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El amor nace entre las sombras. por Shimizu Megumi

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Notas del capitulo:

Buenas tardes! :) Espero que les guste la continuación del capítulo ñ_ñ

 

- ¡CIERRA LA BOCA DE UNA MALDITA VEZ, MALDICIÓN! – Gritó Sasuke golpeando sus puños contra la punta del escritorio, haciendo que éste diera un enorme temblor y que los papeles sobre él cayeran al suelo. Una vena en su rostro amenazaba con explotar, y su ceño se encontraba fruncido a más no poder.

Todos los allí presentes enderezaron sus cuerpos y tragaron con dificultad, en especial cierto peliceleste que había provocado esa temible reacción en su jefe.

¿El porqué de esa reacción? Bueno, es básicamente sencillo…

Quince minutos antes.

Itachi, Kiba, Suigetsu y Juugo se encontraban en la oficina de Sasuke, quien los había citado para hablar de ciertos asuntos con ellos. Los cuatro estaban parados frente al escritorio, y sus rostros reflejaban una expresión de confusión; por lo general, su jefe nunca los llamaba, sino que Karin era la encargada de explicarles los detalles de cada plan que ingeniaban.

- Verán, los cité aquí por una simple y sencilla razón. – Comenzó el azabache, cruzando sus manos y mirándolos fijamente. – Karin me informó que ayer por la noche tuvo unos síntomas de resfriado, y no vendrá a trabajar hoy para resguardar su salud.  Por ende, me tengo que tomar el molesto trabajo de hablar con ustedes, para brindarles los malditos detalles de lo que harán a continuación.

- ¡Vamos jefe, no sea tímido! – Dijo Suigetsu con una gran sonrisa en su rostro, y un pequeño brillo en sus ojos. – No creo que sea un fastidio hablar con nosotros, al fin y al ca-

- Como ya saben, - Sasuke habló sobre Suigetsu, realmente su opinión le importaba tres pepinos. –hoy por la tarde me dirigiré a platicar con el nuevo Jefe de Policía. – Hizo énfasis en platicar, ya que para él eso significaba sobornar. – No les contaré los detalles de eso, ya que no es de su incumbencia. Sin embargo, tengo un pequeño trabajo para ustedes al tiempo que yo me vaya.

- ¿Trabajo? ¿Tiene que ser hoy? ¡Es que tengo que comprar el nuevo número de “Bellezas al desnudo”, que saldrá hoy por la tarde! – De nuevo Suigetsu, atentando contra la paciencia de su jefe.

 

- Según me informó nuestro espía Shino, un pequeño grupo de mafiosos de cuatro o cinco personas se ha formado en la calle Shibuya, y parece que reclutarán nuevos miembros más jóvenes que ellos. Al igual que nosotros, han estafado a muchas personas para luego robar sus pertenencias. – Congeló aún más su tono de voz, y les dijo algo que más bien sonó como una orden. – Enséñenles quienes son los que mandan aquí.

- Jefe, no creo que sea un asunto tan grave… hoy es Youko-chan quien mostrará sus atributos. – Dijo el peliceleste con un puchero, mientras hacía ademanes de pechos grandes.

- Sin embargo, deben hacerlo con cuidado. – Siguió el azabache tratando de calmarse. Sólo le quedaba un 10%  de su “infinita” paciencia. – Es una calle bastante transitada, no involucren a nadie má-

- Jefe, ¿No puede reemplazarme por Hidan? ¡Por favor, sólo por esta vez! – Volvió a interrumpir Suigetsu, juntando sus manos en señal de súplica.

- ¡CIERRA LA BOCA DE UNA MALDITA VEZ, MALDICIÓN!

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Una vez silenciado a Suigetsu, Sasuke prosiguió con su explicación.

- La dirección del lugar es Shibuya 751. Tengan en cuenta que se encuentra cerca del Centro Comercial, por lo que muchas personas caminan por allí todos los días. No tienen que llamar la atención de absolutamente NADIE. Y obviamente, no deben involucrar a nadie más que no sean aquellos bastardos, por lo que si alguna otra persona sale herida los mataré.

- “Jefe, usted realmente tiene un buen corazón” – Suigetsu se contuvo para no expresar en palabras sus pensamientos; si lo hacía, seguramente su cuerpo quedaría estampado en la pared de la habitación, y dejado allí hasta que a su jefe se le ocurra sacarlo, que probablemente sería nunca.

- En dos horas partiré a la Estación de Policía, por lo que deberán salir en el mismo horario. Bien, retírense ahora mismo.

