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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 33. Cosas de parejas

 

 

A la mañana siguiente de lo que la mente de Yohei ya había bautizado como La Noche De La Gran Discusión, este acudió al instituto con el corazón en un puño, temiendo encontrarse con Hanamichi en cualquier momento.

 

«Tú ya no existes para mí.»

 

Nunca antes su hasta entonces amigo de toda la vida le había dicho algo así. Sakuragi había sido tajante. Después de aquello, Yohei no sabía qué podía hacer o decir para que su amigo cambiara de opinión.

 

«Ex amigo», se recordó a sí mismo con pesadumbre.

 

Tenía que hablar con Haruko cuanto antes. La noche anterior había estado tan conmocionado por la Gran Discusión que no se había visto con fuerzas de llamarla, pero ahora, con la cabeza un poco más despejada, se había dado cuenta de que no podía permitir que Sakuragi se encontrara con ella antes que él. No porque pensara que Hanamichi se encararía con ella ni nada —el pelirrojo jamás le había levantado ni le levantaría la voz a una chica— sino porque Haruko, al no saber lo ocurrido, seguiría fingiendo delante de él y Hanamichi se sentiría aún más herido.

 

Noma y Ookusu le saludaron desde el otro lado del pasillo, pero Yohei les ignoró y se metió directamente en el aula de Haruko.

 

Su novia estaba de pie junto a una de las ventanas, charlando con unas compañeras. No se dio cuenta de su presencia hasta que Yohei se colocó a su lado.

 

—¡Yohei! —exclamó la chica en voz baja—. ¿Qué haces aquí? —preguntó, mientras su mirada decía claramente “Sabes que no deben vernos juntos”.

 

—Tengo que hablar contigo urgentemente —dijo Yohei.

 

—Oh, vale…

 

No había tiempo de irse muy lejos, ya que el timbre estaba a punto de sonar, así que Yohei se llevó a Haruko a una esquina despejada del aula y allí le contó brevemente lo sucedido la noche anterior con Hanamichi.

 

—¡¿Por qué se lo contaste?! —exclamó Haruko, más enfadada que sorprendida—. ¡Quedamos en que esperaríamos! ¡Y ni siquiera me has consultado! ¡Se lo has dicho por tu cuenta, sin pedirme opinión, ni avisarme antes!

 

Tras la Gran Discusión con Sakuragi, Yohei no tenía ánimos para más broncas, ni mucho menos para los reproches egoístas de Haruko.

 

—No te ofendas, Haruko, pero esto es entre Hanamichi y yo. Sentí que no podía ocultárselo más tiempo, y punto.

 

Haruko le miró con la boca abierta. Iba a replicar algo pero en ese momento sonó el timbre.

 

—Tengo que irme —murmuró Yohei, y dio media vuelta para marcharse.

 

Treinta segundos después el chico moreno entró en su aula aguantando la respiración, esperando ver a Hanamichi en su pupitre, pero este se encontraba vacío.

 

Y así siguió el resto del día.

 

xXx

 

Durante un descanso a media mañana, Miuyo Izawa se dirigió al pasillo de los de tercero. La noche anterior había llamado a Mitsui por teléfono a casa, pero este no había respondido. Ayako le había contado a primera hora lo sucedido en el gimnasio la tarde anterior, la pelea a muerte entre Rukawa y Sakuragi, y Miuyo se preguntaba si tendría algo que ver con que su novio no estuviera en casa a las diez de la noche de un día laborable.

 

Nada más girar la esquina, le vio y se detuvo. Mitsui no estaba solo. Estaba con ella. Otra vez.

 

Kira Kusakabe. Desde que la había visto por primera vez charlando más que amistosamente con Mitsui, Miuyo había investigado sobre ella. Kusakabe era la delegada de su clase, la que sacaba mejores notas de todo tercer curso, la capitana del equipo de voleibol y, como no podía ser de otra manera, una chica guapísima.

 

¿Se podía ser más repelentemente perfecta?

 

Aunque Kusakabe no iba a la misma clase que Mitsui, estaba en la de al lado, por lo que podían verse fácilmente en el pasillo en todos los descansos. Miuyo observó con odio mal disimulado cómo la chica coqueteaba con Mitsui, sonriéndole todo el rato mientras se retorcía un mechón de pelo rizado con la mano derecha.

