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No llores cascanueces. por Doki Amare Peccavi

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Parte 5

Acto 2: Copos de nieve

 

Cuando el reloj da la medianoche, Clara baja a hurtadillas a contemplar su querido cascanueces y oye a los ratones. No sabe si aún está soñando y trata de escapar, pero los ratones la detienen.

 

El “Tic-tac” fue seguido de las doce campanadas que anunciaban la danza de la bailarina y el príncipe dentro del reloj, sus ojos se abrieron, se le permitió la confusión entre tanta oscuridad y escuchar el paso bajar las escaleras, giró su rostro, pequeñas motas de luz en colores distintos comenzaron a rodearle y pudo ponerse de pie, iluminando la habitación, todos le observaban, los soldaditos y las muñecas, desde la vitrina porcelanas damitas se pegaban al cristal para observarle detenidamente, en una reverencia, un saludo sin palabras y tartamudeó, las palabras no sabía… una confusión.

 

— No soy el príncipe que debería ser — Murmuró bajito, pero nadie entendió, seguramente esa parte también era cierta… en la que “el príncipe” niega su procedencia — Están en peligro, la reina ratón vendrá e intentará destruirlo todo.

 

El arbolito se llenó de motas luminosas también y la pared estruendosamente comenzó a agrietarse, era demasiado tarde, pensó el cascanueces.

 

— Puedo proteger a algunos — Dijo intranquilo, hombres ratas se dejaron ver, entre las dos columnas súbditos, la soberana del reino oscuro frunció el ceño y movió su nariz puntiaguda, acercándose al cascanueces, sus bigotes insistentes,  el cascanueces, dio un paso al frente enlistó su espada, acomodó su sombrero y…

…  la puerta se abrió, entre la pared y la puerta, esa reina rata lanzó un chillido de despedida.  Y antes de morir la maldición eficiente ante todo su poder, Deniss comenzó a hacerse pequeñito, a cada paso, mientras se acercaba al árbol, los súbditos enojados, más que la soberana, esa “rata” era su reina madre. El cascanueces miró la escena, asombrado ¿Y ese joven quién era…? ¿Y Clara…? Le miró caminar hacia el árbol a cada paso que daba cada vez más pequeñito se hacía y justo cuando llegaba a dónde él, notó que una de las ratas iba a atacarle.

 

— ¡Cuidado! — Alertó al joven rubio pero este lejos de ponerse en posición de ataque encogió sus brazos sobre su rostro… se abalanzó la rata sobre el rubio. — No sabe defenderse — Murmuró el cascanueces, con su espada en posición incorrecta, un maestro de la defensa tampoco era  él, con la espada interpuesta, entre su cuerpo y el de la rata, fue cuestión de un segundo y la rata con un chillido escandaloso cayó tendido al suelo, junto a Deniss. Un humo morado empezó a salir de las enormes ratas, intensos lamentos, los juguetes detrás del árbol empezaron a asomarse cuando el humo cambió a un resplandeciente polvito dorado que poco a poco se esparció por el suelo.

 

— Cascanueces… — El cascanueces le miró sin despegar la vista del chico de cabello castaño que bajo una capa negra, se encontraba completamente desnudo, desprotegido, lágrimas en sus ojos rojizos.

 

— Príncipe ratón… — Bajito, muy bajito que lo dijo el cascanueces, con sus labios de madera.

 

— Él, que no es Clara, ha dado muerte a mi madre,  tú con tu espada has apuntado directo a mi corazón, la herida que debía terminar con mi vida logró romper el escudo de piedra que aguardaba mis sentimientos… y el de mis súbditos. —

 

— ¿Por qué han dejado de ser ratones? — Cuestionó el cascanueces — ¿Y Clara? ¿Es que le han hecho antes de que yo…?

 

— No es que siempre hubiésemos desde siempre RATAS, no ratones — Aclaró un tanto altanero — y a Clara, no le hemos visto… porque daría muerte a mi madre, ella quería antes que tú llegar y asesinarla, pero… Clara no está… — El cascanueces sintió como sus piernas se doblaban… ¿Porqué Clara seguía sin aparecer? ¿Por qué el reino de los ratones habían dejado de serlo? — Pensé que le conocías — Dijo el príncipe desde el suelo, señalaba a Deniss — Le protegiste, pensé que era alguien importante, aunque no lo sea, creo que deberías preguntarle por Clara...

 

— ¡Majestad, el porta! — Llamó la atención uno de los súbditos de el ahora Rey ratón, la grieta en la pared que les devolvía a su reino comenzaba a hacerse pequeña, el príncipe se con esfuerzo, y caminó hasta dónde estaban los restos de su madre y tomó de entre la sangre el cetro y la corona —

 

— Me marcho — Dijo después de hacer una reverencia — cascanueces, ¿Te quedarás? no deberías demorar en volver, sin Drosselmeyer nada te hará regresar.

