Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

SD2: Are You Ready For This? por Khira

[Reviews - 151]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 34. Rencoroso

 

 

Aquella mañana de jueves Ryota Miyagi llegó al instituto con el corazón expectante. Para su desgracia, llegó con el tiempo justo, por lo que no tuvo la oportunidad de hablar con Ayako antes del comienzo de las clases. De modo que se pasó todo el tiempo de Historia, Matemáticas e Inglés echando miradas furtivas a la chica de rizos, pero sus ojos no se encontraron ni una vez. Miyagi empezaba a preocuparse por si lo de la noche anterior había sido solo un arrebato o incluso que lo hubiera soñado todo.

 

«No, no fue un sueño, no seas absurdo Ryota —se dijo a sí mismo—. Ese sabor a fresas fue real».

 

Cuando por fin llegó el primer tiempo de descanso, Miyagi se levantó dispuesto a conseguir una explicación.

 

Pero Ayako había sido más rápida y era ella la que ya estaba junto a su pupitre. La chica sonrió levemente, un poco sonrojada, y con un bajito y tímido “ven” le indicó que la siguiera.

 

Ryota siguió a Ayako hasta la azotea, donde por suerte no había nadie. Estaban a mediados de enero y hacía bastante frío ahí arriba, pero Miyagi ni lo notó, ansioso como estaba por oír las explicaciones de la mánager.

 

—Supongo que querrás saber qué fue lo de ayer —murmuró Ayako.

 

—Supones bien —fue lo único que se le ocurrió decir al chico.

 

—Verás, Ryota, yo… —Ayako se retorcía las manos, claramente nerviosa—. Yo… —Finalmente paró quieta, respiró hondo y continuó hablando en un tono más decidido—. He sido una tonta, ¿vale? Cuando te me declaraste por primera vez, yo apenas te conocía, y te prejuzgué. Si te soy sincera pensé que eras un macarra idiota. —Miyagi abrió mucho los ojos, dolido, pero no la interrumpió—. Pero luego te apuntaste al equipo de básquet y poco a poco empecé a conocerte mejor, y a darme cuenta de lo equivocada que estaba… no en lo de macarra, pero sí en lo de idiota…

 

Eso hizo sonreír a ambos.

 

—Ayako… —comenzó Miyagi, pero ella le indicó con un gesto de la mano que la dejara acabar.

 

—Me equivoqué mucho contigo, Ryota, muchísimo. Me equivoqué tanto que me daba vergüenza admitirlo, por eso nunca hasta ahora me había atrevido a decirte que…

 

Ayako se detuvo. Ryota intentó aguantar sin interrumpir de nuevo pero pasaban los segundos y no aguantó más.

 

—¿A decirme qué?

 

—Que te quiero —dijo finalmente Ayako. Los ojos le brillaban como si estuviera a punto de llorar—. Te quiero, Ryota, lamento muchísimo haber tardado tanto en decírtelo… lamento haberte hecho sufrir, solo espero que no sea ya demasiado tarde.

 

El capitán del Shohoku miró a la mánager largos segundos sin pestañear.

 

—Ahora sí, dime algo, Ryota —suplicó ella.

 

Pero no había necesidad de palabras.

 

xXx

 

Desde una ventana de otro edificio del instituto, una chica de ojos verdosos espiaba la escena con una sonrisa en los labios.

 

—Vaya, por fin —dijo en voz alta sin darse cuenta.

 

—¿Por fin qué?

 

Miuyo dio un respingo. Mitsui había llegado sin que le oyera. La chica se puso de espaldas a la ventana tratando de disimular, pero no funcionó. En cuanto Mitsui miró en la misma dirección en que lo había estado haciendo ella, lo vio.

 

Miyagi y Ayako se estaban besando en la azotea. De forma bastante apasionada, además.

 

—¡Qué cabrón! —exclamó Mitsui, sorprendido, pero no tardó en sonreír, a todas luces contento por su amigo—. Por fin lo ha conseguido.

 

—Al final el amor siempre triunfa —dijo Miuyo.

 

—Mmm… ¿Tú crees? —preguntó el escolta, quien ahora miraba en dirección al patio, cambiando el tono a uno más sombrío.

