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Unseen por Satommy

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Notas del capitulo:

Lo tenía escrito uwu pero por motivos ajenos no pude subirlo hasta ahora :'D

Gracias a todas quienes me lo han comentado y.. asdasd
quería decirles que mayormente las actualizaciones serán de noche
porque en el día estoy relativamente ocupada :c 

Espero que les guste♥

P.D.: Tuve que googlear las zonas de Seúl orz y de buscar por el google maps
todo para poder tener una noción real de su entorno Q_Q Espero que no
esté tan fail como creo que anda...

“Hablemos del amor: Es rápido, es ciego, es cruel y ocurre cuando más lo evitas.”

 

Se dice que los mejores amigos son aquellos que siempre están a tu lado, los que escuchan tus más íntimas quejas y los más terribles dolores, esos que te dan palabras de aliento y los que te abrazan cuando ya las cosas parecen caer en picada. Personas que ríen a tu lado, que se embriagan contigo y se meten en los problemas que te metes tú, tratando de pensar al mismo tiempo en una solución pero tan sólo obteniendo resultados nefastos pero divirtiéndose juntos al atravesar por el caos. Un mejor amigo es el hermano que había nacido con otra sangre y con otro apellido, pero que sus almas se reconocían casi al instante de una manera fraternal pero igual de fuerte que eso que se llama “el amor de tu vida”. Dos entes que juntos que actuaban para el bien o para el mal, en algunos casos, para ambos, algo así como un yin yang.

 

Ellos eran los mejores amigos desde que tenían la edad de 5 años, el que sus familias fueran adineradas y los metieran a los mismos centros de estudios había facilitado a que se mantuvieran unidos desde su tierna infancia, creando al dúo dinámico que eran ahora y que tantos profesores habían llegado a repudiar.

 

El malo y el peligroso, los dos mimados herederos que vestían con ropa de diseñador y que dormían en cuna de oro, que tenían lo que querían al tronar los dedos y que su palabra, valía más que la de algunos políticos del país.

 

El insensato y el racional, el que siempre quería todo por puro capricho y el que por algún motivo había llegado a madurar, no dejando que el otro perdiese el camino pues ambos eran hermanos y uno no podía dejar a su suerte al otro. Una cosa era acompañar locuras y otra, dejar que la idiotez consumiera por completo una mentalidad superficial.

 

El que estaba bueno y el que estaba más bueno, ambos siempre dándose un apoyo sincero y silencioso, confiándose cosas que ni siquiera sus compañeros de clase pudieran pensar, saliendo en privado sin que nadie lo llegase a saber porque su amistad a veces necesitaba un poco de libertad y realidad, no sólo las máscaras de fantasía que quienes los adoraban usaban para acercarse a ellos.

 

Personalidades distintas, pero dos personas que se llegaban a conocer en todo aspecto: lo bueno, lo malo y lo feo. La confianza entre Kim y Choi era tanta, que el primero podía pasarse una semana entera viviendo en la residencia del otro y sus familias no se molestarían o incomodarían. Era normal, tanto que incluso una de las habitaciones de visitas era básicamente su habitación y no sólo ocurría en la casa de Choi, sino también en la de Jonghyun, quien tantas veces había hospedado al otro que su mayordomo le guardaba cariño como si fuera su hijo.

 

Ambos se contaban todo, ambos podían pelearse pero podían llamarse si había alguna emergencia y por muy mala que la situación fuera, sabían que contarían con el apoyo del otro. Era ese tipo de amistad, sincera y única que rallaba en lo desagradable.

 

Salvo que Jonghyun empezaba a dudar de lo bueno que era ser mejor amigo de alguien como Choi, al igual que Minho empezaba a dudar del poder del dinero.

 

-Deja de caminar como hámster enjaulado – carraspeó el mayor, mirando al pelinegro pasearse por su amplia habitación, frotándose el rostro con desespero – Me estás mareando

 

-No aceptó el regalo, hyung – el ceño del joven se marcó con disgusto y volvió a pasarse las manos con molestia por sobre el rostro – No quiso ir a comer, se quedó sentado en una de esas estúpidas bancas junto al mirador y no se movió hasta que me harté y le dije que nos íbamos

 

-¿Has pensado en que pudiste haberle hecho algo?

