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The Babysitter por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, como lo prometi paso dejandoles el segundo capitulo. Espero les guste y se animen a dejarme un mensajito. Besos y Gracias por leer.

Nos vemos el viernes.

 

La mañana de su día libre, la pasó terminando una asignación que debía enviar por correo. Gal estaba a seis meses de obtener un titulo para docente de jardín de niños. Era algo que lo tenia muy emocionado. Antes de que naciera Dylan había tenido que parar su estudios a distancia para dedicarse a su embarazo, pero los había retomado cuando apenas tenia dos meses en Canadá.

 

Gal gozaba de un visado de trabajo que le ayudó a tramitar Galatea. Pero sus aspiraciones eran quedarse a vivir en Canadá. Amaba la ciudad de San Francisco y en ella había dejado buenos recuerdos y amigos, pero también allí había vivido su peor pesadilla y volver no era una opción. Mucho menos cuando sabía que Derek Preston debía estar moviendo cielo y tierra para encontrarlo.

 

Dylan gimoteó molesto, estaba cansado de estar en el pequeño corralito sin tener la atención de su papi. Su sonrisa se hizo enorme cuando este lo sacó llenándolo de besos y lo sentó en sus piernas, hablándole con infinita dulzura.

 

—¿Que quieres hacer hoy mi pequeño mimado?

 

El bebé le regaló una estruendosa risotada. Que hizo que su papi riera también relajado y feliz. Gal envió el correo y se dispuso a salir, después de todo era un hermoso día.

Con Dylan bien envuelto en un mullido abrigo y con un gracioso gorrito, se encaminó Gal al Toronto zoo. La nieve aun no estaba muy espesa y el frío era deliciosamente moderado. Pasó la tarde mirando los osos polares, los pandas, recorriendo lentamente el enorme lugar, encantado por la emoción de su pequeño hijo.

 

******

 

—Pero Nico, llevamos quince días aquí y no hemos visto nada de la ciudad. Estoy aburrido y Sara también lo está.

 

Si Dominic estaba aburrido, Nicolai estaba al borde de su paciencia. Apenas había logrado trabajar en aquellos quince días desde que llegaron a Canadá.

 

Había abordado el avión privado al día siguiente de que sus padres le dieran la espalda entregándole a su hija. Cuando la puerta del avión comenzó a cerrarse, miró a Dominic, que llevaba a Sara en sus brazos.

 

—Tú vas a hacerte cargo de esto.

 

Le ordenó casi sin convicción. Sara gimoteaba quedito en los brazos de su tío.

 

Dominic negó con la cabeza. Le dolía la actitud de su hermano para con aquella inocente bebita, que nada tenia que ver con los errores de sus padres. Se dio la vuelta para irse a la habitación que había en el jet privado, pero antes le dijo con tristeza a su hermano.

 

—No olvides que lo que llamas esto, no es un desperdicio, ni un problema. Es una bebé hermosa que solo necesita tu amor.

 

La puerta de la habitación se cerró despacio y Nicolai sintió que finalmente podía respirar.

 

Durmió casi todo el vuelo. Había despertado desconcertado cuando su hermano le llamó con suavidad, le costó fijar la mirada y de pronto se encontró el rostro amable de Dominic.

 

—Ya llegamos. —Le susurró este.

 

Nico se apretó el puente de la nariz con fatiga, a pesar de que había dormido todo el vuelo, no había conseguido descansar ni un segundo.

 

—¿Por que susurras? —Le preguntó a su hermano con desden.

 

No hizo falta que este respondiera, pues cuando Nicolai se acomodó en el asiento logró ver que Sara dormía tumbada en una sabanita en el asiento tras él.

 

—Te dije que te la llevaras a la habitación.

 

—Y lo hice. Solo que ya aterrizamos y para no despertarla ni dejarla sola en la cama me la traje.

 

A Dominic le molestaba mucho la actitud de su hermano, pero conocía su carácter. Pocas veces le llevaba la contraria, salvo a lo que se refería a su sobrina, por ella era capaz de sobrepasar los limites.

 

Tomó a Sara en sus brazos y esperó que   Nicolai dispusiera todo. La enorme limosina cruzó la ciudad que estaba vestida del blanco lustroso del invierno.  Llegaron a Old Toronto y se dirigieron a Rosedale, una zona residencial de lujo rodeada de hermosas casas con estilo victoriano. Nicolai hubiese preferido un hotel en el distrito financiero, pero con la niña tuvo que hacer cambio de planes. Por los seis meses que estaría en Toronto, tendría que vivir en aquella casa que había rentado apresuradamente la noche anterior.

 

Dominic se quedó asombrado del lujo del lugar y de su belleza cargada de añoranzas de antaño.

 

—Verifica que hayan acomodado una habitación para la niña. Déjala allí y reúnete conmigo en el estudio, necesito que organices algunas cosas. Diandra no logró conseguirme una asistente antes de irse y ya estoy harto de hacer entrevistas, así que te encargarás tú, hasta que regresemos a Nueva York.

 

Dominic, vio a su hermano alejarse por un pasillo, sin dedicarle una mirada a su hija, eso lo exasperó hasta el límite. Buscó y encontró la habitación de Sara. La agencia la había acomodado muy bonita a pesar del poco tiempo que debieron tener para organizarlo todo. La dejó en la pequeña cunita y de inmediato hizo una llamada desde su celular.

 

—Hola mamá...si estoy con él... No mamá no voy a volver hoy mismo... No puedo mamá, Sara me necesita... Lo se, pero dejándosela así sin mas no vamos a lograr que la acepte... Si, en lo que tenga una niñera calificada, volveré... Yo también te amo... Adiós.

 

Dominic besó la mejilla sonrosada de su sobrina.

 

—Te lo manda tu abuelita. —Le susurró con amor y salió despacio, esperando poder hacer lo correcto.

 

Buscó a su hermano y lo encontró en el estudio, ojeando unos documentos. Cuando este lo vio, le ordenó con desden.

 

—Allí hay una lista de agencias, has unas llamadas y encuentra una niñera hoy mismo. También necesito que coordines unas citas para mañana. Quiero reunirme con los accionistas de las empresas que vamos a comprar. No quiero dejar ningún cabo suelto.

 

Dominic se sentó frente a él. Lo miró con cierto enojo. —No soy tu empleado, así que te agradezco que me pidas las cosas por favor.

