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¿Soy una mala persona por haberme enamorado de ti? por koru-chan

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¿Soy una mala persona por haberme enamorado de ti?


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C a p í t u l o


Uno


Las consecuencias de callar lo que sentimos


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Los humanos, muchas veces, callan lo que sienten. ¿Para no hacer daño? ¿En serio? ¿Por qué? Estoy agotado de presenciar siempre lo mismo. He sido testigo como, repetitivamente, ignoran aquello tan bonito por temor; porque no serán correspondidos o serán rechazados. Me gustaría preguntarles, acaso ¿creen que aquello es correcto? ¿Es correcto cargar aquel peso tú solo? Está bien, a nadie se le puede obligar a amar, pero tú estarás siendo libre…


Dilo, grítalo, escribe una carta, haz un poema, compone una canción... Suéltalo de alguna forma porque cargar con aquello no es conveniente. Ya que cuando lo vuelcas hacia tu interior, en un intento fallido por ahogarlo, le das vida, forma y poder. Al tragarte el amor, la frustración y la tristeza, de ese sentimiento sin dueño, este crece; y su volumen te traerá consecuencias como una bomba interna que, con cualquier movimiento, estallará…


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Veía su dolor. Se mordisqueaba sus bellos labios con frustración. Sus ojos le escocían; estaban aguados, colorados y marchitos. El nudo en su garganta no le dejaba respirar con normalidad. Había, finalmente, explotado…


Deslizaba su silla por su habitación. Tenía deseos de gritar completamente impotente producto de la reciente instancia vivida.


Llevó ambas palmas a su rostro cuando las lágrimas, nuevamente, amenazaban por salir y ya no se podía controlar. Pequeños espasmos y gemiditos dolidos se escapaban por su boca sin poder frenarlos. La noticia había sido sin anestesia: Se iban a casar…


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Había un ambiente extraño desde que se había levantado aquella mañana. Saludó como todos los días al entrar deslizando su silla de ruedas a la cocina, viendo extrañado como aquella mujer de escasas señales de edad en su rostro preparaba algunos alimentos para cocinar.


Buscó algunas cosas para preparar su desayuno observando intrigado a su madre, la cual estaba concentradísima rebuscando por los anaqueles distintas especies para su preparación culinaria.


—¿Qué ocurre? ¿Habrá alguna clase de evento y no me he enterado?—preguntó con la boca llena de cereal siguiendo con la mirada a su progenitora.


—Qué asco. Come primero y después hablas. ¿Acaso tienes cinco años de nuevo? Compórtate como el hombre que eres, Takanori—frunció el ceño al escuchar la voz chillona y aguda de su hermana mayor quien venía ingresando a aquella habitación vaporosa producto de la cocción que se estaba llevando acabo. Sin dudarlo, el reciente regañado iba a espetarle algo; alguna ocurrencia divertida para hacer enojar, aún más, a la mujer, pero se frenó al ver aparecer al rubio de sus sueños quien constantemente le robaba los suspiros.


Éste entró cargando unas pesadas bolsas de supermercado sonriéndole como saludo al menor, quien hizo una pequeña reverencia con su cabeza un tanto embobado por la sorpresiva presencia mañanera del joven en su casa.


—Amor, no seas así…—habló reprobando el actuar de su novia. Takanori, que se sabía defender muy bien y, que muchas veces dejaba muda a la mayor y a mí me sacaba unas carcajadas, se limitó a sonreírle agradecido por defenderlo de la arpía mujer—. No le hagas caso. Esta estresada porque mis padres la quieren conocer—peinó sus hebras rubias hacia atrás mostrándole, al chiquillo frente a él, aquella nueva y deslumbrante manera que tenía de botar el cansancio. Vi sus ojos brillar. Sabía que estaba grabando aquella nueva arista en su mente. Claramente estaba obviando aquella intrigante plática—. Los invitamos a cenar ya que estarán en la ciudad esta semana y, además… porque les tenemos una sorpresa—Takanori volvió de su fantasía despierto, mirando curioso al hombre tras la información reciente, quien, a su vez, observaba con cariño la espalda de la chica que se había acercado a la madura fémina dueña de aquella casa.


Los ojos del menudo chico se posaron sobre Akira, pero esta vez, con tristeza. En su suspiro palpé una y otra vez como se cuestionaba sus vagas ilusiones y sus bobos sueños; el deseo que algún día esos ojos lo observaran con el amor que le demostraba a su hermana, eran prácticamente, efímeras alucinaciones. Claro, estaba loco por aquel hombre—. ¿Estarás en la cena?