 

—¿Por qué lo dices? —Miuyo se dio la vuelta otra vez y siguió la mirada de Mitsui. Al principio no supo qué estaba mirando, hasta que descubrió la solitaria figura de Yohei Mito—. ¿Por Mito? ¿Por qué? ¿Crees que ha roto con Haruko?

 

Miuyo recordó la Nochebuena pasada, cuando descubrieron a Haruko y a Mito cenando a solas en el restaurante Nabuko. Apenas les había podido observar unos minutos, pero le dio la impresión de que estaban muy enamorados.

 

«Tenían que estarlo si decidieron salir a espaldas de todos, especialmente de Sakuragi…»

 

—He oído unos comentarios esta mañana —dijo Mitsui—. Al parecer desde hace un par de días que ya no se junta con los amigos de Sakuragi. Los mismos que Sakuragi lleva sin venir al instituto.

 

—Así que crees que…

 

—Se han enterado —Mitsui terminó la frase por ella.

 

—Y por eso sus amigos le hacen el vacío.

 

—Sí; diría que es la explicación más probable.

 

—¿Pero por qué piensas que ha roto con Haruko? Quizás se ha peleado con ellos, pero siguen juntos.

 

Mitsui meneó la cabeza.

 

—Lo dudo. En ese caso, tendría a Haruko consolándole, ¿no?

 

Yohei estaba sentado en un banco del gran patio, solo, con la gabeza gacha e inmóvil. Miuyo sintió pena por él. Mitsui, sin embargo, era más práctico.

 

—Deberían arreglarse cuanto antes —dijo—. No es bueno para alguien como Mito andar solo.

 

—¿De qué hablas? —preguntó la chica.

 

—El ejército de Sakuragi tiene muchos enemigos declarados. Dentro y fuera de Shohoku. Pero hay que ser muy idiota para atacar a uno de ellos, aunque te lo encuentres a solas, sabiendo que luego los demás le vengarán. —Mitsui apretó los puños, seguramente rememorando el incidente violento que protagonizó él mismo en el gimnasio, y que aún le atormentaba—. Pero si se corre la voz de que Mito ya no pertenece al grupo… puede ser peligroso para él.

 

Después de escuchar atentamente la explicación de su novio, Miuyo dirigió de nuevo la mirada a la solitaria figura. Preocupada, se preguntó si Mitsui exageraba o si realmente Yohei Mito debería andar con ojos a la espalda de ahora en adelante.

 

xXx

 

A unos metros de ellos, Haruko, quien estaba de camino hacia el pasillo de los de tercero para visitar a su hermano, lo había escuchado todo. Oír a Izawa hablar de ella y de Yohei la había sorprendido, e instintivamente se había ocultado tras un saliente de la pared. Pero no había tenido tiempo de preguntarse cómo se habían enterado aquellos dos tan pronto, cuando escuchó el comentario de Mitsui.

 

«Pero si se corre la voz de que Mito ya no pertenece al grupo… puede ser peligroso para él.»

 

Aquello la asustó.

 

Tenía que hacer algo. Por muy dolida que estuviera con Yohei, le seguía queriendo, y no podía soportar la idea de que le pasara algo malo.

 

xXx

 

El entrenamiento de aquella tarde del equipo de baloncesto del Shohoku fue endemoniadamente duro. Miyagi no daba tregua a nadie. Si alguien se saltaba ni que fuera una sola flexión, le mandaba hacer veinte más.

 

—¿Qué le pasa hoy al capitán? —jadeó Shiozaki parándose un segundo de hacer abdominales, aprovechando que el susodicho se había ido al otro lado de la cancha a reñir a Yasuda por no esforzarse lo suficiente.

 

—Ni idea. ¿Estará de mal humor por algo? —se preguntó Kakuta.

 

Mitsui, que estaba tumbado cerca de donde estaba Ayako, dirigió una mirada significativa a la mánager.

 

—Yo más bien diría todo lo contrario —dijo con una sonrisa maliciosa.

 

Ayako quiso hacer como que no había oído al escolta, pero se ruborizó y no pudo evitar sonreír levemente. Miuyo ya le había avisado que ella y Mitsui les habían visto y también le había dado la enhorabuena de parte de ambos.

 

«Ya era hora de que te sinceraras», le había dicho Miuyo.

 

«Cierto —se dijo Ayako—. He perdido mucho tiempo por no hacerlo». Miró hacia Ryota, sintiendo un placentero calor en el pecho. «Pero ahora lo recuperaremos».

