Una tarde bastante tranquila, algo fría por la época del año en que se encuentra, pero es sumamente agradable el sentir un poco de este clima,
Reconforta al poder estar en casa, con una taza de chocolate tibio o café, pequeños placeres que se puede dar el lujo de tener.
Esto es algo que disfruta mucho un cierto pelirrojo, que en este momento no lo pueda hacer, pues está sentado en el suelo del baño, algo angustiado y ansioso por lo que acaba de hacer.
Tan solo al regresar a su hogar, después de un largo día de trabajo… Decidió que debía buscar una respuesta, pues había sentido un malestar en su cuerpo últimamente.
Pero no había querido decir nada a su esposo, pues… No es de querer preocuparlo y que este todo el tiempo de encimoso.
Si bien se aman de forma profunda y apasionada, el de ojos verdes, cabellos como el fuego vivo, y semblante serio, prefiere no ser sobreprotegido por el de cabellos negros, pues a veces se pasa y conociéndolo, no lo dejaría ni siquiera sostener un vaso con agua sin estar insistiendo que es demasiado peligroso.
Y reconoce perfectamente que los ojos de un tono café, son su perdición total.
A su parecer era mejor tomar esto por su propia cuenta.
Aunque… La única opción que se le venía a la mente, era que estos mareos y nauseas, al igual que cierto desagrado a comidas procesadas, se debe a un simple hecho, que reconocería que no es para nada improbable.
Recarga su espalda contra unos cajones debajo del lavabo del baño, pensativo, en que si tan solo esa prueba diera positivo.
No sabe cómo sentirse…
Se siente entre la angustia del futuro incierto y la alegría de esa posibilidad.
No niega que sería una preciosa noticiar, pero… Teme no estar listo para ese paso.
Suspira, alzando su cabeza hacia el techo, fijando sus preciosas esmeraldas a algún punto -¿Sera verdad? Es lo único que se me ocurre…- Mueve sin darse cuenta sus pies de lado a lado, sin levantarlas, pues es su forma de relajarse, como un tic para cuando los nervios lo invaden.
-Tenemos dos años de casados, nos hemos cuidado muy bien… Pero…- Como un recuerdo inesperado se proyecta en su mente –Esa noche…- Su corazón late del asombro, sonrojándose repentinamente, hasta las orejas, para ocultar su rostro con sus manos, elevándolas hasta ese nivel.
Lo que su mente recuerda es que… Unos días antes de que fuera navidad, tuvieron una cita romántica, en donde terminaron en el auto, en un viejo mirador, que visitaron al ser novios y era un lugar que se podría decir especial para las parejas, donde al estar oscuro y algo alejado, podían… Dedicarse a besarse, acariciarse y subir de nivel en ese sentido.
Por haber disfrutado mucho esa salida, haber bebido un poco de vino, y el ambiente los empujo a hacer el amor dentro de su auto y sin haberse preocupado de comprar preservativos.
Esa noche, Itiá fue capaz de rellenar el pálido cuerpo del pelirrojo, al grado que parecía desbordarse de su entrada.
Disfrutaron esa noche con tanta pasión, que poco les importo que llegara haber un resultado muy obvio, pero que ninguno le dio mayor importancia.
Y desde luego después de esa preciosa noche, con toques salvajes, pues es como han disfrutado del sexo desde la primera vez, son una pareja un poco fuera de lo convencional, pero si están de acuerdo y les gusta, todo es válido, mientras no se hieran y desde luego se respeten.
Disfrutaron más momentos de intimidad plena, en lugares ya más privados, pero esa fue una experiencia que no olvidaran.
Les gusta sentir algo de peligro de poder ser vistos.
Ahora… Dejando de imaginar ese momento, vuelve a su realidad, quitando las manos de su precioso rostro sonrojado, pues… No niega que ha sido feliz en toda la extensión de la palabra con Itiá, el hombre que aunque sea mayor que él por diez años, se han sabido llevar sumamente bien, y siguen estando igual o más enamorados, que ese día que se conocieron por primera vez en el puente que se rompió, pero unió dos vidas.
