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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 40. Noche en Morioka

 

 

Empezaba a nevar con fuerza. Hanamichi se sacudió la nieve de los hombros —aunque pronto volvería a acumularse—, y se sentó en el banco junto a un estupefacto Rukawa.

 

—¿Q-qué haces aquí? —balbuceó este entre sollozos.

 

—He venido a por ti —dijo el pelirrojo mirando fijamente el pálido rostro del zorro bañado en lágrimas y sus ojos enrojecidos y vidriosos. Nunca se imaginó que algún día le vería así.

 

—¿Qué...? ¿Por qué?

 

—Porque tus padres estaban demasiado preocupados.

 

—¿Y por qué no han venido ellos...? —preguntó Rukawa en voz baja. Poco a poco sus sollozos iban remitiendo.

 

Sakuragi le pasó un pañuelo de papel que el zorro aceptó.

 

—Pensaron que quizás te sentirías más cómodo si venía a recogerte un amigo... —explicó encogiéndose de hombros.

 

En realidad había sido idea de Kojiro Rukawa. Chiyako no se había mostrado muy convencida, pero su marido había insistido en que era mejor que a Kaede le fuera a buscar un buen amigo y no los padres con los que había discutido tan fuertemente antes de partir.

 

Sakuragi no se consideraba a sí mismo tan “buen amigo” de Rukawa como debería haber sido, pero no había dudado ni por un segundo cuando el señor Rukawa le había pedido el favor. 

 

Al cabo de un par de minutos, Rukawa consiguió por fin controlarse y dejó de llorar.

 

—¿Cómo me has encontrado?

 

—Bueno, resulta que tus padres tenían la última dirección del señor este, así que me pagaron el tren y aquí estoy.

 

Rukawa titubeó.

 

—¿Te lo han contado todo?

 

—Sí.

 

—Oh. —Y se quedó callado.

 

—Y bien, ¿cómo te ha ido? —se atrevió Sakuragi a preguntar ante el silencio del zorro.

 

Rukawa desvió la mirada a la nevada acera y se encogió de hombros. Las lágrimas acudieron de nuevo a sus ojos azules.

 

—¿Encontraste lo que buscabas...? —aventuró el pelirrojo.

 

—No... —susurró, y se le escapó un nuevo sollozo.

 

—Ey... —exclamó Sakuragi, colocando instintivamente su mano en el hombro del chico más joven— Vamos, ¿qué ha pasado? ¿No le has visto?

 

—Sí, sí que le he visto —replicó Rukawa—. Y parece un buen hombre, ¿sabes? Pero dice que quiere a su mujer más que a nada en el mundo, y aun así se metió en la cama con mi madre y la dejó preñada, y no solo eso sino que después la dejó tirada sabiendo que no estaba bien de la cabeza y se marchó de Kanagawa. Solo regresó cuando ella murió y lo único que se le ocurrió para ocuparse de mí fue mandarme a un colegio fuera del país para que su mujer nunca se enterara de que tenía un hijo bastardo... —explicó de tirón liberando su rabia.

 

—Vaya... Hacía tiempo que no te escuchaba decir tantas palabras seguidas —bromeó el pelirrojo para rebajar la tensión.

 

—No tiene gracia, doa’ho. —Rukawa parecía arrepentido de habérselo contado.

 

—Ya lo sé. Solo pretendía que te relajaras un poco. —Sakuragi se puso de nuevo serio—. Mira, Rukawa, yo creo que lo importante es que por fin has averiguado lo que querías... Ahora es el momento de seguir adelante y regresar a casa, ¿no?

 

Rukawa cerró un momento los ojos e inspiró hondo.

 

—Debería, ¿no? Aunque no tengo ni idea de cómo voy a enfrentar a mis padres después de todo esto...

 

—Son tus padres —dijo Hanamichi—. No hay nada que no se pueda arreglar.

 

—Sí. —Rukawa asintió—. Son mis padres.

 

Sakuragi sonrió, contento de ver a Rukawa tan convencido.

 

—Pero ahora ya no hay trenes —dijo el moreno—. Así que la verdad no sé cómo vamos a regresar... Puede que haya algún autobús...