 

En ese momento Miyagi regresó a ese lado de la cancha y Shiozaki y Kakuta reanudaron los ejercicios abdominales ipsofacto. Mitsui, que no le tenía ningún miedo a Miyagi, hizo lo mismo pero con más calma.

 

—Ayako —llamó Ryota a la mánager.

 

—Dime, Ryota —dijo Ayako en su tono de siempre. Ambos habían decidido de mutuo acuerdo que durante los entrenamientos se comportarían como siempre, como capitán y mánager, y no como la pareja enamorada que eran oficialmente desde esa mañana.

 

—¿Sabes dónde se ha metido Haruko?

 

—Ni idea. Normalmente si no puede venir me avisa, pero hoy no me ha dicho nada.

 

Miyagi bufó.

 

—Pues eso no puede ser. Aunque solo sea la segunda asistente, si se falta al entrenamiento, tiene que avisar y luego justificarlo.

 

—Hablaré con ella —prometió Ayako—. Por cierto, ¿no estás siendo muy duro hoy? Los chicos están sin aliento.

 

—Y más que lo estarán —aseguró Ryota—. Se acabaron las tonterías y los entrenamientos a medio gas. —El chico apretó el puño—. ¡Tenemos que ganar el Torneo de Invierno!

 

Ayako abrió mucho los ojos, sorprendida por la gran decisión que podía leer en los ojos de Ryota. El base le guiñó un ojo y regresó con los chicos. La mánager sonrió y continuó contando abdominales.

 

—¡Vaya, veo que el Shohoku está entrenando tan fuerte como el Ryonan! —dijo de repente alguien a sus espaldas—. ¡Dato anotado!

 

Tanto la voz como esa coletilla eran inconfundibles. Ayako se giró para saludar al recién llegado.

 

—Hola, Hikoichi. ¿Qué haces aquí?

 

—Hola, Ayako —saludó el mánager del Ryonan. Iba vestido con el chándal de su equipo y llevaba su inseparable libreta en las manos—. He venido a ver como se está preparando el Shohoku para la Winter Cup.

 

—Pues ya ves que estamos a tope —sonrió la mánager del Shohoku—. ¿Qué hay del Ryonan?

 

—El entrenador Taoka sigue igual de duro que siempre. —Hikoichi iba a decir algo más pero se dio cuenta de dos ausencias destacadas entre los presentes—. ¿Eh? ¿Y Sakuragi y Rukawa?

 

—Ehm… —Ayako no estaba segura de qué debería decir. No le pareció conveniente que la pelea entre esos dos fuera de dominio público—. Están haciendo un… entrenamiento especial —mintió.

 

—¡¿Sakuragi y Rukawa están haciendo un entrenamiento especial?! ¡Dato anotado!

 

Ayako rodó los ojos.

 

Mientras Hikoichi seguía anotando a saber qué en su libreta, Ayako siguió pensando en los dos ausentes. En unos días se terminaría el castigo de Anzai y podrían regresar a los entrenamientos, pero si no se habían arreglado antes entre ellos, todo seguiría igual. Y para ganar el Torneo de Invierno, el Shohoku necesitaba que su novato estrella y el rey de los rebotes se llevaran bien, al menos en la pista…

 

xXx

 

Hanamichi Sakuragi suspiró al colgar el teléfono por enésima vez. Esta vez era Takamiya. Ookusu y Noma también  le habían estado llamando a casa varias veces, pero el pelirrojo les había colgado a todos con un seco “no estoy de humor”. Suponía que Yohei les había contado sobre su pelea, y no le apetecía escuchar opiniones al respecto.

 

Llevaba ya dos días sin acudir al instituto, y no tenía intención de regresar en breve. Pero aquella tarde, cansado de estar en casa, y como el castigo del viejo Anzai seguía en pie y no podía ir al gimnasio, Sakuragi decidió coger su balón de básquet e ir a echar unos tiros por su cuenta a la cancha callejera.

 

Su intención inicial había sido la de practicar bandejas, tiros bajo el aro y tiros en salto, pero estaba tan cabreado que al final se la pasó realizando mates a cada cual más violento. Llevaba ya unos quince cuando escuchó una más que conocida voz femenina a sus espaldas.

