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El cielo está en tus ojos por Zeny

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Notas del capitulo:

*mira la última fecha de actualización* Mátenme

Beta: Lisette Rivera

Este capítulo está dedicado a Aimi y a Romi por su apoyo para sacarme del bache(las quiero), a NeblinaLlameante por siempre estar ahí (i love u) y a Lisette por prestarme su apoyo y betear el capítulo :'D

El cielo está en tus ojos

Capítulo XXV

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Su pulso martilleaba desbocado contra su piel mucho antes de que abriera los ojos a la luz cegadora. Sus oídos percibían un zumbido que le aturdía al paso de cada segundo, y su mente no podía parar de dar vueltas.

Se los quitarían. Un Uchiha ciego era lo mismo que un hombre muerto, un guerrero que falló antes de presentarse en al campo de batalla.

Sasuke no podía fracasar. No podía quedarse en ese lugar y dejar que le quitaran su única arma contra ese hombre; no podía dejar que le arrebataran-

la única razón por la que estoy vivo

Empezó a sacudirse de un lado a otro, gruñó rechinando los dientes, los puños apretados con tanta fuerza que sus cortas uñas dejaron marcas en la piel de sus palmas. Tenía que combatir el sopor que trataba de empujar su cuerpo hacia la oscuridad. De forma distante se dio cuenta en una pequeña parte de su mente que seguramente lo habían drogado, y que no debería estar despierto.

Su pecho subía y bajaba frenética e irregularmente, sus brazos temblaban. No podía parpadear, no podía luchar.

Tenía que correr— tenía que huir—

Un pinchazo en su brazo, el agarre implacable en sus pies, y una mano que aplastaba su cabeza contra la fría superficie.

No, no, no, no, no

 

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Shikamaru terminó de atarse la coleta maldiciendo y salió a trompicones de su cuarto y de su casa, con los gritos de su preocupada y un tanto enojada madre tras su espalda.

—¿Qué demonios?! ¿Dónde está Naruto?!

—¡Hay problemas! — contestó sin mirarla, pero no perdió tiempo en dar más explicaciones. Sabía que se estaba ganando una buena reprimenda para cuando volviera, pero estaba dispuesto a soportarla con tal de no perder ni un segundo.

Que un clon de Naruto desapareciera así de la nada solo podía significar que el Naruto real estaba débil, o había sido atacado al punto de que no había podido mantener el Jutsu.

Hacía años que los clones de Naruto no se deshacían en humo inesperadamente; tal era el poder de su amigo, y su chackra tan inmenso que podía hacer un fuerte ejército de miles multiplicándose a sí mismo una y otra vez.

Alteró su chackra a sabiendas que Ino y Chouji se darían cuenta e irían a su encuentro. El bosque era una masa oscura de ramas susurrantes que se veía en vistazos gracias al resplandor de la luna en los parches de hielo en el suelo y la blanca nieve. Sai había sido enviado a una misión el día anterior, así que no podría contar con él. El distrito de los Hyuuga no estaba tan lejos del suyo; Neji tendría que estar todavía despierto, y si no lo estaba a Shikamaru no le importaba; necesitaba sus ojos.

Ino descendió de la rama de un árbol con una gracia completamente distinta a su cara de sueño.

—¿Qué sucede?

—Algo le pasó a Naruto.

Chouji llegó detrás de ellos, y tras una breve explicación los tres se abalanzaron con súbita rapidez hacia la residencia Hyuuga. Neji no tardó en unírseles y subirse al árbol más alto para comenzar su búsqueda. El corazón de Shikamaru mantenía un ritmo discordante y alterado, pero era el tipo de ninja acostumbrado a compactar sus sentimientos y volverse una máquina de lógica y estrategia, aun si el temor de que había sucedido lo peor carcomía sus entrañas.

