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Entre clases y sábanas por Aludra

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Eida

Un impulso.

Mis pies estaban fríos, y ya no sentía ni las manos ni la nariz.
El aire se sentía filoso. Mi rostro ardía.
No podía respirar.

Veía luces, a lo lejos ruido ahogado, un bullicio molesto. Una voz gritando. La cadencia del eco que repetía no cierres los ojos me hacía sentir calma. Tenía sueño, pero le hice caso. Me costaba mantenerlos abiertos; quería dormir. Estaba tan, tan jodidamente cansado.

Desperté en una cama de hospital. Tenía agujas en los brazos, me dolían los ojos, y al moverme vomité. Era amarillo. Me sentí algo aliviado al ver que no era sangre.
El vestón de mamá estaba sobre una silla en la esquina de la habitación, también su cartera y algunas flores. El aire olía a lavanda, pero no había lavanda entre las flores.
Por un segundo me pregunté si Neir estaría con mamá.
Un sonido agudo, robótico y prolongado. Enfermeras a mis costados, diciéndome que no me preocupara, que todo estaba bien. Sus rostros no indicaban lo mismo, y tampoco el dolor en mi pecho. Mamá en la puerta, pidiendo que la dejaran entrar. Me seguía doliendo el pecho, y tenía miedo. Al parecer estaba llorando.
A los segundos, me calmé. O, más bien, mi cuerpo de golpe entró en calma, y a mi mente no le quedó de otra. Morfina. Una enfermera sonriendo, diciendo que solo había sido un ataque de pánico.

Lo recordé.

Neir no estaba. Neir no llegaría. Estaba seguro de eso: fui quien lo descolgó. Toqué su piel fría, su cuerpo tieso, su horrible expresión de desesperación. Sabía que no llegaría.

 

 

Neir

Creía que morir me traería calma.

El recuerdo siguiente a la cuerda en mi cuello, fue la orilla del río en la que solía jugar con Eida cuando éramos pequeños. Siempre creí que los fantasmas serían una silueta invisible del cuerpo abandonado, pero yo no era así. Solamente podía ver y oír. No tenía extremidades, ni tronco, ni cabeza. Pensé que seguramente Eida podría explicarme por qué los fantasmas de las películas no eran viables. Eida siempre hablaba así de las situaciones imposibles de las películas.

Oí gritos. Una niña lloraba, y su mamá la tomaba en sus brazos, diciéndole que se tranquilizara. Todos miraban hacia el puente. 

Un hombre gritó no lo hagas.

Miré también. Y lo vi caer. 

No sentí calma. No sentí bienestar, ni tranquilidad, ni ninguna de esas sensaciones que predican los adultos cuando alguien muere. Lo único que sentí, fue un inexplicable y agudo dolor. ¿Dónde? No lo sabía. Ni siquiera sabía que se podía sentir dolor sin terminaciones nerviosas. Sin cerebro. Sin cuerpo. No sabía cómo era posible, pero dolía.

 

 

Eida

Pasé mis vacaciones entre mi habitación y la sala de consulta de la terapeuta. Una mujer mayor, canosa, siempre con ropas que debían valer cuatro o cinco veces lo que le pagaba al despedirnos. Era amable, y a pesar de su apariencia, sencilla. 

Su consulta era helada, pero las paredes color vino y el suelo alfombrado la hacían de alguna manera más cálida y acogedora. Solo había una ventana, una grande y cristalina que daba paso al manto de luz de la mañana. Me gustaba sentarme donde llegaba el sol, aunque nunca lograba entrar totalmente en calor.

Siempre me pregunté si ella creería que mis manos temblaban por frío o por otra razón. 

Al comienzo solo hablábamos de Neir, pero ya luego de unas cuantas sesiones perdió protagonismo, y los temas devinieron en mi rutina, mis intereses, lo que yo quería hablar. 

Ella creía que todo iba bien. Ella no sabía que lo único de lo que quería hablar, era de él. 

 

 

Neir

Mis andanzas por su vida no duraron demasiado. Aunque no tenía noción del tiempo, diría que no fue más de un par de semanas. Lo acompañaba a su terapia, iba a su lado cuando salía a comprar, me sentaba junto a él en la mesa, y lo miraba al dormir.
Es un extraño estado el de la muerte. No tenía consciencia, o no, al menos, la consciencia de primer plano, la que es como una voz que narra lo que va sucediendo. Tampoco tenía la segunda voz, esa que está detrás, pensando articuladamente, aunque a borbotones, lo que dificulta entenderle. No tenía ninguna de esas voces, sin embargo podía pensar. Mis pensamientos eran, quizás, solo conclusiones que aparecían de vez en cuando. En general, no podía entender lo que Eida decía. Sus palabras eran solamente como parte del aire, aire sonoro, aire cálido, aire amarillo. Lo podía sentir, si es que es posible hablar de sentir sin cuerpo. Quizás era yo quien era parte del aire.

