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Te Amo y Por Eso Tienes el Poder Para Destruirme por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Hola mis queridos lectores y lectoras como están?

A cuidarse mucho por favor

Aquí otro capi de esta historia que se enreda y desenreda. Paciencia con mi Camus plis

. Espero que este capi les distraiga un momento al menos.

Sin más pasen y lean.

Los quiero mucho.

 

Te amo y por eso tienes el poder para destruirme.
Pero confío en que no lo harás.
 
 
Capítulo 16. Relación abierta.
 
 
A pesar que la lluvia se detuvo hace un par de minutos por el cristal de la ventana resbalaban las últimas gotas antes de perderse en el infinito. Una tras otra, sin seguir algún orden en específico solo caían. Y así a la deriva se sentía él mismo, sin tener opción en aquel juego de azar que había empeñado su corazón.
 Incómodo, impotente y angustiado ¿Cómo más se sentía? Alejado de su verdadero propósito de esa noche. 
Pero por mucho que le de vueltas él no era importante esa noche, no, siquiera podía pensar en él mismo. Sólo en Camus. 
Demasiado tarde se dio por enterado de todo lo que se armaba en contra del Caballero de Acuario, cerró los ojos para recordar la expresión de éste al momento de verse en la lejanía desde la playa hasta el techo de su Templo. Tanta ilusión y alegría. Era la primera vez que veía eso en ese rostro. 
Se preguntaba que estaría pasando Camus en esos momentos. 
Al verlo ascender por la escalinata y perderse en el interior de las Salas del Patriarca, sabía que esa noche no se verían más. Al volver a su Castillo obtuvo la explicación. Pandora había recibido las noticias del rumor que se espacia tal cual pólvora en el Santuario. Ninguno estaba enterado. Sólo habían saludado a Athena por la mañana y partido a sus tierras antes del banquete. Ni por un pelo vieron asomarse al gigante que quería aplastar lo sucedido entre Hades y Camus.
- Señor, ¿Ha sentido eso?
- Si. Mi hermano se ha presentado. Encárgate Pandora
La mujer estaba en la misma sala que él, solían hacerse compañía algunas noches, mientras crepitaba el fuego en una chimenea de piedra ornamental. Cada uno compartiendo sus problemas existenciales y sin los que no podían existir. Hades al menos pensaba eso, que sus problemas lo definían… Camus era entre todo lo que significaba para él, un acertijo también. Siempre triste, siempre lloroso, noche tras noche en el techo de su Templo ¿Por qué? Y cuando lo trato de tú las preguntas se convirtieron en exclamaciones de acierto. CAMUS NO MERECE ESO.  
Hades cerraba lo ojos y pensaba que tanta inmortalidad no le estaba sirviendo de mucho si de Camus se trataba. Estaba convencido que darle su espacio, tiempo y tratarlo con paciencia eran una buena manera de ser correspondido en sus sentimientos pero las situaciones a los que fueron arrastrados no estaban a la par de sus planes. 
Él no quería exponer a Camus, no quería que hablen a sus espaldas o causarle algún inconveniente y al  final era todo lo que había obtenido. 
Se alejó de la ventana intentando alejarse de la oscuridad de la noche y sus pensamientos que se contagiaban de penumbra empapada de lluvia. Su hermano estaba ahí, cruzando la puerta que los separaba. No era un misterio su presencia a esas altas horas de la noche, era obvio que venía a platicar sobre los asuntos que se desenredaban en el Santuario. 
El papel de Saori como Athena era algo que siempre era cuestionable y puesto bajo vigilancia. El rey de los dioses la acosaba y debajo de toda la mueca de seriedad que portaba se entretenía también. Después de todo Zeus era un dios que encontraba oportunidades para sacar a los demás de su zona de confort y sobrellevar sus días infinitos. Le encantaba demostrar su poderío.
- Esta vez se ha comportado a la altura que se esperaba de ella – dijo Zeus una vez que le relatara los acontecimientos – Después de todo no iba a poner en riesgo su Santuario. 
Hades también estaba consciente que su hermano estaba al tanto de lo sucedido entre él y Camus ¿Qué presteza existía en venir a esas horas y relatar algo que a él le importaba mínimo? Claro, sabía que su interés estaba al máximo. 
- Tu humano – le dijo - ¿Por qué un humano? 
- Sabré yo porque – respondió.
- Será interesante cómo terminará está historia. Más si intervengo.
- No. Ya lo has hecho y mira el resultado.
- Entonces ese humano si te importa.
¿Decir que sí era suficiente motivación para que Zeus intervenga o simplemente para que se retire del tablero?
- No intervengas – no sonó a una petición – Camus de Acuario no merecía el teatro que montó Athena. Y por los próximos tiempos venideros tengo pensado frecuentar con él. 
- ¿Por qué un Caballero y del más alto élite de Athena? – Dijo Zeus socarrón – Voy a admitir que es una excelente jugada política.
Hades no dijo más. Zeus podía perderse en sus propios intereses pensando que todos veían el escenario desde su perspectiva. Todo se resumía a eso, fichas y tableros, dioses y no dioses. Ganar o ganar, para Zeus no había más.
 
