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Error por Sarabi22

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Notas del capitulo:

Ciao! Estoy intentado recuperar un poco el tiempo que he pasado sin hacerle caso a esta historia.

Alguien me ha pedido un RL, o sea, que mate a Sieren... Espero que comprendais mi decisión de rechazar esta sugerencia, Tsuna ya ha tenido bastante, no voy a quitarle a su madre.

También ha habido quién me ha dicho que todo va por ahora de color de rosa y la verdad es un poco sí. Pero ya sabéis lo que dicen "Todo lo que sube tiene que bajar", esto no quiere decir que en el futuro Tsuna se vuelva miserable.

Nos vemos abajo!

Cocytus los miraba con interés mientras rodeaba de forma protectora a Sieren.

-          Mi señora, tiene dos soles y un cielo. – le habló con una voz siseante, casi enfadada. – Mi señora, vos controláis la niebla. No puedo comprender el motivo por el que tales elementos tan contrarios al vuestro están a su lado. – casi podían leer la desaprobación en su cara triangular.

-          No estarás dándome órdenes ¿verdad? – advirtió mientras Reborn volvía a la planta baja arrastrando dos cadáveres por las escaleras.

-          No osaría hacerlo mi señora. – bajó la cabeza sumisamente.

-          Alaïa, Cocytus, ellos son mis hijos, Angelo y Tsunayoshi. – la pantera se paseó alrededor de ambos, rodeándolos, oliéndolos. Una vez aprendido el olor de cada muchacho volvió junto a su dueña, se sentó unos pasos a la izquierda de donde Cocytus había congelado el suelo a los pies de Sieren.

Para entonces Reborn ya había puesto los cadáveres en hilera.

-          Oye, Cocytus. – llamó como si nada, sin importarle qué lo grande y gruesa que era. – Cómetelos. – ordenó.

-          Haz lo que te dice. – ratificó Sieren. Lentamente dejó de rodearla y reptó hasta los cuerpos. – Chicos, venid. Os presentaré a unos chicos que hemos traído para que estudien con vosotros.

No era necesario que los chicos vieran a cómo se tragaba los cuerpos completos de los muertos. No era agradable ni lo sería nunca, o al menos, esperaba que ese día jamás llegase.

Fueron hasta el garaje donde dos niños, uno de cinco y otro de catorce esperaban dentro del coche de su padre. El chico de cinco años era pelirrojo, pequeño y de ojos también rojos, su cara estaba cubierta de heridas y tiritas. Por otro lado el mayor era rubio, alto y tenía unos bonitos ojos marrones, les sonrió amablemente.

-          Ciao! – saludó el mayor agitando la mano. El otro solo la alzó tímidamente. – Soy Dino Cavallone, este de aquí es Enma Simon. – presentó al otro, quien parecía estar más interesado en sus pies que en ellos.

-          Soy Angelo Arcobaleno. – se presentó el moreno, en todo momento cogiendo la mano de Tsuna. No quería soltar la cálida mano de su hermano pequeño.

-          Yo soy Tsunayoshi Arcobaleno. – saludó el castaño.

Tsuna y Angelo no se despegaban de su madre y esta tampoco hacía amago de invitarlos a entrar a la casa, los cinco estaban en una situación algo incómoda. De pronto el móvil de Sieren empezó a sonar. Para Sieren fue como si se le abriese el cielo de golpe, no quería entrar aún por si no habían terminado de limpiar.

-          ¿Diga? – olvidad el cielo, lo que se habían abierto eran las puertas del infierno. – Entiendo… Nos vemos en una hora entonces. – ¿no podía salirle algo bien ese día? Estaba visto que no.

Entró a la casa con los cuatro niños siguiéndola, y en el salón encontró a Cocytus prácticamente medio dormida, a Alaïa como la había dejado y Reborn se sacudía el polvo de las manos dando a entender que habían acabado la limpieza. Este la miró preocupado, interrogándola con la mirada.

