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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por los reviews, aquí está el siguiente capítulo. 

Hasta el próximo!

Khira

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 28. Conversación inesperada

 

Los preparativos de la fiesta estaban siendo lo suficientemente discretos para que Sakuragi no sospechara nada. Sin embargo aunque no hubieran puesto cuidado el pelirrojo igualmente no se habría enterado de nada, el chico estaba demasiado feliz con su vuelta a las canchas, aunque de momento sólo pudiera realizar ejercicios básicos.

 

Los ‘implicados’ en la organización de la fiesta habían decidido esperar hasta el viernes para comunicárselo a los demás invitados. Yohei invitaría a la gundam, Mitsui y Ryota a los del equipo, y Ayako sería la encargada de invitar a Rukawa, ya que de siempre había sido la única del equipo que se relacionaba con él, aunque últimamente los números 10 y 11 del Shohoku se hablaban bastante y sin demasiados insultos de por medio, lo que tenía a todo el instituto desconcertado. ¿El doa’ho y el kitsune se habían hecho amigos...?

 

«Espero que sí...», pensó Ayako mientras buscaba al segundo por el instituto. Eso sería genial para el equipo. «Y para Rukawa», añadió mentalmente, convencida de que no podía ser bueno estar más solo que la una, como parecía ser el caso del Súper-Rookie.

 

Lo encontró donde lo había visto dirigirse más de una vez: la terraza del edificio principal. Durmiendo, para variar.

 

«¿Cómo lo despierto sin salir herida?», se preguntó Ayako, bien conocedora de la fama de su mal despertar. Optó por zarandearlo un poco del hombro y apartarse enseguida. Rukawa abrió sus ojos azules, en los que se leía una mezcla de sueño y enfado, pero su expresión se suavizó enseguida al reconocer a la chica de rizos.

 

—Buenos días, Rukawa —bromeó la asistente.

 

—Mm...

 

—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó sentándose a su lado.

 

Rukawa se desesperezó y se incorporó un poco, intrigado. Aunque hasta ahora Ayako era la única del equipo con quien trataba, era la primera vez que ella acudía expresamente a hablar con él. Ayako por su parte no se andó por las ramas.

 

—Mañana a las siete de la tarde hemos organizado una fiesta sorpresa en casa de Yohei Mito para celebrar el regreso de Sakuragi al equipo —le informó de tirón con una sonrisa—. ¿Vendrás, verdad? —preguntó.

 

A Kaede no le sorprendió la noticia. Sakuragi era el miembro más querido del equipo por todos, incluso por el entrenador —hacía tiempo que lo había asumido—. Que le hicieran una fiesta de bienvenida era lo mínimo que se esperaba.

 

Pero él no pintaba nada allí.

 

—¿Vendrás, verdad? —repitió Ayako al ver que el moreno se había quedado callado.

 

—No lo creo —respondió.

 

—¿Eh? ¿Por qué?

 

—Porque... —Rukawa buscó las palabras adecuadas—. Ayako, tú sabes que Sakuragi y yo no somos precisamente íntimos. Creo que disfrutará más de esa fiesta si no me ve en ella.

 

—Pero... —Ayako no entendía nada—. Sakuragi y tú os lleváis mejor desde que regresó al equipo. De acuerdo que no sois íntimos, eso ya sería demasiado extraño, pero sí os habéis vuelto compañeros. No puedes faltar, Rukawa. Él no te lo perdonaría.

 

La última frase hizo mella en Rukawa. Era cierto que ambos habían cumplido su parte y se llevaban mejor en los entrenamientos, pero de ahí que Sakuragi quisiera verle en su fiesta...

 

—Tienes que venir, Rukawa —insistió Ayako.

 

—Me lo pensaré... —dijo Kaede.

 

—Está bien... —aceptó la chica. Se sacó un papel doblado del bolsillo y se lo entregó—. Esta es la dirección de Mito. Mañana a las siete.

 

Rukawa cogió el papel y lo guardó.

