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El Muchacho por Yoshita

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Notas del capitulo:

Último one-shot, espero los hayan disfrutado. 

Llevaba ya media hora sentado en la banca frente a la tarima. Bueno, ni tan en frente, era mas un lateral. Había comido temprano y bastante, no tenía hambre. El ayudante de sonido del centro comercial estaba sentado junto a mi, era ya costumbre tener a un encargado acompañándome cuando me presentaba en esta aburrida terraza, normalmente la gente no aprecia a los artistas que no conoce o que no cantan esas canciones desagradables que pasan en la radio con mensajes nada bonitos.   

Se estaban demorando, en decirme que empezara lo estaban haciendo, por favor, ¿quién hace que un músico se demore? Además que me habían dicho que tenía que presentarme hace una hora, y estaba aquí hace hora y media. ¡Y no me han dicho que me presente! Juegan con el tiempo de las personas.   

La gente caminaba alrededor de la tarima y la miraban, preguntándose quien se presentaría. Y yo aquí sentado esperando que me dieran el maldito permiso de poder subirme a esa tarima y cantar las canciones románticas que preparé porque, puede que no lo parezca, pero esas canciones tiernas y suaves son una de mis debilidades.    Varias familias recorrían el sitio pensando en donde comer, otras se ubicaban en el café a mis espaldas, bueno, a espaldas de la tarima.   

Me recogí el pelo en una coleta suelta baja, al nivel de la nuca, y dejé que los mechones rebeldes de siempre se colaran por sobre mi cara y hombros.   

La temperatura empezó a bajar y maldije por lo bajo haber olvidado mi chaqueta negra sobre la cama, me pareció estúpido teniendo en cuenta que hacía calor cuando salí, ahora me arrepiento.   

-¿Quieres?- mi acompañante me ofreció un café caliente, lo acepté con gusto.    

-Gracias. 

-Ya casi comenzamos, no te preocupes- acarició su barba tenue y recibió una llamada. -Perdona- se retiró y contestó.   

Me fijé en mi alrededor para distraerme mientras me decían que podía comenzar. La gente comenzaba a aumentar su número en los restaurantes cercanos, aquel de carnes, el de pizza y comida gourmet, el de mar y aquella heladería con un aspecto bastante tranquilo. Pero nadie se acercaba a ver la tarima, o por lo menos, a esperar al artista. Me desmotivó sobremanera.   

Ya era bastante de noche y no había comenzado a tocar aun, estaba aburrido y a punto de irme, los toques aquí siempre son monótonos y no hay siquiera mujeres interesantes, todas son unas perras que muestran más de lo que deberían y carecen de autorrespeto.   Aparte que son más plásticas que las sillas de playa donde intentan broncearse y coger color en esa cara pálida que vive maquillada.   

-Oye, ya podemos comenzar- me avisó luego de haber colgado su llamada. Aleluya.   

Tomé mi guitarra, que estaba apoyada en la tarima, y la saqué del forro. El sujeto me alcanzó el cable para conectar y lo hice luego de haberme sentado en la silla que estaba dispuesta para mi sobre la tarima. Acomodé los papeles guía en el atril y comencé a afinar y a probar el micrófono. Hablé en este y no sonó, aun estaba apagado. Miré al encargado y le hice una seña de que el micrófono estaba apagado y el hombre corrió del parlante a la caja de sonido para encender el micrófono. Con un gesto me indicó que probara de nuevo.   

-¿Hola? ¿Si? ¿Sonido?- dije y esta vez funcionó. Avisé al hombre con mi cabeza y continué afinando y probando sonido. Entre todo eso sentí una mirada curiosa en mi.   

Volteé a la banca contigua y hallé una mirada de color chocolate, expectante. Era un muchacho con cabello anaranjado, algo despeinado y un poco corto. Dio un pequeño respingo al encontrarse con mi mirada y me sonrió. ¿Por qué lo hacía? Le devolví la sonrisa algo dudoso y volví a mi oficio de afinar mi guitarra. Cuando comencé a tocar, sentí la mirada con mas intensidad. El chico me observaba, no como acosador, mas bien como un admirador. Es como si... Me quisiera. Sonreía al tiempo que cantaba el coro y se movía un poco al compás. Acabé la canción y el primer aplauso que oí fue el del muchacho, lo hacía con ánimo. Giré para verlo y me sonreía ampliamente, sus ojos cafés transmitían una cálida bienvenida y una intensa tranquilidad, podría decirse que estuve a punto de perderme en ellos.   

-Gracias- musité antes de sumergirme en chocolate y comencé una segunda canción, esta vez en inglés. Era un jazz suave, de esos de Nueva Orleans, un poco mas conocida que la canción anterior. 