 

Sí, Kim podía tenerle un aprecio incalculable al menor pero el simple hecho de tenerlo en vilo por no explicarle nada de lo que se supone había ocurrido, ya lo había hartado. No es que le molestara que no le contara, pero desde que había llegado ese sábado a la residencia Choi, el pelinegro no había hecho más que maldecir en frases desordenadas y sin sentido para él mismo, siendo Taemin el único responsable de ello y siendo Jjong el que tuviera que aguantarse un par de horas de soliloquio irracional; eso, sumado al comportamiento de frustración que Minho le estaba transmitiendo, estaban acabando con los pocos nervios que a lo largo de los años había logrado acumular.

 

-Ha pasado un día – bufó exasperado, tratando de darle un poco de lógica a su desesperación inútil sin embargo no obtuvo un resultado positivo, Minho siguió en su monólogo personal. Quiso levantarse a golpearlo, pero se controló – Podrías llamarlo y decirle que volvieran a salir – notó que su amigo volvía a perder el control y optó por ignorarlo, cogiendo el libro que yacía en la mesa de noche: Harry Potter y la Piedra Filosofal

 

-Lo intenté ayer por la noche, no me contestó - el alto hizo una expresión extraña, como si estuviera incómodo y avergonzado de pronto, una expresión que Jjong por poco y pasa por alto al distraerse con lecturas al azar.

 

-¿Cuántas veces lo llamaste, Minho? – su amigo lo miró sombríamente, dándole a entender que había dado en el clavo - ¿Más de diez?

 

-Lo llamé veintitrés veces – contestó después de lo que parecieron cinco minutos, con la voz a medias y un tanto rasposa. El recuerdo de sus acciones le hizo arrugar la nariz con asco al recordar lo bajo que había caído, pero de inmediato se mentalizó a Hyunah como una salvación. La imagen de la joven en su uniforme le animó, respirando tranquilo casi de inmediato – Con unos treinta mensajes de texto y siete de voz que le dejé

 

Por unos segundos el tiempo pareció detenerse pero Jonghyun rompió a reír con fuertes carcajadas, dándole vida una vez más a los segundos y rodando por la cama del menor de los Choi con descontrol al no poder concebir al pelinegro en ese estado: con el teléfono en mano y marcando. Una y otra, y otra vez. Era patético y aun así, había pasado de verdad.

 

De verdad.

 

Minho llamando con empeño a alguien, ¡y hasta mensajes había dejado!

 

El otro quedó en silencio después de la confesión tan deplorable que acababa de hacer, meditando en si había sido un error el decirle eso al mayor pero ya no se podía arrepentir. Además era cuestión de tiempo que se lo contase y que el otro lo aceptase –con sus problemas– y lo ayudase en lo que fuera. Jjong era así, siempre su mano derecha y su aliado más confiable. Con un suspiro que más pareció que fuera la liberación de su alma derrotada –vencida en su campo especializado de casanova–, se tiró a su cama como peso muerto junto al mayor.

 

-¿Qué hago ahora? Habla, tú eres el caritativo entre los dos

 

-Que no sea un maldito arrogante no me hace una beneficencia con patas, Minho – sonrió ladino el joven, encogiéndose de hombros - ¿Y a mí que me preguntas? Tampoco es que conozca al nerd de los Lee

 

-Vale, Jjong, lo digo en serio – cogió uno de los cojines mullidos que estaban sobre su cama y se lo lanzó al estómago. El mayor rió, tirándole de vuelta el objeto – Necesito hacer que me crea, que se sienta cómodo otra vez contándome sus cosas

 

-No hyung, lo que necesitas es follarlo

 

-Me lo voy a follar – aseguró – ¿Pero qué mierda se supone que haga si ese freak no me vuelve a hablar? Ese maldito desadaptado es más obstinado…

 

-Bah, empecemos por los primero – Jonghyun se sentó, girándose a verlo – Cuéntame desde el inicio lo que pasó

 

El aire se tornó tenso, el menor tomándose su tiempo antes de contarle lo ocurrido, recordando los detalles del día anterior como un video en su mente.

