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Castigo Divino por Mascayeta

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—¡No más Henmi! ¡Me tienes harto con tanto reclamo!


El pelinegro apretó la mandíbula al punto de dolerle, al final solo pudo soltar un bufido para dirigirse al armario y recoger las pocas pertenencias que dejó allí. No había que pensar una disculpa, hasta el día siguiente debía estar con los que iban a establecer el vínculo, así que por lo menos podría dejarle como regalo a su "amadísimo" Alpha, una noche libre para estar con quien quisiese.


—Debes quedarte, sabes que Fuyuhiko hoy buscará ponernos como ejemplo de amor y fidelidad.


—¿Cómo el que mostraste hoy cuando me viste vivo? —el pelinegro se giró con el equipaje en la mano—. Tu cara reflejó la sorpresa de encontrarte conmigo, ¿crees que no oyeron tu pregunta? Yasushi, ¡dijiste claramente que cómo pude salvarme!


El rubio llevó una de sus manos al cabello para respirar resignado, era cierto, se suponía que a quien debían disparar de primeras era a Henmi y a Ritsu, la única manera para poder desequilibrar el grupo y tratar de identificar al Elegido.


—Cuando buscábamos a tu amado Hiroki, solo yo pude percibir tu olor en la cabaña, cerré bien el candado y mentí por ti una vez más.


Tsumori se aproximó a su esposo, sus aromas y cuerpo eran tan diferentes. Quiso acariciarlo, pero retiró las manos pensando que era como traicionar el recuerdo de la noche anterior cuando tuvo a Hiroki en sus brazos.


Regresó en sus pasos para servir una copa del bar que estaba en la habitación, el silencio entre ambos le ayudó a recordar cuando ejercía como médico y supo del caso de un hombre que hablaba de lobos en la ciudad. De inmediato pidió ser trasladado al psiquiátrico, a penas lo conoció quedó prendado del castaño, sabía que nada de lo que contaba era mentira, su aroma a Chocolate era claramente perceptible, un Omega Caramel. 


Desde que lo descubrió y por el mutismo en que se sumergió Kamijou, empezó a facilitarle entre las medicinas los supresores para minimizar el efecto de los días del Estro. Lógicamente, Kusama no fue fácil de engañar, y logró comprender que toda la historia era real. Dos años fue el adjunto de Nowaki en el caso de Hiroki; sin embargo, la noticia del asesinato de su padre desbarató sus planes de cortejar al castaño.


Al llegar a la Reserva se encontró con un Nephrite que corría de un lado a otro, tratando de recopilar información sobre lo sucedido, tener una estadística de los muertos y el reporte con sus identidades, lo que nunca le sucedió con Hiroki, este chico lo logró en minutos. Su cuerpo se calentó y al retomar su conciencia, estaba con ese Omega en una habitación, además, lo había marcado.


Se casaron, asumió el puesto de su padre en el Consejo, todo parecía tan perfecto, pero seguía sin olvidar a Kamijou. Los momentos de intimidad con Henmi trató de espaciarlos al máximo, aunque no podía negar que eran demasiado buenos cuando sucedían, su pareja era apasionado, no se medía en complacerlo con cada locura que le solicitaba, pero nuevamente volvían los recuerdos del Caramel.


Casualidad o no, los trabajos del ojimarrón se multiplicaron, debía viajar con más frecuencia, su papel en Inteligencia era preciado, y tal vez para esos días fue que comenzó a darle importancia a un nombre que se repetía en cada conversación: Yokozawa-san.


—¿Lo hiciste por mi o por el Elegido? —soltó la pregunta con rabia, ahora observaba a Henmi tratando de identificar una expresión que le confirmara el enamoramiento por ese Ojos Grises; pero, bien sabía que su esposo había sido entrenado para mentir y ocultar sus emociones, por eso no podía decir si su rostro era una máscara o la verdadera expresión de no tener idea de lo que hablaba—. El Consejo comentó sobre un Omega como Guardián, y todo parece apuntar que es tu amor imposible: Yokozawa Takafumi.


La risa de Kazuma fue sincera, allí estaba la única excusa que Tsumori no había utilizado para justificar frente a los otros que su matrimonio era un error.


—Lo que yo diga no importa. Si quieres culparme de infidelidad para el divorcio ¡hazlo! —esa suposición acabó de enterrar el amor que podía sentir por Yasushi—. Mi trabajo en Inteligencia no peligra porque digas que soy un casquivano. Antes de marcharme considero importante que sepas que Hiroki y su destinado ya se reconocieron, y que el vínculo lo establecieron hace años.