- ¡Sí, señor! – Respondieron los cuatro al unísono y se retiraron de la habitación.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Sasuke tomó de su perchero un chaleco color negro, se arregló el cabello con una mano y salió rumbo a su destino. Caminó varias calles mientras observaba a las personas que transitaban en ellas, mientras pensaba que la sociedad de hoy en día era una verdadera mierda. La gente cada vez cometía más crímenes, violaciones, robos, asesinatos… le generaban un completo asco. No cabía duda de que debían morir de un disparo en la cabeza.

Mientras tenía esos pensamientos, se dio cuenta de que estaba sólo a una cuadra de la Estación de Policía. Su mente divagó por un momento más. ¿Qué clase de persona sería el nuevo jefe? Deidara le había dicho que tenía su edad… que vergüenza, la gente se corrompe cada vez a menor edad.

Sus pensamientos se detuvieron al llegar al lugar que ya tanto conocía. Entró rápidamente y se encontró con sus dos viejos conocidos sentados en una pequeña mesa, charlando animadamente.

- Deidara, Sasori, cuánto tiempo sin verlos.

Ambos lo miraron con sorpresa, para luego pararse de un salto.

- ¡¡Sasuke!! De verdad eres un bastardo, ya casi no vienes a visitarnos. – Dijo el rubio con una hermosa sonrisa, palmeándole la espalda cariñosamente.

- Sí que ha pasado tiempo, Sasuke. – Sasori le regaló una muy pequeña pero cálida sonrisa al azabache.

- He estado muy ocupado con el trabajo, ustedes sabrán que no es algo que cualquiera pueda hacer, y es muy agotador hacerlo. Discúlpenme, pero ésta vez no dispongo de mucho tiempo. Saben para que vine hasta aquí, ¿Verdad?

- Claro. – Respondió el pelirrojo, y luego señaló hacia su derecha. – La oficina del Jefe está por allí, luego cuéntanos que te ha dicho.

- Lo sé, nos vemos luego.

Sasuke siguió el camino que le fue indicado, y se encontró con una puerta que tenía un escrito grabado en ella.

- “Jefe de Policía, Uzumaki Naruto.” – Leyó en sus adentros. – “Ja.”

Tocó la puerta con una extraña delicadeza, y una amable voz se escuchó del otro lado de la puerta.

- Adelante.

Giró el picaporte y entró a la habitación. Al estar dentro, miró fijamente a la persona que tenía enfrente suyo. Era un joven de contextura delgada, el cual poseía una cabellera rubia que parecía suave al tacto; ojos de un color zafiro que parecían reflejar el mismísimo cielo y tres marquitas en cada lado de sus mejillas que lo hacían ver mucho más adorable de lo que ya era. Claro, todo eso cruzaría por su cabeza si fuera una adolescente enamorada, pero sus pensamientos no estaban muy lejos de eso. No era homosexual, pero realmente le parecía una persona muy deseable.

- Buenas tardes, por favor déjeme presentarme como es debido. Mi nombre es Uchiha Sasuke, es un placer conocerlo. – Dijo extendiéndole su mano derecha, con una cálida sonrisa fingida que derretiría el corazón de cualquier persona.

El rubio dejó que su mente se desvíe por un momento. Ese chico que se le acababa de presentar poseía una hermosa tez blanca y fina, ojos de un penetrante color negro que invitan a hundirse en ellos, y cabello del mismo color azabache que tanto le había gustado. La elegante pero descuidada forma en la que estaba vestido lo hacía ver como un chico malo y rebelde, pero extremadamente apuesto. A él tampoco le gustaban los hombres, pero pensaba que esa persona sin dudas era muy hermosa.

- Buenas tardes, mi nombre es Uzumaki Naruto. – Contestó estrechándole la mano, con una hermosa sonrisa. – Y el gusto es mío, por supuesto. Tome asiento por favor.

Luego del saludo, el azabache se sentó frente al rubio, y ambos quedaron en silencio por unos segundos. Sin embargo, Naruto habló primero.

- Y bien Sasuke-san, ¿Qué lo trae por aquí?

- Con que me diga Sasuke está bien. – Respondió con una sonrisa. – Verá usted, trataré de no dar rodeos con respecto al asunto.

- Por supuesto. – Dijo el rubio con curiosidad.

Sasuke sacó un fajo de billetes de su bolsillo y lo colocó sobre el escritorio. Naruto lo miró con asombro, esperando una explicación.

- ¿Qué es eso? – Preguntó señalando el dinero, mirando al azabache con una evidente expresión de confusión.

