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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Pensar que Izuna estaba allí detrás de aquella puerta hacía que Minato abriera los ojos de vez en cuando observando su sombra sentada en el pasillo con la espalda apoyada en una de las puertas. En parte se sentía seguro pero cuando miraba a su lado viendo el hueco vacío de la cama sabía que su esposo estaba por ahí dejándose impregnar por el aroma de otras mujeres como si él no fuera suficiente, ni siquiera le había vuelto a tocar desde su primera noche juntos, no habían vuelto a tener prácticamente trato alguno.

 

Miraba a Izuna de vez en cuando y pensaba por qué estaba él allí y no su esposo, la respuesta estuvo muy clara, su padre había mandado a Izuna a controlarle y mantenerle a salvo puesto que su primogénito no estaba cumpliendo su papel de esposo. Tenía un perro custodio, alguien que le perseguiría a todos lados y se encargaría de cuidarle y protegerle, habían mandado a Izuna.

 

Intentó dormir y aunque Izuna le dijo que la leche le ayudaría a descansar, no fue así, tuvo pesadillas, pesadillas donde pensaba que en cualquier momento entraría Madara con katana en mano y lo asesinaría allí mismo, no dejaba de abrir los ojos alterado buscando algo a mano para defenderse. Al final, acabó metiendo uno de los Kunai de los Namikaze dentro del futón junto a él y no volvió a cerrar los ojos en toda la noche preocupado y asustado. Estaba convencido que Madara tenía algo que ver, seguro que por las noches se ocupaba de seguir y asesinar Namikazes para luego marcharse al bar y fingir que estuvo allí con aquellas mujeres, tenía la coartada perfecta, pero Minato seguía pensando que era él.

 

Aquella mañana cuando despertó no vio a su esposo, era algo normal y rutinario, nunca estaba en esa cama, no la había tocado desde que él había ido a vivir al clan Uchiha. Se incorporó en la cama y miró el lado de la cama vacío de nuevo, era frustrante sentirse así, rechazado, hundido, solo. Se suponía que era su esposo, que debían tener una vida en común y no tenían nada, cada uno iba por su camino pero lo peor… es que Madara hacía lo que le daba la gana mientras Minato tenía a medio clan Uchiha pendiente de él para “protegerlo” y evitar que le ocurriera algo, eso no era libertad, era un tormento.

 

Minato apartó la manta del futón y se levantó cayendo al suelo al momento dando un leve grito de dolor. Se sentó unos segundos en el suelo de madera y se miró las plantas de los pies todavía en carne viva por haber corrido ayer descalzo entre los tejados. Aunque se estaba haciendo daño y lo sabía, él había seguido corriendo tratando de alejarse de ese maldito clan y dejar aquellos ojos rojos como la sangre lo más lejos posibles, no se detuvo hasta llegar junto a Sakumo.

 

La puerta de la habitación se abrió de golpe dejando ver a un preocupado Izuna que se había quedado dormido en el pasillo en mala posición y que había entrado a todo correr al escuchar el grito de Minato.

 

- ¿Qué…? – Izuna iba a preguntar qué le ocurría cuando comprobó que ese adolescente estaba en el suelo mirándose los pies - ¿Estás bien? – preguntó algo más relajado.

 

- Sí, siento haberte asustado, no debí gritar.

 

- Es tu casa, Minato y esas heridas no pintan nada bien. Ven… deja que te lleve donde quieras ir.

 

- No te preocupes, en serio, estoy bien – le dijo aunque Izuna ya se había agachado frente a él y le miraba a esos preciosos ojos azules.

 

Ambos se miraron unos segundos en completo silencio, Minato sin saber qué decirle a aquel Uchiha… al único Uchiha que le había tratado bien desde que llegó al clan y se había preocupado por él. Izuna ni siquiera sabía qué decirle a aquel chico para calmar su dolor y su angustia, sabía el infierno que estaba viviendo y lejos de sentir pena por él, lo que sentía era una extraña sensación de querer protegerle, de abrazarle, de unir sus labios a los de él y decirle que todo estaría bien, que él estaría a su lado para ayudarle y cuidarle. Izuna tocó el cabello del chico con suavidad mientras Minato se dejaba paralizado sin apartar su mirada de la del Uchiha y cuando los labios de Izuna estaba por rozar los del rubio, Izuna se apartó de golpe recordando que era el esposo de su hermano por más que ese chico le excitase, no podía hacer algo así.

