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El sexo no lo es todo... o sí por Misakiyeah

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Notas del capitulo:

muchas gracias por todos vuestros comentarios, a los que sois fieles desde el principio y a los que vais siendo nuevos en este camino, ¡muchas gracias a todos! 

 

Mis pensamientos ya no existían, mis palabras se habían desvanecido y mi mirada solo veía a un adonis recostado sobre mí. Era placentero, hacer el amor, con la persona a la que...uno amaba. Con esta última reflexión mis músculos se relajaron... ya no quedaba nada más.

Notaba como la luz entraba por el gran ventanal, pero no quería despertarme, estaba comodo así, entre unos brazos y un cálido respirar en mi hombro que pertenecían a él. ¿Cuanto tiempo había pasado desde que nos acostamos por primera vez? Ah, si...tres semanas.

Tres semanas en las que había estado en el cielo, ¿por qué todo se había vuelto tan fácil a su lado? Era como si hubiese cambiado radicalmente, era cariñoso, paciente y divertido, no parecía él. Nos pasábamos el día juntos, comiendo, paseando por Nueva York, yendo a restaurantes que no conocía, conociendo diferentes tipos de cultura gracias a Bill, era alguien muy inteligente.

Mi cuerpo solo lo cubría una ligera prenda llamada bóxer rosa de Calvin Klein, mientras que el de Bill era blanco. Notaba sus pectorales en mi espalda, sus fuertes manos alrededor de mi cintura y su respiración chocando con mi cuello. Intenté zafarme, pero me era imposible.

-¿Dónde vas zorrito? -preguntó hundiendo su nariz en mi cabello.

-A comer algo, creo que es hora... -respondí, intentando girarme a ver que hora era, pero no pude divisarla bien.

-Yo tengo algo que puedes comer -comentó sonriéndome, subiendo su pierna por mi cintura.

-Bill no seas tonto -noté como el sonrojo comenzaba a invadirme-. ¡Va, que es hora! -dije empujándolo un poco, pero este me arrastró de la cintura, poniéndome encima suyo.

-Lo siento soy muy tonto, y aquí me estoy poniendo tonto también -susurró cogiendo mi mano, llevándola a su entrepierna-. Podrías hacer de zorrito y mostrarme sumisión con tu colita -rió plantando un beso en mis labios.

-¿Cuanto tiempo llevas sin ir al trabajo? -pregunté intentando cambiar de tema-. Hace tiempo que no vas, ¿tu jefe no estará molesto?

-Unas tres semanas...tienes razón, ¿me dejas tu móvil? -se cuestionó con una cara que algo me decía, que era preocupación fingida-. No sé donde está el mío.

-¡Claro! -me levanté de la cama, y busqué entre mis pantalones mientras veía como él cogía el suyo de la cajonera-. ¿Lo necesitas aún?

-Si, dame -respondió cogiendo el móvil, comenzando a marcar. De repente, su móvil propio comenzó a sonar, ya sabía lo que estaba haciendo, solo me quedé apoyado en la pared sonriendo-. ¿Hola? -preguntó por mi movil-. Dígame Bill- se contestó por su teléfono-. Le quería decir que faltaré al trabajo mucho más seguido, porque tengo un zorrito que cuidar- mi sonrisa se dejaba ver, me parecía tan estúpido y cariñoso a la vez, que no sabía como interpretarlo-. Me parece muy bien señor Bill, que tenga buenos polvos, digo dulces sueños -respondió parándose de la cama, venía con dirección a mí, así que intenté caminar al lavabo pero este fue más rápido y me cogió entre sus brazos-. Vamos a darnos una ducha, después te prometo que te dejo tranquilo -sonrió tirando los teléfonos a la cama.

El agua recorría nuestros cuerpos, mi espalda estaba pegada a los azulejos azules moviéndose ligeramente de arriba abajo mientras recibía sus embestidas, sus manos cogían fuertemente mis muslos mientras le enjaulaba la cadera con mis piernas. Era placentero, en este poco tiempo me había hecho adicto a sus besos y a sus caricias.

Sus besos eran demandantes, y los míos tímidos pero aún así intentaba estar a su altura, ser alguien de quien pudiese sentirse orgulloso, aunque aún faltaba mucho para eso, ¿por qué notaba que Bill me conocía tan bien? Definitivamente me había enamorado y no quería dejar de estarlo...

