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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 18.  De cita con Mitsui

 

Un nuevo día en Shohoku; lunes, para ser exactos. Hisashi Mitsui se encontraba de nuevo en los pasillos de los de primer año, buscando a cierto pelirrojo. Cuando por fin lo localizó, caminando solo en dirección a la cafetería, se acercó a él por detrás y lo increpó.

 

—Ey, Sakuragi —le saludó a la vez que le tocaba el hombro para llamarle la atención—. ¿No me tenías que llamar el viernes?

 

—¿Uh? ¿El viernes? ¿Para qué? —preguntó Sakuragi deteniéndose.

 

—Para contarme que tal está Rukawa.

 

—Mierda, es verdad.... Lo siento, se me olvidó completamente... —se disculpó el pelirrojo.

 

—¿El qué se te olvidó, ir a verle o llamarme...?

 

—Ehm... llamarte.

 

—¿Entonces le viste?

 

—Sí...

 

—¿Y bien? ¿Cómo está?

 

—Está bien, no te preocupes... Tiene un ojo morado y le duele la costilla, pero aparte de eso, nada grave... Un par de semanas y como nuevo.

 

—Menos mal... —suspiró Mitsui—. Muchas gracias, Sakuragi.

 

—De nada.

 

—Bueno, ¿y qué tal fue la visita? —preguntó curioso.

 

Pero Sakuragi sólo se encogió de hombros. Por nada del mundo reconocería que se lo había pasado bastante bien en la ‘madriguera’ del zorro.

 

—Nada especial. Tiene una casa muy bonita. Bueno Mitsui, me voy a la cafetería que me esperan mis amigos para almorzar.

 

Y se dio media vuelta y partió antes de que Mitsui pudiera siquiera quejarse.

 

El chico moreno continuó también su camino lanzando todo tipo de improperios a los ‘jóvenes que no tienen educación ni respeto hacia sus mayores’, hasta que salió del edificio. Había quedado con Nori y los demás para comer en un rincón del patio, pero mientras se dirigía hacia allí se fijó en un grupito de chicas que almorzaban también sobre el césped, aprovechando que aún no hacía mucho frío al mediodía. Una de esas chicas era Ayako, y otra, con la que se cruzó el viernes en el pasillo y había estado pensando todo el fin de semana.

 

Ni corto ni perezoso, se acercó al grupito hasta quedar justo frente a Miuyo, que le miró aturdida.

 

—Hola Izawa. ¿Podemos hablar?

 

Miuyo casi se atragantó cuando escuchó a Mitsui llamarla por su apellido. ¿Acaso ya la había recordado o es que había investigado sobre ella? Miró a Ayako pero la chica de rizos le dijo con un gesto que ella no había tenido nada que ver. Finalmente asintió y se levantó torpemente.

 

—¿Qué quieres? —preguntó más secamente de lo que pretendía cuando los dos se hallaron a unos metros del grupito de chicas, quienes no les sacaban ojo de encima, sobretodo Ayako.

 

—Ya me acuerdo de ti —dijo Mitsui con una sonrisa—. Eres Miuyo Izawa. Venías conmigo a la escuela Takeishi; bueno, un curso por detrás. ¿Por qué no me lo recordaste claramente, en lugar de enfadarte porque no te reconociera?

 

El rubor se instaló en las mejillas de Miuyo, pero más por la bonita sonrisa del 14 de Shohoku que por lo que había dicho.

 

—No sé...  —murmuró mientras pensaba alguna manera para desaparecer rápidamente de allí. La sonrisa de Mitsui siempre la ponía nerviosa.

 

—Recuerdo que venías a los partidos... —continuó Mitsui—. Ey, ¿qué te parece si quedamos para tomar algo y recordamos viejos tiempos? —preguntó simulando que se le acababa de ocurrir.

 

Miuyo casi se desmayó ahí mismo.

 

—¿Salir t-tú y yo a t-tomar algo...? —tartamudeó.

 

— Sí, ¿Qué tal hoy, después del entrenamiento? ¿O ya te habrás ido a casa?

 

—N-no, yo estoy en el club de teatro... acabamos casi a la misma hora...

 

—Genial, entonces quedamos en la entrada, ¿vale?

 

Y le guiñó un ojo antes de dar media vuelta e irse. Miuyo se quedó ahí plantada sin acabar de creerse lo que acababa de pasar.

 

«No puede ser... —pensaba la chica—. ¡He quedado con Mitsui! Pero... ¿así de fácil...?»

 

A unos diez metros de allí, Mitsui ya se había reunido con sus amigos, también sentados en el césped haciendo un corrillo.

 

—¿Y esa chica? —le preguntó Nori después de tragarse un pedazo enorme de bocadillo.

 

—Una de segundo —respondió Mitsui sacando un refresco de lata de su bolsa—. Creo que va a clase con Ayako.

