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Error por Sarabi22

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Notas del capitulo:

Ciao! Me alegro de que os haya gustado el capítulo anterior, he adoptado la técnica de los paréntesis para metáforas. Estás solo las encontraremos en ocasiones especiales como son el reclutamiento de los guardianes.

Espero que os guste este nuevo capítulo que os traigo. Nos vemos abajo.

Tsuna sonrió, sus ojos se entornaron, el sol lo iluminó de forma que extrañamente resplandecía sombrío.

-          Bienvenido Takeshi Yamamoto, bienvenido a mi familia. – su tono tenebroso contrastaba con la luz que lo envolvía (porque solo el cielo puede parecer tan frío y tan radiante al mismo tiempo). Subió la cabeza y las sombras dejaron de proyectarse en su cara (ahora era todo luz pálida).

Se apartó de la barandilla y le tendió al moreno una mano (una mano que lo ataría con cadenas más duras que el diamante), la segunda puerta (abierta como una flor carnívora). El pacto (que ataba hasta la sangre), sería sellado al coger su mano. La cogió (aceptó) con fuerza y pasó por encima de la verja (cruzó la frontera). Con las manos aún unidas pero flojo el agarre, Tsuna apoyó su cabeza en la base del cuello de Yamamoto.

-          Ya no tienes permitido morir. – fue su primera orden (de muchas), le soltó la mano y se despegó de él. – Esta será la prueba de que eres mío. – suyo, su familia (su nueva familia). Era un tono feroz (prometía protección, amor), sentía como empezaba a formar parte de algo todavía inexistente (los planos de una gran catedral).

Puso el anillo en el corazón de su mano izquierda (la más cercana al corazón), su mirada prometía explicaciones pero se dedicaron a comerse el almuerzo que había hecho Sieren. Yamamoto veía con asombro la comida que contenía.

-          ¿Y esto amarillo? – preguntó cogiendo un pedacito cuadrado con las manos, como habría cogido el sushi.

-          Es tortilla de patatas, pruébala. – le aconsejó el castaño mientras sonreía divertido, era gracioso tener a Yamamoto preguntando tantas cosas sobre su almuerzo. – Y esto es ensalada de tomate con ajo y aceite de oliva.

Era la primera vez que Yamamoto probaba un tomate con ese sabor, eso estaba de muerte, vio con Tsuna mojaba un trozo de pan en el aceite. Siguió su ejemplo y, tenía que admitirlo, estaba delicioso.

-          Yamamoto, tu nunca has probado un tomate que sepa de verdad a tomate. ¿verdad? – casi afirmó el chico. – Son importados y han perdido algo de sabor pero, están buenísimos.

-          Tu madre cocina de escándalo. – le aseguró, el castaño se echó a reír ante la declaración.

Al regresar a la clase Tsuna pudo ver que Angelo estaba siendo acosado en su asiento por todas las chicas de las dos clases. Entonces una se acercó a él más de la cuenta, con un papel en mano, era pelirroja y con los ojos anaranjados, tenía una mirada idéntica a la de Nana. Eso le dio escalofríos a Tsuna, sobre todo cuando vio a su hermano avanzar seguido de la chica, notó como Yamamoto también se tensaba como la cuerda de un arco.

-          Tsuna, esta chica dice que quiere devolverte el dibujo. – le dijo vacilante a su hermano menor, cualquiera que tuviese ojos podría notar lo incómodo que estaba con la presencia de la casi mujer. Entonces se fijó en el anillo de Yamamoto. – Era Yamamoto ¿No?

-          Sí, tú eras ¿Arcobaleno-san? – estaba dudoso de cómo llamar al italiano.

-          Llámame Angelo. – le permitió, con una sonrisa corta. – ¿Podemos hablar un segundo?

-          Claro. – no se fiaba de dejar a Kyoko a solas con Tsuna, a pesar de esa sonrisa angelical que le había cautivado hacía algún tiempo, esa chica era una verdadera trampa de acero.

Mientras Kyoko aprovecharía para meterse a Tsuna en el bolsillo, claro que no contaba con la hyper-intuición Vongola del más bajo.

