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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

¡Buenas!

Un par de apuntes antes de dejaros con el capítulo: el Torneo de Invierno (o Winter Cup) es el segundo y último torneo importante de baloncesto entre institutos a nivel nacional que se juega a lo largo del curso escolar (recordad que en Japón el curso va del 1 de abril al 31 de marzo). El Campeonato Nacional (también llamado Inter-High) es el primero y se juega en agosto, y el Torneo de Invierno como ya he dicho es el segundo y se juega en diciembre (pero yo en este fic lo he atrasado un mes hasta enero porque cuando lo empecé aún no sabía exactamente en qué mes se jugaba). A veces los jugadores de tercer curso de bachillerato ya no lo juegan porque ya se han retirado del equipo para dedicarse a estudiar para los exámenes de ingreso en la universidad (como es el caso de Akagi y Kogure), pero otros deciden seguir y jugarlo (como es el caso de Mitsui y los de tercero del Shoyo). Si ya lo sabíais, perfecto. Si no, ahí queda la explicación.

En próximos capítulos ya se explicará el funcionamiento de la Winter Cup (yo lo sé gracias a Kuroko no Basket, porque en Slam Dunk, como el manga termina en agosto, no lo explican). 

Un besote. Espero vuestros comentarios.

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 36. El ex capitán del Kainan

 

 

—¿Capitán del Kainan? —repitió Sakuragi—. ¿Este tío?

 

—Sí —afirmó Sendoh, sin dejar de mirar al aludido—. Yo no le conocí, pero un día Uozumi me habló de él. Cuando él estaba en primero, Mamoru Mizutei estaba en tercero y era el capitán del Kainan. Maki estaba en primero, pero ya jugaba de titular. Uozumi en primero no era titular así que no se enfrentó directamente a ellos, pero les vio jugar. Maki ya era igual de temible que ahora, y Mizutei… me contó que era un jugador espectacular.

 

Tras decir Sendoh esto, Sakuragi y Rukawa se giraron también hacia Mayden, quien había recogido el balón del suelo y estaba haciendo malabares con aire despreocupado, como si no fuera de él de quien se estaba hablando.

 

—Ese fue el año en que el Ryonan perdió con más puntos de diferencia contra el Kainan —continuó Sendoh—. Y el Kainan, como siempre, se clasificó para los nacionales. Pero no sé cómo quedaron.

 

Mayden se giró por fin hacia ellos y se dio cuenta de que le seguían mirando, como esperando una respuesta.

 

—¿Mm? No me acuerdo. Yo ya no jugué en los nacionales.

 

—¿Qué? —exclamó Sendoh—. ¿Por qué te retiraste tan pronto? (N/A: como he comentado al principio, lo normal para un jugador de tercero, si se retira, es retirarse como mucho antes de la Winter Cup, no antes de los Nacionales)

 

Mayden se encogió de hombros e hizo rodar el balón sobre un dedo.

 

—Me aburrí del baloncesto.

 

Sendoh y Rukawa fruncieron el ceño, y se miraron entre ellos con expresión suspicaz. Ambos habían intuído enseguida que lo que acababa de decir el ex capitán del Kainan no era cierto. Pero Sakuragi, que era más simple y no solía ver más allá de lo que se le mostraba, se molestó inmediatamente. Él, que había hecho todo lo posible en su rehabilitación para no perderse el Torneo de Invierno, no podía entender que alguien hubiera renunciado a jugar el Campeonato Nacional y la Winter Cup por aburrimiento y aquello le cayó como una bofetada.

 

—¿Te aburriste? —repitió el pelirrojo entre dientes.

 

Mayden asintió.

 

Antes de que el pelirrojo soltara algún exabrupto, cosa que era evidente que estaba a punto de pasar, Sendoh decidió apaciguar el tema.

 

—Bueno, pues es una pena, porque es evidente que eras (eres) muy bueno. En fin, ¿seguimos?

 

Pero el cielo, nublado desde la mañana y cada vez más oscurecido, decidió en ese momento empezar a soltar gotas de agua.

 

—Mierda —murmuró Rukawa, mirando a Tensai. A él no le importaba jugar bajo la lluvia, pero le sabía mal por el cachorro.

 

Mayden le leyó el pensamiento.

 

—Deberías llevarlo a casa.

 

—Yo también me iré —dijo Sendoh—. No quiero resfriarme una semana antes de la Winter Cup. El entrenador Taoka me mataría. Tú tampoco deberías quedarte, Sakuragi.

