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Error por Sarabi22

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Notas del capitulo:

Ciao! Esto ha sido largo, mucho, pero vale la pena. Sobre todo el final, estoy orgullosa de cómo me ha quedado.

Como os dije no todo es color de rosa. En realidad tenía pensado escribir más pero son las 2:20 de la mañana, se me ha olvidado perdón no estoy muy lúcida y acabó de terminarlo.

Nos vemos abajo!

-          Estoy molido. – suspiró Angelo al entrar por la puerta de su nueva casa.

Era una casa normal, de tejado de dos aguas azul, pintada de un blanco isabelino por fuera y blanco mate por dentro. Los muebles eran todos nuevos, cosa que disgustaba a Sieren, si por alguna casualidad de la vida tenían un tiroteo en casa ¿Cómo rayos se iban a defender poniendo como barrera una mesa de cristal? Aj, por eso no soportaba que decidieran por ella la decoración de su casa. Era una construcción grande, de dos plantas, tres dormitorios distribuidos entre la planta de arriba y la de abajo, tres baños, cocina, salón, comedor, jardín y garaje.

La cocina estaba separada del comedor, pero a cambio, el comedor y el salón estaban unidos. Los tres dormitorios estaban arriba junto con dos baños, uno al lado de la habitación de Tsuna y otro junto a la habitación de Sieren y Reborn. Aunque la cocina no era ni de lejos tan grande como la que tenían antes no estaba mal, los sofás eran de esos nuevos y rectangulares de nuevo diseño.

Antes de poder sentarse en cualquier parte, tuvieron que subir las maletas y colocar las cosas en su sitio. Por supuesto dejar salir a Alaïa, Endimión y Thanatos. Los mencionados se estiraron y bostezaron, al menos los dos gatos, Thanatos por su parte se puso a explorar un rato. Esto puso de los nervios a Sieren, vale, tenía a Cocytus y a Ourobos, pero eso no significaba que las serpientes fueran su animal favorito. Eso de encontrarse de pronto la cara de una de frente cuando subía la cabeza siempre conseguía que retrocediera un paso o dos, aunque León tampoco se quedaba muy atrás.

-          A ver. – empezó Sieren una vez sentados. – Ahí que comprar comida, un coche, una vajilla, cubiertos, vasos… – miró con aburrimiento la lista que había hecho. – Lo primero un coche, luego lo demás.

-          ¿Ya te he dicho antes que me encanta tu orden de prioridades? – preguntó Reborn haciéndola reír.

-          Sí, pero tendremos que conseguir un empleo. – le informó la otra acurrucándose en él. – Y me han dicho que la secundaria de Namimori está buscando profesores.

-          ¿Tenemos currículum? – preguntó el moreno, ella asintió. Sacó su móvil y empezó a hablar en japonés.

-          <<Buenas, me gustaría contratar sus servicios. >> – y así empezó a hacer llamadas telefónicas mientras le decía a Reborn por signos que mirara en el buzón.

En él estaban los currículum, las inscripciones de los chicos, dos cartas de recomendación, y otras cosas que le hacían falta como las compañías de luz y agua, entre otras cosas. Sieren estaba contratando el ADSL, o eso le parecía. En fin, también había un montón de folletos y venía un mapa de la ciudad/pueblo. Parecían haber hecho un buen trabajo.

Mientras en el sofá, junto a Tsuna, Angelo se alegraba de haber aprendido japonés. Dando unos golpecitos en el suelo llamó a Thanatos, esta se enroscó en su pierna y trepó por ella, repitió el proceso hasta llegar a enredarse alrededor del cuello y los hombros del moreno.

-          ¿Quieres que demos una vuelta? – le preguntó el mayor a su hermano con una sonrisa.

-          De eso nada, nos vamos de compras y vosotros venís señoritos. – sentenció Sieren. – Tenemos que comprarle una urna y ratas a Thanatos, comida a León y sus uniformes. Después de eso tenemos que hacer la compra de la semana y quiero que nos ayudéis con las bolsas.

Los chicos suspiraron y se quejaron, pero no pudieron hacer cambiar de opinión a su madre. Basta con decir que ese día parecían que estaban muertos cuando solo dormían.

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.

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-          Arriba. – la familiar frase y el, como siempre, inclemente sol les levantaron por la mañana. – Tenéis escuela y nosotros trabajo, os quiero abajo en diez minutos.

