Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dulce veneno por Murasaki Samurai

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Era consciente de mi propia respiración apretada contra el colchón, reposando boca abajo en la cama, la vista clavada en la nota que Lyuken me había pasado antes de irse. En el pequeño pedazo de pergamino descuidadamente recortado estaba escrita con una pluma fina una localización y hora. “Espero que mañana puedas reunirte conmigo y que podamos disfrutar de una charla más privada y productiva.”.

Dejé caer suavemente los párpados y suspiré, sin poder apartar la vista de las letras. Aquel era un hombre ciertamente extraño, pero no podía dejar de pensar en él, como si aquella sencilla y común frase escrita por su mano se convirtiese en algún tipo de hechizo que atrapaba mi mente en ella. Ya era bastante tarde en la noche y yo había dedicado las horas solo a pensar en eso una y otra vez.

Iba a suspirar de nuevo cuando el crujido discreto de mi puerta abriéndose con deliberada lentitud me detuvo, ahogando el aire en mi pecho como una burbuja explotando en la garganta. No sabía quién era o que iba a suceder, pero mi primer instinto antes de salvar mi vida fue salvar la nota. Si la descubrían no podría acudir a la cita ni seguramente ver a Lyuken nunca más, sin contar el castigo que se me podría adjudicar por ocultarles algo. La cerré en mi puño y escondí las manos bajo la almohada lo más rápido que pude, para luego tratar de ver por el rabillo del ojo quién era quien había entrado, deseando que solo fuese Elisabeth buscando que le contase un cuento, como a veces ocurría. Pero obviamente no tendría tanta suerte.

Entre la penumbra del cuarto pude ver la figura esbelta de mi hermano mayor rodeando la estancia y acercándose a mi lecho. Aún llevaba la misma ropa que había vestido durante el día, pero bastante más ligera. Solo quedaban los pantalones grises y la camisa suelta, semi abierta. Seguramente se habría quedado revisando algunos documentos hasta tarde en su cuarto o dios sabía que, pero algo podía confirmar, no estaba bebido. Mientras otras personas sacaban su lujuria a relucir a estar borrachos, Walden se convertía en una figura callada y somnolienta. Muchas veces sentía que cuando estaba borracho era bastante más inofensivo que en su estado normal. Lo que a mi me preocupaba era que cando venía a mi cuarto con estas intenciones nunca estaba borracho, lo cual significaba que sus acciones posteriores no eran producto de la embriaguez y las olvidaba al despertar a la mañana siguiente, sino que era plenamente consciente y no parecía arrepentirse de ellas, pues se repetían cada cierto tiempo. Tal vez si pensase que era algo que se producía por culpa del alcohol me resultaría más fácil soportarlo, pero ni ese lujo podía darme.

Fui destapado con un movimiento lento y casi cuidadoso, para luego oí como el somier de madera se resentía al subirse a horcajadas sobre mis piernas. Mi cuerpo se encogió sobre si mismo y el estómago se me convirtió en una pesada piedra que golpeaba contra la pared de mi abdomen, sabiendo lo que vendría a continuación.

Sus manos ásperas se deslizaron por mis piernas alzando mis caderas y subiendo mi camisón hasta la cintura, siendo aquellos los últimos movimientos suaves que habría en toda la noche. Separó mis cachetes e introdujo de pulgar en mi entrada sin miramientos para comenzar a abrirse camino. A partir de ese punto mi mitad superior e inferior del cuerpo eran dos seres distintos. No quería saber ni ser partícipe de nada que ocurriese en ese momento.

Sentí cómo hurgaba ahí dentro hasta que consideró que era suficiente y pasó a envestirme de manera lenta pero brusca, agarrando mis caderas de manera posesiva, notando la fuerte presión de las puntas de sus dedos sobre mi fina piel. Sabía que pronto el ritmo aumentaría. Hundí el rostro en el almohadón y cerré los ojos con fuerza. Hacía años que ya no estaba asustado mientras me atacaba de ese modo, pero nunca dejaba de ser realmente desagradable a nivel moral y sentimental. Después de esas sesiones mi corazón quedaba mucho más destrozado que mi cuerpo. Le oía refunfuñar entre dientes mientras se aliviaba estocada tras estocada contra mí, haciéndole preguntas al aire en susurros enrabietados que no me esforzaba en descifrar. Mi hermano parecía enfrentarse a todo en la vida como si fuese una guerra.

