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Amor(?) por RosaSalvaje

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Notas del capitulo:

Saint Seiya y todos sus personajes pertenecen a su creador

Mientras tanto el juez estaba rindiendo cuentas a su señor. – mi señor los caballeros ya están aquí en el inframundo, y bueno yo quería hacerle una petición. Mi señor, usted sabe que en la prisión me la he pasado solo y pues necesito un poco de diversión, me permitiría tener aquí a mi marioneta dorada?-. El dios del inframundo escuchaba atento y asintió aquella decisión de Minos, no podía negarle nada a su juez más fuerte, aunque sabía que tanto Radamanthys como Aiacos querrían jugar con aquel hombre que Minos eligió. Tras esto el juez de la primera prisión salió y se encontró con la estrella celeste de la ferocidad, ambos se dirigieron la mirada y se detuvieron dirigiendo cada uno sus sonrisas llenas de orgullo.

-       Vaya al parecer regresaste ya, escuche que un dorado te asesinó en la tierra. Y aun así te atreves a venir con mi señor Hades y pedirle un trofeo?- el wyvern no se llevaba bien con el grifo, le gustaba reprocharle los errores que cometía y su derrota frente a piscis le daba la oportunidad perfecta. El grifo no dejaba que su hermano aminorara su orgullo y con su característica calma contestaba: - de hecho mi querido hermano, nuestro señor me ha felicitado por mi excelente trabajo y si no te molesta iré a reclamar mi premio-. El  orgulloso Minos caminaba mientras Radamanthys rabiaba en sus adentros.

Tras recorrer el inframundo sin conocerlo el pisciano llegó hasta Antenora, donde el juez Aiacos lo observaba a lo lejos, la garuda se acercó al joven peliceleste y cuando estuvo a punto tomarlo por la espalda apareció el grifo que con su marioneta cósmica atrapo a Albafika y lo alejo de Aiacos. – Hermano no pensé que estuvieras tan pronto aquí, creí que tardarías más tiempo en regresar de Judeica-. Decía un Aiacos calmado que solo veía como el peliceleste trataba de zafarse de esos hilos y como el peliblanco lo atraía a su cuerpo y lo tomaba de la cintura con suma delicadeza. Con su sonrisa Minos respondía calmado – ya vez que siempre soy rápido en todo, por cierto te presento a mi marioneta que reclame allá en la Tierra. Es mi hermoso Albafika-. Ajiacos se aproximó hasta ellos y tomo el rostro del joven mientras delineaba con su pulgar sus labios observando sus finas facciones. – Sí que es una belleza salvaje, quizás quieras compartirlo conmigo un poco Minos. Prometo ser delicado con tu juguete-. Decía Aiacos pensando en todo lo que podría hacerle al joven, pero Minos comenzó a caminar alejándose y con su altanería le contestó – lo siento Aiacos, la belleza es mía-.

Mientras Minos llevaba a Alba de regreso a Ptolomea se mantenía callado, al entrar a la habitación lo lanzó a la cama y se  puso sobre él tomándolo de la barbilla con fuerza – eres un idiota! En que pensabas al salir de aquí! No ves que llamas demasiado la atención y cualquiera puede aprovecharse, aquí no posees cosmo y tu fuerza de nada sirve, no puedes luchar por siempre.  Ahora Aiacos sabe que estas aquí y querrá tenerte, tu eres solo mío. Entiéndelo y no dejaré que te toque alguno de ellos-. El grifo hablaba seriamente haciendo que el joven se sintiera extraño y confundido, acaso su captor quería protegerlo, o solo era un mero capricho de aquel hombre, esto y más rondaba en su cabeza y sin darse cuenta de un momento a otro el juez estaba delatándose con el néctar de sus dulces labios. Albafika lo empujó y el juez separo sus labios de los suyos mientras una leve sonrisa escapo de sus labios mientras decía – si sabes lo que te conviene será mejor que no salgas de Ptolomea o te arrepentirás de ello-. Amenazaba el juez quitándose la armadura frente al joven dejando ver que vestía su túnica para juzgar, cerró la puerta de la  habitación saliendo hacia la sala del silencio.

Albafika pensaba bien las palabras de Minos y decidió no salir de Ptolomea, se quedaba allí cada día. Esperaba la llegada del juez y se encargaba de hacer las labores domésticas que siempre hacia cuando estaba en piscis. El juez admiraba a su marioneta siempre mientras lo veía asear y cocinar. Así pasaron días, semanas, meses; el tiempo seguía su curso mientras ambos ya estaban acostumbrados a tenerse cerca, aunque el carácter de Albafika seguía igual, negándose a que mantener algún acercamiento o charla con el juez.

Notas finales:

espero sus comentarios n.n


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