 

¿Y más obvia?

 

Pero lo peor de todo no era que una de las chicas más populares de todo Shohoku coqueteara con su novio delante de todo el mundo. Lo peor era que, al parecer, a su novio no le importaba en absoluto. Es más, Hisashi Mitsui parecía de lo más cómodo charlando con ella, riéndole las estúpidas gracias.

 

Sintiendo que los ojos se le aguaban por la rabia, Miuyo se dio la vuelta rápidamente. Quería irse de allí antes de que alguien la viera llorar. Para su desgracia, en ese momento escuchó a Mitsui llamándola.

 

Haciendo oídos sordos, Miuyo giró la esquina y empezó a bajar las escaleras. No tardó en escuchar a Mitsui detrás de ella, llamándola de nuevo.

 

—¡Izawa! ¡Ey!

 

No quería hablar con él. No ahora, a punto de llorar de la frustración. Por eso aceleró el paso, con tan mala suerte que no calculó bien las distancias con el siguiente escalón y cayó aparatosamente hacia delante.

 

—¡¡Izawa!! —el grito de Mitsui resonó en toda la caja de escalera.

 

Por suerte, cayó en el rellano apenas a dos escalones de distancia. Aun así, se golpeó fuertemente manos y rodillas. Al momento Mitsui estaba arrodillándose junto a ella.

 

—¡¿Estás bien?!

 

Cabreada, pero sobre todo avergonzada por la caída, Miuyo apartó con violencia las manos de Mitsui que pretendían examinar sus contusionadas rodillas.

 

El chico de la cicatriz no entendía nada.

 

—¿Qué demonios? Solo quería ver si te habías hecho daño.

 

—¡Por supuesto que me he hecho daño! —gritó ella más fuerte de lo que pretendía. Por suerte el descanso estaba a punto de terminar y no había nadie por los alrededores.

 

—¿Se puede saber qué te pasa?

 

—¿Dónde estabas ayer por la noche?

 

Mitsui abrió mucho los ojos, sorprendido por el cambio de tema, y por el tono acusador de su novia.

 

—Estaba en casa de Kogure.

 

—¿Kogure?

 

—Sí, Kogure, el chico de gafas que estaba en el equipo de básquet. Quedamos para estudiar.

 

Miuyo se levantó lentamente. Mitsui hizo el amago de ayudarla, pero después del rechazo de antes, se lo pensó mejor y se apartó.

 

—No me lo habías contado —murmuró Miuyo más tranquila.

 

Mitsui alzó una ceja.

 

—¿Y por eso estás tan cabreada?

 

La chica negó con la cabeza.

 

—¿Entonces?

 

Aunque minutos antes había decidido guardarse sus celos para otra ocasión, Mitsui la miraba con tal cara de preocupación que se sintió culpable y decidió sincerarse.

 

—Te he visto con ella. Otra vez.

 

—¿Ella? —Mitsui lo meditó un segundo y, para consternación de Miuyo, adivinó enseguida a quién se refería—. ¿Kusakabe?

 

—La misma —siseó Miuyo.

 

—¿Qué pasa con ella? Solo es una amiga.

 

—¿Una amiga? —Miuyo no se lo podía creer. Tenía la esperanza de que Mitsui dijera algo así como “Apenas la conozco”, ¿pero en lugar de eso le soltaba que eran amigos?—. ¿Desde cuándo sois amigos?

 

Mitsui se encogió de hombros.

 

—Desde… mayo del año pasado o así.

 

Mayo. Cualquier otra fecha no le habría dicho nada, pero ¿mayo?

 

—Desde que regresaste al equipo de baloncesto… —dijo en voz alta.

 

—Sí… —dijo Mitsui, que no entendía a dónde quería llegar su novia—. ¿Y?

 

—¿Y? ¿No lo entiendes? Esa tía es una superficial. Solo te hace caso desde que dejaste el papel de macarra. Seguro que antes de eso nunca te dirigió la palabra: habría minado su popularidad.

 

De pronto Mitsui la miró con una expresión tan fría que Miuyo se estremeció.

 

—Tú tampoco me dirigiste la palabra antes de eso —escupió.