 

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Esperaban en los techos de los edificios que rodeaban el apartamento de Sasuke. Nada más dar un paso fuera fue inmediatamente detenido en el aire por largas lenguas de hielo que se enroscaron alrededor de sus brazos y piernas. Naruto gruñó y activó el modo bijuu: ¡No podía tardarse más!

El ninja de la máscara de perro trató de encerrarlo en un genjutsu; su intento fue inútil y propicio que Kurama señalara algo que Naruto no tuvo interés en notar.

"No son los mismos de antes."

"De seguro están...Con los que se llevaron a Sasuke-.

Hirvió de furia: un segundo, y el hielo se derritió tan rápido que formó una nube de vapor caliente en el aire. Naruto aventó el aire caliente hacia los ANBU, esto no funcionó más que para distraerlos un momento. Con un ruido metálico una cadena de metal reforzada con chackra atrapó sus piernas y lo arrastró desde el tejado paralelo al apartamento de Sasuke hacia el duro suelo de la calle.

Kurama previno que el impacto le hiciera daño, y no demoró mucho en liberarse de las cadenas.

"¡Te advertí que no podías esforzarte estos días!"

"¡Cómo si fuera mi culpa! ¡Sólo ayúdame!"

El pánico bombeaba espeso y frío por sus venas, y empujaba hacia un lado el cansancio que había arrastrado desde el último ataque de Orochimaru.

"¡Te están retrasando! ¡Hazlos de un lado y muévete, Naruto!"

"¡No me lo tienes que decir!"

Apretó la mandíbula y se desplazó con una gran velocidad: con los brazos de chackra amarillo agarró a los cuatro ninjas, los estampó y estrelló contra el piso; a pesar de no estar en su punto máximo de poder el golpe hizo vibrar el suelo y creó un pequeño cráter.

Les dio la espalda, sin importarle que se levantaran e intentaran pisarle los talones.

Kurama no paraba de hablar, y puede que en otra ocasión el Jinchuuriki le acusara de estar demasiado parlanchín; pero ahora lo necesitaba, y la voz del zorro apartaba el pánico que había amenazado con helarlo en el apartamento y hacerle perder el conocimiento.

La esencia del sello maldito le era demasiado familiar, y en modo Sennin pudo rastrear el chackra que este emanaba de Sasuke, aun con la restricción que Kakashi le había puesto.

Era asqueroso y repulsivo estar conectados por el poder que Orochimaru había puesto en ellos; y más que nunca deseó matar a la serpiente y extirpar esa conexión de sus vidas.

Sus pulmones parecían quemarse, y corrió tan rápido como pudo, su figura era un borrón en la noche negra y blanca.

En su mente, solo estaba Sasuke.

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“Danzou–sama” era el hombre que se paró por encima de él. Su cara hizo que una inquietante sensación repulsiva creciera en su estómago: estaba cubierta de vendajes que tapaban su frente y la mitad izquierda de su rostro completamente. Ese hombre era extraño y peligroso, una anomalía.

Corre, Sasuke.

La voz que susurró en su mente, familiar y perversa, solo logró paralizarlo aún más.

— ¿Ya hizo efecto el sedante?

Sus brazos no respondían, sus piernas no pateaban hacia arriba como su cerebro le ordenaba desesperadamente que hicieran; ni siquiera sus ojos podían desviarse de la luz brillante encima de su cabeza. La fría cama metálica era lo único real, y la imagen cada vez más difusa de unos hombres cernidos sobre él como si Sasuke fuera un insecto a diseccionar.

“Corre, Sasuke”

Pero no podía.

Corre y corre…Sobrevive…

Cállate, quería decirle; ¿Por qué el pasado debía atormentarlo ahora? ¿Por qué?–

El de la cara vendada se acercó más a él, un gesto impasible en lo poco que se revelaba de su rostro. Fue distante la sensación de esos dedos en el suyo, debajo de su párpado y por encima de este; abrió su ojo como si quisiera verlo mejor, analizarlo con detenimiento; el bombillo cegó a Sasuke.

