Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sexo no lo es todo... o sí por Misakiyeah

[Reviews - 149]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero que les guste este capítulo, la verdad es que últimamente ya nadie comenta y no sé si gusta  o no...

- ¿Te gusta ese amigo? Has sonreído como una quinceañera enamorada -sonrió de lado.

- No te interesa -respondí desviando la mirada, sonrojado.

- Si, si que me interesa -dijo hundiendo su cara en mi cuello, dando pequeñas lamidas-. Me cambias, me revives

- No te entiendo -gruñí, moviéndome, intentando salir de aquél agarre.

- Contigo puedo volver a ser yo, por eso no te pienso dejar escapar -susurró, dándome un mordisco que me arrancó un gemido.

* * *

En una suite principal, una morena de pelo largo daba saltos de alegría, vestida con unos shorts de mezclilla cortos y una camiseta gigante con el símbolo de Nirvana, bailando feliz fumaba marihuana.

- ¡Señorita por favor! -dijo su asistenta, intentando dispersar el humo con su mano-. ¡Pare de fumar eso!

-No, no ¡estoy feliz! Ya sé como hacer que Sam me perdone -rió, mientras daba otra calada-. Consuela, que me recoja un coche ahora mismo, quiero ir a buscarle.

-Pero señorita, ya es de noche... seguramente su amigo Sam ya esté durmiendo tranquilamente, ¿no será mejor esperar? -preguntó nerviosa, colocándose nuevamente las gafas.

-¿Tú eres tonta? Te he dicho que quiero un coche ahora mismo -respondió apagando el porro en la pared-. ¡Y ahora!

La asistenta solo se retiró corriendo, para intentar cumplir, como era su deber, con cada deseo que le mandase la caribeña, la caprichosa RiRi.

* * *

-Bill, no seas tonto, me pones nervioso...-titubeé de mala manera, removiéndome para intentar salir, aunque por dentro sentía que no estaba muy seguro de querer salir de aquella jaula que había creado con sus brazos.

-Soy gilipollas, no tonto -no sé como pasó, ni como no pude verlo venir, pero sus labios tocaron los míos con fiereza, como si se la hubiese estado guardando por mucho tiempo.

Por una parte quería zafarme del beso, gritarle lo estúpido que era y salir corriendo de allí, pero por otra quería rodearle el cuello con mis manos para intensificarlo, era una sensación extraña que me estaba carcomiendo por dentro. Si no hacía nada, perdería, y si hacía algo, mi orgullo se perdería.

Estaba paralizado, en cambio Bill besaba mis mejillas de forma cariñosa, acariciándome con su mano la frente, apartándome el pelo para mirarme fijamente a los ojos.

-¿Estás bien? -preguntó un poco desesperado, comenzaba a notar su erección chocar contra mi muslo.

-Eh...-giré la mirada, sin saber que responder, pero un golpe seco, de repetidas veces me salvó-. ¿No es la puerta?

-Da igual, deja que toquen -sonrió de forma dulce, pero a la vez chulesca.

Iba a proseguir con sus toqueteos, pero el sonido se inensificó, oyendo a Christian detrás de la puerta gritar mi nombre como si estuviese en plena calle. Bill cerró los ojos suspirando, se estaba molestando notoriamente, ambos sabíamos que no se podía oír ningún ruido en la selecta planta del Palace, que compartía con aquella cantante cincuentona tan obsesionada con la seguridad.

El empresario se levantó maldiciendo en tono bajo, abrió la puerta y de manera brusca cogió a Christian del cuello y lo metió dentro, cerrando de un portazo.

-¿Qué coño te pasa? -preguntó enfadado-. Se supone que yo iba a establecer los horarios para que lo vieras.

-¿Como? -intervine yo, reponiéndome velozmente para que mi amigo no me notase agitado-. ¿Qué horarios?

-¡Había quedado con él para cenar, atontado! -dijo alzando la voz el modelo, enseñando la bandeja que traía las manos llena de fruta que tenía muy buena pinta.

