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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Madara se había quedado paralizado con el cuerpo inerte de aquella Uchiha en sus brazos. No sabía qué pensar. ¿Realmente había un Uchiha tan idiota como para dejarse manipular o morir de una forma tan absurda? La habían asesinado a traición por la espalda, clavándole aquel kunai en la garganta para impedirle que siguiera hablando. El que estaba detrás de todo esto tenía mucho miedo a que la verdad saliera a la luz y era capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener todo oculto.


¿Qué secreto escondía entonces Minato? ¿Qué podían estar ocultando los Namikaze que fuera tan importante como para asesinar por él? Entendía que muchos quisieran ver a los Uchiha muertos, tenían esos ojos que todo el mundo Ninja deseaba tener pero los Namikaze… ellos no tenían nada especial excepto esa extraordinaria velocidad, pero no había ningún secreto tras su velocidad excepto entrenar duro y quizá los sellos que había perfeccionado Minato. No parecía algo tan sumamente importante como para hacer todo esto por adquirir simple velocidad. Tenía que haber algo más profundo, algo más aterrador detrás de todo eso, algo importante, un poder lo suficientemente destructivo o deseado para hacer algo así.


- Vámonos, no tenemos nada más que hacer aquí – comentó Izuna observando aún la cima del muro.


- Explícame una cosa… ¿Cómo puede un Uchiha caer tan bajo para hacer algo así?


- Estaba obsesionada contigo, quería quitar a Minato del medio para estar contigo. Esa locura le haría hacer cualquier cosa, hasta aceptar tratos con gente de fuera. Al menos sabemos qué Uchiha era el infiltrado. ¿Crees que puede haber alguno más?


- No lo sé, espero que no. Quiero creer que ella era la única metida en todo esto y que el resto del clan no está involucrado en los asesinatos.


- ¿Qué vas a hacer, Madara? – preguntó Izuna preocupado.


- Lo primero… descubrir ese maldito secreto de los Namikaze.


- Si son como nosotros o como los Hyuuga, no te lo contarán. Todos los clanes tienen sus secretos y no les gusta que un foráneo trate de descubrirlos, ni aunque seas su esposo.


- Volvamos a casa, quiero hablar con nuestro padre.


- Últimamente anda bastante ilusionado – comentó Izuna y Madara se sorprendió.


- ¿Y eso?


- A parte de por su nieto… nuestro hermano mayor vuelve pronto a casa. Dicen que ha terminado la misión y regresará en unos días.


- ¿Fugaku regresa? – preguntó extrañado – Creí que le llevaría más tiempo.


- Bueno aún está lejos, tardará en venir pero ya debe de estar de regreso junto a su equipo.


- Iba siendo hora que volviera, ha estado casi dos meses fuera en esa misión. Itachi debe de estar como loco por el regreso de su padre.


- Últimamente no habla de otra cosa en la academia – comentó Izuna sonriendo – y el papá está acaramelado con él. La verdad es que le entiendo, yo le robaría a nuestro hermano a ese pequeño – dijo Izuna sonriendo.


- Los niños sólo son un problema – comentó Madara.


- Eso dices ahora, pero si tuvieras uno no dirías lo mismo.


- Gracias a Dios entonces que no podré. Me he casado con un hombre – comentó Madara sonriendo – venga, cállate y ayúdame a llevarla hasta la comisaría de los Uchiha, hay que dar parte de lo ocurrido aquí.


Dejaron el cuerpo en la oficina de policía para que investigasen el caso y se marcharon a casa. Su hermano Fugaku había formado ese cuerpo especial pero ahora estaba fuera de misión por orden expresa del Hokage. Cuando llegaron a casa, su padre estaba en el jardín practicando las habilidades de fuego con el pequeño Itachi de apenas cuatro años de edad.


- Madara – gritó el pequeño saliendo corriendo hacia él y abrazándole – mira, mira… ya sé lanzar la gran bola de fuego – le comentaba ilusionado.


- ¿No me digas? A este ritmo vas a superarme – comentaba agachándose frente a él para revolverle el cabello.


- Me han dicho que te has casado. ¿Dónde está tu mujer? – preguntó.


- Más bien esposo. Está en casa, ha estado un poco enfermo y se está recuperando, pero te prometo que cuando esté mejor lo traeré para que lo conozcas.


- Dicen que es rubio y de ojos azules.


- Dicen bien – comentó Madara.


- ¿Entonces no es un Uchiha?


- No, no lo es. Es un Namikaze.


- Oh… he oído cosas de ellos, dicen que hay asesinos sueltos que les persiguen.


- Algo así.


