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To Remember por Kunay_dlz

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Notas del capitulo:

De una vez digo que el título no tiene que ver con la canción,

 

Aquí el segundo capítulo.

To Remember


II


Cuando me enamoro


 


Un par de horas más tarde, con los ojos hinchados por el llanto, se recostaron en la cama. La expiación de sus temores la hicieron de pie, ya cansados de llorar y de la postura decidieron usar esa cama matrimonial que había atormentado a un pelinegro en todo este tiempo. Ed parecía indeciso, saber la verdad fue algo duro y, acostumbrarse a ella lo era mucho más.


Sin embargo, eso que siente por Roy prevalece ¿Cómo actuar de ahora en adelante? ¿Comportarse como el esposo que fue o como la persona que despertó de un coma y sin recuerdos?


El pelinegro notó el pequeño debate mental en el que Ed estaba inmerso y se decidió a actuar. Ya había desperdiciado valioso tiempo sin Ed, era hora de recuperarlo.


--Ed, me gustaría decirte que no presionaras y que te tomaras tu tiempo –decía mientras buscaba los dorados ojos que le robaron el aliento –pero, no puedo esperar, ya no. –inició a susurrar –mi cuerpo te pide, mis manos cobran vida cuando estas cerca, se mueren por tocarte –las pálidas manos del pelinegro se colaron bajo la camiseta de Ed quien se estremecía y se dedicaba a escuchar –mi boca se ha cansado de morderse la lengua por querer besarte, por querer saborear todo tu cuerpo –mientras hablaba, descendía por el cuello del rubio –todos mis sentidos te añoran, todos mis sentidos enloquecen por el simple hecho de tenerte cerca…


Las dulces palabras nunca abandonaron la voz del pelinegro, contaba la agonía y la desesperación de sentirse de nuevo en su refugio que era él, que Ed siempre representó para él. Las pálidas manos de Roy no estuvieron quietas ni un instante, trataban con desespero y ternura reclamar el cuerpo ligeramente acanelado del rubio. Sus sentidos se asariaron de la esencia de Ed, su olor, su sabor, su contextura… todo, absolutamente todo.


Ed se sentía en el paraíso, sentía que todo era su primera vez, las caricias que le brindaba  Roy se tatuaban en su piel, las sensaciones que experimentaba le hacían sentir amado. Se permitió derramar otras pocas lágrimas que denotaban dicha y plenitud. Todo parecía un sueño, un sueño del que no quería despertar. Ese hombre que le hablaba y le tocaba con ternura, profesaba un amor inmenso que no hacía más que sentirse en la gloria.


Estuvieron así, toda la noche, Roy daba todo eso que tenía guardado en lo más profundo de su alma y Ed se abandonaba ante él. Roy podía hacer lo que quisiese, jamás le negaría nada, jamás dudaría de él… si Roy decía que la luna era de queso, por más que lo detestara le creería, si Roy decía que venía de otro planeta, le creería… creería ciegamente en Roy. No tenía nada que perder y í tenía mucho por ganar.


Roy se sentía afortunado, al fin podría demostrar el amor que le tiene a ese bello rubio. Ya no tendría que ocultar sus celos. Ya no tendría que tragarse sus suspiros. Ya no tendría que guardar los besos y abrazos que Ed le provocaban. Al fin podía decir todo esos que llevaba años guardado. Al fin podía dejar de amar en secreto para amar por completo en cuerpo y alma.


Esa noche resurgió un amor. La entrega de ambos confirmaba lo que sus ojos decían. No había negaciones, no había dudas, no había miedos… sólo dos corazones rebosantes de amor. Un nuevo día se abrió paso entre las cortinas de una cálida habitación, sus dueños despertaron más enamorados que nunca y con las miradas cómplices se observaron a los ojos una vez más.


--Buenos días. –saludó un radiante Ed.


--Buenos días. –contestó un sonriente Roy. Se acercó y le dio un beso en la frente y uno en los labios –Hace mucho que no despertaba así.


--¿Así cómo? –preguntó curioso Ed.


--Con un ángel a mi lado. –dijo el pelinegro con un destello en su mirada. Las mejillas del rubio se sonrojaron ligeramente.


--Debemos bajar, Sam llegará de la casa de su amigo en cualquier momento. –intentó levantarse Ed quedando en solo un intento debido a un agudo dolor en su espalda baja volviéndose hacia Roy quien le miraba con una gran sonrisa.


Luego de una pequeña disputa, Ed y Roy estaban en la cocina. Ed sentado a la mesita fulminando con la mirada a un sonriente Roy que hacía el desayuno. Las miradas asesinas de Ed cambiaron cuando un torbellino rubio entró. Un niño de rubios cabellos con ojos dorados miraba a Roy preparando panqueques y a un rubio que le miraba con curiosidad desde la mesita en medio de la cocina. Se trataba de Sam. 


--Ya llegué. –dijo al mirar a ambos adultos.


--Hola Sam, –fue lo que atinó a decir Ed. Frente a él estaba su hijo, se parecía tanto a él…


--Bien venido hijo –contestó a Roy –¿Quieres desayunar con nosotros?


--Ya desayuné –contestó extrañado el pequeño –¿Qué sucede? 


Sam miraba a Roy y a Ed, había algo raro en la casa. Al hablar les miraba directamente a quien se refería ya sea Ed o Roy, desde su cumpleaños no usaba las palabras “oni-chan” y “oto-san”. A pesar de ser un niño se dio cuenta de lo que su infantil mente había causado, simplemente no quería causar más daño al usar esas palabras. Sabía que con su comportamiento les dañaba, le lastimaba a él mismo pero no le importa esperar. Esperaría para disculparse con su “oto-chan”.


--Sam… -susurró Ed con la mirada empañada de gotas saladas.


--Sam, Ed lo sabe. –el niño palideció –Ayer entró a mi cuarto y vio la fotografía de mi buró.


A penas terminó de hablar Roy cuando Sam se lanzó a los brazos de Ed. Se permitió llorar como un niño de su edad con fuertes sollozos y un par de gritos, Ed le consolaba, acariciaba la cabeza y la espalda del pequeño Sam quien repetía oto-chan con vehemencia. Cuando se hubo calmado en el regazo de Ed le miró a la cara con algo de miedo.


--Oto-chan, ¿Estás enojado conmigo?


--Claro que no Sam, nunca me enojaría contigo. –dijo Ed con ternura.


--¿De verdad no estás enojado? –siguió el niño.


--No. Es extraño, pero no estoy enojado. Me gusta cómo me llamas. –dijo una sonrisa.


--Oto-chan, oto-chan, oto-chan… –repetía Sam con agrado.


--Bien, ya entendimos. Ahora a desayunar. –dijo Roy.


--Aguafiestas. –murmuraron ambos rubios. Al darse cuenta que dijeron lo mismo se miraron y sonrieron como solo ellos podían.


Roy también sonrió, esa es su familia. Desayunaron entre risas y un agradable ambiente hogareño. Ahuyentó algunos pensamientos que le asaltaron con advertencias, lo único que deseaba ahora era disfrutar a su familia. 


 


>>Continuará...

Notas finales:

Gracias por leer.


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