los suyos.


Dos años, dos largos años y por fin ese chico tenía los dieciocho años, por fin podía besarle, por fin podía estar a su lado sin miedo a romper las leyes y meterse en problemas con la justicia.


Chihiro se quedó estático, paralizado por aquel momento, por un beso que había esperado durante años y que por fin llegaba. Akashi sentía los labios del menor temblando, síntoma de la pasión y la sorpresa. Las farolas cercanas parecieron reaccionar a la oscuridad que se estaba generando, encendiéndose e iluminando a la pareja que se negaban a soltarse el uno al otro. Sin embargo, Akashi fue el primero en apartarse algo conmocionado por aquel arrebato que había tenido.


- Lo siento – se disculpó para luego maldecir – ¡Joder! No debí hacerlo.


- ¿Por qué no? Tú lo deseabas y yo también.


- Porque no puedes estar conmigo. Mírame bien, Chihiro… estoy casi en los treinta años.


- Tienes veintiocho – le recalcó Chihiro.


- Casi en los treinta – remarcó de nuevo Akashi – y tú apenas empiezas ahora a vivir, tan sólo tienes dieciocho. Un día te levantarás al lado de un viejo y no quiero eso para ti, quiero que conozcas gente de tu edad, que seas feliz.


- Pero es que mi felicidad está a tu lado. No puedo ser feliz con nadie más, sea de mi edad o de la tuya – intentó que Akashi reaccionase – me da igual tu edad y esperaba que te diera igual la mía.


- Vas a entrar en la universidad, Chihiro, conocerás a mucha gente, de tu equipo y de tu carrera. Aún puedes enamorarte de alguien más apto para ti. ¿Qué dirían los de tu universidad si te vieran conmigo?


- Les daría envidia – dijo sonriendo haciendo sonreír a Akashi.


- Voy en serio, Chihiro.


- Y yo. Me da igual lo que digan, si no les gusta, pueden mirar para otro lado. Soy yo el que quiero buscar mi felicidad. No he conocido a mis padres, Aomine y Kagami es la familia con la que mejor me he encontrado y a ti te amo, no quiero perder nada de eso, no quiero perderte a ti. ¿No te das cuenta? Soy feliz con vosotros, no me arrebates parte de esa felicidad, por favor, sólo… quiero que me aceptes.


- Claro que te acepto, Chihiro, pero…


- Pero tienes dudas de lo que pensará la sociedad por nuestra diferencia de edad y me da igual. Lo importante es lo que pensemos nosotros dos. Te amo y me amas, con eso me basta.


- ¿Cómo no voy a quererte cuando dices esas cosas? – sonrió Akashi volviendo a besarle – vamos… te acompañaré a casa. Aomine y Kagami se preocuparán si no llegas para la cena.


- Vale.


Los dos empezaron a caminar en un tenso silencio. Akashi observaba de vez en cuando a un Chihiro que estaba empezando a ser incluso más alto que él, pero seguía igual de delgadito que siempre. Sonrió al pensar en aquello, era un extraño chico que le gustaban los ordenadores, capaz de hackear cualquier sistema operativo y que ahora… jugaba a baloncesto. Un chico menor que él en edad pero que seguramente se haría mucho más alto de lo que él sería. La diferencia de edad no se notaría tanto en cuanto ese chico pegase otro estirón de los suyos.


Con cierto disimulo, Akashi deslizó su mano hasta rozar la de Chihiro, notando su sonrojo pero a la vez, cómo el chico entrelazaba sus dedos con los del pelirrojo sin siquiera mirarle por la vergüenza. Seguía siendo un chico dulce e inocente, un chico demasiado listo para su edad. Estaba enamorado de él, no podía negarlo.


Al pasar por la cafetería de la esquina, ambos observaron a través del cristal a Reo y a Himuro. Parecían estar tomando un café con tranquilidad. Esos dos parecían compenetrarse demasiado bien, tanto en el trabajo como en su vida personal.


- Parece que les va bien – exclamó Akashi.


- Han cenado alguna vez en casa. Parece que las cosas se están calmando con Kagami. Han decidido que pese a que su relación no funcionó, pueden ser buenos amigos. Se entendían bien los dos – sonrió Chihiro.


- Tienen mucha fuerza de voluntad para conseguir no acabar mal después de todo – sonrió Akashi.


- Ya sabes cómo son ellos dos, siempre intentan llevarse bien con todos.


Ambos continuaron su camino a casa, agarrados de la mano y mirándose de reojo como dos auténticos colegiales. Una vez en el ascensor, Akashi pulsó el número de la planta de Aomine, pensando si realmente sería bueno entrar en aquel apartamento, no estaba seguro de si su amigo y compañero de trabajo sería capaz de aceptar una relación como aquella. No podía evitar el nerviosismo.


- Lo entenderá – dijo Chihiro apretando con fuerza la mano de Akashi.


- Eso espero. Sigues siendo un chiquillo.


- Tengo dieciocho años, soy mayor de edad y no son mis auténticos padres.


- Pero los quieres como si fueran tus padres. Respetas lo que piensen y te gustaría que aceptasen la relación.


- Claro que me gustaría, pero aun así, tú eres más importante. Quiero estar contigo. Además… yo creo que Aomine lo entenderá, no es precisamente que no lo intuyese ya.


- Una cosa es intuirlo y otra llevarlo a la práctica.


- No creo que le importe mucho – sonrió Chihiro cogiendo su mano con mayor ímpetu al ver que llegaban a la puerta.


