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UNA NUEVA VIDA por lyra

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Cuando Bill vuelve a abrir los ojos ve que el decorado ha cambiado. No se encuentra en el autobús, ni en su habitación del apartamento. Está en casa. Está a salvo.

No recuerda nada del viaje. No sabe como ha podido llegar hasta allí.

No sabe que el autobús le llevó hasta la misma puerta de la casa, que su madre corrió a su lado y le abrazó tratando de despertarle en vano.

Que Gordon cogió en sus brazos su dormido cuerpo y le llevó a su habitación como tantas veces había hecho. Que en ella le acostaron y en la que despertó al día siguiente.

Mira a su alrededor y ve que está solo. Se lleva una mano a la frente y nota que está un poco caliente. Necesita ir al baño y comienza a levantarse lentamente. Se apoya en la pared para poder andar.

La cabeza le da vueltas y siente nauseas en el estómago. Pierde el equilibrio y tropieza al apoyarse en la cómoda, tirando un cuadro con la mano. Cierra los ojos al oír el ruido de los cristales rotos. Sabe que es una foto suya con su hermano que ha quedado rota.

Como el amor que una vez creyó sentir por él.

-¡Bill! ¿Qué haces levantado?

Simone corre a sostener a su hijo, le pone una mano en la frente y chasquea la lengua intentando hacer que regrese a al cama.

-Tengo que ir al baño-protesta en un susurro tratando de soltarse de su madre.

Simone le ayuda a llegar hasta el y espera afuera a que termine. Entonces le coge con fuerza de la cintura y le acuesta de nuevo. Le arropa con cariño y le dice que le subirá el desayuno.

Bill se encoge de hombros como respuesta y se queda mirando la ventana fijamente. Si tuviera la fuerza necesaria se levantaría hasta ella y se asomaría para comprobar si todavía es capaz de esbozar una sonrisa.


Sale de sus pensamientos cuando su madre regresa con una bandeja, se la pone en la mesilla y le ayuda a incorporarse ignorando sus débiles gemidos de protesta.

-Tienes que comer algo, no has probado bocado desde ayer-le riñe Simone.

Esas palabras no surgen ningún efecto en Bill. Ha perdido la noción del tiempo y no sabe que día es. Siente que la cabeza se le va y una sensación de sueño que le impide pensar con claridad.

Sabe que son los efectos de las pastillas más fuertes que tomaba antes, cuando las necesitaba tanto como en ese momento. De esta manera descubre que su hermano le engañó para que se la tomara, para que dejara de tener esos sueños.

Coge una tostada y comienza a comerla sin ganas, solo para complacer a su madre, quien se sienta a su lado contándoles las noticias del barrio.

Intenta prestarla atención, ajeno a la discusión que se ha desatado en la cocina.


Tom mira a Peter y a Gordon con los brazos cruzados. Está sentado a la mesa de la cocina, sin tocar su desayuno.

No entiende porque no le dejan subir a ver como está su hermano. Dicen que lo hacen por su bien, pero a él le parece todo lo contrario.

Si no está a su lado comprobando que se encuentra bien en todo momento, él nunca lo estará. Aunque eso le consuma todas las fuerzas y le deje exhausto.

-¿Te has mirado en el espejo últimamente? Tienes mala cara. Estás muy pálido y con grandes ojeras. Apenas comes y se te ve más delgado-le dice Peter preocupado.

-Estás exagerando-se defiende resoplando.

-No, no exagero. Y lo sabes. El cuidar de tu hermano las 24 horas del día te está pasando factura. Necesitas descansar, dejar que otros cuiden de él.

-Pero es mi hermano, y se lo prometí-contesta limpiándose con furia una lágrima que se le ha escapado-se lo debo. Antes no pude ayudarle, y quiero compensarle.

-Tienes que dejar de hacer eso. Echándote la culpa no vas a arreglar, eso ya pasó. Ahora debes continuar con tu vida. Los dos debéis pasar página y tratar de olvidar el pasado.

-…l no puede, ya lo has visto. Y si él no lo hace, yo tampoco.

Se levanta furioso y sale de la cocina. Gordon trata de impedirlo, pero Peter le para con la mano.

-Deja que se vaya. Tien muchas cosas en las que pensar.