 

Taemin quedó en silencio, observando con pesar la ciudad que estaba ahí debajo, dándose cuenta que estaba lejos de la protección de su soledad, que había apartado su escudo de invisibilidad para tan solo dejarse indefenso. Se sentía un completo estúpido, había salido de su cueva para poder abrirse a alguien para saber qué se sentía compartir el tiempo libre pero ahora que lo había hecho, no podía más que darse cuenta que estaba vulnerable a las palabras crueles de Minho. No las había visto venir pero podía asegurar que le habían dado en el punto medio del corazón y le habían hecho retraerse otra vez en su miseria. En su miedo eterno de no ser aceptado.

 

Él era Lee Taemin, el chico invisible y que nadie quería en todo el instituto, mucho menos el gran Choi Minho.

 

En especial él.

 

Cuando el teleférico se detuvo ya en la cima del cerro, ambos jóvenes bajaron sin siquiera mirarse y empezaron a caminar por aquella ruta adoquinada, de color rojizo, hasta la zona de las tiendas que no estaba a más que unos 20 metros de distancia de donde ellos se encontraban. Minho sabía que lo había arruinado, era obvio por cómo el otro que solía hablar de mil sandeces ahora sólo se limitaba a respirar, ni siquiera a observar a su alrededor y eso que tan sólo unos minutos antes había tenido los ojos brillando de ilusión al verse en ese sitio apenas en la entrada, ¿cómo demonios se suponía que iba a arreglarlo? Había intentado ya unas tres veces volver a entablar conversación pero el menor lo ignoraba, pasaba de él como si fuera uno de los tantos árboles que le rodeaban en el camino.

 

¡Ah! Choi deseaba aunque sea ser un árbol para así dejarle caer una de sus ramas, con el impacto le golpearía la cabeza y perdería memoria, dándole oportunidad de reiniciar todo su plan o en el mejor de los casos, matarlo. Si Lee moría, ¿Hyunah aún querría salir con él? Detuvo los pensamientos de un solo golpe. Era que verdad que el menor no le terminaba de agradar, pero no podía decir con todas sus palabras que lo odiaba y quería que se muriera, mucho menos ahora que podía decir que lo conocía un poco.

 

Un tipo aficionado de Harry Potter que tocaba el piano en sus ratos libres y a quien sus padres le pagaban clases particulares desde la primaria para que pudiera tener buenas calificaciones. Le sorprendió en un inicio saber que no siempre había sido el cerebrito que era sino más bien alguien que casi reprueba el primer grado por no poder hacer bien las sumas.

 

Lee Taemin, no había sabido sumar y ahora hacía ejercicios de geometría y trigonometría avanzadas con facilidad. Ni siquiera él que era mayor entendía esas fórmulas y reglas.

 

Ironías de la vida.

 

-¿Se te apetece comer algo? – preguntó en un nuevo intento de  captar atención del menor – Por acá hay un café que…

 

Pero Minho tuvo que observar cómo el castaño se alejaba de él, caminando al extremo norte de la rotonda que era el mirador para acomodarse junto a las barandillas, curioseando unos de los miles de candados que adornaban las rejillas de protección.

El sabor amargo del desplante le cegó la mente momentáneamente, imaginando maneras sádicas de vengarse por su comportamiento igualado pero lo controló como pudo, porque no quería seguir arruinando más oportunidades con el menor. Pero aun así la exasperación ya estaba tomando su optimismo y buen humor, admitía que su comentario había estado ligeramente fuera de lugar pero no merecía ese comportamiento. Era él, Choi Minho, y su amistad debería ser un privilegio para aquel rechazado e inútil adolescente, salvo que Lee no lo veía de esa forma y dada la posición en la que se encontraba, tampoco podía dárselas de muy importante –por mucho que él supiera que lo era–.

 

Esperó intranquilo a algún gesto que el menor hiciera a ver si le daba una pista de qué debía hacer y felizmente, la señal no tardó en llegar cuando observó al castaño mirar de reojo a la tienda de Teddy Bears que había a espaldas a ellos. A esa tienda particularmente infantil y cursi, que le gustaba a todo tipo de chicas y a algún que otro chico.

 

Cada que Choi iba a ese lugar con una cita, la cereza que coronaba el pastel de acciones era la compra de uno de esos animales de felpa que a él se le hacían tan estúpidos, ¿cómo un oso de peluche podía ser tan valioso?

 

Pero ahí estaban otra vez esos ojos negros del chico tímido mirando al gran ventanal de la tienda.

 

¿Con que un oso de peluche, eh?

