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Valt despertó en medio de la habitación, solo.

 

Extrañado buscó a Shu por el lugar pero no lo encontró, rápidamente se limpió el adolorido y marcado cuerpo con una cubeta de agua y un paño. En el proceso recordó lo que pasó la noche anterior y sonrió como un bobo enamorado.

 

Al terminar se colocó su túnica, no sin antes mirar su reflejo en el agua del pozo, esa mirada marrón era la única que conocía. Miró su pómulo donde su maldición yacía sellada, suspiró y colocó la pesada capucha en su lugar.

 

Caminó en el bosque oscuro, pensando en todos los años que se pasó ahí escondido de todo el mundo, recordando el pueblo que se inundó cuando tan solo era un niño, cobrándose la vida de muchos de sus amigos, incluso de una de las vidas pasadas de Shu.

 

Pero eso ya no importaba, ahora Shu había reencarnado y lo amaba, se amaban.

 

No se dio cuenta que los pasos que daba dejaban atrás un camino de rosas negras.

 

Llegó al reino, usó los pocos ahorros que le quedaban para comprar pan y la carne más fresca que pudo encontrar, si iba a ser la última vez que se veía con Shu en esta vida quería preparar algo sencillo pero especial y delicioso. 

 

Al regresar a su casa hizo un hechizo para restaurar las paredes podridas y las pintó de un bello color crema, en la mesa colocó unas cuantas flores en un jarrón de vidrio soplado y se apresuró a preparar los alimentos. 

 

Después de terminar, emplato los alimentos que yacían de apariencia agradable que además desprendían un aroma dulce.

 

Luego solo espero a que la noche llegara, estaba ansioso por ver al príncipe así que de nuevo regreso al viejo pozo a invocar su encantamiento para verlo, pero inexplicablemente el hechizo se bloqueo.

 

Solo dos hechizos en el pasado se habían bloqueado así ante él, el de su voz y el de su rostro.

 

Supo que algo no estaba bien y soltó un grito cuando el viento sopló fuertemente, golpeando unas maderas en la lejanía y apagando las velas que iluminaban por primera vez en años su casa.

 

Pero a pesar de que el fuerte siseo del viento cedió, aun escuchaba a las ramas quebrarse a lo lejos, miro hacia aquella dirección notando una intensa luz acercarse más y más. Se levantó asustado cuando reconoció que se trataba de una muchedumbre enojada, cargaban antorchas y múltiples armas afiladas.

 

Retrocedió unos pasos antes de chocar con algo que lo hizo caer de espaldas, la capucha se descolocó de su lugar dejando su rostro expuesto. Levantó la mirada encontrándose con Shu quien cargaba una antorcha y lo miraba fijamente.

 

Asustado, Valt cubrió como pudo su cara con sus manos, más sabia que ya era tarde. De reojo miró a Shu esperando su reacción, la reacción que múltiples veces contempló en el pasado de desprecio y asco  pero no sucedió, Shu lo miraba serio.

 

Le extendió la mano a lo que Valt dudo, ¿su maldición no funcionó? Dubitativo la tomó y fue jalado por el albino, uniendolos en un abrazo que aceleró el corazón de Valt.

 

—¿Q-Qué sucede Shu? ¿Por qué no me odias? —preguntó Valt temeroso mientras todo su cuerpo temblaba en los brazos del príncipe.

 

Shu no le respondió con palabras pues una afilada estaca en el abdomen de Valt fue su respuesta.

 

El mago se apartó del abrazo como pudo, sorprendido y lleno de dolor no podía ni gritar ante lo que sucedió. Cayó al suelo a pocos metros del príncipe mientras miraba que la muchedumbre ya había llegado con ellos.

 

Todo lo que Valt miraba ante él era rojo, la llamarada de las antorchas, los fríos ojos de Shu y el dolor que sentía expandirse en su interior.

 

Sus ojos marron se iluminaron por un instante fugaz de color dorados, saco el cuchillo de la herida mientras está sanaba en segundos.

 

Pero antes de ponerse de pie sintió un fuerte tirón en sus cabellos azules, sin poder resistirse a su opresor su rostro fue exhibido frente a todos, Valt pudo mirar el desprecio y el asco de todo ellos nacer con facilidad.

 

—¡Este es el mago lunar! —escuchó decir a Shu quien lo sostenía con fuerza—. ¡Me hechizó con sus sucios trucos y manchó con ello el nombre de nuestro reino! 

 

Lo lanzó de nuevo al suelo, pronto la muchedumbre le arrojó piedras que impactaron en todo su cuerpo, llevándose con ellas su ojo derecho completamente deshecho. Parecía que sus gritos adoloridos los incitaban a poner mayor fiereza en sus actos pues cada vez el castigo se acrecentaba.

 

Finalmente escuchó la orden de Shu a un soldado para que lo atara a un enorme poste de madera, Valt yacía muy cansado y herido para resistirse.

 

—¡He dictaminado tú castigo, mago lunar! —exclamó Shu dándose la vuelta mientras le quitaba a un pueblerino su antorcha. Valt miró temeroso como se acercaba con ella al heno y ramas que presurosamente colocaron en la base del poste.

 

—¡Tú castigo es la hoguera! —exclamó el príncipe con una furia incontrolable en su voz a la vez que prendía la base, Valt gritó como loco cuando lo bañaron de grasa de carnero y el fuego se expandió rápidamente hacia él.

 

Desesperado, sintiendo su piel calcinarse y desprenderse de sus huesos miró al cielo, encontrando en él un sutil y familiar brillo.

 

Pero quizás era demasiado tarde.

 

Shu escuchó fascinado los gritos agonizantes de Valt; desde que despertó esa mañana y vio su rostro sintió un incontrolable odio, aberracion a él, así que preparó al pueblo para levantarse en armas contra ese horrendo ser.

 

Pero la sonrisa de satisfacción al verlo arder se desvaneció rápidamente, la maldición de Valt desapareció de su corazón y corrió desesperado a apagar las llamas de la hoguera, esa hoguera que desde hace rato ya no emitía otro ruido más que el de las llamas consumiendo no más que la madera que quedaba a su paso.

 

Los habitantes del pueblo nunca antes habían visto tan desesperado a su príncipe, quien gritaba y lloraba como loco, solo su guardia real fue capaz de retenerlo en su lugar para que no se hiciera daño al acercarse así a las llamas.

 

Cuando el fuego se consumió después de varios agonizantes minutos, Shu se zafó de sus guardias y lloró a las cenizas que quedaron atrás.

 

¿Que había hecho?

 

Un destello bajo del cielo e iluminó las cenizas donde el príncipe se lamentaba, este miró sorprendido cómo de ese destello plateado nacía una flor, una rosa blanca.

 

Miro al cielo contemplando apenas un poco de la luna que de nuevo salía.

 

Tomó con cuidado la planta desde la raíz entre sus manos, sonrió con tristeza mientras una lágrima se suicidaba de sus ojos.

 

La rosa desprendió un pétalo que voló con el danzar del viento, cruzando por un largo camino por los cielos calmados, cruzando múltiples montañas y mares hasta llegar increíblemente intacta a la cabellera castaña de un joven quien la tomó y susurro con profunda tristeza.

 

—Te has ido.

 

Notas finales:

Espero les haya gustado :D Adios!


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