-No, espera, espera, espera y espera -repetí-. Explicadme ahora mismo que es eso de que ibas a poner horarios -arqueé una ceja, intentando ponerme en el tema.

-No es nada que debas saber -masculló Bill.

¿Horarios? ¿Para qué Christian y yo nos viésemos? ¿Y él aceptó? No acababa de encajarme en la cabeza, algo tramaban esos dos que me estaban ocultando. Del mini enfado, el alcohol en mi cabeza se esfumó, logrando recuperar un poco la cordura.

-¿Me estás diciendo que algo que me incumbe directamente a mí no lo debo saber? Tenías razón en lo de que eras gilipollas -dije enfadado, ¿realmente se pensaban que era un niño de cinco años al cual podían controlar a su antojo? Ni de broma, ya era lo suficientemente grande como para cuidarme yo solo-. Me voy.

Con paso firme me dirigí a la puerta, buscando alguna salida para por lo menos pensar de manera más clara toda esta situación, que normal no era. En el camino aparté una mano de Christian que intentó detenerme, pero no lo consiguió. Esperaba un agarre de Bill, pero no fue así, me dejó ir como si nada hubiese pasado.

Bajé por el ascensor, entrando al hall del hotel con un poco de temor por si estaba el loco acosador, que sería mi perdición si se iba de la lengua. Al salir, por primera vez en mucho tiempo me sentí despejado, aunque estuviese en medio de una de las ciudades con más bullicio posible, era un poco libre. Caminé por la acera, que estaba repleta como cada noche en el centro, sin ninguna intención de encontrar ni perder nada, simplemente quería vagar un poco para recapacitar sobre la dirección que estaba tomando mi vida.

Un pitido comenzó a sonar, detrás de otro, y otro, eran bocinas. No paré en ello hasta oír un fuerte “Sam” provenir de... ella, como no. Era RiRi, quien salía por el techo de un 4X4 gritando mi nombre a todo pulmón, causando que varios taxis y automóviles quedarán detrás suyo, tocándole el claxon para que avanzara. Corrí hasta el borde de la acera, para poder hablarle.

-¿Qué pasa? -pregunté desconfiado, no estaba seguro de si era un buen momento para volver a hablar con ella.

-¡Sube, te voy a recompensar! -gritó, riéndose como si fuese la mujer más inocente del planeta-. Venga, abre la puerta y entra, no seas bobo.

Mi instinto me aconsejaba que comenzase a correr nuevamente hacia el hotel, meterme en la cama y no salir hasta pasado un par de añor, pero...¿para qué volver? Total, ¿qué tenía que perder? Tímidamente, abrí la puerta de aquél lujoso 4X4 de color azul, y me metí dentro lo más rápido que pude, para no ocasionar más problemas al resto de conductores, los cuales ya comenzaban a insultar.

-Que aliviada estoy de que hayas subido -suspiró-. Si no lo hubieses hecho te tendría que haber matado -y se creó el silencio, hasta que comenzó a reirse, sentándose en el tapizado del suelo del coche, que era mucho más ancho y largo de lo que parecía por fuera-. ¡Es broma idiota! ¿A qué no sabes donde te va a llevar tu amiga?

-Sorpréndeme...-bufé.

-¡Banana republic, Sephora, Nine West, Armani, Zara, Ralph Lauren, Louis Vuitton y muchos más abren esta noche solo para nosotros dos! -exclamó sujetándome de los hombros, como si fuese la gran maravilla, que lo era-. Me dirás que no es una buena compensación... -sonrió.

-RiRi -su sonrisa transmitía esperanza, esperanza de que la perdonara y así ella poder sentirse en paz con ella misma-. Te lo agradezco mucho, pero mi cuenta no es tan grande como para comprar casi nada de esas tiendas -dije rascándome la cabeza, incómodo.