—Yo mismo lo haré—Dijo, y al niño tendido inmóvil ahí, completamente indefenso, se le heló la sangre.

¿Con sus propias manos? Se los arrancaría y él no sentiría nada—la dosis de anestesia era tan fuerte que no podía siquiera parpadear. Su boca encerraba un grito que no podía expulsar de su garganta. El terror palpitó lentamente por su columna, como una cobra silenciosa, trepando en una suave caricia que engarrotó todo su cuerpo. ­

Y entonces el sello maldito rió en sus oídos.

Más allá del vendaje las marcas negras se derramaron por su piel como sanguijuelas; por un corto instante se sintió renovado.

Reventó detrás de sus ojos una conmoción silenciosa que sólo pudo sentir en su cerebro, y fue como si su cuerpo ardiera en llamas. Escuchaba solamente el ruido de sus forcejeos y sus gruñidos entrecortados, porque las voces de aquellos hijos de puta no importaban. Lo importante era moverse, —huir—.

Y de golpe, veía rojo.

—¿Qué diablos?

—Lo sedamos dos veces, ¿Cómo es posible?

—Como se esperaba de un Uchiha, denle otra dosis y restrínjalo— Danzou ordenó sin inmutarse, su mano sosteniendo la frente de un Sasuke que había empezado a temblar; poco a poco su instinto más elemental expulsaba el sopor anestésico. Los otros hombres —dos, no…tres — sostuvieron sus extremidades mientras el tercero tomaba la jeringuilla con intención de inyectarlo de nuevo, y ese último atisbo de intentar robarle el control por el que había luchado toda su vida fue lo que disparó una fuerza oscura e intensa dentro de Sasuke.

Veía rojo, y el sello maldito se derramó lentamente por su cuerpo en un suspiro de alivio, como quien deja abierta la jaula de una bestia salvaje.

El que sostenía las piernas apretó más su agarre. Pero a Sasuke no le importaba el dolor; el dolor no era sino el recordatorio de que aún estaba vivo, y las siluetas de aquellos hombres la prueba de que aún podía ver.

Y podía moverse.

Su mano derecha se liberó y Sasuke agarró lo primero que sus dedos tocaron—Un recipiente de cristal — Que estalló contra la mano del que le aguantaba el otro brazo. El zumbido de su sangre en sus oídos era lo único que oía aun si era consciente de las voces que hablaban entre sí en gritos y órdenes. Los trozos de vidrio rajaron la piel de su mano cuando agarró un montón y se los arrojó a la cara del que le sostenía las piernas antes de que este pudiera hacer nada.

Danzou golpeó su cabeza contra la camilla metálica; Sasuke no vio nada más que luces parpadeando en su visión por trémulos y largos segundos; el agarre férreo en sus piernas y brazos regresó y Sasuke quería gritar, sabía que estaba gritando pero no qué probablemente lo soltaran, que le dejaran ir, porque cómo se atrevían, y el sello maldito se burló de nuevo, de su patética vida y de lo débil que era, y esas manos en su cara, esos dedos que querían robarle lo más importante—su única arma—.

Una explosión de sonido, y todas las luces se apagaron.

Su sentido del oído se recuperó poco a poco, y pudo escuchar la sorpresa en el tono de aquellos hombres. No veía nada en la oscuridad repentina, pero sentía el movimiento, el choque de chackras que señalaba una batalla.

Le llegó el olor familiar de la sangre.

Alaridos de dolor cortados en seco por una sentencia tácita. Uno por uno, el ruido del peso muerto al chocar contra el suelo; solo avistó a ver la imagen difusa y volteada al revés de un shuriken clavado en la garganta del ninja que le había aguantado los brazos antes de caerse de espaldas. Hizo un sonido sordo cuando su cuerpo impactó en el suelo.

La mano en su cabeza desapareció.