 

—Ah, por cierto —dijo Ayako antes de irse—. Le hemos comprado entre todos un regalo: un equipo completo de básquet para entrenar. Si quieres participar, mañana antes de que él llegue haremos cuentas.

 

—Ok...

 

Ayako se levantó dispuesta a marcharse, y fue en ese momento que Rukawa se dio cuenta de la delgadez de la muchacha. Entonces hizo algo que no solía hacer muy a menudo: interesarse por alguien que no fuera él mismo.

 

—Ayako... —la llamó.

 

—Dime —dijo la chica sacudiéndose un poco la falda.

 

—¿Estás bien?

 

Ella le miró como si hubiera preguntado algo completamente fuera de lugar. Aun así sonrió y alzó un poco los hombros en un gesto despreocupado.

 

—¡Claro! Nos vemos en el entrenamiento, ¿vale?

 

Por supuesto no la creyó, ¿pero qué podía hacer él?

 

Cuando Ayako se hubo marchado Rukawa sacó el papelito con la dirección de Mito y lo desplegó. Conocía la calle, estaba en el mismo barrio donde estaba la cancha callejera y donde también se había topado más de una vez con Sakuragi. Seguramente Mito y Sakuragi eran vecinos.

 

Si era sincero consigo mismo, el temor a que Sakuragi no quisiera que él acudiera a la fiesta no era la única razón por la que no le apetecía ir. La otra razón era que no quería estar en el mismo sitio durante horas acompañado de un grupo de chicos y chicas con los que apenas se relacionaba. Se sentiría muy fuera de lugar.

 

Pero por otro lado... ¿y si Ayako tenía razón y Sakuragi se enfadaba si no acudía? Ahora que su relación empezaba a mejorar... no soportaría dar otro paso atrás.

 

Al final decidió hacer de tripas corazón y acudir a la dichosa fiesta.

 

Miró la hora en su reloj de pulsera; el timbre que anunciaba el final de la hora del almuerzo debía estar a punto de sonar. Se desperezó lentamente y se levantó, con la intención de dirigirse tranquilamente hacia su aula. Además quería pasar antes por los baños.

 

Los baños de los alumnos de primero estaban hechos un asco, llenos de pintadas, tanto las paredes como el espejo, aunque al menos no apestaban a tabaco, como era el caso del de las chicas: sólo con pasar por delante y si estos tenían la puerta abierta se sentía el olor. Rukawa se lavaba las manos con parsimonia mientras se preguntaba que gracia le veían las chicas a arriesgarse a fumar a escondidas en un lavabo cuando podían hacerlo con tranquilidad en la calle al salir de clases. Cuando acabó levantó la vista hacia el espejo y entonces una de las muchas pintadas que había escritas con rotulador en él le llamó la atención.

 

‘Rukawa maricón’

 

El chico de ojos azules sintió que le subía la sangre a la cara. Apretó los dientes y los puños tratando de controlarse, pero fue inútil. De pronto una rabia inusitada le había invadido y sentía que o la liberaba o estallaba allí mismo.

 

Levantó el puño derecho y sin pensar en lo que hacía lo estrelló en el espejo. El cristal se resquebrajó pero no llegó a romperse, y sin embargo la mano de Rukawa hizo un crack preocupante. El dolor embotó todos sus sentidos y, ahogando un grito, se echó un poco para atrás hasta chocar con una pared.

 

«Soy gilipollas...», pensó mirando su dolorida mano derecha cubierta de sangre.

 

Desde el festival de los deportes de otoño creía que el asunto de su homosexualidad se estaba olvidando, pero por lo visto no era así. Esa pintada era reciente, de lo contrario ya se habría fijado en ella antes. Seguramente lo que pasaba era que si bien sus compañeros de instituto ya no cuchicheaban y reían delante de él, ahora lo hacían a sus espaldas.

 

Respiró hondo y trató de tranquilizarse. Ahora mismo lo único que quería era marcharse a casa, y eso era lo que pensaba hacer. Lo difícil sería convencer a su madre de que se había lastimado solo y no por ninguna pelea.