 

Miuyo se quedó con la boca abierta un segundo, pero no tardó en reaccionar.

 

—¡Eso no es justo! ¡Yo llevo enamorada de ti desde la secundaria!

 

Después de eso hubo un corto silencio. Miuyo sabía que acababa de descubrirse, pero a esas alturas no podría importarle menos. No podía consentir que Mitsui pensase de ella que era como esa Kusakabe.

 

—¿Desde la secundaria? —repitió Mitsui en voz baja.

 

—Vine a este instituto por ti… —confesó.

 

Mitsui no dijo nada más. Se acercó a ella y le acarició el cabello con una mano mientras con la otra le rodeaba la cintura. Iba a besarla, Miuyo lo sabía, y no sería un casto beso como los que le solía dar en público. Iba a besarla como cuando estaban a solas.

 

Solo que no estaban a solas.

 

—¡Ey, vosotros!

 

Los dos jóvenes dieron un respingo y se separaron. Desde el rellano superior un profesor les estaba observando con cara de pocos amigos.

 

—¡El descanso ya ha terminado! ¡Iros a clase ahora mismo! —les increpó.

 

Mitsui suspiró y la soltó.

 

—¿Te veo esta noche? —le preguntó con una sonrisa—. Te debo una cena en el Nabuko.

 

Miuyo le devolvió la sonrisa y asintió.

 

xXx

 

Como cada día a la hora del almuerzo, el ejército de Sakuragi se reunió a un lado del patio para comer juntos. Solo que Sakuragi, su líder, no estaba presente.

 

—¿Alguien sabe por qué Hanamichi no ha venido a clase? —preguntó Takamiya.

 

—Ni idea —dijeron Noma y Ookusu.

 

Como Yohei fue el único que no contestó, todos se le quedaron mirando.

 

—¿Tú sabes algo, Yohei?

 

Yohei tardó tanto en responder que sus amigos ya se temieron que algo pasaba.

 

—Sí… Creo que sé por qué no ha venido.

 

Todos le miraron expectantes.

 

—Ayer discutimos. Muy fuerte.

 

—¿Tú y Hanamichi? ¿Por qué? —preguntó Noma.

 

—Porque… —Yohei cogió aire— le conté que estoy saliendo con Haruko.

 

Los tres, Takamiya, Noma y Ooukusu, tardaron bastante en reaccionar, conmocionados por la noticia.

 

—¿Que tú qué? —exclamó finalmente Ookusu.

 

—¿Desde cuándo? —preguntó Takamiya.

 

—Desde antes de Navidad…

 

—¿Cómo has podido? —preguntó Noma. Su tono de voz, habitualmente tan jovial, había cambiado drásticamente.

 

—¡Porque la quiero! —exclamó Yohei, intentando no ponerse demasiado a la defensiva. Sabía que había hecho mal, pero tampoco había cometido un crimen, ¿cierto?

 

—No me esperaba esto de ti, Yohei… —murmuró el chico de bigote.

 

Noma se levantó, seguido de Takamiya y Ookusu.

 

—Chicos… vamos…

 

Noma se marchó sin mirarle una última vez siquiera. Ookusu sí le miró, pero no dijo nada y también se marchó.

 

Yohei miró a Takamiya, el único que quedaba, implorante.

 

—Eso no se hace, tío. A un amigo no le pedaleas la bicicleta.

 

Y después de eso, Takamiya también se marchó, dejando a Yohei completamente solo.

 

xXx

 

Como el entrenador Anzai les había prohibido a él y a Sakuragi aparecer por el gimnasio durante una semana, al finalizar las clases Rukawa se marchó directamente a casa, con la idea de dejar las cosas, cambiarse, e ir directamente a entrenar solo a una cancha. Que tuviera vetado entrenar con el equipo no significaba que no pudiera hacerlo solo.

 

Sin embargo, al llegar a casa se encontró con que su madre tenía otros planes para él.

 

—Oh, qué bien que llegas temprano —le dijo nada más cruzar la puerta—. Así puedes sacar a Tensai.

 

—¿Qué?

 

—Tensai. Tu perro. Esa cosa dorada y revoltosa que hay por ahí.