 

Era fácil y para su economía, tan sólo un sencillo que se sumaba a la inversión que suponía la conquista de Kim Hyunah. Con pasos rápidos se acercó a la tienda repleta de gente y, teniendo que pelear un poco en la cola para hacer el pago, adquirió el peluche más costo de 30 centímetros, pensando que era el tamaño ideal para “un amigo” y sin que se viera mal para los demás. La joven que atendía la caja le sonrió coquetamente, entregándole el paquete junto con una pequeña tarjeta que Choi no dudó en guardar, sabiendo de antemano que en el mundo de las empresas, siempre era bueno mantener una larga lista de números de contactos. Fuera para trabajo o para placer. Le guiñó el ojo a la joven y salió tan rápido como entró, buscando con la mirada a Taemin a ver si es que se había o no marchado pero él seguía donde lo había dejado, solo que ahora sentado en una de las bancas que habían por ahí y jugando con su teléfono móvil como si estuviera aburrido de estar ahí. Teniendo la bolsa en mano y meciéndola de lado a lado con total seguridad, se le acercó, ignorando el aura negativa que el menor irradiaba.

 

-Te compré algo, de recuerdo

 

-Choi, no soy una de tus novias a quien tienes que impresionar. No soy un superficial al que puedes comprar con regalos o dinero, tu idiotez no se camufla con esas tonterías – lo miró una sola vez y siguió a lo suyo, pero por mucho que su rostro hubiera sido un temple de hielo, la voz había ido perdiendo poder según hablaba, algo temeroso de lo que el otro pudiera decir – Deja de actuar como si yo importase – susurró para si mismo, una frase que para su mala suerte, el otro llegó a escuchar

 

-¿Quién quiere impresionarte a ti? – su mano se tensó alrededor de las pequeñas cintas de la bolsa de regalo, apretando los labios al controlarse de decir algún insulto en voz alta pues habían varias familias a su alrededor – Eres un desadaptado Lee – le tiró el peluche al pecho, notando sus ojos de sorpresa y cómo su pálida piel se hacía incluso más blanca – Pobre tarado, patético Lee – sonrió de lado, acercándose a él para susurrarle cerca del oído. El cuerpo del menor se paralizó, bajando la mirada al ser intimidado – Acepta el estúpido peluche, es lo único que alguien en tu vida te dará, así que agradécelo y agradece que siquiera me he tomado la molestia de hacer que existas, ¿vale? Eres nada y nadie, si yo quisiera, tu vida sería peor de lo que ya es

 

Jonghyun silbó, conteniendo la sonrisa que amenazaba con salir en cualquier momento.

 

-Brother, ¿cómo jodes tu avance de casi una semana con un comentario tan imbécil? ¿No se supone que lo ibas a arreglar después de tu otro estúpido comentario en el teleférico?

 

-Hyung, si tú tratases con él entenderías lo desesperante que… - Minho paró en sus palabras y se irguió de golpe – Eso es

 

-¿Es qué? – Jonghyun estaba otra vez recostado, pero la súbita reacción del menor lo puso en guardia. No le daban buena espina esos enormes ojos de sapo que lo veían con maldad.

 

-Hyung, vamos a la casa de Taesung

 

----

 

La felicidad le había sido efímera pero como alguna vez había leído por ahí, mejor experimentar y vivir, que siempre estar a la expectativa del qué hubiera podido ser. Con el malestar que le suponía el tener que aceptar que nuevamente iba a ser un don nadie con absolutamente ningún amigo, se despertó el sábado a hacer los quehaceres de la semana siguiente: tareas, trabajos y bueno, estudio en general. Si bien llevaba clases particulares, su inteligencia no provenía de los profesores, sino de su tiempo libre que empleaba en leer y practicar todo lo aprendido.

 

Era lo único que podía hacer que no involucraba salir de su casa o compartir con otras personas.

 

Usando su pijama favorito, se sentó en su escritorio, cogiendo el libro de Química I que su madre le había comprado y empezó a estudiar los diferentes enlaces que unían a los átomos. El covalente y el iónico, temas que todavía vería en un año o dos pero que él ya tenía un conocimiento vago y una práctica básica para sumar protones y neutrones, averiguando el número másico de cada elemento, sumando también estos para saber en qué sustancias se convertían.

 

Un átomo de carbono y dos de oxígeno, dos átomos de agua más uno de oxígeno… Y Choi Minho era un maldito cabrón.