Con su mano libre, Chihiro sacó las llaves de casa del bolsillo de su pantalón y abrió la puerta. Parecía que Akashi había dejado de respirar por unos segundos, pero al ver el panorama, se relajó. Aomine daba vueltas a una olla con sopa mientras Kagami terminaba de poner la mesa siendo ayudado por un pequeño Tetsu que ponía mucho interés en hacer las cosas, pese a que aún era bajito para aquella mesa y Kagami debía ayudarle.


- Vaya, si es tu compañero y jefe de equipo – sonrió Kagami al ver a Akashi – y parece que por fin se ha decidido a hacer algo.


- Me alegro mucho de que por fin te decidieras, pero Akashi… por favor… en mi casa deja las carantoñas para otro momento.


Akashi, al ver que aún sostenía la mano de su ahora novio, la soltó de inmediato dándose cuenta de que quizá era demasiado pronto para esas cosas, pero al ver la sonrisa de Aomine tan cómplice con Kagami, se dio cuenta de que ambos estaban divirtiéndose y bromeando a su costa.


- Si tanto te gusta bromear, mañana en el trabajo te vas a enterar. Quizá te mande hacer algunas abdominales más.


- Ya me callo – dijo Aomine asustado de lo que Akashi podría obligarle a hacer como líder del equipo - ¿Va a quedarte a cenar?


- No lo creo, sólo quería traer a Chihiro de vuelta a casa. Prefería acompañarle por si acaso.


- Quédate – escuchó Akashi la dulce voz de un Tetsu que agarraba con suavidad la parte inferior de su chaqueta y tiraba de ella para llamar su atención.


- Está bien. Supongo que no puedo resistirme a esos ojillos – sonrió Akashi cogiendo a Tetsu en brazos y sentándose en la silla al lado de Chihiro.


Kagami aprovechó el momento para poner otro plato en la mesa y un par de cubiertos. Por primera vez, todos se sentían como una auténtica familia. Sabían que no tenían la misma sangre, pero aun así, se sentían como tal. Estaban formando una gran familia y la felicidad que les inundaba era lo único que les importaba en aquellos momentos.


Dos meses después:


- Vamos, Dai… pasa la pelota – escuchó Aomine que le pedía Kagami.


- De eso nada – se quejó Aomine saltando y encestando.


- ¿Por qué siempre eres tan individualista? – preguntó Kagami ofuscado.


- Porque no gano nada pasándote la pelota – sonrió Aomine apartando una vez más la pelota de su lado cabreando más a Kagami.


- ¿Y si te prometo una noche de sexo donde haré lo que quieras, me pasarás la pelota? – preguntó Kagami con una pícara sonrisa.


- Eso empieza a estar mejor – dijo Aomine dándole la pelota por primera vez – venga, saca tú.


- Vamos, Tetsu, va para ti – le sonrió Kagami pasándole la pelota a Tetsu para que éste pudiera redireccionarla hacia Aomine, pese a que Chihiro se interpuso en medio cambiando el rumbo hacia Akashi.


- Buena intercepción – gritó Akashi – es tuya, Kise.


Kise con una gran sonrisa, cogió el buen pase de su capitán y encestó sin tener presión alguna. Cuando la pelota tocó de nuevo el suelo rebotando un par de veces, todos miraron a Aomine y a Kagami que seguían discutiendo.


- Nunca cambiarán – dijo Kise con una sonrisa.


- Se aman mucho – sonrió Akashi – pero no saben cuándo dejar de retarse.


- Así son ellos – sonrió Tetsu acariciando a “Tetsuya dos” – y en casa es muy divertido cuando empiezan con sus tonterías.


- Aunque por las noches no hay quien duerma – se quejó Chihiro haciendo referencia al sexo que debían tener.


Todos se echaron a reír. Era cierto que en esos meses ambos habían tenido una gran complicidad y, pese a discutir por trivialidades, ambos estaban muy cómodos el uno con el otro. Retarse mutuamente parecía ser una de las principales características del comportamiento de ambos.


- Creo que es mejor que lo dejemos aquí – dijo Akashi – venga, Chihiro, te invito a cenar fuera.


- Claro – sonrió Chihiro dando la pelota a Kise.


- ¿Qué te apetece cenar hoy? ¿Tailandés, italiano quizá?


- Italiano estaría bien – dijo Chihiro dejando que Akashi pasase su brazo tras su hombro.


Kise y Tetsu sonrieron una vez más. Todo parecía sencillamente perfecto. Por fin Tetsu sabía lo que era una auténtica familia y por nada del mundo, la habría cambiado.


En el restaurante, Chihiro se sentó frente a un Akashi que parecía algo preocupado. Tras varios minutos de tenso silencio, el menor decidió preguntar qué estaba ocurriendo por su mente. Akashi por un segundo, dudó si debía contarle las cosas o no.


- ¿Recuerdas los que secuestraron a Daiki? – preguntó.


- Sí. Algo así es complicado de olvidar. No los cogisteis al final.


- Ni lo haremos. Ya los han encontrado… están muertos.


- ¿Cómo…?


- Es el mismo sistema que utiliza la familia biológica de Aomine. Creo que ha sido un aviso para el resto de bandas. He visto las fotografías, créeme que si alguien tenía intención de atentar contra su vida de nuevo, su padre habrá conseguido alejar todos esos pensamientos. Ha dejado un mensaje muy claro a los demás… si tocan a su hijo, él los matará de la misma manera.


- ¿Se lo vas a decir a Aomine?


- No – dijo Akashi – ya está todo arreglado, no quiero que se preocupe de nuevo por lo de su familia. Es mejor como está ahora.


- Sí, creo que sí. Su padre aún sigue protegiéndole desde las sombras, pero es bueno que siga en las sombras, por la seguridad de todos.


- Sí. Eso es lo que pienso – sonrió Akashi – ahora cenemos.


Fin


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