 

—No, no creo que lo haya. Deberíamos quedarnos esta noche aquí —dijo Hanamichi.

 

—¿Aquí, en Morioka? —se sorprendió Rukawa—. ¿Y dónde dormimos, en la calle?

 

—No, idiota. En un hotel.

 

—¿En un hotel?

 

—Sí.

 

—Pero... yo no llevo tanto dinero.

 

—Yo sí.

 

Sakuragi se sacó la cartera del bolsillo de su pantalón, la abrió y sacó una tarjeta de crédito que le entregó al más joven.

 

—Me la ha dado tu padre para ti, para que nos paguemos el alojamiento y regresemos mañana por la mañana en el primer tren.

 

Rukawa se quedó mirando la tarjeta un segundo.

 

—Él ya sabía que no iba a quedarme con mi padre biológico, ¿eh? —murmuró.

 

—Supongo…

 

Seguía nevando. Rukawa se levantó y se sacudió la nieve.

 

—Bueno, pues será mejor que empecemos a buscar uno.

 

Sakuragi también se levantó.

 

—Sí. Y en cuanto encontremos uno, hemos de llamar a tus padres para que sepan que estamos bien. Se lo he prometido —recordó Sakuragi.

 

En la cara de Rukawa volvió a aparecer un gesto de angustia.

 

—Les puedo llamar yo si quieres... —suspiró Hanamichi.

 

—Gracias...

 

xXx

 

Una vez llegaron caminando al centro de la ciudad, no tardaron en toparse con un hotel. Era de estilo occidental, ni muy cutre ni muy lujoso, así que les iba de perlas. Cuando Rukawa sacó la tarjeta de crédito en recepción, Sakuragi por un momento pensó que iba a pedir habitaciones separadas, pero no fue así. Simplemente pidió una habitación doble. Seguramente, pensó el pelirrojo, no quería gasta más dinero de su padre del necesario. Pero de pronto el pelirrojo se dio cuenta de dónde se estaba metiendo. ¡Iba a pasar la noche con Rukawa, a solas, en la habitación de un hotel!

 

La recepcionista les puso muchas pegas cuando vio que eran menores de edad, pero Sakuragi lo solucionó prometiéndole que iba a llamar a sus padres delante de ella y que si quería ella también podía ponerse para confirmar que estos estaban enterados de su paradero. Pero ella desistió y simplemente se quedó escuchando junto a Rukawa mientras Sakuragi llamaba a Kanagawa desde el teléfono de recepción, ya que el móvil de Rukawa se había quedado sin batería.

 

—# Moshi, moshi. Rukawa desu.# —la voz de Kojiro se notaba tensa.

 

—Señor Rukawa, soy Sakuragi.

 

—#¡Sakuragi! —exclamó el hombre aliviado—. ¿Dónde estás? ¿Le has encontrado?#

 

—Sí, ahora mismo estoy con él.

 

—#¿Estás con él? Gracias a dios... ¿Puedes pasármelo?#

 

—Ahora mismo no tiene muchas ganas de hablar... —Sakuragi miró a Rukawa de reojo, quien al suponer que su padre había pedido para hablar con él bajó la mirada al suelo—. Entiéndalo... Pero les juro que está bien.

 

—# De acuerdo... —aceptó Kojiro no muy convencido—. ¿Dónde estáis?#

 

—En un hotel de Morioka, vamos a quedarnos esta noche aquí, y mañana por la mañana regresaremos con el primer tren.

 

—# Está bien... Gracias por todo, Sakuragi.#

 

—No hay de qué. ¿Puedo pedirle un favor?

 

—# Claro, dime.#

 

—Aún no he avisado a mi madre, ya que estaba trabajando. ¿Podría llamarla usted y explicarle por qué estoy pasando la noche fuera en Morioka? Así me ahorro la bronca...

 

—#Claro, no te preocupes. Dame el número de teléfono de tu casa.#

 

Sakuragi le dio el número y después de despedirse colgó y sacó la tarjeta del teléfono.

 

—Ya está —le dijo girándose hacia Rukawa.

 

—¿Estaba enfadado...? —preguntó Kaede.

 

—No, está preocupado.