Tsumori lo vio cerrar la puerta, Henmi lucía cansado, lo conocía y sabía que tan pronto como entregase el informe de su trabajo pediría el divorcio. Lo haría de la manera más educada posible y presentando la mejor opción para borrar la marca, aquella que no provocara daño en ninguno de los dos. Por algo su esposo había estado a cargo de la investigación después de que el profesor Yamada se jubiló, un logro más para Kazuma: Si Alpha y Omega estaban de acuerdo, una intervención quirurgica y las partes podrían seguir su vida sin resentimientos ni consecuencias.


Al otro lado del madero Henmi escuchó el ruido seco de un golpe, se colocó las gafas negras y avanzó con orgullo, desde pequeño le enseñaron que la dignidad no se vendía ni se entregaba, por eso prefería dejar libre a quien creyó era su destinado.


No volteo incluso cuando Yasuda lo llamó, solo se encaminó hacía donde podría encontrar un verdadero amigo. Yokozawa lo recibió con los brazos abiertos escuchando entre sollozos la historia, cuando su senpai lo soltó una mano le pasó un vaso de agua.


Fue cuando Henmi se dio cuenta que se había equivocado, el Gamma contratado por Fuyuhiko había escuchado su historia y sabía quién era el responsable de la emboscada.


 


 


Hiroki se despertó al sentir la molestia en su hombro, aún un poco adormilado dirigió su mano al lugar donde pudo sentir el vendaje que cubría donde le dispararon.


Se dirigió al baño para asearse, frente al espejo notó como los años en la cárcel habían cambiado no solo su rostro sino también su cuerpo, lucía más atlético, menos Omega y más humano. Recogió su cabello en una media coleta y se vistió con una camisa blanca manga larga, slim Fit con cuello Mao, adoraba sentir el lino sobre piel, la completó con un pantalón negro y unos mocasines del mismo color. Al abrir la puerta la mujer ante él se lanzó a saludarlo con lágrimas en los ojos.


—¿Madre?


La castaña asintió mientras lo acariciaba repitiéndole que nunca se había sentido tan feliz de tenerlo a su lado, eso sí se lo creyó; de todas las demás frases de cariño, solo esa sonó sincera. Arrastrándolo fuera de la habitación, Kamijou se dio cuenta que estaban en un hotel, su mamá hablaba de la sorpresiva noticia y de como su prometido le había contado que se salvaron de milagro de ser asesinados por los extremistas.


—¿Mi prometido?


—Hiroki no te sientas mal, cuando conocí a tu padre se iba a casar y rompió su compromiso por mi —la cara de satisfacción por verse emulada en la supuesta acción de su hijo lo asustó—. No se lo vayas a decir, pero ya me mostró los papeles de divorcio, ese chico Kazuma aceptó y tan pronto como eliminen el error de la marca, tú y él estarán juntos.


El castaño pensó que estaba en una dimensión paralela, su novio supuestamente era el marido de su amigo Henmi, y por lo visto Yasushi había contado una convincente historia del  amancebamiento en que vivían. Por más que quisiera seguir la charla de su madre, cuando estuvo en el lobby se movió a la salida para saber donde se hallaba, reconoció el lugar como Nayoro.


Esa noche no podría hacer mucho, por ahora debía seguir la charada y buscar comunicarse al día siguiente con Takano o Miyagi. Con el llamado de su progenitora cambió la dirección de su mirada y le sonrió con picardía para perspicaz preguntarle si quería que hablaran sobre la boda que él y Tsumori iban a tener en América. Por un momento se asustó con la rotunda negativa de la mujer; casi a gritos avisó que si su hijo se iba a casar con un miembro del Consejo tendría que ser en Japón y con las costumbres de su raza, ellos eran descendientes del gran Acaco, el maestro del dios Hermes, y como tal se comportarían.


Lo único que agradeció el Caramel es que esa noche sus amigos estarían protegidos, en su corazón la idea de no poder establecer el vínculo con su destinado le causó una punzada en el pecho. ¿Qué pensaría de él cuando se enterara del enredo en que se encontraba?


Sus ojos se humedecieron, pidió permiso y fue al baño del restaurante, fue cuando se percató que cambió de carcelero, tres hombres se levantaron siguiéndolo hasta el lugar.


Lejos de allí, en el Resguardo un ojialmendrado se llevó la mano al pecho, su destinado estaba vivo, lamentablemente no sabía dónde buscarlo. Alzó la mirada a la luna azul y oró como lo hacía de niño a Calisto y a la diosa Selene, y en un murmullo silencioso se declaró ante Belewe aceptando a Hiroki como su pareja.


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