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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Thanx por los reviews!

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 10. Soledad y culpa

 

 

Hanamichi llegó tarde al instituto y con el pelo mojado, ya que a primera hora había tenido una sesión especial con la doctora Matsuyama en la piscina de la clínica. Era la hora del almuerzo así que se dirigió directamente a la cafetería, donde estaba seguro de que encontraría a su ejército. Y después de dos semanas sin dejarse ver por el instituto, Sakuragi no se esperaba semejante recibimiento por parte de su mejor amigo.

 

—Eres un capullo, Hanamichi —le espetó Yohei nada más saludar y sentarse con ellos.

 

—Yo también me alegro de verte —dijo Sakuragi irónicamente.

 

—¿Cómo se te ocurrió decirle a Haruko que Rukawa era gay?

 

Sakuragi no se paró a pensar como sabía Yohei eso. Takamiya, Noma y Ookusu miraban avergonzados la mesa, dando a entender que ya habían sido regañados.

 

—No fue idea mía —se defendió mirando al único chico rubio del grupito.

 

—¿Y qué? —se exasperó Yohei—. No fue Ookusu quien habló con Haruko, sino tú.

 

—¿Y qué más da lo que hablara con Haruko? Además no sirvió de nada... —dijo aún con un poco de rabia. Al menos sus amigos no parecían estar enterados de la declaración, ya que no le habían recibido con trompetillas y confetti.

 

—¡Solo faltaría!

 

—¿Pero por qué te molesta tanto lo que le dijera o dejara de decir a Haruko?

 

Yohei se mordió la lengua; quería decirle que porque él quería ganarse a Haruko limpiamente, pero evidentemente no podía, así que continuó con la reprimenda.

 

—Resulta que Haruko se lo contó a Fuji y Matsui, y una de ellas, o ambas, se lo han contado a alguien más, y ahora todo el instituto sabe que Rukawa es homosexual.

 

—Dirás que todo el instituto cree que el zorro es homosexual —dijo Sakuragi levantando una ceja.

 

Pero entonces sus amigos se miraron unos a otros y el pelirrojo empezó a preocuparse.

 

—Verás, Hanamichi... — empezó Ookusu.

 

—¿Qué pasa?

 

—Es que Rukawa no lo ha desmentido...

 

Sakuragi se quedó con la boca abierta.

 

—¿Quieres decir que el zorro...? —No pudo acabar la frase.

 

—Eso parece —dijo Takamiya, un destello en sus gafas—. Resulta que ayer la directora del periódico del instituto le quiso entrevistar, pero él no dijo nada, aunque parecía muy alterado. Y luego en el entrenamiento no quiso quedarse para ducharse y se despidió con algo así como ‘No os violaré’.

 

—Vamos, que dio a entender que sí que era...

 

Después de unos segundos en completo silencio en que Sakuragi intentaba hacerse a la idea de que realmente su peor enemigo era gay, Yohei habló de nuevo.

 

—¿Te das cuenta ya de lo que hemos hecho?

 

—No es tan grave —gruñó Sakuragi.

 

—Eso lo dices porque no lo has visto...

 

—¿Visto el qué?

 

—Que todo el instituto le está haciendo el vacío a Rukawa...

 

xXx

 

A lo largo del día Sakuragi pudo comprobar a que todo lo que le había contado Yohei era cierto. Si antes Rukawa era solitario ahora parecía un apestado. Se lo cruzó varias veces en los pasillos —el zorro ni le miró— y observó que nadie se acercaba a menos de tres metros de él. Ni siquiera las alumnas.

 

Reconoció rápidamente el sentimiento que empezó a apoderar de él: culpa. ¿Pero que podía hacer ahora? Además, Rukawa podría haberlo desmentido cuando tuvo ocasión.

 

Intentó poner atención en la explicación del profesor Wakashimazu sobre álgebra, pero después de dos semanas de novillos estaba muy perdido. La clase y la explicación terminaron por fin, y Sakuragi se estiró en su asiento y miró a Yohei, pero su amigo aún parecía enfadado. Entonces vio entrar a Haruko y dirigirse directamente hacia él después de saludar brevemente al moreno.