-No me gusta la idea de separarlos-le dice Gordon a su amigo.

-No hay otra solución. Bill necesita descansar y todo lo que intente hacer Tom no va a surgir efecto. …l también necesita descansar, estar un tiempo alejado de su hermano para cuidar de sí mismo. Por muy cruel que suene, y por mucho que le cueste aceptarlo. Todo esto está pudiendo con él, le está agotando.

-¿Por qué crees que han regresado los recuerdos?-le pregunta preocupado.

-Temía que llegara este momento. Hace un año de la última vez. Su mente le ha hecho recordar algo que con tanta fuerza le está costando olvidar.

Gordon mira en silencio a su amigo. Sabe que tiene razón. La última violación estaba muy reciente todavía, necesitaría más tiempo para poder olvidarla.

Simone entra en la cocina y se queda mirando el silencio que reina. Su marido se levanta y le coge la bandeja de las manos.

-No ha comido nada-observa al ver el desayuno intacto.

-Dice que se encuentra revuelto. Se ha quedado dormido y el he dejado descansar.

-Dentro de unas horas vendrá el médico y le recetará unas vitaminas para que le abran el apetito-dice Peter levantándose- Yo vendré mañana y hablaré con él. Seguid con la antigua medicación.

Gordon le acompaña hasta la puerta y se despide de él tras prometer que le llamaría a cualquier hora si su hijastro menor empeoraba.

Regresa a la cocina y ve que su mujer está hablando con su otro hijo. Se queda escuchando en al puerta, por si dice algo que no debiera.

-¿De verdad te vas a ir mañana? Bill todavía no se ha recuperado, y te va a necesitar a su lado-le dice su madre preocupada.

-Lo sé mamá, pero teníamos unas entrevistas concertadas que se pueden hacer sin él. Ya sabes como es David, lo que le gusta explotarnos-intenta bromear.

-Simone, Tom ha cuidado muy bien de su hermano. Se merece un tiempo de descanso, dejar que nosotros nos ocupemos de él-interviene Gordon.

-tienes razón, no lo había visto de esa manera-dice Simone tomando la cara de su hijo en sus manos-Se te ve muy cansado, llevas sobre tus hombros una carga que no es responsabilidad tuya. Vuelve al apartamento, deja que nos encarguemos nosotros.

Tom abraza a su madre intentando no llorar delante de ella.

-Prometo llamar todos los días para saber como está-dice apretando los dientes.

Siente que los sollozos le suben por al garganta. Siente que está traicionando a su hermano otra vez. Siente que le está dejando solo en su silencio.


Le permiten que suba a verle después de comer. Entra en su habitación y le ve echado en la cama con los ojos abiertos. El médico estuvo antes de la hora de la comida y tras examinarle la garganta no vio nada que le hiciera pensar cual era la razón de no poder hablar.

No lo dijo con palabras, pero era evidente que la causa era más bien psíquica que física. Todo estaba en su mente. Sabía que tenía que permanecer en silencio, y se negaba a dejar salir las palabras de sus labios.

Le recetó unos analgésicos para la fiebre y las vitaminas que Peter mencionó. Aparte de eso, le recomendó que descansara la voz, que usara una libreta para comunicarse y que en unos días recuperaría la voz.

Podría recuperar la voz, pero ¿qué pasaba con su sonrisa? ¿Volvería algún día a iluminar esa cara que cada vez se tornaba más apagada? ¿Volvería a brillar la luz en esos ojos secos de tantas lágrimas derramadas?

-Hola-le saluda tímidamente.

Bill gira la cara y trata de esbozar una sonrisa que se queda en una mueca de dolor. Levanta una mano y le hace señas para que se siente a su lado.

Tom obedece a su hermano, aliviado de que no rechace su contacto. Se sienta en la cama y le coge una mano.

-Sabes que quiero quedarme a tu lado, pero ya conoces a David. Nos obliga a ir a la entrevista-repite la excusa que le dio a su madre.

Espera a que intente decir algo, o a que le pida la libreta para contestarle, pero solo se le queda mirando con los labios cerrados.

-Por favor, quiero quedarme contigo, pero…

¿Qué puede decirle? ¿Qué le han obligado a separase de su lado? ¿Qué le obligan a romper su promesa otra vez?