 

—No lo haré. Me voy a casa. 

 

Los cuatro jóvenes se fueron a por sus chaquetas y abrigos, mientras la lluvia comenzaba a intensificarse. Sakuragi metió su balón en una bolsa y se despidió sin demasiada ceremonia de los otros tres.

 

Sendoh se tomó más tiempo.

 

—Ha sido un placer jugar contigo en persona, aunque haya sido por poco tiempo —dijo mientras le tendía la mano a Mayden—. Me gustaría repetir algún día.

 

—Rukawa sabe dónde buscarme —dijo Mayden, y el aludido no pudo evitar sonrojarse ligeramente ante la mirada curiosa del capitán del Ryonan.

 

—Aún no os he preguntado de qué os conocéis.

 

—Del gimnasio Midorikawa. El gerente es mi padre, y Rukawa viene a veces.

 

—Ajá. —Sendoh miró de nuevo a Rukawa, quien no movió un músculo de la cara. Los rumores sobre la estrella del Shohoku hacía tiempo que habían llegado a Ryonan, pero si Mayden era algo más que un conocido para Rukawa, no era asunto suyo—. Bueno, me voy. Lo dicho, hasta la próxima.

 

—Hasta la próxima.

 

Sendoh siguió el mismo camino que Sakuragi minutos antes, pero ya no alcanzó a ver al pelirrojo. Una lástima, le habría gustado comentar con él el partidillo contra Rukawa y Mayden. El capitán del Ryonan se colocó la capucha de su sudadera por encima de la cabeza y echó a correr hacia su casa.

 

En la cancha, Rukawa cogió a Tensai en brazos y lo semi ocultó debajo de su chaqueta para que no se mojara. Ni él ni Mayden llevaban paraguas, así que caminaron por debajo de las cornisas de los edificios para protegerse al máximo de la lluvia. A veces tenían que caminar uno delante del otro así que no hablaron durante el trayecto. Cuando llegaron a la esquina donde sus caminos se bifurcaban, se detuvieron, y Kaede soltó por fin en voz alta lo que llevaba pensando un buen rato.

 

—No te aburriste del baloncesto, ¿verdad?

 

Mayden frunció levemente el ceño, aunque no lucía muy sorprendido.

 

—¿Por qué lo dices?

 

—No me ha dado esa impresión.

 

Pasaron un par de segundos antes de que Mayden se decidiera a decir algo. Su rostro se relajó, como si estuviera a punto de quitarse un peso de encima.

 

—No. No me aburrí del baloncesto.

 

—¿Y por qué lo dejaste?

 

Mayden sonrió levemente.

 

—¿Por qué te interesa saberlo?

 

Aunque el tono de Mayden tenía un leve matiz pícaro, Kaede ni se dio cuenta, tan intrigado como estaba por la cuestión.

 

—Eres bueno —dijo simplemente.

 

Mayden miró al cachorro que temblaba en brazos de Rukawa.

 

—Quedemos mañana, tú y yo, y te lo contaré. Nos vemos en el gimnasio a las seis y vamos a tomar algo.

 

—De acuerdo.

 

De repente Mayden se acercó mucho a él; Rukawa se tensó, pero el chico rubio se limitó a dar una caricia de despedida a Tensai, luego le miró a los ojos, sonrió y se despidió con un ‘hasta mañana’.

 

Entonces y solo entonces Rukawa se dio cuenta de que acababa de aceptar su primera cita como tal.

 

xXx

 

Yohei miró su reloj por tercera vez en dos minutos. El entrenamiento del Shohoku ya debería haber acabado, ¿por qué no salían? Impaciente, movió su peso de un lado a otro, cada vez más nervioso. Por fin escuchó ruidos y voces desde el pasillo exterior que conducía al gimnasio. Yohei se escondió un poco en la oscuridad mientras veía pasar a todos los jugadores, sin ganas de saludar a nadie. Los últimos, como era habitual, fueron Mitsui y Miyagi, seguidos de Ayako y Haruko. Yohei respiró hondo y dio un paso adelante.

 

—Haruko —la llamó en voz alta y clara.

 

Las dos chicas se sobresaltaron un poco por la repentina aparición.

 

—Yohei, qué susto —se quejó Ayako.

 

Mitsui y Miyagi también se detuvieron. Miyagi fue de inmediato al lado de Ayako, y fulminó a Yohei con la mirada por haber asustado a su chica.

 

—No deberías ocultarte así, Mito. Te tomarán por un pervertido —bromeó Mitsui.