- Billetes, dinero, efectivo… llámelo como quiera. Como dije antes, no daré rodeos. Tengo que resolver un asunto de suma importancia en dos días, y quiero a la policía fuera de esto.

- ¿Perdón? ¿Qué acaba de decir?

- Lo que escuchaste, claramente. – El azabache dejó de ser formal, este asunto estaba colmando su paciencia.

- Es una broma, ¿Verdad?

El rubio estaba estupefacto. ¿Qué significaba todo eso que le estaba diciendo? Sin dudas tenía que ser una broma. Ese joven parecía alguien amable, cortés, confiable…

- No, claro que no lo es. A nadie le viene mal un poco de dinero, ¿no? Entonces, adelante, puedes tomarlo. Es una pequeña muestra de mi amabilidad.

- ¿Amabilidad? – El rubio enarcó una ceja. – Usted está intentando sobornarme, y eso claramente es un delito.

- Vamos, nadie se resiste al dinero. Las personas son corruptas por naturaleza, y aunque al principio lo niegan, luego terminan cediendo a la tentación de todos modos.

Naruto se levantó de su asiento. Su impresión de Sasuke había cambiado de un momento a otro, aunque recién acababan de conocerse. Tomó aire y comenzó a hablar.

- Verá usted, Sasuke-san, me veo obligado a rechazar su oferta. No soy una persona corrupta, como usted dice; lo único que deseo es proteger a cada habitante de ésta ciudad, aunque eso me cueste la vida. Jamás caí ante esos sucios actos, y jamás lo haré.

- “Huh, con que eres testarudo eh… veamos qué dices con esto.” – Pensó el pelinegro con malicia.

El azabache se levantó de su lugar, y se dirigió lentamente hacia Naruto. Al llegar hasta donde se encontraba el mencionado, posó su mano en el rostro del rubio, acercándolo hacia él y pegando sus labios en la oreja derecha de éste.

- Si piensas de esa forma supongo que no hay otra opción, pero… ¿Realmente no puedo hacer nada para que cambies de idea? – Susurró muy lentamente, provocando en el contrario un leve temblor que no pasó desapercibido para el de ojos negros.

- N-No, ésta es mi respuesta final. Aléjese por favor.

- Oh, ¿De verdad quieres que me aleje? – Sasuke posó su mano libre por la cintura del rubio, pegándolo más a su cuerpo, reduciendo así la poca distancia que había entre ellos.

Naruto respiraba con dificultad. Todos sus sentidos estaban nublados, y sólo podía quedarse parado en ese lugar, dejándose hacer por el azabache. De repente, una imagen cruzó por su cabeza. Su madre. No podía, no podía hacerle esto.

- ¡Aléjate! – Dijo el rubio corriéndolo de un empujón. – ¡No aceptaré nada que venga de ti!

Sasuke lo miró con asombro. Ese chico… ¿Lo acababa de rechazar? El radio de Naruto sonó.

- Aquí Unidad 3, llamando a Central. Aquí Unidad 3, llamando a Central.

- ¿Qué sucedió?

- Jefe, unos vecinos nos han informado que hay unos bandidos en la calle Shibuya 751. Aparentemente, es un enfrentamiento de cuatro personas contra otras cuatro o tres, o eso se estima. No sabemos con exactitud el número.

- ¿Heridos?

- Negativo.

- Comprendo. Enviaré dos patrulleros de inmediato.

- Entendido.

Colgó el radio y miró al azabache.

-Cuando era pequeño, mi madre tuvo una mala experiencia con unos bandidos, quienes abusaron de ella sólo porque no les quiso entregar su teléfono celular. Ella quedó muy grave psicológicamente, y tardó varios meses en recuperarse. Al verla en ese estado y estar presente en cada momento de su trauma, decidí que quiero proteger a las personas de manera que ya nadie sufra como mi madre lo hizo. No te enviaré a una prisión, como debería hacerlo, ya que tienes la oportunidad de pensar sobre tus actos y redimirte de ellos. Piensa en cada individuo como ser humano, y no como en alguien a quien puedas usar a tu beneficio. Todos tenemos corazón, sentimientos, familia, amigos, y los queremos proteger sin importar lo que cueste. Por favor, reflexiona sobre ello. – Encendió su radio y habló a uno de sus subordinados. – Gaara-san, envía dos patrullas a la calle Shibuya 751.

- Entendido.

La mente de Sasuke flotaba en las nubes. Ese maldito niño lo había rechazado, lo había humillado.­ Jamás se lo perdonaría. Se quedó en silencio por unos segundos, hasta que su cabeza le hizo un click. Shibuya 751, un enfrentamiento de aparentemente cuatro contra cuatro o tres… ¡Mierda! No podía ser, no podía ser. No le salía una bien. Tenía que dejar ese lugar de inmediato. Tragó su orgullo, y aunque sabía que se arrepentiría de por vida, dijo lo siguiente.

