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Gunfire por MinamotoIM

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Shot02.

El Encuentro Ocurre.

 

 

1

 

Habían pasado alrededor de tres meses desde que Ichigo Kurosaki invitó a una misteriosa chica de cabellera negra y ojos violáceos a su casa, se enteró de que ésta era una mujer peligrosa involucrada con la mafia japonesa y que además, después de escupir un precioso discurso sobre la seguridad de su familia y el bienestar de su estilo de vida, discretamente deja un trozo de papel que termina por desestabilizar la seguridad de su familia y estilo de vida. No obstante, a pesar del infortunio que representaba la revelación de esas dos palabras, los días sencillamente transcurrieron en el andar fluido de la cotidianidad.

 

Esos enfrentamientos callejeros y rescate de damiselas terminaron por volverse un ambiguo recuerdo para el anecdotario de sus aventuras como pandillero justiciero. No obstante, un ínfimo detalle inquietaba al joven pelinaranja, una pequeña y suave espina que se enterraba cada día más profundo a su sentimiento de inquietud. Después de repasarse el martirio del nombre por varios días, entendió que su incertidumbre se debía a que el nombre de la chica le parecía conocido, y no sólo era un delirio producto de su pánico intrínseco, sino que realmente existía una Kuchiki Rukia cercana a él.

 

Lo comprobó cuando Ishida le pasó la lista de todos los alumnos del 2° de bachillerato. Rukia cursaba el 2-B, mientras que Ichigo permanecía en el olvidado 2-E. También gracias a la descripción que le ofreció a su amigo, afirmó que Ishida habló con ella en diversas ocasiones, pero sus conversaciones rayaban a la trivialidad escolar. Uryu también mencionó que posiblemente Rukia tendría relación con el fundador de Inuzuri-gumi, Abarai Renji, pero Ichigo nunca lo conoció a pesar de tener algunos amigos en el grupo e incluso llevarse bien con el líder actual de Inuzuri. Las descripciones sobre el sujeto en cuestión parecían ser un tanto exageradas, cosas como: “Tiene una larga cabellera de rojo intenso, algunos piensan que obtuvo esa intensidad porque en el pasado se bañaba de la sangre de sus oponentes, también que su mirada es tan penetrante que sólo necesita mirarte fijamente un rato para hacerte temblar las piernas. Es increíblemente fuerte, los miembros más viejos de Inuzuri llegaron a llamarle Hihiou Zabimaru por su fuerza y letalidad al pelear”.

 

Se mentiría a sí mismo si dijera que no le preocupaba que aquella damisela en peligro estuviera marcando su record de ausencias en clases, pero igualmente no saber más de ella le provocaba una delgada sensación de tranquilidad que repentinamente se turbaba por la culpabilidad moral.

 

Fue en uno de esos días que el corto circuito del hado se estrelló contra él. Kurosaki llevó su caminar torpemente a un encuentro con Abarai, el fundador de Inuzuri-gumi, quien se decía había estado frecuentando “La guarida Inuzuri” y que al parecer se debía al acrecentar de un conflicto, dónde agrupaciones pequeñas y ambiciosas como Inuzuri-gumi azotaban las calles con su petulante violencia urbana, la alegoría sonora de sus erres en las palabras y los patéticos pucheros con arrugados entrecejos sacados de antiguas películas yakuza. Todo ese conjunto de cliché delincuencial le provocaba a Ichigo un nauseabundo sentimiento de vergüenza ajena y enojo voraz. Simplemente no concebía tal espectáculo de estereotipo paseándose en sus anchas por callejuelas y callejones de colonias que aún se mantenían en la clase media baja.