 

Yohei les ignoró. Toda su atención estaba puesta en Haruko.

 

—Haruko, ¿podemos hablar un momento?

 

Instintivamente Ayajo, Miyagi y Mitsui miraron a la segunda asistente, pero solo la primera intuía de qué iba la cosa.

 

Haruko se tomó su tiempo en responder.

 

—Sí —accedió por fin. Se giró un segundo hacia Ayako—. Hasta mañana.

 

Al día siguiente era sábado, pero en Shohoku entrenaban todos los días, incluso los domingos, cuando se acercaba un torneo. Yohei se sintió un poco celoso de toda la atención que requería el equipo por parte de Haruko. A veces deseaba que la chica no se hubiera presentado al puesto de segunda asistente.

 

—Hasta mañana, Haruko —se despidieron Ayako y los chicos.

 

Por fin a solas con Haruko, Yohei sintió que el nerviosismo crecía. Le sudaban las manos. En aquel momento lo estaba pasando peor que cuando rompió con ella. Quizás porque en esa ocasión podía prever su reacción y ahora no tenía ni idea de lo que pasaría.

 

—¿Qué quieres, Yohei? —preguntó ella de forma no muy cálida. De hecho se veía tensa.

 

Yohei decidió empezar por el principio.

 

—He hecho las paces con Hanamichi —la informó.

 

Fue un buen comienzo, a juzgar por cómo la expresión de ella se relajó.

 

—Me alegra mucho oír eso —dijo con evidente sinceridad.

 

—Sé que hice mal las cosas con ambos… y lo siento mucho. —Yohei respiró hondo—. ¿Crees que tú también podrías perdonarme?

 

Haruko frunció el ceño, pero no parecía molesta, sino… triste.

 

—¿Perdonarte por qué? ¿Por haber cortado conmigo?

 

—…Sí.

 

—Bien. Te perdono.

 

Yohei sintió que se le alegraba el corazón.

 

—¿Entonces? —preguntó con un leve atisbo de sonrisa.

 

—Entonces, ¿qué? —preguntó Haruko, sin revelar ninguna emoción en su voz.

 

La alegría y la sonrisa de Yohei se desvanecieron al darse cuenta de que se había adelantado demasiado.

 

—¿Volverás a ser mi novia?

 

De nuevo, Haruko se tomó su tiempo en contestar.

 

—No estoy segura de quererlo, Yohei —respondió finalmente.

 

Yohei dejó escapar el aire que había estado reteniendo sin darse cuenta. Se consoló pensando que al menos no era un ‘no’ categórico.

 

—¿Por qué no? —preguntó.

 

—Porque puedo entender que Sakuragi signifique más para ti… —empezó Haruko. Yohei intentó interrumpirla pero ella le indicó con un gesto que callara—. En serio, lo entiendo. Es tu amigo de toda la vida y tú y yo solo nos conocemos desde hace menos de un año. Pero lo que no puedo entender, Yohei, es que decidieras cortar conmigo de esa manera, sin importarte mi opinión sobre el asunto… Me sentí como si yo no te importara… al menos no tanto como creía.

 

—Eso no es así, Haruko. Me importas mucho, eres la primera chica que me ha importado de verdad.

 

Haruko no dijo nada. Era evidente que no la había convencido. Lucía verdaderamente triste, y Yohei se odió por ser el causante de su tristeza.

 

—¿Puedo hacer algo para que quieras volver a ser mi novia? —preguntó el chico, abatido.

 

—No lo sé. Darme un poco de tiempo, quizás.

 

—Como tú quieras.

 

Tras un silencio incómodo, Haruko dijo que tenía que irse ya. Se despidieron, y Yohei la contempló mientras se marchaba.

 

xXx

 

Al día siguiente, sábado, Rukawa acudió puntual a la cita a las seis en la puerta del gimnasio Midorikawa. No se sentía nervioso, pero sí expectante. No es que tuviera mucha experiencia en citas con chicas —ninguna, de hecho—, pero al menos estaba enterado de cómo funcionaban las citas hetero entre estudiantes de bachillerato —contínuamente oía hablar de ello a sus compañeros de clase—, pero no sabía qué esperar de una cita con un chico, y además universitario. Debería haber llamado a su tío Satoru.

 

Hacía más frío incluso que el día anterior. Rukawa metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y caminó en círculos por la zona para no quedarse frío. Por suerte Mayden llegó apenas dos minutos después.