 

—¿Una nueva conquista?

 

—Eso espero. —Mitsui miró de reojo a Miuyo, que había vuelto con sus compañeras, mientras sorbía un trago de su refresco.

 

—No creo que tengas problemas —dijo su amigo—. Mientras hablaba contigo se le ha puesto una cara de pánfila enamorada que asustaba jajaja.

 

—¿Sí, verdad? —murmuró Mitsui, que también lo había notado.

 

xXx

 

En la cafetería del instituto, Sakuragi y su ejército almorzaban mientras comentaban que tal les había ido el fin de semana.

 

—Aburrídisimo —decía Noma—. A ver si el finde que viene hacemos algo.

 

—Eso —dijo Ookusu.

 

—Podríamos ir al cine —propuso el chico del bigote.

 

—No, que no tengo pelas —dijo Takamiya—. Mejor algo gratis.

 

—Si no te gastaras toda la paga jugando al pachinko... —gruñó Yohei.

 

—¡Eso! ¡Vayamos a jugar al pachinko!

 

Baka... —suspiraron sus amigos.

 

—Ya sé, podríamos ir al restaurante de mi primo —exclamó Noma—. El sábado por la noche hay una promoción y se puede cenar a mitad de precio.

 

—No estaría mal —dijo Takamiya, que todo lo que fuera comer le iba bien.

 

—Hecho pues —dijeron Yohei y Ookusu.

 

—Yo no puedo —dijo Sakuragi, y sus amigos le miraron extrañados.

 

—¿Por qué no? —preguntó Yohei.

 

—Pues... porque los sábados por la noche los tengo ocupados... —murmuró el pelirrojo.

 

—¿Ocupados? ¿Con qué?

 

—Salgo con un chico que conocí en la clínica de rehabilitación...

 

—¿Todos los sábados?

 

—Ajá...

 

—¿Y por qué no nos lo habías dicho?

 

—¿Y por qué tengo que contarte mi vida? —preguntó Sakuragi, ya molesto por el interrogatorio.

 

—Quizás porque lo has estado haciendo hasta ahora —respondió Yohei muy dolido.

 

El moreno se terminó su bebida de un trago, se levantó, y sin decir adiós empezó a caminar en dirección a la salida de la cafetería, donde se tropezó precisamente con Haruko. Después de un instante de mirarse sin decir nada, Yohei siguió su camino.

 

Haruko y Fuji se acercaron a la mesa donde se habían quedado los demás para saludar.

 

—¿Qué le pasa a Mito? —preguntó Fuji, mientras Haruko, abatida, se sentaba junto a Noma. No soportaba que ahora Yohei no le hablara.

 

—Ni idea —respondió Takamiya—. Últimamente está muy raro...

 

Ookusu miró a Sakuragi, que parecía muy sorprendido por el desplante de Yohei, y luego a Haruko de reojo, pero no dijo nada. Aquella situación podría explotar el día menos esperado...

 

xXx

 

Aquella tarde Hanamichi no estuvo muy concentrado durante la sesión de rehabilitación. No podía sacarse de la cabeza la pequeña pelea con Yohei. La señora Matsuyama le regañó varias veces por no prestar atención a sus indicaciones sobre como mover los brazos para que ella pudiera masajear bien la zona afectada de su espalda, pero el pelirrojo no se dio por aludido. Cuando la sesión terminó Sakuragi se vistió, se despidió de su fisioterapeuta hasta la próxima sesión y salió de la sala de masajes en dirección a la cafetería, donde había quedado con Taki. Al rubio también le habían dado por fin el alta, y tenía sesión después de Hanamichi.

 

Entró en la cafetería y enseguida distinguió a Taki de pie junto a la barra, hablando con uno de los pacientes más jóvenes de la clínica, un niño de diez años que se había roto una rodilla en un accidente de coche. Pero al acercarse, y distinguir mejor la expresión asustada del niño, se dio cuenta de que más que hablar, parecía que Taki le estuviera amenazando.

 

—¿Sucede algo? —preguntó Sakuragi cuando llegó a ellos.

 

—Ah, hola Sakuragi —saludó Taki—. ¿Qué tal la sesión?

 

Antes de que pudiera responder el niño se escabulló y los dejó solos.

 

—Bien... —contestó el pelirrojo. Iba a preguntar de nuevo por lo que estaba ocurriendo pero Taki se le adelantó.

 

—¿Qué tal la resaca? —preguntó divertido.

 

—Bien, ya no me da tanta como antes...

 

—¿Te gustó el local?

 

—Sí, estaba muy bien...

 

—El sábado que viene volvemos, ¿vale?

 

Sakuragi le miró un momento sin saber que decir al recordar los rostros ofendidos de sus amigos cuando les contó que tenía los sábados ocupados.