 

Lamentablemente, el problema no era esa vestimenta anticuada de gakuran modificado, con esas negras chaquetas tan absurdamente largas, retazos de tela blanca anudados sobre sus frentes, vendajes mal puestos sobre sus vientres o las espadas de madera reposando sobre sus hombros; sino la contradicción de sus acciones. Muy rara vez peleaban contra él cuando se los topaba haciendo destrozos, y cuando accedían, era sólo para arreglar combate de uno a uno. Una muy respetable regla ética les regía, no atacaban a mujeres o niños, no asaltaban a gente pobre, entre jóvenes de misma edad y nivel se insultaban pero ante alguien mayor mantenían respeto, y arreglaban el enfrentamiento uno a uno cuando consideraban a su contrincante un digno rival.

 

Pero ese día ocurría algo diferente, los miembros de Inuzuri-gumi parecían estar más nerviosos, eran más cuidadosos con sus palabras, soltaban menos berridos  y un aura de callada amenaza brotaban por sus ojos. Esto era debido a dos detalles que Ichigo nunca presenció: conflicto intergrupal con Sabitsura-gumi y la presencia del fundador de Inuzuri-gumi en ese conflicto.

 

Los Sabitsura-gumi son un grupo delictivo especializado en estafas menores, asaltos a tiendas y transporte público. Sin embargo, su fama era terrible porque la mayoría de sus miembros era drogodependientes y se mostraban irracionalmente agresivos en sus etapas de abstinencia. Inuzuri-gumi siempre tuvo una fuerte tensión con Sabitsura-gumi por ser agrupaciones vecinas con diferentes valores morales y éticos, entre ellos el hecho de que la mayoría de los Sabitsura-gumi fueron originalmente rechazados ó repudiados del Inuzuri-gumi al incumplir las reglas del grupo.

 

Las cosas entre ambos comenzaron a empeorar cuando un integrante del Sabitsura-gumi le declaró abiertamente la guerra al Inuzuri-gumi, destinó varios gatillazos que dejaron a varios heridos y cinco muertos, todos ellos jóvenes con menos de 20 años encima. En contestación, los veteranos de Inuzuri-gumi decapitan a su mismo número de muertos y hieren a la mayoría de los recién llegados para asustarlos y disminuir su poder de acción como masa colectiva.

 

En la cúspide del conflicto, finalmente emerge la guerra armada entre veteranos de ambos grupos, todos ahora retirados de los grupos juveniles y asociados a células delictivas más grandes ó tomando puestos de poder más altos.

 

El trueno de las armas de fuego rasgó maquiavélicamente el rutinario silencio del parque público, la poca gente que pasaba por ahí se estremeció al reconocer tan retumbante ruido; algunos gritaron, otros no podían evitar sentir el temblor en sus piernas y los más listos simplemente salían corriendo lejos del origen del disparo. El infortunio fue para Kurosaki Ichigo, que después de considerar sus posibilidades, la alternativa más efectiva era la más peligrosa desde su posición.

 

El mecanismo del arma produjo un ruido a la fricción, nuevos casquillos .44 mágnum se adjuntaron al revólver S&W Modelo 629 Classic, que ciertamente Ichigo confundiría con las pistolas cinematográficas de utilería. Seis disparos consecutivos se oyeron nuevamente, y junto a ello el sonido de pequeños metales huecos precipitándose contra el suelo. Unos pequeños ojos contraídos miraban entretenidos a la mueca torcida y atónita del chico que yacía sentado en el suelo contra su voluntad.

 

El portador del arma soltó un bufido burlón y extendió sus labios en una sonrisa divertida y egocéntrica. Se aproximó al joven con pasos lentos y pausados, permitiendo que sus zapatos produjeran un pequeño eco al caminar; su arma se abalanzaba suavemente hacia adelante y  hacia atrás en una insinuación peligrosa, donde la muerte estaba invitada a participar. El que yacía en el suelo ni siquiera podría pasar saliva por su garganta.

 

De repente los pasos de detuvieron, a unos cuantos metros de su víctima.