 

Su cabeza cayó contra el libro abierto y su cuaderno de notas, maldiciéndose por haberlo hecho con los lentes puestos pero se los quitó de inmediato y se volvió a dejar caer, cerrando los ojos al sentir como las lágrimas le amenazaban con liberarse y eso que la noche anterior ya se la había pasado desahogando. Había tenido la esperanza que después de encerrarse en su habitación como quinceañera en su periodo, maldecir y destrozar el peluche que Minho le había dado, toda su rabia y frustración se iban a evaporar para el día siguiente pero ahí estaba, sentado con su desdicha y rememorando la noche anterior como un maldito masoquista.

 

Ugh, una parte de él se arrepentía y quería llamarlo para decir que había sobreactuado, ¿pero eso no rebelaría lo débil que era? Además, él no había hecho nada malo, había sido el imbécil de Choi quien lo había tratado mal. Él sólo había reaccionado de manera instintiva.

 

Se inclinó hacia la derecha, sujetándose al borde de la silla para observar el peluche de felpa descuartizado que yacía en la papelera de su habitación. El pobre oso estaba con el cuerpo hacia abajo pero con la cabeza y la extremidades en la parte de arriba, en una posición malvada que sin querer había adoptado después de tirarlo ahí dentro cuando sintió que no podía hacerle más daño a un ser indefenso. Lee meditó tranquilo, cómo era que él había reaccionado tan mal con algo tan simple y que cualquiera hubiera dicho “se veía venir”. Tal vez había perdido los estribos después del cuarto mensaje que había leído, dejando el celular en silencio para poder despotricar con todas sus ganas en su cama, odiando al pelinegro de vida perfecta.

 

Ese idiota jamás podría entenderlo.

 

Nunca de los nunca.

 

Con desgano, se levantó de su asiento y fue al baño para verse en el espejo. Sus ojos estaban ligeramente rojizos e hinchados y aunque pudiera pasar desapercibido no quería arriesgarse, se quitó los lentes y los dejó a un lado para después tirar del espejo, dejando al descubierto el pequeño escaparate donde guardaba su pasta dental y desodorante –tristemente no usaba máquina de afeitar porque era lampiño. Un atributo más a su larga lista de por qué lo torturaban–, buscando a tientas en la esquina más escondida un pequeño pomo que guardaba. Cuando lo encontró, lo abrió con cuidado y cogió un poco de la base en crema que ahí se escondía, cubriéndose los vestigios de su mala noche y de su lloriqueo infantil.

 

Lee Taemin, usaba maquillaje para dejar de parecer tan patético, si sus compañeros se enterasen, no querría ni imaginar lo que le harían.

 

Al sentirse ya más cómodo con su aspecto físico fue a buscar a su mamá, encontrándola pronto preparando ya el almuerzo en la cocina.

 

-Ma, ¿dónde guardas tus cosas para coser?

 

-¿Hm? – la mujer giró a ver a su hijo menor y le sonrió con cariño – Pero Min, si has roto algo sólo déjamelo encima de la cama, lo puedo coser luego

 

-N-no, ma… Lo hago yo – trató de mostrar su mejor expresión, aunque sabía que sólo era una mueca – Quiero aprender a hacerlo por mi cuenta

 

-Bueno, supongo que ya has crecido un poco más – la mujer se acercó a él y le acarició el cabello desordenado – Está en el último cajón de mi velador, cuando lo encuentres y antes de hacer nada, por favor ve y cámbiate el pijama que si tu padre llega y te ve así, sabes que te va a gritar

 

-Está bien, ma… - el menor se removió incómodo y miró por encima del hombro hacia atrás, a la puerta de entrada que estaba en línea directa a la cocina – No veo las cosas de Taesung, ¿ha salido?

 

-Sí, dijo que almorzaría fuera con sus amigos o algo así… - el menor sintió su pecho presionar en decepción al escuchar ello. Minho ya se había olvidado de él y volvía a su mundo burbuja como siempre, sin importarle más su existencia. Su madre lo vio y su preocupación nata, surgió – Min, ¿te puedo preguntar algo?