Se frota la cara desesperado. Ese silencio le está matando. El que tiene que aceptar para poderse recuperar. En el que su hermano está condenado a vivir.

Bill le aprieta la mano y le hace mirarle.

-Te…entiendo…-logra susurrar.

Tom se inclina y le abraza, sollozando contra su cuello, sintiendo que le abrazan fuertemente y le besan la mejilla.

-Llamaré todos los días, pero si me necesitas, para hablar de lo que sea, mándame un mensaje. Hazme saber que estás bien, o que me necesitas a tu lado. Aunque sea de noche, encontraré la manera de estar contigo.



Tom cierra la maleta con pereza. Ha llegado la hora de que regrese al apartamento, y de que lo haga solo. Pasó la noche en la habitación de su hermano. No en la misma cama que él, eso ya era pedir demasiado.

En sus circunstancias solo hubiera empeorado la situación, que se despertara en la noche y sintiera que había alguien a su lado, que la voz no le saliera para pedir ayuda, que pensara que era el fantasma de esa persona que una vez llamó padre.

Estuvo toda la noche sentado en la butaca que habían llevado allí. Sabían que no podía pasar la noche a solas, que esa primera él se quedaría con él, pero las demás sería su madre quien le hiciera compañía.

Comprueba que se lo lleva todo y se acerca a la ventana para ver ese día tan nublado que ha amanecido, igual que las nubes que se ciernan sobre su corazón.

Mira hacia abajo y ve que hay alguien escondido tras un árbol. Aguza la vista y reconoce a ese chico que siempre estaba observando a su hermano. No le ha visto, parece que está mirando la ventana de al lado, como si buscara a alguien que siempre estaba allí asomado.

Sale corriendo de su habitación y entra en la de su hermano, para descubrirle en la cama descansando. Sacude la cabeza sonriendo. Son imaginaciones suyas, ve cosas donde no hay nada.

¿O no está del todo equivocado?

-¿Tom?-le llama su madre.

-Venía a despedirme, a ver si estaba despierto-se excusa entrando más en la habitación.

Su madre asiente y les deja a solas.

Se acerca lo bastante para comprobar que está profundamente dormido. Chasque la lengua y se arrodilla en el suelo. Levanta una mano y la acerca a su mejilla sin llegar a rozarla, no quiere que una simple caricia llene sus ojos de miedo y le haga despertar sobresaltado.

-Bill, me tengo que ir. Venía a despedirme, pero no te quiero despertar. Se te ve muy tierno así dormido, con ese gesto de calma que recorre tu cara. No más pesadillas, por favor. Trata de olvidar el pasado, intenta recordar que él no está en este mundo para volver a hacerte daño.

Espera a que haga algo, pensando que sus palabras le han calado hondo, pero esas pastillas le borran todo rastro de consciencia y no le dejan despertarse fácilmente.

Mira hacia la puerta abierta de la habitación. Le llega la voz de su madre hablando con su padrastro en el salón. Sabe que tiene unos minutos más de intimidad, para hacer algo que lleva mucho tiempo soñando, y para aprovechar que su hermano no lo va a recordar.

Se inclina sobre su cara y por unos segundos roza sus labios con los de su hermano, siente su calidez en los suyos y los retira con mucha tristeza.

Ha tenido que hacerlo a escondidas, esperar a que su hermano estuviera sumergido en el mundo de los sueños para que él pudiera hacer el suyo realidad.

Le aparta el pelo de la caray suspira mientras se levanta. Odia tener que dejarle en ese estado, no estar a su lado tal y como le prometió, no poder rescatarle de las pesadillas que su padre le regaló.

Sale de la habitación y se reúne abajo con sus padres. Estrecha la mano de Gordon para despedirse y viendo que su madre está distraída arreglando los cojines del sofá aprovecha para pedirle un gran favor.

-Cuida de él, mantenme al corriente de sus pesadillas-le suplica en voz baja.

-Sabes que lo haré. Nadie volverá a hacerle daño. No lo permitiré-le asegura firmemente.

Tom asiente y suelta su mano para despedirse de su madre, a la que le da un fuerte abrazo.

-Prométeme que vas a comer. Te veo muy delgado-le dice Simone besando su frente.