- ¿Y vas a cogerlos? Yo quiero ayudar.


- Tú aún eres muy pequeño para esta clase de misión – le comentó Madara – pero cuando crezcas dejaré que me ayudes.


- Vale – dijo sonriendo.


- Y luego no quiere tener hijos – comentó Izuna sonriendo marchándose.


- Cállate – le dijo Madara con su tono serio.


- Se te dan bien los niños, admítelo.


Madara siguió caminando por el jardín hasta alcanzar a su padre y le pidió hablar en privado, necesitaba saber qué estaba ocurriendo. Izuna se quedó entrenando con Itachi mientras Madara y Tajima se metían en un despacho contiguo cerrando la puerta corredera tras ellos.


- Lamento haber dudado de vosotros – comenzó Madara.


- Es un buen comienzo. ¿Qué ha ocurrido?


- Era esa chica la que había envenenado la leche, pero no era ella la cabecilla del movimiento contra los Namikaze. Necesito saber qué está ocurriendo. ¿Qué hablaste con el Hokage para que aceptases el matrimonio?


- Eso no te incumbe.


- Me incumbe cuando están persiguiendo a mi esposo y no sé el motivo. ¿Cómo voy a protegerle si no sé de qué ni de quién? No sé qué están buscando.


- Sólo tienes que protegerle a él, nada más.


- ¿Debo preguntarle a Minato?


- No obtendrás la respuesta que buscas, él tampoco sabe nada.


- ¿Su clan le ha ocultado su propio secreto? ¿Por qué? – preguntó Madara.


- Igual que nosotros ocultamos el Mangekyou Sharingan a los jóvenes. Por seguridad. Si los jóvenes lo supieran harían auténticas masacres a sus amigos para obtener ese poder.


- Confías poco en el clan. No creo que sean tan macabros.


- Por favor, Madara… los Uchiha siempre hemos buscado una cosa, el poder y lo tenemos al alcance de matar a una única persona. Muchos ninjas mueren en misiones, sería fácil para ellos obtener el poder. Es mejor que quede oculto.


- ¿Qué tiene Minato?


- No puedo decírtelo.


- Dímelo o yo mismo revelaré a todo tu clan el secreto del Mangekyou Sharingan.


- No serás capaz de arriesgarte a una masacre por el secreto de ese chico Namikaze.


- Ponme a prueba – le dijo Madara enfadado.


- De acuerdo. Te contaré lo que hablé con el Hokage y el acuerdo al que llegamos por tu matrimonio.


Tajima se sentó en el cojín y sirvió un pequeño vaso de cerámica blanca con sake a su hijo mientras se servía otro él mismo. Madara lo miró algo incrédulo aún de que fuera a contarle todo pero tras fruncir el entrecejo como solía hacer, aplacó su ira y se sentó en el cojín cogiendo el sake.


Izuna entrenaba con su sobrino en el jardín cuando escuchó la puerta abrirse y ver a su hermano salir como alma que llevaba el diablo. Algo había ocurrido entre ellos dos y la conversación seguro que no había sido nada fluida. Miró hacia la puerta para comprobar que su padre no salía así que decidió dejar a Itachi con su madre y con Mikoto que arreglaban el jardín con dulzura y entró en el despacho.


- ¿Está todo bien? – preguntó.


- Tu hermano tiene demasiado temperamento – comentó su padre – no me extraña en absoluto que fuera el único capaz de hacer ese absurdo acuerdo de invocación con el Kyuubi.


- Papá… - se quejó Izuna cerrando la puerta tras él – sabes que eso es un secreto, no lo digas tan alto.


- Pero es cierto, se empeñó en atrapar a esa bestia y…


- Se empeñó en capturarla y hacer ese trato para impedir que anduviera suelta por ahí destruyendo todo a su paso y lo sabes. Le costó mucho hacer ese trato.


- Y tanto… esa fiera es indomable, ni él la invoca nunca. Consume todo el chakra y se apodera de su invocador, todos lo dicen.


- Madara consiguió controlarla con el sharingan y lo sabes.


- Sí… el tiempo justo para obligarle a firmar el contrato de invocación, es como una fiera indomable atrapado y cuando lo saque querrá vengarse de él. No debió hacer ese acuerdo con ese bicho.


- ¿A qué viene lo del Kyuubi? Creí que estaba todo controlado, nadie lo sabe. – Izuna miró a su padre y al ver su rostro supo que alguien lo sabía – El Hokage lo sabe, ¿verdad? ¿Le obligaste a casarse con Minato para que le defendiera con tal de que no se supiera que tu primogénito tiene al Kyuubi?