 

—Vas a romper el aro, Sakuragi.

 

El pelirrojo se dio la vuelta para encontrarse cara a cara con Haruko Akagi.

 

Ninguno de los dos dijo nada durante muchos segundos.

 

—Sé que estás enfadado —dijo finalmente Haruko—. Con Yohei y conmigo.

 

«Estoy enfadado con Yohei —pensó Hanamichi—. Contigo estoy dolido. Pero tú no eres mi amiga desde párvulos. Y no fue tu culpa que me enamorara de ti». Pero no dijo nada.

 

Haruko se acercó más.

 

—Yohei ha cortado conmigo.

 

Sakuragi alzó una ceja, sorprendido. Quizás de no haber colgado el teléfono a sus amigos se hubiera enterado de la noticia.

 

Era un buen gesto por parte de Yohei, no iba a negarlo, pero no borraba la traición realizada. Salir con Haruko a sus espaldas… jamás se lo perdonaría.

 

Haruko pareció leerle el pensamiento.

 

—Yohei no quería salir conmigo a tus espaldas, él quería esperar el tiempo necesario para tener tu bendición. Fui yo la que le insistí en que saliéramos a escondidas.

 

Sakuragi seguía en silencio, por lo que Haruko continuó con su monólogo.

 

—Sé que no estuvo bien, pero… ni Yohei ni yo queríamos hacerte daño a propósito, Sakuragi. Lo que le están haciendo los chicos…

 

Los ojos de la chica se aguaron. Sakuragi frunció el ceño y habló por fin.

 

—¿Qué le están haciendo los chicos?

 

Haruko inspiró hondo y continuó hablando, claramente aliviada de que el número 10 del Shohoku rompiera su silencio.

 

—Ookusu, Noma y Takamiya han dejado de lado completamente a Yohei desde que se han enterado. Ya no le hablan ni se juntan con él. Yohei anda vagando completamente solo por el instituto.

 

Por un lado, Sakuragi se alegró de que sus amigos hubieran tomado partido por él. Por el otro, se sintió infinitamente triste por el hecho de que su fiel gundam se hubiera fragmentado de esa manera.

 

«No fue eso lo que nos prometimos hace tres años…», recordó.

 

—No es justo que le castiguéis de esta manera —continuó Haruko—. Odiadme a mí si quereis, pero no a él. Tienes que hacer algo, Sakuragi, por favor…

 

Sakuragi recogió el balón del suelo y lo sostuvo en sus manos.

 

—No sé qué quieres que haga —murmuró fríamente—. No soy dueño de las opiniones de Ookusu, Noma y Takamiya. Saben pensar por su cuenta.

 

El labio de Haruko tembló. Al momento se recompuso y apretó el puño derecho. Por un momento Sakuragi pensó que la chica iba a darle un guantazo, pero no pasó nada.

 

—Como quieras, Sakuragi —dijo Haruko en un tono igual de frío.

 

La chica dio media vuelta, dispuesta a marcharse.

 

Pero Sakuragi no podía dejarla marchar sin preguntarle algo.

 

—¡Haruko! —la llamó.

 

La aludida se giró por última vez.

 

—¿Qué?

 

—¿Por qué Yohei? —preguntó Hanamichi. «¿Por qué no yo?»

 

Haruko se quedó en silencio. Sakuragi ya pensaba que no iba a responderle cuando ella se encogió de hombros.

 

—Para empezar, no es un rencoroso como tú —murmuró.

 

La respuesta fue como un latigazo para el pelirrojo.

 

Haruko dio media vuelta de nuevo y se marchó.

 

xXx

 

Aprovechando que Kaede estaba en casa, Chiyako Rukawa le había dejado al cuidado de sus hermanos pequeños y había salido a hacer la compra sola. Normalmente se sentía culpable al obligar a Kaede a hacer de canguro, pero después de que su hijo mayor confesara que llevaba dos días regresando temprano a casa porque el entrenador Anzai le había castigado por pelearse con otro chico en el gimnasio, esta vez no se sintió mal en absoluto.

 

«Ya sabía yo que esos moratones no eran de boxear. Ese Satoru siempre está encubriéndole».

 

Lo que no había querido confesar Kaede era con quién y por qué se había peleado. Chiyako trató de no darle demasiada importancia.