-Vendré a veros en cuanto David nos suelte, así podrás cebarme con tus ricas comidas-le promete sonriendo.

Entra en el coche que le espera para llevarle al apartamento en cuanto logra que su madre le suelte. Se siente raro, es el primer viaje que hace sin su hermano sentado a su lado. Le echa de menos, la manera en la que siempre se quedaba dormido apoyado en su hombro, como levantaba el brazo para que descansara mejor sobre su pecho, sentir su cálido aliento contra su cuello, sentir sus labios abiertos hasta casi darle un beso.

Y por las noches le echará de menos con más fuerzas. Se había acostumbrado a dormir a su lado, a sentirle entre sus brazos. A besar su frente cuando creía que algo perturbaba sus sueños. Despertarse todas las mañanas y arrancar de sus labios una sonrisa con la que empezar un nuevo día.





Cuando abre los ojos y ve la hora que es la tristeza se apodera de nuevo de su cuerpo. Quería estar despierto para despedirse de su hermano, pero ya era tarde y él se había ido de su lado.

Llega la hora de comer y su madre le sube la bandeja como siempre. No se siente con fuerzas para abandonar la cama.

-Buenos días dormilón-saluda Simone a su hijo con una sonrisa.

Deja la bandeja en la mesilla y se sienta en la cama para comenzar con el ritual de todos los días. Le pone el termómetro para ver si tiene fiebre, pone la mano en la frente para ver si está caliente, y le pregunta si ha dormido bien y ha descansado.

Bill asiente con la cabeza. No ha vuelto a tener ninguna pesadilla, pero cuando está despierto los recuerdos vuelven a su mente sin que pueda hacer algo para impedirlo. Solo cerrar los ojos fuertemente y pensar en su hermano, hasta que consigue que se vuelvan al rincón más perdido de su torturada mente.

-Ya casi no tienes fiebre, 38º. No es muy alta, pero ya va bajando-suspira Simone aliviada.

Le pone una servilleta en las piernas y encima la bandeja. Mete la cuchara en el tazón de sopa que le ha subido y comienza a dársela sin parar de hablar de lo que van a hacer esos días.

-Si mañana te encuentras mejor puedes abandonar la cama. Baja al salón a descansar al sofá, te dejaré la tele puesta para que te distraigas. Y si por la tarde te encuentras con más ganas te dejaré salir al jardín. Hemos puesto una hamaca en el porche para que puedas descansar en ella. Un poco de aire fresco te sentará muy bien. Llevas dos días sin salir y tienes mal color de cara.

Bill pone gesto de cansancio. El simple hecho de pensar en tener que levantarse le cansa. Solo quiere quedarse en la cama, cerrar los ojos y no abrirlos hasta que su hermano esté de nuevo a su lado. Sin él se siente perdido, no tiene el valor necesario para enfrentarse a lo que el día le depara.

Termina de comer y siente que los ojos se le cierran de nuevo. Su madre lo ve y quitando la bandeja de sus piernas le ayuda a acostarse. Le tapa bien con las sábanas y le besa la frente como siempre hace para que tenga dulces sueños.



Al día siguiente y en vista de que la fiebre desapareció, Simone cumple su promesa y le obliga a abandonar la cama. Le ayuda a bajar las escaleras y le tumba en la cama que le ha preparado en el sofá. Le acerca el mando de la tele y se va a hacer la comida.

Bill no la enciende, deja el mando en el suelo y cierra los ojos, sumergiéndose en sus pensamientos. Recordando aquella vez tan lejana, cuando se sintió enfermo tras la primera violación. Su madre le hizo lo mismo, le obligó a dejar la cama pensando que así estaría más distraído.

Recuerda que se despertó cuando su padre le puso la mano en los labios para que de ellos no escapara ninguna palabra y metía la otra por su pijama. Solo se detuvo porque su hermano le llamó en esos momentos.

Puede que en cierta manera presintiera que estaba en peligro, que oyera su silenciosa llamada de auxilio.

Abre los ojos deprisa. Ha oído un ruido cerca y se ha puesto en alerta.

-Perdona, no te quise despertar-se disculpa Gordon desde la puerta.