 

Cuando vio que Nicolai iba a protestar lo calló con un gesto de su mano. —Por Sara estoy aquí, no por ti, ya te lo dije antes. Pero aunque me duela en el alma si sigues comportándote como un déspota, no me va a quedar más remedio que marcharme.

 

Nicolai hizo un gesto de frustración, se pasó la mano por el espeso cabello, mirando a su hermano con exasperación.

 

— ¿Qué es lo que quieres?

 

Dominic sonrió ante la pregunta forzada.

 

—Quiero que hagas un esfuerzo con Sara. —Negó con la cabeza cuando su hermano intentó interrumpir—. Me necesitas Nicolai y esa es una de mis condiciones. Voy a retrazar mi boda para ayudarte, es justo que respetes mis condiciones.

 

Nicolai asintió a regañadientes. — ¿Que mas?

 

—Me voy a tomar mi tiempo para elegir una niñera adecuada, no quiero a cualquiera cuidando de Sara. Mientras tanto nos dividiremos el tiempo con ella.

 

Nicolai estaba en su límite, dio un sonoro puñetazo en la mesa.

 

—Estoy muy ocupado con los malditos negocios de la familia. Negocios de los que tú también te sirves. No tengo tiempo para estupideces Dominic.

 

Con la cabeza muy en alto, Dominic serenamente se puso de pie.

 

 —Desde que cumplí dieciocho años vivo de mi empleo en la compañía de Franco y desde que nos comprometimos pasé a ser su responsabilidad. No he tocado ni un céntimo del dinero de la empresa de la familia. No tienes nada que echarme en cara Nicolai. Comprendo tu molestia con las imposiciones de nuestro padre, yo mismo he sido su victima muchas veces, pero no comparto tu actitud con todo esto y muchos menos con tu hija. Esas son mis condiciones, tómalas o déjalas.

 

La firme postura de su hermano no le dejó salida. —Está bien. —Murmuró entre dientes— ¿Puedes hacer ahora lo que te pedí?

 

Dominic asintió, había ganado una batalla, pero le faltaba mucho para ganar la guerra. Trabajó diligentemente aquellos días, pero la renuencia de su hermano a abrirle su corazón, a la pequeña princesa que esperaba ansiosa que su padre la amara, era una lucha ardua. Nicolai se había salido con la suya escudándose en el volumen de trabajo que había tenido aquellos días. Raras veces lo veía en las mañanas y llegaba muy tarde en las noches cuando ya él y Sara dormían.

 

Dominic, cansado de las evasivas de Nicolai, lo había acorralado aquella mañana, cantándole sus cuantas verdades y amenazándolo con tomar el primer vuelo de regreso a Nueva York.

 

—Dominic, tengo una reunión a las diez de la mañana con los accionistas de la filial Canadiense, no tengo tiempo para tus pataletas.

 

Esa fue la gota que colmó el vaso. Dominic le dio la espalda y caminó hasta el teléfono más cercano. Marcó con calculada molestia.

 

—Si buenos días, quisiera reservar un boleto para la ciudad de Nueva York.

 

La comunicación se cortó y las miradas de los hermanos se encontraron con furia. Nicolai había colgado la llamada, iracundo por la presión que le estaba haciendo su hermano.

 

—Tú ganas. —Le dijo entre dientes.

 

—Quiero ir al parque. —Le respondió este con una radiante sonrisa.

 

Pero no le duró mucho la dicha, pues al poco rato estaba sentado en el auto, con Sara abrigadita y en compañía solo del chofer, pues Nicolai se había marchado dándole instrucciones al hombre que lo llevara a conocer la ciudad. Con un suspiro se había resignado, ya conseguiría la forma de hacerle pagar a su hermano por haberlo engañado.

 

Sara iba feliz en su regazo, movía su bracitos con energía. La pobre llevaba días sin salir de casa. Dominic había llamado a varias agencias pero no conseguía la persona idónea, algunas chicas eran muy jóvenes, otras muy mayores. Ninguna le daba a Dominic la empatia como para dejarla cuidando de Sara cuando él por fin se marchara.

 

El chofer lo llevó al Toronto Zoo, recomendándole con ahínco el lugar. Dominic se paseó por el concurrido parque, divertido por la curiosidad de Sara ante todo. La niña estaba realmente entusiasmada. Cuando ya se acercaba la hora de comer, Sara gimoteó cansada. Dominic tenía experiencia con su sobrina, pero nunca en un lugar tan grande. De pronto la niña se puso a llorar con verdadera exasperación.

 

Dominic la mecía hablándole dulcemente, pero Sara estaba irritada y molesta y renovó sus gritos de protesta.

 

En la terraza de un pequeño restaurante, Gal miraba sentado en una mesa, al joven que con cara de susto parecía sobrepasado por la situación. Terminaba de darle su tetero a Dylan, cuando lo vio sentarse en un banco, buscando con nerviosismo algo dentro de un bolso que parecía una pañalera. Al momento se le cayó un tetero y todo lo que tenía en el interior.

 

"Novatos"

 

Pensó Gal sonriendo. Sacó a Dylan de la sillita alta donde comía. Acurrucándolo entre sus brazos, se puso la pañalera de su hijo en el hombro y caminó hasta donde el joven parecía a punto de llorar con la misma desesperación que la niña que cargaba.

 

—Debe estar mojada, por eso está tan molesta.

 

Cuando Dominic levantó la mirada se encontró con el rostro de un ángel, de perfecta sonrisa y reposada expresión. Le sonrió a su vez, meciendo a la niña, tratando de calmarla.

 

—No pensé en eso. —Dijo Dominic con vergüenza.

 

Gal le sonrió.

 

—Ven, en el baño del restaurante hay unos cambiadores.

 

Dominic lo siguió. Cuando estuvieron en el interior del baño de hombres, descubrió con sorpresa que en efecto había cambiadores.

 

—No sabía que en el baño de chicos había esto.

 

Le dijo a Gal colocando a Sara sobre la mullida mesa.

 

—Oh si, Canadá es un País maravilloso en donde la discriminación parece tomarse vacaciones permanentes.

 

Ambos rieron. Sara estaba pataleando con fuerza cuando Dominic le quitó el pañal. Estaba irritada y Dominic se sintió mal por no haber estado pendiente.

 

—Tengo una crema para eso. —Le dijo Gal sacando una crema de su pañalera.