 

Rukawa no dijo nada.

 

—¿Bueno, subimos? —preguntó al verle ya con las llaves de la habitación en la mano.

 

—Sí, vamos...

 

Y empezaron a subir las escaleras en dirección a la habitación que les habían asignado.

 

xXx

 

Kojiro colgó el teléfono y le repitió palabra por palabra la conversación a Chiyako. La mujer, aliviada, se dejó caer en el sofá y suspiró.

 

—Suerte de Sakuragi...

 

—Sí... —dijo Kojiro sentándose a su lado—. Solo espero que esta noche no hagan una tontería...

 

—¿Cómo...? —se sorprendió Chiyako quedándose con la boca abierta.

 

—No me mires así, que sabes de que te hablo... Yo también me he dado cuenta de lo que se traen esos dos...

 

Después de unos segundos Chiyako cerró por fin la boca y sonrió.

 

—No te preocupes, creo que podemos confiar en ellos.

 

—Si tú lo dices... —bufó Kojiro nada convencido. Tenía la sensación de que no hablaban exactamente de lo mismo.

 

—Voy a ver cómo está Taro...

 

Chiyako se levantó y se dirigió a la habitación de su hijo menor. Abrió la puerta sin hacer ruido y se acercó de igual manera a la cama de Taro, quien estaba tumbado boca arriba con los ojos cerrados.

 

—¿Duermes? —susurró.

 

—No —dijo el pequeño secamente abriendo los ojos.

 

—Nos ha llamado el amigo de tu hermano. Está bien, y mañana regresará a casa.

 

El niño no dijo nada.

 

—Cariño, ¿quieres preguntarme algo sobre lo que te he contado antes...?

 

—No.

 

Chiyako suspiró y le acarició el pelo. No tenía ni idea de lo que estaba pasando por la cabeza del pequeño.

 

xXx

 

La habitación era pequeña pero bastante cómoda. Tenía dos camas, separadas por una mesilla de noche, una junto al balcón y otra arrimada a la pared de enfrente. El baño también era de estilo occidental, con una bañera con ducha incorporada.

 

Rukawa se sacó la cartera y las llaves de los bolsillos de la chaqueta y los dejó encima de la mesilla. Acto seguido empezó a desnudarse.

 

—¿Q-qué haces? —exclamó Sakuragi sin poderlo evitar.

 

—No pienso dormir vestido, doa’ho, y no he traído pijama —explicó Rukawa irónicamente—. Pero la calefacción está muy alta.

 

Eso era cierto, la calefacción estaba tan alta en todo el hotel que Sakuragi tampoco se veía capaz de dormir vestido.

 

—Yo voy... a... darme una ducha... —murmuró dándose rápidamente la vuelta para no ver al zorro en calzoncillos.

 

Bajo el chorro de agua caliente, y mientras se frotaba su musculado cuerpo con brío, Hanamichi no podía sacarse de la cabeza la situación en que estaba metido.

 

«Estoy con el zorro... a solas... en una habitación de hotel...»

 

Pero no tenía por qué pasar nada, se recordó a sí mismo. Él seguía hecho un lío, y recordó además que seguramente Rukawa seguía enfadado con él por el tema de los rumores. No, definitivamente no iba a pasar nada…

 

Cuando salió del baño, en calzoncillos, vio que Rukawa ya estaba acostado en la cama que estaba junto al balcón, tumbado de lado y dándole la espalda. Y como efectivamente también estaba en calzoncillos, Sakuragi pudo contemplar a placer esa espalda bien formada, esas piernas largas y bien torneadas, y ese trasero firme cubierto solo por unos bóxers negros.

 

De repente sentía su corazón desbocado.

 

Aturdido, el pelirrojo se sentó en la otra cama y se dejó caer tumbado boca arriba. Mientras contemplaba el techo, empezó a pensar que era bastante estúpido por su parte empeñarse en negar algo que a esas alturas era ya tan evidente.

 

Deseaba a Rukawa.

 

Seguramente no estaba enamorado de él, no al nivel en que Rukawa decía estarlo de él, pero sí sentía algo por el zorro.

