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Ayudándote a superar tu claustrofobia por 1827kratSN

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Cierto hombre de patillas se sintió un poco inquieto, necesitaba ver a su sobrino una vez más. Con rapidez se adentró en la habitación, ahí descubrió la causa de su malestar, Tsuna no estaba y el pequeño tampoco. Reborn preguntó a las empleadas, al mayordomo sobre el castaño y empezó el pánico, pues nadie los había visto desde que desaparecieron después de la comida

 

 

—búsquenlos, no es normal que solo duerman un par de horas — toda la mansión fue revisada, las afueras también, pero no había señal alguna. El azabache de ojos metálicos sentía cierta incertidumbre, revisó la casa con cuidado sin entrar en desesperación y se dio cuenta de que la puerta de cierto cuarto estaba un poco abierta. Esa era la habitación de Reborn

—herbívoro encontré algo — anunció, los que estaban cerca se quedaron quietos — hay un mensaje para ti — le dio el papelito al hombre de patillas y se retiró. Ya sabía en dónde buscar

—…— Reborn se quedó estático lanzando un gruñido de enfado — ¿cómo te atreves dame—Tsuna? — le dejó el mensaje a una de las empleadas para que diera la información al dueño de la casa y el pánico parara. Castigaría al menor en cuanto lo encontrara

 

 

“Necesito viajar. No te preocupes no saldré de Italia. Me robé tus tarjetas de crédito. Me encontrarás pronto”

 

 

Tsuna…

 

 

Era demasiado relajante, no tenían nada más que las tarjetas y huir fue fácil. Caminar hacia la entrada con los mismos harapos que usaban al principio les autorizó a salir de inmediato, el viejo guardia le sonrió como despedida “muchas gracias señor, cuídese mucho”. Buscar transporte no fue tampoco un reto, le bastó quitarse el abrigo y verse un poco mejor. Ocultando su apariencia con simples complementos le daba la seguridad de no ser reconocido.

La palabra robar era muy dura, pero era exactamente lo que había hecho. A hurtadillas entró en la habitación de su tío, extrajo la billetera, dinero en efectivo y tarjetas, demasiado fácil, solo esperaba que cuando fuera encontrado no lo castigara tan cruelmente. Mediante los débitos bancarios de esas tarjetitas de plástico, su localización estaría a la mira instantáneamente, así que tenía que usarla con precaución solo en el momento en que de verdad lo necesitara. Teniendo a su lado a Fuuta el tiempo era bastante divertido, pues jamás tuvo hermanos menores, lo más cercano fue el hecho de que compartió la crianza de uno de sus vecinos, pero no era lo mismo. Tener que cuidar de un niño de apenas seis años era un reto, lo sabía muy bien, pero ya lo había decidido. Nunca apartaría a Fuuta de su lado

 

Cuando llegaron a Venecia empezó su pequeña diversión. Tsuna ya no sabía cuánto tiempo habían viajado y poco le importaba, la única razón por la que regresó a la mansión más rápido de lo planeado, era para hacerle saber a su familia que estaba vivo, nada más. Tsuna tenía otros asuntos que resolver. Llegaron a aquella ciudad hermosa, las casas de tres pisos, los anchos canales, las góndolas, era demasiado bonito y era la primera vez que lo veía, también lo era para Fuuta. Recorrieron las calles con calma, comieron en los restaurantes que parecían más cálidos en ambiente, compraron un par de juguetes, pues siempre vivió una vida sencilla, así quería seguir. Las riendas de Vongola nunca estuvieron en sus planes, pero ahora tras aceptar esas responsabilidades debía retomarlas. Con el tiempo desaparecido ya había perdido la oportunidad de igualarse en la universidad, los negocios familiares habrían cambiado, su familia habría sufrido mucho, Hibari… el castaño tenía que pensar en cómo explicarle a su pequeño ese asunto y al final estaba… sus perseguidores. Los había perdido, pero no sabía por cuanto tiempo y era muy complicado todavía