 

Pero Sara no quería cooperar. Dominic trataba de untar la crema y la niña pataleaba con fuerza, llorando a todo lo que daba su pequeña garganta. Gal se dio cuenta de la inexperiencia del joven, que quizás sería unos pocos años mayor que él y que se veía realmente frustrado con la situación.

 

—Déjame a mí. —Le dijo sonriendo. —Tenme a Dylan un momento.

 

Dominic se apartó tomando al bebé en sus brazos. Unos ojos verdes lo miraban curioso y no pudo más que sonreírle al pequeño príncipe.

 

Gal sacó unas toallitas para bebé de su pañalera. Con suavidad refrescó la piel de la pequeña, mientras la consolaba con dulzura.

 

—Ya, ya, mi pequeña muñeca, ya va a pasar.

 

Le puso la crema y colocó con mano experta el pañal. Dominic lo miraba fascinado, al igual que Sara, que no podía apartar sus ojos de la persona dulce que le hablaba.

 

—¿Viste que ya estas fresquita y cómoda?

 

Le susurró Gal, besando con ternura la pequeña nariz.

 

Le entregó la niña a Dominic y tomó a su hijo.

 

—Gracias, de verdad y por cierto soy Dominic. —Le dijo El joven estrechando su mano con emoción. Luego le dio un beso en la mejilla a Sara. —Y esta preciosura es mi sobrina Sara.

 

Gal estrechó la mano de Dominic sonriendo.

 

—Yo soy Gal, y este bebé hermoso es mi hijo Dylan.

 

Hicieron empatia al instante. Un rato después, estaban conversando amenamente en una mesa del restaurante, mientras Gal le daba el tetero a Sara y Dominic le hacia morisquetas a Dylan, que sentado en una sillita alta, balbuceaba y reía.

 

— ¿Enserio eres barman?... es increíble, debes conocer un montón de personas. —Dominic hizo un delicioso puchero. —Yo trabajo en un enorme y aburrido bufete, ayudo a mi prometido que es abogado y socio del lugar.

 

Gal le sonrió.

 

—No creas que es tan divertido quedarse hasta la madrugada despierto sirviendo tragos, y a veces hay que lidiar con borrachos. En general es un buen trabajo y tengo un buen sueldo que cubre todos mis gastos. Pero en lo que tenga mi título buscaré trabajo en una escuela, amo los niños.

 

 

—Y se te dan muy bien, mira como tienes a mi sobrina toda embobada por ti.

 

Gal le sonrió a la pequeña que comía con avidez, mirándolo con mucha atención.

 

—¿Vives en Toronto?

 

Preguntó Gal, recostando a Sara en su hombro para palmear su espalda con delicada suavidad.

 

—Oh no, soy de Nueva York. —Respondió Dominic con una dulce sonrisa, viendo como su sobrina se adormilada en el pecho de aquel joven, que lo había cautivado con su dulzura y su destreza con los niños. —Vine por unos meses con mi hermano, que tiene negocios aquí. Estoy en unas vacaciones forzadas.

 

El guiño en los ojos de Dominic hizo que Gal riera, le agradaba aquel chico, sincero y expresivo. Era tan alegre y optimista que no pudo evitar recordarse a si mismo un tiempo atrás. A Gal le gustaba hacer amigos, pero por la experiencia vivida le costaba relacionarse últimamente. Era como si tuviera miedo de confiar en alguien.

 

—¿Y tu esposa? —Preguntó Dominic con una suave sonrisa. —¿La mamá de Dylan te castigó haciéndote encargarte del niño hoy?

 

Toda la picardía del rostro de Dominic desapareció, cuando vio la expresión sombría que se había dibujado en Gal.

 

—Lo siento, dije algo imprudente. —Se disculpó rápidamente. —Franco siempre me dice que no soy discreto.

 

No era culpa de Dominic suponer que él era el padre de Dylan, de hecho todos así lo imaginaban. Muy pocos sabían que en realidad era él, quien lo había dado a luz.

 

—Yo soy lo único que él tiene y él es lo único que tengo yo. —Le dijo en un tono suave, desprovisto de reproche.

 

Gal no iba a arruinar una linda tarde, ni una potencial amistad, solo porque Dominic supusiera lo que a simple vista era lo más obvio. Además sabia que el tema del embarazo masculino aun estaba muy vedado. Habían causado un gran revuelo las acciones de Bio-fertiliti y aunque muchas personas ya lo aceptaban como algo común, la empresa parecía mantener sus investigaciones en bajo perfil, para no ocasionar mas querellas de las que ya había enfrentado.

 

 Los candidatos firmaban blindados contratos de confidencialidad, y renunciaban a cualquier reclamo ante la empresa. Aun así, los primeros casos se vieron acosados por la prensa y hasta por demandas legales que los catalogaban como seres antinaturales. Una vez mas la sociedad juzgaba bajo sus estándares, sin tomar en consideración el derecho de libre albedrío de cada quien. Afortunadamente la coyuntura legal se había resuelto y de alguna forma aquellos discriminados lograron ganarle una al sistema, obteniendo derecho sobre sus hijos y la potestad de prestar su cuerpo a lo que se pensó en su momento, era un enorme avance de la ciencia.

 

—Ambos son muy afortunados.

 

Gal sintió la mano suave de Dominic sobre la suya, en un gesto de sincera empatía.

 

—Debes decirme donde es ese lugar en el que trabajas, llevo muchos días en Toronto y quiero conocer la vida nocturna.

 

El cambio de tema fue placentero. Gal sonriendo, le habló de su trabajo y se enfrascaron en su tema favorito, que eran las muchas mezclas que había aprendido para hacer exóticos tragos.

 

Cuando ya la tarde tocaba su fin, Dylan bostezó con pereza. Entonces Gal se dio cuenta de lo tarde que era. Volver a su departamento solo en la noche y con su bebé no era algo tan peligroso, pero tampoco era algo que Gal debería hacer. Estaba acostumbrado a que Phillipe siempre lo llevara y auque su zona no era mala, siempre había que tener cuidado.

 

—Debo irme.

 

Le dijo con tristeza a Dominic, que también hizo una mueca de desilusión. Estaba encantado con su nuevo amigo, sentía que no había hecho amistades desde que estaba con Franco. Su novio era algo reservado y muy posesivo en todo lo que a él correspondía.

 

—Iré a visitarte al bar el sábado.