 

—¿Cómo está Tensai? —le preguntó el chico rubio nada más saludarle.

 

—Creo que está bien. No parece haberse resfriado ni nada. —Kaede se había sentido tan culpable al llegar a casa con el cachorro empapado en sus brazos que incluso le dio un baño caliente en una vieja bañera de plástico de Taro.

 

—Me alegro. —Mayden dio una rápida vista alrededor—. Bueno, por aquí no hay muchos sitios donde tomar algo. Pero si vamos hacia Koshigoe habrá más donde elegir.

 

—Bien.

 

La playa Koshigoe y el paseo marítimo que la bordeaba no quedaban muy lejos de allí, apenas unas manzanas hacia el sur. Rukawa quería preguntarle a Mayden cuanto antes sobre su prematura retirada del baloncesto, pero se aguantó, y en lugar de eso decidió ser un poco más sociable y preguntarle por el gimnasio y por su padre. Mayden se entusiasmó con el tema y le contó con pelos y señales cómo su padre había decidido invertir en el gimnasio Midorikawa después de años de trabajar como asalariado en otros gimnasios y dojos, y que estaba encantado con su nueva faceta de gerente. También le contó, con orgullo de hijo, que había sido campeón nacional de karatedo cuando estaba en la universidad, pero que después se había sentido atraído por otros estilos de lucha más occidentales como el boxeo, y que había sido él quien le había iniciado en ese deporte.

 

—Pero en secundaria no hay boxeo en las escuelas, y no me caía bien el entrenador de karatedo y judo, así que me apunté a baloncesto —dijo Mayden, encogiéndose de hombros como si le restara importancia.

 

Para entonces ya habían llegado a Koshigoe. La playa, por supuesto, estaba desierta, pero no así el paseo marítimo, el cual estaba bastante animado entre bares y tiendas que abrían los sábados por la tarde. Caminaron unos minutos por el paseo hasta que se detuvieron en un bar que tenía una terraza cubierta desde donde se podía observar perfectamente la pequeña isla de Enoshima, al final de la playa, unida al continente por dos puentes, una postal clásica de aquella zona.

 

Tras pedir unos refrescos al camarero, Rukawa no aguantó más y fue directo al grano.

 

—¿Y qué pasó? ¿Por qué te retiraste tan pronto?

 

Mayden le miró con una ceja alzada, pero luego sonrió y se acomodó en su asiento.

 

—Verás, me cansé de tener problemas con mis compañeros.

 

—¿Problemas? —repitió Rukawa—. ¿Qué problemas?

 

Mayden se encogió de hombros. Rukawa notó que al rubio le costaba mantener la sonrisa.

 

—No les gustaba mi forma de ser.

 

—¿Tu forma de ser?

 

—No les gustaba que fuera gay.

 

Así pues, de eso se trataba. Rukawa tragó saliva.

 

—¿Por eso dejaste el baloncesto?

 

—Sí. Decidí que era mejor para mí dejar los deportes de equipo, así que regresé a las artes marciales.

 

Rukawa se quedó en silencio, pensativo. A Mayden no le pasó desapercibida la expresión abatida del más joven, y adivinó lo que estaba pensando.

 

—A ti no tiene por qué pasarte lo mismo.

 

Rukawa abrió mucho los ojos.

 

—¿Cómo sabes…?

 

—No lo sabía seguro, pero lo suponía. Los chicos como nosotros nos reconocemos. Llámalo “radar gay”, si quieres —sonrió.

 

Rukawa se acordó de su tío Satoru diciendo que él sabía ver estas cosas.

 

—En mi equipo ya lo saben… —murmuró. Se sentía raro hablando de un asunto tan privado con alguien que era prácticamente aún un desconocido, pero en el fondo sentía que podía confiar en él—. Y no he tenido problemas con ellos, pero sí con rivales. —Rukawa rememoró con desagrado el desastroso partido contra el Shoyo en el Festival de los Deportes de otoño.

 

—Si en tu equipo te apoyan, tienes mucho ganado. Pero ten en cuenta que no siempre jugarás con la misma gente.

 

En efecto, pensó Rukawa, podría ser que sus futuros compañeros de equipo en la universidad no fueran tan comprensivos.

 

—¿Qué pasó en Kainan? —se aventuró a preguntar.

 

Mayden torció el gesto, claramente incómodo.