 

—Es poco conveniente que haya mirones cuando haces tu trabajo, ¿no es un fastidio?— Soltó sus palabras en un tono trivial, que por su doble sentido Ichigo entendió que se refería a él. Un destelló en su memoria lo golpeó bruscamente, su iris se sacudió como si de una epifanía se tratase. Retuvo el aliento mientras absorbía nítidamente los ojos almendrados de color café, su larga cabellera rojiza recogida en una coleta alta, tribales tatuajes negros asomados por su frente, censurados por una bandana negra con el nudo asomado por encima de su oreja izquierda; y esa tez bronceada que se escapaba bajo la chaqueta de cuero negra, polera blanca y ceñidos pantalones negros. Éste hombre era Abarai Renji, un desalmado hombre que todo el grupo respetaba y temía, en especial por una naturaleza de “desesperación” que evocaba y que nadie nunca supo explicarle por qué— Te ves demasiado templado como para ser un inocente espectador, te recomiendo que hagas uso de tus piernas y corras como un excelente cobarde.

 

El sujeto frente a él lo observó por unos segundos con cierta extrañeza, y al segundo siguiente el revólver apuntaba descaradamente a la frente de joven. Y esta vez, a duras penas, tuvo que tragar saliva para quitarse la resequedad que ya comenzaba a quemarle la garganta.

 

El sujeto notó que el chico de cabellera anaranjada no parecía reaccionar mucho ante la situación que lo acorralaba. No había gritos, ni llanto, ni pequeños balbuceos que pedían clemencia. No había nada, sólo ese maldito mocoso dirigiéndole una mirada directa que definitivamente le retaba a tirar del gatillo.

 

¿Es que acaso este tipo quiere morir?— Pensó por unos momentos, impactado por interpretar el significado de esa mirada desafiante. En todos sus años de experiencia nunca se topó con alguien que se le ocurriera desafiarlo con la mirada mientras le apuntaba con su revólver, de alguna manera la actitud de ese mirón le produjo una especie de impacto y fascinación. Sin embargo, su mano seguía firme apuntando al objetivo, sin perderlo de vista en ningún instante; por más interés que pudiera sentir por la arrogancia del joven, no se permitiría a sí mismo fallar en su regla de oro: “Un buen trabajo tiene cero mirones”. Y Renji no estaba dispuesto a romper esa regla sólo por unos ojos egocéntricos que se creían algún tipo de ser inmortal.

 

Por otro lado, el futuro cebo para seis nuevos casquillos en la cabeza enfrentaba el orden de sus prioridades, ahora que su vida estaba en juego de un simple impulso en el dedo índice, que accionaría el arma. Chasqueó la lengua con fastidio, los dilemas morales y existenciales llegaban a ser un dolor de cabeza cuando se lo proponían. Pero no quería preocuparse demasiado en pensar tan detenidamente las cosas, si sus sospechas eran ciertas, probablemente saldría ileso de este problema con sólo abrir la boca. Si por el contrario, sus sospechabas se erraban, pagaría ese error, apagando con su corta vida de dieciséis años.

 

—¿Tú conoces a Rukia, no? —Renji se quedó congelado por unos momentos al escuchar la pregunta de Ichigo, quien, considerando que su cráneo todavía no estaba lleno de balas, aun podía seguir hablando— La estoy buscando, estoy en su misma escuela. Sé que tú la conoces, ¿no sabes dónde está?— El rostro del ejecutor se ensombreció deliberadamente, provocando que Ichigo deseara haberse mordido la lengua antes de haber pronunciado la última frase.

 

—Tú… ¿cómo es que te has enterado de que conozco a Rukia?— Si Renji no hubiera escuchado la afirmación que el joven hizo al final, posiblemente no lo hubiera considerado gran cosa. Pero sin duda ese pequeño mirón no estaba de espectador por mera casualidad, lo que provocó una enorme sospecha con respecto a las intenciones de aquel adolescente entrometido.

 

Ichigo temió lo peor cuando sintió el frío metal del revolver pegarse a la sudorosa piel de su frente.

