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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Un fuerte sonido retumbó por aquel empedrado pasillo. Alguien había golpeado la dura roca fracturándola, rompiéndola. Tras aquel sonido, una maldición se escuchó recorrer el pasillo, puerta a puerta en todas las estancias de aquella guarida llegó aquel grito seguido de un segundo puñetazo a la pared.


- Maldición, sacad la información – gritó Orochimaru.


- Ya le he dicho, señor, que es imposible. No conozco esa habilidad.


- Pues estudia y encuentra una forma de llegar a su cerebro – repitió.


- No se puede entrar, ha encerrado sus recuerdos en una zona segura de su cabeza, no puedo acceder a ellas. Ese chico no dirá nada, ahora mismo es como un niño pequeño que está aprendiendo cómo hablar, cómo caminar, sólo tiene recuerdos básicos de subsistencia, todo lo importante lo ha encerrado bajo unos sellos que no conozco en absoluto.


- Son de los Namikaze, expertos en sellos.


-  Esa habilidad no es de los Namikaze.


- Los Uchiha le habrán enseñado a hacerlo y él habrá mejorado esa habilidad colocando los sellos de los Namikaze. ¿Cómo ha podido esconder toda la información sin que podamos acceder a ella?


- No lo sé. En teoría no necesitaría mucho tiempo, seguramente cogió toda la información importante, la ha metido en algún lugar de su cerebro y la ha bloqueado con esos sellos. Para acceder a ella necesitaríamos algo.


- ¿Algo?


- Como una contraseña, resolver sus sellos, no lo sé, es posible que lo haya vinculado a una palabra, a una imagen, a un recuerdo, no lo tenemos muy claro.


- Explícame mejor lo que ha hecho esa habilidad – pidió Orochimaru.


- Ha vinculado la información a algo. No quiere borrarla porque sabe que es importante pero… la ha metido en una zona del cerebro encerrado bajo llave, una llave que no tenemos. Es posible que al decir una palabra concreta que sólo sus amigos o él sepa se desbloqueé todo y la información volvería a su mente.


- Pero no sabemos qué es.


- No – dijo Kabuto – no sé a qué lo ha vinculado. No puedo acceder a esa información. Es un chico listo.


- ¿Y el secreto del sharingan?


- Encerrado, junto a la información del traidor de la villa, junto a toda la información de las habilidades de los Namikaze, ha escondido prácticamente todo.


- ¿Qué ha dejado intacto? ¿Qué recuerda?


- Que está casado con Izuna, de quién es hijo, a su mejor amigo, recuerda que es profesor pero ha escondido las misiones que ha hecho, escondió hasta quiénes han sido sus alumnos.


- Al menos sabemos que Izuna no es una clave para desbloquear sus recuerdos si ha dejado esa información visible.


- Quizá sí lo es, quizá es algo en común entre ellos, algo que hayan vivido juntos, una palabra que sólo conozcan ellos. Se ha dejado el recuerdo de que es su esposo por algún motivo, no lo ha ocultado – expresó Kabuto.


- O quizá es para confundirnos y llevarnos en otra dirección. Ese traidor de Konoha tenía razón, el chico es inteligente. No debimos subestimarle.


- Hablando del traidor… está en la sala esperándole – le comentó Kabuto.


- ¿En serio? No debía haberse arriesgado a venir hasta aquí tal y como están las cosas.


- Quiere saber si ese chico ha hablado.


- Cómo no – comentó Orochimaru saliendo de la estancia para ir a ver a aquel extraño hombre.


Orochimaru sabía de sobra el motivo por el que aquel hombre estaba allí arriesgando su posición, quería saber si Kazuto había descubierto su identidad, si sabía quién era el traidor de Konoha. Aún pensaba en cómo decirle a ese hombre que no tenía ni idea, que Kazuto había ocultado toda su información en un rincón de su cerebro al que no podían acceder. Ahora mismo, ya no era el Kazuto que conocían, ni siquiera sería un ninja al completo, sus mejores técnicas las había ocultado con el resto de información para que no tuvieran acceso a ellas, era como un niño pequeño encerrado aprendiendo de cero, sin entender nada. Poca información había dejado disponible, demasiado poca.