 

—Hola Sakuragi... —murmuró la muchacha cuando llegó a su lado.

 

—Hola... —saludó igual de incómodo.

 

—¿C-cómo estás...?

 

—Bien...

 

—Es que... como no has venido a clase...

 

—He estado un poco resfriado, nada más —mintió. Y de pronto, al fijarse en la carita preocupada de Haruko, sintió una gran ternura por ella y se olvidó de los sentimientos de rencor que había intentado almacenar sin mucho éxito—. Estoy bien, tranquila —añadió con una bonita sonrisa.

 

— ¿De verdad? — preguntó Haruko más animada por ese cambio de actitud.

 

—Claro que sí. Por encima de todo tú eres mi amiga y yo soy un genio, ¿recuerdas? ¡WAHAHAHAHA! —Y se echó a reír con su típica carcajada, que aunque esta vez sonó más forzada, llenó de alivio a la muchacha.

 

Yohei, que estaba observándoles, también se alegró de que Hanamichi volviera a ser el de siempre, o casi.

 

—Esto... Haruko... —De nuevo la expresión del pelirrojo cambió a seria—. Sobre lo que te dije de Rukawa... —Pero no supo cómo continuar, al fin y al cabo resultaba que no le había mentido.

 

—Lo siento, Sakuragi, de verdad —se apresuró a disculparse—. Nunca pensé que Matsui se iría de la lengua de esa manera. Se lo contó a su hermana, que va a tercero, y ahí empezó todo. Lo siento mucho...

 

—Bueno, no es conmigo con quien deberías disculparte... sino con Rukawa. —Al decir eso Sakuragi se sintió un poco hipócrita, como si él también tuviera que pedirle disculpas al zorro.

 

—¿Pero qué dices? —exclamó Haruko, poco menos que aterrada—. ¡M-me mataría!

 

—No creo que llegue a tanto... pero sí es cierto que yo de ti no le diría nada. No te preocupes, seguro que dentro de poco nadie seguirá comentando sobre él...

 

—¿Tú crees? —preguntó ella no muy convencida.

 

—Seguro. Y cambiando de tema, hoy por fin voy a ver como te las apañas como asistente.

 

Haruko le miró entre sorprendida y emocionada.

 

—¿Vas a venir al entrenamiento...?

 

—Sí, pero solo como observador, claro.

 

—¿No tienes sesión de rehabilitación?

 

—La he tenido esta mañana a primera hora.

 

—¡Qué bien! —sonrió Haruko.

 

Sakuragi le devolvió la sonrisa. Se sentía bastante bien, si no fuera por esa vocecita en su cabeza que le recordaba una y otra vez que había alguien que quizás lo estaba pasando mal en el instituto por su culpa.

 

xXx

 

‘Pasándolo mal’ era quedarse corto. Durante toda la mañana Rukawa aguantó lo más altivamente que pudo todas las miradas de desprecio y todos los comentarios sobre él que escuchaba a su paso, pero cuando se encontró a solas en su apreciada terraza, su pose arrogante se desmoronó y se dejó resbalar por la pared hasta quedar sentado con las piernas encogidas y abrazadas y la cabeza sobre las rodillas.

 

¿Por qué tenía que pasarle esto a él? ¡Y justamente coincidiendo con el regreso de Sakuragi a las clases! ¿Qué pensaría el pelirrojo al respecto? Al cruzárselo por el pasillo le había entrado tanta vergüenza y temor por lo que le pudiera decir que ni siquiera se había atrevido a mirarle a la cara y se había escabullido lo más rápidamente posible. Lo que más le preocupaba era que se aproximaba la hora del entrenamiento, y de la manera que se había marchado el día anterior...

 

¿Por qué se había delatado de esa manera? Ahora ya no tenía remedio...

 

Lo que tenía que hacer era aprovechar y dejar de esconder esa parte de él como si fuera algo de que avergonzarse. Eso no quería decir que de ahora en adelante proclamaría a los cuatro vientos que era gay, pero como mínimo no lo desmentiría.