Angelo puso una mueca al ver su uniforme, olvida el jersey, la camisa algo desarreglada y con unos botones abiertos y la corbata floja. Era lo mejor que podía hacer con ese, ese, atuendo… ¡Dios! Ni siquiera podía llevar la fedora que le regaló su madre, a diferencia de la de su padre esta era blanca con una cinta negra. Solo esperaba que valiese la pena todo esto.

Tsuna por su parte no estaba incómodo por el uniforme, sino por tener que presentarse ante la clase, estaba seguro de que le reconocerían. ¿Qué hacer? ¡¿Qué hacer?!

-          ¡Oye, Dame-Tsuna! – le llamó la atención Angelo. – Estoy contigo y nuestros padres serán nuestros profesores ¡deja de preocuparte! Estamos contigo, recuerda que también iré a tu clase porque he “perdido” un año.

-          Sí, es verdad. – respondió Tsuna con un pequeño sonrojo y una preciosa sonrisa. Aunque Angelo era inmune a ellas sabía que cualquier otro caería fulminado al suelo, una gota le resbaló por la frente al pensar en los muchos culos que tendría que patear.

Bajaron corriendo, lo cual provocó que Tsuna resbalara y se cayera encima de Angelo, ah, por eso siempre solía salir antes que él de la habitación. Llamadle mezquino pero prefería que las ostias se las llevase solo Tsuna, si eran por su propia torpeza claro.

Comieron con prisas y salieron a paso apresurado de la casa. No era plan de llegar tarde el primer día, además les habían informado de que el presidente del comité disciplinario era una persona temible. Pero Angelo y Tsuna pensaban que nadie podría ser tan aterrador como sus padres, y mucho menos más que ellos.

-          Llegamos. – suspiró Sieren. – Vuestra primera clase es con vuestro padre, apresurados.

-          Espera – a Angelo se le volvió a caer una gota por la sien. – ¿Qué tenemos a primera hora? – y una sonrisa asustada le salió del alma.

-          Matemáticas… – respondió Tsuna a la vez que se ponía pálido y Reborn sonreía.

-          ¡AL EXTREMO! – gritó alguien por el pasillo. - ¡¿Es usted el nuevo profesor extremo de matemáticas?!

-          Sí… – respondió Reborn, firme como siempre.

“Pero ¿De qué va este tío?” se preguntaba Angelo, había perdido la cuenta de cuantas veces se le habían resbalado gotas por la sien. Desde que habían llegado todo había ido mal, su hermano depresivo, su madre de mal humor, su padre sonriendo sádicamente y ahora este tío rarito se ponía a gritar. Algún día el tic de su ojo se acabaría haciendo permanente si seguía así.

-          Buenos días a todos. – saludó Reborn intentando ser amable por una vez, los chicos casi podían ver como sudaba por el esfuerzo. – Soy el nu- – no pudo continuar por el alboroto que estaban haciendo alrededor de ciertos pupitres. Un estruendo los cayó a todos e hizo que Tsuna y Angelo perdieran el color. – Callaos y escuchad pequeños inútiles. – y hasta ahí llegó lo de ser un buen profesor. Adiós profesor medianamente amable, hola Reborn. – Soy vuestro nuevo profesor de matemáticas y el sustituto de vuestro profesor de gimnasia, me llamo Reborn Arcobaleno. – se terminó de presentar por fin. – Más os vale tomároslo en serio o si no… – advirtió mostrándoles la pistola verde con la que los había callado a todos. – Presentaos. – ordenó dirigiéndose a los dos adolescentes que tenía al lado con cara resignada uno y aburrida el otro.

-          Angelo Arcobaleno, encantado. – se presentó aburrido el moreno, como Tsuna esperaba las chicas empezaron a hacer alboroto.

-          Soy Tsunayoshi Arcobaleno, encantado. – dijo tímidamente el castaño, la clase se sumió en un silencio sepulcral.

Una sola mirada de Reborn bastó para que ese silencio sepulcral que había sido inspirado por la sorpresa, se convirtiera en un silencio creado por el miedo. Pero nadie podía quitarles los ojos de encima mientras se sentaban el uno al lado del otro al final de la clase. Y siguió así incluso mientras Reborn empezaba a ojear el libro, hasta que frunció el ceño y lo dijo, tenía que decirlo…

-          ¿En serio solo tenéis este nivel? – preguntó dejando el libro en la mesa y mirándolos con una ceja levantada.