 

Le dijo con entusiasmo, cuando ya caminaban hacia la salida del Zoológico. Hicieron planes en el camino para ir de compras, y en su próximo día libre, Gal lo llevaría a conocer los lugares más emblemáticos de Toronto. En la salida del lugar ya el chofer de Dominic lo esperaba. Cuando este supo que Gal planeaba tomar el tren, insistió en llevarlo. Al principio Gal se mostró reacio, le daba vergüenza que aquel joven que se veía tenia dinero, se metiera en un lugar como Regent Park. Hasta el chofer había puesto mala cara al saber a donde pensaba Dominic llevar a su amigo.

 

Entonces, ante la insistencia de Dominic, Gal se lo pensó mejor. Dylan se había dormido profundamente y aunado al cansancio de haber pasado caminando casi todo el día, se rindió. Ahora iba sentado cómodamente en el interior de una camioneta BMW que destilaba lujo y confort. Reía ante las historias de Dominic, mientras observaba como su hijo dormía tranquilo en la sillita de Sara, y ella jugaba distraía en los brazos de su tío.

 

—Es en aquel edificio.

 

Le indicó Gal al chofer, pero cuando ya el hombre se acercaba al sitio, el corazón de Gal se detuvo. Allí, estacionado frente a la entrada de su edificio, estaba un auto negro y recostado a este, un hombre esperaba.

 

Gal cubrió su boca para ahogar el grito de pánico que desgarraba su garganta. Dominic horrorizado lo vio palidecer, al punto de que pensó iba a desmayarse. Siguió la mirada de terror de su amigo y vio al hombre recostado en el carro. Este no podría verles pues lo vidrios eran polarizados, pero aun así, Dominic no quiso arriesgarse.

 

—Señor Thomas siga de largo.

 

El chofer acató la orden y pasó de largo. Dominic se quedó viendo al sujeto, pero este no pareció inmutarse. Gal permanecía en estado de shock, así que Dominic se hizo cargo de la situación, ordenándole al chofer llevarlos a casa.

 

Gal estaba tan perdido en su terror, que no se dio cuenta de nada. Su mente vagaba en los parajes de los recuerdos, aquellas cosas que había jurado olvidar...

 

******

 

Dos años antes...

 

El restaurant estaba medio vacío aquella tarde. Gal miraba distraído desde la barra, el movimiento continuo de las personas que caminaban frente al local. Esa mañana había recibido la aprobación de una universidad pública para hacer estudios a distancia. La Señora O`neal le había hablado a su marido para instalarle una conexión de internet en la habitación. Siendo eso todo lo que necesitaba. El joven estaba tan entusiasmado que no había parado de sonreír en todo el día.

 

—Te ves feliz.

 

Le dijo Cisi, su compañera de trabajo, con la que había hecho una bonita amistad.

Gal la abrazó con fuerza. —Lo estoy Cisi, lo estoy. Muy pronto todos mis sueños se harán realidad.

 

Ella sonrió complacida, le gustaba mucho Gal, su alegría, su entusiasmo, su esperanza. En algún momento había deseado que el chico la mirara con otros ojos, pero Gal desde hace mucho tiempo sabía que no eran las chicas las que llamaban su atención.

 

Estaban riendo con el cocinero, cuando la puerta del local se abrió. Cisi se dio la vuelta para ir a atender a los clientes que llegaban, se quedó muda al observar un grupo de hombres en traje que parecían salidos de una revista de negocios. Todos eran altos y atractivos.

 

—Gal, creo que esta mesa deberías atenderla tú.

 

Le dijo a su amigo, pensando que un sexi novio sería perfecto para completar su felicidad.

 

Gal, que seguía enfrascado en su conversación con el cocinero, volteó a mirar al grupo que ya tomaba asiento en una de las mesas. Sonriendo negó con la cabeza. Cisi no perdía oportunidad para intentar emparejarlo con alguien. Aunque agradecía la intención de su amiga, tenía ahora otros intereses, y un romance no entraba en ellos.

 

Aun así, mirar no estaba prohibido. Tomando su libretita salió de la barra, caminando despacio hasta la mesa.

 

—Espero que este lugar no sea una invitación para un ataque al corazón.

 

Los hombres rieron ante la broma de su amigo. A excepción de uno de ellos, que miraba distraído a través del cristal.

 

—Larry dijo que no teníamos mucho tiempo para comer y este lugar era el más cercano. Así que, aunque sirvan bomba de grasa te la comes y punto.

 

El bromista se encogió en su asiento tras el regaño del que parecía ser su superior y todos estallaron de nuevo en risas. De pronto, una suave y melodiosa voz interrumpió la algarabía.

 

—Tenemos ensaladas y comidas muy saludables. Estoy seguro que podemos satisfacer sus exquisitos paladares.

 

Hasta el hombre que estaba distraído volteó a mirar al dueño de aquella melodiosa voz. Se encontró con una sonrisa reluciente, en un rostro tan hermoso que no parecía real. Los ojos como esmeraldas les miraban con una suave amabilidad.

 

—Les dejo el menú para que decidan que desean comer. Les recomiendo la ensalada de mariscos, es la especialidad de la casa y es baja en calorías.

 

Les dijo Gal con amabilidad, entregándole un menú a cada uno. Su mano tembló casi imperceptiblemente al entregarle el último menú a uno de ellos. El hombre era ciertamente atractivo. Tenía un aire melancólico, y una estampa de guerrero romano.  Sus enormes ojos café miraban inquisidoramente, y tenia un abundante cabello castaño que se arremolinaba en sedosos rizos.

 

Gal pensaba en cómo se sentirían sus dedos enredados en aquellos rizos, mientras aquel gladiador lo besaba con intensidad. De pronto se dio cuenta de que lo había mirado por unos largos segundos, más de lo apropiado. Se retiró sonrojado esbozando una tenue sonrisa.

 

—Cuando estén listos para ordenar avísenme.

 

Cuando llegó a la barra,  Cisi lo esperaba con un vaso de refrescante agua fría y una pícara sonrisa.

 

—Finalmente alguien llamó tu atención ¿no? — Le dijo dándole un suave codazo.

 

Gal, aun sofocado, volteó su mirada discretamente y se encontró con que el hombre no había dejado de mirarle.

 

—¿Hey Derek, vas a ordenar o te vas a quedar allí viendo al mesero todo el día?

 

El aludido giró su mirada viendo al hombre con un dejo de amenaza.

 

—¡Hey hombre yo solo bromeaba! —Se excusó este levantado las manos en gesto de rendición.