Entra en el salón y deja cerca de su hijastro una libreta por si necesita algo. Le sonríe pero no intenta tocarle. Ha visto el miedo en sus ojos al verle entrar en el salón. Decide dejarle descansar, darle el tiempo necesario para que vuelva a confiar en él.



Después de una interminable comida, su madre le ve con fuerzas para salir al jardín a dar una vuelta. No hace caso de sus protestas y le abriga para que no coja frío. Le coge del brazo y salen al jardín. Comienzan a pasear por el mientras le explica que al día siguiente va a plantar unos rosales en una esquina.

Bill mira donde señala y no puede evitar esbozar una sonrisa. Le ha vuelto a ver. Después de tanto tiempo le echaba de menos. No se lo piensa dos veces y levanta una mano para saludarle, viendo emocionado que le responde con una gran sonrisa en los labios.

-Es Alex-le dice su madre tras saludarle también.

-¿Le conoces?-pregunta en un susurro.

-Llegaron al barrio casi a la vez que nosotros. Me he hecho muy amiga de su madre y él me ayuda con el jardín. Se le da muy bien, y fue quien me sugirió lo de los rosales.

“Alex. Por fin se como se llama el dueño de mi sonrisa”-piensa sin dejar de sonreír.



Esa noche se sienta a cenar más animado. Se come todo lo que su madre le sirve, lo que hace que se oigan en la cocina dos suspiros de alivio.

Esa misma tarde Gordon había hablado con Peter para decirle que la crisis ya había pasado. Veía más animado a su hijastro. Sobretodo desde que abandonó la cama. El pasear por el jardín le había animado mucho.

Peter le sugirió que volviera a las pastillas más suaves para que empezara a sentirse cada día mejor y más animado para volverse a enfrentar al mundo exterior.


Bill termina de cenar y sube a su habitación para acostarse, sin olvidarse de tomar como cada noche su medicación. Se asoma a la ventana mientras se la toma viendo como su deseo se hace realidad al encenderse una luz en la ventana que había enfrente de la suya.

Alex se asoma a la ventana de su habitación como si le hubiera presentido. Su sonrisa ilumina su cara y es tan contagiosa que Bill no puede evitar devolvérsela y levantar una mano para saludarle, sonriendo muy ilusionado cuando ve que su saludo es respondido.

-¿Ya te la has tomado?

La pregunta de Simone resuena en la habitación, haciendo que se gire avergonzado. Asiente con la cabeza mientras le tiende el vaso vacío de agua que su madre recoge y deja en la mesilla.

Le ayuda a meterse en la cama y se sienta en el sillón que hay a sus pies para esperar pacientemente a que se duerma.

Pero Bill no quiere dormirse esa noche. Quiere ir a la ventana a ver a ese chico que está conquistando su perdida alma.

Pero no puede hacer nada para luchar contra ese suelo que se apodera de su cuerpo. Solo cerrar los ojos y dejarse llevar a una noche desprovista de sueños o pesadillas.

Simone se acerca a ver si ya está profundamente dormido y sonríe al comprobar que no se despierta cuando le retira el pelo de la frente y se la besa.

-Dulces sueños, mi niño-le dice como todas las noches.

Apaga la luz y sale sin cerrar la puerta. Quiere oír cualquier gemido que su hijo pueda emitir. Entra en su habitación y coge el teléfono que su marido le tiende.

-¡Tom!-saluda muy contenta al reconocer su voz.

-Le estaba contando a Gordon que mañana lo tengo libre y pasaré el día con vosotros pero que no se lo digáis a Bill, quiero darle una sorpresa.

-Como tú quieras, cariño. Hoy ha pasado un buen día, ha estado muy animado-le dice Simone muy alegre.

-Con el tiempo se pondrá mejor, volverá a ser el de antes.

Se despiden quedando en verse después del desayuno. Simone se puede acostar más tranquila. Sus dos hijos se van recuperando. La voz de Tom sonaba más alegre, no denotaba el cansancio de los días anteriores.





Bill se despierta al día siguiente con una extraña sensación. Ha tenido un sueño muy raro que no le abandona tan fácilmente. Se frota la cara tratando de alejarlo. No ha sido una pesadilla, pero le ha dejado mal cuerpo.