-Me voy pequeño, hay que repetir lo de la ducha, adiós -dijo dándome un beso en mi mejilla, mientras le estaba dado un pequeño mordisco a una tostada con mantequilla.

-Adiós... -susurré, con un poco de miga en la comisura de los labios.

Subí a vestirme, solamente me puse unos tejanos de color negro y una camiseta blanca, no tenía muchas ganas de pensar, y menos después de una sesión de sexo. De repente sonó el teléfono que conectaba con recepción, no estaba muy seguro sobre si descolgarlo o no, ¿Y si no era para mí? Que era lo más seguro, aún así la curiosidad me picaba, así que contesté lentamente.

-¿Hola? -saludé a modo de pregunta.

-Señor Bill Flanagan, contactamos con usted porque hay una señorita que quiere hablar con el señor Sam en la habitación... -no tenía ni que acabar para saber quien era.

-¡Si, ahora mismo voy! Gracias por avisar -colgué, y calcé las vans de color engro con puntitos blancos que las decoraban, para irme rápidamente a la suite de Christian.

Al llegar, toqué un par de veces la puerta, abriéndome la gran morena RiRi, autora de grandes hits, bueno, “autora”, ya que no escribía ni una letra de sus canciones. En cierta manera, me causaba gracia.

-¿Y Christian? -pregunté entrando a la suite, quedé boquiabierto al ver que no había nada, era una suite limpia.

-¡Ni idea cariño! Yo vine, pensé que estaba él pero me hicieron pagar la habitación. A mí, una cantante tan conocida como yo, ¿no les da vergüenza a esos hijos de puta? -dijo suspirando, mientras se servía un cubata-. ¡A tu salud! Has estado muy perdido, hace semanas que no te veo.

-He estado, hm, ocupado podríamos decir -me sonrojé un poco, obviamente no iba a decirle que había estado haciéndolo como conejo durante tres semanas-. Joder, Christian... -susurré, ¿cuando se había ido? La verdad es que no había hablado con él para nada desde que hice ese encierro con Bill.

-Bueno, deja a tu amiguito de lado de momento, ¡adivina para que he venido, voy a dejar las drogas! -gritó, mientras se acababa de un trago el cubata.

-¿Lo dices en serio? -pregunté no muy convencido.

-¡Por supuesto! Me he dado cuenta de que uso la droga para llenar el vacío que me deja Freddy cada vez que se va, y últimamente nos podemos ver más seguido, no sabes el polvo que echamos en el “Fashion! Or Die” -rió, mientras pensaba en lo tonto que era por perdonarla, aunque la verdad era que si no lo hubiese hecho, no estaría hoy con Bill.

-Me alegro mucho RiRi -sonreí, dándole un abrazo-. Por cierto, no llames más a la suite de Bill, ¿y si te pilla qué?

-¡Tengo dos asistentas abajo mirando para ver cuando se iba ese hombre! Es el tercer día que vengo, se ve que no es de salir ese hijo de puta -comentó mientras se encendía un porro, al darse cuenta de mi mirada culpatoria-. Un porro no es droga, ¡es algo natural! ¿Nadie se queja de las tetas operadas que son de plástico, no? Pues ya está -no tenía ningún sentido, pero bueno, era RiRi.

-RiRi me alegra mucho haberte visto, pero creo que voy a subir a intentar localizar a Christian, me está preocupando y no puedo quitármelo de la cabeza -confesé-. ¿Nos vemos, vale?

-¡Claro! Por cierto, ¿ligaste con Alexander? Que sepas que me ha llegado un mensaje suyo preguntando por ti -rió, pegándome un codazo flojamente-. Eres todo un atrae penes, ¡creo que vamos a salir juntos más seguidos!

-No digas tonterías -dije riéndome sonrojado, yéndome de la habitación mientras ella me hacía adiós con el porro en la mano.

Subí veloz a la suite de Bill, se me había pasado la tarde con RiRi en mi antigua habitación, ¿donde estaría Christian? Vale que no hemos hablado, y que se piense que estoy enfadado con él, o que él esté enfadado conmigo, ¿seguirá creyendo que soy drogadicto como hacía Bill? No quería eso por nada del mundo, quería volver a verle y poder arreglar las cosas con él, decirte que no era un yonki, que no era mi culpa, que le quería como quien era, la primera persona que había decidido ayudarme en Nueva York sin pedirme nada a cambio.

No podía irse de mi vida sin dejar ningún rastro, ni siquiera podía irse de mi vida, no quería permitírselo. Yo también era egoísta, era la primera vez que tenía un amigo como él. No quería que abandonase, no quería que un amigo me abandonase, no por segunda vez.

