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Entre clases y sábanas por Aludra

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Sorano

Amida estuvo todo el día en su habitación. Solo bajó a servirse unas cuantas tazas de café, y el resto del día ni siquiera hizo ruido.

—Amida —espeté afuera de su habitación—. Iré a comprar. Vuelvo en unos minutos. 

Esperé unos segundos, pero no hubo respuesta.

 

Caminé hacia el negocio, pero se les habían acabado los cigarrillos, así que seguí caminando hasta el mercado principal.

—Unos de veinte —dije, y el chico de la caja los sacó y me los colocó suavemente sobre la mano. 

Al salir de la tienda, vi al amigo de Amida, apoyado sobre la pared. Tenía sus ojos clavados en mí.

—¿Qué quieres? —solté fríamente, sacando uno de los cigarrillos que acababa de comprar.

Eida me miró mientras lo encendía.

—No te seguí —afirmó, mirándome fijo—, pero te vi en la tienda y decidí esperarte.
—¿Quieres que te informe sobre Amida, no?
—Precisamente.
—Está en casa —dije, aspirando el cigarrillo—. Ve a verlo, si quieres.
—No —espetó secamente—. Solo dime cómo está. Es extraño que Amida falte a la escuela.
—Eso fue culpa mía. Amida está bien.

¿”Amida está bien”? ¿Cómo me atreví a afirmar algo así, si ni siquiera se ha asomado de su habitación más que para ir a la cocina cuando sabía que no se toparía conmigo?

—La verdad —me corregí— no tengo idea si Amida está bien. Pero está en casa, ha estado todo el día en su habitación. Probablemente no está bien.

 

Eida

Sorano parecía más amable de lo usual.

Al comienzo solo caminamos en silencio, él algunos pasos delante de mí, y yo cambiándome de lado según hacia dónde llegaba el humo de su cigarro. Después de algunos minutos, volteó sutilmente y me miró de reojo. Me preguntó si me molestaba el humo. Pensé que si me molestaba era por idiotez mía, ya que podía haber avanzado y no habría habido problema alguno. Pero antes de responder, Sorano posó una última vez el cigarrillo entre sus labios, inhaló, y lo apagó contra una pared. 

—Igual sería mejor si no te quedaras atrás, ¿no?

Durante el resto del camino el diálogo fue escaso o casi nulo, pero no sentí en ningún momento antipatía de su parte. 

Al llegar, él se adelantó y abrió reja y puerta, y me dijo que podía entrar, que solo estaba Amida. Yo me quedé observándolo, y él sacó la cajetilla de su bolsillo.

—Aún no acabo lo mío —dijo, y estoy casi seguro de que sonrió, o de que al menos lo intentó—. Volveré pronto.

 

En el instante en que cerré la puerta, me percaté de que el silencio se había asentado entre aquellas paredes hacía bastante. El aire se respiraba frío, y quieto. Caminé hacia la escalera, y en esos pocos pasos me llené de todo cuanto se plantaba a mi alrededor, todo lo que yacía estático, todo en lo que yacía impregnada la rutina y los recuerdos.

Me sentí irremediablemente ajeno. 

Detuve mis pasos, y los devolví hacia la puerta. No sabía qué estaba haciendo. Todo me parecía absurdo: no haberle enviado un mensaje de texto a Amida el día anterior, haber esperado a Sorano, haber llegado hasta su hogar de un modo tan enrevesado. Pero, no. Era más que eso. Lo absurdo venía desde antes, y ahora ya sólo permeaba todo lo demás.

Eran las palabras que no nos habíamos dicho. 

Eran las omisiones, los silencios, lo que seguía ahí latente pero que, por cobardes o idiotas, habíamos dejado a un lado durante todo este tiempo.

 

Sorano

El humo en mis pulmones se sentía acogedor.

—Amida —susurré, tocando el rojo incandescente del cigarrillo. Me ardía, pero no me causaba dolor.

Pensé en Gaël, y en que ojalá Amida no fuera como yo.

