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Que el cielo decida por VieyraKoko

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Capítulo 02: Corazón de oro

Casi una semana después que el autonombrado Atem despertase, tras asegurarse de su estabilidad tanto física cómo mental le dieron el alta indicándole iría a la casa Ishtar. Si bien al principio todo resultó demasiado confuso tanto para el joven de cabello extravagante quien estaba absolutamente perdido cómo para su nueva familia quienes por alguna razón lo luchaban constantemente por no dirigirse a él con demasiado respeto, la convivencia había resultado buena.

Atem era un chico calmado y muy analítico, tal cómo Ishizu temía, parecía ser un niño tratando de responder todas sus preguntas a través de la observación a su alrededor; por ello, más que tratarlo como el faraón reencarnado, decidió acogerlo cual chiquillo al cual tras despertar de un largo sueño pasaron diesciocho años. En buena parte así era.

—Todos cooperamos en preparar una habitación para ti en nuestra casa, tendrás toda la privacidad que quieras —comentó la mujer mientras el doctor revisaba sus reflejos.

—Muchas gracias señorita Ishizu —dijo esbozando una leve sonrisa.

—No me llames señorita, soy tu prima y pronto vamos a vivir juntos.

Él se removió un poco nervioso al pensar en ello, estaba feliz de tener a sus parientes apoyándolo pues no dejaba de preguntarse cómo era el mundo más allá de las ventanas del hospital; recordaba tan poco y se sentía tan pequeño. Mientras más trataba de mirar atrás, ver los rostros de sus padres, la casa en la que vivió o incluso cómo era su infantil rostro frente al espejo resultaba totalmente imposible, ni siquiera podría imaginarlo y eso era aún más frustrante.

—Creo que eso fue todo —dijo el doctor Benson poniéndose de pie—. Atem, si llegas a recordar algo o te sientes mal no olvides que puedes venir aquí, serás bien recibido.

—Sí —asintió—. Muchas gracias por haberse hecho cargo de mí estos años.

—Es mi trabajo.

Un toquido provino de la puerta, abierta después por Marik.

—Traje un cambio de ropa —anunció extendiendo una gran bolsa de papel con asas de hilo cafe.

—Perfecto. Cámbiate Atem para poder ir a casa, Rishid preparará brochetas de cordero hoy en honor a tu alta después de tantos años —celebró la mujer entrelazando sus dedos.

El muchacho se llevó la bolsa teniendo cuidado de no moverse bruscamente evitando abrir por detrás la bata de hospital. Aprovechando también el ser dejados solos por el doctor Marik se acercó a su hermana queriendo susurrarle.

—¿Ha dicho algo nuevo?

La morena negó con la cabeza.

—Ni siquiera hace preguntas, parece querer sacar todas las respuestas de lo sucedido a su alrededor mágicamente desde su cabeza o por deducción.

—Tal cómo el faraón —comentó tratando de sonar casual.

No habían hablado del tema del antiguo espíritu o Yugi, dados a las prisas de tener todo listo en casa para el nuevo inquilino, pero un ligero remordimiento lo estaba acosando por no hacerlo.

—Creí que nosotros dos podríamos determinar si él es el faraón, a simple vista es sólo un muchacho —miró sus rodillas y posadas las manos sobre ellas, sentada correctamente—. Marik, no he tenido ningún mal presentimiento.

—Visto de forma objetiva, el alma del faraón vendría a este mundo si así lo dictaminan los dioses pues Yugi lo venció, se supone él es capaz de enfrentar cualquier mal por presentarse.

—¿Insinúas el faraón regresó para enfrentar un mal que Yugi no puede vencer? —conjeturó Ishizu casi incrédula, alzando una de sus perfectas cejas.

—No exactamente —el rubio giró uno de sus anchos brazaletes dorados, pensativo—. Yugi y Atem tuvieron una relación muy cercana, tal vez él pueda saber si esta persona es el faraón.

Ishizu suspiró.

—No quisiera preocuparlo, pasaron tantas cosas en Battle City que me gustaría hacernos cargo de esto —sonrió—. Aunque visto desde el punto de vista de su cercanía, es su derecho saber de esto.