Paso el tiempo necesario, se da cuenta por el reloj en su muñeca, ya era el momento de saber la verdad.
Puede que ahora no represente un gran problema, están casados, ambos con trabajos estables, bien pueden ya pensar en tener una familia, pero… Gateguard no se siente para nada listo, aún no sabe si sería capaz de ser un buen papá.
Sin embargo, si esa criatura ya está en su vientre… Desde luego no hará nada para deshacerse de ese hecho, al contrario…
Más eso no quita el miedo.
Alza su mano, hasta donde está el lavabo, que no es muy lejano de su posición, todo para alcanzar la prueba cacera.
Al sentirla entre sus dedos, la toma con cuidado, tratando de que su mano temblorosa no la llegue a tirar.
Cierra sus ojos, pues quiere tener unos minutos más para respirar antes de saber la verdad.
Ya tiene la prueba entre sus manos, delante de su vista, pero aún no ha visto el resultado.
-Vamos Gateguard… Solo abre tus ojos y mira lo que indica… Si ves una línea quiere decir que no, y son dos…- Guarda silencio, para fruncir el ceño, y apreciar la prueba –Matas a Itiá… Y liberas estrés…- Dice esto como una mala broma, para provocarse a sí mismo la risa.
Sin más, entiende que debe ser valiente y enfrentar cualquier circunstancia que le depare, después de todo no estará solo en esto, su esposo también tiene que ver, pues él fue quien lo embarazo se hará responsable desde luego.
No existe nada que temer por ese lado, pero… Por el otro, todo lo que deberá ahora hacer, cuidarse mucho, escoger nombre, preparar una habitación para su hijo, pensar en cómo educarlo, como alimentarlo... ¿Si su cuerpo es lo suficientemente apto para esto? Cuando siempre ha sido un poco más bajo que los demás, le podría traer problemas.
Son incógnitas que tiene el derecho de hacerse, pero… Ni modo, debe enfrentarlas.
De nuevo un suspiro más, para abrir sus preciosas esmeraldas, que se fijan en el rectángulo de plástico, y ver el resultado.
---En la noche---
El auto de esa pareja se ha estacionado en la cochera, no es un vehículo de última generación, pero es suficiente para transportarlos.
El camino hacia la entrada es corto, y pues el hogar no es precisamente el más grande de todos, pero es muy hermoso, dos pisos, abajo la cocina, la sala, el comedor, un baño y arriba la habitación de la pareja, su propio baño y un cuarto en donde han guardado varias cosas de sus trabajos, compartiéndolo como ofician de los dos.
Un hombre que oscila entre los treinta y cuatro años, entra a la casa, sonriente con un maletín, sus ropas consiste de una camisa blanca, corbata roja, pantalones de vestir negros, con zapatos del mismo tono y estilo, tiene que estar siempre bien presentable, pues su profesión de abogado así se lo exige.
Aunque tiene un motivo más por disfrutar este atuendo y es que su borreguito rojo, como llama a Gateguard, le ha dicho que le gusta verlo vestido así de formal.
Tal vez un pequeño fetiche o es que un hombre así de elegante, lo seduce.
Palabras de dos enamorados bastantes atrevidos.
Apenas si cierra la puerta detrás, dirige su vista hacia la sala, pues el umbral de su hogar tiene la vista de este espacio y las escaleras.
Deja las llaves en el perchero, y sonriente, solo desea buscar a su esposo para darle unos cuantos besos abrazarlo y decirle cuanto lo ha extrañado, pero también otra cosa más desea decirlo.
-Borreguito, ¿Cómo te fue en tu tarde?- Sonríe, habiendo dejado el maletín en la mesa de la entrada, para que sus pasos se dirijan a la sala, que detrás de esta se encuentra el comedor, pues no espera por ver al de cabellera roja.
Desde luego encontrarlo sentado en una silla delante de la mesa, dándole la espalda, usando ropas más acomodas y se podía notar que lleva un mandil, posiblemente habiendo terminar de cocinar, pues el aroma de ese estofado de carne con zanahorias que tanto disfrutan ambos inunda las fosas nasales del pelinegro.