 

—No pasó nada grave, pero no me gusta mucho hablar de ello. Solo te diré que cuando me nombraron capitán hubo bastante desacuerdo en el equipo. Aguanté los motines como pude durante el campeonato de la prefectura, pero en cuanto el equipo estuvo clasificado para el nacional decidí que ya tenía suficiente.

 

Rukawa asintió, comprensivo, sin decir nada. Entonces Mayden cambió de tema, y Rukawa no volvió a insistirle.

 

xXx

 

Sakuragi y Yohei estaban aquella tarde también en la playa de Koshigoe, sentados sobre el murete que separaba el paseo marítimo de la playa. Apenas habían pasado unos días desde la última vez que habían quedado a solas, pero se sentía como si hubieran pasado décadas.

 

En esta ocasión, el que estaba bajo de ánimos era Yohei. Sakuragi le preguntó el motivo, y aunque al principio Yohei le dio evasivas, aún incómodo de hablar de alguien que casi les había costado su amistad, finalmente admitió que la causa de su desdicha era Haruko, quien no había aceptado volver con él.

 

Sakuragi no tenía mucha experiencia con las mujeres, pero sí sabía una cosa y era que estas eran tozudas y que no solía valer la pena intentar hacerlas entrar en razón.

 

—Haz lo que te ha dicho y dale tiempo. Ya se le pasará —aconsejó el pelirrojo. Echó la cabeza hacia atrás y miró el cielo que empezaba a oscurecerse.

 

Yohei asintió y se quedó mirando a su amigo. Desde que habían hecho las paces que le notaba más serio. Al principio había pensado que era porque aún estaba molesto, pero ahora se daba cuenta de que se trataba de algo diferente y que llevaba más tiempo cociéndose.

 

—¿Sabes, Hanamichi? Creo que has madurado.

 

Sakuragi le miró y soltó una risita.

 

—Y me lo dice el otro macarrilla de instituto —se burló.

 

—No te lo digo en plan condescendiente —aseguró Yohei—. Por mucho que nos metamos contigo, nosotros somos igual de críos, y yo el que más. Pero últimamente… te noto diferente.

 

Sakuragi se encogió de hombros y volvió a mirar al cielo. Dos segundos después habló.

 

—Supongo que tendrá que ver con el baloncesto y con la lesión —murmuró—. En el baloncesto por fin encontré algo que me apasionaba, algo en lo que realmente soy bueno y que hace que la gente me admire y no que me tema. Y la lesión casi me lo arrebata cuando apenas había empezado a disfrutarlo.

 

—Fue una putada —musitó Yohei—. Ojalá te hubiéramos podido apoyar más. Pero la clínica estaba en la otra punta de…

 

—Me apoyásteis —aseguró Hanamichi—. Solo que yo estaba demasiado cabreado con todo y con todos y perdí un poco la cabeza. Joder, si hasta… —el pelirrojo calló.

 

—¿Hasta qué? —insistió Yohei, intrigado.

 

Sakuragi dudó, pero enseguida se dio cuenta de que no valía la pena esconderlo. Lo hecho, hecho estaba.

 

—Fumé marihuana —soltó finalmente.

 

Yohei abrió los ojos como platos.

 

—¿Cómo?

 

Sakuragi negó con la cabeza.

 

—No vale la pena hablar de eso. En serio, ya se me ha pasado la tontería.

 

A Yohei le hubiera gustado una explicación pero se conformó con la palabra de su amigo. Entonces, una figura conocida a lo lejos le llamó la atención.

 

—¿Ese no es Rukawa?

 

Sakuragi giró la cabeza para mirar en la misma dirección que Yohei. En efecto, ahí estaba Rukawa, sentado en una terraza cubierta acompañado de un chico rubio. A pesar de la carpa de plástico que protegía la terraza, Sakuragi vio inmediatamente que se trataba del ‘jubilado’.

 

El pelirrojo frunció el ceño, preguntándose por qué el azar le obligaba a toparse con el zorro una y otra vez. De acuerdo que vivían en barrios contiguos y que apenas había dos canchas de baloncesto en toda la ciudad, pero ¿también un sábado por la noche en la playa en invierno? Había que joderse.

 

—¿Quién está con él? —preguntó Yohei—. ¿Le conoces?

 

—Es un tipo que jugó con el Kainan —respondió Sakuragi, recordando la tarde anterior y el inesperado partidillo de dos contra dos.

 

—¿Con el Kainan? —se sorprendió el otro—. ¿Y de qué lo conoce?

 

—Ni lo sé ni me importa.

 

—A lo mejor es su novio.

