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GUARDA TUS BESOS PARA MI por lyra

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Cerró la maleta con un gemido. Por fin había conseguido meter toda su ropa en esa diminuta maleta, además la espalda le estaba matando y se levantó con esfuerzo llevándose una mano a ella.

Si no se llevara tan mal con su hermano le pediría otro de sus masajes, pero tenía miedo de que se enfadase con él por hablarle, o de que le dijera que sí y sintiera lo que no debía cuando sus manos le recorrieran el cuerpo.

Salió de la habitación y se reunió con Georg en la puerta del ascensor.

-¡Que rápido has hecho la maleta! Siempre tenemos que esperar por ti y hoy es al revés, Gustav ha ido en busca de tu hermano-explicó sonriendo Georg.

Solo se encogió de hombros como respuesta y se ajustó las gafas de sol antes de que le viera, no quería que descubriera que ha estado llorando mientras hacía la maleta, metiendo con furia su ropa sin preocuparse en doblarla. Ya todo le daba igual…

El ascensor se paró en su piso y dejaron salir a una pareja de ancianos que abrieron los ojos como platos al ver el peinado del cantante. Se alejaron cuchicheando pero Bill ni se inmutó. En otras circunstancias les hubiera sonreído o dicho algo, pero ahora mismo de sus labios solo saldría un sollozo incontrolado.

Se metió en el ascensor y le sujetó la puerta a Geogr.

-¿No esperamos a los demás?-preguntó entrando con él.

-Prefiero bajar ya, meterme en el autobús y no despertar hasta que estemos en casa-murmuró Bill.

-Todavía nos quedan muchos conciertos que dar antes de llegar a casa-dijo Georg riendo.

-Eso es lo malo-suspiró Bill viendo como se cerraban las puertas del ascensor.

Se llevó una mano a la espalda y se le escapó un gemido de dolor.

-¿Estás bien?-preguntó Georg preocupado.

-La espalda me está matando-contestó resoplando.

-¿Y eso?-insistió Georg.

-Me caí de la cama, estaba soñando y desperté a la realidad de la peor manera-suspiró Bill.

-A saber que estabas soñando-le dijo Georg guiñándole un ojo.

Le sonrió y se quedó mirando las puertas del ascensor deseando que se abrieran para salir de allí.

Sus deseos de ir al autobús directamente se vieron rotos. David les pidió que esperasen a los demás, que había gente reunida afuera esperando verles a los cuatro juntos.

Bill resopló y se sentó en un sofá de la recepción a esperar. Así sería toda su vida. Esperar a que su hermano se diera cuenta de que estaba a su lado, de que no le había olvidado….






-Te comportas como un niño-le dijo Gustav a Tom en el ascensor.

-Solo te he pedido que me cambies la litera en el autobús-resopló Tom con enfado.

-Solo para no dormir al lado de tu hermano. Esa es una actitud muy infantil-insistió Gustav.

-Lo que tú digas, ¿lo vas a hacer?-preguntó pasando por alto su comentario.

-Vale, si así no seguís discutiendo no me queda más remedio-cedió al fin Gustav.

-Gracias, de verdad-susurró Tom.

Salieron del ascensor y se encontraron con David y Georg.

-Por fin, hay gente esperando-les dijo David haciendo señas a un botones.

Gustav y Tom le entregaron su equipaje y se dirigieron la salida.

-Espera, que falta Bill-dijo de pronto Georg.

-Estaba sentado allí-explicó David señalando un sofá vacío-¿Dónde se habrá metido?

-Tal vez esté en el baño-murmuró Tom.

Como si no le conociera, se estaría arreglando para las fotos…. ¿De verdad le conocía tan bien, o solo lo pensaba? Porque no sabía nada de esos sentimientos ocultos que tenía hacia él, se había tenido que enterar muy tarde, y de la peor manera posible.

-Ya llega-suspiró aliviado David.

-Perdón, estaba en el baño-se excusó Bill al llegar a su lado.

-Eso había dicho Tom-comentó David.

Miró a su hermano y vio como agachaba la cabeza. Claro, no hablaba con él en persona pero sí a sus espaldas.