El silencio que seguía a la matanza rodeó a Sasuke, acompañado fielmente de la oscuridad y sus jadeos entrecortados. Podría ser él mismo cinco años atrás; tal vez no notaría la diferencia: las paredes de este lugar eran más blancas, resaltaban a pesar de la falta de iluminación y del dolor insoportable que nublaba su vista.

Había alguien vivo ahí.

¿Naruto?

Se lanzó de lado con la poca energía que le quedaba; aterrizó sobre sus rodillas y antebrazos en el piso. Todo su cuerpo se sacudía en estremecimientos, y no podía calmar su respiración por más que lo intentaba. Sus sienes pulsaban con punzantes ramalazos que le forzaban a apretar sus párpados, pero tenía que ver. Tenía que abrir sus ojos y al menos intentar.

Una explosión. Las paredes del lugar se sacudieron; una parte de sí pensó con histeria que el techo se vendría abajo y terminaría enterrado vivo. Pero entonces escuchó su voz.

¡SASUKE!

Lentamente alzó la vista. Se dibujaron las siluetas de algunas columnas gracias al tenue resplandor que entraba por una puerta que habían dejado entreabierta.  La penumbra hacía que la sangre se viera negra. Los kunai brotaban de los cuerpos como metálicas flores puntiagudas apenas esbozadas—más ninjas de los que había contado antes—; sus rostros estaban cubiertos de sombras, pero estaban muertos.

Sasuke sabía que algo –alguien— estaba ahí, alguien familiar, muy cerca y a la vez innombrable. Su mente comenzaba a cerrarse, como si estuviera a punto de caer dormido, mas se forzaba a permanecer despierto, tenso; por más que lo intentó no pudo hacer otra cosa que ponerse de pie en un par de piernas que apenas sentía que le pertenecieran.

Y la risa del sello maldito rebotaba en su mente —una y otra vez, una y otra vez—.

—¡Sasuke! ¡SASUKE!

De golpe la fatiga cayó sobre su cuerpo como un balde de agua helada. Las marcas negras empezaron a retroceder hacia su cuello. Abrió su boca para responderle, jadeante, pero las palabras no le salían. Sus hombros se relajaron y sus rodillas cedieron.  

El aire apestaba a sangre, muerte y familiaridad cuando los pasos apresurados de Naruto se acercaron, y sin ver ni oír nada se desplomó contra él con la única certeza de que solo un segundo antes la presencia había desaparecido.

Los brazos fuertes y cálidos lo asieron con firmeza, y Sasuke apretó los párpados. Entreabrió los ojos, su mirada fija en uno de los cuerpos, y se permitió respirar profundamente y sentirse a salvo.

Dejó de luchar, y cayó inconsciente.

 

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Danzou se movió a prisa entre los árboles. Tras las sombras nocturnas se encontraban sus guardaespaldas, que le seguían a una distancia apropiada, si bien cautelosa. Su ritmo era eficiente y rápido, pero no tanto como para dejar notar la creciente ansiedad que se podía percibir en su arrugado rostro.

No era la primera vez que experimentaba pavor. Pero era la primera vez que dudaba del control que tenía sobre sus piezas —el control que supuestamente había tenido durante todos estos años.

¿Qué demonios planeaba él? ¿Por qué se había aparecido de la nada? ¿Por qué…?

Pero debió haber sido más cauteloso. No debía haberse apresurado con la extracción del Sharingan. Debió investigar la localización de todos los demás interesados; Orochimaru, Akatsuki… Uchiha Itachi.

¿Cuándo había regresado? ¿Hacía cuanto tiempo que estaba ahí? Escondido entre los espacios oscuros de la Aldea, a la espera de que Danzou cometiera algún error, No, tenía que haber sido más cuidadoso.

