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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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En la oscuridad de su habitación, Sasuke podía recordar claramente todas y cada una de las palabras que Kakashi había utilizado para definirle. Prácticamente le había acusado de aprovecharse de él, de ser sólo un crío, de ser ese arrogante Uchiha acostumbrado a salirse con la suya. Estaba enfadado con él por lo sucedido aquella noche y algo dentro de él, sabía que su relación iba a cambiar pero también sabía otra cosa… Kakashi no volvería a ese bar a emborracharse, no teniendo en mente la posibilidad de volver a ceder a sus instintos y lanzarse sobre ese arrogante Uchiha.

 

Trató de volver a dormir. ¡Había mentido a su tío! Y no era algo de lo que se sintiera orgulloso, pero… no podía decirle la verdad. Aun así, cuando pasó al lado de Kazuto, sintió como si él supiera exactamente todo lo que había pasado. La preocupación de que le contase sus instintos a su tío era otro de los motivos que no le dejaban terminar de conciliar el sueño. Trató de relajarse, quizá mañana viera las cosas de otra forma.

 

Ya amanecía cuando la respiración agitada y el brusco movimiento de su esposo, sobresaltó a Izuna despertándose al instante. Últimamente dormía poco, siempre por su esposo aunque jamás le culparía de nada. Con los días no parecía mejorar, sus pesadillas continuaban aunque, por momentos, empezaba a pensar que lentamente se le pasarían. Ahora ya no se despertaba a mitad noche, ya era prácticamente de día. Quizá si tuviera una mejora aunque no la que él esperaba.

 

- ¿Estás bien? – le preguntó Izuna.

 

- Sí. Es sólo...

 

- Una pesadilla, lo sé.

 

- Lo siento. Seguro que no te dejo dormir. Me iré a otro cuarto a dormir.

 

- Ey – le llamó Izuna cogiéndole de la muñeca para evitar que se levantase - No vas a irte a otro cuarto. Me da igual las veces que me despiertes, quiero estar contigo, recuperar el tiempo que nos han robado.

 

- No quiero ser una molestia para ti, Izuna.

 

- No lo eres. Eres la persona que más amo y con la que prometí estar el resto de mi vida, sigo pensando igual.

 

- Ya casi ni podía recordar lo dulce que eras – sonrió Kazuto acariciando el rostro de su esposo.

 

- Entonces me encargaré de recordártelo de nuevo.

 

Izuna rozó con sus dedos la sonrojada mejilla de Kazuto ofreciéndole una de sus mejores sonrisas mientras se acercaba a sus labios con mucha lentitud hasta conseguir rozarlos, hasta estar seguro de que su esposo no rechazaría aquel acercamiento. Fue un beso lento y calmado, un beso en el que ambos disfrutaron dejándose llevar por aquel sentimiento que hacía años tenían guardado y no habían podido expresarse.

 

- Quiero encontrar a nuestro hijo – dijo al final Kazuto rompiendo la magia de aquel beso.

 

- No puedo dejar que vayas – le dijo Izuna algo más serio.

 

- ¿Por qué no? Sé que has organizado una búsqueda para hoy, que vas a llevarte a parte del clan Uchiha, quiero ir.

 

- No puedo perderte otra vez, ¿vale?

 

- No lo harás.

 

- Kazuto… los que te retuvieron te quieren muerto y no puedo ni quiero arriesgarme a que te encuentren otra vez y cumplan su propósito. Déjanos encargarnos a nosotros, por favor.

 

- Puedo ser tus ojos en ese campo y lo sabes.

 

- ¿Cómo sabes…?

 

- ¿Crees que no iba a darme cuenta? Os he escuchado hablar a tu hermano y a ti miles de veces sobre el asunto de tus ojos. Él también está empezando a perder la visión.

 

- ¿Hasta dónde escuchaste, Kazuto? – preguntó preocupado Izuna.