-          Tsuna-kun ¿Verdad? – el otro la miró como un animalillo asustado, ella siguió con su actuación pensando que solo estaba cohibido porque se encontraba ante la chica más guapa y tierna del instituto. – Por favor no estés así, puede que sea la madonna  del instituto pero no muerdo. – “Qué humilde…” pensó Tsuna para sus adentros con obvia ironía. – Me han pasado tu dibujo en clase y he pensado que te gustaría que te lo devolviera. – con una sonrisa cautivadora le tendió el dibujo que había hecho de su madre. – Y ya que estamos ¿En qué club os vais a apuntar Angelo-kun y tú?

Al chico no le hacía in pizca de gracia que se dirigiese así a su hermano mayor ella no tenía ningún derecho a llamarlo por su nombre. Ninguno.

-          No sé, lo más seguro es que no entremos a ninguno. – porque si entraba Angelo también entraría él.

-          ¿Por qué no os pasáis por el club de boxeo? Mi hermano estará encantado de conoceros. – afirmó con seguridad, ya se encargaría de que su hermano los convenciese. Era su “querida” hermanita por algo.

Ryohei por su parte parecía que le iba a dar un ataque al corazón, lo único que pensó que su hermana nunca tocaría (el boxeo) por lo que él pensaba que tendría al menos un mínimo de respeto. Estaba tan pálido que algunos pensaron que se desmayaría. Por otro lado estaban Angelo y Yamamoto.

-          Tú eres la lluvia de mi hermano. – sentenció, no había rencor o emoción, simplemente lo aceptaba como un hecho. Empezó a apretar sus brazos y le dio un par de golpecitos en la zona de los abdominales, al estar apartados nadie reparó en el extraño comportamiento de Angelo. – Tienes un brazo roto, los músculos cansados, pocos abdominales. Pero tus brazos son buenos ¿Juegas al beisbol? – preguntó. Al otro se le dibujó una sonrisa triste en la cara.

-          Jugaba. – le dijo suavemente.

-          No te he tocado el brazo porque está escayolado, veré que puedo hacer en casa. – el chico había aprendido a usar la llama del sol para curarse, acabó aprendiendo durante los infernales entrenamientos de su padre Y madre. La segunda tampoco era precisamente amable en ellos, se atrevería a decir que menos que su padre, ella no controlaba su fuerza al patearlos. – Ven con Tsuna y conmigo a casa, te presentaremos a nuestros padres y a ver qué arma podrías usar, aunque yo voto por la espada. Sinceramente no te veo usando una pistola.

-          ¿Qué? – de qué diablos hablaba. Angelo lo miró atónito, no podía ser tan idiota.

-          No me irás a decir que eres lo suficientemente gilipollas como para meterte en esto de cabeza sin saberlo. – se lo pedía con la mirada hipnotizante que había heredado de su madre.

-          ¿En qué me he metido? – preguntó con una sonrisa boba que le confirmó a Angelo todos sus temores. Se llevó la mano a la cara y suspiró antes de volver a mirarlo casi con una lástima que no tenía nada que ver con su brazo.

-          No lo sabes tú bien. – le contestó, en casa había tiempo para las explicaciones más detalladas, ahora tenían que volver a clase para seguir con las clases.

El día pasó lento, todo lo que los hermanos Arcobaleno no habían dormido los últimos días lo habían recuperado allí. Cada vez que los despertaban y les preguntaban respondían con aburrimiento Angelo, con una elocuencia indeseada Tsuna.

Se habían acabado las clases, y Kyoko prácticamente arrastró a Tsuna hasta el club de boxeo, con Angelo y Yamamoto detrás. El de ojos verdes estaba cabreado por que la chica arrastrase a su hermano de esa forma, el oji-marrón por el contrario se debatía entre la preocupación y la culpa. Pensaba que debería haberle dicho a Tsuna sobre Kyoko y su historia con ella…pero ¡Hey! No pensó que viviría tanto.

-          ¡Onii-chan! – llamó con esa voz melosa que hacía que Ryohei quisiera vomitar, ese sonido lo había asociado con algo malo. – Estos son Tsuna-kun y Angelo-kun. – presentó con rapidez, mirando con picardía al último, quien, a pesar de ser bisexual, se sentía asqueado por el exceso de azúcar en sus palabras. Casi temía que le diese una caries si seguía oyéndolo.

-          Encantado. – murmuró sin gana, hasta Kyoko notó que no se alegraba de que estuviesen allí.