 

—Derek no es gay, Paúl. Deberías disculparte, pues conozco a su esposa y es una mujer encantadora.

 

Paul se encogió de hombros ante las palabras de su otro compañero. —A estas alturas en el mundo ya no hay esas distinciones, Leonard. Ya no existe gay u homosexual o lesbiana. —Paul dio una cínica carcajada. —Caray Leo, si hasta es posible que los hombres tengan hijos.

 

Un gesto de terror apareció en el rostro de Leo y del otro de los acompañantes.

 

—Cállate Paul, esas son cosas de locos y de científicos que ya no saben qué inventar. En mi mundo los hombres son hombres, las mujeres, mujeres y son ellas las que pueden tener niños.

 

Derek, que no había intervenido, con su rostro perdido en el menú, dijo con desdén.

 

—Será mejor que terminen de escoger lo que van a comer, una reunión nos espera. —Todos obedecieron sin chistar. Derek entonces se dirigió a Leo. —Y será mejor que no hagas esos comentarios delante de Larry, va a pensar que eres homofóbico. No olvides que su hijo está casado con un hombre y están en planes de tener un hijo.

 

El aludido bajó el rostro compungido, consciente de que había metido la pata. Estaban tan acostumbrados a tratar a Derek como un igual, que a veces olvidaban que era el vicepresidente de la corporación para la que trabajaban y además socio y mano derecha de Larry While, el dueño de la misma.

 

Gal recobró su aplomo y se acercó a la mesa, donde uno de los hombres le avisó que ya estaban prestos para ordenar.

 

Cuando había tomado la orden de todos, se dio cuenta que inconscientemente había dejado al gladiador de ultimo.

 

—Pediré la ensalada de mariscos. —Le dijo este con serena seriedad.

 

— ¿Puedo sugerirle una crema de verduras? a Cole le queda deliciosa y es buen acompañante para la ensalada.

 

Después que lo dijo, sintió que su rostro se encendía. No sabía de donde había salido aquella osadía. Definitivamente aquel hombre le había llamado demasiado la atención.

 

—Entonces trae la sopa también.

 

Gal se derritió ante la casi imperceptible sonrisa que le regaló el hombre.

 

Cuando se fue, un silencio incomodo se instaló en la mesa. Derek, que mirada de nuevo distraído por el enorme ventanal de cristal, dijo sin girar su rostro.

 

—Dilo Paul, te estas atragantando.

 

Todos rieron, hasta Derek que se permitió relajarse un poco.

 

—El chico te está coqueteando.

 

Murmuró Paul.

 

—Pareces una adolecente chismosa. —Le replicó Leo y al ver el rostro turbado de su amigo todos se echaron a reír de nuevo.

 

A los compañeros de Derek no los volvió a ver, pero a él, a él sí que lo vio muchas veces después de aquella primera vez. Visitaba dos o tres veces a la semana el restaurante. A veces en el almuerzo, otras veces al final de la tarde antes de que Gal se marchara. Una de aquellas tardes lo tomó de la mano, antes de que este se fuera dejándole el café que había pedido en la mesa.

 

— ¿Te gustaría salir esta noche conmigo?

 

Gal sintió que estaba en el cielo.

 

“¿Que si me gustaría?”

 

Pensó entusiasmado. Había soñado con tener aquella cita por días, tanto, que supuso que jamás se realizaría.

 

—Estaré listo a las siete.

 

Le respondió con una tímida sonrisa.

 

Salió a las seis y media, bajo la expresa complicidad de todos sus compañeros. Ellos estaban muy entusiasmados. Derek era un hombre atractivo, educado y todos intuían que tenía dinero. Se alegraban de que alguien así se hubiese fijado en el joven, él se merecía un futuro brillante. Cuando Gal bajó de su habitación vestido y perfumado, Cole metió un paquetito en su bolsillo trasero.

 

—Dos palabras mi niño, sexo seguro.

 

Todos rieron ante el sonrojo de Gal y luego de que recibiera más abrazos y felicitaciones salió del local. Derek lo esperaba recostado de su muy deportivo y lujoso auto. Se veía obscenamente sexy. Gal sintió que el mundo se estremecía a sus pies.

 

En un abrir y cerrar de ojos pasaron tres meses. Gal entraba esa tarde a un lujoso departamento en el distrito de Fillmore, un barrio lujoso y agradable donde jamás habría soñado vivir. En la mañana se había despedido de sus amigos y agradecido a los señores O`neal por su hospitalidad en el tiempo que estuvo allí. Puso las cajas con lo último que le faltaba por sacar de su habitación sobre la mesa del comedor y miró a su alrededor. El apartamento era espacioso y acogedor.

 

Derek le había pedido que no trabajara más. Gal había accedido sin ninguna renuencia, después de todo él era su novio y Gal estaba deseoso de complacerlo en todo. Se dedicaría a estudiar para sacar su carrera como maestro y así poder hacer que Derek se sintiera orgulloso.

 

A veces no podía creer que Derek le hubiese pedido que vivieran juntos. Le tomó unos días poner el apartamento en orden. Había tenido que hacerlo todo solo, pues Derek estaba de viaje por negocios. Una semana después, ya el lugar lucia como un acogedor hogar. Gal se había vestido con esmero, con una ajustada camisa blanca y un lustroso pantalón negro, su cabello largo estaba recogido en una cola y unas botas de cuero complementaban el atuendo. Revisaba la cena cuando escuchó la puerta de la sala abrirse y corrió a recibir a su novio.

 

Derek recibió en sus brazos a un muy entusiasta joven. Que de inmediato llenó su rostro cansado de ávidos besos de bienvenida.

 

—Te extrañé.

 

Murmuraba Gal entre sus labios.

 

El deseo se encendió en ambos. Derek lo devoró con lascivos besos, lo levantó sosteniéndolo contra su cuerpo por sus redondas nalgas. Entró a la habitación empujando la puerta con uno de sus pies. Sin contemplación lo lanzó en la cama y comenzó a desvestirse mirándolo con lujuria.

 

Gal lo miraba arrobado, cada pedazo de aquella bronceada piel. Cada musculo, cada línea, se la sabia de memoria. Había recorrido aquel cuerpo con besos y caricias,  muchas veces. Comenzó a desvestirse despacio. Derek se arrodilló en la cama ya desnudo, deteniéndole con un gesto de sensual agresividad.