 

- Hasta donde habláis de una solución. Venga… si hay una opción de que ambos veáis, ¿cuál es el problema?

 

- Es una operación, Kazuto. Deberíamos intercambiarnos los ojos. Es la maldición del clan Uchiha.

 

- Pero… no lo entiendo. Si hay una solución no sé por qué no lo hacéis.

 

- Porque ahora mismo no podemos fiarnos de nadie – soltó Izuna como si nada - ¿No recuerdas nada del motivo por el que estuviste siete años allí encerrado? Estuviste allí porque un idiota te mandó a una misión suicida para descubrir a un traidor. A día de hoy seguimos sin saber quién es.

 

- ¿Y crees que yo lo sé?

 

- No lo sé, es posible.

 

- ¿Por eso es que no recuerdo nada? Me lo hice yo, ¿verdad? ¿Es este sello?

 

- Sí, Kazuto. No podemos ir al hospital a hacernos una operación y arriesgarnos a que el traidor se entere y robe el sharingan.

 

- ¿Cómo es posible que pueda ocultarse durante siete años sin ser descubierto?

 

- Ése es el gran misterio. Yo creo que es alguien importante y desde luego mi principal sospechoso está en Tobirama, controla a los ANBU, el ejército mejor preparado, sería intocable y sus compañeros le taparían sus fechorías, pero claro… sólo es una conjetura, no tengo pruebas contra él.

 

- No sé quién es – dijo Kazuto – pero me mandó flores al hospital, había una tarjeta con su nombre.

 

- ¿Y se te olvidó decirme eso?

 

- No sabía que tenía que decírtelo, la mitad de la villa me mandó flores. No creí que él fuera a ser importante. Estás muy tenso – le dijo Kazuto sacando aún más de las casillas a Izuna.

 

- Y tú muy relajado.

 

- Yo lo único que quiero es sacar a mi hijo y que vuelva a mi lado. Del traidor tengo más tiempo para ocuparme. Ni siquiera sé de qué va todo esto.

 

- Voy a… organizar la búsqueda de nuestro hijo. Quédate en casa. Llamaré a Minato para que venga a hacerte compañía.

 

- ¿Compañía o es para que no me escape a buscarle con vosotros?

 

- Ambas – dijo Izuna enfadado viendo cómo peligraba su matrimonio con todo aquel asunto.

 

Izuna se vistió con su uniforme Ninja pese al enfado que llevaba en aquel momento, ni siquiera era un enfado con Kazuto, simplemente había sido una víctima en todo aquel jaleo que se había montado en Konoha y aun así, no podía evitar estar tenso con él, quizá por la angustia de saber que tenía que protegerle, que le había fallado una vez. Iba a marcharse cuando algo se lo impidió, esa sensación de culpabilidad. Se giró de nuevo hacia un molesto Kazuto y lo cogió con fuerza de la cintura besándole con pasión, sorprendiendo aún más a su esposo.

 

- Te quiero, ¿vale? – le aclaró Izuna – y no estoy enfadado contigo pese a que lo parezca, es sólo…

 

- Por la situación. Lo entiendo. Puede que no recuerde mucho de mi pasado, básicamente acabaría antes si enumero lo que recuerdo pero… sé que te amaba, porque eso no se puede olvidar. Confío en ti y aunque me moleste quedarme entiendo que estés preocupado y prefieras que me quede.

 

Izuna sonrió acariciando con delicadeza la mejilla de su esposo. Seguía siendo ese chico dulce y comprensible bajo un manto de frialdad y desconfianza. Por un momento, entendió que podía volver a tener a ese chico, quizá no al cien por cien de lo que una vez fue, esa parte defensiva la tendría siempre. No era fácil superar un trauma como el que había vivido durante siete años, las torturas, los experimentos, un parto que ni siquiera esperaba, su carácter de querer defender a los suyos a cualquier coste se había quedado presente en él, pero al menos, no había desaparecido su parte tierna, ésa de la que él se enamoró.