-          Nono, una hora. – fue todo lo que necesito decir para que al hombre le surgiera un tic en el ojo. Con un profundo suspiro fue a por las maletas de los chicos al coche. Sieren entendió que esperaba que arreglara lo faltante.

Dio un repaso a la sala con la mirada, tenía que eliminar en una hora: manchas de sangre, hielo y algunas vísceras. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró derrotada.

-          Cocytus, puedes irte. – y esta desapareció en un suspiro, lo único que probaba que se había estado era el hielo del suelo. – Alaïa, puedes echarte una siesta en el haya. – el felino la miró se levantó y con elegancia salió al jardín para tumbarse entre las raíces calentadas por el sol de invierno. A veces envidiaba a Alaïa por ser capaz de hacer eso la mayor parte del tiempo. – Angelo, por favor tráeme una espátula, un cepillo para limpiar el suelo, el cubo y también el detergente especial que están el escobero. Tsuna, Dino, Enma ayudadle.

Los niños partieron sin decir palabra. Aunque estaban sorprendidos, cuando algo así pasaba en la casa de Dino o en la Enma al volver la única evidencia eran los agujeros de balas en las paredes y los muebles. Tsuna empezaba a digerir el hecho de que algo pasaba para que esto ocurriese, no era normal que unos señores como esos vinieran expresamente para secuestrar a unos niños a una casa aislada de todo, y con un fuerte sistema de seguridad. Angelo no se preocupaba de eso, en ese momento solo quería mantenerse ocupado para no tener que pensar en lo mismo que Tsuna. En realidad lo que todos querían era acurrucarse en el sofá y hacerse mimos entre ellos, ver una película o jugar a un juego de mesa, pero no, no tenían esa suerte.

Cuando le trajeron las cosas a Sieren ella les mandó a cada uno algo que hacer, Angelo y Dino recogerían las vísceras mientras que Enma y Tsuna limpiarían las ventanas. Sieren por su lado fregaba el suelo y quitaba el hielo que había dejado Cocytus, esa serpiente dejaba todo congelado siempre y además era una impertinente. Aunque prefería que se tratase de hielo antes de que fuera agua, Ouroboros le habría inundado la casa. Eso le recordaba… bueno ya habría tiempo para eso luego.

Cuando terminó de fregar el suelo y los chicos con sus tareas, subió arriba seguida de los infantes y el adolescente. En su dormitorio estaban las manchas, en ese momento se alegraba de no haber puesto una moqueta al final. Con un suspiro volvió a arrodillarse y metió el cepillo en el agua ya ensangrentada.

-          Abrid las ventanas mientras hago esto, pero no piséis lo que ya he fregado. – advirtió, no sabían lo mucho que podía una persona llegar a enfadarse si se pisaba lo que acababan de fregar.

Los niños lo hicieron con cuidado, corrieron las cortinas dobles y abrieron las ventanas. El aire fresco entró consiguiendo que el suelo se secase más rápido. Por fin habían terminado y recogido todo cuando Nono llamó a la puerta. Sieren aún en delantal abrió la puerta, el anciano la saludó con una sonrisa afable y las manos apoyadas en un bastón. Reborn ya había puesto las maletas en la habitación de los niños y al oír el helicóptero fue a recibir a Nono junto con los demás.

Un momento incómodo transcurrió antes de que la albina invitase a pasar a Nono. Todos fueron al salón, ordenado y en condiciones, y se sentaron en el sofá. Los pequeños en un sofá de para cuatro, Nono en un sillón individual y la pareja de la sala en uno de dos plazas. Estaban tapizados en un color rojo oscuro, y alrededor de una mesa de café, que al igual que toda la casa era de estilo antiguo.

-          Siempre hasta conseguido juntar lo práctico de las cosas con la estética. – la felicitó el anciano rompiendo así el silencio de la sala, tenso cual era, al igual que estaban los dos adultos. – Oh, no había visto a Angelo desde su bautizo. ¿Cómo estás pequeño?

-          Bien, gracias. ¿Quién es usted? – preguntó con recelo.