-¡Ay que bobo! Te lo pago yo todo, mira tú que gracia si te invito y no pago -estaba un poco eufórica, ya no alcanzaba a distinguir si era de la emoción, o su forma normal de ser-. Sam, eres un chico muy guapo, ¡deberías aprovecharte más!

-No sé... -susurré-. La verdad es que no estoy de ánimos, me siento un poco débil.

-Esto con un par de metanfeta...bueno, ¡con un buen vaso de agua se te pasa seguro! Ahora ya no te puedes echar atrás, que ya estamos yendo, así que cállate y disfruta de esta noche que te regala el copyright de “Under my umbrella, ella, ella, ay, ay, ay, under my umbrella” -comenzó a reírse después de aquél corto estribillo, haciendo que yo me riera también, la verdad es que tenía gracia.

Seguramente me lo pasaría bien de tiendas nocturnas, y con RiRi, ya casi ni lo dudaba.

* * *

De mientras en el Hotel Palace de Nueva York, se encontraba un Bill sentado en el sofá, mientras que un Christian comía solo en la mesa.

-Cuando acabes te vas, la verdad es que no sé ni porqué te dejo estar aquí -dijo fríamente Bill.

-Estoy aquí por si vuelve Sam, aunque por tu mierda de tacto no creo que lo haga ahora -se burló el menor.

-El plan era perfecto, tú la has cagado viniendo a gritar como una quinceañera celosa, estábamos a punto, a punto de hacer cosas bonitas -sonrió de lado, apoyándose en el brazo del sofá.

-Retardado, recuerda que solo he accedido porque estás podrido en dinero y puedes encargarte de vigilarlo hasta que descubramos quien es la mala influencia que le está dando drogas, Sam no puede ir por ese camino. Cuando lo hagamos, volverá conmigo -sentenció, aunque se mosqueó al ver que Bill estaba con el teléfono en el oído.

-Harold, ¿puedes ver donde está? -preguntó el empresario.

-Mierda, ¡acabo de perderlo! Pero han entrado al Fashion Festival nocturno, no sé de quien es el coche Bill, ahora entro y veo quien está con el chico -se oyó al otro lado del teléfono.

-Bien, infórmame cualquier cosa -terminó, para colgar el teléfono-. Así que el Fashion Festival, el mayor puterío que puede existir en Nueva York, el mundo de la moda, ¿qué tramas pequeño zorrito? -se preguntó para si mismo, mirando en la pantalla de su Iphone, el número de contacto de Sam.

* * *

En el centro comercial “Fashion! Or Die”, uno de los escaparates para la élite de la moda, celebraba un evento nocturno para sus clientes más selectos, el “Fashion Festival” donde acudían desde las personalidades más influyentes de la pasarela, pasando por actores y terminando por empresarios refinados, entre ellos, un moreno de metro noventa, con el pelo corto pero rizado, vestido con un esmoquin de gala que contrastaba con sus fuertes ojos turquesa que encajaban a la perfección con su barba de tres días.

Estaba dentro del centro comercial, con una copa de cava en la mano, mirando como cada uno de los modelos que pisaba la sala, intentando venderse de la mejor manera posible, lo que incluía absolutamente todo, habían pasado por su cama. Los aborrecía, una vez se los follaba, ya no los volvía a llamar, simplemente era una colección de muñequitos playboy a los que ponía en cuantro cuando quería.

Cuando estaba a punto de abandonar su copa en una de las mesas, e irse a su apartamento, vio entrar a la perfección de la noche. Un cachorrito asustadizo entraba siguiendo a una cantante que no merecía su atención, pero aquél perrito que miraba a través de sus ojos verdes el ambiente que se cocía con un poco de temor, hizo que su mirada se intensificase en él, intentaba esconder su mirada bajo su flequillo color marrón claro, mientras sus manos se tocaban entre si de manera infantil, ¿Acaso era real? La verdad es que no le importaba, lo único que sabía en ese momento, es que acababa de entrar su diversión.



Notas finales:

Espero que les guste este capítulo, la verdad es que últimamente ya nadie comenta y no sé si gusta  o no...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).