-          ¡Mou, Onii-chan! ¡Deberías tener un poco más de entusiasmo! – se quejó Kyoko con un puchero adorable, eso solo consiguió que a su hermano se le rompiera un poco más el corazón. – Así nunca atraerás nuevos miembros. – Ryohei entendía perfectamente el mensaje subliminal, “Haz esto creíble, soy la gran Kyoko-chan de la escuela secundaria Namimori. No me dejes en ridículo, idiota.”

Entonces la puerta se abrió de golpe, por ella entraron una mujer y un hombre, ambos vestidos como profesores. Aunque sus trajes parecían tres veces más caros que los de cualquier otro profesor de Namimori.

-          Angelo, Tsuna, hora de irnos. – informó el moreno con fedora. Era su profesor de matemáticas, su sexy y casado profesor de matemáticas era casi perfecto. Pero a ella le encantaban las aventuras, si tan solo pudiera hacer que la viese como una adulta… Aunque seamos realistas, hasta Kyoko Sasagawa sabía dónde estaban sus límites, nadie con dos dedos de frente dejaría a una mujer como Sieren Arcobaleno en la estacada por una medio cría (porque se negaba a llamarse niña completamente).

La mujer tenía unos grandes y firmes pechos, cintura estrecha, caderas anchas y buen culo. Piernas bonitas y fuertes, tobillos finos, apostaba algo a que tenía pie cabo, si no era imposible que le quedasen tan bien los tacones en los que iba enfundada. En cambio ella… plana como una tabla, sin curvas apenas, piernas como palillos y, para su desgracia, poco culo. Sus curvas solo estaban empezando a formarse, y la adulta frente a ella las tenía todas muy bien puestas. Maldita fuese por ello…

Por eso se había decidido por una presa algo más pequeña pero igual de jugosa. Su hijo, esos ojos verdes impresionantes, el cuerpo bien formado y de músculos fibrosos por lo que había podido deducir de ese golpe en la pared. El pelo negro como la tinta y esa sonrisa, ah, su sonrisa que podría hacer que cualquier chica (y algunos chicos) cayese por él.

Que Ieyasu y Yamamoto se fueran a freír espárragos, el (encima extranjero) hijo de sus profesores estaba de toma pan y moja. Así que había decidido ir a por él, porque sí, estaba de novia con Ieyasu pero lo engañaba hasta hace poco con Yamamoto. El último no sabía nada, pero con lo inocente y bobo que era seguro que la hubiese dejado sintiéndose culpable, y nadie, pero nadie, deja a Kyoko Sasagawa. Le vino hasta bien que se le rompiera un brazo, rompieron hacía una semana, entonces fue cuando Ieyasu se proclamó su novio a los cuatro vientos. Para su mucha conveniencia cabría decir.

-          Espera un momento papà*. – pidió Angelo con las manos en los bolsillos. – Me gustaría tener una pequeña demostración con Sasagawa-san.

Por su lado Ryohei no sabía si reír porque el chico había caído en la trampa de su hermana o llorar por tenerla en adelante en el club. Suspiró y le dijo dónde cambiarse.

-          Yo no he dicho que vaya a pelear boxeando. – sonrió siniestro el moreno, dejando que un poco de su sed de sangre se percibiera, esto mandó escalofríos a la espalda del boxeador y el ex-beisbolista. Tsuna por su parte suspiró, al igual que su madre, por el contrario Reborn miraba la escena con una cara seria. – ¿Aún así te animas?

Ryohei nunca rechazaba un desafío, fue a cambiarse. Entonces la familia le cuestionó en silencio, Kyoko seguía sin enterarse de nada en una esquina pensando que su plan funcionaba.

-          Sol. – fue el único sonido que emitió, bastando para que entendieran lo que pasaba por la mente de su hijo. Tsuna se veía un poco dolido pero, supo enmascararlo.

Para cuando Ryohei volvió el muchacho ya estaba en el ring, se había aflojado la corbata, quitado la chaqueta y recogido las mangas de la camisa.

El primero en atacar fue el boxeador, Angelo esquivó pero tuvo que usar una voltereta quedando sobre el palo del ring de pie. El chico era bueno, eso le gustaba, era ardiente y tenía buen cuerpo. Sus ojos lo escaneaban, buscando puntos débiles y fuertes, (era vista de médico).