Itiá siempre se ha repetido hasta el cansancio que es afortunado, su esposo es un hermoso doncel, más joven que él por diez años, con un rostro tan hermoso, un cuerpo sumamente precioso y apetecible, un carácter bastante fuerte, pero que todo eso lo hace tan adorable y dulce, que desde el primer encuentro juro que dedicaría su vida a hacerlo feliz y que por ende seria solo suyo.
Cosa que ha cumplido a pie de la letra.
Pero algo nota raro del pelirrojo, no responde a la pregunta peculiar, pues su borreguito es de hablar con él desde el momento que llega a la casa, a veces abrazándolo, otras besándolo y en algunas ocasiones a veces saltarse la cena, pues lo encuentra con ropas reveladoras, significando que esa noche ya necesita su esposo con él.
-¿Estas bien, borreguito?- Se acerca con cuidado, aflojándose la corbata un poco, y acto seguido acercarse a su pelirrojo, para tomar sus hombros y dedicar un beso en ese cuello pálido.
-Itiá…- El tacto húmedo de esos labios sobre su piel, es muy excitante, pero… Debe ser fuerte si le dará la dichosa noticia.
-¿Algo sucede?- Le canturrea al oído con un tono seductor, su cuerpo sin duda está caliente pero, primero necesita verificar si el pelirrojo está bien y también si tiene ganas.
-Si…- Le responde, intentando alejar su cabeza del alcance del azabache.
Esto desconcertó al mayor, pues… Si su borreguito actúa de esta forma, está bastante tímido, y serio a la vez, y reusándose un poco en hacer el amor, significa que algo le debe preocupar, una clara señal de que no importa perderse esa noche de intimidad, prestara total atención en lo que diga Gateguard.
-¿Qué tienes mi amor?- Para esta ocasión, besa con una devoción diferente la cabeza del pelirrojo y acto seguido sentarse en la silla que queda al lado derecho en un costado de la mesa, prestara toda la atención posible.
Su mirada baja, las mejillas del mismo tono de sus cabellos, y sus manos debajo de la mesa, ocultando algo, que no sabía cómo iniciar la conversación.
Solo pensó que lo más prudente era simplemente dárselo y que el pelinegro atara los cabos.
-Paso algo, eres el responsable y… Debes hacerte cargo…- Eso es lo que atina a decir, con los ojos abiertos, frunciendo el ceño de preocupación, y entregándole en las manos la prueba, parecía estar a punto de llorar, pero se aguantó, hasta conocer la reacción de otro.
Simplemente Itiá se sorprende por la actitud de quien más ama en esta vida, para acto seguido fijar sus marrones ojos en lo que le ha entregado y, la sorpresa fue grande, al ver de quien se trata.
-Gateguard… Borreguito…- Murmura el nombre y de cariño que le dedica día con día, para que sus ojos se abran de golpe, su boca abierta, que de inmediato dibuja una sonrisa de satisfacción, mirando atento la prueba -¿De… De cuando es…?-
-Esta tarde…- Le responde algo cortante, sintiendo como el sonrojo calienta su cuerpo por los nervios –Por eso, te pedí que no pasaras por mí, quería ir a comprar la prueba yo mismo, no quería… Emocionarte, y que al final fuera negativo, pero…- Sin más frunce el ceño ahora como un verdadero enojo, apoyando sus puños sobre la mesa, temblando un poco por la noticia –Es positivo, así que… Deberás hacerte responsable de mí y nuestro hijo… ¿Lo entiendes?-
Lo dice como si no conociera la respuesta.
No es como si fueran novios solamente y debiera amenazarlo, son esposos, lo cual significa que el hecho de hacerse responsable ya está explicito por ese gran compromiso que tomaron el día que unieron su vida de forma civil y sagrada.
Itiá sonríe, y su primer instinto que siente es abrazar al pelirrojo, no va a negar que cuando se casaron, quería tener un hijo, uno de ambos… Pero, respetaba por completo la decisión del pelirrojo en no ser padres tan pronto.
Sin embargo y al parecer el destino les depara una sorpresa a ambos.