“¡Cobarde!”-pensó con una sonrisa.




Salieron a la calle y se vieron rodeados por las fans que les llevaban esperando desde toda la mañana. Se acercaron a ellas y tras casi 15 minutos de fotos y autógrafos consiguieron meterse en el autobús que les llevarían de viaje hasta la próxima ciudad en la que darían otro concierto.

Nada más subir en el Bill corrió escaleras arriba a tumbarse en su litera. Se echó en ella boca abajo para aliviar su dolor de espalda. Cerró los ojos y sin darse cuenta se fue quedando dormido pensando en como afrontar los conciertos que les quedaban.



-¿De verdad le vas a cambiar la litera?-susurró Georg mirando hacia el baño en donde Tom se había encerrado.

-Si es la única manera de que dejen de pelearse no me queda más remedio-repitió Gustav.

-Tenemos que hacer lo necesario para que hagan las paces y vuelvan a ser los de antes-dijo Georg con firmeza.

-Si, lo necesario-asintió Gustav.

Dejaron de hablar en cuanto salió Tom, que se les quedó mirando intrigado.

-¿De qué hablabais?-les preguntó al pasar por su lado.

-Del tiempo-dijo Gustav.

-De la comida-dijo Georg.

Se miraron enfadados, pero Tom solo soltó una carcajada.

-Sé que hablabais de chicas, no hace falta disimular-dijo sin dejar de sonreír.



Subió las escaleras y aunque sabía que arriba estaba su hermano, le apetecía descansar un rato. Había pasado mala noche por dormir a su lado, y más contando el despertar tan brusco que tuvo.

Pasó por su litera y le vio tumbado dormido en ella. Estaba boca abajo y no le veía la cara con todo el pelo sobre ella.

Así que le gustaba más cuando él lo lleva suelto…

“¿Y por qué pienso en esto ahora?”-se riñó a sí mismo.

Se tumbó en su litera resoplando, más bien en la que le había cedido Gustav a regañadientes y cerró los ojos poniendo un brazo sobre ellos.




-¿Estás dormido?-preguntó Georg al cabo de unos minutos.

Tom le gruñó para decirle que no pero siguió con los ojos cerrados. Un gemido de dolor resonó en la habitación y abrió los ojos mirando a Georg.

-Yo no he sido-le dijo Georg señalando al cantante.

Salió de allí dejando a Tom muy confuso que miró como su hermano, seguía durmiendo y le volvió a oír quejarse en sueños. Vio que movía una mano y se frotaba a un lado de la espalda.

Se mordió los labios y se levantó con decisión. Era por su culpa que se encontrase mal y decidió tratar de solucionarlo. Se sentó en su litera y sin despertarle le levantó la camiseta y frotó con cuidado el lugar en el que se había llevado la mano.

-¡Qué!-exclamó Bill a notar unas manos en su espalda.

-No te muevas, y no abras los ojos-ordenó Tom haciéndole acostar de nuevo la cabeza con una mano.

Bill le obedeció, pero no solo no abrió los ojos, sino que además apretó los puños fuertemente a sus costados y se mordió los labios por las emociones que estaba sintiendo.

-¿Mejor?-preguntó Tom al cabo de unos minutos.

Asintió sin decir nada. No quería estropear ese momento.

Tom le bajó la camiseta y le tapó con una manta la espalda.

-No cojas frío en ella. Cuando lleguemos al hotel le diré a David que avise a un médico o a alguien que te de un buen masaje, así el dolor se irá enseguida-explicó levantándose.

Se tumbó en su litera y se echó dándole la espalda. Sabía lo que pensaba, que el dolor de su corazón no se iría con un simple masaje. Que estaba en sus manos, o más bien en sus labios…





Llegaron al hotel y se repartieron otra vez las habitaciones, quedándose Tom con la de Gustav de nuevo.

-Bill, esta tarde pasará el médico por tu habitación para mirarte la espalda-avisó David antes de que se vaya.

Miró a su hermano, que caminaba hacia el ascensor como si no hubiera oído nada. Así que al final habló con David sin esperara a que lo hiciera él mismo… Caminó tras él y entraron en el ascensor sin decir nada. Se quedaron los cuatro en silencio mirando al frente.