 

—  Drosselmeyer dijo: “La pequeña Clara no está, es todo lo que puedo hacer por ti…” — la muñeca Marie, lo dijo, todos asintieron, con respeto miraban al cascanueces y entonces Marie lo decidió, porque lo más seguro es que el señor Drosselmeyer no volviese esa noche — De lo que Drosselmeyer me dio, le daré yo todo, debe irse, hacerlo sin ella.

 

El cascanueces no entendió, no en ese momento

Pero los juguetes se posaron ante él, una reverencia mientras

Toda su vida, era dada al cascanueces que dijo… “No soy el príncipe”

 

— No puedo irme… no sin Clara — Impotente que se sentía, pero todos los muñecos pensaban de una forma distinta de la vida mágica que tenían, se desasieron sin remordimiento y un pequeño huequito de luz se formó en el tronco de árbol gigante — No lo haré…

 

— ¡Agradécele a todos! — Gritó el Rey de los ratones, hizo un ademan de despedida a sus súbditos quienes entendieron a la perfección, sonrieron, hacía mucho que no habían podido hacerlo, los muñecos se desplomaron en el suelo, también habían sonreído antes de caer. — Si no puedes hacerlo, te ayudaré, por salvar a mi reino — Tomó a Deniss entre sus brazos y jaló al Cascanueces hacia la mágica entrada del árbol de Navidad, esquivando regalos no abiertos y demás adornitos — No es él Clara, cierto, pero ha dado fin a mi madre… entonces… puedes seguir adelante… puedes y en contra de todo, te ayudaré…

 

Cegados por un instante y al abrir los ojos, la cálida sala había sido remplazada por inmensidad de blancura, para el cascanueces era imposible saber si era dulce o por el contrario, cruel y fría la nieve, saber lo que Deniss sentía en ese momento fue imposible, la inconsciencia aún le protegía,  el Rey ratón y su capa oscura como única protectora, ardían sus pies por el contacto con la blanca nieve, su cuerpo completo comenzaba a tiritar, pensó en hacerlo, el cascanueces  siguió su paso, sin admirar lo que de antaño conocía, parecía nada sorprendido con lo que sus ojos veían, el rey ratón colocó a Deniss sobre la nieve, sin miramientos tiró de su pantalón blanco y se lo colocó el mismo, algo justo, por cierto, pero al fin era mejor eso a caminar con sólo una capa por la nieve, también quitó sus zapatillas blancas, pensaba que si él iba a cargar del rubio ¿Qué sentido tenía que sus pies estuviesen protegidos?, se los colocó, bastante cómodos pero poco resistentes, eran de tela esponjosa y terminarían humedecidos en poco tiempo. Apenas iba a tomar a Deniss de nuevo entre sus brazos cuando el rubio murmuró bajito...

 

— Asqueroso ratón… — Murmuro en su ensoñación Deniss.

 

— ¡¡ERA UNA RATA…!! — Se puso de pie y le dejó ahí tirado, con los puños cerrados y a pasos rápidos, le dio alcance al Cascanueces, que hasta el momento había estado ajeno a todo — Cascanueces, cometí un error, ese chiquillo no servirá de nada en este viaje que emprenderemos, es mejor que le dejemos aquí y que él mismo encuentre su destino… — un poco más risueño comentó — y su camino de regreso a casa.

 

— ¡¡Ahhh, Bichos…!! — El rey ratón se encogió de hombros, el cascanueces asustado viró su rostro… aquel chiquillo de cabello rubio se levantó asustado mientras era perseguido por esos “mosquitos” de particular complexión. — ¿En dónde estoy… qué es todo esto? — Sus pies se hundían en la nieve.

 

— ¡No sigas…! — Murmuró bajito el Cascanueces, Deniss estaba siendo brusco con las hadas de los copos de nieve.

 

— Estoy soñando… — Aseguró Deniss,  comenzó a respirar agitadamente, los bichos le tenían rodeados y el Cascanueces gigantesco le hablaba y se movía además… otro sujeto, con sus…, Deniss bajó la mirada y se encontró con sus piernas desnudas — ¡Ese es mi Pijama...! — Ignoró lo que el cascanueces pedía y a los bichos deslumbrantes, hacía el joven castaño emprendió el rubio sus pasos veloces, porque para él la nieve no significaba realmente una molestia. — Tú… — Llamó tajante y el “ratón” le miró con los ojos entrecerrados — devuélveme lo que es mío.

