Han pasado dos días. Los chicos han tenido otra actuación y después van a ir a una fiesta que habrá después.
El concierto ya ha acabado y Bill está retocándose en el baño sin muchos ánimos de fiesta. Vuelve a tener ese mal presentimiento.
Tom abre la puerta y entra echando el cerrojo tras él. Abraza a su hermano por la espalda y le besa tiernamente en la mejilla.
-Me ha gustado mucho como has cantado hoy-le susurra al oído.
-Cantaba para ti, siempre lo hago-le contesta Bill sonriéndole.
-Lo sé, puedo notarlo en tu forma de cantar-le dice apartándole el pelo y apoyando la cabeza en su hombro con los ojos cerrados.
-¿Estás cansado?-le pregunta Bill por el espejo.
Tom sonríe y niega con la cabeza.
-No, me encanta estar así. Podría estar sobre tu hombro toda la noche, incluso toda la vida.
-¿Y por qué no lo hacemos? Yo no tengo muchas ganas de ir a la fiesta. Podemos irnos a casa y tumbarnos en la cama bien juntitos. Lo pasaríamos muy bien.
-Sabes que nos esperan en la fiesta. ¿Qué van a decir si no vamos?-le dice soltándole y poniéndose de frente a él-Eso lo podemos hacer después. Además, a mí sí que me apetece ir. Hace mucho tiempo que no vamos a una fiesta. Siempre es trabajo y nada de diversión.
-Creía que conmigo te divertías mucho-le dice Bill muy bajito.
-Ya sabes a lo que me refiero.
Bill agacha la cabeza sin hablar. Lo único que le quiere decir era que sabía, más bien que presentía, que esa noche iba a pasar algo malo que le iba a romper el corazón. Pero sabía que Tom se enfadaría con él, que creería que lo decía como excusa para no ir a la fiesta.
Tom le alza la barbilla y le mira a los ojos. Siempre sabe el estado de ánimo de su hermano mirándole a los ojos.
-Dime que es lo que te preocupa. Lo puedo notar en tus ojos.
-Te vas a enfadar, mejor no digo nada-le dice soltándose.
Tom le coge la cara con ambas manos y le obliga a mirarle.
-Si no me lo dices, entonces si me voy a enfadar. Sabes que puedes contármelo todo, que debes contármelo todo.
Bill coge aire y empieza a hablar muy deprisa.
-Es una tontería. Es que presiento que algo malo va a suceder esta noche. No lo sé explicar bien. Me lo dice el corazón.
-¿Ya estás otra vez con tus presentimientos? No puedes estar toda la vida haciendo caso a algo que crees sentir. Te volverías loco y no podrías disfrutar de la vida-le dice mientras le sacude por los hombros.
-Sabía que te ibas a enfadar. Que no me ibas a creer.
Tom comienza a enfadarse un poco. Solo quiere salir a pasarlo bien por una noche, tampoco es que esté pidiendo demasiado. Y ahora tenía que preocuparse por lo que su hermano creía haber sentido. Chasquea la lengua con enojo y le da un beso en la mejilla.
-Termina de arreglarte. Te espero en el coche-dice descorriendo el cerrojo y saliendo del baño.
Bill nota que va a llorar. No porque no le ha creído. Eso ya lo tenía asumido. Es porque se había enfadado.
Se aguanta las lágrimas y termina de arreglarse. Piensa que con un poco de suerte la fiesta durará poco y enseguida volvera a estar en sus brazos.
¿Verdad?
En cuanto llegan a la fiesta Tom se separa del grupo. Necesita tomar una cerveza con urgencia. Quiere empezar ya a divertirse, y para eso necesita olvidar los presentimientos de Bill un poco.
Se dirige a la barra y se pide una cerveza que casi apura de un trago. Cuando la acaba pide otra para tomarla con más calma mientras camina hasta donde están los demás.
Cuando está a punto de llegar alguien le toca en el hombro y se gira deprisa. Entonces la vuelve a ver. Es la misma chica que le besó la otra noche.
-No me has llamado-le dice sonriéndole mucho-Me quería disculpar por lo del beso. No suelo ser tan lanzada, pero contigo hice una excepción.
-No tienes que pedirme perdón. Son cosas que pasan-le dice Tom devolviéndole la sonrisa. La cerveza se le está subiendo a la cabeza, y está haciendo que encuentre muy interesante a la chica que tiene delante. No puede apartar la mirada de sus ojos, es como si estuviera hipnotizado.