 

«Los chicos de quince años se pelean por cualquier tontería —se dijo la mujer—. Mientras no se repita lo que pasó en otoño…»

 

Chiyako se estremeció al recordar el estado en el que encontró a su hijo en el hospital tras haberse peleado él solo con una banda de delincuentes juveniles.

 

Ya estaba regresando del supermercado cargada de bolsas cuando unos pasos por delante de ella apareció una cabeza pelirroja a casi dos metros del suelo.

 

—¡Sakuragi-kun!

 

El aludido se detuvo y se giró. Chiyako le vio la cara llena de moratones y supo de inmediato con quién se había peleado Kaede.

 

—Señora Rukawa —saludó el pelirrojo educadamente cuando la mujer llegó a su altura.

 

—Sakuragi-kun… —repitió la mujer, sin saber ahora muy bien qué decir. No entendía qué podía haber llevado a Kaede a pegarse de esa manera con el chico del que ella sabía que estaba enamorado—. ¿También te han castigado sin ir al gimnasio? —preguntó finalmente.

 

El chico se azoró un poco, seguramente avergonzado al pensar que Chiyako sabía que había golpeado a su hijo.

 

—Sí… —admitió.

 

—Así que fuiste tú el que se peleó con Kaede…

 

Sakuragi se mostró un poco sorprendido.

 

—Creí que ya lo sabía.

 

—Sabía que Kaede estaba castigado por haberse peleado en el gimnasio, pero no que había sido contigo.

 

Sakuragi agachó un poco la cabeza.

 

—Lo siento.

 

Chiyako quería preguntar por qué, pero dudaba que le respondiera con la verdad.

 

—Creí que érais amigos —fue lo único que dijo, apenada.

 

El chico pelirrojo no respondió.

 

—En fin… Buenas noches, Sakuragi-kun. —Y se dispuso a reanudar su camino.

 

—¡Espere! —exclamó el joven—. Deje que le lleve las bolsas.

 

Chiyako vaciló un segundo, pero luego aceptó. De esa manera Sakuragi tendría que acompañarla a casa y así quizás hablaría con Kaede.

 

—Lamento haberme peleado con su hijo —dijo Sakuragi al cabo de unos minutos de tenso silencio—. Después de lo bien que me trató usted en su casa… De verdad que lo siento.

 

—Bueno, no es conmigo con quien debes disculparte… aunque la verdad, no sé qué pasó entre vosotros para que os peleárais, así que tampoco sé quién ha de disculparse con quién —dijo Chiyako.

 

—Yo tampoco estoy muy seguro… —musitó el otro.

 

Chiyako dudó un momento antes de continuar. Si Kaede se enteraba de lo que estaba a punto de decir, podría enfadarse mucho…

 

—Mi hijo te aprecia, Sakuragi-kun. —Notó que el chico se tensaba—. Pero dudo que sepa cómo demostrarlo. Él… no es muy bueno relacionándose con los demás.

 

—Eso es cierto —murmuró Sakuragi.

 

—No tiene muchos amigos, ¿verdad?

 

—…no.

 

Chiyako suspiró.

 

—¿Por qué? —preguntó Sakuragi de pronto—. ¿Por qué es tan… antisocial?

 

Chiyako suspiró de nuevo, más fuerte.

 

—Lo que le pasa a mi hijo es muy sencillo y a la vez muy complicado… —Chiyako dudó un momento—. ¿Te contó de quien era la fotografía que tiene en su escritorio? —preguntó antes de continuar.

 

—Sí —respondió Sakuragi—. De su madre biológica. También me contó que se había... suicidado —añadió en voz baja, como si fuera incómodo decirlo más alto.

 

—Así es... —musitó Chiyako, sorprendida de que al fin Kaede se abriera a alguien de su edad—. ¿Y de su padre biológico? ¿Te contó algo?

 

—No, nada... Pero... bueno, me dio la impresión de que Rukawa tampoco sabía mucho sobre él...

 

— Exacto —suspiró la mujer—. Su padre le abandonó que aún no había nacido.

 

—Oh.

 

—Y su madre, mi hermana, se suicidó un par de años después. Cuando Kaede apenas tenía uso de razón podíamos suavizarlo, pero luego... con siete años tuvimos ya que explicárselo todo porque no dejaba de preguntar, y no fue un trago fácil.

