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TU NO ERES EL DUEÑO DE MI CORAZON por lyra

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Cuando Tom se levanta a la mañana siguiente se encontraba un poco mejor. El mareo se le había pasado, pero los recuerdos del día anterior no. Seguían frescos en su mente.

Baja a desayunar. Por el camino se para frente la puerta de su hermano. Quiere llamar, pero al final se lo piensa mejor y se va a la cocina.

-¿Ya estás mejor?-le pregunta Gustav acercándole una taza.

-Sí, gracias.

-¿Bill sigue dormido?

-No lo sé-contesta sirviéndose el café con cansancio. “Ya no sé nada de él. No me cuenta nada. Tiene muchos secretos”.

Acaban de desayunar y van a la sala de ensayo donde Georg ya está practicando con su bajo.

-Venga, venga, que esta mañana hay mucho trabajo-les dice nada más verlos.

-Tenemos que esperar a Bill. Todavía no se ha levantado-dice Gustav.

-Tom, ¿Por qué no vas a despertarle?

-Porque no soy su madre-le contesta recordando lo que le dijo su hermano la noche anterior.

-Mejor voy yo-se ofrece Gustav- está claro que habéis discutido.

Regresa a los 5 minutos, pero lo hace sólo.

-¿No se quiere levantar?-le pregunta Tom.

-No está en su habitación.

-¿Ha madrugado más que nosotros? No me lo creo.

Tom sale corriendo escaleras arriba y entra en la habitación de su hermano como una exhalación. Todo está igual que el día anterior. La ropa que estuvo escogiendo para el concierto, o para la cita, continuaba encima de la cama.

¿Dónde había pasado la noche?





Bill regresa a la hora de comer. No quería hacerlo. Se encontraba muy a gusto entre sus brazos, pero había faltado a la mitad del ensayo y al día siguiente tenían otra actuación.

-¿Se puede saber donde estabas?-le pregunta Tom en cuanto abre la puerta.

No le quiso preguntar con quien había estado por que ya conocía la respuesta.

-Ah, eres tú-es su única respuesta mientras sigue andando hacia su habitación.

-¡Te estoy hablando, no me des la espalda!-le grita muy enfadado.

Bill se para en seco en mitad de la escalera y se vuelve muy despacio.

-No me estás hablando, me estás gritando.

Y sigue escaleras arriba.

Tom le sigue cada vez más enfadado. No quiere dejar la conversación a medias. Necesitaba respuestas. Y las quería ahora.

Bill entra en su habitación y da un portazo.

Tom abre la puerta al segundo y dia otro más fuerte.

-Llama antes de entrar-le dice Bill muy enfadado.

-Déjate en paz de bobadas ahora. Quiero que me digas la verdad.

-¿A que verdad te refieres? No sé de qué me hablas.

Se da la vuelta y comienza a buscar en un cajón una camiseta limpia.

-No me des la espalda-le repite otra vez mientras le coge por los hombros y le gira con fuerza.

-Suéltame, me haces daño.

-Tú si que me lo haces a mí-le dice cada vez más fuera de sí.

-¿De qué hablas? No entiendo nada.

-Ayer te vi. En el callejón.

Bill lo comprende. Le había visto cuando él le vino a buscar. Y seguramente también había visto el beso. Por eso estaba tan enfadado.

Pero, ¿por qué? ¿Es que acaso estaba celoso?

Ya era tarde para eso.

…l le había esperado. Le veía salir con muchas chicas. Y él le había seguido esperando, a pesar del dolor que sentía.

Hasta que un día apareció él.

Y dejó de esperarle.

Dejó de sentir dolor.

Ahora ya era feliz con él.

Pero sólo eso. Feliz. No enamorado.

Le hacía sentirse muy a gusto con él. Le encantaba besarse con él.

Pero no conseguía enamorarse de él.

Porque no conseguía quitarse a su hermano de la cabeza.

Y ahora que él estaba ocupado, parecía que le buscaba. Ahora quería que fuera suyo.

Y eso hizo que se enfadara más con él.

-¿Me estabas espiando? ¿Qué te da ese derecho?-dice soltándose con rabia de sus brazos.

-Quería saber a dónde vas. Y con quién. Llevas unos días muy raros. Nos mientes diciendo que quieres estar sólo, pero seguro que te vas para estar con él. Para besaros. Para hacer Dios sabe que cosas más.