¿Acaso Hiruzen lo sabía y no le había dicho? Un hilo de desconfianza se estiró de forma tensa en su mente. La nieve acumulada en el suelo y en las copas de los árboles era lo único visible en la medianoche. Las pesadas nubes casi se tragaban la luna.

Había una cabina en el bosque que conectaba subterráneamente a un corredor que se extendía hacia el laberinto de pasadizos y habitaciones que conformaba la Raíz de ANBU. Su intención era llegar ahí, levantar todos los jutsus de protección necesarios, y esperar a que sus espías le informaran de cuando Uchiha Itachi se fuera de Konoha.

Pero este apresurado plan también falló.

Sus guardaespaldas ya no lo seguían. Detrás de él solo había una persona.

Se detuvo, y se volteó lentamente. El aliento de aquel ninja no se volvía humo a la intemperie de la madrugada invernal, como si hubiera aprendido a no respirar como una persona normal.

El rojo de esos ojos era hermoso y terrible.

 

 

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Tenía sus razones para odiar el hospital. Estar ahí, en ese espacio de infortunios y enfermedad le sumergían en un ciclo enloquecedor de espera y desesperación, y el tic tac del reloj golpeaba en su mente con la misma fuerza que el olor a muerte que se filtraba por las paredes, aun si este pasaba desapercibido para la mayoría.

El hospital era, más que nada, un reflector de sus peores memorias.

De brazos cruzados, y recostado a la pared opuesta a donde Naruto estaba, Shikamaru le había contado lo que habían hecho para encontrarlos.

Envié a Chouji y a Kiba al apartamento de Sasuke, aunque sabía que no iban a estar ahí— Kiba no había demorado en reportarle que el lugar estaba vacío, prácticamente intocable salvo por algunas sillas volcadas. Sin embargo, Akamaru había percibido olores desconocidos.

Parecido al de Shino; puede que uno de los ninjas que entraron fuera del clan Aburame.

Neji se había instalado en la cima de uno de los edificios más altos y céntricos de la aldea, y se habían unido a él tras comprobar que afuera de casa de Sasuke había sucedido una pelea. Naruto se tensó, su boca curvada en una línea amarga; la adrenalina hace rato había escapado de su cuerpo y aun si podía mantenerse despierto en la incómoda silla de hospital que ocupaba, se sentía demasiado agotado.

Trataron de demorarme, pero no eran muy fuertes.

No necesitaron de Neji entonces para localizar la explosión. Para cuando llegaron, Naruto tenía a Sasuke en brazos.

No dejó que nadie lo tocara, y cargó con él durante todo el trayecto de regreso.

El primer rostro que vieron al encaminarse al hospital fue el de Sakura, alterada y prevenida de que algo había sucedido gracias al estruendo que Naruto había causado al volar la entrada de ese condenado laboratorio. Tsunade también estaba ahí, aunque todavía no se veía recuperada del todo, y Naruto estaba demasiado distraído como para gritarle que se fuera a descansar, o para preguntarle por Jiraiya. 

Fue Sakura quien se ofreció a revisar y tratar a Sasuke, y Naruto aceptó su ayuda agradecido. Luego maldijo entre dientes, porque en cuanto el peso de Sasuke abandonó sus brazos Neji y Shikamaru tuvieron que sostenerlo para que no se cayera.

Ahora, sus amigos le hacían compañía en silencio, a excepción de Kiba, que había ido a reportar el incidente a Kakashi, Akamaru fielmente tras sus pies. Antes de irse, el perro ninja había lamido su mano.

Las paredes blancas de la habitación le oprimían al punto de crearle una incómoda sensación de claustrofobia; lo único que quería era tomar a Sasuke y llevárselo de ahí.

Y tan pronto como pudiera, eso haría.

No soportaba verlo tumbado otra vez en una cama de hospital, pálido y vulnerable.

 

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Conocía bien el laboratorio de pasillos laberínticos, por lo que había sido fácil navegarlo y llegar a tiempo. Hacía unos años se había usado para entrenar a los ANBU: Danzou lo había llamado junto con otros para presenciar interrogatorios, autopsias de cadáveres enemigos y una que otra modificación genética.