 

- Te acercaré a la cocina – dijo saliendo de su ensimismamiento y cargando al chico en brazos para llevarlo a la cocina.

 

Lo sentó en uno de los cojines frente a la pequeña mesa y le preparó un poco de té. Minato se sorprendió al ver que había varios platos cocinados y supo que Izuna había pasado parte de la noche despierto cuidándole y cocinando algo. Colocó frente a él en la mesa un cuenco de arroz blanco, otro con la sopa de miso y una tortilla.

 

- No tenías que haberte molestado – le dijo Minato sonrojado.

 

- No podía dormir – le dijo sonriendo Izuna – venga, come, ayer no probaste bocado, vas a necesitar recuperar tus fuerzas.

 

Minato probó la sopa de Miso, estaba caliente y su cuerpo reaccionó con rapidez sintiéndose mejor, su estómago tomaba por fin algo después de todo lo ocurrido el día anterior. Miró la sopa con seriedad sin poder apartar sus ojos de ella y fue el momento en que Izuna se dio cuenta de algo.

 

- ¿Estás bien? – preguntó - ¿Quizá no está suficientemente caliente? ¿Me he pasado con la cebolleta? – preguntó.

 

- No – dijo Minato sonrojado – está perfecta. Por un momento me ha recordado a la que prepara mi madre – dijo sonriendo – gracias.

 

Izuna habría matado a cualquiera que se interpusiera entre él y aquella sonrisa que tenía Minato Namikaze, era increíble, la sonrisa más dulce y tierna que jamás había visto, la más inocente y no podía entender cómo su hermano era capaz de perderse a un chico como él. Puede que fuera joven y que le faltase madurar, puede que fuera un matrimonio concertado pero… la dulzura de aquel chico cuando se le trataba bien era increíble, su hermano no se había dado cuenta aún. Pero… ¿Cómo iba a darse cuenta si nunca aparecía por su propia casa? Había dejado a los guardias ocuparse de la vigilancia de su esposo mientras él se iba a saber dónde.

 

- De nada – le dijo Izuna sonriendo levemente.

 

Izuna miró los pies en carne viva de Minato y aún no podía hacerse una idea de lo que había pasado aquel chico para salir corriendo tal y como lo hizo, para desangrarse los pies con tal de huir. Madara le había contado algo, tampoco se había extendido mucho y sabía que su hermano había estado preocupado, puso todo el clan patas arriba, mandó levantar a todo el mundo para que buscasen a su esposo, él mismo había recorrido toda la maldita villa y es que llegó a pensar que alguien podía capturarle y matarle, el o los asesinos de los Namikaze seguían ahí fuera y su hermano había prometido proteger al genio Namikaze. Toda la culpa recaería sobre él si no encontraba a su esposo sano y salvo. Recordaba cómo se sentía culpable Madara por algo que había hecho, no dejaba de repetirle a su hermano que se le había ido la mano con el chico, que se había pasado. Por primera vez en mucho tiempo, Izuna pudo volver a ver aquella sensibilidad en los ojos de su hermano, realmente le afectaba lo que había ocurrido y era un duro golpe para él. Le repetía que todo era por culpa de ese maldito orgullo Uchiha y lo había pagado con aquel adolescente, debía haberse controlado mejor pero Izuna también reconocía que a veces los Uchiha eran incontrolables e insoportables, tenía un temperamento demasiado complicado para manejar y más su hermano que se dejaba guiar por impulsos.

 

Cuando encontraron a Minato en brazos de Sakumo, comprobó cómo su hermano soltaba por primera vez los puños, dejaba de apretarlos y se relajaba al ver que estaba bien, aunque le duró poco aquella paz, volvió a fruncir el ceño como solía hacer y regresó a su indiferencia. En realidad Izuna creía que no quería mostrar su lado humano a alguien de fuera del clan, a un Namikaze, a un adolescente, pero tendría que aprender en algún momento porque era su esposo. Ahora al ver los pies de Minato… empezaba a dudar si sólo había sido una pelea matrimonial o algo mucho peor. Sentía la angustia de aquel chico por escapar, tuvo que tenerla para destrozarse así los pies con tal de huir.