-          Soy Timoteo Vongola o Vongola Nono, como prefieras llamarme. – respondió amable el anciano. – Tú debes ser Tsunayoshi Sawada ¿Verdad? – preguntó dirigiéndose al castaño, quien se puso tenso al instante. Sieren iba a saltar en cualquier momento al cuello del Vongola, cualquiera con un par de ojos podría verlo.

-          Nono, deja al niño en paz. – advirtió, el otro la miró como si no entendiese de qué estaba hablando. Entonces la intuición de Tsuna intervino.

-          Ese era mi nombre hasta hace unos días, señor Nono. – respondió bajando la cabeza. – Pero ahora soy Tsunayoshi – empezó a decir, como si estuviera grabando el significado y peso de las palabras que decía en el alma. – Arcobaleno – Timoteo abrió los ojos como platos al ver la determinación y la ferocidad en la cara de Tsuna. – Di Notte.

-          ¿Y por qué es eso? – preguntó sin querer rendirse, ese era el hijo de Iemitsu no de Reborn, ¿Por qué estaba en su casa y además llevaba su apellido?

-          Mi padre nos abandonó, mi madre me repudió y mi hermano me obvió. – dando a entender que había sido abandonado por todos los miembros de su familia biológica. – Sieren Di Notte me dio esperanza al adoptarme y me da amor como debe hacer una madre, Reborn Arcobaleno me da la sensación protectora que debe transmitir un padre, Angelo Arcobaleno Di Notte se preocupa por mí y me protege como debe hacer un hermano mayor. – constató Tsuna, sintiendo sus palabras más firmes, más reales conforme iba diciéndolas.

Hinchando su pequeño pecho y mostrando un orgullo que hasta ahora nadie le había visto. Parecía que decía una verdad universal e inamovible, fue en ese momento cuando lo supo. Y así respondió a la pregunta que le había hecho su madre antes.

-          Ellos están dispuestos a matar por mí. – sus ojos se volvieron naranjas y sus manos empezaron a arder con una llama naranja, por último sobre su frente una llama se encendió. – Igual que yo estoy dispuesto a matar por ellos. – lo que Timoteo vio no era un niño de cinco años, lo que vio fue a un futuro gran jefe de la mafia. Vio a su sucesor en Tsunayoshi Sawa-, no, él ya no era un Sawada. Él era justo quién había dicho ser, Tsunayoshi Arcobaleno Di Notte, el futuro décimo jefe de la familia Vongola.

Esto hizo sonreír a Timoteo, que la boca de Siern se entreabriera y Reborn sonriera. Angelo lo miraba con una sonrisa que hacía que sus ojos se achinaran un poco, Dino sintió envidia de Tsuna al ver que él sabía perfectamente quién era y qué quería y Enma, Enma sintió que en su pecho se encendía una llama de admiración hacía el castaño de pelo ingrávido.

-          Ya veo, lo siento. Encantado de conocerte de nuevo, Tsunayoshi. – le dijo. – Dino, Enma, espero que algún día encontréis a esas personas por las cuales mataríais. – les deseó, incluyendo para sus adentros que fuesen sus respectivas familias mafiosas. – Sieren, Reborn – se dirigió a ellos con una sonrisa que podría haberles dedicado a sus hijos. Aunque la verdad es que consideraba a Sieren la niña que nunca tuvo, a Reborn el cuñado que siempre deseo, a Angelo el nieto que ninguno de sus tres hijos le daría jamás. – Me alegro de que os casaseis.

Ya que a Federico estaba a punto de morir, su intuición se lo decía igual que se lo decía la suya a Federico. Sabía que en unos años debería anunciar a su nuevo sucesor, ya sabía quién era él.

Sieren y Reborn estaban sorprendidos de tal declaración, entonces a Sieren se ocurrió una idea marca arcobaleno, es decir, peligrosa hasta el extremo.