En el presente se había convertido en el cuarto secreto donde el líder de Raíz guardaba los ojos de su clan en recipientes llenos de un verde líquido algo viscoso que evitaban que se pudrieran.

Se había mantenido en las sombras demasiados años. No podía dejar de pensar que, si no hubiera estado ahí, su hermano habría sufrido las consecuencias de sus descuidos. Se cuestionó a sí mismo, su lealtad a Konoha y entendió que la corrupción era una raíz demasiado profunda, y que era posible que nunca pudiera eliminarse por completo. Pero regresar no era una opción; para hacerlo los secretos del Consejo y la verdad de la masacre tendrían que salir a la luz, y no podía permitir que eso afectara la paz de la aldea.

Pero, una voz susurró dentro de él, ¿de qué tipo de paz hablas, cuando tu propio hermano fue puesto en peligro a costa de ella?

Tal vez…Las cosas no eran como siempre había creído.

Qué nueva era …esa sensación de percibirse a sí mismo por primera vez equivocado.

Itachi quemó los ojos de sus antepasados en el fuego siniestro de Amateratsu. Como el que tan celosamente los había guardado, se extinguirían hasta convertirse en nada más que un recuerdo.

Al menos esa pequeña muestra de respeto le debía a su clan.

 

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Cuando Hiruzen apareció en la puerta de la habitación de hospital donde Sasuke aun yacía inconsciente, Naruto casi se le lanza encima, a la mierda que estuviera al punto del colapso.

—¡Cálmate! —Shikamaru siseó, y le aguantaba un hombro mientras Neji sostenía con firmeza el otro. ¿Desde cuándo estos se habían vuelto sus guardaespaldas personales?

—¡No me voy a CALMAR! — Su pulso se disparó, y una lagrima que llevaba reprimida desde hace rato afloró en sus ojos —¿Quién demonios permitió que pasara esto!? ¡Tuviste que ser tú!

—¡Naruto! ¡No puedes hablarle así al Hokage! —Reprendió Sakura, que había regresado para chequear a Sasuke; pero incluso ella no podía esconder su disgusto y enojo ante lo que había sucedido.

—¡HABLARÉ CÓMO QUIERA HABLAR! —se zarandeó hasta soltarse, y dio dos amenazadores pasos hacia adelante. Le dolía todo, pero al demonio con su cuerpo y con su salud. Apuntó al Hokage con un dedo, y más que palabras escupió gruñidos, como si la bestia hablara por él.

 —¡Se supone que el Hokage protege a todos! ¿¡Acaso Sasuke es una excepción!? ¡Explica esto! ¡¿Qué diablos está pasando!?

Hiruzen permaneció en silencio por unos segundos; luego, dejó ir un largo suspiro. No llevaba el sombrero de Hokage, y puede que solo fuera la evidencia clara de su vejez, pero los años pesaban sobre él, la responsabilidad de cientos de vidas a la que había renunciado una vez y luego vuelto a asumir, porque no había nadie mejor.

No era la primera vez que se planteaba, en los confines de su mente, que tal vez no era el más apropiado para el cargo.

—Yo no autoricé nada de esto, Naruto. Lo más probable... —Examinó de una mirada los rostros en la habitación, y sabía no le quedaba otra que revelar aquella información —El líder de la Raíz ANBU, Danzou.

Neji se enderezó de golpe.

—¿Qué?

—Era justo lo que me temía. —masculló por lo bajo Shikamaru. Los otros permanecieron en un mutismo atónito; era la primera vez que escuchaban sobre esto. El Nara se dirigió a Neji. —Sai… Fuimos advertidos de antemano.

Hiruzen volvió a suspirar, sus manos entrecruzadas detrás de su espalda.