 

Chiyako le señaló el cachorro de labrador que no dejaba de dar vueltas por el salón. Rukawa la miró con cara de circunstancias pero Chiyako no se ablandó.

 

—Necesita salir. Ha crecido y no le basta el jardín para quemar energías. Así que coge la correa que le compró tu padre y sácalo a pasear. Ya.

 

Rukawa hizo lo que le ordenaban. Qué remedio.

 

Aunque se resistió en un principio a la correa, el cachorro estuvo más que feliz de salir a la calle. Incapaz de adaptarse al caminar lento de Kaede, Tensai estiraba y estiraba para intentar avanzar más rápido, claro que el pobre no conseguía nada aparte de tensar la correa al máximo.

 

«Cuando sea más grande no será tan fácil mantenerlo a raya —pensó Rukawa—. Habría que adiestrarlo.»

 

Lo llevó a un parque pequeño que había en el barrio. Allí por fin Tensai paró de estirar y se detuvo a explorar un arriate de césped. No se atrevía a soltarlo, además que no estaba seguro de que estuviera permitido dejar a un perro suelto, así que Kaede se quedó de pie esperando a su lado mientras el cachorro olfateaba como si aquella alfombra verde tuviera el olor más interesante del mundo.

 

Mientras, aburrido, Rukawa se puso a pensar en su pelirrojo.

 

Sakuragi no había aparecido en Shohoku en todo el día. Al menos él no le había visto, y Sakuragi era difícil de no ver. O de no oír. Sí, el pelirrojo siempre hacía notar su presencia, así que estaba casi seguro de que no había ido al instituto aquel día. Se preguntó por qué. No creía que fuera por su pelea. Habían quedado malheridos, pero se habían ido a casa por su propio pie, así que…

 

En fin, ya se enteraría tarde o temprano.

 

Cuando Tensai se aburrió de olfatear el césped, el cachorro tiró de la correa y siguieron caminando. El parque era muy pequeño y Tensai no tardó en querer irse del lugar. Rukawa pensó en irse ya a casa, pero supuso que su madre se molestaría si el paseo era tan corto, así que decidió rodear el barrio.

 

Sin darse cuenta, sus pasos le llevaron hasta el gimnasio Midorikawa.

 

El muchacho se detuvo frente a la fachada, ignorando las protestas del chucho en forma de pequeños ladridos.

 

Se planteó que, ya que esa semana no podía entrenar con el equipo, quizás podría acudir allí en lugar de entrenar solo. Allí no entrenaría baloncesto, claro, pero sí resistencia. Pero sin su tío le daba algo de vergüenza entrar.

 

—¡Pero qué kawaiiiii!

 

Rukawa se giró instintivamente al oír de repente hablar a alguien tan cerca. Y ese alguien resultó ser Mayden, el chico con el que había hecho un combate de sparring el día anterior. Iba vestido de calle y con una mochila al hombro.

 

Mayden se acuclilló junto a Tensai y empezó a acariciarle las orejas y el hocico. El cachorro parecía que se resistía pero enseguida volvía a colocar la cabeza entre las manos del joven para morderle sin fuerza, claramente con ganas de jugar.

 

Pasó casi un minuto antes de que Mayden dejara de prestar atención al cachorro para alzar la cabeza y saludar a Rukawa.

 

—¡Hola! —dijo alegremente.

 

—Hola… —saludó Rukawa, más comedido.

 

—¿Vienes a entrenar?

 

—Eh, no… Solo estaba paseando al perro.

 

—Oh, claro. Me temo que no admiten mascotas en el gimnasio —sonrió Mayden. Tenía una sonrisa bonita, pensó Rukawa, con los dientes pequeños y blancos—. ¿Cuánto tiempo tiene? —preguntó señalando al cachorro.

 

—Unos tres meses y medio.

 

—¿Y se llama?

 

—Tensai.

 

—Así que genio. Bonito nombre.

 

Mayden se levantó, aún sin dejar de observar al can.

 

—¿Vas a adiestrarlo?

 

—Pues… sí, la verdad hace un momento estaba pensando en que debería hacerlo.

 

—¿Has adiestrado a un perro alguna vez?

 

—No. Es mi primer perro.

 

—Yo ya he adiestrado a unos cuantos. Si quieres puedo ayudarte. —Ahora Mayden le miraba fijamente a él.