 

Pero entonces, para ser consecuente, también tendría que decirlo en casa...

 

xXx

 

Entrar en el gimnasio después de casi dos meses sin acercarse a él, produjo en Sakuragi una gran sensación de nostalgia. Tantos buenos momentos que había pasado allí, tantos recuerdos agradables... y tan lejanos... Le parecía que hacía años que no pisaba una cancha...

 

—¡Sakuragi! —Ayako fue la primera en darse cuenta de que el pelirrojo había entrado en el gimnasio. Era temprano y solo estaban ella, Haruko, Miyagi y Mitsui en el lugar.

 

—¡Hola Hanamichi! —saludó Ryota. Haruko y Mitsui se limitaron a sonreírle.

 

—¡Hola chicos! —saludó Hanamichi acercándose con fingido aire triunfal, aunque en realidad a cada momento que pasaba se sentía peor.

 

—Vaya, por fin te dignas a visitarnos —comentó Mitsui, feliz de ver de nuevo por ahí al número 10 de Shohoku.

 

—Es que este genio está muy ocupado... —dijo quitándole importancia.

 

—¿Hoy no tienes sesión?

 

—No, la tuve esta mañana a primera hora. Por eso he llegado tarde.

 

—¿Y las dos semanas que has estado sin venir al instituto? —preguntó Miyagi sin poder disimular su preocupación por su amigo. Haruko desvió la vista, un poco incómoda.

 

—Un resfriado...

 

—¿Un resfriado? ¿Dos semanas?

 

En ese momento la puerta interior del gimnasio se abrió y por ella aparecieron los demás chicos de segundo: Shiozaki, Yasuda y Kakuta. Todos se sorprendieron gratamente al ver al pelirrojo en la cancha, igual que Sasauka, Ishi y Kuwata, que llegaron unos minutos más tarde.

 

Mientras todos atosigaban a Sakuragi a preguntas sobre la lesión y la rehabilitación, Ayako se llevó a Ryota aparte un momento.

 

—Falta Rukawa —dijo como si no fuera obvio.

 

—Ya lo sé —bufó Ryota—. ¿Qué quieres que le haga?

 

—Pues en primera, no portaros como unos idiotas cuando venga.

 

—¿Pero crees que va a venir?

 

—Espero que sí. Porque si no ya me dirás como se lo explicamos al entrenador. Solo falta un mes para el festival de los deportes; Sakuragi seguramente aún no estará listo, y sin Rukawa no tenemos posibilidades...

 

—¡Gracias por la parte que me toca!

 

—Ryota, sabes que puede que juguemos el amistoso contra el Kainan...

 

Miyagi iba a replicar pero en ese momento apareció Rukawa en el gimnasio. De nuevo se formó un silencio incómodo, esta vez incrementado por la presencia de Sakuragi. Nadie sabía que esperar, era la primera vez en mucho tiempo que veían a los dos rivales juntos en el mismo lugar, ya que por supuesto no tenían ni idea de las visitas de Rukawa a la clínica. Pero Rukawa simplemente se sentó y empezó a calzarse tranquilamente como el día anterior.

 

—Bueno chicos —dijo Sakuragi de pronto, ignorando al zorro — He venido a ver como os las apañáis sin este genio. ¿Vais a empezar el entrenamiento algún día?

 

—Por supuesto que sí —dijo Ryota, aliviado por la presencia de Rukawa hubiera venido y porque Sakuragi no hubiera empezado una de sus típicas peleas—. ¡Chicos, empezamos! ¡¡Treinta vueltas a la pista!!

 

—¡¿QUÉ?!

 

xXx

 

Viendo a sus compañeros correr y entrenar con normalidad, Sakuragi se sentía realmente mal. En esos momentos habría dado cualquier cosa por estar en la cancha con ellos y no sentado en un rincón junto a las asistentes.

 

Nunca se lo diría, pero Ryota se desenvolvía muy bien como capitán. “Pero yo lo haría mejor”, pensó con orgullo. Se fijó en que Mitsui y Rukawa se intercambiaban las posiciones de vez en cuando, y supuso que sería alguna estratagema del viejo de cara al primer partido oficial de otoño. Partido en el que él no podría participar...