 

Sakuragi miró a Yohei con gesto sorprendido.

 

—¿Por qué dices eso?

 

Yohei se encogió de hombros.

 

—Bueno, podría ser, ¿no? Como Rukawa es, ya sabes…

 

Sí, Sakuragi lo sabía, lo sabía muy bien. Así como también sabía que Rukawa estaba por él, por eso no le cuadraba que el zorro anduviera coqueteando con otros. Pero claro, eso no se lo podía decir a Yohei.

 

El pelirrojo volvió a mirar a la presunta pareja. Ahora que lo pensaba, la tarde anterior aquellos dos habían aparecido vestidos de calle, así que no habían quedado precisamente para entrenar. Frunció el ceño al recordar también las excelentes jugadas del jubilado. A Hanamichi tanto le daba a quién le iba detrás Rukawa, lo que en ese momento le recarcomía era que el zorro tuviera la oportunidad de entrenar con alguien capaz de dejar a Sendoh con cara de idiota y no la aprovechara.

 

Tuvo una idea. Meses atrás su orgullo la habría desechado, pero quizás Yohei tenía razón y a pesar de todo estaba madurando.

 

—Vamos —dijo levantándose.

 

—¿Eh? ¿A dónde?

 

Sakuragi no puedo evitar sonreir con expresión calculadora.

 

—A saludar.

 

xXx

 

Rukawa no le vio hasta que apareció de repente frente a ellos.

 

Se quedó tan sorprendido de su repentina presencia que no fue capaz de decir nada. Sentado a su lado, Mayden sí reaccionó con naturalidad.

 

—Anda, pero si es… ¿Sakurai?

 

—Sakuragi —corrigió el pelirrojo sin parecer molesto. Alzó una mano hacia el chico que estaba a su lado—. Y este es Yohei Mito.

 

—Encantado —dijo Mayden.

 

—Igualmente —dijo Mito, quien al igual que Rukawa tenía cara de no saber qué hacía Sakuragi ahí.

 

—¿Venís a tomar algo? —preguntó Mayden, casual.

 

—No, solo que os he visto y he venido a saludar.

 

Rukawa alzó una ceja, suspicaz. ¿Sakuragi molestándose en saludarle? Pero entonces se dio cuenta de que le atención del pelirrojo no se había dirigido a él en ningún momento.

 

—A saludar y a pedirte una cosa —continuó Sakuragi.

 

—¿A mí? —se extrañó Mayden.

 

El pelirrojo hizo una pequeña inclinación, y dijo:

 

—Por favor, enséñame la jugada que realizaste ayer.

 

Definitivamente, Sakuragi era especialista en sorprender a la gente.

 

Rukawa pensó que quizás había oído mal. Mito, al lado de Sakuragi, tenía cara de no entender nada. Y Mayden, aunque también estaba sorprendido, de nuevo fue el primero en reaccionar.

 

—¿Quieres que te enseñe la jugada de ayer? ¿Cuál? ¿La del gancho pasado? —preguntó.

 

—Sí —contestó Sakuragi, aunque tenía más bien expresión de ‘supongo’.

 

Mayden sonrió y se encogió de hombros.

 

—Claro, como quieras.

 

Rukawa parpadeó rápidamente.

 

—Ey, espera. No puedes entrenarle.

 

Mayden y Sakuragi se giraron hacia él.

 

—¿Por qué no? —preguntó Mayden, fingiendo extrañeza, pero su tono era juguetón.

 

Rukawa no supo qué responder. Había hablado sin pensar.

 

—Eso, ¿por qué no? —dijo Sakuragi.

 

—Ni siquiera fuiste educado con él ayer —exclamó por fin Kaede—. ¿Y ahora le pides que te enseñe con todo el morro del mundo?

 

—He visto una oportunidad. No es mi culpa si tú prefieres andar con él pelando la pava en lugar de entrenar. Te recuerdo que falta apenas una semana para el Torneo de Invierno.

 

Rukawa no pudo evitar sonrojarse ante el reproche.

 

—Lo sé perfectamente, idiota —bufó.

 

—Ey chicos, no os peleéis —rio Mayden—. Puedo intentar enseñarte esa jugada, Sakuragi, pero te advierto que una semana es poco tiempo para dominarla. Podemos quedar mañana domingo. —Miró intencionadamente a Rukawa—. ¿Te apuntas?

 

Rukawa le devolvió la mirada y asintió, ignorando el gesto de hastío del pelirrojo.

 

—Por supuesto.

 

Continuará…


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