-No hace falta que seas tan vulgar-contesta medio sonriendo y volviéndose para seguir escogiendo una camiseta del cajón.

-Te he dicho que no me des la espalda.

Le vuelve coger por los hombros y esta vez le empuja contra la pared con fuerza.

-Pero ¿Se puede saber que te pasa? Actúas como si estuvieras celoso.

-Es que sí estoy celoso-explota por fin.

Se lo había estado guardando por mucho tiempo y ahora las palabras salían por sus labios sin poder hacer nada para pararlas. Sin querer detenerlas.

-Tengo celos de la forma en que te toca. En como te abraza con fuerza en sus brazos de la misma manera que yo lo quiero hacer desde hace mucho tiempo y no me atrevo a hacerlo. Tengo celos de ti. De la sonrisa de tu boca. De la mirada de tus ojos. Tengo celos de tus sueños porque sé que yo no estoy en ellos. Dime, ¿qué es lo que sueñas? Te he observado dormir muchas veces, con una sonrisa en los labios. Y sé que no va dirigida a mí. He visto como se entreabrían tus húmedos labios y he deseado poner los míos sobre ellos. Ya no sé lo que hay en tus ojos. Hace tiempo que no me los enseñas. Tras ellos se esconden sentimientos que no están dirigidos a mí. Y que me importa tu cariño entonces. Que me importa tu amor entonces.

Cuando acaba de hablar se da cuenta de que las lágrimas bajan por sus mejillas.

Bill está pálido. Allí quieto. Contra la pared. Con los dedos de su hermano clavándose como garras en sus hombros. No le interrumpió el largo discurso porque no quería hacerlo. Quería escuchar cuáles eran sus sentimientos para poder comprenderle mejor.

Tom le suelta y deja que se separe de la pared. Se da la vuelta limpiándose las lágrimas de la cara.

-¿Qué vas a hacer ahora?-le pregunta sin volverse.

Bill no sabe que contestarle. Quiere decirle que se quedaría con él. Pero eso era lo que él quería oír, y no podía decírselo sólo para consolarle, para que se sintiera mejor. Porque sabe que en el fondo era mentira. Al menos en parte.

Piensa en su amigo. Era mejor que hablara primero con él para aclarar las cosas.

-Dime, ¿qué vas a hacer?-le repite su hermano dándose la vuelta y mirándole.

-Tengo que irme-le contesta muy bajito, volviendo a intentar coger una camiseta por tercera vez.

Tom siente como la ira estalla en él.

-¿Ya está? ¿Te abro mi corazón y lo único que tienes que decirme es que te vas? Te vas con él ¿verdad? ¡Dímelo!

Bill se da la vuelta. Su enfado también va creciendo por momentos. No permitiría que su hermano le obligara a elegir allí, en ese momento. Quería estar a solas y pensarlo muy bien.

-No te diré nada hasta que te hayas calmado un poco. Deja a un lado los celos y trata de razonar.

-No te dejaré salir hasta que me hayas respondido.

-No te pertenezco, no soy de tu propiedad, y nunca lo seré. No te permitiré que me obligues a elegir a quien debo entregar mi corazón, porque está claro que sólo quieres oír una respuesta que yo no te daré para que te quedes a gusto. ¡Tú no eres el dueño de mi corazón!

El sonido de la bofetada suena en la habitación como un disparo.

Bill se lleva la mano a la cara y la retira viendo sangre en ella.

No lo podía creer. Su hermano le había pegado. Lo había hecho movido por unos sentimientos que él no sabía que su hermano tenía.

Celos.

Sale corriendo de la habitación y luego a la calle. Por el camino rompe a llorar y así sigue hasta que encuentra una cabina de teléfonos y entra en ella.

Necesita que lo consuelen. Que le hagan olvidar el dolor que está sintiendo.

Y sólo hay una persona que puede hacerlo.

Y esa persona no es su hermano.

Nunca más lo sería.




Tom se queda de pies mirándose la mano con la que había pegado a su hermano. No quería hacerlo. Pero su mano se movió sola hasta su cara.

Fueron las últimas palabras que dijo las que le impulsaron a pegarle.

“Tú no eres el dueño de mi corazón”

Cae de rodillas al suelo.

Coge la camiseta que su hermano había soltado cuando salió huyendo con miedo de su lado.

Se abraza a ella y rompe a llorar.

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