Me pregunté si el sexo era siempre así. Si no importaba si era entre dos hombres o con una mujer que siempre uno sometía al otro contra su voluntad para conseguir placer mientras el otro solo recibía dolor Me pregunté si Lyuken también tomaría a sus parejas así. Si me tomaría a mí así. Como un rayo, la respuesta negativa atravesó mi mente. Él no sería así. Tal vez con el sería como en los poemas, parecía ese tipo de persona. Tal vez el me acariciaría con auténtico afecto, no por el proceso de abrirse camino a través de mi ropa. Tal vez el besaría mi cuello y me prepararía hasta que fuese mi propio cuerpo el que ardiese en deseos de recibirle. Con él sería lento, suave y sensual, hasta que sintiese que nuestros cuerpos se funden en uno solo, al fin alcanzando esa sensación de infinito placer que todo el mundo ansía.

El simple hecho de imaginar cómo podría ser aquello arrancó un gemido virginal de mi garganta, sonido que ni siquiera yo me había oído hacer jamás ni que pensaba que podría crear. Walden pareció sumarse a mi desconcierto con una pequeña pausa, durante la que me apreté más contra la almohada y protegía la nota en mi puño hasta lavarme las uñas en mi propia carne. Tras ello no necesitó más de un leve movimiento para llegar al éxtasis con un gruñido primario y derramar su semen dentro de mí.

Se despegó de mí y arregló sus ropas mientras empujaba suavemente mis caderas hacia abajo para dejarme totalmente acostado. Las piernas me temblaban tras la tensión, pero mi cuerpo comenzó a relajarse tan pronto como se levantó y salió del cuarto. No estaba alterado por él, no estaba acostumbrado a que me follase pues es algo a lo que nunca puedes acostumbrarte, pero ya era algo que me resultaba indiferente. Lo que hacía latir a mi corazón con fuerza fue mi propia impertinencia de imaginarme a Lyuken estando en su lugar.

Saqué los brazos adoloridos por la retención de movimiento de debajo de la almohada y abrí lentamente mi mano, para encontrar la pequeña nota arrugada, pero que seguía ahí. Ya parecía más de lo que podía pedir. La alisé cuidadosamente con los dedos para comprobar que el mensaje seguía perfectamente legible, lo cual apaciguó mi mente bastante, sintiendo el cansancio de todo el día posarse al fin sobre mis espaldas. Dejé mi cuerpo reposar sobre el colchón como si no fuese más que carne inerte y mis párpados cayeron solos como el telón de un teatro al final la función. Por alguna razón y a pesar de la visita de Walden, aquella noche descansé bastante bien.

 

Amanecí al día siguiente con la luz mortecina de la mañana colándose a través de los visillos y cubriendo mi alborotado cabello. El pequeño pedazo de papel maltratado seguía entre mis dedos, y aquello me dio energía para levantarme. Mis caderas dolían y el agujero aún me incordiaba, pero no era nada nuevo en mi vida. Salí de la cama y guardé la nota en un cajón de mi escritorio con llave antes de hacer nada más. Me dirigí al pequeño aseo del que disponía mi alcoba y que siempre tenía preparado en vista de los continuos ataques bien por parte de mi padre o mi hermano, que hacían que frecuentemente tuviese que lavarme, bien fueran heridas u otras cosas.

Me quité el camisón blanco y lo dejé caer descuidadamente al suelo antes de llegar al pequeño cuarto alicatado agacharme junto a una palangana llena de agua limpia y que, aunque cuando la coloqué allí estaba tibia, para esa hora ya estaba fría, pero no me importaba. Con un paño húmedo retiré el sudor de mi piel y limpié el interior de mis muslos. Finalmente introduje un par de dedos en mi entrada y saqué de allí el esperma que había dejado Walden, caliente y viscoso. Repugnante. Todo en aquello era repugnante.

Una vez finalicé con aquello me vestí, esta vez adecuadamente, con un traje índigo de tela fina y un chaleco gris. Me miré al espejo de cristal ahumado y me sorprendí discretamente al ver el asomo de una atrevida decisión en mi mirada. Iba a acudir a la cita y nada iba a poder impedírmelo.

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).