 

—¡Rukia lleva más de un mes sin aparecer! ¡¿Es que acaso no te parece raro?!— Exclamó en un explosivo tono de reclamo y enojo, aun si el revólver parecía estar dando las últimas palabras de despedida, el carácter de Ichigo permanecía inquebrantable. Renji sintió una opresión molesta en el pecho cuando escuchó las palabras del mocoso.

 

—Aun si es por Rukia, mi deber es no permitir que se filtre la información, y tú ya sabes demasiado— Los ojos de Ichigo se contrajeron, envenenados por un sentimiento de terror. Renji tiró del gatillo y un único disparo fue suficiente para dejar caer un peso muerto al suelo. Ichigo lentamente divisó por el rabillo del ojo a un hombre que parecía acercarse a ellos con la intención de disparar a quemarropa. Renji chasqueó la lengua—. Sin embargo, mi código es: “No mujeres, no niños”. Y tú, patético mirón, eres aún un niño.

 

Fuertes dosis de adrenalina lo asfixiaron hasta obligarlo a respirar agitado, repentinamente una espesa capa blanca le impedía ver con claridad, se encorvó mientras daba fuertes tragos de aire sin aminorar un repentino desequilibrio. Estuvo a punto de morir, pudo morir y el simplemente se mantenía como un estúpido delante de un arma peligrosa.

 

¿Cómo pudo haber sido tan estúpido?

 

Escuchó el mismo taconeo de zapatos alejarse lentamente, apenas con el aliento al borde de lo irrespirable intentó incorporarse, tropezó con sus propios pies, se sostuvo con un brazo y luego con el otro. Sintió las pequeñas gotas de sudor resbalando por el mentón, la punta de la nariz y las cejas con una sensación de hormigueo.

 

—¡E-Espera! ¿Qué hay de Rukia? —El taconeo paró. El joven escuchó un bufido burlón provenir del pelirrojo. Ichigo no quería volver se sentir ese aterrador pedazo de mental pegarse en su piel nunca más, pero una necesidad insidiosa lo torturaba hasta los huesos— ¿Qué será de ella?

 

—Ese no es asunto tuyo, kusogaki—Renji se perfiló y miró para su complacencia el estado desalentador del chico. Una larga sonrisa repleta de arrogancia se dibujó en sus labios—. Te estoy haciendo un favor al  no matarte y aconsejándote de que olvides todo de ella. Podrás parecer un niño con cara de hombre duro, pero incluso tú tienes un límite para evitar mojar los pantalones —Sin más refinamiento, retoma su andar, mientras el eco lejano de las sirenas se avecina—. Deja de meterte en problemas que no puedes controlar y simplemente quédate acurrucado en la cálida seguridad de tu casa, a estás altura ya debes tener una idea de lo peligroso que es éste asunto. Puedes regresar y enfrentarme con tu feroz mirada en otros diez años, Kurosaki Ichigo, y espero que al menos hagas algo más que sólo mirar fijamente.

 

 

2

 

—Aquí el informe dice que has tenido contacto varias veces con la banda juvenil de los Inuzuri-gumi —Pronunciaba un oficial mientras releía en mínimo interés el informe de antecedentes del chico—. Te han detenido ocho veces con anterioridad bajo cargos de alteración del orden público y daños materiales a terceros. A pesar de que todas tus detenciones están siempre asociadas al Inuzuri-gumi, insistes en que no funges bajo ningún contexto como miembro. Sin embargo…—Cierra el folder manila y lo deposita con descuido en su escritorio. Se aproxima peligrosamente a su joven enjuiciado— a mí me parece que son demasiadas “coincidencias” como para que hayan sido ocho detenciones en donde se encuentran claramente un nexo con una agrupación delictiva. Más aún —Sus labios se delinean en una ancha sonrisa, y una emanación de regocijo y superioridad—, testigos te encontraron conversando con el fundador y ex líder de Inuzuri-gumi.