Los estudiantes se miraron sin comprender de qué hablaba su nuevo profesor. Al ver esto se dio la vuelta y escribió en la pizarra uno de los que les solía poner a Tsuna y a Angelo.

-          Sawada, resuélvelo. – demandó aburrido.

El muchacho rubio bostezó y prestó atención a la clase por una vez, las chicas lo miraban con amor, los chicos con admiración y todos confiaban en que podría hacer lo que fuese.

-          ¿Qué? – preguntó adormilado, mirando por encima del hombro a su profesor novato… grave error.

-          Que muevas el culo y le pongas una solución a esto. – si el chico no le caía bien ya de por si al ser hijo de quién era, ahora lo único que quería era tirarlo por la ventana y justo después un bloque de hormigón, por si las moscas.

-          Que malo profe, ¿no deberías primero explicarlo? – dijo esperando que se arrepintiese y él mismo lo resolviese.

Olvida la ventana, eso hubiera sido demasiado rápido. Se lo quería llevar a casa y dejar que se lo comieran las serpientes, por supuesto, mientras tenían su propia diversión.

-          Entonces, ¿me estás diciendo que no eres capaz de resolverlo? – preguntó haciendo que el rubio frunciese el ceño. – Al parecer no eres tan bueno con decía el director, en fin, es igual, Angelo resuélvelo.

-          Voy~. – dijo el chico moreno de ojos verdes. – Tsuna, – llamó así la atención de Ieyasu. – ¿Te acuerdas de ese problema?

-          Sip. – respondió el otro con una sonrisa de ángel. – Fue el que nos puso el año pasado en el último examen.

Ieyasu se quedó mirando al que creía muerto, desaparecido, cualquier cosa, pero desgraciado. Y luego al chico moreno que se había levantado a la pizarra.

-          Quiero el desarrollo completo. – le advirtió al adolescente. Quien suspiró ante esto, tendría que llenar la pizarra de garabatos para – Y lo quiero limpio y ordenado. – “Maldito seas viejo.” Fue el pensamiento que pasó por la mente del de ojos verdes.

Entonces empezó a escribir, rápidamente, con números claros, como se lo había exigido su espartano tutor y padre.

-          Este es el nivel mínimo que quiero en mi clase. – informó mientras señalaba con el pulgar lo que acababa de terminar de escribir Angelo. – Voy a hacer unas fotocopias de los apuntes que os estudiareis esta tarde, mañana dudas, pasado examen. Más os vale estar calladitos mocosos. – les dijo con una mirada que podría haberlos matado.

Después Reborn salió por la puerta con la elegancia de una pantera, entonces se desató el infierno.

-          ¿Qué coño haces aquí Dame-Tsuna? – gruñó su mellizo mientras los demás esperaban ver como el otro se reducía como siempre había hecho, qué sorpresa la suya cuando ni se inmutó.

-          ¿Te importa acaso? – le devolvió con una ceja alzada, obtuvo una risa seca de Angelo quien le apuntó con un dedo.

-          Touché. – con una sonrisa pícara que podría matar a las chicas felicitó a su hermano.

-          Tengo buenos maestros. – le dijo devolviéndole el cumplido a su hermano mayor.

-          ¡NO TE ATREVAS A IGNORARME PERDEDOR! – Ieyasu cavó su tumba con esas palabras.

Una mirada asesina de Angelo y otra que sintió a su espalda, y por supuesto dos increíbles fuentes de sed de sangre, le pusieron los pelos de punta. Se dio la vuelta lentamente y miró a su profesor que había vuelto.

-          Sawada, Angelo, salid tengo que hablar con vosotros. – pronunció con esa voz y mirada que le solía dirigir a Verde.

Incluso a Tsuna, que había estado viviendo nueve años con ellos, le recorrió un escalofrío. Porque sabía perfectamente que si algo pasaba podrían hacer desaparecer el cuerpo, a Angelo le bastaba con llamar a Thanatos.

Entonces se escuchó algo parecido a un grito de sorpresa.

-          ¿Eres Tsuna? – preguntó el segundo chico más popular de la escuela, Takeshi Yamamoto, la promesa del beisbol.