Un golpe fuerte sonó desde el baño donde Atem se estaba cambiando.

—¿Por qué no llamas a Yugi para invitarlo a venir aquí? Explícale la situación mientras voy a ayudar a Atem con lo que necesite.

Marik hizo caso saliendo al pasillo a recibir mejor recepción, sonrió un poco culpable no quería dejarla encargada de vestir al nuevo invitado pues se veía muy emocionada con el tema de comprar ropa nueva para él. Igual la dejó ser, merecía divertirse siendo una hermana mayor cualquiera.

*

Dentro, en el baño del hospital Atem se encontró con su primer gran problema de vida adulta: entrar en los pantalones negros condenadamente ajustados de Marik, ¡eso era una segunda piel y una tortura! ¿Eso vestía la gente normal en esos días? Tiró de ellos, pero esa tela se pegó a sus piernas y tuvo que empezar a pellizcar algunas zonas para hacerlas subir. Respiró apresurado para tirar una vez más de ellos pegando la espalda contra la puerta como punto de apoyo.

Trissssss

Oh, había desgarrado el pantalón.

—¿Estas bien Atem? —esa había sido Ishizu afuera del baño.

—Sí, ya voy a terminar.

—Muy bien, voy a pasar para ayudarte.

—¡Ah no!

Su voz se tornó ronca en el instante en que la puerta se abrió empujándolo contra la pared ¿era la pubertad a sus veintiuno? Y malditos fueran sus quince años en estado vegetal, lo habían dejado tan fuerte como una hoja de lechuga pese a los brazos grandes, incapaz de evitar que una chica sin hacer fuerza le empujara para abrir la puerta.

Fue la mano morena y hermosa de Ishizu entrando cual zombie la que revivió su dignidad, cerrando la puerta con todas sus fuerzas, aplastando la cara y brazo de la mujer en el acto.

*

En Japón Yugi guardaba sus libros en su mochila en durante la aburrida noche de miércoles. Las cosas marchaban con la normalidad de su vida escolar y él seguía viendo en sueños al espíritu del faraón; una vez al día, en medio del estupor de la cotidianidad se perdía en las profundidades de su alma para perseguir a su viejo amigo por laberintos que no sabía si eran creados por su contrario o por él mismo.

—Yugi, Marik está al teléfono —le dijo su abuelo entrando a la habitación, interrumpiendo las cavilaciones del chico.

—Gracias abuelito.

No era extraño que el egipcio lo llamara, una vez al mes recibía una postal de ellos y a la semana de eso Marik o Ishizu se comunicaban vía telefónica para saber cómo estaba. Esa semana no habían enviado postal, tampoco era normal que se comunicaran entre semana y eran dos detalles que el japonés no iba dejar pasar.

—Aló.

—Hola Yugi, ¿cómo has estado?

—Muy bien, es bueno escucharte Marik.

El rubio rió animado.

—Llamo para preguntarte ¿qué vas a hacer este fin de semana?

—Ahm —esa pregunta no era inusual, lo era el tono del rubio del otro lado del mundo, a lo que contestó dudoso—, no lo sé, jugar un videojuego.

—¿Por qué no vienes a Egipto este fin de semana? Yo invito.

—¿Cómo?

—Sí, Ishizu tiene una crisis de edad, ya sabes, esta tan vieja y sigue soltera. Le hemos dicho que es porque es demasiado formal y quizá un poco amarg-¡auch!

Yugi esbozó una sonrisa nerviosa al escuchar las risas de Marik al fondo, junto a un "¿por qué tienes la nariz roja?", otro gruñido y algunas indicaciones de la mujer en árabe.

—Hola Yugi —dijo al fin Ishizu por la bocina, su voz sonaba baja, casi apenada.

—Señorita Ishizu.

—En realidad, me gustaría que vinieras por una razón en específico, ¿tienes tiempo de escucharme?

—Claro —aceptó buscando un banco alto para sentarse junto al teléfono.