 

—Yo te desnudaré. —Le susurró roncamente, mordiéndole la fina barbilla.

 

Con calculada lentitud le quitó toda la ropa. Sostuvo con una de sus manos, las manos de Gal sobre su cabeza, en un gesto de absoluta posesión. Mientras con sus labios devoraba su miembro, hasta lograr que Gal se retorciera entre gemidos de éxtasis.

 

Lo poseyó duro y salvaje aquella tarde, castigando su entrada con duras estocadas y dejando su trasero rojo con certeras nalgadas. Gal suplicó, lloró, gimió, gritó y finalmente se corrió con absoluto frenesí, envuelto en un orgasmo que parecía no tener fin.

 

—Te había preparado una rica cena. —Le dijo adormilado, cuando ya la noche se transformaba en madrugada.

 

Derek estaba a su lado observándolo silenciosamente. Le había hecho el amor dos veces más, dejándolo exhausto y dolorido. Él también estaba cansado y hambriento, pero no conseguía ponerse de pie. No conseguía dejar de mirarlo y tampoco concebía la forma de pedirle lo que pediría o de hacerle lo que le haría.

 

Gal era una persona dulce, amable, emprendedora, inteligente. Con él había descubierto facetas de sí mismo que ni siquiera conocía. Esos tres meses habían sido un extraordinario viaje de sentimientos y emociones que lo llenaban de muchas formas. Pero esa no era su vida, no era ese su lugar y el objetivo que se había propuesto era primordial. Había escogido a Gal luego de haberlo investigado, era huérfano, estaba solo en el mundo, era joven y vulnerable. La victima perfecta para su plan. Pero le dolía, le dolía mucho tener que herirlo.

 

Le sonrió con ternura, mientras pensaba que quizás no resultaría lastimado. Después de todo era un joven ambicioso y emprendedor, si le ofrecía dinero y estabilidad en el momento justo, no dudaba que Gal dejaría a un lado sus principios y aceptaría su propuesta. Por el momento debía seguir engañándolo, hasta que tuviera la certeza de que podría salirse con la suya, evitando todo problema legal.

 

—La calentaremos y nos la comeremos después de un relajante baño.

 

Murmuró sensualmente,  besándolo con suavidad.

 

Gal se estiró como un gato mimado, acurrucándose en el pecho de su novio.

 

—Gal, cariño. He estado pensando mucho en mi viaje, te extrañé y… bueno, pensé en nosotros…

 

Gal se separó de su pecho y sus ojos buscaron los de Derek en espera de lo que seguía a la pausa que este había hecho. Temeroso de que lo que su novio fuera a decirle se tratara de malas noticias.

 

— ¿Qué pensaste Derek? —Preguntó ansioso.

 

Este lo besó con suavidad.

 

—Pensaba en que quiero que tengamos un bebé.

 

Gal tardó unos segundos en reaccionar. Frunciendo el ceño le preguntó consternado.

 

—¿Estas bromeando? ¿Derek, sabes que soy un hombre verdad? Creí que eso te había quedado claro todas las veces que te metiste mi pene en tu bo…

 

 

Derek sorprendido por la repentina agresividad de Gal lo cayó con besos.

 

—Shhhh, cariño.  No es necesario que seas grosero.

 

Pero Gal estaba molesto y extrañado por aquel giro de las cosas. Se sentó en la cama mirándolo con indignación.

 

—¿Yo soy el grosero? Tú eres el que me está pidiendo que me convierta en mujer. ¿Qué quieres que me haga, una operación de cambio de sexo?

 

Mientras más hablaba, más se indignaba. Así que finalmente se puso de pie y miró a Derek señalándolo acusadoramente con su dedo.

 

—Tú estás loco amigo, me gustan mis bolas donde están.

 

Aunque esperaba una reacción a la propuesta, no se imaginó que sería tan desfavorable. Aun así, consiguió sonreír ante la adorable indignación de Gal. Se sentó en la cama y lo atrajo hacia él, metiéndolo entre sus piernas.

 

—A mí también me gustan tus bolas donde están y me encanta tu pene entre mi boca.

 

Gal lo miró confundido, pues este besaba su miembro y eso lo estaba haciendo perder de nuevo el sentido de las cosas.

 

—¿Entonces… por que…por que… me dices esas cosas Derek?

 

Le preguntó, con la respiración entrecortada, a punto de ceder de nuevo a la excitación que aquel hombre despertaba en él.

 

—Porque quiero tener un hijo contigo.

 

Le contestó Derek, mirándolo con intensidad mientras besaba su vientre.

 

Gal ladeó su cabeza en un gesto inocente que Derek amaba. El cabello dorado cayendo suavemente más abajo de sus hombros, lo hacía lucir como un dulce ángel.

 

—¿Quieres decir que quieres que adoptemos un bebé?

 

Derek negó con la cabeza, luego besó su vientre.

 

—Quiero decir que deseo, que aquí en tu vientre crezca nuestro hijo.

 

Gal trató de no alterarse.

 

—Pero eso es imposible Derek. —Le dijo frustrado.

 

Derek se puso de pie y lo sentó en la cama con cuidado, salió a la sala bajo la mirada extrañada de Gal y luego de unos segundos volvió con una carpeta en sus manos.

 

—Bio- Fertiliti. — Leyó Gal en voz alta, cuando Derek puso la carpeta en sus manos.

 

A la mirada interrogante de Gal, Derek le dio una respuesta.

 

—Estamos en el siglo veintiuno cariño y la ciencia cada día avanza más. Ese laboratorio es también una clínica de fertilidad. Está en Atlanta y es la primera en el mundo que ha logrado sustentar un embarazo en el vientre de los hombres. A través de un procedimiento con células madres, enzimas y tecnología avanzada, crean un útero artificial que implantan en el candidato. El embarazo se recrea como una fertilización in vitro y colocan el ovulo fertilizado en el útero artificial, el resto es igual que un embarazo normal, solo que con más cuidados y vitaminas para que el bebé se desarrolle saludablemente.

 

Mientras Derek le explicaba, Gal miraba toda la información que había en la carpeta. Además de toda la parte técnica que Gal apenas entendía, había fotos de parejas sonrientes con pequeños bebés y testimonios de agradecimientos, algunos muy conmovedores.

 

Gal levantó la mirada y se encontró con el rostro sereno, pero ligeramente expectante de Derek.