Al abrirse el ascensor, un nudo en mi corazón se deshizo, estaba ahí...sentado fuera de la puerta, solo en el largo pasillo que solo contenía dos apartamentos suite. Al verme, me sentí demasiado nervioso sin saber la razón.

-Vengo de...-murmuré, antes de sentir sus brazos rodeándome con fuerza-. Christian idiota -sollocé, me había asustado tanto.

-¿Idiota? Serás... -reprimió sus ganas de decirme cuatro cosas, para darme un fuerte beso en la mejilla-. Como dejes de contestarme los mensajes otra vez, juro que te mato -sonrió cálidamente-. ¿Me invitas a pasar?

-Claro que si, tonto -dije abriendo la puerta-. Vamos.

Al pasar estuvimos hablando un poco sobre como estábamos, le aclaré el tema de la droga de una manera que no destapara a RiRi, al igual que hice con Bill, aparte de contarle otra mentira más, que había estado enfermo y que por eso no había visto los mensajes.

Puse la tele, mientras Christian comenzó a preparar la cena, le encantaba cocinar, estaba pelando unas patatas cuando vino la pregunta que más temía hacer.

-¿Por qué te has ido? -pregunté temeroso de la respuesta, si no me quería volver a ver...¿tendría que aceptarlo?

-Porque tengo mi propio piso en el centro, no es una gran mega suite de lujo, pero está muy bien, es acogedor. Además de que he conseguido trabajo, de dependiente en Versace, así que podré pagarlo y tendré tiempo libre para irme buscando la vida de modelo. De todo esto te hubieras enterado, pero el señorito estaba enfermo -dijo con cierta ironía-. Además de que no quería molestar más, paso de que me de limosna un tío como Bill.

-Lo siento, otra vez, por no responder los mensajes -suspiré-. Y Bill no es tan malo como te piensas -murmuré.

-No claro, que va, es un ángel -escupió las palabras como si fuesen dardos.

Mi teléfono comenzó a sonar, le hice una seña a Christian para que se callara mientras contestaba, ¿quién sería? Me aparecía oculto, esperaba no tener ninguna sorpresa desagradable, para variar más el día.

-¿Si?

-¡Hijo, por fin te puedo localizar! ¿Te haces la idea de lo preocupados que estábamos nosotros? ¡Tus padres! Casi creo que me da un paro cardiáco -era la voz característica de mi madre, aguda y un poco bastante chillona.

-Mamá -sonreí-. ¡Lo siento! ¿Qué tal estás? ¿y papá?

-Nosotros bien, espero que tú también o te traigo de la oreja a casa. Creo que ya sabes para que te llamo -esa vocecita en mi interior se encendió, había pasado de no saber nada, a saberlo todo, ya sabía a que se debía esa llamada-. Teníamos un trato, hijo.

-Lo sé mamá, lo sé. Comenzaré a buscar universidad pasadas las navidades, que por cierto, creo que las pasaré aquí -la época navideña se acercaba, solo faltaban un par de días para que llegase papá noel, y la entrada mía a la universidad.

-Eso ya lo veremos jovencito, ¡y si, ya puedes comenzar a buscar! Aunque tú ya sabes cuales son las que me gustan a mí, te enviaremos el dinero cuando te decidas, ¿entendido? Ya hemos pedido el crédito estudiantil, así que ya no te puedes echar atrás -no sé porqué, pero esa risilla habitual en mi madre de cuando hacía una travesura, se oía un poco desvirtuada.

-Mamá tengo visita, hablamos más tarde, ¿vale? Te quiero, un beso, ¡adiós! -colgué antes de que comenzase a hablar por milésima vez sobre lo que me convenía y lo que no, como si tuviese quince años, bueno seguía siendo menor de edad. Vale, si que podía darme la charla de como y cuando comenzar la universidad, pero es que ya lo había hecho mil veces y más.

-Así que universidad, ¿eh? -preguntó Christian abrazándome, para tirarnos a los dos al sofá-. No me habías comentado nada de eso.

-Si, bueno...era un trato con mis padres. Si conseguía hacerme un fotógrafo famoso antes de que comenzasen las convocatorias, yo decidía lo que hacer, y si no era así, comenzaría la universidad como cualquiera -suspiré-. No es que no me guste estudiar, solo que pensé que todo lo de conseguir mi sueño y tal, sería más fácil, no puedo evitar sentirme un poco decepcionado de mi mismo.