 

- Voy a por algo para curarte esas heridas – le comentó Izuna ante un sonrojado Minato.

 

- No te preocupes…

 

- No es molestia, tengo una pomada que te irá bien, te curarás enseguida o al menos dejarás de sentir dolor.

 

Izuna fue a levantarse a buscar la pomada cuando escucharon la dulce voz de su madre. Por la puerta principal entraba en aquel momento con una cesta llena de fruta que gritaba a su esposo para que se diera prisa con una gran sonrisa en sus labios. Ambos chicos les miraron hasta que entraron. En aquel momento en que los ojos de la mujer se fijaron en los pies que Minato trataba de ocultar es cuando le comentó a Izuna que se diera prisa en traer una pomada o algo.

 

- Déjame ver eso – comentó la mujer.

 

- No hace falta, sanará enseguida – le comentó Minato ruborizado.

 

- Esto tiene mala pinta, pero no te preocupes… yo tengo una pomada de esas milagrosas que hacen efecto enseguida, al menos podrás andar aunque tardará un par de días en cicatrizar todo.

 

Al final Minato no tuvo más remedio que dejarse cuidar mientras Tajima se sentaba frente a él ofreciéndole un té. Minato tras olerlo se lo tomó motivado por el ofrecimiento aunque no le convencía nada aquel olor que desprendía, olía demasiado mal pero no se atrevió a quejarse, así que lo bebió.

 

Mientras su mujer curaba las heridas de Minato y le contaba su experiencia por el mercado donde habían abierto una nueva tienda de fruta de gran calidad, Tajima se tomaba el té de un sorbo y se disculpaba para ir a buscar a su hijo aunque al perderse por el pasillo empezó a investigar la casa.

 

Aún no habían traído todos los muebles, faltaban cosas y no veía por ningún lado indicios de que su hijo hubiera pasado mucho tiempo en esa casa. Revisó el aseo en perfecto estado y hasta el armario en común de ambos chicos pero sólo encontró las armas y la ropa de Minato, nada de su primogénito.

 

- ¿Qué haces, papá? – preguntó Izuna al pillarle cotilleando.

 

- ¿Dónde está Madara?

 

- No lo sé, supongo que entrenando.

 

- No me sueltes tú también ese rollo, no está entrenando, lo sabemos muy bien. ¿Me cuentas qué está ocurriendo en esta casa?

 

- No ocurre nada, papá.

 

- ¿Nada? Ese chico tiene los pies en carne viva, las cosas de mi hijo no están, es como si no viviera aquí – Izuna resopló – Es cierto, ¿no? ¿No está cumpliendo con sus obligaciones matrimoniales?

 

- Es difícil para él, se llevan fatal los dos, es un duro tira y afloja. Acabarán entendiéndose, dales un poco de margen. Ya sabes cómo es Minato… un adolescente rebelde con un carácter difícil de domar y Madara… un orgulloso prepotente al que no le gusta nada la idea de que le haya robado su libertad un crío rubio de difícil carácter. Dales un tiempo, tienen que acoplarse.

 

- Tienen tres días antes de que yo empiece a tomar medidas. Es hora de que Madara empiece a ocuparse de sus responsabilidades. Es el futuro líder del clan y no quiero dejarle el clan a un hijo malcriado y mimado que hace lo que quiere y te suelta un “Estuve entrenando”.

 

- Hablaré con él – le dijo Izuna – ahora por favor… si Minato te ve registrando sus cosas empeoraremos la situación.

 

- Está bien, tienes razón, ya nos vamos.

 

Izuna no podía creerse algo así, ya tenía bastante con intentar controlar a su hermano con ahora también tener que estar vigilando a su padre. Los Uchiha se marcharon rápido y Minato decidió tras vendarse los pies ir a su cuarto para arreglarse. Izuna trató de ayudarle a caminar pero Minato le comentó que le dejase a él, que podía hacerlo. Izuna sonrió y le dio algo de respiro.