—Me temo que es lo único que puedo decirles.

Hiruzen alzó la vista: los ojos de Naruto se habían vuelto demasiado fríos.

—¿Dónde está ese hombre?

...Esa era otra pregunta que no quería contestar, porque si bien sospechaba lo que le había deparado a Danzou, no estaba confirmado, y no había sido capaz de localizarlo antes de venir al hospital.

Tampoco sabía dónde estaba Uchiha Itachi. Repasó de nuevo con sus ojos a los jóvenes en la habitación, la ansiedad y el ligero temor que poblaba sus caras; Hiruzen cerró los ojos.

No tenía el deber de responder a las demandas de Naruto ni de los otros ninjas bajo su mando que le observaban con atención y esperaban su respuesta. Pero un profundo sentido de obligación le movió a hablar y dar al menos una parte de la verdad. Puede que fuera un gesto de disculpa de su parte, por no haber solucionado el problema por sí mismo y proteger a Sasuke.

—Lo más probable…Es que esté muerto.

 

 

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—¿Cómo...?

— ¿Quién podría?

El Hokage negó con pesar.

—Alguien con el suficiente poder para hacerlo, por supuesto. Pero desconozco la identidad del asesino.

Shikamaru entrecerró los ojos, y Neji presionó los labios en una línea. Intercambiaron una mirada, y no necesitaron palabras:

El Hokage estaba mintiendo.

El líder de Raíz era una figura influyente, pero necesitaba el apoyo del resto del Consejo para tomar una decisión así. No se atrevería a ir en contra de sus intereses y, en todo caso, era todo lo contrario; los intereses del Consejo y de Danzou parecía estar alineados la mayoría de las veces. ¿Dónde quedaba el Hokage en todo esto?

Shikamaru no quería preocuparse. Shikamaru quería intentar vivir unos pocos días más de descuido y lasitud, quería regresar a esas tardes de verano y contemplar el cielo.

Pero hacía mucho tiempo que había dejado de lado sus ambiciones más egoístas.

Naruto estaba muy quieto, la mirada perdida en algún punto del suelo. De repente parpadeó y se estremeció, como si saliera de un trance. Se volteó hacia Shikamaru, con la expresión de alguien que acaba de recordar algo de suma importancia.

—Cuando llegué estaban... muertos.

El pelinegro frunció el ceño.

—¿Quiénes?

Naruto negó la cabeza, sus ojos se movieron de un lado a otro, y se giró de nuevo hasta estar frente a Sasuke, que continuaba dormido. Sus pupilas se quedaron fijas en él, y parecía aguantar la respiración.

—Cuando fui a buscar a Sasuke... Alguien ya se había encargado de todos.

Por el rabillo del ojo Shikamaru vio al Hokage bajar la cabeza.

Ino carraspeó la garganta. La rubia había estado todo ese tiempo junto a Chouji, cerca de la puerta.

—Cuando despierte... —con un ademán de su cabeza indicó al Uchiha —Podríamos examinar su mente para obtener pistas.

Naruto espetó su negativa.

—Déjenlo en paz. Necesita descansar. —Puede que se diera cuenta de lo brusco de su tono, porque entonces suspiró, y se rascó la cabeza con frustración. —Le preguntaré si quiere hacerlo...Luego.

Ino asintió. Su atención entonces se dirigió a los miembros de su equipo, y alzó las cejas. Shikamaru sabía lo que preguntaba: ¿Deberíamos irnos?

Dio un corto asentimiento, y puso su mano de nuevo en el hombro de Naruto.

—Búscanos si nos necesitas— Le miró de arriba a abajo, el agotamiento que era visible a pesar de la rabia y la frustración que vibraba en su cuerpo —También necesitas descansar.

No contestó.