No sabía que era más raro, si la razón de la llamada o lo sucedido en ese preciso momento del otro lado del mundo. Probablemente eran lo mismo.

—Es un tema un poco delicado, algo muy serio.

—Por favor señorita Ishizu, han pasado tantas cosas —comentó en un tono conciliador dispuesto a escuchar cualquier cosa que, viniendo de los guarda tumbas, sería extravagante. Por denominarle de alguna manera.

*

Marik tocó la puerta donde se estaba cambiando Atem con una nueva bolsa, esta vez de plástico, en las manos.

—¿Todo bien?

No recibió respuesta, sabiendo lo reservado de su personalidad y suponiendo la vergüenza que debió pasar decidió contener sus risas.

—Imaginé no te quedarían mis pantalones así que te traje los de Rishid. Mañana iremos a comprar ropa de tu medida.

La puerta se abrió un poco y el rubio deslizó la bolsa por esta.

—Gracias —dijo Atem con voz ronca tomándola y encerrándose de nuevo.

—Mi hermana siempre se comporta como una mujer muy madura y seria —habló Marik con claridad en voz alta—. Es así desde que era una niña, nunca tuvo oportunidad de divertirse a mis expensas ni abusar de su posición de hermana mayor conmigo.

Tampoco habían muchas cosas divertidas de hacer en el complejo subterráneo de los guardatumbas, hecho que de ninguna manera le revelaría a Atem. Ellos ya no eran guardatumbas.

—Por eso me disculpo por Ishizu, va a querer juguetear un poco contigo y te aseguro será sin intenciones de molestarte.

Luciendo un torpe atuendo consistente en una hoddie negra un poco ajustada y unos pantalones tan flojos que lo único sujetándolos al cuerpo de Atem era un cinturón de tela, este salió de la habitación ruborizado.

—No debes disculparte por ella, es una mujer maravillosa.

*

Ishizu hizo un silencio tras haberle explicado a Yugi la situación de Atem, sabiendo que estaría muy confundido. A ella misma le resultaba difícil aceptar todo eso cómo real.

El rey de los juegos mordió su labio inferior para evitar alguna exclamación, estaba genuinamente sorprendido, todos esos sueños despierto sobre el faraón, ¿eran una señal? ¿De qué? Decenas de preguntas comenzaron a acribillarlo junto a una emoción cosquilleante hirviendo en su interior. Aceptando la pregunta primordial era ¿realmente Atem estaba en su mundo?

—¿Conoce el duelo de monstruos o sabe del antiguo Egipto? —preguntó apresurado tratando de enlazar sus ideas.

—Cuando lo conocí me llamó Isis, después de eso su memoria ha permanecido en blanco. Queríamos invitarte a venir pues tú fuiste el compañero y luz del faraón por mucho tiempo, así será más fácil comprobar su reacción al juego y tu presencia aquí lo ayudará con el camino que quiera tomar.

Eso sonaba razonable, quizá por eso el énfasis a la palabra "tú".

—Debo ir yo solo —enlazó rápidamente, tratando de emular el calmado tono de voz de la chica.

—Exactamente, pienso que Anzu, Jounochi y los demás no están preparados para la noticia, de cualquier forma, puedes venir en compañía de un tutor mayor de edad.

—Entiendo —murmuró recordando el amor platónico tan intenso sentido por Anzu hacia su otro yo.

—Así seremos más discretos al indagar en sus recuerdos, te presentaremos como un viejo amigo suyo.

Yugi sonrió apoyando la cabeza contra la pared, un poco mareado por la rapidez con la que sucedía todo.

—¿Está usted segura de invitarme, señorita Ishizu? —preguntó pensando en los gastos.

—Claro, si estás preocupado por la escuela me aseguraré de regresarte el lunes, solo pide permiso para faltar a clases el viernes, ¿o tenías planes?

—¡No! No, señorita Ishizu, no me refería eso, sino a ser un problema.

—Tonterías Yugi, tú eres una persona especial para nosotros —respondió la mujer con un tono tan fresco que fue imposible de contradecir—. Enviaré un correo electrónico hoy en la tarde con los datos de tu vuelo.