-Al menos déjame invitarte a algo mejor que una simple cerveza. Por las molestias ocasionadas-le dice cogiéndole del brazo y tirando de él-Vamos a diverti5rnos un poco.
Tom se deja llevar. La última frase ha hecho mella en él. Eso es lo que él anda buscando. Un poco de diversión.
-¿No está tardando un poco?-pregunta Bill en voz alta. Lleva casi una hora esperando a que su hermano regrese de la barra, pero no hay rastro de él por ningún lado.
-Déjale un poco de libertad. Necesitamos divertirnos, y seguro que él ya ha encontrado con quien-le dice Georg guiñándole un ojo y con una gran sonrisa en la cara.
Bill se queda pensando con miedo. Eso es. Está con una chica, seguro. Su mal presentimiento se estaba cumpliendo. No podía creerlo. Y Tom se reía de él.
Aprieta con fuerza el vaso que tiene en la mano y no se da cuenta de que ha estallado hasta que oye los grito de los demás.
-¡Bill! Mira tu mano-le dice Gustav
Bill se la mira. Está sangrando, se ha hecho un buen corte en la palma de la mano. No se ha dado cuenta de nada, ni siquiera ha sentido ese dolor. El único dolor que siente es el que Tom le está provocando sin poder remediarlo.
Gustav le coge la mano con cuidado y aprieta contra ella un pañuelo que alguien le ha dado
-Georg, busca a Tom. Dile que me llevo a Bill al hospital. Seguro que necesita un par de puntos.
Agarra a Bill por los hombros y se lo lleva hasta la salida.
Georg sale en busca de Tom. Pero en la barra ya no está. Pregunta a la camarera y le dice que ha estado allí pidiendo con una chica y que luego han subido a la pista de arriba.
Se dirige arriba y enseguida le ve. Está en mitad de la pista de baile, besando a una chica con mucha pasión. O más bien siendo besado con mucha pasión por una chica verdaderamente guapa, puesto que sus manos están sobre sus hombros como si quisiera separarle de él.
-Tom, perdona que te moleste-le dice Georg tocándole el hombro.
Eso hace que la chica le suelte y que Tom casi se esconda tras él.
-Nos tenemos que ir. Bill ha tenido un pequeño accidente.
-¿Qué le ha pasado?-le pregunta con miedo.
-Nada malo, tranquilo. Le ha explotado un vaso en la mano, Gustav se lo ha llevado al hospital porque puede necesitar un par de puntos.
Tom mira ala chica sin saber que decirla.
-Tienes mi número. Llámame-le dice sonriéndole y alejándose de ellos.
Georg coge a Tom de un brazo y se dirigen a la calle.
-Lo que acabas de ver…-empieza Tom a decir.
-No tienes que contarme nada. Solo te lo estabas pasando muy bien-le dice Georg dándole una palmada en la espalda.
-No me lo estaba pasando nada bien. Bueno, da igual. Solo te pido que no le cuentes nada a Bill.
-¿Por qué? ¿Está celoso?
Tom no le contesta, porque su respuesta sería que sí. Aunque más bien Bill no estaría celoso. Más bien estaría muy triste porque le habría decepcionado.
Se fueron a casa directamente. No tenían coche y el taxi tardó casi una hora en llegar. Cuando llegan Gustav les abre la puerta.
-¿Qué tal está?-pregunta Tom en cuanto la puerta se abre.
-Tranquilo, que sólo han sido cuatro puntos-le calma Gustav.
-Voy a verle-dice Tom empezando a subir las escaleras.
-Ahora está durmiendo, se ha tomado un calmante-le grita Gustav desde abajo.
-No me importa. Me necesita a su lado.
Cuando llegó a la habitación, le encuentra echado en la cama, durmiendo profundamente. La mano izquierda luce un vendaje que casi se la cubre entera. Se agacha y la besa con cuidado, para que le duela menos.
Rodea la cama y tras desnudarse se mete en ella con cuidado de no despertarle. Le atrae a sus brazos despacito y apoya su frente en su hombro, comenzando a llorar muy bajito.
-Lo siento Bill. Tenías razón, hoy ha pasado algo que te ha hecho mucho daño-solloza contra su hombro- No lo pude evitar, he sido muy débil.
Tom cierra los ojos y se abraza a su hermano muy fuerte. No puede verle la cara. No sabe que está con los ojos abiertos.
No sabe que le ha oído.
No sabe que las lágrimas están bajando por sus mejillas, dejando ríos salados tras de si.
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