 

— Ya... —murmuró el pelirrojo.

 

—Y desde entonces siempre ha sido así: callado, tímido, introvertido... pero a la vez arrogante y altivo, simulando que no le importa estar solo. Pero le importa. Créeme que le importa.

 

Sakuragi no dijo nada más durante el resto del trayecto, pero Chiyako sabía que el chico seguía pensando en lo que le había dicho.

 

xXx

 

Medio dormido en el sofá, Rukawa se despertó de golpe en cuanto escuchó la puerta de su casa. Rápidamente miró a un lado y a otro, cerciorándose de que Aiko seguía en la cuna y Taro jugando sobre la alfombra con Tensai.

 

Tadaima —dijo su madre al cruzar el umbral—. Mirad a quién me he encontrado y se ha ofrecido amablemente a llevarme las bolsas.

 

Rukawa abrió mucho los ojos al ver aparecer a Sakuragi detrás de su madre.

 

—¡Okaeridasai! —gritó Taro con voz nasal, pues aún seguía resfriado—. ¡Oh! ¡El pelirrojo gigadte!

 

—Hola —Sakuragi saludó al niño e ignoró la cara de sorpresa de Rukawa—. ¿Dónde las dejo? —preguntó, alzando las pesadas bolsas como si fueran saquitos de té.

 

Tensai corrió hacia él y empezó a dar vueltas alrededor de sus pies, ladrando feliz.

 

—En la cocina, por favor —dijo Chiyako—. Por aquí.

 

Tras dirigirle una mirada de cariño al chucho, Sakuragi lo esquivó y desapareció detrás de la mujer en dirección a la cocina. Rukawa estaba en shock. No esperaba volver a ver a Sakuragi en su casa nunca más. Se quedó inmóvil en el sofá sin saber qué hacer. Un minuto después Chiyako y Sakuragi regresaron al salón.

 

—Gracias de nuevo por llevarme las bolsas, Sakuragi-kun —iba diciendo Chiyako—. Supongo que te quedarás a cenar.

 

—Oh no, yo…

 

—No era una pregunta, Sakuragi-kun. —Chiyako sonrió de forma que a Kaede le pareció casi amenazadora, con una expresión que parecía decir “me lo debes”. Quizás Sakuragi le había contado a su madre que había sido él el otro implicado en la pelea, o, teniendo en cuenta las marcas que aún tenía también el pelirrojo en el rostro, se lo había figurado ella sola.

 

Rukawa recuperó la voz.

 

—Mamá… —empezó, pero la mirada que le dirigió Chiyako fue implacable.

 

—Cenaremos en unos quince minutos —Chiyako articuló las palabras de forma que no admitían réplica—. Gracias por cuidar de tus hermanos, Kaede. Ahora podéis iros a tu habitación si quieres.

 

El número 11 del Shohoku miró a su compañero de equipo con cara de circunstancias, casi deseando que este se negara y se largara. Pero Sakuragi tampoco parecía tener ganas de enfrentar a Chiyako Rukawa.

 

En vista de que los dos conflictivos jóvenes eran unos calzonazos en cuanto a madres se refiere, Rukawa se levantó obediente y empezó a subir las escaleras seguido de Sakuragi. Tensai también intentó seguirles pero Taro lo cogió en brazos para poder seguir jugando con él.

 

Una vez en la habitación, Rukawa cerró la puerta e invitó con un gesto a Sakuragi a que se sentara donde quisiera. Sakuragi eligió la silla del escritorio, por lo que Kaede se sentó en la cama.

 

Ninguno dijo nada durante largos y tensos minutos.

 

Al final fue el propio Rukawa quien, por una vez, se sentía asfixiado por el silencio.

 

—Siento lo de mi madre —murmuró sin mirar a su forzado invitado—. A veces es un poco… mandona.

 

—No pasa nada —dijo Sakuragi—. Podría haber sido peor, teniendo en cuenta que sabe que le partí la cara a su hijo.

 

A Rukawa le dio un tic en el ojo. «Aunque ganaras la pelea, yo también te di lo tuyo, pedazo de imbécil, y podría volver a hacerlo ahora», pensó. Pero apretó los puños y se contuvo. En lugar de atizar al pelirrojo, hizo como que no le había oído y cambió de tema con una elegancia inusual.