—Eh, sí. Sí, gracias señorita Ishizu —balbuceó torpemente.

—Hasta entonces Yugi —se despidió la mujer.

El chico colgó el teléfono con el sentimiento de haber sido arrollado por una aplanadora mecánica. O mejor dicho, sobre él pasó el huracán egipcio, siempre tan impredecible, volteando su mundo de cabeza, arrastrándolo a nuevas aventuras.

Estaba mascando demasiado Gumi Tsureta (1) con Honda y Jounochi, seguro eso tenía efectos secundarios, malditas drogas. No era del todo algo terrible, siempre que se trataba de Atem su mundo giraba demasiado rápido. Siempre tratándose de Atem todo lo conocido se tornaba impredecible y asombroso.

Apoyó las manos en sus piernas y apretando los labios se removió incómodo, ¿qué era ese mar de ácido rebullendo en sus entrañas? Era innegable su emoción pero también lo era su preocupación producto de las cientos de preguntas que trataba de evadir.

Se levantó directo al ático junto a su habitación para ir por su maleta. Si era solo un fin de semana bastaba con la más pequeña, dos cambios de ropa, algún libro y su infalible disco de duelo. O tal vez eso no.

Frunció el ceño y arrastrando la maleta empolvada para arrojarla sobre su cama abrió esa cajita dorada, ya no tenía el rompecabezas del milenio, en cambio resguardaba dos mazos de duelo: el de Atem y el propio.

Las dos cartas más sobresalientes del objeto eran sus magos más poderosos y cartas insignia, Dark Magician y Silent Magician lv 8. Las dos piezas finales de su duelo ceremonial irónicamente le trajeron recuerdos los tiempos en calma tras Battle City.

—Atem —llamó Yugi a su otro yo.

Después de obtener el nombre del faraón y derrotar a Bakura, el espíritu del egipcio regresó a ser tan huraño como al principio durante los días, cómo si meditara constantemente. Sólo durante las noches disfrutaba de conversar con su compañero, pasando todo el tiempo posible con él.

—¿Qué sucede compañero? —preguntó a su lado como un fantasma.

—Mira esta carta que acabo de conseguir, se llama Silent Magician —dijo guiñando un ojo al mostrársela, bien orgulloso de su última adquisición.

El fantasma sonrió observándola detenidamente.

—Es como un pequeño Mago Oscuro —comentó dudando de decirle "pequeño" (2)—. Se parece un poco a ti, compañero.

Antes que Yugi contestara Atem hundió la nariz en los mechones rubios del chico. Era un contacto muy suave, parecido al tacto cómo una cálida brisa haciéndolo reír.

—¡Atem! —reclamó juguetón— ¿Estás tratando de ocultar un leve insulto?

Al ver de nuevo la carta del Mago Silencioso al tope de su mazo decidió llevarla en su portacartas y cerrar la cajita dorada, empezando a sentirse emocionado por la oportunidad de quizá volver a ver a Atem.

Continuará…

Notas finales:

1. Gumi Tsureta: youtube . com / watch ? v = j1f1u _ XUlxA no puedo explicarlo con palabras, japoneses.

2. Creo que ya lo sabían, pero a mi me impresionó saber que Silent Magician es mujer, jajajaja. Como dato extra de esta escena, en el manga, tras recuperar sus memorias Atem pasa un mes más en la tierra antes del duelo ceremonial.

Holii~

Permítanme decirles que sufrí de una tripa torcida por escribir esto, no sé como lo logré con el móvil con el 15% de carga casi toda la semana.

Por supuesto gran parte del crédito es para mi beta Bloommie (lean sus historias, son grandiosas), esa ángel caída del cielo me animó a desarrollar apropiadamente las escenas de este capítulo, así como de la historia a futuro y corrigió mi horthografia ¡eeeee! Soy feliz con mi beta~

Por último ¡muchas gracias por los reviews! a DanyNeko y Akari Sadquiel. Por ustedes me animo a continuar escribiendo.
Hasta entonces~


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