 

Decidido, salió con tanto ímpetu que se llevo por delante a una chica que se dirigía a su aula.

 

—Auch... —exclamó la chica sobándose el trasero, sobre el cual había caído. Cuando miró hacia arriba y descubrió la imponente figura de Rukawa, se sonrojó violentamente—. Ru-Rukawa... —tartamudeó. Aunque ya no estaba ‘enamorada’ de él, si es que alguna vez lo había estado, su mera presencia siempre le intimidaba.

 

—Akagi... —murmuró Kaede, preguntándose por qué demonios de entre todas las chicas del instituto tenía que haber chocado precisamente con la enamorada de Sakuragi.

 

Haruko trató de levantarse, Rukawa instintivamente le ofreció la mano derecha para ayudarla, sin recordar por un instante que se la acababa de lisiar. La volvió a esconder al momento.

 

—¿Qué te ha pasado en la mano...? —exclamó Haruko, levantándose sola antes de que Rukawa le ofreciera la izquierda.

 

—Nada.

 

La muchacha entendió enseguida que Rukawa no tenía previsto explicarle nada ni mucho menos dejarse ayudar, algo que en realidad no la sorprendía. Pero sí se sorprendió a sí misma sintiéndose muy molesta por eso; estaba segura de que en el caso de haberse topado con Ayako, Rukawa sí que le habría contado lo que le había pasado, ¿así que por qué a ella no? Ella también era ahora asistente del equipo, y Rukawa uno de sus jugadores. Era su deber preocuparse por su salud física.

 

—E-enséñame la mano —le ordenó, con voz insegura y al mismo tiempo decidida—. S-soy una de las asistentes de tu equipo, si no es muy grave puedo y debo atenderte.

 

A Rukawa le sorprendió el cambio de actitud de la hermana de Akagi. Entre extrañado y curioso, le tendió la mano de nuevo. Haruko se la tomó, intentando mantenerse en su actitud profesional, pero sin poder evitar pensar que si la viera alguna de las fans de Rukawa que no se había creído lo de su homosexualidad, o que no le había importado lo más mínimo, sería crucificada por atreverse a tocar la mano de su dios terrenal.

 

—¿Puedes mover todos los dedos? —preguntó.

 

—Sí —respondió Rukawa, a la vez que lo hacía.

 

—¿Te ha dolido?

 

—No mucho.

 

—Entonces no creo que te hayas roto nada —dijo Haruko—. Pero el corte es bastante profundo. Habría que ponerte un poco de hielo para evitar que se te hinche la mano, y por supuesto curarte ese corte.

 

—¿Puedes hacerlo tú? —preguntó Rukawa sin saber muy bien por qué.

 

—Cla-claro... —tartamudeó sorprendida—. Acompáñame a la enfermería...

 

La hora del almuerzo aún no había terminado y los pasillos estaban desiertos, al igual que la enfermería. Pero eso no era problema para Haruko, había estado allí tantas veces ayudando a la señora Nagase que ya sabía donde estaba todo. Con un gesto le indicó a Rukawa que se sentara en un taburete, mientras ella recogía todo lo que necesitaba.

 

El silencio era total en la enfermería mientras Haruko le curaba el corte de la mano a Rukawa. La muchacha pensaba que se le iba a salir el corazón del pecho de lo nerviosa que estaba.

 

«¿Por qué estoy así? —se regañó mentalmente—, Rukawa ya no me gusta, es más, nunca me ha gustado realmente... Pero entonces... ¿por qué esta incomodidad? ¿Por qué me hace sentir así?»

 

Ya sabía la respuesta. No se trataba sólo de ella; era Rukawa. El chico desprendía tal sensación de frialdad y lejanía que paradójicamente era imposible permanecer impasible a su lado. Además Haruko tenía el horrible presentimiento de que, no sabía por qué razón, el número 11 del Shohoku era aún más frío con ella que con cualquier otra persona. Y ella, que siempre se esforzaba en caer bien a los demás, no soportaba ese pensamiento.