-          Timoteo, le pido esto como amiga y, si perdona mi osadía al creerlo, como hija. – con esto Reborn sabía que sería algo malo, muy pero que muy malo. – Por favor, sea el padrino de Tsuna.

-          ¿Lo vais a bautizar? – preguntó gratamente sorprendido, no creía que Dios hiciese algo por la humanidad pero creía que estaba por allí en alguna parte.

-          ¿Acaso no bautizamos a Angelo en su momento? – contraatacó la albina.

-          ¿Invitarás a Iemitsu? – le preocupaba tal cuestión, y no era para menos, este asunto no debía descubrirse antes de tiempo o ejercería su poder parental y su derecho a la custodia de Tsuna.

-          Sí y no, el bautizo tendrá lugar después de Reborn y yo celebremos mi cumpleaños. Y tengo entendido que los días de resaca firma cualquier cosa sin mirarla siquiera. – era algo malvado y rastrero hacerle eso a Iemitsu pero, ¡eh! No se dio ni cuenta cuando su mujer abandonó a uno de sus hijos. No merecía ser su padre, ni ante la ley ni ante nadie. – Estaba pensando que la ceremonia debería de ser algo privado. Lal como madrina, Collonelo, Fon, Marmon, Luce, Skull, Verde – nombró a este sintiéndose resignada a ello, no podía invitarlos a todos y al él no decirle ni pío. – Usted y sus guardianes. Aparte de obviamente, Reborn, Angelo, Dino, Enma y yo.

-          Eres retorcida. – siendo Timoteo el padrino sabía que Tsuna pasaría a formar parte del mundo de la mafia y de la famiglia Vongola. Por lo tanto Nono no escatimaría en esfuerzos para que el niño estuviese protegido y, lo más seguro, que lo mimase como si fuera su nieto. – Pero no se puede sobrevivir en nuestro mundo sin serlo. Acepto encantado la propuesta.

Reborn dio un gruñido de irritación, de nuevo tenía que verlos a todos, varias veces en el mismo mes. Maldito Iemitsu, maldita Nana y maldito Ieyasu, por supuesto no podía maldecir la retorcida mente que su esposa. Era la opción perfecta para proteger a Tsuna, los padrinos de Angelo habían sido Luce y Fon pues eran en quienes más confiaban, pero los del pequeño castaño acababan de ser escogidos por motivos puramente políticos. Aj, odia los juegos y las intrigas pero debía reconocer que formaba parte de la naturaleza de su mujer, como usuaria de la niebla que era tenía un don para manipular y engañar a la gente.

Nono rio ante la reacción de Reborn, como esperaba no se lo había tomado bien, pero al igual que todos, sabía que si ella se lo pedía le bajaría el sol, la luna y las estrellas.

Pasaron el resto de la tarde de forma agradable, cualquiera que los hubiera visto habría pensado que eran una familia normal, una pareja joven con cuatro niños y su abuelo que había venido de visita.

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.

.

Dentro de poco sería la hora de cenar, Dino estaba ayudando a Sieren con la preparación cuando esta se detuvo y dio un gran suspiro.

-          Dino – llamó. – ¿qué es lo que te preocupa?

-          Nada. – respondió automáticamente, cómo siempre que le hacían esa pregunta. La otra frunció el ceño y llamó a Reborn.

-          ¿Puedes encargarte de terminar la cena? – pidió. – Tengo algo que aclarar con Dino.

-          Sabes que esta noche vas a tener que compensarme todo lo que ha pasado hoy ¿verdad? – le susurró apretándola y aprisionándola contra su cuerpo y la encimera. Dino desvió la vista, sentía que eso era un momento privado.

-          Y lo haré pero tendrás que esperar hasta esta que se duerman los niños. – le susurró de vuelta con un pequeño sonrojo.

Dino sentían como lo cogían, al darse la vuelta encontró que era la de ojos verdes quien lo hacía, le sonrió y lo llevó fuera de la casa. Caminaron un rato en silencio solo interrumpido por sus pisadas en el suelo frío, el rubio, algo incómodo por no saber qué hacían fuera se decidió a preguntar.