Sabe lo que necesita para empezar bien el día y se levanta caminando despacio hacia la ventana. Pero él no está abajo.

Suspira decepcionado y tras varios minutos decide abandonar y darse por vencido. Parece que ese iba a ser un día muy duro.

Se pone un chándal tras ducharse y baja a desayunar tratando de aparentar una felicidad que en realidad no siente.

-Buenos días, cariño-le saluda Simone al verle entrar en la cocina.

Bill consigue esbozar una sonrisa y se sienta a tratar de pasar el desayuno por su resentida garganta. Se la nota mal, que le cuesta tragar y su madre se ha dado cuenta al ver el gesto de su cara. Enseguida le acerca un antibiótico que se toma con esfuerzo.

-Si te encuentras mal sube a acostarte-le aconseja Simone.

Bill niega con la cabeza. Coge la libreta que siempre le acompaña y escribe en ella sin ganas.

-“Te haré compañía mientras plantas los rosales”

-Pero antes abrígate bien.

Salen de la cocina y Bill coge una de sus bufandas que siempre hay colgada en el vestíbulo con la que se abriga bien la garganta. Salen al jardín y mientras su madre se arrodilla para ocuparse de sus rosales, Bill se echa en la hamaca que hay en el porche.

Pensaba ayudar a su madre y así distraerse un poco, pero en esos momentos siente que su cuerpo le pesa una tonelada. Se tapa con la manta que previamente había sacado su madre y observa como cava en la tierra.

Pero no puede mantener los ojos abiertos por más tiempo y se va quedando dormido escuchando el sonido de los pájaros en sus oídos.

Está profundamente dormido cuando llegan su hermano y sus amigos. Al final decidieron ir todos para que la sorpresa fuera mayor.

El gesto de Tom cambia cuando su madre le dice que hoy tiene un mal día. Se acerca a verle dormir plácidamente y comienza a sentirse igual de mal que él.

Se levantó esa mañana con la idea de hacerle pasar un buen día, pero ahora que lo ve tan abatido su ánimo está por los suelos.

-He preparado algo de limonada y unos bocadillos por si veníais hambrientos-les anuncia Simone.

Los chicos entran en la cocina y se sirven la bebida. Simone entra al cabo de un rato a lavarse las manos. Se queda hablando con Georg y Gustav mientras que Tom coge un termo con limonada y un par de bocadillos para él y su hermano.

Sale al porche y ve que sigue dormido en la hamaca. Se acerca y frunce el ceño con preocupación al oír un gemido que se le escapa de sus labios.

Deja sobre una mesa lo que lleva y poniendo una mano en su hombro le zarandea.

-Bill despierta, no es más que una pesadilla-le dice en tono preocupado.

Bill estaba soñando que corría escaleras arriba para tratar de huir del sótano, pero entonces una mano le coge por el hombro impidiendo que salga de esa oscuridad en la que se encuentra.

-¡No! No me toques-susurra con voz ronca.

Se vuelve deprisa y alza un puño para protegerse que está a punto de golpear a su hermano en la cara.

-Tranquilízate, ya pasó-le consuela Tom sujetándole por la muñeca.

Bill abre los ojos y le mira mientras jadea. Está semi acostado en la hamaca con el cuerpo temblando de miedo.

-Perdona, he tenido una pesadilla-logra decir casi sin aliento.

-Lo suponía-dice Tom soltando su mano.

Observa como se recuesta en al hamaca y se tapa hasta arriba sin dejar de temblar por los nervios. Se sienta en el borde de la hamaca con el pie apoyado en el suelo para comenzar a mecerlos a ambos. Maldice en silencio cuando observa como una lágrima le resbala hasta la barbilla.

Bill cierra los ojos mientras su hermano le mece. Levanta una mano y limpia esa lágrima que se le ha escapado. Se muerde los labios pensando que quizás debería sincerarse con su hermano. No entrar en detalles, pero contarle algo de su pasado.

Se siente reconfortado con su compañía que se anima a sincerarse con él.

-Últimamente pienso mucho en papá-dice en un susurro apenas audible.

-¿Por qué?-le pregunta Tom poniéndose tenso.

-Porque de pronto aparece en mi mente. Sueño con él a pesar de que haya muerto…

Deja la frase sin terminar. No puede decir las palabras que han pasado por su mente.