 

De pronto, la teoría de su tío Satoru sobre ese chaval ya no le parecía tan descabellada.

 

—Quizá —murmuró Rukawa, vacilante.

 

Un atisbo de decepción cruzó la mirada de Mayden, pero el joven no perdió la sonrisa.

 

—Bueno, piénsatelo, pero has de saber que cuanto más se tarda en empezar el adiestramiento, es más difícil llevarlo a cabo.

 

—Lo tendré en cuenta.

 

—Vengo al gimansio casi todos los días, así que si te decides ya sabes donde encontrarme.

 

A Rukawa le dio la sensación de que ese “si te decides” no iba solo por el adiestramiento.

 

—Ok.

 

—Bueno, me voy para adentro. Adiós, Rukawa.

 

—Adiós.

 

Rukawa observó cómo Mayden desaparecía tras la puerta del gimnasio. Luego miró a Tensai, que se había quedado también mirando hacia la puerta, con la correa tensa, como si quisiera partir detrás del chico rubio.

 

—Te ha caído bien, ¿eh? —susurró Kaede—. A mí también.

 

A continuación miró su reloj y se dijo que ya era hora de volver a casa.

 

xXx

 

El entrenamiento en Shohoku ya había finalizado. Mientras los chicos se dirigían a los vestuarios, Ayako y Haruko se quedaron recogiendo pelotas, conos, y demás utensilios que habían usado los chicos durante la práctica. A decir verdad, era era la parte que menos le gustaba a Haruko, pues más que una asistente se sentía como una chacha. Sin embargo, lo cierto era que casi siempre al menos un par de chicos se quedaban a ayudar, como Yasuda, siempre tan servicial, o Miyagi, siempre dispuesto a ayudar a Ayako.

 

Esa tarde, otro que se ofreció a ayudar fue Yohei. El chico había estado observando el entrenamiento, solo, lo cual era inusual, pues normalmente la gundam lo acompañaba, pero solamente si Sakuragi también entrenaba. Haruko supuso que ahora que Sakuragi ya estaba enterado de su relación, no importaba si Yohei venía él solo a verla expresamente a ella. Se suponía que ya no debían esconderse, ¿no?

 

—Trae, yo recojo esto —murmuró el chico, taciturno. Haruko le entregó los conos y observó preocupada como el chico los dejaba en su sitio con la misma actitud.

 

«¿Tan enfadado está por lo de esta mañana?», se preguntó, inquieta.

 

Cuando estuvo todo recogido, Yasuda y Miyagi se fueron a los vestuarios, y Ayako se despidió hasta el día siguiente. Haruko y Yohei se quedaron a solas en el pabellón.

 

—Yohei, ¿estás bien? —inquirió Haruko—. Si estás enfadado por lo de esta mañana…

 

—No estoy enfadado. —El chico respiró hondo—. Haruko, tenemos que hablar.

 

A la pobre Haruko no le gustó un pelo aquella manida frase. Sabía lo que significaba en el noventa y nueve por ciento de los casos. Pero quizás el “tenemos que hablar” de Yohei entraba en el restante uno por ciento.

 

—¿Qué ocurre? —preguntó intentando disimular su desasosiego.

 

—No puedo… seguir saliendo contigo.

 

No había habido suerte. Noventa y nueve por ciento. Haruko se tragó el nudo que acababa de formarse en su garganta. No, no iba a llorar. Eso lo dejaría para más tarde.

 

—¿Por qué no? ¿Es por Sakuragi?

 

—Sí.

 

—Pero… ¡solo hace un día que lo sabe! Es normal que esté molesto, o enfadado. Si esperas un poco, seguro que se le pasará…

 

«Además, después de lo que le vi hacer con Rukawa… pero no puedo contar eso, nadie me creería.»

 

Yohei negó lentamente con la cabeza. Realmente se le veía muy abatido.

 

—No se le pasará. Los chicos me han abierto los ojos.

 

—¿Los chicos?

 

—Se lo he contado a ellos también esta mañana.

 

—Así que no solo me dejas por Sakuragi. También me dejas por Noma, Ookusu y Takamiya. Todos ellos son más importantes para ti que yo.