 

—Esto es…— Estaba aturdido por toda aquella información. Estaba asustado por cómo podía cambiar todo eso su vida, pero muy en el fondo también estaba conmovido porque Derek quisiera dar ese paso con él. — ¿Podemos hacerlo Derek? ¿De verdad podemos tener un bebé?

 

Aliviado y convencido de que ya Gal había aceptado, asintió sonriendo.

 

—Si mi amor, si podemos hacerlo. Un bebé hermoso con tus expresivos ojos verdes.

 

—Y con tus rizos Derek, me gustaría que tuviera tu cabello.

 

Si no estaba seguro, esas palabras de Gal le dieron la certeza de que se había salido con la suya.

 

—Gracias mi amor… gracias.

 

Le dijo con emoción abrazándolo dulcemente.

 

El siguiente mes lo pasaron en Atlanta.  Gal estaba agotado, no habían parado de hacerle pruebas y exámenes. Cuando por fin estuvo confirmado que era apto, programaron su operación. Gal a veces se sentía sobrepasado por todo aquello. De alguna forma tenía miedo. Derek se había transformado en un hombre exigente y taciturno, no habían hecho el amor en todo aquel tiempo y apenas hablaban de otra cosa que no fuera el tratamiento. Todas las decisiones las había tomado Derek sin consultarle. De modo que Gal apenas tenía conocimiento de lo que estaban haciendo con él.

 

El día anterior a la operación,  Gal lloró por largas horas. Por primera vez Derek volvió a ser el de antes. Lo consoló, se disculpó, se acostó con él, mimándolo hasta que se durmió. Al día siguiente, habiendo drenado todos sus temores y angustias, Gal entró en quirófano.

 

La recuperación fue rápida y el proceso siguió su curso. Ya Gal no perdía su tiempo disgustándose. Derek tomaba las decisiones y él se convenció de que era por su bien. Solo tuvieron una pequeña discusión al momento de escoger el perfil de la que sería su donante de óvulos. Derek ya había escogido desde antes, sin consultarle. Como siempre se había salido con la suya, con besos y disculpas. El corazón de Gal era blando ante él.

 

—Espero que sea muy hermosa e inteligente, quiero que nuestro bebé tenga buenos genes.

 

Le dijo Gal esa noche entre dormido y despierto. Derek miró al techo sintiendo un aguijonazo en su corazón.

 

—Es muy hermosa.

 

Le susurró a su novio dormido.

 

Ciertamente era hermosa, la esposa de Derek Preston, era una mujer hermosa e inteligente, pero también era muy calculadora y cruel. Sasha Preston se había hecho varios abortos en su desenfrenada juventud como modelo, su útero había quedado inservible. Era mayor que Derek por diez años y mientras su esposo con el tiempo se ponía más guapo y seductor, ella sintió que envejecía. Todo a su alrededor comenzó a derrumbarse y sintió que algo le faltaba a su vida. Después de haber despreciado por tanto tiempo la maternidad, sintió que eso era lo único que la salvaría.

 

Derek la adoraba a un nivel casi insano. Estaba dispuesto a intentarlo todo por ella. Cuando les informaron que ella ya no podía tener hijos, evaluaron todas las opciones. Sus óvulos fueron congelados y preservados mientras conseguían una candidata.

 

La primera vez fue un fracaso. Sasha malhumorada y envidiosa, le había hecho a la chica la vida a cuadros, hasta que esta, en una de aquellas discusiones, perdió él bebé que esperaba. La voz se regó por todos lados. Sasha fumaba marihuana, consumía cocaína, bebía en exceso. Era un infierno de mujer, al punto de que nadie se quería prestar ni por la más cuantiosa suma a concebir un bebé para ellos. Las chicas que se presentaban estaban tan dañadas como ella o solo iban por el dinero y Derek no soportaba aquello. Quería que su hijo creciera en un vientre sano, con alguien que le brindara amor desde su concepción.

 

Así fue como, a punto de darse por vencido, escuchó de Bio-Fertiliti. Averiguó todo sobre sus investigaciones y cuando estaba convencido de que ese era el camino correcto, la vida le puso en frente a la persona idónea para llevar a cabo sus planes.

 

Todo salió como quería, ese día miraba sonriendo por la ventana de su nueva casa. Decidió comprarla para que Gal se quedara con ella cuando él se fuera con el bebé. Pero a Gal le había dicho que era para tener más espacio para el niño. Gal regaba las plantas del jardín, su vientre de seis meses se veía adorable en el ajustado suéter que vestía. Era primavera en San Francisco y el día estaba radiante, tal y como Gal se veía. En unos días tendrían la consulta periódica, le faltaban dos semanas para cumplir los siete meses. Gal había llevado perfectamente el embarazo, los médicos lo atribuían a su juventud. Había cumplido diecinueve años cuando su bebé entraba al cuarto mes.

 

El rostro de Derek se ensombreció, muy pronto tendría que hablar con él. Conseguir que aceptara el acuerdo, lograr que firmara los papeles que su abogado le había enviado hacia unos días. Un cúmulo de cosas legales que lo desligarían para siempre de su hijo. Le había abierto una cuenta con una cuantiosa suma de dinero, le tenía preparado su ingreso a una buena universidad con toda la matricula paga, los papeles de la casa estaban a su nombre al igual que todo lo que había en su interior. Solo faltaba que Gal aceptara dejarle al bebé, con la condición de que podría verlo de vez en cuando. Condición que jamás se cumpliría, pues Derek pensaba llevarse a Sasha y al bebé a Londres, donde tenía negocios y una lujosa casa. Quería comenzar desde cero y no podría hacerlo con Gal cerca de él.

 

Afortunadamente para Gal, los planes de Derek se perdieron en la claridad de las verdades que no permanecen siempre ocultas. Un viaje de negocios fue el desenlace de todo. Derek iría a Nueva York por un fin semana, no por negocios, sino para aplacar a Sasha que comenzaba a impacientarse. Su esposa había amenazado varias veces con ir ella misma a hablar con Gal y Derek temía que eso dañara sus planes.

 

Gal aprovechó esa mañana para salir de la casa, sin las continuas advertencias de su muy aprensivo novio. Derek se había ido tan rápido y agitado, que ni siquiera le había dejado a nadie cuidándole como hacia siempre que se marchaba. Gal aprovechó esa libertad que le duraría apenas dos días.