 

— Estuve contigo en brazos, no puedes siguiera pensar que te los devolveré, además… estás en deuda conmigo, podría, si deseo, terminar contigo, porque diste muerte a mi madre y me has ofendido, diciendo cosas hirientes para mi persona real. —

 

A Deniss, las palabras extrañas y el discurso sin sentido nada que le importaron, estaba en un lugar que no recordaba con seres extraños,  llevó una mano a su cabeza, el Cascanueces afligido tuvo un poco de pena por él… porque ese joven no tenía nada que ver en todo esto, ni él mismo entendía lo que ocurría, acortó la distancia un poco, se abrió paso entre las hadas y cuando estaba a punto de posar su mano en el hombro de Deniss, este atinó a distanciar su mano de madera con un manotazo, el rey ratón frunció el ceño, ahora sí que estaba molesto, Cascanueces no dijo nada, había sido demasiada brusca esa reacción,  el Rey ratón tomó a Deniss por el cuello de su camisa, le sacudió en un fuerte vaivén, dijo algo que no entendió bien y cuando el sujeto castaño iba a abofetearlo los “mosquitos” desprendieron una inmensa lluvia de copos de nieve que terminaron por tumbar al castaño al suelo…

 

— Tranquilízate un poco por favor… — El cascanueces con sus manos encogidas en su pecho habló lo más lento y bajito posible que pudo, Deniss, le miró entonces, detenidamente y aún con temor — Esto no es un sueño, te cuidado con no hacerte daño…— Deniss parpadeó y mordió su labio inferior, el cascanueces prosiguió — A mi puedes llamarme Cascanueces, —  señaló al castaño — Él, es príncipe de los ratones — Dentro de la inmensa bola de nieve, el castaño bufó…, era una rata… no un ratón — Ellas, son las hadas de los copos de nieve, te han protegido porque hay algo en ti que les hace querer hacerlo… ¿Y tú quién eres…?

 

— El espíritu de la navidad Futura — Dijo mofándose de la explicación del cascanueces, sonrió y negó con la cabeza mientras sus ojos se posaban fijamente en las “haditas” — ¿No me conoces? todos deberían de hacerlo

 

— ¿Espíritu de la navidad futura? Qué extraño, nunca había escuchado de ti — Deniss  restregó la mano sobre su frente y la dejó escurrir hasta su mejilla — Disculpa… ¿Sabes en dónde está Clara? — Cuestionó un tanto temeroso el cascanueces, pensó, que si era un “Espíritu” tendría que saber en dónde estaba su Clara…

 

— Estúpido… — Escupió con saña Deniss y su mirada ensombrecida fue notada por las hadas, el cascanueces y la rata que escapaba de la nieve — Esto es una tontería…

 

— ¿En dónde está Clara…? — Volvió a cuestionar el Cascanueces, esta vez sin tanto tacto y sintiendo que tenían ese chico rubio, la obligación de responder a sus cuestiones — ¿Por qué has sido tú quien mató a la reina? ¿Por qué no estaba en su hogar?

 

— ¡Calla! — Suplicó Deniss, hasta en sus sueños se atormentaba por esa realidad tan pesada, porque la persona que quería tanto… por la que estaba dispuesta a dar la vida no estaba a su lado, la pequeña y risueña Clara que todos adoraban — Clara no está… — Cubrió con ambas manos sus labios que dejaban escapar pequeños sollozos entrecortados, reprimió Deniss sus lágrimas… que desecho se le veía, el cascanueces hubiese acompañado al joven en su llanto si no fuese porque en su cuerpo de madera era imposible que se creasen lágrimas… y la rata, le vio en el dolor también, arrepentimiento y cuestionó tajantemente, sin importarle los sentimentalismos que de nuevo empezaba a comprender.

 

— ¿A dónde ha ido? — Se dedicó a caminar el rubio con sus pies descalzos, la piel de sus piernas no sufría por el frío, sin decir nada el cascanueces le siguió, las hadas se despidieron de él y a la rata, ni una mirada disimulada, porque a pesar de que en apariencia cambiase, por dentro él seguiría siendo el mismo ¿No…?

 

— ¿Porqué le sigues? — Cuestionó el castaño al cascanueces.

 

— Conoce a Clara… — Mencionó entusiasmado — Le duele tanto que ella no esté ¿Puedes notarlo?  — El castaño negó con la cabeza — Si le extraña tanto… es seguro que esté intentando encontrarla, como nosotros… entonces nuestro destino es seguirle también…

 

 

En el viento está, porque prometió nunca marcharse

Porque sigues recordándole,

No has dejado atrás tu amor por…

 

 

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