- Tienes razón. Luego de escuchar lo de tu madre, pude entender el motivo en porque te empeñas tanto en proteger a las personas, y es algo que estoy admirando. Mis más sinceras disculpas, reflexionaré sobre mis actos.

- Claro, no te preocupes. – El rubio le dedicó una cálida sonrisa.

Se despidió de Naruto y salió casi corriendo, ignorando a Sasori y Deidara que lo esperaban para saber los resultados. Tenía que llegar lo antes posible, o las cosas se tornarían aún peores. Muy adentro suyo tenía una leve esperanza de que otras personas estén armando ese alboroto, pero lamentablemente los datos coincidían muy bien.

Luego de unos diez minutos que se le hicieron eternos, llegó al lugar de la persecución. Inmediatamente, sus ojos se abrieron de par en par. Tardó unos minutos en procesar lo que estaba viendo. Eso no era un cuatro contra cuatro, o lo que sea. Eso era… un desastre.

Kiba se encontraba tirado sobre Itachi, ambos rodando en el suelo, propinándose golpes, patadas y de vez en cuando unos tirones de pelo; los dos hablaban a los gritos, y era imposible saber que estaban diciendo; Suigetsu saltaba arriba de la espalda de un hombre, gritando entre risas, diciendo: “¡ESO TE PASA POR METERTE CON YOUKO-CHAN, BASTARDO!; Mientras que Juugo, agarrando a dos hombres por el cuello, uno con cada mano, y zarandeándolos tanto que si pasaban unos segundos más se convertirían en muñequitos de goma, gritaba enfurecido: “ATRÉVANSE A REPETIR LO QUE HAN DICHO DE KIMIMARO!”

El azabache no podía creer lo que tenía frente a sus ojos. “No tienen que llamar la atención de absolutamente NADIE”, les había dicho. Miró a su alrededor. Una gran cantidad de personas se encontraba mirando ese espectáculo, unos con rostros llenos de curiosidad y sorpresa, mientras que otros tomaban fotos con su celular y reían a carcajadas.

Eso fue suficiente para el pelinegro. Su rostro se tiñó de furia. ¿Acaso eran niños de cinco años? ¿No podían realizar un maldito trabajo tan fácil como ese? Se acercó hacia ellos corriendo, mientras gritaba a todo pulmón:

- ¡DESGRACIADOS, MALNACIDOS, ESCORIA DE LA SOCIEDAD! ¡¿QUÉ MIERDA CREEN QUE ESTÁN HACIENDO?!

Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para mirar al dueño de aquellos insultos.

- O-Oigan... – Dijo un hombre del bando contrario. – ¡E-Ese es…!

- ¡Uchiha Sasuke! – Completó su compañero. – Corran, ¡¡Huyamos!!

Los tres hombres se retiraron corriendo del lugar,  mientras que la gente que observaba, al escuchar el nombre “Uchiha Sasuke” se alejó rápidamente, dejando esa zona casi vacía.

El rostro de Sasuke les indicaba que no debían decir ni una palabra, o en el caso contrario los mataría. Giró su cuerpo y comenzó a caminar en dirección opuesta, por lo que los otros cuatro lo siguieron al instante, mirándose entre sí, tan asustados que faltaba no muy poco para que salieran lágrimas de sus ojos. Sin embargo, el azabache no les dirigía la palabra; seguramente estaría esperando a llegar hasta el edificio, donde allí comenzaría con su leve regaño”. Era como la calma antes de la tormenta.

El azabache estaba demasiado enfadado con sus subordinados, sin embargo sus pensamientos se centraban en cierto rubio que había conocido hoy por la tarde. Nunca nadie había rechazado su dinero y mucho menos a él. Siempre tenía a sus pies a cualquier persona, sea hombre o mujer. ¿Quién mierda se creía que era ese mocoso para rechazarlo?

- “Siendo que tuviste la oportunidad de tenerme por un momento, la desperdiciaste y lo peor es que has hecho que me disculpara. Mocoso de mierda, debo enseñarte que nadie puede resistirse a mi encanto, y ya encontré la forma perfecta para hacerlo.”

Sólo eso era lo único que rondaba en su cabeza en ese momento. Su orgullo había resultado herido, y sin dudas eso era lo peor que podía pasar; definitivamente, no dejaría que todo quede de esta manera.


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