 

Recordó la primera vez que se atrevió a hablar con él... y la primera vez que el chico pasó completamente de ella. El primer día de clase, en la terraza, justo después de que se peleara con Sakuragi. «Pero que tía más pesada, no me molestes», le soltó Rukawa. En su afán de intentar encontrar una explicación a la crueldad de sus palabras, Haruko había pensado que quizás Rukawa estaba molesto con ella porque Sakuragi le pegó por su culpa.

 

Y quizás era el momento de disculparse por ello.

 

Etto... Rukawa... —murmuró Haruko sin atreverse a cesar en su tarea para mirarle a los ojos—. Hace tiempo que quería comentarte una cosa... Es sobre lo que pasó el primer día de clases, en la terraza... Aunque puede que ni te acuerdes...

 

No sabía Haruko lo equivocada que estaba. Rukawa nunca olvidaría aquél día. El muchacho se dispuso a escucharla con inusual atención.

 

—B-bueno, pues... sólo quería decirte que siento lo que pasó... el que Sakuragi te golpeara... ya que fue por mi culpa... —Se hizo un silencio bastante largo, Haruko no sabía que más decir—. Perdóname.

 

—No fue tu culpa.

 

La muchacha parpadeó sorprendida, y levantó la vista para mirar a los ojos azules de Rukawa. Pero el chico moreno estaba mirando con aire ausente hacia la ventana de la enfermería, como si esas palabras no acabaran de salir de su boca. Haruko bajó la cabeza de nuevo y aplicó una compresa fría en la mano del jugador.

 

—Es que... —continuó, sin saber de donde le salía el atrevimiento—. Como desde entonces parece que... bueno, como si estuvieras enfadado conmigo...

 

Rukawa, aunque parecía que ya había dada por finalizada la conversación, seguía muy atento a los murmullos de la chica.

 

La hermana de Akagi era más observadora de lo que parecía si se había dado cuenta de que en efecto su antipatía hacia ella sí que tenía un motivo. Un motivo egoísta e injusto, pero motivo al fin y al cabo.

 

Y el motivo era ni más ni menos que ella tenía el amor del chico que él amaba. Y por caprichos del destino, esa chica estaba enamorada de él, y no se le ocurrió otra cosa que decírselo a Sakuragi, causando el odio de este hacia su persona. Su tío tenía razón cuando le decía que en ese extraño triángulo él siempre tenía las de perder...

 

Si bien ahora el triángulo parecía haberse roto por un lado, ya que la hermana de Akagi ya no parecía tan embobada con él. Al principio se había temido que la causa fuera el mismo Sakuragi, pero el pelirrojo le había contado la vez que lo fue a visitar a la clínica que ella le había rechazado.

 

Si Sakuragi también se olvidaba de ella... quizás él tuviera una, aunque fuera ínfima, posibilidad...

 

«Qué tontería...», pensó inmediatamente.

 

—¿Rukawa...?

 

La voz de Haruko le devolvió a la realidad, ya que por lo visto se había quedado varios segundos en las nubes. La miró, respiró hondo y a continuación dijo algo que dejó a la muchacha en shock.

 

—Lamento haberte causado esa impresión. Por favor discúlpame.

 

Haruko abrió y cerró la boca un par de veces, intentando reaccionar.

 

— Cl-claro... —balbuceó finalmente.

 

—¿Has terminado ya?

 

—¿Eh...?

 

—De vendarme la mano. ¿Has terminado ya?

 

—A-ah, sí... Ya está.

 

Rukawa se miró la mano. La verdad era que el vendaje estaba muy bien hecho. Apenas abultaba y así pudo esconderlo un poco bajo la manga. A ver si con un poco de suerte le bajaba la hinchazón pronto y podía entrenar por la tarde con normalidad.

 

—Gracias —dijo levantándose.

