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UNA NUEVA VIDA por lyra

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-¿Desde cuando estás así?

Bill se encoge de hombros ante la pregunta del médico. Lleva unos días sintiéndose mal, notando que la voz le fallaba por momentos, sintiendo una opresión en el pecho que le impedía respirar.

Fue entonces cuando su hermano decidió llamar al médico. Se encontraban en un hotel, la noche anterior habían dado un concierto que se tuvo que acortar porque ya se empezó a encontrar mal. Al llegar a la habitación la fiebre le estaba subiendo y sentía escalofríos por el cuerpo.

Se tomó un analgésico, pero en vista de que a la mañana siguiente no mejoraba y después de una noche que se le hizo eterna el médico acudió a su habitación.

-Tienes fiebre, pero la garganta está bien-le dice tras examinársela.

-¿Y porque no me sale la voz?-le pregunta en un susurro.

-Pueden ser los nervios, el estrés,… quien sabe. Lo mejor es que vayas a casa a descansar, nada de conciertos por un tiempo.

-Se lo diré a David-anuncia Tom cogiendo el móvil.

-Espera-le dice con la voz ronca.

-Nada de espera, sabes que si te sientes mal los conciertos se suspenderán.

Bill se cruza de brazos en la cama. No le queda más remedio que obedecer a su hermano, dejar que llame a David aplace los conciertos hasta que se encuentre bien.

Esa palabra resuena en su mente haciendo que arrugue la frente. ¿Algún día se encontrará bien del todo?

-¿Te duele algo?-le pregunta el médico al ver su expresión.

-La cabeza, un poco-contesta frotándose la frente.

Acepta el analgésico que le tiende el médico y se recuesta tras tomárselo. Cierra los ojos tratando de no escuchar la conversación de su hermano. Intentando pensar que todo está en su mente, que esa opresión que siente no es real.

Que el miedo no volverá.



Termina de hablar con David y se despide del médico. Mira la cama en la que su hermano descansa y se acerca con la preocupación marcada en la cara. Le observa descansar con los ojos cerrados, con su misma preocupación reflejada en su rostro.

Alarga una mano y la acaricia la mejilla, viendo como sus ojos se abren presos del miedo.

-Perdona, te asusté-se disculpa forzando una sonrisa.

No puede apartar sus ojos de los suyos, no quiere creer que esté pasando otra vez.

-No…no es nada-tartamudea su hermano dándose la vuelta.

Se echa dándole la espalda, esperando a que su corazón se calme. Por unos segundos volvió a ser el de antes, el niño que se asustaba porque su hermano le acariciaba.

-Voy a terminar de hacer mi equipaje, luego vendré y me pondré con el tuyo. Trata de descansar hasta entonces-le dice sin atreverse a tocarle.

-Si…-murmura en voz baja.

Tiene el cuerpo en tensión, rezando para que no le vuelva a tocar. No sabe como va a reaccionar. Espera con los ojos cerrados hasta que oye como se cierra la puerta de la habitación.

Solo entonces da rienda suelta a su llanto incontrolado.

No puede volver a suceder. No quiere sentir ese miedo otra vez.



Tom corre a su habitación y mete su ropa de cualquier manera en su maleta. No puede evitar que las lágrimas resbalen por sus mejillas.

Pasa una mano para limpiárselas. No puede creer que vuelva a suceder. Empezaba a creer que su hermano se había curado del todo. Cada día le veía más alegre, creía que ya había dejado atrás el pasado, pero estaba claro que nunca lo haría.

Le perseguía para recordarle lo que le hizo su padre. No le dejaría vivir en paz. No permitiría que su hermano le llegara a amar.

Se calma y continúa con la dura tarea de comenzar la vuelta a casa. Sabe que tiene que llamar a Peter y contárselo. También tiene que llamar a su madre, o mejor a Gordon para que fuera preparándola.


Regresa a la habitación de su hermano y entra lentamente. No quiere volver a asustarle. Le oye respirar lentamente, señal de que está dormido.

Comienza a recoger sus cosas deprisa y en silencio. Entra en el baño y coge su neceser del maquillaje, fijándose en las pastillas que su hermano guarda en el. Sabe que son las suaves, pero lo que su hermano desconoce es que él siempre lleva consigo algunas de las fuertes. Se las dio Peter para un caso de emergencia.

Y teme que ese momento ha llegado.

Cuando estén en el autobús le dará el cambiazo, le hará dormir todo el largo viaje para que no sufra, para que no recuerde delante de sus amigos algo tan privado y doloroso.

Oye que gime en sueños y corre a su lado. Ve que se revuelve en la cama mientras los sollozos se escapan de sus labios.

Agita los brazos en el aire, como si intentara apartar de su cuerpo las manos de un fantasma que fuertemente le agarra.

-¡Bill! Despierta, solo es una pesadilla-le grita tomando sus hombros.

Lucha contra su hermano para evitar que le golpee, solloza porque sabe que cree que es su padre quien le está volviendo a hacer daño.

Un grito resuena en la habitación. Un grito de súplica, lleno de miedo. Un grito de ayuda.

-Ya pasó-consuela Tom a su hermano.

Consiguió que se despertara, que se tranquilizara, que olvidara.

Bill contra su hermano. Abrió sus ojos llenos de pánico, pero tras unos segundos en los que se sintió morir de nuevo vio la cara de su hermano y consiguió tranquilizarse.

Ahora jadea en sus brazos tratando de recuperar el aliento.

-Lo siento-logra susurrar.