-          Sí, ¿Quién eres tú? – preguntó, la cara del chico le sonaba de algo pero no sabía de qué.

-          Soy yo Yamamoto. – le recordó. – Cuando éramos niños solíamos vernos en el santuario de Namimori, me acuerdo de que por algún motivo siempre estabas lleno de heridas. – Tsuna podía verlo en sus ojos, oscuridad y el dolor de una pérdida. – ¿Qué dices si comemos juntos? Hace mucho que no nos vemos. ¿En la azotea?

-          Claro… – Tsuna estaba seguro de que era más fácil sincerarse con un extraño que con alguien conocido, después de todo el extraño no te juzga y si lo hace se lo calla.

Un conocido en cambio te diría incluso qué hacer, cuando no tenía derecho a ponerse en tu piel. Un extraño puede decirte qué haría él, o lo que suele pasar, te dirá un lo siento por ti vacio y seguiréis cada uno vuestro camino. La intuición de Tsuna le decía que ese chico era especial, que estaba roto como alguna vez él lo estuvo.

Por otro lado Reborn, Angelo e Ieyasu estaban teniendo una pequeña charla fuera de la clase.

-          Parece que no entiendes tu posición en todo esto rubito. – le dijo Angelo.

-          ¿Qué creéis que hacéis? – intentó sonar amenazante pero era como un gato erizando su pelaje ante un par de dovermans. – se lo diré al director, tú – señaló a Angelo quién lo miraba con creciente molestia. – serás expulsado. Y usted – se atrevió a decirle a Reborn. – Será despedido. Mi padre tiene contactos, os lo advierto.

-          ¿Te atreves a amenazarnos? – preguntaron incrédulos. – ¿Tienes la más mínima idea de con quién te la juegas? – preguntó el menor.

-          Toca a mi hijo y estás muerto, manda a alguien a por él y te enviaré su cuerpo por correo. – Reborn sabía que se podía defender solo pero… Un poco de diversión no mata a nadie ¿Verdad? En el caso de Reborn, lo más probable era que sí. – Creo que hasta un idiota sin cerebro como tú puede entender eso.

-          Lo mismo por aquí, salvo que, como podrás imaginar, no tengo tanto autocontrol como mi padre. – insinuó el más pequeño. – Así que ten cuidado con mis “descuidos”, pero te juro por lo más sagrado que si me dan luz verde… bueno, puedes darte por muerto. – le advirtió. – Ten preparado un testamento por si acaso. – le recomendó.

Y después de esto entraron aula, encontrando a todos alrededor de Tsuna, cosa que les hizo fruncir el ceño a los tres, por distintas pero…

-          Mocosos – llamó en un tono de advertencia. – Ya que estáis aquí, Sawada, Angelo, llevaos vuestros apuntes. – el moreno torció el gesto como siempre hacía al ver los apuntes de su padre, eran condenadamente difíciles.

Después de eso fue llamando por orden de lista, Tsuna siendo el tercero o el cuarto. Le intentaron poner la zancadilla, la cual le hubiera hecho caer si no fuera porque para evitarlo dio una voltereta dejándolos a todos atónitos. El pobre desgraciado que lo había intentado se había olvidado de retirar el pie, Reborn se lo estaba pasando de maravilla.

-          Mochida – oyó como su profesor demonio, así le habían apodado, le llamaba con un tono de oscura diversión  que produjo que le recorrieran escalofríos por la espalda. – ya que tiene tantas ganas de estirarse, ¿Por qué no va usted a dar unas vueltas por el patio? Enviaré a alguno de tus compañeros a avisarte cuando termine mi clase. – “Demonio” fue el pensamiento colectivo, un demonio sádico, elegante y sexy. Pero demonio a fin de cuentas.

La clase transcurrió en relativa normalidad desde entonces, un par de miradas asesinas por allí, unas tizas peligrosas por allá… nada fuera de lo normal para los hermanos Arcobaleno. Y así llegó su segunda clase, “Idiomas extranjeros”, esta era una asignatura nueva que habían implantado ese curso. En otras palabras, ya no solo darían inglés sino también otra asignatura que variaría de año en año, pero… ¡Qué afortunada casualidad!, ese año se había decidido usar el italiano.