 

Pronto la noche llegó y el momento de usar la dichosa tarjetita también. Era un hotel ni muy lujoso y tampoco un hostal demasiado humilde como las que utilizaba normalmente. Simplemente necesitaba pasar desapercibido, aunque ahora ya podía darle pequeños gustos a Fuuta, se lo merecía. Cenaron pizza por un simple antojo, por un día no les haría daño, conversaron un poco ya que aún era temprano, apenas las ocho de la noche

 

 

—Fuuta, quédate aquí. Necesito recoger lo que acordamos. Tranquilo aquí estarás seguro, nadie entrará sin permiso, pero si lo hacen escóndete en el baño y quédate muy callado — el pequeño entendía la situación, muchas veces les tocó pasar por algo similar

—ten cuidado oto—chan, no te preocupes estaré bien… regresa pronto —

 

 

Tsuna besó la frente del menor antes de salir, aseguró la puerta, se cubrió con un abrigo largo que compró, usó una boina y así sus características quedaron cubiertas. Caminó unos minutos entre las calles, preguntó por el lugar que buscaba y al encontrarlo ingresó con cautela esperando el dichoso encuentro. El reloj resonaba con el tic—tac eterno, la hora acordada había pasado y estaba empezando a desesperarse

 

 

—quieres que te invite una copa, pequeñito – aquella voz le causó escalofríos, pero no era hora de dudar

—¿tienes lo que te pedí? – susurró Tsuna mientras consumía la bebida que había pedido hace apenas unos minutos

—¿tienes mi pago? – el castaño mostró un pequeño paquete oculto entre su abrigo – que lindo… pero podríamos reducir el efectivo si a cambio me ofreces otra cosita – el sujeto pasó su mano por la espalda del castaño con claras intenciones indecentes

—si mueves tu mano un poco más abajo, te meteré el paquete por cierto lugar – amenazó usando la misma mirada que sostenía su tío. Fue divertido ver la reacción temerosa de su acompañante, un hombre alto de cabellos rubios intensos – sigues haciendo la misma estupidez

—podríamos divertirnos – se recompuso el sujeto mientras observaba las finas facciones del castaño – te daré el cielo si te quedas conmigo

—los tipos como tú no me interesan – Tsuna se burló con media sonrisa mientras sostenía el mentón del sujeto – tu rostro no me produce ninguna reacción… eres demasiado delicado para mi gusto

—¿quién habla de delicadeza? – se burló escuchando un pequeño bufido en respuesta – además si me probaras, te darías cuenta de lo salvaje que soy

—es una lástima – sonrió el castaño terminándose el contenido de su vaso y tomando el paquete que le ofrecía su acompañante debajo de la mesa – porque no me apetece

—¿seguro? – acarició la pierna de Tsuna hasta la parte oculta, pero fue detenido por un fuerte agarre

—para tu información, yo soy el activo. Si te gusta así podría pensármelo – gruñó furioso mientras apretaba la muñeca del tipo con fuerza apartándola de un solo movimiento brusco – si creíste que soy inofensivo… te equivocas – chasqueó su lengua mirándolo con desprecio – si no es lo que necesitaba te buscaré y no te gustará lo que haré – Tsuna le lanzó el paquete llenó de efectivo y salió del lugar. Dejó a un tipo sonriente y asqueroso… odiaba eso

 

 

Mientras caminaba afuera del lugar, Tsuna se metió en un callejón, sacó el contenido para revisarlo y era exactamente lo que había estado esperando, lo último que deseaba tener. Con prisa se alejó, pues conocía al tipo, sabía que no le gustaba las negativas. Ya le había sido difícil escapar en las anteriores ocasiones, tratar con él durante más de un mes le bastaba para odiar a todos los rubios del mundo exceptuando a su padre, pero al menos era bueno en su trabajo, ahora estaba todo listo.