 

En cuanto al zorro, el muy capullo parecía en mejor forma que nunca. “No me extraña, si se ha pasado el verano haciendo footing...”. Sin embargo se le veía algo tenso. Quizás era cierto que lo de los rumores le estaba afectando...

 

Pero... ¿en serio que el zorro era gay? Nunca lo hubiera dicho...

 

—Se le ve algo tenso, ¿verdad? —comentó Ayako, quien parecía tener la habilidad de leer el pensamiento.

 

—¿Eh? ¿Quién? —intentó disimular.

 

—Rukawa.

 

—Yo que sé, tú le conoces mejor, ¿no?

 

—¿Yo? —se sorprendió.

 

Haruko, que estaba al lado, no pudo evitar intervenir.

 

—Bueno, tú lo conoces desde la secundaria, ¿no?

 

—Bueno, sí... pero solo coincidí con él en Tomigaoka un año —explicó la chica de rizos.

 

—Pero... —Aquello no le cuadraba a Haruko, y tampoco a Hanamichi—. Solo os lleváis un año, así que tendríais que haber coincidido durante dos...

 

—No, es que resulta que Rukawa entró en Tomigaoka a finales de primero, y yo claro ya iba a finales de segundo...

 

Haruko y Sakuragi la miraron con sorpresa.

 

—¿El zorro se cambió de colegio a mitad de curso?

 

—Así es...

 

—¿Por qué?

 

—Ni idea... Y creo que nadie lo sabía, ya que aunque se apuntó enseguida al equipo de baloncesto, no pudo jugar partidos con Tomigaoka el resto del curso. Lo único que sé es que antes iba a un colegio de Tokyo porque se lo escuché decir al entrenador.

 

—Entonces quizás lo que pasó es que su familia tuvo que mudarse a Kanagawa... —comentó Haruko.

 

—Puede ser...

 

—Pues nunca me ha parecido que Rukawa hablara con acento de Tokyo...

 

—Es que Rukawa no habla lo suficiente para que se le note ningún acento —bromeó Ayako.

 

El pelirrojo se quedó mirando nuevamente a Rukawa, intrigado por lo que acababa de descubrir sobre él. En Japón no era nada común que un alumno de secundaria se cambiara de colegio a mitad de curso, y en bachillerato de hecho tampoco. Y como había dicho Ayako, si no era por un motivo justificado, el alumno no podía participar en actividades deportivas con la camiseta de su nuevo colegio hasta la temporada siguiente. Si realmente hubiera sido por mudanza, por ejemplo por causas laborales de sus progenitores, seguramente le habrían dejado jugar...

 

Ocupado con esos pensamientos, no se dio cuenta de que varios alumnos de tercero se habían situado bajo el marco de la puerta interior del gimnasio hasta que les oyó comentar en voz bastante alta sobre Rukawa.

 

—Hay que joderse, todas las tías tras él, y resulta que el tío es maricón...

 

—Ya podría haber avisado antes, y así no habríamos estado tres años sin comernos un rosco...

 

—No entiendo cómo le dejan permanecer en el equipo... ¿Se atreven a ducharse a su lado?

 

—Supongo que tendrán cuidado de que no se les caiga el jabón, jajajajaja.

 

No supo por qué, pero a Sakuragi le molestaron profundamente esos comentarios tan malintencionados sobre el zorro.

 

—¿No tenéis nada mejor que hacer que venir aquí a molestar? —les encaró Ayako, furiosa.

 

—¿Qué te pasa, bonita? ¿Tú también te aburres? —le dijo el más alto del grupito, un chico con el pelo largo y castaño.

 

—Vosotros y vuestros comentarios estúpidos me aburren. ¡Largo de aquí!

 

—¿Y tú quién eres para echarnos, bonita? —El chico se acercó a Ayako con una postura algo amenazadora.