 

Cuando Minato volvió a salir se dio cuenta que iba vestido con su pantalón Ninja y las armas atadas, que llevaba aquella cazadora con la que le conocieron y se había puesto la bandana en la frente dejando los extremos cayendo por su espalda. Tomó los Kunais atándolos al cinturón y caminó hacia la salida. Izuna se fijó en las botas cerradas que se había puesto para ocultar el vendaje de sus pies.

 

- ¿Dónde vas? – preguntó Izuna.

 

- A entrenar – le dijo sonriendo poniendo la misma excusa que ponía Madara y fue cuando Izuna supo que de esto no podía salir nada bueno.

 

Vio cómo Minato salía de la casa y los guardias le preguntaban dónde iba, no querían dejarle salir y al final tras saber que esto iba a ser un problema… el mismo Izuna salió tras él indicándoles a los guardias con la mano y con su mirada que le dejasen salir, él iba a acompañarle. Izuna caminó al lado de Minato en completo silencio mirando de vez en cuando a sus botas. A veces tambaleaba un poco por el dolor pero trataba de aparentar estar bien y seguía caminando. Izuna sonrió por la fortaleza de aquel chico.

 

- ¿Y dónde vamos a entrenar? – preguntó Izuna.

 

- Al bar – le dijo Minato muy serio.

 

- No es buena idea, está lleno de Uchihas a estas horas.

 

- ¿Mi esposo está allí? – preguntó Minato con una mirada desafiante.

 

- Lo más seguro.

 

- Entonces allí es donde voy – dijo de forma segura caminando de nuevo hacia el bar.

 

Izuna sonrió ¡Menuda sorpresita iba a llevarse Madara al ver entrar a su esposo por pleno bar Uchiha! Caminó tras Minato y le vio una leve mueca de indecisión cuando estuvo frente a la puerta corredera. Respiró hondo y abrió entrando. Se escuchaba la música, alguna mujer del clan Uchiha estaba cantando y al entrar, muchos se giraron hacia ellos, los pocos despistados fueron llamados por gestos por otros y señalaban hacia el Namikaze que estaba allí detenido en mitad de la sala viendo cómo aquella mujer que cantaba se sentaba en las piernas de su esposo que jugaba a shogun muy animado con unos amigos.

 

La mujer al ver aquella melena rubia y esos ojos azules puestos en ella sentada encima de su marido se levantó de golpe dejando de cantar al momento pero Minato aplaudió y sonrió llamando la atención de todo.

 

- Cantas como los ángeles – le comentó sin dejar de aplaudir aunque ella intentó marcharse – no te marches, sigue cantando y amenizando la velada.

 

Madara se levantó con rapidez llegando hasta ellos y cogió del brazo a Minato que le miró desafiante sin agachar la cabeza ni por un momento. Izuna pensó que aquellos dos eran tal para cual.

 

- ¿Qué haces aquí? – le susurró Madara.

 

- He venido a entrenar, como haces tú. Es aquí donde se entrena, ¿no es así? ¿Es tu mesa? – preguntó Minato sonriendo soltándose del agarre.

 

Caminó hacia la mesa y aunque Izuna tuvo el impulso de intentar sujetarle una vez que se tambaleó por el dolor de sus pies, continuó hasta la mesa él solo y sonrió presentándose al resto de los Uchiha que estaban allí. En cuanto pidió un asiento, la mitad del bar trató de darle su silla y aquello le hizo gracia a Izuna, más cuando comentó que jamás había jugado al shogun y todos se sentaron a su alrededor para tratar de explicarle el juego.

 

- ¿Por qué lo has traído? – le preguntó Madara a Izuna susurrando.

 

- Yo no lo he traído, él ha venido por su propio pie. Me dijiste que le protegiera, no que le retuviera. Aunque sinceramente… deberías ser tú quien le vigilase más a menudo, eres su esposo y no sabes en absoluto lo atrayente que es ese chico, cuando salga de aquí, prácticamente todos los del bar desearán llevárselo a su cama. Yo de ti espabilaba – le comentó Izuna sonriendo sentándose en la barra y pidiendo algo para beber mientras veía cómo el resto de Uchihas babeaban y trataban de explicarle el juego a Minato.