Los otros se despidieron de él. Neji estaba renuente a irse; debía sentirse responsable por lo que había sucedido: en el momento en el que paró de vigilarlos, Naruto y Sasuke fueron atacados. Pero acompañó a los demás en la lenta marcha hacia la puerta de la habitación; antes de salir, Shikamaru dio un último vistazo sobre su hombro.

Dejaba a Naruto y a Sasuke solos...Con el Hokage.

Se detuvo unos pasos después de la puerta, y se apoyó contra la pared. No le sorprendió para nada lo que escuchó: había furia, tristeza y determinación en sus palabras.

—Cuando sea Hokage, me aseguraré de no cometer tus mismos errores.

Sarutobi se fue segundos después.

 

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Naruto estaba sentado junto a la cama de Sasuke cuando Sakura entró un par de horas después. Las ojeras delataban su cansancio, a pesar de eso procedió a chequear de nuevo a Sasuke, como había estado haciendo desde que lo habían traído. Debían ser las cinco de la mañana.

Él también se moría de sueño, pero no podía dormir a pesar de que le parecía que su cuerpo se iba a ir de bruces hacia adelante en cualquier momento.

—¿Por qué no despierta? —murmuró Naruto sin mirarla. Sostenía la mano de Sasuke entre las suyas. Sakura había traído una manta, y con cuidado la acomodó encima de la sábana verde que cubría al menor. Cuando terminó, soltó un suspiro, y llevó una mano a su cintura.

—El tranquilizante aún está en su sangre, como te dije antes. — No sonaba irritada, pero el rubio sabía que no le gustaba repetirse tanto. La pelirrosa se cruzó de brazos y se recostó de espaldas a la pared, junto a la cama. —Solo está durmiendo, lo que pasó debe haberle drenado bastante. No te preocupes.

Sakura le dedicó una pequeña sonrisa, tentativa y consoladora. Él no fue capaz de devolvérsela.

Escuchó el sonido de sus tacones perderse por los pasillos del hospital, y cerró los ojos. Sin la luz blanca y fría del techo, la única iluminación provenía de la lamparita sobre la mesa. Era suficiente para ver el rostro de Sasuke, sus facciones empalidecidas, el vendaje que cubría su frente y la parte trasera de su cabeza, los labios finos y resecos, los pequeños moretones que el invierno detrás de las cortinas cerradas hacía resaltar demasiado, como manchas de sangre sobre la nieve.

Frotó la mano del menor entre las suyas, y la llevó a su pecho. Corrió un poco la silla hacia adelante y dejó que su frente reposara sobre el estómago de Sasuke; quería sentir su calor y darle el suyo. Quería oír su corazón y ofrecerle cualquier cosa que necesitara.

"Le estás dando de tu chackra, aunque no deberías… Tranquilo, se pondrá bien."

Pero las cejas de Sasuke se arrugaban imperceptiblemente de tanto en tanto; muchas semanas durmiendo juntos le había enseñado a Naruto a detectar cuando Sasuke tenía malos sueños.

Y no le gustaba.

¿Podría entrar en su mente? ¿Podría ayudarlo a sanar? Ácida y quemante la angustiosa impotencia le consumía, como un cuchillo que le atravesaba los pulmones una y otra vez. Sus ojos se humedecieron y contuvo un sollozo.

Se irguió un poco, y se inclinó sobre él. Besó su frente. Beso sus mejillas. Besó su nariz, e intentó suavizar con sus labios temblorosos las líneas que se formaban en su entrecejo.

Era la segunda vez que había fallado en protegerlo.

Al menos esto, lo intentaría.

Al menos espantar lejos las pesadillas.

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Notas finales:

BUENO!

Tienen todo el derecho del mundo a odiarme, yo me odio por no haber actualizado en MÁS DE UN AÑO QUÉ DEMONIOS TE PASA ZENY AAAAAAAAHHHHHHHHHHH

Recen que tener beta signifique actualizaciones más rápidas!

Comentarios, opiniones, bombas?

Los quiero!  FELIZ AÑO NUEVO!


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