-          Buenos días a todos. – empezó, tenía un tono de voz bajo y dulce, era como un bálsamo después de una clase de Reborn. – Mi nombre es Sieren Arcobaleno, a partir de ahora os daré italiano.

Arcobaleno… no era posible, ese, ese ángel tan dulce ¡¿Estaba casada con el demonio de antes?! Sí, así era. El mundo se había vuelto completamente loco para los chicos de esa clase. Vale, era mayor que ellos, pero ¡vamos! ¡Estaba de escándalo! A las chicas casi les parecía ver los ojos de los chicos hechos corazones y decir a la vez “¡Qué desperdicio!”. Claro que esas palabras solo llegaron a salir de los labios de algunos pocos osados, entre ellos Ieyasu.

Y de pronto, la pared se desquebrajó, la fuente del impacto era nada más y nada menos que unos de los nuevos alumnos con un aura tan fuerte como su hermano. Los ojos de ambos prometían dolor y traumas.

-          Atreveos a insinuarle algo a nuestra madre y no volveréis a ver la luz del sol. – dictaminaron al unísono, incluso el más valiente quería irse a casa a esconderse bajo las sábanas de su cama.

La albina los miró conmovida, ahh, ¡Cuánto habían crecido sus niños! Se parecían tanto a Reborn y a Fon. Aunque claro siendo asesina de profesión habitual no era como si le preocupase lo que pasara con ninguno de los alumnos, siempre y cuando sus niños estuviesen bien, todo estaría bien.

Decir que Angelo y Tsuna estaban aburridos sería un eufemismo. Angelo prácticamente se puso a dormir, mientras Tsuna dibujaba un rato, últimamente le estaba gustando hacer bocetos a lápiz de la personas que conocía. Y era la primera vez que veía a su madre de esa manera, no pudo evitar dibujarla. Claro, que algún gracioso amigo de Ieyasu tuvo que empezar a joderle, le quitó el dibujo y lo pasó por ahí pensando que sería una porquería.

Acabó en manos de Kyoko Sasagawa, la madonna del instituto. Quién tenía interés en los nuevos hermanos, claro que no pocos sabían, su hermano entre ellos aunque muy al disgusto de este, que era una zorra barata a la que solo le interesaba la popularidad. Si conseguía ganarse el favor de Tsuna podría acercarse a ese sexy italiano con nombre de ángel, a veces Ryohei se preguntaba cómo su linda hermanita se había convertido en, en, ese… tipo… de persona. Ni siquiera podía pensarlo, pero después de ver como miraba al moreno de ojos verdes, suspiró profundamente, parecía que estaba mirando un trozo de carne sabrosa. No podía creer que muy dentro estuviese creciendo un rechazo por su parte hacia su hermana, pero había acabado por aceptarlo y convencerse mentalmente que ella ya no era su hermana menor.

En esos momentos se lo recordaba a sí mismo, le dolía en el alma verlo pero cada vez lo hacía menos. Daba gracias por tener el boxeo, a ella le daba igual y nunca rondaba por el club, por lo que podía liberarlo todo golpeando la bolsa de arena. Cada vez más roto, sus puños cada vez más afilados, la bolsa cada día más cerca de destrozarse por completo. ¿Qué pasaría cuando la bolsa (él) por fin se rompiera?

Hasta entonces su hermana había sido su vida, igual que para Yamamoto el beisbol, no eran amigos. Pero podía sentir su dolor y su herido corazón palpitar agónicamente al fondo de esos ojos con falsa sonrisa. ¿Por qué lo podía ver y los demás no? Porque para ambos el deporte se había convertido en la razón de su existencia, si les quitaban eso ya no les quedaría nada. Absolutamente nada…

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El tiempo había pasado lenta y agónicamente para quienes no podían esperar para recibir los rayos del sol en la cara. Tsuna y Yamamoto eran dos de ellos.

Una vez en la azotea con el almuerzo que le había preparado su madre vio a Yamamoto al borde del techo adosado, no se sorprendió, no se amedrentó, es más ni siquiera se inmutó.

-          Y ¿de qué querías hablarme Yamamoto? – preguntó el cielo con una sonrisa mientras dejaba la caja rectangular cerca de donde estaba el suicida, él mismo se apoyó en la valla un poco a la izquierda del moreno.