—Estoy obligado. Soy habitante de esta casa y miembro de esta familia, al parecer—rodó sus cuencas haciendo sonreír al chico. Éste lo imitó, pero su sonrisa mutó a una mueca triste. Últimamente esa eran las sonrisas que reinaban en su día a día. Sus sentimientos se estaban desbordando. Estaba en su límite. Me pregunto, ¿cuánto podría soportar conteniendo este secreto?


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Los padres de Akira se veían estrictos y tradicionales. No tenían ni un ápice de la personalidad del rubio, pero la semejanza física con su padre y la finura del rostro de su madre lo hacían una copia perfecta de sus progenitores


Tuvieron una charla amena antes de la comida. En aquel primer encuentro, después de los saludos formales, Takanori había pasado a segundo plano. Estaba haciendo acto de presencia; llenando el hueco al cual correspondía el título de hermano menor, pero era como alguien completamente invisible. Estaba porque debía estar.


La cena comenzó y esta instancia no fue mejor que la conversación previa. El ambiente era  incómodo y los soniditos de los cubiertos contra la loza fina era la única musiquita de fondo en aquella silenciosa mesa.


—Y... ¿cuál es la noticia, hijo?—habló el progenitor del rubio penetrándolo con sus ojos azabaches de hiel.  Reita sonrió cogiendo la mano de su novia con delicadeza por debajo de la mesa para luego llevar el dorso de esta hacia sus labios y besarla con delicadeza. La chica lo miró un tanto nerviosa bajando la mirada cohibida.


—Bueno, la madre de Kyoko ya sabe…—sonrió hacia los presentes—. Sé que es algo precipitado, pero nos amamos y no queremos esperar más para… casarnos. Lo haremos en unos meses más— dijo con simpleza seguido de un estruendoso sonido de una copa quebrándose contra el suelo de cerámica pulida. Esto provocó que las miradas hacia la pareja pasaran, rápidamente, donde se encontraba la menuda figura temblorosa de mi pequeño.


—Se casarán, se casarán, se casarángritó una y otra vez en su mente. Lo oí, como también percibí como su corazón se hacía añicos producto de aquellas palabras hermosas, pero, a la vez dolorosas. El eco de la voz del hombre de sus sueños se repetía en su cabeza haciendo que su pecho punzara por un malestar agudo. El sufrimiento emocional se había volcado al físico y, este, era agónico y asfixiante.


—Lo siento—dijo con la mirada baja. Se rascó la nuca alzando temeroso la vista la cual chocó de lleno con aquellos ojos en tono caramelo. Su visión se tornó nublosa, pero, incluso con el pesar latente de la noticia, se empeñó a mostrar una sonrisa tristona y decir: —. Felicidades—aquella sonrisa se transformó en una mueca vacía cuando escuchó como su madre se alzaba para abrazar al par de jóvenes mientras él intentaba por todos los medios reprimir las lágrimas que sus ojos deseaban expulsar con descontrol; su cuerpo ya no podía contener el sufrimiento que se le clavaba en el corazón.


Su flequillo cubrió sus acuosos ojos azulados. Aquella falsa sonrisa fue creíble para todos, menos para Akira Suzuki. Observé al hombre y no podía entender cómo podía ser tan ruin...


Pero nada podía hacer…


¿Qué podía intentar un ente como yo? Sólo podía intentar consolar aquel cuerpo que mantenía la mirada baja y que deseaba huir. Pero no había caso, no había fuerza divina que pudiera contra aquellos sentimientos formados por un alma pura, frágil y bondadosa.


La mirada de Akira se iba de vez en cuando hacia mi niño, sus ojos mostraban confusión por el actuar de Takanori, pero en el fondo de su corazón sabía que él era culpable de que esos bonitos y brillantes ojos estuvieran derramando lágrimas imperceptibles para los mortales reunidos, pero no para él. Él sabía, a pesar de su despistada personalidad, de aquellos sentimientos reprimidos por el hermanito de su novia; pero como era un ser humano lleno de imperfecciones, prefirió callar.


Nos alejamos de la sala de apoco, aprovechando la conmoción de los presentes por magna noticia. Yo, como siempre, lo seguí a paso lento mientras veía como con torpeza guiaba su silla de ruedas hasta el pasillo principal. Me voltee por última vez para observar al humano cruel descubriendo como seguía, con discreción, la menuda figura de Takanori. Pero éste dejó sus divagaciones cuando vio que el chico desapareció y, como si aquel reciente descubrimiento hubiera sido obra de su imaginación y se le hubiera olvidado automáticamente tras no percibir la presencia de mi chiquillo, volvió a la realidad de su presente dichoso. Sonrió jubiloso mientras compartía su alegría  con los asistentes al mismo tiempo que un alma desgarrada lloraba en un rincón de aquella casa.

Notas finales:

Gracias por leerme y dejar Rw c:son hermosas.


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