 

Ahí estaba la pregunta incómoda que vendría y que él jamás iba a contestar. Ayer había sido una excepción en la que le había dicho emocionado a su madre que iba a salir con un amigo –por primera vez en tantos años– pero otra vez era fin de semana y se la pasaba encerrado, como el antisocial que le habían obligado a ser. Miró incómodo hacia el suelo y asintió, pensando rápidamente en alguna respuesta.

 

Pero el timbre sonó y se sintió aliviado, antes de que su madre dijera nada, salió corriendo a la puerta, pensando que podría ser su padre que se había olvidado las llaves en la casa antes de salir a trabajar. En su interior prefería mil veces ser regañado por estar en pijama que le preguntasen por amigos que eran inexistentes, ¿cómo le iba a poder explicar a su madre sobre su horrible situación social? ¿Cómo decirle que su vida era una miseria si es que su hijo mayor era uno de los ídolos del instituto? Era imposible, por ello prefería callar y fingir que nada malo ocurría a su alrededor, además si su padre llegara a saberlo, las cosas irían a peor.

 

No, simplemente no podía afrontarlo.

 

Con una sonrisa leve, preparándose para la mala cara de su padre, abrió la puerta principal pero el cuerpo regordete de su progenitor que esperaba encontrar fue reemplazado con un par de jóvenes que si no los conociera él en persona, podría jurar que eran un par de modelos, ¿qué demonios hacían Kim Jonghyun y Choi Minho en su casa?

 

-T-Taesung ya salió – se apresuró a decir, haciendo un ademán de cerrar la puerta casi de inmediato pero el pie de uno de ellos lo evitó. Taemin alzó la mirada y se encontró con que era Kim el que no lo dejaba ser. Observando bien al mayor, ahora que lo tenía tan cerca, estaba seguro que tenías las facciones de un dinosaurio. Kim Dino Jjong, le iba a pelo - ¿Q-qué? – tartamudeó a lo tonto cuando sintió que se había quedado prendado viendo al joven, desviando los ojos hacia Minho que miraba hacia otro lado a su vez – Ya les dije que mi hermano ha salido

 

Mas no hubo reacción por parte de los recién llegados y después de unos momentos en silencio, provocando que la tensión de los tres chicos fuera creciendo exponencialmente, Choi se tronó los dedos en un gesto que cualquiera hubiera dicho era de nervios y se preparó para hablar, pero Jjong al conocerlo tan bien –lamentablemente– supuso más o menos lo que el otro iba a decir y antes que arruinara otra vez su progreso, lo calló con un golpe en el estómago, apresurándose a hablar por él.

 

-No vinimos buscando a Taesung, queremos hablar contigo – el recientemente apodado dinosaurio miró a Taemin, haciendo que el menor quisiera otra vez cerrar la puerta, sólo que ahora que con mucho más esmero – Vale, ya, Taemin! ¿Por qué me echas a mí, si ha sido este idiota el que te ha tratado mal?

 

Jjong se apoyó contra el marco, interponiendo su cuerpo para que el otro dejara de forcejear pero no fue necesario, el castaño había dejado de pelearle y lo observaba con los ojos tan grandes como platos, palideciendo patéticamente frente a ellos.

Oh dios, ¿en qué se había metido, ahora Taemin? El tipo ese estaba en la puerta de su casa y sabía exactamente lo que había ocurrido con su mejor amigo.

 

Era hombre muerto, lo iban a matar… y él seguía en pijama.

 

Agradecía a todos los dioses que hace un tiempo atrás hubiera adoptado la manía de usar pantalones de deporte y camisetas sueltas para dormir, porque si hubiera seguido usando las de figuritas de acción, no podría imaginarse que tan humillante hubiera sido el encuentro.

 

-¿Min, quién es?

 

-U-unos amigos, má! Nadie importante…

 

La voz de su madre lo había puesto alerta y antes de que se atreviese a salir de la cocina para poder ver a esos supuestos “amigos”, tiró de Jonghyun hacia dentro y luego a Choi, empujándolos por las escaleras para que se apresurasen a subirlas. El mayor de los tres por poco y se cae pero subió corriendo al entender lo que ocurría, pero sin perder detalle de todo lo que estaba sacrificándose a hacer por el estúpido de Minho. Definitivamente, le iba a deber un favor muy pero muy grande.