 

Visitó a sus amigos en el restaurante, con los que siempre tenía contacto. Ellos lo apoyaban sinceramente con lo del embarazo y desde ya se peleaban para ser padrinos del bebé.  Luego de almorzar allí entre alegres charlas, se fue de compras con Cisi por un concurrido centro comercial. Fue la chica la que vio a Derek en una revista.

 

—Mira Gal, es tu novio. Es tan rico que hasta sale en revistas.

 

Gal tomó la revista y su rostro de inmediato se puso lívido.

 

“¿Derek Preston, el esposo de la conocida ex modelo Sasha Preston, parece haber conseguido al fin el vientre sustituto que tanto anhelaban?”

 

Una foto pequeña de Derek algo difusa se veía abajo del titular, a su lado estaba él, aun más borroso, pero era evidente su embarazo.

 

“Vientre sustituto”

 

Pensó horrorizado. Ante la mirada extrañada de Cisi compró la revista y despidiéndose precipitadamente tomó un taxi a su hogar. Tiró su bolso sobre la mesa y se sentó en el sofá, buscando frenéticamente la verdad entre las hojas de aquella revista. Conoció entonces toda la sórdida historia, los abusos de alcohol y drogas de la esposa de su novio y el deseo de la pareja por tener un hijo.

 

—La esposa de Derek Preston debe estar feliz con su… futura maternidad.

 

Leyó en voz alta, conteniendo el aliento y los sollozos.

 

Como si fuera un castillo de naipes, lentamente su mundo se desmoronó. Todo en lo que había creído era una mentira. Había vivido engañado por casi un año. El pecho le dolía, su mente estaba difusa. Se recostó del mueble intentado controlarse. Aquello no podía ser verdad, tenía que haber alguna explicación. Como pudo se puso de pie y entró al estudio de Derek. Casi nunca entraba allí, su novio se lo había prohibido pues según él, le podía perder algún papel importante. Hurgó descontrolado por todo el lugar, en busca de algo que le dijera que era verdad y que mentira.

 Así encontró lo que buscaba, una carpeta con su nombre. Sentado en la silla, leyó papel tras papel. El título de la casa a su nombre, una cuenta con una enorme cantidad de dinero también a su nombre, los papeles de la universidad y finalmente el documento donde renunciaba a cualquier derecho sobre su hijo. Una carta de Joshua Bennet el abogado de Derek le dio la estocada final.

 

“Le envío los documentos que me pidió. Todo está preparado para introducirlo en el juzgado. Le aconsejo consiga la firma del muchacho con tiempo. Si no quiere alterarlo ahorita, entonces le recomiendo que lo engañe para que firme los papeles. Una vez el juez haya visto la renuncia de los derechos firmada, dictará sentencia. El muchacho no tendrá más opción que aceptar.

 

Si necesita otra cosa, llámeme.”

 

Gal corrió al baño para vomitar. Aquello era tan sórdido. Se quedó sentado en el piso del baño por largo rato, los papeles que le habían abierto los ojos arrugados entre sus manos. Ajeno a cualquier otra sensación que no fuera la de la traición a la que había sido expuesto, lloraba silenciosamente. Hasta que su hijo le recordó que existía con un suave movimiento. Sonrió entre lágrimas, acariciando su vientre con ternura.

 

—Nadie te separará de mí, nunca.

 

Le prometió a su hijo. Se puso de pie limpiando sus lágrimas y corrió a su habitación para sacar lo poco que se llevaría de aquel lugar de fantasía. Aquella casa con todo lo que había en su interior, el dinero que le había rodeado de comodidades, el sueño de una vida mejor. Nada de eso se comparaba con el amor que sentía por el ser que crecía en su vientre, jamás renunciaría a su hijo por cosas materiales y si Derek pensó alguna vez que si lo haría, entonces jamás lo conoció.

 

******

 

Gal lloraba cuando Dominic lo tomó por los hombros zarandeándolo con suavidad. Sara dormía arropadita en el asiento al lado de Dylan, el chofer esperaba afuera como Dominic le había ordenado y ya estaban estacionados frente a la casa de Dominic.

 

—Gal, tranquilízate. Aquí estas a salvo.

 

Dominic sabia que había hecho lo correcto alejándolo de aquel lugar, de aquel hombre que parecía haberlo asustado tanto. Cuando por fin Gal fijó su mirada en los ojos marrones de Dominic, sintió que su corazón volvía a andar. Miró a su alrededor asustado.

 

—Él... él está aquí. Vino por Dylan... Quiere, quiere quitarme a mi hijo.

 

Se echó a llorar con fuerza y Dominic lo abrazó despacio.

 

—¿Quién Gal? ¿Quién es ese hombre que tanto te asusta?

 

—Es... el papá de Dylan...

 

Gal cerró los ojos con fuerza, hacía mucho que no decía aquellas palabras, desde aquel juicio maldito que había destrozado sus nervios y su vida. Antes de que Dominic pudiera siquiera reaccionar o pensar que Gal se había robado al bebé. Este le dijo mirándolo a los ojos con intenso temor.

 

—Yo soy algo así como la mamá de Dylan, yo le di a luz por medio de un cesaría y ese hombre es el otro padre.

 

Dominic sintió entonces mayor empatía con Gallager. Pensar que aquel joven había hecho lo que él tanto deseaba hacer y que Franco le había negado tantas veces, lo hizo sentirse mas identificado con él.

 

—Sé que te parecerá una locura. —Murmuró Gallager ahogado en lágrimas—. Pero es verdad... yo... yo me sometí a un tratamiento y luego a una cirugía, yo puedo... yo puedo...

 

Gal no pudo más con la angustia. Deseba convencer a Dominic. No quería que el chico lo creyera loco y aunque no debía revelar detalles, estaba muy lejos de Atlanta y de Bio-fertiliti y la verdad le hacia mucha falta desahogarse. Pero Gal tuvo la suerte, o quizás fuera el destino jugando sus cartas, de que Dominic supiera exactamente de lo que Gal hablaba.

 

—Tranquilo Gal. Te entiendo. Te juro que te creo.

 

Gal lo miró agradecido.

 

—Vamos, estamos en mi casa, te prepararé un té y hablaremos de Bio-fertiliti de Dylan y de eso hombre. Quiero ayudarte Gal, ya veras que todo saldrá bien.

 

Cuando Gal entró aquella noche a esa casa no sabia que la vida había trazado todo aquel largo camino, solo para llevarlo hasta allí.


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