 

Giró la cabeza para contemplar una vez más al susodicho, preguntándose si debería hablar con él y sincerarse. Sus cabellos reposaban completamente desordenados sobre la almohada, y a pesar del calor que hacía en la habitación, parecía estar abrazándose a sí mismo como si tuviera frío.

 

Entonces comprendió que aunque aún no estuviera todo perdido, ahora no era el momento de hablarle a Rukawa sobre sus sentimientos. El zorro ya tenía bastante con lo que había sucedido esa noche.

 

—¿Apagas la luz? —preguntó Rukawa de pronto, sin moverse un ápice.

 

—Sí, perdona. —Sakuragi extendió el brazo y apagó la luz—. Buenas noches.

 

—Buenas noches...

 

Y se hizo el silencio en la habitación.

 

xXx

 

Definitivamente, la calefacción estaba demasiado alta. El calor despertó a Sakuragi y se removió en la cama sigilosamente buscando en vano una postura más fresca. Cuando se dio la vuelta y vio la cama de Rukawa vacía, se asustó. Pero se tranquilizó enseguida al localizarle en medio de la oscuridad frente a la puerta acristalada que daba al balcón de la habitación.

 

Aunque le daba la espalda, la visión le pareció hermosa. No había cortinas por lo que podía ver perfectamente tras él la visión nevada de la ciudad, y la luz de la luna reflejarse en el pálido cuerpo de Rukawa. Su piel, color marfil, parecía brillar en la oscuridad.

 

Sakuragi se levantó como hipnotizado y en dos pasos se acercó a Rukawa. Este se sobresaltó al sentir a alguien tras él y se dio media vuelta.

 

—Lo siento, no quería asustarte... —dijo Sakuragi apenado al encontrar nuevos rastros de lágrimas en el rostro del kitsune.

 

—No pasa nada —dijo Rukawa pasándose la mano por la cara para eliminarlos.

 

—¿No puedes dormir? —preguntó el pelirrojo.

 

—No.

 

—Eso es raro en ti —bromeó.

 

—Ya... —fue la lacónica respuesta.

 

Sakuragi frunció el ceño.

 

—Rukawa, ¿estás bien?

 

—Sí —dijo Rukawa mirando de nuevo hacia la ventana. Pero o tenía un concepto muy especial de lo que significaba ‘estar bien’ o le estaba mintiendo descaradamente, porque a los dos segundos volvía a tener los ojos llenos de lágrimas—. Joder...

 

—Rukawa...

 

—No sé qué me pasa... —susurró Kaede con la voz rota—. No puedo parar...

 

—Que tienes ganas de llorar, y de desahogarte —dijo Sakuragi—. Es lo más normal del mundo.

 

El número 11 del Shohoku no parecía muy convencido, pero no le rebatió. Una lágrima le resbaló por la mejilla y Sakuragi, en un impulso, se la secó con el pulgar.

 

—¿Qué haces...? —exclamó Rukawa sorprendido por el gesto.

 

—Estar a tu lado —dijo Sakuragi—. Apoyarte.

 

Y antes de que Rukawa reaccionara, Sakuragi le abrazó fuertemente contra él. El moreno no se apartó pero estaba tenso, sorprendido por esa repentina muestra de afecto.

 

—Lamento haber iniciado los rumores —continuó Hanamichi. Necesitaba sacarse ese peso del pecho cuanto antes—. Lo lamento de veras. Fui un idiota, un doa’ho. Por favor perdóname.

 

—Está bien —susurró Rukawa al cabo de unos largos segundos.

 

Sakuragi se sintió un poco mejor al saberse perdonado. Pero al poco se dio cuenta de que Rukawa estaba temblando. Hanamichi no sabía si el motivo era el llanto, el frío, u otra cosa. Lo único que sabía era que quería que parara, quería que Rukawa se sintiera bien en sus brazos.

 

Así que Sakuragi apretó el abrazo. Rukawa ahogó una exclamación de sorpresa e intentó apartarse, pero Hanamichi no le dejó.

 

—Sakuragi… —se quejó Rukawa.