Tsuna regresó a hotel y encontró a su hijo bostezando mientras veía por la ventana. Recostó a Fuuta con tanta dedicación como si los lazos sanguíneos existieran. Veló el sueño del pequeño, salió a la ventana para tomar un poco de aire fresco antes de dormir y revisó una vez más esos preciados documentos. Fotografías, eso era lo que contenía

 

 

—espero que con esto sea suficiente… quiero vivir en paz” — sonrió mientras observaba las estrellas

 

 

Seguramente a estas horas Reborn y Hibari ya lo habían localizado. Los extrañaba, a todos los demás también, quería tenerlos cerca, deseaba estar con las personas que amaba. Se recostó al lado de su pequeño, disfrutó del sueño que le abrumaba, por fin podía descansar en paz sin miedo de ser atrapado una vez más

 

 

Horas…

Un leve golpe en su frente lo despertó. El castaño bostezó un poco antes de abrir sus ojos completamente, se sentía algo mareado y no sabía porqué

 

 

—hueles a licor — la voz que pronunció aquellas palabras alertó a Tsuna. De inmediato abrazó a su hijo, rodó por la cama hasta poder quedar de pie en modo de defensa. Se puso alerta, era una reacción que había aprendido a la fuerza

—oto—chan — el movimiento brusco despertó al pequeño que se aferró al mayor escondiendo su rostro en el pecho amplio

—tranquilo — Tsuna le susurraba a su pequeño — me he confundido, lo siento —

 

 

Tsuna tardó sólo unos segundos en reconocer a las personas en frente de él. Un par de azabaches que lo miraban confundidos, era normal. Relajó su cuerpo y forzó una sonrisa, había mostrado un lado que… denotaba lo duro que fue su vida durante esos días de desaparición. El regaño del hombre de patillas fue más sencillo de lo que el castaño esperó, pues al parecer Reborn no quería asustar a Fuuta, quien no soltaba las manos de su padre. Tsuna se disculpó varias veces y aceptó regresar, el paseo había terminado y su horror también

En casa casi lo asfixian al tenerlo de regreso. Su madre se le tiró encima sin dejarlo al menos por una hora, su padre lo regañaba con sutileza ocultando las pequeñas gotitas que resbalaban por sus mejillas debido al tremendo susto, su abuelo Timoteo fue el único que lo trató con naturalidad y Tsuna se aferró a eso para tratar de escapar de los demás. Necesitaba refugio urgente, se aferraría a lo que fuera

 

 

—me alegra que quieras compartir tiempo conmigo Tsuna. Me gustaría conocer más a mi nieto — le hablaba el anciano mientras junto al castaño observaban al menor jugar con los regalos del abuelo en la habitación de Tsuna — pero creo que estás escapando y eso no me parece correcto

— … —el castaño le sonrió con dulzura, buscando las palabras adecuadas — solo dame un poco de tiempo. Esto es duro para mí —  las horas pasaban. Tsuna no quería enfrentar la plática con Reborn ni Hibari. Podía verlos tratando de acercarse y aunque le dolía, los evitaba, lo haría hasta el último minuto. Sabía que estaba siendo cobarde, pero… sus miedos salían a flote constantemente y necesitaba respirar un poco de libertad

 

 

Hibari estaba siendo paciente con el castaño recién llegado, pero era verdad que deseaba estrecharlo entre sus brazos y no soltarlo jamás. Había estado lleno de dudas, miedos durante esos largos meses de incertidumbre. Al verlo en frente de él ni siquiera supo cómo reaccionar, pero cuando lo hizo, pensó que todo estaría bien, lamentablemente no fue así. Trató varias veces de acercarse a su conejo, pero parecía que el más joven había creado una barrera. En su primer intento de acercamiento solamente recibió una sonrisa forzada y el pequeño Fuuta fue la salvación para el incómodo momento. El segundo fue una pequeña caricia en el rostro, acto en el cual notó un leve salto de parte de Tsuna.