Entró en la sala observando aquella figura encapuchada. Había cumplido su parte del trato, le había dicho dónde estaría ese escuadrón y le había servido en bandeja de plata a Kazuto, o casi… porque había perdido demasiados hombres en el intento de captura.


- Creí que no volvería a verte. Es una insensatez que estés por aquí, podrían descubrirte.


- Ese chico puede descubrirme y quiero saber qué es lo que sabe de este tema – se escuchó su ronca voz.


- Lamentablemente no puedo satisfacer tu curiosidad, ese chico ha encerrado toda la información en un lugar al que no puedo llegar. Sólo él sabrá cómo desbloquear esa parte del cerebro donde la ha retenido. Te has arriesgado mucho viniendo aquí, si ese chico sabe algo podría descubrirte.


- Si sabe algo estaré perdido igualmente.


- Pero si la información era falsa y te ve aquí, sabría que eras tú, que le habían mentido. Es insensato venir y exponerte frente a él.


- Cierto, pero él no me ha visto. ¿Lo tenéis bajo custodia?


- En la mazmorra. Estamos preparándole para los experimentos.


- Matadle – confirmó aquella figura – es un riesgo mantenerle vivo. Podría recordar en algún momento quién es el traidor y desvelar mi identidad.


- No voy a matarle – sonrió Orochimaru – me prometiste el sharingan y es lo que voy a tener. Ese chico me lo dará.


- Esto es mucho más importante que esos ojos. Está en juego mi reputación en la villa.


- Me da igual tu reputación en la villa, ese chico seguirá vivo hasta que me dé lo que quiero y lo que me prometiste. He perdido dieciséis hombres sólo a sus manos, estuvo a punto de llegar a la villa, He perdido otros trece hombres para asesinar a Sakumo y a su compañero, he apostado mucho para poder tener a ese crío aquí y casi se me escapa. Ahora que lo tengo yo me ocuparé de él. Tu secreto está a salvo, ese chico no recuerda nada, ya te he dicho que encerró toda la información, no hay forma de que la saque, ni siquiera sabemos si la información sobre el traidor que recibió es cierta o le dieron una pista falsa. Quizá le mintieron pero eso ya no lo sabremos.


- De acuerdo – comentó ofuscado aquella figura – pero no quiero volver a ver a ese crío cerca de mí. Si hay una mínima posibilidad de que me descubra frente a Konoha, yo mismo lo mataré con mis propias manos. Además quiero que me informe sobre los avances de su investigación.


- Y yo necesito que consiga el esperma de Izuna para ese crío.


- Llevará tiempo, no es fácil conseguir algo así.


- Haga pruebas médicas a sus ANBU, de toda clase, ya me entiende – sonrió Orochimaru.


- Izuna ya no está en los ANBU.


- En la policía Uchiha… creía que también tenías acceso a ese departamento – sonrió aún con mayor énfasis Orochimaru – estaré esperando la muestra.


La figura encapuchada se marchó enseguida. Orochimaru sabía de sobra que estaba enfadado por no haber conseguido la información que deseaba de aquel chico, pero tampoco le suponía un riesgo, al menos no por el momento. Fuera lo que fuera donde había dejado la clave para abrir aquella sección de su cerebro donde retenía la información, no debía estar cerca. Ese chico era listo, lo había demostrado y sabía que no dejaría una clave cerca de sus enemigos.


Caminó hacia la zona del laboratorio, allí le esperaba Kabuto que terminaba de atar con fuerza las muñecas de Kazuto a una de las camillas. Aún no había tenido opción de ver a ese chico rubio hasta ese momento. Aún tenía el rostro manchado en sangre al igual que sus manos de los enemigos que había asesinado pero sus ojos estaban perdidos, un niño asustadizo que no entendía nada, un simple muñeco de trapo que ni siquiera había aprendido a hablar. Miraba con curiosidad todo a su alrededor pero no se resistía, no tenía recuerdos de nada como para pensar que algo estaba mal en todo aquello.