-          Quería contarle a alguien todo antes de irme. – empezó sorprendido por la reacción del más pequeño. – Supongo que quería confesarme. – se rascó la mejilla con el brazo que tenía en buen estado. Porque el otro estaba roto, roto como su corazón y su alma. Tenía la sonrisa culpable que ponen esos que hagan lo que hagan no puedes detenerlos u odiarlos, y lo sabían. Porque su madre era así, porque él era así también.

Veía a su yo de cinco años reflejado en esos ojos del color de la canela. Y tenía que salvarlo, como ellos le salvaron a él, pero no iba a ser fácil. Fue entonces cuando lo intuyó, algo dentro él, se lo gritó, ese debía ser su guardián de la lluvia.

Igual que cuando conoció a Giotto al poseer una de las mitades del anillo del cielo, el propio anillo de la lluvia le suplicaba en su bolsillo ser entregado a ese ser roto y marchito.

Porque el cielo quería reparar la lluvia de tristeza para convertirla en una lluvia purificadora, igual que él al renacer de sus cenizas se hizo volvió el más hermoso de los cielos de Vongola junto a Giotto (el cielo que empezó todo, al que los anillos querían regresar). La lluvia podía disiparse y dejar de mostrar dolor, lavando la sangre vertida sobre el cielo (dulcemente, lentamente, creando un reflejo del cielo límpido que todos amaban). Porque si podías levantarte después de caer, la próxima caída sería menos dura.

Y el cuento de Yamamoto (amargo cuento, incierto final), se componía de una serie de trágicas sinfonías. Un réquiem para su madre (mandad traer el violín del diablo, pues ningún sonido es más dulce que el suyo), unas flores para su padre (traed helenio para enjugar las lágrimas, ortigas para dar la noticia de la inocente crueldad, romero para recordar y dondiego para despedirse de las esperanzas que alguna vez albergó) y para él… ¿Para él qué?

-          Como yo lo veo, has perdido tu razón para vivir. – empezó Tsuna diciendo lo obvio. – Ahora tienes dos opciones. – ¿Dos? La muerte de Ícaro era su única opción. – Morir. – lo que iba a hacer después de escucharlo (su madre le enseñó a ser cortés). – O encontrar una nueva razón para vivir.

No se lo esperaba, ¿Podía encontrarla? No, no sería capaz, estaba demasiado cerca la más fácil de las puertas (la que siempre estaba abierta).

-          No en realidad son tres. – se corrigió Tsuna sonriendo, sonriendo con esa sonrisa rota que hacía que comprendiera que no era el único (no era el único que alguna vez estuvo roto). – Una me beneficia, otra no beneficia a mi hermano y la última solo le beneficia a él. – pero Yamamoto captó a quién se refería (porque lo odiaba con toda su alma), el culpable de ese brazo roto (el que indirectamente lo condenó a muerte) – Puedo darte un propósito para vivir Yamamoto. – ¿Podía (¿Cuál?)? – se mi mano izquierda, se mi espada, se mi guardián. – las tres cosas eran lo mismo, las tres cosas iban de la mano. – O sino, él te lo pedirá aprovechando esta situación. ¿Cuál eliges?

-          Si te elijo podré vengarme. – afirmó (porque solo quería eso).

-          Sí, pero si lo aceptas no habrá marcha atrás. No podrás dejar nuestra famiglia. – le advirtió (aunque lo alejara), no estaba en su naturaleza mentir. – ¿Serás mi acompañante por el resto de tus días? – le preguntó (porque entrar en la almeja como guardián era casarse con su jefe, todo para él y solo para él), sus ojos le proponían un trato (porque iba a vender su alma al diablo).

-          Acepto.

Sellando su destino (diciendo sus votos eternos), porque al igual que el tiempo de las primeras lluvias estaba grabado allí (no era una lluvia noble, era una lluvia rencorosa y rota), el suyo también se grabaría algún día.

Notas finales:

Ciao! Espero que lo hayan difrutado tanto como yo. Me he dado cuenta al volver a verme la serie que Kyoko es un calco de Nana, estúpida.

Como ya he visto hacer en otros fics la he puesto de puta barata. Pero claro que en un flash de inspiración me he metido con Ryohei. No he podido resistirme.   No os preocupeis nuestro querido cielo pronto encontrara a los demás pero claro, ¿Cómo los encontrará? ¿Estarán tan rotos como Yamamoto?   Nos vemos pronto!

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