Seguí tocando y una brisa algo fría me despeinó, sacudí la cabeza, sonreí y continué con mi canción. Me fijé en mi alrededor, mas gente se estaba acercando a mi. Principalmente dos chicas de colegio que se acercaron a la tarima a verme y me taparon un poco la vista para contemplar al chico sentado, ese con cabello naranja y saco verde. Se rieron entre ellas y me sonrieron. No era una sonrisa como las del muchacho sentado en la banca, eran más... Coquetas e insinuadoras. Antes me hubieran provocado, pero ahora conocía una sonrisa diferente y esa era la que me gustaba, la de aquel muchacho que me había acompañado desde el comienzo, tan inesperado.... Tuve una idea, para después. Volví a concentrarme en mi audiencia limitada y vi que las chicas esas intentaban fotografiarme, pero sintieron pena y se fueron, dejando paso a la hermosa mirada chocolate y esa sincera sonrisa de aquel muchacho de cabello anaranjado que me apoyaba desde una banca contigua. Acabé la canción y volteé a verle, esperando la sonrisa y el aplauso que me brindó sin pensarlo. Le sonreí otra vez, respondiendo la suya y se carcajeó suavemente, ¡cómo hubiera deseado haber estado cerca para poder escucharla!   

Entonces me decidí por dar un pequeño paso y me acomodé, giré el atril y me ubiqué mirándolo fijamente y de frente. Se coloró un poco y reí internamente, era lindo, era muy bonito y su personalidad, aunque no la conociera, me hacia desear hacerlo y... Bueno, me estaba gustando este chico. Volví a mis papeles y rebusqué las hojas de las canciones que quería dejar para el final pero que este muchacho se merecía en este momento. Las acomodé luego de encontrarlas y probé la afinación de la guitarra para el tono en el que estaba la canción, y la comencé. Se rió al oír un poco de la letra, se dio cuenta que era para él.    

-Tu, por ejemplo, tan a tiempo y tan... Inoportuna... Inoportuna- canté y en el sonrojo y la risa descubrí que se había dado cuenta que se la estaba cantando a él. Desde el comienzo estuvo, a tiempo, incluso desde antes, porque me vio desde que me estaba preparando, por eso fue inoportuno. Pero me dio la bienvenida, al igual que lo hice yo con él, pero aun así no lo esperaba... Tan inoportunos e inesperados esos ojos cafés. Pero afortunado yo de haberlos encontrado. -Tu, por ejemplo, tan bienvenida y tan... Inoportuna- reí de nuevo y me acompañó desde la banca. Era tan cierto. Este muchacho era... Es que eran... Nuestros intercambios de miradas eran cada vez más continuos, más intensos, más largos... Más profundos. Acabé la canción con una certeza y lo miré de inmediato, ya no había nada que hacer, en esa terraza, llena de gente y multitudes, sólo estábamos nosotros dos.  

Nuestras miradas. Nuestras sonrisas. Nuestras distantes respiraciones. Nuestros erráticos y pares latidos. Nuestros inexistentes nombres.  

Yo esperaba su sonrisa y su aplauso, él esperaba mi mirada y mi agradecimiento.  

Comencé otra canción, mirando al muchacho. Terminando la primera estrofa una niña se acercó a él, la chica tenía cabellos castaños claros, se sentó a su lado y le dijo algo que no logré escuchar. El muchacho se sobresaltó y yo reí, me sentí halagado al saber que le había tomado por sorpresa por estar viéndome.   

La pequeña musitó algo más y se resquebrajó la felicidad del rostro del muchacho, sus ojos se abrieron de miedo y la mueca de sus labios me indicó que algo no iba bien. Rogó algo con la mirada y la chica le contestó con un asentimiento y una sonrisa. Se fue y volteó a verme. Pero todo eso no lo había pasado por alto: ¿quién era ella? Era pequeña, podría ser que... ¿Sería ella SU inoportuna? ¿Sería ella su chica?  

Comencé una canción para él.   

-Todavía yo no se si volverá, Nadie sabe al día siguiente lo que hará- se notaba en sus ojos que debía irse, eso fue lo que ella le dijo, y yo no quería que se fuera. Iba a quedarme tocando más tiempo, ¿por qué tenía que irse?Me miró fijo mientras le cantaba esta canción con aires de despedida. -Todavía no pregunté: ¿te quedarás? Temo mucho la respuesta de un: jamás.   

Me hice trizas el interior al cantar esa frase, me sentí un completo idiota. Su rostro se contrajo en una mueca de dolor.   

Había más gente, mas muchachas jóvenes ofrecidas que intentaban coquetearme pero, al igual que mis ojos estaban perdidos en los suyos, mi concentración yacía en las canciones, en su sonrisa y en nuestro silencioso intercambio.   

Quería que en realidad se quedara. Yo feliz le respondería un "bienvenido", sin embargo no se si sería compartido, como dice esta canción que estoy cantando.    

Se acabó la canción y un hombre lo jaló fuera de la banca, parecía su padre. Él se aferró lo que más pudo a la banca para no soltarse, no quería irse. Al final se dio por vencido y se soltó. Volteó su rostro y se encontró con mi cara de comprensión ante lo que estaba pasando, la pequeña era su hermana, al igual que la otra chica de pelo negro. Me sentí feliz al saber que no era compartido, podía ser sólo mío.   

Se despidió con gestos de la mano y me sonrío de la manera mas amplia, sincera y romántica que he visto en mi vida. Le respondí el gesto con la mano y con mis labios esbocé una sonrisa sincera y cargada de amor instantáneo. Le guiñé un ojo con picardía y ternura y, reticente, volteé para seguir mi presentación.  

Hice un rasgueo y dejé de ver al muchacho. 

 

Notas finales:

Fin. 

Gracias por leer. 


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