La mañana aclaro con la poca luz verdosa que se filtraba del lago. Me desperece estirando los brazos, mamá debería de estar en la cocina preparando tostadas, papá regresando de trabajar y mis primos y hermanos sentados en la gran mesa de la madriguera listos para desayunar. Busque con mi nariz el delicioso olor al desayuno, con los ojos aun cerrados.
-¿Qué haces?- me pregunto una voz con un tono déspota y confuso.
Abrí lentamente los ojos, un color verde y otro plata fue lo primero que vi, me sobresalte,… ahora lo recordaba… recordaba todo…. La “hermosa” casa en la que me había quedado.
El muchacho rubio ya con el uniforme puesto y los libros a la mano me miro como queriendo hacerme un avada kedabra.
- El despertador sonó hace horas, espero que alcances algo de desayuno- dijo acomodándose la corbata y saliendo del lugar.
Resople, valla compañero de cuarto que tengo, pensé para mi mismo, tome el reloj para revisar la ora, un escalofrió me recorrió toda la espalda. Tan tarde era y yo ni me había dado cuenta, salte de la cama sin molestarme en tender la cama, mire a la otra, como pensaba acomodada, tendida y con la ropa de dormir doblada. No perdí mas mi tiempo, me cambie en tiempo record, puede que la camisa no estuviera bien fajada, la corbata este mal anudada (era mi primera vez, papá siempre lo hacia por mi) pero estaba listo, tome todos los libros sin molestarme en ver cuales eran mis materias y salí corriendo de ahí.
Llegue al gran comedor. Con solo 15minutos para desayunar. Mire a mí alrededor. Bingo mi prima Rose. Corrí hacia ella, que bonita se veía con su falda y su corbata azul añil. Pero una mano me tomo del hombro, sabia quien era, con miedo voltee.
- Quiero hablar contigo - dijo mi hermano James.
Con paso firme camino hacia la gran mesa de los Gryffindor, con resignación lo seguí sentándome a un lado suyo, las risas en las que estaba sumergido el comedor cesaron, de pronto todos me miraban atónitos. James tuvo el valor de dirigirme la mirada.
- ¿Qué haces aquí?-susurro molesto.
- Dijiste que querías hablar conmigo.
- No aquí… que pensaran si me ven con un Slytherin.
De lo alto del podio de los profesores la voz de la directora resonó.
- Albus… querido… regresa a la mesa de tu casa.
Caí en cuenta del porque que nadie riera o se escuchara conversación alguna. Con las piernas engarrotadas por la vergüenza me levante y a paso torpe conseguí llegar a mi propio comedor.
Vi como a lo lejos los chicos vestidos de escarlata reanudaban sus conversaciones, todos tenían ese aire desgarabatado, con las corbatas mal anudadas y las mochilas cargadas solo en uno de los hombros.
Cosas tales como -¿Qué hacia “eso aquí”? – o - ¿en serio es hermano de James? Se escuchaban. Quería distraer mi atención. Así que solo mire a mi alrededor en la mesa de Slytherin, todos llevaban la ropa totalmente planchada, la corbata acomodada y la camisa fajada, nadie reía o platicaba solo comían en silencio, la voz de una niña me llego a los oídos – ¿ya le viste la camisa?- o –nadie le ha enseñado a amarrarse una corbata-.
Sentía las lágrimas en mis ojos a punto de brotar, mise a la mesa, mojada con pequeñas gotas de mis lágrimas.
Estaba feliz de que el desayuno hubiera acabado, tome mi mochila y salí de ahí, sentía los ojos de la directora clavados en la espalda.
Siempre era lo mismo, ella me defendía, ella, o mi prima, o mi tía, o mi mamá, todos comentaban siempre lo mismo, pobre Albus. Todos compadeciéndose de Albus siempre, siempre llorando, pobre Albus. Pero ya estaba harto, harto de que hablaran de mi a mis espalda, harto de tener que llorar por cada insignificante detalle, harto de las replicas de mi hermano, lo había decidido se acabaría el pobre Albus, si me había quedado en Slytherin era por una razón, y no me permitiría volver a llorar.