 

- Voy a recuperarle, ¿vale? Confía en mí.

 

- Lo hago – dijo Kazuto con una sonrisa – aunque me pongas niñeras, sigo confiando en ti. Eres mi esposo y sé que nunca me traicionarías.

 

Kazuto no quiso entretener más a su esposo, así que dejó que se marchase tras recibir un suave y protector beso en la frente. No pudo evitar mirar desde la ventana la entrada al gran jardín de su casa, gran parte del clan estaba allí reunido, incluido Madara. Seguramente estarían trazando algún plan antes de salir en la búsqueda pero Kazuto, por más que deseaba unirse, tuvo que quedarse allí hasta que les vio partir.

 

Estuvo limpiando un poco la casa antes de que su mejor amigo llegase, aun así, le pilló justo cuando iba a ponerse a arreglar algunas plantas del jardín. Izuna nunca tuvo mano para ellas, en cambio, parecían adorar a Kazuto y sus cuidados.

 

- Hacía mucho que no te ocupabas de plantas, ¿verdad? – le preguntó Minato con una sonrisa – déjame ayudarte.

 

- No sé si habré perdido la mano ya con ellas – sonrió Kazuto.

 

- Eso nunca se olvida, te lo aseguro. Aunque la verdad es que yo no soy tampoco muy bueno con las plantas, en cambio mi madre… tiene un jardín precioso, hasta mi esposo parece ser más manitas que yo en el campo de la jardinería.

 

Los dos rubios miraron con cierto desánimo el gran macetero donde las plantas se morían lentamente y suspiraron.

 

- Creo que Izuna es aún peor que yo para cuidar del jardín – dijo Minato y tras dos minutos de tenso silencio, los dos estallaron en una carcajada.

 

Enseguida empezaron a trasplantar aquellas pobres plantas a un lugar mejor y más fértil. Era increíble lo que hacían siete años en la vida de cualquiera, hasta de un simple jardín. Kazuto ni siquiera recordaba haberlo tenido de esa forma. Pensar en el trabajo que tenía por delante, le hacía olvidar parte de sus preocupaciones, aunque no podía dejar todo a buen recaudo. Miraba a Minato de vez en cuando, indeciso sobre si preguntarle o no sus dudas. Minato enseguida vio aquella mirada que tan bien conocía en su mejor amigo.

 

- ¿Qué ocurre?

 

- Nada – dijo Kazuto cambiando la mirada hacia la planta.

 

- Te conozco bien. Es posible que no me recuerdes pero te aseguro que hemos estado juntos desde que nacimos, eres mi mejor amigo, así que suéltalo. Sé que hay algo que te anda rondando por la cabeza.

 

- Tobirama – dijo de repente - ¿Quién es?

 

- Es el líder de los ANBU, el que creó la policía Uchiha para mantener contentos a los Uchiha y que no interfirieran en la paz de la villa. Antiguamente, el clan Senju era muy poderoso, tan sólo igualado por los Uchiha, lo que hacía que siempre combatiesen. Cuando un pueblo contrataba al clan Senju, el rival contrataba a los Uchiha, era un ciclo continuo de muertes. Al final, Madara en su adolescencia consiguió crear la paz con Hashirama y formaron la villa, una unión un poco complicada viendo sus diferencias, es una paz frágil, así que ambos clanes tratan de alejarse mutuamente para evitar confrontaciones innecesarias. A veces se les va un poco las discusiones y no es que se lleven precisamente bien aunque se toleran, que ya es algo.

 

- Izuna cree que Tobirama tiene algo que ver con todo el asunto del…

 

- Del traidor – aclaró Minato – aun así no vayas diciéndolo mucho por ahí, poca gente sabe esa información. Sólo la familia cercana.

 

- ¿Crees que es el traidor? – preguntó Kazuto.