Lo que hizo a continuación, es su forma de demostrar lo que su corazón está experimentando.
Besa con total amor los labios de su borreguito rojo, con cuidado, de forma tan cariñosa y tierna, para acto seguido arrodillarse ante él y posar su cabeza sobre el regazo del menor, dejando escapar unas lágrimas de felicidad.
Itiá es muy emocional, aunque usualmente es de decir chistes o ser algo atrevido, pero en esta ocasión su amado esposo le ha dado la noticia más hermosa de todas.
Y eso que ya le ha dado muchas más, cuando acepto ser su novio, su esposo, las metas que ambos han estado cumpliendo, es simplemente una vida maravillosa para los dos.
-¡¡¡ITIÁ!!! ¡¡¡¿QUÉ ESTAS HACIENDO?!!!- Gateguard, no comprende por qué su esposo esta de esta forma y más llorando, lo que atina hacer es tomar los brazos del pelinegro, para que se levante.
-Gracias…- Son las palabras que salen de los labios del arrodillado, para acto seguido tomar esas pálidas y frágiles manos, y besarlas con devoción total –Gracias mi borreguito, te amo, te agradezco tanto que aceptes llevar a mi hijo en tu vientre, te voy a consentir mucho más ahora…- Esta sumamente emocionado, es sincero, la felicidad que deseo solo compartir con el pelirrojo, agradecido con él.
-Itiá…- Su corazón siente que se estruja, la noticia le trastoco un poco al principio, pero… No puede evitar sentir la emoción en su cuerpo, dentro de su vientre de doncel está creciendo el fruto de su amor.
Uno que es bastante atrevido, salvaje y loco, que se volvió un pequeño ser que es de ambos.
Alguien que dependerá de ellos, que amaran con todo su corazón, que obviamente cambiará su vida de ser una pareja de esposos fogosos y llenos de deseo sexual, pero ahora… Puede que su ritmo se calme un poco.
Pero eso no significara que dejen de profesar su amor ni un solo instante, lo único que entraran a una nueva etapa de su vida, una donde serán padres de su retoño.
-Te amo mi borreguito- No puede decir más que las palabras de amor dedicadas solo al pelirrojo agradecerle y ahora besar con cuidado el vientre que a su parecer ahora es sumamente más sagrado que antes, sonriente ante el conocimiento de la vida que se está formando.
-También te amo mi Itiá, mi pervertido esposo- El de ojos verdes esmeraldas, sonríe por la burla a su amado pelinegro, es que aún está intentando procesar la nueva información, pero las lágrimas también se le escapan, es feliz.
Aunque aún no pensara ser papá, no niega que es una preciosa noticia.
A veces a si pasa, claro que no vas y tienes sexo o hacer el amor con quien amas, para quedar encinta.
O bueno no es en la mayoría de los casos, por eso se puede denominar que el embarazado no fue deseado, pero… Cuando te enteras, sabes que ese bebe esta encamino, y existe amor de por medio, una pareja estable, que si bien casados o no, aceptan ese ser como lo que es, su futuro hijo, amándolo desde el primer momento en que conocen su existencia.
Se vuelve desde luego deseado, y no por ello el amor es menos grande.
Al contrario… Con solo saber que el amor de dos se volvió carne y sangre de ambos, es mágico…
Itiá y Gateguard, deberán lidiar con muchas cosas de ahora en adelante, pero se tienen el uno al otro, harán todo para que su futuro hijo sea feliz.
Y el pelirrojo deberá acostumbrarse a la sobreprotección del pelirrojo, pues no dejara que haga nada más allá de ir a su trabajo, además Itiá ya ha decidido sin decir nada que será él quien se ocupará de los quehaceres domésticos en su totalidad, obvio después de su trabajo.
Gateguard solo deberá preocuparse por que desea comer, donde desearía ir, que cositas comprar para su futuro hijo.
Sin duda serán una familia muy feliz y quién sabe… Si durante el embarazo puedan llegar a expresarse su amor de una forma más calmada.
Pero no por eso dejara de ser a su estilo.