 

—Oficial Madarame —Una voz profunda y calmada llamó al acusador, mientras en éste se apreciaba un furioso sobresalto y la rápida retirada del chico pelinaranja—. Esto no es un juicio, ya deje de acosar al joven, por favor. Yo me encargaré de él, gracias por su arduo trabajo, Madarame-san— Dijo mientras el hombre sonreía calmadamente, sus ojos ocultos bajo su cabellera brillaban en una templada amenaza. Madarame no tuvo más objeción a dar que un entrecejo fruncido y suaves maldiciones pronunciadas entre murmullos.

 

El hombre quién había interrumpido el momento de intimidación se quedó  por unos instantes en silencio, quizá pensando alguna de sus extrañas teorías de conspiración. Éste tipo no le agradaba mucho a Ichigo, en primera porque él nunca se presentó formalmente hacía él cuando lo conoció, siendo supuestamente un integrante de la policía japonesa y del que era obligatorio presentarse con su rango respectivo. Su nombre era Urahara Kisuke, un hombre alto de cabello corto de un extraño rubio cenizo, ojos grisáceos, piel pálida y una mirada de cachorro perdido.

 

—Disculpe al oficial Madarame, es un hombre muy apasionado por su trabajo— Mencionaba grácilmente mientras adornaba su rostro con una ligera sonrisa—. Permítame acompañarlo a la salida, joven Kurosaki, tus padres deben estar muy preocupados por ti.

 

—Mi padre trabaja hasta altas horas en la clínica, es más probable que las únicas que se preocupen y me regañen sean mis hermanas menores— Ichigo no se sentía cómodo con éste hombre, siempre había algo en él que le inquietaba, pero nunca lograba diluir que era. Urahara emitió una prudente risa mientras le daba unas cuantas palmadas al hombro derecho de Ichigo.

 

—Ya veo, debe ser gratificante saber que siempre tienes a alguien esperándote en casa. Todo es más solitario cuando uno es soltero y treintañero como yo— El joven no pudo evitar arrugar su frente con una ceja alzada. No le venía en gracia que de repente éste hombre sacará al aire sus problemas existenciales de adulto solterón. Urahara pareció entender el diálogo que pasaba por la cabeza de Ichigo, y le enseñó sus blancos dientes en una sonrisa abierta—. Cierto, cierto. A los jóvenes no les interesan los problemas de hombres viejos, pero éste es un trabajo de alto estrés, así que tengo estos despistes por decir cualquier trivialidad.

 

—Supongo que es así, pero al final usted decidió por su cuenta ser un treintañero solterón— Enunció el pelinaranja sin tacto alguno, y aunque no provocó esto alguna risa en el hombre policía, sí le saco una efímera y astuta sonrisa.

 

—Eso no lo pongo en duda. Pero en realidad iba enfocado a darte un poco de reflexión responsable —Urahara se acerca ágilmente a la oreja de Ichigo y la sujeta en un fuerte agarre el hombro que antes había palmeado ligeramente—. Los Inuzuri-gumi y Kuchiki Rukia son una mala señal para ti, sobre todo si te llegas a relacionar con la señorita Kuchiki, porque ella es aún más peligrosa que Abarai Renji.

 

 

3

 

El cuarto desprendía un olor hediondo. Un entorpecido brebaje salpicado de sudor, humedad, mugre, el penetrante hedor del orinal, las sábanas sin cambiar manchadas en semen. Una desafortunada chica estaba a punto de vomitar, unas socarronas carcajadas la obligaron a que se tragara sus propios ácidos. No quería estar en ese pestilente lugar, nunca de los nuncas, pero no podía hacer pucheros de princesa caprichosa cuando su situación estaba en una fibra delicada.

 

—Sólo un poco más. Tengo que esperar un poco más para que él llegue —Se decía a sí misma la chica de cabellera oscura y ojos violáceos—. Te dejé todas las señales para que me encuentres, ahora sólo tienes que encontrarme. Sólo hazlo pronto, Byakuya.

Notas finales:

Terminologías.

Kusogaki: Maldito mocoso.

Hihiou Zabimaru: Rey Babuino cola de serpiente.


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