Las puertas se abrieron y cada uno corrió a su habitación a refugiarse.





Entró en la suya muy enfadado. Su hermano no le miraba, no le dirigía la palabra pero mandaba en su vida como si fuera su madre, en vez de su hermano.

¿Qué le dolía la espalda? Le daba un masaje sin su permiso. ¿Qué le seguía doliendo? Pues llama al médico sin decírselo. Ya podía dejar de preocuparse por eso y ver que lo que realmente le dolía era el corazón y para eso no estaba poniendo ningún remedio.



Esa noche y después de la visita del médico quien le recetó unos calmantes para la espalda salieron a divertirse un rato por la ciudad. No tenían un concierto hasta la noche siguiente y tenían la noche libre, la primera desde hacía siglos.

Entraron en el primer bar que encontraron y se prepararon para la diversión, o al menos eso hicieron tres personas, porque la cuarta no tenía el cuerpo para risas.

-Vamos Bill, tómate algo-le animó Georg.

-No puedo, me he tomado el calmante y ya sabes, nada de alcohol-contestó Bill cogiendo su botella de agua.

Además, todavía se acordaba de lo que pasó la última vez que bebió, acabó en la cama de su hermano, primero sobre ella y luego debajo. Se apoyó en la barra mirando a la gente en la pista de baile, mirando como bailaban, como se besaban....

¿Era su hermano ese que se estaba comiendo a besos a esa chica?

Se puso rígido viendo como la besaba profundamente, sabiendo que él le podía ver. Sintió que las lágrimas le subían por la garganta, pero tragó con fuerza. No se merecía que llorase por él, o al menos que lo hiciera delante de él.

Tom sonrió contra esos labios que se separaban cada vez más para que los devorase con un beso. Solo pensaba que lo hacía para olvidar que la última persona que le dio un magnífico beso fue su hermano, no lo hacía por vengarse de él, ni porque sabía que le estaría mirando…

¿Le estaba mirando?

Abrió los ojos y le buscó con la mirada sin separar los labios. Le vio en la barra, como le miraba sin quitarle los ojos de encima, como en su cara había un gesto de dolor, como separaba los labios indignado…



Vio que se había dado cuenta de que le miraba y siguió con el beso como si nada. Tiró al suelo la botella del agua con rabia y caminó hacia él.

Tom le vio venir y antes de que le montase la escena delante de la chica dio por finalizado ese beso y le susurró al oído que la vería luego. Salió huyendo de allí, quería buscar un rincón solitario en el que escuchar los desvaríos de su hermano.

Lo encontró y se quedó en el esperándole enfadado. No entendía porque no podía divertirse un poco sin tener que preocuparse de que su hermano estaba mal por lo que él hacía o dejaba de hacer.

-Tom, estás aquí-dijo Georg muy alegre, señal de que había bebido más que suficiente.

-Ahora no, vete por favor-le suplicó viendo que su hermano estaba más cerca.

Pero Georg no le entendió y se quedó a su lado bebiendo más.

-¿Ya has dejado de huir de mí?-preguntó Bill nada más llegar a su lado.

-Bill, no sabía que estabas aquí-dijo Tom sonriendo.

-Borra esa estúpida sonrisa, sabes de sobra que siempre estoy tras de ti-gritó Bill muy enojado.

-¿Ya has vuelto a beber?-preguntó Tom mirando a Georg, que no les quitaba los ojos de encima.

-Hoy no estoy borracho, hoy digo lo que se me pasa por la cabeza sin tener cuidado-contestó Bill riendo.

-¿Qué pasa aquí?-preguntó Gustav acercándose corriendo.

Había estado observando la actuación de Tom y como el otro había salido tras él. Temía que llegara ese momento, que llegaran a las manos.

-Aquí no ha pasado nada, ¿verdad Tom? Todo pasa en mi imaginación, nada es real. Solo me invento cosas que no veo, que no siento-contestó Bill mirando a su hermano fijamente a los ojos.

“Tal vez me imaginé que respondías a mi beso con la pasión ardiendo en tu interior”

-Eres un imbécil, te odio-dijo Tom pasando a su lado y empujándole.

