Draco no había sido invitado a la fiesta, pero Pansy y Blaise no paraban de hablar de ella. Si sus padres se enteraban de que se había escapado iba a estar castigado hasta que le salieran canas.
Pero ¿qué chico de 16 años no querría ir a la fiesta de disfraces más esperada del año? Que fuera realizada por el mayor enemigo de su familia solo era un pequeño detalle sin importancia.
Draco amaba su largo y rubio cabello, pero tenía claro que su padre le arrancaría mechón a mechón si se enteraba de donde estaba en esos instantes.
Él había elegido un disfraz de veela, las alas le quedaban francamente bien, y eran del mismo tono de su pelo. Una túnica blanca entallada resaltaba su cuerpo más que definido, por suerte todos llevaban un antifaz que ocultaba su identidad. Sino hubiera sido descubierto por su gran parecido con su padre.
Pansy era una preciosa y curvilínea serpiente verde y negra, si alguien tenía veneno en la lengua era ella. Y Blaise lucía un diminuto taparrabo que hasta a Draco le había hecho enrojecer. Draco al lado de sus dos mejores era un completo puritano.
Siempre le decían que le faltaba mundo, pero ellos no tenían a Lucius Malfoy sobre su cogote decidiendo hasta lo que debía comer.
El lugar era espectacular, todo lleno de lucecitas suspendidas con magia, y el canto de cigarras encantadas que tocaban una dulce melodía.
Era la primera fiesta de Draco, pero sin duda era la mejor.
Blaise fue a por algo de beber para los tres, y Pansy le amenazó con maldecirle si le daba algo con alcohol a Draco. Solo era un año mayor que él y se comportaba de un modo protector que le repateaba, pero era la que le había llevado y no se quejó.
Dos ponches para sus amigos y un juguito de calabaza para Draco, comenzaron a bailar.
Al poco tenían un buen número de pretendientes al rededor, de toda índole. Draco bailó con un mago alto y pelirrojo, que marcaba muy bien el ritmo.
Pero después diría que lo sintió, como una llamada, como si sus ojos le quemaran en la piel.
Al principio solo vio unos preciosos ojos verdes, los más verdes que hubiera visto nunca. Luego vio su sonsira, decía pecado y hacía promesas. Iba disfrazado de pirata, y parecía querer robarle como botín.
A Draco le costaba respirar y se excusó con el chico pelirrojo, necesitaba tomar el aire, y huir del pirata de ojos verdes.
Draco se enamoró como el que se enamora por primera vez, rápido y muy fuerte. Antes de ni siquiera saber que aquel que le había robado, porque le robó su primer beso, era nada más y nada menos que Harry Potter, el hijo del mayor enemigo de su padre.
—Mi corazón, desde este día será tuyo—le susurró Harry escondido entre las sombras a las que le había arrastrado para besarle—. En tus manos podrás hacer lo que quieras con él, desde hoy eres mi dueño.
Eran tantas generaciones que los Malfoy y los Potter se odiaban que nadie sabía ya el motivo.
Que Harry fuera por las noches, trepando por la enredadera de su balcón a robarle besos y su corazón, era una completa locura. Pero una locura de amor que Draco estaba a punto de cometer.
Como en toda historia de amor trágica que se precie, fueron descubiertos. Harry fue amenazado de muerte por su padre, y todos sus amigos se convirtieron en carceleros de Draco.
Cuando consiguió ver a Harry este había sido cruciado hasta casi matarlo, pero Harry tenía otros planes.
—Cásate conmigo y huyamos lejos de aquí.
Draco ni lo pensó, le curó como pudo y se escaparon en la noche.
Blaise orquestó el engaño, Ron llevó al druida que les casaría.
Pero el odio es más fuerte que el amor de dos jóvenes, Draco había sido comprometido con Tom Riddle a sus espaldas. Una amenaza que su padre al final había cumplido, y este no cejó hasta que dio con ellos.
Harry le enfrentó, y Draco viendo un trágico final para el amor de su vida, se entregó.
Prefería saberlo vivo que muerto por amor.
—Te daré una mejor vida, y nuestro amor nunca será clandestino.—Le prometió Riddle. Las palabras hirieron a Draco por ser la más sincera verdad.
Cada noche antes de su segunda boda, Draco esperaba en la ventana ver aparecer a Harry, pero él nunca llegó.
Era lo mejor. Su amor nunca debía de haber sido.
Cuando llamaron a la puerta esperó ver a su padre, pero no era otro que Dumbledore, el druida que le había casado con su verdadero esposo.
Draco lloró desconsolado al verlo, a él y a su plan.
Era loco y arriesgado pero si Draco moría no sería de nadie, no sería un Malfoy. Si moría sería libre a ojos de todos y podría huir con Harry.
Bebió la pócima, y le lloraron por tres días, tres días tras los cuales despertaría y Harry le estaría esperando.
Pero nadie pudo avisar a Harry a tiempo para saber que solo era un engaño. A los pies de su tumba, una completamente vacía, encontró el cuerpo del único hombre que alguna vez amó, que alguna vez amaría.
Solo necesitó dos palabras y un rayo tan verde como su mirada, sino era en la vida, sería en la muerte.
Cuando los encontraron abrazados sobre su tumba las historias corrieron, estas se convirtieron en leyendas hasta llegar a nuestros días convertida en la más grande historia de amor.
Harry y Draco, los amantes inmortales.
FIN