 

Eida

Mi estómago se revolvió apenas el profesor terminó de decir que nosotros elegíamos los grupos, pero a la vez, Aaron y Amida se giraron y me otorgaron cómplices miradas.

Nos reunimos en unas mesas, y Amida preguntó quién sería el cuarto integrante.

—Red —musité, mirando fijamente a los ojos de Amida. Él solamente me ignoró.
Aaron, ¿quién crees que puede ser con nosotros?

Coloqué los ojos en blanco, y Amida soltó de la nada, con una sonrisa en sus labios:

—¿Tienes idea de cuán atractivo eres?

Creo que hasta mis pies enrojecieron, y no sé qué expresión debí poner para que Amida me sonriera de aquella manera. No cómo fue, pero no supe qué responder. Por un segundo sentí pánico de que alguien hubiera oído, y me extrañó sentir pánico por una situación así. 

Amida es un imbécil, un verdadero imbécil. 

—Eida —me susurró Aaron, mirándome por lo bajo—. No te preocupes, con todo este ruido, dudo que alguien más haya escuchado.

No tenía palabras al alcance, pero tampoco fueron necesarias. Aaron no esperó una respuesta de mi parte. Sólo continuó sopesando junto a Amida a quién podían incluir en el grupo.

—¿Y si incluimos a Lara? —dijo Aaron, después de haber descartado algunas opciones, ya fuera porque ya tenían grupo o porque no eran del agrado de alguno de nosotros.

Levanté la mirada, y observé a Amida. Él sonrió, y dijo que le parecía una buena opción.

—¿Qué opinas, Eida? —inquirió Aaron.

Sentí cómo el pecho se me apretaba.

—Está bien —espeté.

Amida me miró a los ojos, y me preguntó si realmente estaba bien.

—Sí, Amida —contesté—. Está bien.

 

Amida 

Eida estuvo en silencio en todo momento hasta que Lara se nos unió, y desde ahí solo intercambió palabras con Aaron. A ella no le dirigió la palabra, y a mí ni siquiera me miró.

La tarde del día anterior, al despertar de una siesta que me mantuvo cautivo hasta la noche, vi que tenía una llamada perdida de Eida. Al regresar la llamada me respondió casi de inmediato, y guardó silencio. 

—¿Eida? —inquirí, incierto de su presencia al otro lado del teléfono.

Luego de unos segundos, escuché mi nombre siendo pronunciado suave y lentamente.

 

Al sonar la campana, Lara se puso rápidamente de pie, y me preguntó si quería acompañarla a buscar un cuaderno que le prestó a una chica de otro salón. Miré de reojo a Eida, y advertí que seguía charlando con Aaron.

—Vamos —respondí.

 

—¿Estás bien, Amida? —preguntó, y su voz se oyó algo más ronca de lo habitual.

Iba a entregarle la respuesta-por-defecto, mas reparé en que quien me preguntaba era Eida, y que ante él no era necesario esconderme.

Suspiré largamente.

—Anoche hablé con Sorano. Sin insultos, ni sarcasmos, ni armaduras —musité, pegando los labios al micrófono—. Pero no fui a la escuela porque me dormí a las seis de la mañana, y si iba, dormiría incómodo en cada clase. 
—¿Charlaron sobre algo importante? 
—No estoy seguro —respondí, cerrando los ojos—. Aunque me enteré de que ha tenido sexo con hombres y mujeres, y que actualmente está saliendo con un sujeto.
—¿Eso te sorprende?
—¿Que esté saliendo con un sujeto? —inquirí—. No, ya lo sabía.
—No, no eso—espetó duramente—. Que te haya dicho que ha tenido sexo con hombres y mujeres.
—Pues, algo. Creí que era algo que él quería ocultar.

Eida se quedó en silencio. Podía oír su calma respiración.

—Amida —dijo, casi en un susurro.
—¿Sí, Eida?
—¿Has tenido novia?

 

—Amida —dijo Lara, quien lo miraba seria y a los ojos—. ¿Estás bien? Pareces algo… ausente.

—Lo siento, Lara —respondí—. No he descansado bien estos días, y me siento algo cansado.