-          ¿A dónde vamos señorita Sieren? – no sabía cómo tratarla pero le pareció educado llamarla así.

-          Llámame Sieren. – le respondió. – Ya hemos llegado. – anunció y encendió las luces, era un establo.

-          ¿Un establo? – no sabía a qué venía eso pero no creía que fuera el mejor lugar para hablar de lo que fuera.

-          Sí, me han dicho que te gustan los caballos. – le informó, y era cierto, pero no sabía que hubiese un establo en su casa/finca. – Esta es mi favorita. – señaló a una pura sangre española de color castaño claro, tenía calcetines hasta las rodillas negros al igual que las crines y la cola, la cual al contrario que otros ejemplares allí, era rizada. La yegua empezó a restregar su cabeza contra ella, desordenándole el pelo y la ropa a la humana que reía ante esa muestra de afecto tan particular.

Cogió la mano de Dino y le hizo acariciar el morro del precioso animal, este dio un resoplido por el nuevo olor. Poco a poco Dino empezó a relajarse.

-          Bien, ahora que estás más tranquilo. Dime, ¿Por qué tienes esa cara de confusión y rabia? – le preguntó sorprendiéndole.

El adolescente no pensaba que fuese tan fácil de leer, pero al parecer para esa mujer de pelo blanquecino sí lo era. Se sonrojó mucho y desvió la cara, dejando de acariciar a la yegua. Con un suspiro empezó a contárselo todo, mientras iban de vuelta. Solo unas frases bastaron para que Dino se preguntara ¿si su madre hubiese estado viva le hubiera dicho lo mismo?

-          No importa qué prefieras, hombre o mujer; no importa quién digan los demás que eres, si el décimo Cavallone, un niño mimado bueno para nada, o simplemente un adolescente. Lo que importa es que te aceptes y puedas decir con orgullo que eres Dino Cavallone. – le dijo.

-          Y ¿Quién es Dino Cavallone? – le preguntó lo mismo que se había preguntado cientos de veces.

-          Dímelo tú. – pediste, te miró desilusionado. – Dino, esa pregunta todavía no puede tener respuesta. No has visto ni la mitad de mundo que he visto, no has hecho ni la cuarta parte de las cosas que ha hecho Reborn, no debes encerrarte ni limitarte. Está bien equivocarse, pero no olvides aprender del pasado; se responsable, pero no olvides divertirte; se orgulloso, pero recuerda que siempre habrá alguien que sepa más que tú. Para ti ¿Qué es la vida? – le preguntó, y sin esperar respuesta continuó. – Para algunos es un juego, otros una oportunidad, una belleza, un sueño, un reto, un deber, que es preciosa, que es riqueza, que es amor, que es un misterio, un himno, un combate, un milagro, una aventura, un don… tiene muchas definiciones pero al final cada uno tiene la suya. Y en el camino escribimos nuestra propia historia y descubrimos quiénes somos. – Dino nunca había hablado de eso con nadie, y nunca había tenido un padre que se preocupara de darle ese tipo de charlas. – Dino, tienes catorce años, no busques una meta todavía, no intentes leer la última página del libro, disfruta del camino es mucho más divertido así.

Sin más se adelantó, dejando al rubio con una sensación cálida en el pecho.

Notas finales:

Si me decis que Sieren es demasiado perfecta, vale, admito esa crítica, pero recordemos, NO tiene madre y quiere darle a los que están bajo sus alas el mayor y mejor apoyo. Esto la hace actuar de forma muy, muy maternal.

  Dino, como adolescente que es (y como todos o casi todos) a veces tiene crisis de identidad. No veo mal que Sieren hable con él sobre ello, y es que ¿Querríais vosotros que en una casa con cuatro niños hubiese un adolescente problemático?  No quiero ofender a nadie con esto, yo reconozco que a veces no hay quien me aguante en casa.   El caso es, que Sieren ha llegado para quedarse y quiero hacerla lo más maternal y protectora posible.

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