 

A Haruko le costaba cada vez más no ponerse a llorar. Su único consuelo era que Yohei parecía también luchar contra ello.

 

—Eso no es así de simple, Haruko. No lo entiendes…

 

—¡Pues explícamelo!

 

—Te quiero, pero te conozco desde hace un año. A ellos les conozco de toda la vida. Son más que mis amigos. Son mi familia. Y he traicionado a uno de ellos, le he apuñalado por la espalda. Esto es lo único que puedo hacer ahora.

 

—Romper conmigo.

 

—Sí.

 

—Pues muy bien.

 

Haruko decidió que no valía la pena seguir hablando. Yohei había tomado su decisión, por su cuenta, sin contar con ella para nada. La chica recogió su mochila y se encaminó fuera del pabellón.

 

Yohei no la detuvo.

 

xXx

 

Tras despedirse de sus compañeros hasta el día siguiente, Ryota Miyagi salió de los vestuarios sintiéndose como nuevo tras una ducha de agua tibia. Casi todos preferían ducharse con agua caliente en invierno, pero Ryota prefería una temperatura más templada.

 

Nada más cruzar la puerta del pabellón, una mano se posó en su hombro. Miyagi no se lo esperaba y dio tal respingo que saltó casi un metro.

 

Ayako se puso a reír.

 

—¡Ayako! —exclamó Ryota, todavía con el corazón a cien.

 

—Lamento haberte asustado —dijo la chica.

 

—No me has asustado —mintió el base.

 

—Sí, ya —sonrió ella.

 

Miyagi se relajó y observó atentamente a la mánager. Ayako tenía mucho mejor color ahora. Y lo más importante, se la veía más animada, más feliz.

 

«Es una chica fuerte —se dijo Ryota con orgullo—. Si tan solo fuera mi chica…»

 

Ayako notó que el base se había quedado pensativo.

 

—¿Ocurre algo? —preguntó.

 

—No, nada. Dime, Ayako, ¿querías algo?

 

—No me apetecía irme sola a casa —dijo la chica—. ¿Te importa acompañarme un tramo?

 

Era la primera vez que Ayako le pedía expresamente que marcharan juntos. Miyagi no se lo creía.

 

—N-no, por supuesto que no… —murmuró a trompicones.

 

—¡Genial! Vamos.

 

Al poco de echar a andar, Ayako sacó el tema del torneo de invierno.

 

—Solo quedan dos semanas —comentó—. Será tu primer torneo serio como capitán, puesto que el festival de otoño solo fue a un partido. ¿Estás nervioso?

 

—Un poco… —confesó el chico—. Pero creo que haremos un buen papel… ¡Auch! —Ayako le había golpeado con el abanico, que había aparecido de la nada—. ¿Por qué me pegas?

 

—¿Cómo que un buen papel? ¡Hay que ir a por el primer puesto!

 

Ryota sonrió.

 

—Tienes razón. Si escalas la montaña es para llegar a la cima, ¿no?

 

—¡Exacto!

 

Hablaron sobre los posibles contrincantes del torneo y cómo suplir la falta de Akagi en el puesto de pívot. Kakuta no estaba aún al nivel de su antecesor, y le faltaba experiencia como titular, además de altura. Sakuragi, Rukawa y Mitsui, a pesar de ser aleros, eran más altos que él.

 

Eso le dio una idea a Ryota. Estaba a punto de comentársela a Ayako, cuando vio que ya habían llegado a casa de la chica.

 

—Gracias por acompañarme, Ryota.

 

—De nada.

 

Ayako vaciló por un momento. Ryota lo notó y se preguntó qué estaría pasando por la cabeza de la chica.

 

Nunca lo habría adivinado.

 

De repente Ayako estaba muy cerca de él, tan cerca que Ryota incluso podía oler el aroma a fresas de su brillo labial. Y al segundo siguiente también podía saborearlo, pues Ayako le estaba besando.

 

El beso solo duró un par de segundos, Miyagi no pudo reaccionar. Ayako se separó de él y, colorada, le dio las buenas noches y desapareció tras la cancela de su casa.

 

Aún sin reaccionar, Ryota se llevó un dedo a sus propios labios. Poco a poco, una gran y boba sonrisa se instaló en ellos.

 

 

Continuará...


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