 

—No te he visto últimamente por el instituto —comentó.

 

—Eso es porque no he ido.

 

—¿Por qué?

 

Sakuragi se quedó mirando a la nada tanto tiempo que Rukawa ya pensaba que no le respondería, pero finalmente lo hizo. Y su respuesta fue tan honesta como inesperada.

 

—Descubrí que Yohei había estado saliendo con Haruko a mis espaldas.

 

Rukawa alzó las cejas, sinceramente sorprendido. ¿Mito y la hermana de Akagi? ¿El mejor amigo se Sakuragi saliendo con su enamorada? Él no conocía mucho a Mito —tan solo que peleaba realmente bien— pero le extrañaba que hubiera traicionado al pelirrojo de esa manera. Quiso decir algo al respecto, pero no sabía qué. Y menos viendo el semblante del otro chico. Sakuragi estaba realmente afectado por aquello, tanto que ni se molestaba en ocultarlo frente a él, Rukawa, con quien siempre se había comportado tan “gallito”.

 

—Qué irónico. —Sakuragi dejó escapar una risita totalmente carente de humor—. Tanto tiempo preocupándome por ti, porque le gustabas a Haruko, y al final resulta que quien me la ha arrebatado no has sido tú, mi peor enemigo, sino mi mejor amigo. Tiene gracia, ¿eh?

 

Ninguna, a juzgar por la expresión lúgubre del pelirrojo. Rukawa acarició inconscientemente el colgante de ónix que le había dado su madre por su cumpleaños y que desde entonces siempre llevaba al cuello. Quería consolarle, pero sabía que no sería bienvenido.

 

—Sabes, hoy me han dicho que soy un rencoroso —continuó Sakuragi de improviso—. Y me he dado cuenta de que, al menos en algunos casos, es cierto. Por ejemplo, tú. Te he tenido rencor por mucho tiempo. No solo por Haruko, también por tu habilidad en el baloncesto. Y ahora te tengo rencor por lo que sucedió aquel día en las duchas…

 

Kaede se quedó completamente inmóvil ante la mención del “incidente” en los vestuarios del Shohoku, sus dedos aún sobre el colgante. No habían hablado de ello desde que sucedió, y no estaba seguro de estar preparado para hacerlo.

 

—Pero… guardar rencor no es sano. —De pronto Sakuragi le estaba mirando tan fijamente que Rukawa se quedó sin respiración—. Voy a olvidar lo que pasó en las duchas. Y tú deberías hacer lo mismo, si quieres que nos llevemos bien. Te ofrecí mi amistad y no voy a echarme atrás, pero… nada más. Lo has entendido, ¿Rukawa?

 

De repente, Rukawa tenía tal nudo en la garganta que apenas podía respirar.

 

Sakuragi acababa de rechazarle. Siempre había esperado algo así en el caso de que el pelirrojo se enterara de sus sentimientos, pero que hubiera sucedido justo en ese momento, sin esperárselo, y de una forma tan… contundente, le había dejado con el corazón helado.

 

—Lo he entendido —murmuró intentando sonar lo más indiferente posible.

 

—Bien.

 

En ese momento oyeron a Chiyako que les llamaba y Rukawa agradeció a los dioses por no tener que estar más tiempo a solas con el pelirrojo.

 

Al bajar al comedor se encontraron con Kojiro, que acababa de llegar. El padre de Kaede saludó a Sakuragi como si no le sorprendiera verle ahí, seguramente avisado por Chiyako.

 

Pronto estuvieron todos cenando. Rukawa y Sakuragi agradecieron internamente la presencia del pequeño Taro, ya que las continuas preguntas y chiquilladas del niño distrajeron lo suficiente a sus padres para que no notaran la tensión entre los dos jóvenes.

 

Al terminar la cena, Sakuragi se ofreció a ayudar a recoger, pero Chiyako se negó en redondo, por lo que el pelirrojo vio la oportunidad perfecta para escapar.

 

—Te veo mañana en el instituto —le dijo Sakuragi a Rukawa cuando este le despidió en la puerta—. Y a partir del martes se acaba el castigo del viejo, así que nos veremos también en el gimnasio.

 

—Sí —fue todo lo que dijo el moreno.

 

—Bueno, adiós.

 

—Adiós.