 

Cuando el par llegó al pasillo superior, se detuvieron junto a la puerta de la habitación de Taesung por pura costumbre, sin embargo, el menor tosió y negó como rindiéndose a lo poco que los otros podrían llegar a razonar. Si conocían la habitación de su hermano y habían visto una sola cama, ¿por qué suponían que él también dormía ahí? ¿Acaso lo hacía debajo de la cama? Y aunque moría por recriminarles su idiotez, el menor de los Lee se mordió la lengua, abriendo la última habitación que era la que a él le correspondía.

 

-Lee, ¿tus sábanas son de SuperMan?

 

La voz burlona de Minho lo hizo detenerse sobre sus pies tambaleantes en medio de su habitación, apreciando él con sus propios ojos su cama desordenada con sus sábanas expuestas en todo su esplendor, ¿por qué demonios no podía haber un terremoto o algo así? Sería mucho más fácil huir si la naturaleza conspirara a su favor por primera vez. Con cansancio se colocó las lentes sobre la cabeza y frotó el puente de la nariz, sentándose en su cama mientras invitaba al otro par a sentarse por donde quisiera.

 

-Choi, no todos usamos seda egipcia para dormir – susurró el castaño, moviendo los pies con nerviosismo – Hyung, ¿qué hacen acá? – la pregunta fue directa para Jjong – Pensé que mi hermano había salido a comer con ustedes, a menos que tenga más amigos y eso, bueno, eso sería raro

 

-Invitamos a comer a Taesung, pero digamos que cambiamos de planes – Minho habló porque sí, sentándose al borde del escritorio, mirando directamente al menor – Pequeño idiota, ¿por qué no me has respondido los mensajes ni las llamadas? ¿Acaso te crees alguien tan importante como para dejarme esperando?

 

Taemin quiso responder, pero otra vez Jonghyun golpeaba a su mejor amigo y tomaba la palabra. El menor con timidez le sonrió, sintiéndose agradecido porque siquiera uno de los dos no fuera un troglodita.

 

-Lo que acá quiere decir Minho es… - tomó aire y lo botó de un suspiro – Es que necesitábamos despejar el área, sabemos que no te llevas bien con tu hermano pero con quien necesitábamos hablar, era contigo.

 

-¿Por qué, hyung? Ayer Choi fue muy claro con que nosotros no éramos el tipo de personas que se debían juntar

 

-Bah, no le hagas caso a este idiota… ¿Quieres que te cuente algunas estupideces que el gran Choi Minho ha hecho en su “perfecta” vida? – Jjong sonrió y miró a su amigo antes de seguir – Te sorprenderías de saber lo mucho que oculta acá este tipo

 

Y la conversación siguió fluida, Taemin escuchando agradado todos los relatos que Kim tenía para contarle, algunas cosas graciosas y algunas cosas tan tontas que nadie en su vida podría haber imaginado, ¿Choi en bikini? ¿Choi cantando canciones de época, disfrazado de avestruz? ¡¿De dónde se sacaba un disfraz de avestruz?! Jonghyun se reía con él, ambos conversando con bromas sobre más tonterías que el otro chico hubiera sido capaz de hacer de no haber tenido quien lo cuidase, no obstante, Minho permanecía en silencio, escuchando y haciendo malas caras pero ese había sido el plan desde el inicio. Ser humillado para estar a la misma altura de Lee, salvo que cuando había hecho sus cuentas de lo mucho que tendría que soportar, no había tomado en cuenta que el menor sonreiría tanto y sería tan feliz, no había pensado que lo escucharía reír casi una media hora completa ni que podría bromear con toda naturalidad.

 

Sin embargo, lo que le molestaba, no es que el otro fuera feliz, sino que fuera feliz a causa de alguien más.

 

Si él había sido quien había puesto en el radar a Lee Taemin, ¿por qué el menor parecía estar más agradado con la compañía de Jjong que cuando hubo estado hablando con él los días pasados? En su posición incómoda, trató de distraerse con todo alrededor de la habitación, encontrándose con la no grata visión de la papelera llena de trozos de un peluche. Del peluche que él le había regalado.

 

En ese momento, Minho no se dio cuenta, pero la irreconocible sensación de decepción le pesó por dentro y en lo que restó de la tarde en la residencia Lee, no volvió a hablar o a cambiar su semblante.

Notas finales:

Críticas y comentarios son aceptados uwu♥
Palabras de aliento y un "me gusta" también Q_Q♥


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