 

Pero Sakuragi no le soltó. Sabía que Rukawa necesitaba ese abrazo y él no iba a echarse atrás. Así que mantuvo al zorro apretado contra él, hasta que notó al zorro relajarse, y se quedaron así, en silencio, por varios minutos.

 

Pero Sakuragi no contaba con la reacción que ese abrazo provocaría en sus cuerpos casi desnudos. En los de ambos.

 

Finalmente Rukawa se separó un poco, lo suficiente para ver bien a Sakuragi a los ojos. En los suyos podía leerse perfectamente la confusión que le provocaba sentir la erección del pelirrojo contra la suya, sin que esta vez él hubiera hecho nada más que responderle el abrazo.

 

Sakuragi no lo resistió más, tenía los labios de Rukawa demasiado cerca como para controlarse. Así que redujo la distancia entre ellos a cero y los aprisionó posesivamente.

 

Rukawa, shockeado por esa inesperada acción del pelirrojo, tardó bastante en corresponderle el beso, pero cuando lo hizo, lo hizo de manera aún más pasional que su ‘atacante’.

 

Las manos que hasta ese momento habían permanecido quietas en la espalda del otro, ahora recorrían mutuamente sus cuerpos en busca de caricias cada vez más excitantes. Hasta que Rukawa sintió las manos de Sakuragi apretando sus nalgas y se separó algo bruscamente.

 

—¿Qué pasa...? —preguntó Sakuragi, temiéndose haber metido la pata.

 

—¿Qué te pasa a ti? —preguntó a su vez Rukawa, recuperando su pose fría habitual, aunque sus mejillas estaban encendidas—. ¿A qué viene esto?

 

Sakuragi titubeó por un segundo; no sabía cómo explicarse.

 

—No juegues así conmigo, sabes que no es justo —le reprochó el más joven.

 

—¡No estoy jugando! —replicó Sakuragi, más animado al saber que Rukawa no le había olvidado. Entonces se atrevió a sincerarse—. Tú me gustas...

 

La expresión de Rukawa no cambió.

 

—¿Ah sí? ¿Y desde cuándo? —preguntó sarcástico.

 

—N-no lo sé...

 

—Ya... Sabes qué, mejor voy a pedir otra habitación...

 

Dio dos pasos pasando de largo a Sakuragi pero este le jaló fuertemente del brazo y lo tumbó en su cama, colocándose arriba e inmovilizándolo.

 

—¡¿Qué coño haces?! —exclamó intentando soltarse, pero no era nada fácil.

 

—¿Quieres saber desde cuando me gustas? —preguntó Sakuragi manteniendo sus muñecas a ambos lados de su cabeza—. Te lo diré. Me gustas desde que me levanto cada mañana y tú eres lo primero que me viene a la cabeza. Me gustas desde que eres la primera persona a la que busco con la mirada al llegar al instituto. Me gustas desde que no puedo dejar de pensar en ti, ni un solo puto momento del día. ¡No sé desde cuándo me gustas, pero me gustas! ¿Te ha quedado claro?

 

Rukawa ya no forcejeaba para liberarse. Completamente paralizado por las palabras del pelirrojo, solo atinó a asentir.

 

Sakuragi inspiró hondo para calmarse. Por fin lo había soltado.

 

—Muy bien... —sonrió el pelirrojo—. ¿Por dónde íbamos?

 

Y se inclinó para besar nuevamente al zorro, complacido por la respuesta fogosa que este le dio. Le soltó de las muñecas y enterró las manos en su cabello, mientras que las de Kaede le acariciaban por toda la extensión de su espalda.

 

Poco a poco las caricias se hicieron pronto más pesadas, más febriles. La mano derecha de Rukawa se dirigió hacia las partes íntimas del pelirrojo, pero se detuvo justo en el borde de sus calzoncillos. Sakuragi contuvo la respiración.

 

—¿Vas a golpearme de nuevo…? —preguntó Rukawa separando un momento sus labios.

 

—¿Qué…? —preguntó Sakuragi aún con los ojos cerrados, sin entender.

 

—Si te toco… ¿me pegarás de nuevo, como aquella vez en las duchas?

 

Hanamichi abrió los ojos para ver a Rukawa. Aunque este le miraba a su vez con una mueca de diversión, en sus ojos azules se leía que aún estaba un poco resentido por lo que sucedió aquella vez en los vestuarios.