 

En cuanto Sakuragi se hubo marchado, Rukawa se quedó parado en medio del recibidor varios minutos con una creciente sensación de vacío.

 

«Te ofrecí mi amistad y no voy a echarme atrás, pero… nada más. Lo has entendido, ¿Rukawa?»

 

Por supuesto que lo había entendido. Más claro, agua.

 

Lo que no entendía era como había sido tan imbécil de pensar, aunque fuera por una milésima de segundo, que Hanamichi Sakuragi pudiera corresponderle algún día.

 

«No puedo seguir así…».

 

Rukawa bajó la mirada intencionadamente hacia Tensai, que también había acudido al recibidor para despedir a Sakuragi. El can se había sentado en el suelo y girando la cabeza hacia un lado le devolvió la mirada a su dueño con expresión curiosa.

 

A continuación Rukawa miró el reloj. Eran las diez menos diez de la noche. Tendría que darse prisa.

 

—¡Papá, salgo un momento! —gritó asomándose un momento hacia el salón, donde Kojiro estaba mirando la televisión.

 

—¿A dónde vas a estas horas?

 

—¡Enseguida vuelvo!

 

Sin dejar que su padre pudiera preguntarle de nuevo a dónde iba, Rukawa salió de la casa y empezó a correr en dirección contraria a donde había partido el pelirrojo.

 

Cinco minutos después Rukawa estaba frente al gimnasio Midorikawa. No fue hasta entonces que pensó en lo absurdo de su comportamiento. Que impetuosamente hubiera decidido aceptar la oferta de Mayden para al menos darse la oportunidad de conocerle no significaba que tuviera que esperarle a la salida como una adolescente enamorada. Simplemente debería haber acudido la tarde siguiente y de paso aprovechar para entrenar allí.

 

Sin embargo no tuvo mucho tiempo para arrepentimientos, ya que a los pocos minutos el chico de pelo decolorado salió por la puerta principal con una mochila en la espalda.

 

—¡Ey! —saludó con una sonrisa Mayden al verle.

 

—Ey —saludó Rukawa.

 

Mayden se paró delante de él.

 

—Supongo que no vienes a entrenar —bromeó el rubio—, porque llegas un poco tarde.

 

—No, yo… —Rukawa cambió el peso de un pie a otro, incómodo—. Solo he venido a preguntarte si la oferta de adiestrar a mi perro sigue en pie.

 

—¡Oh, claro! —Mayden sonrió más ampliamente—. Podemos empezar cuando quieras.

 

—Por supuesto te pagaré.

 

—¿Qué? Ni hablar.

 

—Pero tu tiempo…

 

—No voy a adiestrarlo yo, solo te enseñaré cómo hacerlo. Siendo un labrador, serán dos tardes a lo sumo. Y no estoy tan ocupado.

 

A Rukawa no le gustaba demasiado la idea de que Mayden le hiciera ese favor gratis, pero algo le decía que no le iba a convencer de lo contrario, así que se encogió de hombros.

 

—Como quieras.

 

—¿Haces algo mañana por la tarde?

 

El primer pensamiento de Rukawa fue que tenía que entrenar, pero como seguía castigado, podía hacerlo por su cuenta en otro momento.

 

—No.

 

—¿Quedamos entonces?

 

—Vale.

 

—Podemos vernos aquí mismo si te parece. ¿A las cinco?

 

—A las cinco salgo del instituto, mejor a las cinco y media.

 

Mayden parecía muy sorprendido.

 

—¿Instituto? ¿Aún vas al instituto?

 

—Sí. —Rukawa entrecerró los ojos, extrañado ante la reacción del otro—. ¿Pasa algo?

 

—Nada, solo que creía que eras mayor. ¿Qué edad tienes?

 

—Dieciséis.

 

Mayden dejó escapar un silbido.

 

—Pareces mucho mayor que eso.

 

Rukawa empezaba a impacientarse.

 

—¿Mi edad es un problema o algo? —preguntó sin pensar.

 

La sonrisa de Mayden se volvió de pronto menos inocente.

 

—Para nada. ¿Mañana aquí a las cinco y media pues?

 

—De acuerdo.

 

—Hasta mañana pues. Y no te olvides del perro. —Mayden le guiñó un ojo.

 

Ante aquella indirecta tan directa, Rukawa no pudo evitar ruborizarse levemente.

 

 

Continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).