Pero Bill le cogió por el brazo y le impidió huir de nuevo.

-Para odiar a alguien antes debes de haberlo amado mucho-soltó con rencor.

Tom le miró con más odio en los ojos de lo que creía capaz y apretando fuertemente su muñeca le hizo soltarle ignorando su grito de dolor.

-No vuelvas a decirme a quien amo o dejo de amar, no vuelvas a tocarme ni te acerques a mí nunca más-susurró con firmeza.

Entonces fue Bill quien salió huyendo de él. Golpeando su cuerpo por el camino y ahogando sus sollozos entre el barullo de la gente.


Gustav corrió tras él dejando a Georg a cargo de Tom. Le alcanzó en la puerta y no le dejó salir. Le cogió por la cintura y tiró de él, que se resistió pegando puñetazos al aire sin dejar de sollozar.

-Bill, para de una vez, no te quiero hacer daño-dijo Gustav evitando sus puños.

-Entonces suéltame, deja que llore por lo que he perdido-sollozó Bill más alto.

Le llevó rastras hasta el baño y se encerró dentro con él. Solo entonces le soltó y le puso de frente.

-Tenéis que superar esto de una vez, no podéis seguir comportándoos como dos niños pequeños-casi le suplicó.

-Ya le has oído. Me odia, no quiere que me acerque a él nunca más-sollozó Bill de nuevo.

-Joder, todo por un estúpido beso-murmuró Gustav.

-No sabes de lo que hablas, no fue estúpido-gritó Bill empujándole.

Logró escapar del baño mientras Gustav recuperaba el equilibrio. Corrió hacia la puerta y esa vez logró salir a la calle, donde se paró en mitad de ella respirando profundamente.

-Bill, ¿estás loco?-le llamó Gustav cogiéndole de un brazo-Me has empujado contra el lavabo.

-Lo siento, no quería hacer más daño-se disculpó Bill mirándole con los ojos llenos de lágrimas.

Gustav se ablandó al verle de esa manera, tan impotente, sin poder encontrar la manera de hacer que su hermano le perdonase y volviera a ser el de antes.

-¿Por qué lloras tan desconsoladamente?-preguntó limpiándole las mejillas.

-Porque no va a volver a pasar-explicó Bill entre sollozos.

-¿Qué no va a volver a pasar?-insistió Gustav.

-Nadie me va a volver a besar nunca más, no sé que hacer para que me vuelvan a dar un beso-susurró Bill.

-Sólo tienes que pedirlo de la misma manera que lo estás haciendo ahora-dijo Gustav en voz baja.

Subió una mano hasta su cuello y antes de que pudiera reaccionar se apoderó de esos labios que temblaban de emoción.
Notas finales: Y en el próximo capítulo:


-¿Bill?-le llamó pasando un dedo por sus labios.

Pero Bill no reaccionaba. Sus rodillas flojearon y Gustav se apresuró a sujetarle mejor. Le abrazó fuertemente y con miedo en los ojos vio como su cabeza se inclinó hacia atrás y las manos resbalaron por su pecho cayendo como si no hubiera vida en ellas.

-¡Bill!-gritó Gustav asustado.

Le sujetó con una mano y con la otra le dio pequeñas palmadas en la mejilla hasta que consiguió hacerle reaccionar. Vio que arrugaba la frente y como sus ojos se abrían lentamente.

-¿Tom?-gimió Bill muy bajito.

-No, soy Gustav-le corrigió incorporándole mejor en sus brazos.

Bill levantó las manos y se apoyó en sus hombros tratando de poner en orden sus pensamientos. ¿Le había besado? ¿Se había desmayado a causa de un beso? ¿De un beso de Gustav?

-¿Me has besado?-preguntó en un susurro sin atreverse a mirarle a los ojos.

-Y tú me has asustado-dijo Gustav eludiendo su pregunta-¿Te encuentras mejor?

Asintió y se separó un poco de sus brazos, pero Gustav no le dejó por miedo a que se cayera.

-¿Se puede saber que coño ha pasado aquí?-gritó una voz muy enfadada a sus espaldas.

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