 

- No lo sé, pero descubrí algo hace un tiempo. Ni siquiera he querido contárselo a los Uchiha, menos a mi marido o al tuyo y es que crear una guerra entre esos dos clanes sería una catástrofe.

 

- ¿Qué descubriste?

 

- Tu kunai – dijo Minato sin más sacando de su cinturón un kunai que Kazuto reconoció enseguida como suyo.

 

- ¿Por qué tienes un kunai mío?

 

- Hace siete años, te mandaron a una misión. Sin duda alguna te envió Tobirama pese a que no eras un ANBU, lo habías dejado. Izuna piensa que fue él quien te mandó allí sabiendo que te capturarían, sólo es una hipótesis. Al principio no quería creer esa teoría, era descabellada puesto que Tobirama fue el segundo Hokage, luchó mucho por mantener la paz en la villa entre ambos clanes pese a sus desacuerdos con los Uchiha. No creí que pudiera poner en peligro esa paz por fastidiar tan sólo a un Uchiha.

 

- ¿Qué te hizo cambiar de idea?

 

- Encontrar tu kunai con el antiguo sello de los Senju grabado. Al principio no lo reconocí, creí que era un sello, investigué escrituras, kanjis, hasta iconografías, al final, acabé recordando que los Senju se habían cambiado el emblema cuando ambos clanes se unieron para formar Konoha. Fue al archivo y allí estaba. Pusiste en sello antiguo de los Senju por algo y no sé por qué aún.

 

- ¿Tienes ese archivo?

 

- En mi oficina – dijo Minato sonriendo pero antes de que pudiera decir algo más, ambos se habían teleportado hasta allí con una gran sonrisa.

 

Minato buscó entre sus cajones bien cerrados con llave hasta encontrar los archivos que buscaba. Por más que Kazuto miraba el kunai, ni siquiera recordaba haber puesto ese símbolo, tampoco recordaba haberlo visto nunca así que no estaba del todo seguro.

 

Al mirar en el archivo y empezar a leer la historia recogida en los últimos años sobre la fundación de Konoha y la guerra a la que se enfrentaron, una fotografía entre cientos llamó la atención de Kazuto.

 

- ¿Quiénes son?

 

- El equipo de Tobirama en la guerra, Kagami Uchiha, Torifu Akimichi, Koharu Utatane, Homura Mitokado, Danzo Shimura y Hiruzen Sarutobi – comentó Minato – dicen que un grupo de enemigos les perseguía así que uno de ellos debía decidir quedarse atrás y ser un cebo, distraer a los enemigos para que el resto escapasen. Creían que Danzo se propondría voluntario como hicieron una vez sus padres, pero algunos rumores cuentan que se heló de miedo, fue Hiruzen quien al final decidió hacerlo.

 

- ¿Y qué ocurrió?

 

- Tobirama no se lo permitió. Él era el segundo Hokage, así que nombró tercer hokage a Hiruzen Sarutobi y se quedó atrás. Todos le dieron por muerto pero… un día sin más apareció. Fue extraño porque ni siquiera quiso recobrar su título de Hokage y al final, Sarutobi me lo cedió a mí. Tobirama prefirió entrenar a los ANBU. Era un héroe de guerra así que se le permitió.

 

Kazuto sonrió como si se hubiera dado cuenta de algo importante. No recordaba quién era el traidor, pero ahora mismo tenía una idea bastante clara de todo lo que estaba ocurriendo con aquella información y todo lo que le había ocurrido a él.

 

- Voy a ir a hablar con Tobirama Senju – dijo Kazuto sonriendo - ¿Dónde está la base ANBU?

 

- ¿Estás seguro de eso? Creo que no es buena idea hablar con él.

 

- Quiero hacerlo. Pondré la excusa de agradecerle el detalle de las flores que me mandó. Sólo quiero preguntarle qué ocurrió aquellos años que estuvo desaparecido en territorio enemigo – sonrió Kazuto.


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