Orochimaru cogió una de las manos de Kazuto observando aquel extraño símbolo tatuado encima del nudillo del dedo gordo, estaba claro que había hecho algo, alguna técnica que ellos desconocían y que había salvado todos los recuerdos de ese chico, los había alejado de su enemigo. Orochimaru sonrió acariciando aquel símbolo.


- Muy inteligente apartarme del secreto del sharingan, pero igualmente lo obtendré, ya sea a las buenas o a las malas. Empecemos – sonrió Orochimaru cogiendo uno de los bisturíes.


Kazuto cerró la puerta del pasillo como si eso impidiese que el resto de los secuaces supieran lo que allí ocurriría pero todos sabían perfectamente lo que Orochimaru planeaba con aquel chico, no se detendría hasta conseguir un Uchiha para él solo, hasta conseguir apoderarse del sharingan y todos sus secretos.


Los gritos de Kazuto se escucharon al momento y aunque algunos pasaban cerca de aquella robusta puerta asombrándose por el sonido, nadie se atrevía a entrar, nadie en su sano juicio sería tan estúpido como para interrumpir a su jefe e interponerse en su meta. Todos sabían que quizá ese chico había salvado sus recuerdos, los secretos de su villa y el clan que le vio crecer, el clan de su esposo que le acogió pero no podría escapar a la perversión de Orochimaru. Crear un útero desde cero, un útero que funcionase a la perfección sería un trabajo arduo pero delicado, un trabajo de años de investigación. Todos sabían que aquel chico que ahora sólo parecía un chiquillo sin habla, acabaría convirtiéndose a base de dolor y sufrimiento en algo mucho peor de lo que hoy estaba allí.


Quizá Orochimaru no se daba cuenta o quizá sí pero no le importaba. Estaba convirtiendo a un superviviente en algo mucho peor, en alguien que haría cualquier cosa por salir con vida de allí, convertiría a alguien inocente en alguien a quien no le importaría nada con tal de conseguir escapar de sus torturas. El carácter de ese chico iba a transformarse. Orochimaru estaba creando al peor de sus enemigos pero le daba igual siempre y cuando obtuviera el tan deseado sharingan.


Durante los siete años de cautiverio, Kazuto aprendió a hablar, aprendió nuevas técnicas en secreto, se fortaleció a base de golpes y torturas pero en su mente sólo hubo un objetivo, escapar. En su mente sólo un recuerdo perduraba, un recuerdo feliz que le había hecho sobrevivir hasta ese día, el recuerdo de su esposo, aquellas palabras dulces que le dijo antes de marcharse. Le prometió que volvería y eso haría.


Fueron siete años que no vio la luz del sol. Encerrado en aquella fría mazmorra soportando experimento tras experimento, soportando todo lo que pudo, hasta que le arrebatasen a su hijo el día del tan esperado parto.


Kazuto miraba a través de la reja de la mazmorra. Sus kunais siempre habían estado en aquella mesa del vigilante pero jamás había podido cogerlos, tampoco habría sabido utilizarlos. Sus recuerdos estaban borrosos, apenas recordaba algunas cosas pero esos siete años… lo único que había tenido había sido tiempo, mucho tiempo para pensar, para entrenar en secreto, para mejorar, para idear mil formas de escapar, idear mil formas en que mataría a Orochimaru de forma lenta y tortuosa.


El llanto de su hijo le sacó del ensimismamiento en el que se encontraba. Tenían a su hijo y sabía que no se lo darían, sabía que él ya no sería útil. Orochimaru tenía lo que tanto había buscado en él. Era hoy o nunca para escapar antes de que dieran la orden de asesinarle. Hoy era el día en que su infierno acabaría, porque el único infierno que empezaba sería el de sus enemigos. Aquellos ojos antaño azules como el mar más cristalino, hoy eran fríos como el hielo más impenetrable, su mirada había dejado de reflejar a un niño asustadizo para dar lugar a un ninja con sed de venganza, uno que no se detendría hasta que todos sus enemigos cayesen. Esos ojos se fijaron en la luz de las antorchas que se reflejaban en la piedra de las paredes. Iban a por él pero él… les esperaba.


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