 

—Siento mucho lo que pasó... —murmuró el pelirrojo apenado.

 

—Está olvidado... —dijo Rukawa, y dándose por respondido, introdujo la mano en los calzoncillos del pelirrojo.

 

Sakuragi cerró los ojos y exhaló un sonoro gemido cuando el moreno por fin empezó a masturbarle.

 

La sensación era indescriptible. Nada que ver con aquella vez en los vestuarios. Esta vez Hanamichi lo estaba disfrutando al cien por cien, completamente perdido en el placer, hasta que una pequeña vocecita dentro de él le recordó que no debía ser egoísta.

 

A Rukawa casi se le cortó la respiración de la sorpresa cuando la mano de Sakuragi también se metió en sus calzoncillos.

 

—Sakuragi… —gimió.

 

—Shhh… —Hanamichi le acalló besándole de nuevo.

 

Durante un par de minutos continuaron así. Luego Sakuragi dejó de besarle en la boca y pasó a lamerle el cuello unos minutos, durante los cuales Rukawa no dejó de gemir quedamente, un sonido que extasiaba al pelirrojo. Luego subió nuevamente recorriendo su mejilla con los labios hasta depositarlos en el lóbulo de su oreja.

 

Rukawa fue el primero en venirse, y poco después le siguió Sakuragi.

 

Cuando las oleadas de placer cesaron, el pelirrojo se derrumbó en un lado de la cama y se quedó mirando al techo.

 

—Joder, ha sido increíble —jadeó finalmente aún con la respiración agitada.

 

A su lado, Rukawa no dijo nada, luchando también por recuperar el aliento.

 

Sintiendo una humedad incómoda, Hanamichi alzó un poco la cabeza, vio los restos sobre su vientre y, moviéndose con pereza, cogió un pañuelo de papel de un paquete que había en la mesilla de noche entre las camas.

 

—Me pasas uno, por favor —pidió Rukawa en voz baja.

 

—Claro. Deja, ya lo hago yo —dijo Hanamichi al intuir lo que quería. Cogió otro pañuelo de papel y limpió los vientres de ambos. Entonces miró a Rukawa a la cara por primera vez desde el orgasmo y vio que estaba completamente ruborizado.

 

Sakuragi pensó entonces que quizás él debería sentirse así, pero no era el caso. No se sentía avergonzado ni turbado, simplemente se sentía bien, como si lo que acababa de hacer con Rukawa fuera lo más normal del mundo.

 

Tiró el pañuelo en el suelo y volvió a tumbarse mirando al techo.

 

Se quedaron así en silencio, recuperándose, por varios minutos, hasta que Rukawa habló.

 

—¿Y ahora qué? —preguntó en voz baja.

 

—No lo sé —respondió el pelirrojo con sinceridad.

 

Rukawa suspiró, pero no fue un bufido sino un suspiro de resignación; evidentemente no era la respuesta que quería, pero parecía conforme con que Sakuragi no le mintiera ni le diera falsas esperanzas.

 

—Deberíamos dormir —murmuró colocándose de lado, mirando hacia el pelirrojo.

 

—Cierto. ¿Quieres que me vuelva a mi cama...? —preguntó Hanamichi viendo que estarían un poco estrechos.

 

—Claro que no... —respondió el zorro buscando con la mano el contacto de su brazo, en un gesto tímido pero claro.

 

—Ok... —dijo el pelirrojo con una sonrisa.

 

Se colocó también de costado, quedando cara a cara a la misma altura. Rukawa ya había cerrado los ojos tras sus largas pestañas negras. En ese momento a Sakuragi le pareció más guapo que nunca. Le acarició brevemente la mejilla, le dio un casto beso en los labios, y cerró los ojos.

 

 

Continuará…

Notas finales:

N/A: Hola a todos. Perdón por la tardanza, esta vez ha sido por problemas puramente técnicos (problemas con mi ordenador). Capítulo cortito pero espero que lo hayáis disfrutado. Mil gracias por los comentarios. Nos leemos en el siguiente!

 

Khira


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