 

Pero en su camino se vio interrumpido por cierto pelirrojo de metro noventa de altura y ochenta kilos de peso —durante su estancia en la clínica había adelgazado un poco—, al que le bastó una sola mano para levantar al muchacho por el cuello de la camiseta un palmo por encima del suelo. Su mirada era más amenazante que nunca.

 

—Como vuelvas a dirigirte en ese tono a mi amiga te voy a romper los dientes. ¿He sido lo suficientemente claro?

 

—S-sí...

 

Y lo dejó caer tan de sopetón que el chico dio con su trasero en el duro suelo. Se levantó nervioso y salió rápidamente del gimnasio seguido a poca distancia de sus amigotes.

 

—Gracias, Sakuragi —murmuró Ayako, aún un poco alterada, igual que Haruko.

 

—No hay de qué, tranquila.

 

Mientras la práctica se había detenido y todos los jugadores les estaban mirando. La expresión de Rukawa era neutra, como casi siempre, pero Sakuragi estaba seguro de que lo había oído todo. No dijo nada, y el pelirrojo se dio cuenta de pronto de que el zorro no había pronunciado palabra en todo el entrenamiento.

 

—Bueno, chicos, creo que basta por hoy... —dijo el capitán—. ¡Todos a las duchas!

 

Ryota enfatizó adrede la palabra ‘todos’; era su manera de hacerle saber a Rukawa que se arrepentían por la estúpida manera como que se habían comportado el día anterior. Pero Kaede no hizo caso: recogió su mochila e hizo ademán de irse a casa sin pasar por los vestuarios.

 

—¡Ru...! —Ayako quiso decirle algo, pero no supo qué. ‘¿No te duchas?’ le pareció una pregunta muy estúpida, y ni Ryota ni los demás supieron tampoco como pedirle que se quedara.

 

De mientras Rukawa ya había salido, después de una fugaz mirada a Sakuragi, quien tampoco supo que decirle.

 

xXx

 

Los días siguientes Rukawa tampoco se quedó a ducharse junto a sus compañeros, con lo que todos se acostumbraron a que el Super-Rookie recogiera sus cosas y se marchara en silencio justo al terminar los entrenamientos. El entrenador Anzai se fijó en ello pero no comentó nada, a buen seguro que también se había enterado de los rumores que circulaban por Shohoku, y que como averiguarían más adelante, también habían llegado a otros institutos.

 

Los rumores por supuesto evolucionaron, y un par de semanas después de que todo empezara ya no era extraño escuchar por los pasillos comentarios tan dispares como que el número 11 de Shohoku se vestía de drag-queen los fines de semana, o que estaba saliendo con un hombre mayor que él, o incluso que trabajaba de prostituto en el centro.

 

Esta última variedad del rumor fue la que más afectó a Rukawa, pues tuvo miedo de que llegara a oídos de sus padres. Y es que daba la casualidad de que unos meses atrás les pidió que le dejaran trabajar de camarero en el restaurante de un familiar porque quería ganar algo de dinero durante el verano, ellos por supuesto se negaron ya que aún no tenía ni los dieciséis años. Por eso Kaede, aparte de terminar pagando a Tadashi con el dinero de sus ahorros, pues no podía esperar más, tenía miedo de que Chiyako y Kojiro recordaran ahora esa necesidad de dinero y pensaran por un momento que había decidido ganarlo de esa manera tan... ilegal.

 

—¿Aún no funciona el agua caliente? —preguntó Chiyako extrañada.

 

—No...

 

Era el quinto día seguido que su madre le preguntaba eso. Rukawa sabía que era hora de contarle la verdad. Aunque lo estaba disimulando muy bien, o eso creía, la situación en el instituto le estaba afectando sobremanera, y no aguantaría mucho más sin poder contar con el apoyo de sus padres. Pero... ¿cómo se le explica a unos padres que no van a ser abuelos?

 

«Bueno, siempre les quedarán Taro y Aiko... —pensó con falso consuelo—. Y ellos sí que les darán nietos que tengan su misma sangre...»

 

Le asustaba mucho la posible reacción de su padre...

 

«Pero si realmente me considera su hijo, lo aceptará...»

