Ishida leía las cartas con el ceño fruncido y una vena en la frente, ¿quién se creía ese Shinigami idiota?
Ya había pasado dos años desde el incidente de la fiesta. Uryū e Ichigo ya estaban en la universidad —Ichigo como futuro doctor e Ishida como abogado— y ahora vivían juntos.
Ichigo había salido a comprar comida para la cena y el Quincy se dedicó a ordenar su cuarto pues lo habían dejado un poco… desordenado. Fue ahí que, en el fondo de un cajón, el arquero se encontró con las dichosas cartas y ahora las leía sintiendo unas ganas inmensas de asesinar al primogénito de Isshin.
— ¡Uryū, ya llegué! —la voz de su musa homicida lo sacó de sus planes de muerte.
—Ku-ro-sa-ki —la voz tétrica del Quincy se escuchó arriba, donde estaba su cuarto.
Ichigo sintió un frío recorrerle la columna; Ishida lo llamaba por su apellido cuando estaba enojado con él.
Dejando las bolsas en la mesa, Kurosaki subió con cautela las escaleras. Él era pésimo para detectar reiatsu, pero el que emanaba su novio era calmado, pero tan hostil y oscuro que hacían al Shinigami caminar cuidadoso.
— ¿Uryū, qué pasa? —entró a la habitación y se encontró a Ishida con unas hojas en la mano.
— ¿Se puede saber qué es esto? —el arquero le mostró las hojas como si fuera una prueba de algún acto criminal.
El de cabello naranja miró las hojas sin entender, pero en cuanto reconoció la letra —la cual era suya— lo miró sorprendido, vaya, se había olvidado de eso.
—V-Verás, Uryū, yo… — ¡diablos!, no sabía qué decir.
— ¿Tú qué? —Ishida se estaba comenzando a desesperar.
—E-Eso lo hice cuando recién comenzamos a salir y todavía no estaba acostumbrado a tu actitud —intentó explicarse.
— ¿Y ahora qué piensas de mí? —trataba de que su voz sonara firme, pero Ichigo notó que su voz se estremeció un poco.
Kurosaki se rascó la nuca con incomodidad, en serio que esa situación estaba acabando con sus nervios.
—Ahora te entiendo mejor; tal vez me gustaría que fueras más abierto con tus sentimientos, pero con el tiempo transcurrido he aprendido a amar cada virtud tuya así como también tus defectos. No cambiaría nada de ti porque así te amo.
Al terminar de hablar sentía que su cara arder, pero al ver a Ishida supo que no era el único, pues él tenía la cara roja y su mirada estaba clavada en el piso.
—B-Bueno, si eso es todo voy a bajar a hacer la cena —y sin decir más el de ojos azules salió corriendo de la habitación.
El de ojos ocre sonrió enternecido, bajó las escaleras y se encontró con su novio en la cocina cortando las verduras. De un movimiento rápido lo apresó entre sus brazos y recargó su barbilla en el hombro del contrario. El Quincy casi se corta debido a la impresión.
— ¿Q-Qué te pasa, Ichigo?!
—Uryū, te amo —habló el Shinigami, ignorando la pregunta que le había hecho el arquero —. Y amo mucho más las cinco cosas que odio de ti.
—Idiota —susurró Ishida temblando ante la calidez del cuerpo de Ichigo —, pero así también te amo.
Tal vez Ishida Uryū no era perfecto, pero eso a Ichigo no podía importarle menos. Él amaba a Uryū tal como era y no cambiaría nada de él.