Algo extraño sucedía y necesitaba averiguar todo lo ocurrido, pues era claro que el castaño los estaba evitando. Quería terminar con ese juego lo más pronto posible. En la tarde lo perdió de vista un momento, apenas acababa su plática con Timoteo y desapareció, al parecer el pequeño conejo había aprendido varias cosas en ese tiempo, entre ellas esa habilidad rara de desvanecerse, cosa que también incomodaba a cierto hombre de patillas. «Parece que estamos buscando a la misma personita… es hora de saber todo, si esperamos más podría ser contraproducente». Preguntaron a varias empleadas y ninguna sabía nada, hasta que la cocinera se cruzó con los presentes, «el joven Sawada está en la cocina. A pedido que nadie lo moleste ya que quiere estar a solas con su hijo». A pesar de la advertencia dada, ese par se acercó a aquel sector, pero antes de entrar, algo los detuvo

 

 

—¿oto—chan todavía estás asustado? – esa pequeña voz era de Fuuta y los dos mayores se quedaron estáticos en la puerta

—aun lo estoy – con esas simples palabras aquellos azabaches decidieron permanecer en silencio, tal vez así descubrían algunas cosas

—ya estamos en casa de tu familia. Ya no debes estar nervioso – el pequeño rubio veía a su padre con la mirada triste. Le ofreció un poco del pastel que disfrutaba y le sonrió – ¿quieres?

—es nuestra familia – replicó con una leve sonrisa – sabes… eres capaz de darme confianza con unas cuantas palabras, Fuuta

—te prometí que nunca dejaría de cuidarte, así como tú me cuidas a mi

—¿no te arrepientes de haberme ayudado y al final venir conmigo? – tenía esa duda desde hace varios días. Tal vez la historia hubiese sido diferente, no sabía si para bien o para mal

—no lo hago – sonrió mientras metía otro pedazo en su boca – yo amo a oto—chan. Siempre estaré contigo

—gracias – susurró mientras sentía como sus ojos se empezaban a cristalizar y el nudo de la garganta se hacía evidente – prometo que te cuidaré – sonrió levemente mientras le pedía al pequeño acercarse. Lo colocó sobre sus piernas, lo abrazó, pues esa lucecita había sido su salida del infierno

—gracias a ti, papá – sonrió mientras abrazaba al castaño. Ese chico fuerte que se había apiadado de su situación – me sacaste de ahí. No me gustaba estar con ellos

—¿te gusta… la nueva casa? – trató de recomponerse, pero era casi imposible, sentía sus lágrimas querer salir – ya no nos falta nada

—es bonita, pero no importa mientras pueda vivir con Tsuna. Si somos pobres estaría bien, y si vivimos en un lugar así, también está bien

—lo… siento – Tsuna al fin se quebró. Sus lágrimas brotaron sin control al ver aquella mirada ingenua – lo siento

—todo está bien – limpió las gotitas de las mejillas adultas mientras intentaba ser fuerte y no llorar, sabía a lo que se refería el mayor – no debes… llorar

—ha sido difícil – susurró Tsuna mientras lo abrazaba, sentía esas manitas aferrarse a su camiseta. El rostro lloroso del pequeño se escondía en su pecho y eso le dolía – lamento no haber podido darte lo que te merecías… pasamos por muchas cosas Fuuta, pero prometo que ahora ya nada volverá a ser así. El peligro pasó… mientras estemos aquí nada malo volverá a pasar – acarició esos cabellos con delicadeza mientras trataba de normalizar su voz y controlar sus lágrimas – ya tenemos un techo en donde resguardarnos de la lluvia. No hace frío, hay suficiente comida para disfrutar, no hay que huir de nadie y ya estamos a salvo – sollozó mientras abrazaba al cuerpo frágil de su pequeño – debí haber sido más fuerte… perdóname hijo mío – sus lágrimas resbalaban en silencio, los recuerdos eran duros – fui débil… e inútil