 

—¿Qué pasa, no vas a venir? —preguntó Taki frunciendo el ceño.

 

Y entonces se dio cuenta de que no era justo dejar de salir con Taki por culpa de los celos de su gundam. Taki era el que más le estaba animando durante la rehabilitación; en realidad se animaban mutuamente, y quería que continuara así. Le caía muy bien ese chico, y sus amigos también, quienes le habían recibido en la pandilla con los brazos abiertos, colándole sábado tras sábado en fiestas o discotecas y descubriéndole un mundo nuevo. Un mundo en que lo único que importaba era pasarlo bien hasta altas horas de la madrugada, olvidándose del exterior y de todos los problemas que había en él.

 

—Claro que sí —respondió finalmente con una sonrisa.

 

Taki se la devolvió y se terminó de un sorbo el refresco que reposaba sobre la barra.

 

—Así me gusta. Bueno, me voy a la sala de máquinas, he quedado allí con mi fisio.

 

—Ok. Nos vemos el miércoles, ¿no?

 

—No, yo no tengo sesión hasta el jueves.

 

—Ah, ok...

 

—Hasta luego, Hanamichi.

 

—Adiós.

 

Sakuragi se quedó observando a Taki salir de la cafetería. Al rubio ya no le quedaban muchas sesiones para terminar definitivamente la rehabilitación; en cambio a él le faltaban por lo menos dos meses.

 

xXx

 

Nerviosa como un flan, Miuyo esperaba en la entrada de Shohoku a que Mitsui se reuniera con ella. Y más nerviosa se ponía al recordar las palabras de la que se estaba convirtiendo en su mejor amiga.

 

«Ten cuidado —le había dicho Ayako—. Seguro que tú sabes mejor que yo como es Mitsui con las chicas...»

 

Claro que lo sabía. Durante los dos años que coincidió con él en la escuela Takeishi, Mitsui salió por lo menos con una docena de chicas. Recordó apesadumbrada como se sentía en Takeishi cuando veía a Mitsui en los pasillos acompañado de sus conquistas. Las malas lenguas decían que se había acostado con todas, pero con catorce o quince años que tenía Mitsui entonces, a Miuyo no le parecía probable. Sin embargo ahora que ya tenía dieciocho y después de oírle hablar con sus amigos... le veía capaz.

 

Pero se trataba de Mitsui...

 

¿Cuándo volvería a tener una oportunidad así?

 

—¡Hola Izawa! —le saludó una voz a sus espaldas, sorprendiéndola.

 

—Ho-hola Mitsui... —saludó intentando no ponerse más nerviosa aún después de ver el aspecto que traía su senpai.

 

Con el pelo mojado y peinado un poco hacia atrás, la camisa del instituto por fuera de los pantalones, la mochila al hombro, su hermosa sonrisa, y la cicatriz de su barbilla que le daba un aire tan... tan... sexy... Hisashi Mitsui estaba arrebatador.

 

—¿Nos vamos? —preguntó el adonis.

 

—Claro...

 

Caminaron en silencio unos cuantos metros, hasta que Mitsui empezó a contar anécdotas del entrenamiento.

 

—Perdona que haya salido un poco tarde, Miyagi se ha emocionado con los sprints y nos ha entretenido diez minutos más con ellos, claro, como él es al que mejor le salen —comentó—. Además hoy han venido a vernos Akagi y Kogure, y supongo que quería lucirse cono capitán. —Como la chica seguía en silencio le preguntó—: ¿Y a ti que tal con tu club de... de...?

 

—Teatro... —le recordó Miuyo con un suspiro.

 

—Eso, de teatro —sonrió Mitsui rascándose la cabeza.

 

—Bien... Estamos ensayando la obra de Romeo y Julieta.

 

—¿Romeo y Julieta? Que poco original...

 

—Puede, pero es de las mejores obras que se han escrito nunca…

 

—¿Y cuándo la representareis?

 

—A final de curso... ¿Vendrás...?

 

—Claro, ¿por qué no? —Mitsui se paró frente a un bar y le preguntó—. ¿Entramos?

 

—Vale...

 

Mitsui abrió la puerta y educadamente dejó que Miuyo pasara delante. Se sentaron en una mesa cercana a la barra y dejaron las mochilas bajo la mesa. La camarera les atendió enseguida y ambos pidieron un refresco.

 

—Pues la verdad no tenía ni idea de que también estabas en Shohoku —dijo Mitsui.

 

—Ya, ya lo vi...

 

—¿Por qué viniste a este instituto?

 

—¿Eh? —Miuyo se asustó un poco, pero se tranquilizó enseguida. Si Ayako no había cantado, Mitsui no podía saber que él era el motivo.

 

—Bueno, Takeishi era una escuela concertada, así que la mayoría entran en institutos privados o concertados...