“A pesar de que hay muerto… le siento a mi lado. No consigo liberarme de su presencia. Es como si me tuviera cogido por una cadena al cuello, tirando fuertemente de ella cada vez que consigo olvidarle. Solo para recordarme que estará dentro de mí para siempre. Torturándome. Ni siquiera estando muerto me deja a mí vivir en paz”

Cuando Tom ve que más lágrimas ruedan por las mejillas de su hermano, no lo puede soportar más. Quiere abrazarle fuertemente, decirle que lo sabe todo y que es normal que tenga esas crueles pesadillas.

-¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué sentido tiene que te inquietes por algo que ya ha pasado?-le pregunta cogiéndole una mano.

-No puedo evitarlo… y tampoco sé explicarlo. Es un hecho.

-Papá murió. Dentro de poco va a ser el aniversario y por eso sueñas con él. Eso también es un hecho.

-¿Y si él no…?

Un sollozo le impide terminar la pregunta. Se muerde los labios. Ha estado a punto de preguntarle que hubiera pasado si su padre no hubiera muerto. Si en esos momentos estaría a su lado consolándole porque su padre le hubiera hecho uno de sus especiales regalos.

-No pienses en eso más. Solo conseguirás hacerte más daño. Se fue, eso es todo. Si sigues removiendo el pasado te volverás loco-le dice con firmeza.

Bill abre los ojos y le mira fijamente. Su hermano tiene razón. Quizás se deslizara con lentitud hacia la demencia.

-¿Prefieres creer que mentía cada vez que nos decía que nos quería?-se atreve a preguntar Tom.

Sabe que mucho antes que comenzaran los abusos eran una familia feliz. Que su padre era la mejor persona que podía haber en el mundo, hasta que la enfermedad le cegó y no veía a su propio hijo, solo a una persona con la que se desahogaba.

-Dejemos el asunto en paz. No te tortures más-le suplica acariciando su húmeda mejilla.

-Y quedarnos solos-murmura Bill-Que cada uno de nosotros se quede solo porque quizás cuando alguien nos diga que nos ama pensaremos que también es mentira. Más vale dejar el asunto en paz, no arriesgarse, estar solo y que nos dejen solos.

Las palabras golpean a Tom con tanta fuerza que se pone tenso y le hacen levantarse enfadado.

-Eres tú el que tiene pesadillas, no yo. Eres tú el que quiere estar solo.

Trata de alejarse de su lado, pero una mano le retiene y le hace volverse.

Se apoya en su hermano y se levanta para darle el abrazo que lleva toda la vida deseando.

-Lo siento-solloza contra su cuello.

Siempre olvida que su hermano estuvo muy unido a su padre. Que no sabe lo que le hizo a él y por eso le defiende de sus duras palabras.



Tom le abraza fuertemente odiándose por haber reaccionado de esa manera. Por seguir defendiendo a su padre cuando no se lo merece. Era cierto que hubo una época en la que le amó con todo su corazón, pero ahora es el tiempo de odiarle con toda su alma. Por haber hecho daño a su hermano, por impedir que le llegara a amar con toda su alma.

-No, ha sido culpa mía. Te he dejado solo cuando más me necesitabas-“Otra vez”-Estabas enfermo, no podías hablar y yo te dejé solo en tu silencio.

-Tenías que hacerlo, estabas cayendo enfermo por cuidar todo el tiempo de mí.

Sollozan abrazados, culpándose cada uno del malestar de su contrario. Sin ver que hay una persona que les observa desde lo lejos.

Que se muere por ser él quien le estuviera abrazando en esos momentos, que se muere por darle ese consuelo que sabe que necesita, porque lo ha visto todos los días.

Ve como la tristeza flota a su alrededor. Ve como sus labios esbozan una tímida sonrisa cuando él le ofrece una muy grande que le ilumina la cara.

Pero en esos momentos no está sonriendo. Porque ve que alrededor de esos hermanos la tristeza ha dejado paso a otro sentimiento más fuerte que le hace daño a la vista.

Cierra los ojos al amor que desprenden los hermanos, rezando para que solo sea una ilusión, una mala jugada que le está provocando su mente.

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