-No te preocupes Sam, tienes talento, verás como llegas lejos -susurró mientras me comenzaba a hacer cosquillas en la barriga.

-¡Christian para! -grité riéndome, revolviéndome en el sofá, mientras este seguía sin parar, no podía detener la risa a carcajadas.

Inesperadamente se abrió la puerta del apartamento, dejando ver a un Bill relajado, que tensó sus ojos pardos y enfrío su mirada al ver a Christian encima mío.

-Voy a sacar las patatas fritas de la sartén -dijo mi amigo, yendo rápidamente a la cocina americana, donde se oía el típico ruido a cuando se estaba friendo algo.

-Hola... -saludé tímidamente, mientras me paraba para acercarme a la mesa, donde seguramente cenaríamos.

-Hola -respondió Bill, cogiéndome de la cintura, acercándome para besarnos, pero lo aparté antes de que Christian se girase, haciéndole señas de que no era el momento adecuado, solo oí un suspiro molesto por su parte, no le agradaba la presencia de mi amigo en su casa, pero por lo menos podría tratar de disimularlo un poco-. ¿Vas a cenar con nosotros? -preguntó arisco, mientras se quitaba la chaqueta, dejándola en el perchero de la entrada.

-Si Sam quiere, si -respondió igual de borde que el empresario, ¿por qué simplemente no se podían llevar mejor? Tampoco costaba tanto ser amable.

-Creo que Sam no es el que paga este apartamento, ni ese sartén, ni esas patatas, ni la vitrocerámica, ni nada de lo que estás tocando o utilizando en estos momentos -dijo relajado, sentándose en la mesa, mientras cogía un palillo que comenzaba a morder.

-Bill -lo miré molesto, no es como si le hubiese rogado estar en su casa.

-Vale, vale -dijo levantando las mános, como si estuviese desarmado-. Vamos a cenar como una familia feliz, pero a las doce para afuera que aquí se hacen cosas de mayores -sonrió burlesco, recibiendo una mirada fría de Christian.

Abruptamente mi móvil comenzó a sonar otra vez, Bill me miró intentando ver quien era, pero ni yo lo sabía, era privado otra vez, ¿sería mi madre? Tendría que haberla registrado, no me gustaba que me llamasen de números que desconocía.

-Ahora vengo... -sonreí nerviosamente, saliendo a la terraza, haciéndole una señal a Bill para que se quedase en su sitio, advirtiéndole con el dedo índice, era como un niño-. ¿Quién es?

-Hijo... -era mi padre, lo pude reconocer al instante-. Lo siento mucho, no sabes cuanto lo siento Sam, yo no quería, de verdad que no -de un segundo a otro comenzó a llorar desconsoladamente, su voz sonaba distorsionada por los sollozos.

-Papá, papá escúchame ¿qué pasa? -pregunté alarmado-. ¿Me oyes? Dime que pasa.

-Hijo por favor, tienes que volver, no tenemos dinero. Hemos entrado en bancarrota, todos nuestros ahorros los invertí en bolsa pensando en agrandarlos, pero ha salido mal y ahora, ahora... -no pudo seguir hablando, solo se oían lloros, me daban ganas de llorar a mí ahora, solo por oírle de aquella manera, no a cualquiera, a mi padre.

-Papá tranquílizate, ¿cuanto dinero necesitas? -pregunté poniéndome histérico, aunque intentaba ocultarlo, notaba como Bill observaba sentado en la mesa, a través del ventanal-. Tengo unos cuatro mil dólares ahorrados, ¿llega?

-No, tenemos una deuda muy grande... no sé como, pero en bolsa hemos quebrado y a la empresa que le he pedido el préstamo estudiantil nos ha dado un interés exagerado, no lo leí al firmar, lo siento mucho Sam. Siempre te prometí que tendrías todo lo que quisieras, lo siento -me entristecía oírle de aquella manera, mi padre siempre había sido el pilar de la familia.

 

-Papá no te preocupes, estoy en el primer vuelo hacia allá -suspiré, rompiéndome el corazón al mirar a Bill, quien me guiñó un ojo, lanzándome un beso a la distancia, mientras recibía una de las peores noticias que podría haber tenido.

Continuará ~

Notas finales:

muchas gracias por todos vuestros comentarios, a los que sois fieles desde el principio y a los que vais siendo nuevos en este camino, ¡muchas gracias a todos! 

 


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