 

—De nada... —murmuró Haruko viendo como el número 11 del Shohoku se marchaba.

 

Ella se quedó unos minutos más en la enfermería, sola. Contempló la gasa con la que le había limpiado el corte a Rukawa, manchada de sangre. Pensó que si esa misma situación se hubiera dado unos meses atrás, ahora ella estaría temblando de la emoción por haberle curado una simple herida al Súper—Rookie.

 

—Qué tonta... —suspiró.

 

Cada vez estaba más convencida de lo que había sentido por Rukawa no era amor real. No, amor real era lo que sentía por Yohei, lo que estaba compartiendo con él era mucho mejor de lo que alguna vez soñó compartir con Rukawa.

 

Sonrió al recordar la agradable velada que pasaron juntos el día de Nochebuena. Luego Yohei la acompañó a casa en un taxi, y cuando se despidieron en la puerta, se besaron con tanta intensidad que Haruko se sonrojó al rememorarlo.

 

«Quién sabe...», pensó pícara.

 

 Tiró la gasa a la papelera que había junto a la camilla, y salió de la enfermería en dirección a su clase. El timbre que indicaba el final de la hora del almuerzo sonó en ese preciso momento.

 

xXx

 

—Vamos a clase, que llegamos tarde... El timbre ha sonado hace ya dos minutos... —decía Ayako.

 

—Sólo será un momento, por favor, acompáñame... —pidió Miuyo arrastrando a la asistente escaleras arriba en dirección al pasillo de los de tercero.

 

—¿Pero no os habéis despedido ya hace un momento? ¿Qué demonios tienes que decirle ahora? —preguntó la chica de rizos.

 

—Se me ha olvidado decirle que hoy no podré pasar por el entrenamiento de baloncesto —respondió Miuyo.

 

«Creo que por un día podrá soportarlo...», pensó Ayako poniendo los ojos en blanco.

 

—¿Y por qué tengo yo que acompañarte...? —suspiró.

 

—Solo será un momento, de verdad...

 

Aunque efectivamente el timbre había sonado ya hacía un par de minutos, todavía había muchos alumnos de tercero en medio del pasillo, ya fuera porque el profesor no había llegado, o en el caso de algunos, simplemente por hacer tiempo y retrasar la clase. Miuyo y Ayako avanzaron como pudieron entre los chicos y chicas un año más mayores que ellas, algunos de los cuales por cierto les miraban como intrusas, sobretodo chicas, y otros, sobre todo chicos, curiosos.

 

Estaban llegando por fin a la puerta del aula de Mitsui cuando Miuyo se paró tan de repente que Ayako casi se dio con su espalda.

 

—¿Qué...? —empezó a decir, pero calló al ver el motivo del parón tan repentino de Miuyo.

 

Junto a la puerta de su aula, estaban Mitsui y Hotta apoyados en la pared en compañía de dos chicas. Una de ellas, la más alta, estaba justo enfrente del escolta, hablando y riendo con él. Tenía el pelo muy largo, casi hasta la cintura, rizado con unos bucles grandes muy bonitos. Ayako la conocía de oídas; se llamaba Kira Kusakabe y era una de las chicas ‘populares’ de tercero. Lo cierto es que era bastante guapa. Y en ese preciso instante Mitsui también parecía estar pensando lo mismo, ya que de pronto en medio de lo que parecía una broma a juzgar por las risas de Hotta y la otra chica, le pellizcó suavemente la mejilla. La chica del pelo largo se quejó con un ‘Auch’ pero inmediatamente también se echó a reír.

 

La cara de Miuyo era un poema.

 

—Oye Miuyo, no tienes por qué malpensar, solamente están... —empezó Ayako.

 

—Ya lo sé —la cortó secamente mientras se daba media vuelta para volver por donde habían venido—, solo están hablando.

 

—Eso mismo...

 

Sin embargo la expresión que se le quedó a Miuyo el resto del día, demostraba que tenía sus dudas.

 

Continuará...


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