 

—Ah... Pues... no sé, me quedaba cerca, y además muchas amigas mías también se apuntaron —mintió. Se había quedado más sola que la una al entrar en Shohoku—. ¿Y tú? —preguntó aunque ya sabía la respuesta.

 

—Por el entrenador Anzai —respondió Mitsui sin dudar—. Me hacía mucha ilusión entrar en el equipo que él entrenara, fuera cual fuera el instituto.

 

—Le apreciabas mucho, ¿verdad? Recuerdo que alguna vez te escuché hablar de él en Takeishi...

 

—Y le sigo apreciando. Ahora aún más...

 

Miuyo vio claramente como la expresión de Mitsui se volvía un poco más seria; seguramente estaba recordando que si no fuera por el entrenador Anzai no habría regresado nunca a las canchas. De pronto el muchacho se sintió en la extraña necesidad de hablar más sobre aquello.

 

—La verdad no entiendo que me dejara regresar al equipo después de lo que hice... —murmuró apenado.

 

—Todos tenemos derecho a equivocarnos...

 

—Tú... ¿sabes lo que pasó...? preguntó no muy sorprendido.

 

—Lo sabe todo el instituto... —respondió Miuyo.

 

—Y aun así has aceptado quedar conmigo... —sonrió.

 

La chica se encogió de hombros.

 

—Como ya te he dicho, todos tenemos derecho a equivocarnos... Tú te diste cuenta a tiempo de tu error, y lo enmendaste. No vale la pena seguir torturándote.

 

Mitsui se terminó el refresco sin dejar de mirarla.

 

xXx

 

Continuaron hablando durante toda la tarde de anécdotas de la escuela. Cuando Miuyo anunció que ya debía marcharse a casa, Mitsui se ofreció a acompañarla.

 

—Vivo aquí —dijo Miuyo deteniéndose frente a una planta baja con jardín y las paredes pintadas de verde manzana.

 

Mitsui observó la casa y luego dirigió la vista de nuevo a Miuyo de manera tan intensa que la chica se ruborizó.

 

—Esto... debo entrar ya, seguro que mi abuela está preocupada...

 

—¿Vives con tu abuela? —se extrañó Mitsui.

 

—Sí, es que mis padres murieron cuando yo tenía ocho años...

 

—Vaya, lo siento...

 

Entonces Mitsui levantó una mano y le acarició la mejilla. Por supuesto Miuyo se encendió cual antorcha humana, sobretodo cuando unos segundos después que le parecieron eternos Mitsui empezó a inclinarse lentamente un poco hacia ella para besarla en los labios.

 

Cuando los labios por fin se tocaron Miuyo se sintió en el séptimo cielo. De la impresión se le cayó la cartera al suelo. Mitsui también dejó caer su mochila y la abrazó posesivamente al mismo tiempo que profundizaba el beso.

 

Miuyo se dejó llevar hasta el momento en que sintió la mano derecha de Mitsui abrirse paso bajo su blusa...

 

—Ey... —exclamó rompiendo el beso e intentando apartarse, pero Mitsui la tenía bien agarrada.

 

—Tranquila... —le susurró un Mitsui muy sonriente en el oído, continuando su ‘exploración’.

 

«¡Una mierda ‘tranquila!’», pensó Miuyo forcejeando para liberarse. ¡Su abuela podría verles desde una ventana en cualquier momento!

 

De pronto se dio cuenta de que Mitsui no tenía intenciones de soltarla. Pero en lugar de asustarse, se sintió muy decepcionada. “¿Esto es lo que terminas haciendo en todas tus citas, verdad?”, pensó decepcionada. Haciendo acopio de valor y fuerza, apartó a Mitsui de un empujón y se le quedó viendo con cara de pocos amigos.

 

—¿Qué te pasa? —preguntó Mitsui también algo mosqueado—. Creí que yo te gustaba.

 

—Claro que me gustas —confesó abiertamente para sorpresa del ex mvp—. Por eso creo que lo mejor sería no volver a quedar —«No soportaría que me trataras como a una más».

 

—¿Cómo...?

 

—Adiós.

 

Y antes de que Mitsui reaccionara y se lo impidiera, Miuyo recogió su cartera, entró en el jardín, cerró la verja, y sin girarse, caminó hacia la puerta principal y desapareció tras ella.

 

Mitsui se quedó plantado en la calle un par de minutos, sin entender, ahora menos que nunca, al sexo femenino. Luego recogió su mochila, se dio media vuelta, le dio una patada a una piedrecita y empezó a caminar en dirección a su casa. Pensó que lo mejor era pasar de esa chica, había demasiadas en el mundo como para comerse la cabeza por una.

 

Sin embargo, nada más pensarlo, un extraño pinchazo le atravesó el pecho...

 

Continuará...


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