- No es tan sencillo como lo estás imaginando, Izuna. Esto es más complejo de lo que crees.


- Ya veo… pero no me lo vas a contar.


- No – dijo Tajima – ahora déjame solo, no quiero más discusiones por hoy.


- Claro. Con permiso – comentó Izuna saliendo de allí.


Cuando Izuna salía de la casa, se encontró a Minato que salía por la puerta principal de su casa seguramente buscando a su esposo, así que caminó hacia él con una sonrisa.


- Ey, Minato. ¿Buscas a Madara?


- Sí, ¿dónde está? Dijo que volvería pronto pero…


- Nos surgió un pequeño problema.


- ¿Él está bien?


- Sí, encontramos a la persona que había envenenado la leche pero lamentablemente sólo era un peón prescindible de los auténticos asesinos. Una mujer obsesionada con tu esposo.


- Oh. ¿Quién es? – preguntó curioso.


- Era una Uchiha, pero ya no tiene importancia.


- ¿La habéis…? – preguntó preocupado.


- No, nosotros no aunque seguro que a Madara le habría gustado hacerlo. Han sido los asesinos de los Namikaze. Creo que eso implica que ahora también es un problema Uchiha, su padre pedirá la cabeza del responsable así que… vendrá bien su asesinato aunque no lo tuvieran pensado, acaban de meter al clan Uchiha al completo pidiendo venganza por lo sucedido.


- Lo siento, no quería meteros a vosotros en esto.


- Ya estábamos dentro nos gustase o no cuando te casaste con Madara, sólo que aún nadie se había percatado de lo que eso suponía en realidad. Ahora se tomarán más en serio la búsqueda de los culpables.


Minato seguía tenso y miraba hacia la calle con aquel hombre de la policía encendiendo las antorchas a cada lado por la oscuridad que empezaba a aparecer. La noche caía y el frío también venía con ella.


- Toma esto – le dijo Izuna quitándose la chaqueta con el emblema del clan Uchiha colocándosela sobre los hombros – iremos a buscar a Madara, no estará muy lejos.


- Está caliente – comentó Minato lanzando el aliento a sus frías manos que las guardaba enseguida bajo la chaqueta que Izuna le había puesto.


- Me alegro. Sólo me faltaría que te resfriases ahora después de lo que has pasado. Tu esposo me mata como te ocurra algo – comentó y Minato sonrió.


- No es tan malo como parece.


- No puedo creerme que me hayas dicho eso – comentó Izuna sonriendo y Minato frenó en seco – si no lo recuerdas…


- Fueron las primeras palabras que me dijiste de él cuando llegué al clan – recordó Minato sonriendo – ahora me acuerdo. No las había tenido en cuenta aquella vez.


Ambos chicos caminaron por el clan buscando a Madara pero todo el mundo parecía estar fuera colocando adornos de flores de cerezo por sus hogares.


- ¿Qué están preparando? – preguntó Minato.


- Una antigua tradición del clan. El festival del invierno – comentó – aún quedan unos días para su celebración pero todos empiezan bastante anticipados debido a la emoción.


Siguieron su camino cuando al girar una esquina, Minato se giró buscando a un despistado Izuna que se había quedado ligando con una chica que colocaba unos adornos. Se extrañó cuando un chiquillo le tocó la chaqueta tirando de ella, no tendría más de cuatro años.


- ¿Eres el Namikaze? – preguntó el niño.


- Sí.


- Yo soy Shisui Uchiha. Mi mejor amigo dice que tú eres el esposo de su tío.


- Oh… yo… no sabía que tenía un sobrino – comentó extrañado pero el niño sonrió marchándose hacia su casa tras comentar que estaba encantado de conocerle con todo el respeto que les enseñaban a los Uchiha.


Vio al niño ir hacia Izuna y como su madre, la chica con la que intentaba ligar Izuna le decía a Shisui que le ayudase a colocar algunos detalles en el jardín.


Minato sonrió al ver lo torpe que a veces parecía Izuna en cuestiones de seducir y luego siguió caminando por la calle hasta que encontró a su esposo frente a una chica. ¡Le estaba besando! Y aquello no se lo esperó. Vio cómo Madara apartaba a la mujer y luego se giraba hacia Minato sorprendido de verle allí.


- Minato – le llamó.


- Ni se te ocurra – comentó Minato desapareciendo de su vista.


- Oh, por Dios… no empieces otra vez – le gritó Madara – y contigo… ya hablaré seriamente – le dijo a la mujer con enojo en su mirada desapareciendo en el Kamui tratando de llegar a Minato, pero cuando lo encontró… no le gustó nada lo que vio.


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