 

En cuanto terminó de ducharse bajó al comedor para poner la mesa para la cena. Kojiro, que hoy había vuelto temprano, estaba sentado en el sofá leyendo una revista. Aiko dormía, y Taro tenía una acampada con el colegio y no vendría a dormir. Parecía el día perfecto...

 

—Kaede, si me quieres ayudar, por favor fíjate en lo que haces... —le regañó Chiyako—. Has puesto mesa para seis y solo somos tres...

 

—Lo siento... —murmuró.

 

—¿Qué te pasa? Tienes mala cara... ¿Te duele la cabeza?

 

—No...

 

—¿Entonces?

 

—Nada... Bueno, es que... —Tenía que decidirse de una vez—. Me gustaría hablar con vosotros de algo...

 

Al escucharle Kojiro levantó la vista, intrigado.

 

—Claro... ¿qué sucede, cariño? —preguntó Chiyako.

 

Pensó en decirle que sería mejor que se sentara, pero le pareció muy peliculero, así que permaneció de pie junto a su madre, mientras su padre le escuchaba desde el sofá. Chiyako y Kojiro ya estaban sorprendidos antes de que empezara a hablar; normalmente su hijo era la personificación de la tranquilidad y la serenidad, pero ahora parecía un manojo de nervios. Ni siquiera les miraba a la cara...

 

—Cariño, ¿qué pasa? —insistió ella.

 

—Es que... a ver... —Decidió que lo mejor sería ir al grano, aunque no sabía cómo—. Resulta que en el instituto... circulan unos rumores sobre mí... que tienen parte de verdad.... no sé si es casualidad o que alguien, no sé cómo, se enteró...

 

—¿De que eres adoptado? —preguntó Kojiro, sin creer realmente que se tratara de eso.

 

—No... de que...

 

—...

 

—...

 

—De que...

 

—...

 

—Kaede, por favor —se impacientó Chiyako.

 

—De que... soy homosexual.

 

A Rukawa nunca le pareció que el tiempo transcurriera tan lento como en ese momento. Alzó un poco la vista en dirección a su padre, lo justo para ver que se le había caído la revista al suelo. Si él no hubiera sido uno de los protagonistas, la escena le habría resultado incluso cómica.

 

Los segundos transcurrían y nadie hablaba... Kaede no tuvo más remedio que hacerlo él.

 

—¿N-no vais a decir nada...?

 

Chiyako se mordía los labios, no sabía que decir, y eso que ella no estaba del todo sorprendida con la noticia. Kojiro en cambio estaba entre atónito y furioso. Se levantó del sofá y sin querer le dio una patada a la revista, que se deslizó hasta debajo del otro sofá.

 

—Ya sabía yo que pasabas demasiado tiempo con el inútil de tu tío —dijo entre dientes.

 

—P-papá... eso no se contagia... —musitó el muchacho, dolido por su reacción.

 

—¡Ya lo sé que eso no se contagia! —gritó Kojiro—. ¡Lo que se contagia es la estupidez! ¡¿Cómo vas a ser homosexual?! ¡Solo tienes 15 años! ¡¡Aún no sabes lo que quieres!!

 

—Sí que lo sé... —Y la imagen de cierto pelirrojo extrovertido y escandaloso se apareció en su mente.

 

—¡¡Y una mierda lo sabes!! —gritó de nuevo.

 

— Cariño, por favor... —intervino por fin Chiyako.

 

—¡¡Ni por favor ni ostias!!

 

En dos zancadas Kojiro pasó hacia el recibidor y cogió su chaqueta.

 

—¿A dónde vas? ¡Es hora de cenar! —exclamó la mujer.

 

—¡¡Se me ha quitado el hambre!!

 

Y antes de que Chiyako pudiera impedírselo, ya había salido por la puerta dando un sonoro portazo.

 

Rukawa, más abatido que nunca, se quedó mirando la puerta. Había salido peor de lo que se esperaba. Chiyako dio un paso hacia él con la intención de consolarle con un abrazo maternal, pero Rukawa dio un paso atrás como si hubiera tocado fuego y se marchó casi corriendo a su habitación.

 

Continuará...


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