—Sé una solución —dijo ella, sonriente y radiante—. Bueno, no es una solución, pero quizás te guste mi idea.

 

Eida

Al acabar las clases, Amida se despidió con una sonrisa y un nos vemos mañana, y caminó a la salida junto a Lara. 

Le pregunté a Aaron si quería caminar conmigo, y colocó una expresión nerviosa y complicada.

—No te preocupes —le dije—, si no puedes o no quieres, lo entiendo bien.
—Sí quiero caminar contigo, pero Tomás dijo que vendría a buscarme y no le dije que iría contigo así que quizás sea algo incómodo, o sea para ti y para él, para mí sería genial caminar con ambos, pero…
—Aaron —espeté, mirándolo seriamente—. Ve con tu amigo, y no te preocupes. ¿De acuerdo?

Le sonreí, y Aaron me sonrió cálidamente de vuelta.

—¿Yo soy el amigo del que hablan, chicos? —dijo una voz desde mi espalda. El rostro de Aaron devino en una amplia y brillante sonrisa, y gritó un fuerte sí. 

Volteé, y me encontré con el chico de cabellos castaños del día del festival. Por alguna razón, en esta ocasión me parecía más menudo que la vez anterior.

—¿Me recuerdas, Eida?
—Sí —dije—. Te ves diferente.
—¿Me veo más guapo?
—No lo sé —respondí—. ¿Es la idea?
—Definitivamente —dijo él—. Necesito enamorar a la bella chica que me tiene cautivado con su hermosura, y para ello debo recurrir a todas mis técnicas de coqueteo.
—Solo te cortaste el cabello —dijo Aaron riendo fuertemente—. Eres tan exagerado.
—¿”Solo”? —replicó su amigo—. Eida —dijo—, cuando Aaron se cortó el cabello, ¿lucía diferente, o igual pero solo con el cabello corto?

Intenté recordar a Aaron cuando llegó con el cabello corto, y pude visualizar rápidamente aquella imagen: su cabello naranjo, suave y ligeramente ondulado cubriendo su cabeza, con su cuello blanco y delgado al aire, y su pequeña nariz enrojecida, resaltando en aquel delicado rostro. Me sentí algo avergonzado. 

—Tomás, coincido contigo.

Caminamos los tres de vuelta de la escuela, y nos separamos un par de cuadras previas a mi hogar. Durante el trecho restante, mis pensamientos se redirigieron en todo momento al recuerdo de Aaron con el cabello corto y la expresión tan tímida que colocó cuando nos encontramos aquel día.

 

Amida

—Gracias por acompañarme hasta casa, Amida —musitó Lara, sonriéndome—. ¿Quieres pasar?

 

Eida

Se quedó en silencio. No sé cuántos segundos pasaron, pero gracias a mi nervioso estómago se sintieron infinitos.

—Sí, he tenido novia. 

Esperé que dijera algo más, pero solo podía oír, a lo lejos, su respiración.

—No es un tema del que me agrade hablar, Eida. Lo siento.
—No tienes que disculparte. Lo entiendo.

Ambos nos quedamos en silencio. Intenté imaginarlo, en su pieza, sentado sobre su cama con las cortinas cerradas, con el teléfono en mano y los ojos cerrados, escuchando mi respiración.

—¿Quieres saber si he tenido sexo, Eida?

Mi corazón comenzó a latir rápido, y la mano que sostenía el teléfono empezó a temblar. ¿Por qué Amida creía que quería saber eso? ¿Acaso quería saberlo? 

—No —contesté sin pensar.

Nos hemos besado. Hemos dormido abrazados. 

¿Por qué, a pesar de todo eso, tengo tanto miedo? ¿Por qué siento que cualquier día Amida puede decirme que consiguió una novia o que besó a una chica o que le gusta alguien más, y todo como si me estuviera contando una simple trivialidad?

 

Notas finales:

dejen sus comentarios si llegaron hasta acá por fa :< malos o buenos (si son malos y los dicen con amor, sería mejor eso sí)


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