Tom le abraza con más fuerza. Ya no sabe que más hacer para darle consuelo. Que palabras le puede decir para lograr que se sienta a salvo.

-Ha sido por la fiebre, te ha hecho ver cosas que no son reales. Todo ha sido una pesadilla que ya terminó.

Bill asiente y se separa cuando su cuerpo deja de temblar. Se limpia las lágrimas y se recuesta en las almohadas tapándose la cara.

-Quiero ir a casa-suplica como un niño pequeño.

Sabe que estando con su madre nadie le podrá hacer daño.

Tom se levanta y termina de hacer la maleta de su hermano. Coge el móvil y llama a David para decirle que se va en media hora con su hermano, que tenga el autobús preparado o se irían por su cuenta.

Cuelga el móvil furioso por la situación. De buena gana cogería un coche y se lo llevaría él mismo a casa, pero en su estado un viaje tan largo no le haría mucho bien. En el autobús podría descansar mientras él organiza sus ideas.

Tiene que llamar a Peter primero para que esté en casa para recibirles y tranquilizar a su madre. Sabe lo que les dirá cuando vea que su hijo ha vuelto a recaer. Puede que sea el final. Que no haya Tokio Hotel nunca más.

Ayuda a su hermano a levantarse y le viste con cuidado. Se encuentra mareado y no pronuncia ninguna palabra. Se deja hacer con la mirada perdida y con los ojos apagados, sin ese brillo que tanto esfuerzo le costó recuperar.

Tom le mira cuando termina y le acaricia el pelo con suavidad, suspirando resignado al ver que con eso no ha reaccionado.

Está unido a su hermano para toda la vida. Cuidará de él cada vez que los recuerdos se apoderen de su mente y le dejen destrozado.

Llaman a la puerta y corre a ver quien es. Son Georg y Gustav, que viene con un botones que se encarga del equipaje sin evitar echar una mirada al chico que sentado en el borde de la cama solloza en voz baja.

Sus amigos también ven el estado en el que se encuentra su hermano y sin decir palabra corren en su ayudarle a levantarse. Entre los tres consiguen sacarle de la habitación y meterle en el ascensor sin que les vean nadie.

Bill se aferra con fuerza a la cintura de su hermano, dejando reposar la cabeza en su cuello, dejando sobre su piel la marca húmeda de su dolor. Mantiene la cabeza agachada y los ojos cerrados.

Georg y Gustav miran a Tom en busca de una explicación, pero él niega con la cabeza. No puede hablar en esos momentos, no puede decir delante de su hermano que nunca ha estado bien ni nunca lo estará.

Salen del hotel por la puerta de atrás. Allí les espera el autobús con el motor ya en marcha. David y el médico del hotel están hablando seriamente en la puerta. Esperan a que Tom acueste a su hermano para hablar con él en privado.

Sube llevando a su hermano, le acuesta en la improvisada cama del piso superior tapándole con la manta y viendo como se queda en ella encogido y temblando. Le besa en la frente y promete volver enseguida.

Ve que no le contesta, que se da la vuelta y se tumba de lado, ofreciéndole esa espalda que se estremece por los sollozos.

Baja a hablar con el médico, que le espera fuera del autobús.

-He estado hablando con el psicólogo de tu hermano. Me ha dicho que le des las otras pastillas-le dice en tono grave.

-Ya las tengo preparadas-le contesta frotándose la cara.

-Volverá a ponerse bien. Ha sido por el estrés, demasiado trabajo en su estado.

Tom le mira sin hablar. El trabajo había conseguido que su hermano volviera a estar bien. No tenía estrés, como todo el mundo pensaba. Su hermano estaba muerto de miedo.

Otra vez.




El autobús arranca rumbo a casa. Tom coge su mochila y busca las codiciadas pastillas. Las aprieta en su mano y coge una botella de agua. Sube a ver a su hermano sin hablar con sus amigos, luego tendrá tiempo de hacerlo.

Llega arriba y ve que no se ha movido. Que sigue tal y como lo dejó, sollozando muy bajito.

-Bill-le llama con tono de cansancio.

Se sienta en la cama y espera a que se gire lentamente, mirándole con los ojos llenos de lágrimas y un gesto de dolor en la cara.

-Esto te hará bajar la fiebre-le miente mostrándole las pastillas.

Le ayuda a incorporarse y a tomársela. Limpia su cara cuando termina, acariciando su mejilla sin conseguir arrancarle una sonrisa tal y como antes ocurría.

Arruga la frente cuando aparta la cara asustado.

-Te dejo descansar. A no ser que quieras…

No sigue hablando, espera a que se lo pida. Que se acueste con él, que le proteja de los recuerdos que le acechan y no le permiten vivir en paz.

Pero su hermano niega con la cabeza sin mirarle y se recuesta cerrando los ojos con fuerza.

Tom suspira y decide dejarle. Sabe que en las próximas horas nada alterará su tranquilo sueño.

Se reúne abajo con sus amigos, quienes le miran con comprensión en los ojos.

-Dale tiempo. Se pondrá bien en cuanto descanse unos días-le anima Gustav.

Tom le mira agradecido. Está a punto de llorar delante de ellos, de derrumbarse delante de sus amigos por no poder soportarlo por más tiempo. Ver que su hermano nunca se va a recuperar.

Ver el miedo en sus ojos porque su padre abusó de él para buscar el placer que le era negado.

Verlo cada vez que intentara abrazarle porque su padre le hizo creer que era malo.

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