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Cajón desastre por Sh1m1

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Hugo Weasley es de los más pequeños de sus primos, y dentro de los más pequeños también de los más bajitos.

 

Nadie entendía porque a sus 17 años no era tan alto como su padre, ni como su tío George, incluso su tío Percy es más alto que él.

 

 

Los únicos que se burlaban de él eran sus primos porque si alguien osaba meterse con Hugo Weasley, tendría a una orda pelirroja de Weasley detrás suyo haciéndole la vida imposible.

 

Pero a Hugo le acomplejaba ser hasta más bajo que Lily. 

 

Estaban en la Madriguera como cada domingo, y era allí donde se reunía con todos sus primos. Solo él y Lily estaban en Hogwarts aún cursando su último año, por lo que veían poco al resto. Solo en las fiestas y el verano.

 

Aunque se burlaran de él sabía que todos le querían y siempre andaba pendiente de lo que hacían Fred, James y Roxane.

 

Esta vez habían cogido el viejo coche de su abuelo, que después de años había vuelto a casa como un hijo pródigo, o eso era lo que decía su abuelo mirando a la máquina con lágrimas en los ojos. Cuando el coche estaba cerca su padre y su tío Harry trataban de escapar de la casa con cualquier tipo de excusa. 

 

Su madre les lanzaba su mirada más severa, esa que hacía que te comieras hasta la última judía verde en tu plato sin rechistar.

 

Teddy había tenido permiso para sacar el coche del garaje y como ninguno quería quedarse fuera, todos los nietos de Arthur Weasley se subieron a él. Los más pequeños iban en las piernas de los mayores, y Hugo se alegro de que a él le sostuviera James.

 

James era el mejor, había entrado como cazador en el Puddlemere United y todos estaban muy orgullosos de él. Hugo el que más, le encantaba pasar todo el tiempo que podía con él, siempre había sido su primo favorito, era el primero en ahuyentar a los que le molestaban, en hacer callar a cualquiera que no le dejaba estudiar tranquilo. 

 

Le echaba de menos, y desde que se había ido de Hogwarts siempre corría a abrazarle en cuanto le veía. Los demás se reían porque decían que era demasiado mayor para ser tan cariñoso con su primo, pero James los fulminaba a todos con una simple mirada y lo apretaba contra sí.

 

Estaban apretadísimos en ese coche pero nadie se perdería un vuelo en él, sus madres les miraban preocupadas y su tío George discutía con su madre que no le había dejado subir con sus hijos y sobrinos.

 

 

James le tenía bien sujeto por la cintura mientras iba sentado sobre su regazo, el mayor había luchado y ganado un sitio junto a la ventanilla y Hugo miraba desde arriba emocionado.

 

Anudó sus dedos a los de James, inclinándose hacia atrás.

 

—Es la mejor vista de todas, James—este rió contra su cuello, y Hugo sintió muchas cosquillas removiéndose en su regazo.

 

—No te muevas tanto, Hugo—le pidió James.

 

El más joven lo intentó pero Teddy estaba volando entre las nubes haciéndolos reír a todos con si fueran entre olas.

 

Fue en ese momento en el que Hugo lo notó, al principio no supo lo que era. Pero el carraspeo y el movimiento de James bajo él hizo que las  mejillas de Hugo fueran del más intenso rosa.

 

—Lo siento, peque—se excusó un poco avergonzado James.

 

Pero “eso” no hacía más que crecer contra su trasero, y los movimientos del coche no ayudaban.

 

El resultado fueron un James casi tan rojo como su primo, y un Hugo tratando de ocultar su propio “problema” debajo de su camiseta. 

 

Iban bajando hacia el jardín de la Madriguera y todos reían como locos, salvo Hugo y James que estaban muy callados.

 

Sus “problemas” no habían desaparecido, así que cuando tocaron el suelo, Hugo salió corriendo antes de que nadie le viera. 

 

James lo vio alejarse hacía uno de los cobertizos llenos de cacharros muggle de su abuelo.

 

Tenía que hablar con él, había sido tan idiota como para no poder evitar la excitación al tener encima de él a su primo. 

 

Siempre había sido su debilidad, pequeño, pelirrojo y un auténtico ratoncillo de biblioteca que cuando le veía se lanzaba contra sus brazos. 

 

La había cagado y ahora estaría asustado.

 

—Hugo—le llamó—.Hugo, sé que estás aquí. Tenemos que hablar.

 

—No, vete, me da vergüenza.

 

La había cagado bien cagada, suspiró James.

 

—Peque, tenemos que hablar. Siento mucho lo que ha pasado. 

 

Hugo sacó la cebecilla entre tres enormes radios muggles viejas. 

 

—¿No estás enfadado?—preguntó.

 

—¿Enfadado?—se sorprendió—¿Cómo me voy a enfadar contigo? ¿Tú estás enfadado conmigo?

 

Hugo salió de su escondrijo aún sonrojado y escondiendo bastante mal bajo su camiseta su no tan pequeño “problema”.

 

James le miró, parecía avergonzado, y abrió los brazos como siempre hacía. Hugo corrió hacia él a abrazarse. James suspiró acariciándole el cabello.

 

Había tratado de ocultar lo que sentía por Hugo, estaba en su último curso y le veía aún demasiado inocente para esas conversaciones.

 

—No te preocupes, no volverá a pasar—le dijo, aunque en realidad ahora que había ocurrido iba a ser un infierno tenerlo cerca.

 

—¿No?—escuchó contra su pecho.

 

Le separó, el pelirrojo y el sonrojo era la marca de la casa Weasley. Y a James no podía gustarle más.

 

 

—¿Tú quieres que pase, peque?—Hugo asintió. Eso sí que no se lo había esperado.

 

 

Hugo se alzó sobre sus puntas, y James bajó hasta él, el más pequeño se enganchó de su cuello y le plantó el beso más torpe que le habían dado en toda su vida. También fue el mejor, sin duda alguna.

 

 


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