 

 

Eida

Desperté con dolor en el pecho, con los ojos mojados, con mocos sobre los labios. Me recosté de lado sin abrir los ojos, sin ver la hora, y lloré pensando en lo mucho que necesitaba oír su voz, esa voz que ya nunca volvería a oír más que en mis recuerdos, diciéndome que todo estaría bien, que él estaba ahí. Él no está, me repetía mientras intentaba no llorar demasiado fuerte. No sabía por qué me contenía, no me importaba si mamá o Elín me oían. Quería llorar a gritos, pero ahí estaba, con la cabeza tapada con todos los cobertores, y aplastada por todas las almohadas. Necesitaba oírlo, olerlo, sentir sus manos, sentir su cabello, solo una vez más.

Cuando mi mente quedó en blanco y mi cuerpo derrotado, quise volver a dormir. Pensé que a la mañana siguiente toda esa angustia quedaría en el recuerdo de las pesadillas, en ese cajón de recuerdos terribles pero de alguna manera tan lejanos que no alcanzan a dañar. 

No podía dormir. No podía dejar de pensar en él.

 

 

Neir

Yo también quería poder decirle que todo estaría bien. Quería estar a su lado, abrazarlo, y llorar junto a él. Pero ya no tenía cuerpo, no podía pensar de manera articulada, no podía acceder a él de ninguna manera.

Luego de un rato en silencio, se destapó. Su rostro estaba rojo y mojado. Se levantó de la cama, abrió la ventana y se apoyó en el marco.

—Neir —dijo, y esta vez, por alguna razón, sí pude entender lo que decía—. Una vez encontramos una rana en tu pieza. ¿Lo recuerdas? Estabas feliz, pero cuando te dije que la llevaras al estanque, me dijiste que te daba miedo tocarla. Pensé que era porque quizás le harías daño —se rió, y se limpió los ojos con el reverso de la mano—, pero solo tenías miedo de que te saltara en la cara.

Sí lo recordaba. Recordaba a Eida tomándola con guantes que robamos de la pieza de mamá, poniéndola cerca de su pecho, y diciéndole que no se preocupara, que la llevaríamos a su hogar.

—Habían cientos de ranas en el estanque —suspiró, e hizo una pausa—. Fue la primera vez que hablamos abiertamente sobre nuestra relación. 

Sí, eso también lo recuerdo. Nos sentamos lejos de las ranas, y me dijiste que para muchas personas no era normal que nos quisiéramos como nos queríamos. Yo te dije que sí lo sabía, pero que no me importaba. 

—Cuando me dijiste que no te importaba lo que opinaran los demás, supe de inmediato que lo decías por tu cariño hacia mí, y no porque realmente fuera así.

Eida había vuelto a llorar, pero ahora era un llanto silencioso, donde las lágrimas caían y caían sobre el marco de la ventana. 

—Éramos niños —susurró mirando al cielo—. Eras un niño cuando decidiste morir, y yo también sigo siendo solo un niño que no logra ver el panorama completo, que se pierde en su pena y solo quiere llorar entre los brazos de alguien más. 

Íbamos a envejecer juntos. Ese era el plan: irnos a vivir a un bosque recóndito, tener un mapache, cultivar nuestra comida. Eida cortaría la leña, y yo cuidaría los cultivos. Nos turnaríamos para cocinar, para lavar y para ordenar. Compraríamos óleos y pintaríamos juntos. Nos dejaríamos cartas de amor escondidas, repartidas por toda la casa, y así siempre estaría la expectativa de encontrar un tesoro. 

Eida cerró la ventana, y lentamente devolvió todos sus pasos hasta estar acostado, solo con la cara descubierta.

—Buenas noches, Neir —dijo, y por un segundo creí que sabía que estaba ahí—. No tienes que preocuparte por mí.

Buenas noches, Eida

Notas finales:

agradecería mucho si me dejaran un review, para saber sus opiniones, por favor :-( me da miedo que esté yendo mal, y le tengo cariño a los personajes así que no quiero estar arruinando sus vidas escribiendo mal sus caminitos.

espero estén bien, personitas que leen mi historia. les re deseo lo mejor <3


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