—¡no es así! – se alteró el menor zafándose del agarre del castaño – eres bueno y fuerte, me sacaste de ahí… a pesar de que estabas herido – el pequeño se secó las lágrimas mientras miraba al mayor sollozar bajito – me diste de comer, aunque tú no lo hacías… no dejaste que sintiera el frío… nunca dejaste de sostener mi mano… no dejaste que me apartaran de tu lado… me diste una familia

—para ser pequeño dices cosas interesantes – aquella voz gruesa hizo que el castaño saltara alejándose con su pequeño en brazos, era su instinto saltando ante el miedo – parece que me tienes que contar muchas cosas Tsuna

—Reborn… escuchaste – se sorprendió al ver a su tío en la puerta. Sus lágrimas aún resbalaban y su cuerpo estaba tenso debido al susto. Fuuta se aferraba a él asustado también – yo…

—no fui el único – el azabache de ojos metálicos se hizo presente mirando al castaño sin creer lo que había escuchado, ¿cuánto dolor había pasado?

—Hibari—san… yo – se vio intimidado por esas dos personas y no pudo evitar desviar su mirada. Sus miedos empezaban a envolverlo nuevamente – lo que escucharon… yo

—ya no huyas – susurró Hibari mientras se acercaba – ya basta – trató de tomarlo del brazo

—… — al sentir ese agarre delicado se apartó de inmediato, era instintivo – lo… lo siento, yo… — tenía miedo de verlo a los ojos. Tsuna dio un par de pasos hacia atrás buscando una salida, se estaba sintiendo preso y eso no era bueno. Su respiración empezaba a ser un poco irregular

—no te haré nada – ver aquel temor en Tsuna, le causó cierta ira. No hacia al castaño sino hacia aquellos que se atrevieron a ocasionar esa reacción que al parecer era involuntaria – tranquilo… – susurró esperando que su conejo reaccionara

—yo… no quiero hablar – se asustó al tener a aquel hombre muy cerca y salió del lugar casi corriendo

—oto—chan, debes calmarte – Tsuna escuchaba las sugerencias del pequeño, pero no se detuvo hasta estar afuera de la cocina, donde el aire no le faltaba, donde había escapado de esa prisión – ¿estás bien? – el pequeño se concentró en el castaño que respiraba agitadamente arrodillado en el suelo – debes respirar… tranquilo

—ya pasó… — las manitas de Fuuta sostenían la suya mientras imitaba la respiración que debía tener normalmente y lo seguía – solo fue… un pequeño susto – sonrió mientras respiraba profundamente retomando el control. No quería asustar al niño de ojos marrones que lo cuidaba en todo momento – ya estoy bien – añadió mientras despeinaba un poco el cabello del menor – gracias

—no debes perder el control – le regaño Fuuta golpeándolo en la frente con suavidad – estamos afuera ahora – el pequeño vio a los mayores acercarse y se interpuso antes de que asustaran a su papá – no lo asusten, oto—chan se pone muy mal si lo hacen

—no le haremos nada – explicó el mayor mientras observaba la reacción de su sobrino, eso era…

—fue un ataque – le respondió Tsuna mientras se levantaba para enfrentarlos – lamento reaccionar así, pero no puedo evitarlo – se explicó admirado el dolor en la mirada metalizada – les explicaré todo, pero… necesito unos minutos

—te esperamos en el despacho del segundo piso – añadió Reborn mientras se acomodaba el traje con tranquilidad – apresúrate 

—no quiero que nadie más escuche – exigió Tsuna con seriedad – solo ustedes dos – sabía que no podía evitar que Hibari también estuviera presente – ni mi abuelo ni nadie más. Pueden grabarlo si quieren, porque no pienso repetir nada – Tsuna no los miró mientras decía aquello, no quería ver la piedad en las miradas ajenas. Tomó la mano de Fuuta y se alejó de ahí – tardaré quince minutos en ir


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