Tsuna podía ver como miraba a su hermano (reto, decisión, pasión), el olor a sudor (a trabajo), las bolsas de arena gastadas (descarga), una más que las demás (el chico que se movía de un lado a otro en el cuadrilátero). Estaba a punto de romperse (la arena se derramaría y quedaría vacía). Entendía ahora por qué las alas del sol se habían interesado en el boxeador ardiente, era como el sol que lucía en la tierra natal de su madre (ardiente, implacable, deslumbrante). El anillo en su bolsillo volvió a quemarle la piel (lo ansiaba) con fuerza (del sol).

Se acercó al ring extasiado, sabía que sus padres lo veían, también Yamamoto lo veía, su hermano fue el primero en verlo (le cuidaba). Tenía que hablar con él (aunque eso significara decir adiós), a pesar de que era el sol (el cielo ansiaba el sol de la medianoche), nunca podría tener el sol que hubiese querido (porque no estaba escrito).

Cuando Angelo saltó fuera del cuadrilátero, estaba perlado de sudor (se veía hermoso). La (promiscua) chica lo miraba (como un perro hambriento) queriendo devorarlo, no lo permitiría (ni muerto lo haría). Sus padres inventaron alguna excusa para llevársela (Apolo y Artemisa).

-          Sasagawa-sempai. – llamó el castaño, lo veía (la bolsa estaba a punto de romperse) y se aprovechó de ese momento (amables palabras, amargo sabor, verdad endulzada). – Tengo algo que preguntarte. ¿Te vas a romper? – no era un pregunta (verdad certera). – Te puedo ofrecer algo para no hacerlo. – le prometió (sonrisa empañada).

-          ¿Cómo? Mi hermana, mi razón para fortalecerme, crece torcida y negra. – le preguntó (la bolsa se ha roto). – Aún así parece tan blanca.

-          Desea a mi hermano, por eso se acercó a mí. – le sorprendió (la argucia perdida). – Le hemos seguido el juego por ti. – (medias mentiras, media verdades) los ojos grises lo miraban incrédulos. – Te propongo algo. – le llamó la atención (inocente flor, oh, tan repleta de espinas estás). – Conviértete en mi sol, en mi guardián, hace fuerte por nosotros. – le pidió (los planos tomaban formas frente a los ojos de la lluvia). – Únete a mi famiglia, pero – advirtió al mismo tiempo que sacaba el medio anillo del bolsillo. – una vez lo hagas, despídete de tu hermana. – ella jamás formaría parte de la almeja (sucio y rastrero animal que se atrevió a apuntar al cielo, mancillar la lluvia y obstruir el sol).

-          Eso – sonrió tristemente (como en un funeral) – hace tiempo que lo he hecho. – (el duelo pasaría, el entierro ficticio se terminó de llevar a cabo. – Ella, ya no es la Kyoko por la que un día luché.

El sol opacó quería recuperar su brillo, el sol de medianoche seguiría siendo una quimera balsámica y punzante. El cielo reparado (por la luna fantasma y el sol despiadado) seguiría reuniendo bajo sus alas a aquellos que podrían decorarlo y resurgirían de sus cenizas polvorientas (como el fénix). Pues los primeros tampoco fueron los más perfectos, pero al fin y al cabo eran los más hermosos (con sus defectos, con sus virtudes, amaron y fueron amados). El cielo que se quedó ciego (se destrozó nuestro pobre cielo, pues un milagro ni dura ni se repite de forma seguida), y desapareció. Los demás murieron lento (languidecieron y se fueron con el invierno que tornó el cielo gris).

Ahora, (cien años después), volvía a ocurrir (la bella durmiente es despertada de nuevo). Después de todo no ha noche eterna ni invierno sin final, el azul cielo, la roja tormenta (mano derecha), la lluvia azul (mano izquierda), el verde trueno (duro cual acero), el dorado sol (deslumbrante ámbar), la nube violácea (independiente enamorada), la niebla índigo (sonrisa ocultada)… volvían a reunirse en el amanecer del sueño veraniego de Shakespeare.

Notas finales:

Ciao! Ojalá os haya gustado, sí, incluso Kyoko sabe sus límites. Pero eso no hace más humilde, desgraciadamente.

Pobre Ryohei, y felicidades Tsuna, has aprendido muy bien de tu madre y tu padre. Y sobre el sol de medianoche... a ver si adivinais quién es.

Nos vemos!


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