 

Madara se comportó aunque no aguantó mucho tiempo antes de insistirle a Minato de volver a casa, los dos juntos, claro que Minato con su astucia le comentó muy educadamente que se estaba divirtiendo y podía irse él solo, su noche acababa de empezar. Izuna sonrió desde la barra.

 

- No puedo irme sin ti. ¿Y si te pierdes por el clan? Aún lo conoces bien.

 

- Seguro que alguno de tus amables amigos me podría acompañar a casa o indicarme el camino – comentó Minato y un par de Uchihas enseguida asintieron.

 

- Haz lo que quieras – comentó Madara enfadado marchándose.

 

Izuna le siguió viendo cómo esperaba fuera del bar a que Minato saliera y sonrió acercándose a él.

 

- Un chico listo – comentó Izuna sonriendo apoyando la espalda en la pared donde también estaba su hermano apoyado.

 

- Sí, demasiado – dijo Madara.

 

- Deberías empezar a cambiar un poco tu actitud con él. No es su culpa estar atrapado en el mismo matrimonio en el que tú estás.

 

- Lo sé – dijo Madara – pero sólo es un crío, está enamorado de Sakumo y se cree que soy un asesino. No es fácil estar con él pensando que en cualquier momento sacará un Kunai y tratará de matarme. Encima tiene ese gran afecto por Sakumo…

 

- Tú lo has dicho… es un chiquillo. ¿Sabes lo que veo que tienen los Namikaze que nos atrae tanto a los Uchiha porque no lo tenemos? Su inocencia. Ese chico no la ha perdido. En este clan siempre nos presionan para ser los mejores y maduramos rápido, nos hacemos arrogantes pero ese chico… es muy dulce e inocente. ¿Te acuerdas cómo era la primera vez que te enamoras? Piensas que es el chico definitivo, que siempre estaréis juntos, nunca has sentido una decepción, ese chico es así, jamás le han decepcionado, es un idealista. No hagas que pierda esa dulzura e inocencia cuando le rompan el corazón, sabes que pocas veces el primer amor es el definitivo y ese amor que siente por Sakumo es imposible, un día se dará cuenta y le dolerá. Sólo te tendrá a ti. Acuérdate de eso cuando trates con él. Es un chiquillo al que jamás le han roto el corazón. A nosotros ya nos lo han roto demasiadas veces, hemos puesto nuestra coraza para que no nos lastimen, pero él no lo ha hecho. Cuidado con lo que haces, Madara.

 

- Me arrepiento mucho de lo del otro día. Tuve que controlarme. Tienes razón era un chiquillo y yo debí tener dos dedos de frente para no hacer lo que hice.

 

- Al menos ya lo sabes, es un buen adelanto. Por cierto… esa cantante… ¿Sigues teniendo algo con ella?

 

- No – dijo Madara sonriendo – Aunque sigue intentándolo. Dejé nuestros encuentros hace un tiempo.

 

- Hueles a ella – dijo Izuna sonriendo.

 

- Lo sé – comentó – pero no puedo evitarlo, en cuanto ve que estoy un rato con mis compañeros en el bar, aprovecha para acercarse.

 

- Deberías decírselo a Minato, piensa que…

 

- Ya sé lo que piensa, pero por mucho que se lo diga no me creerá, aún piensa que soy el asesino que busca y da igual lo que le diga, no cambia de opinión. Es mejor que piense lo que quiera. Al fin y al cabo lo hará igualmente.

 

Minato salió en aquel momento y se sorprendió al ver a ambos hermanos allí esperándole. Fueron juntos hacia casa aunque Izuna se marchó a casa de sus padres y Madara y Minato en completo silencio llegaron hasta casa. Madara estaba en parte enfadado con Minato y otra parte… algo asustado por tener que dormir con él por si despertaba con otro kunai en la garganta.

 

- Dormiré en el salón – dijo de golpe Madara y Minato le miró sonriendo.

 

- ¿Crees que te echaré de menos en la cama? Nunca has dormido en ella – le dijo cerrando la puerta tras él para dormir y Madara sonrió levemente. Ese chico tenía carácter.


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