 
Esa noche pensó que le estaba haciendo un favor a Camus, que esa pócima bebida por él era una especie de ayuda emocional para que afronte sus problemas sentimentales sin tanta barrera moral o preocuparse del qué dirán los demás. Pero todo es gracioso hasta que de repente ya no lo es más. Kanon repasaba en su mente qué rayos estaba pensando para tomarlo a tan la ligera, no podía sacar de su mente qué él tenía cierto papel en aquella obra que ayudó a ridiculizar tanto a uno de sus compañeros. Sí, las últimas semanas no soportaba a Camus por su manera de acercarse a Saga, rehuir a Milo y su coqueteo con Hades… pero también recordaba las primeras semanas trabajando en los Archivos, donde los tres, junto con Saga habían echo un buen equipo. Camus era un buen tipo, le caía bien… sólo estaba molesto por situaciones que no tenían ni un pelo que ver con él y de todas formas no hizo nada al saber de primera mano que estaba  flipando. 
Remordimiento y culpa.
Era nuevo sintiendo esas emociones, pues lo acaecido no se comparaba para nada a sus anteriores intervenciones con sus demás compañeros. 
Que Mu era muy tímido, pues hay que embriagarlo y con lápiz, papel y su puñó y letra escriba todos sus sentimientos a Shaka. Y le entregue la susodicha  carta a horas de la madrugada…
Cansado de escuchar a Máscara de Muerte quejarse del tipo de cosas que compra Afrodita para la decoración de su casa, pues hay que regalarlas todas o simplemente botarlas.
Y tantas otras historias así…
Apenas Shion dio la señal que podían retirarse él partió a Géminis donde sabía que Radamanthis lo estaba esperando, no se habían separado desde la noche de la fiesta. Pero no podía estar tan campante si Camus fue juzgado por una actitud que él adoptaba. Lo mejor era hacer distancia del Juez del Infierno y procurar ayudar de alguna forma al más afectado. 
Una vez en el Templo que compartía con su gemelo se encontró con el rubio de ojos dorados, le explicó lo sucedido y fue compartido el remordimiento y la culpa.
- Kanon en verdad no sabía…
- Lo sé, deja de disculparte. Si lo haces sólo siento más culpa. Yo también lo sabía.
Se sentían autores intelectuales y materiales en cierto grado, que acababan de perpetuar un crimen perfecto. Nadie los había señalado y nadie hablaba de ellos. Sin embargo, no por eso se sentían libres o contentos.
- Todos hacen leña del árbol caído kanon – le dijo Radamanthis – pero Camus es fuerte. 
- Creo que lo mejor es que se lo diga a Shion – razonó kanon.
- Espera… es más complicado que eso. Si  dices todo pensarán que me mandó Hades a hacerlo. Y eso no es verdad. ¿qué ganábamos tu o yo dándole de beber eso?
Kanon dibujo en su mente los caminos en esa situación, era cierto que todo se podía descontrolar aún más. Además que la bebida esa tenía como función sacar a la luz  quien eras en realidad, esa etiqueta era lo que menos necesitaba para ayudar al guardián del Templo de Acuario.
- No podemos quedarnos sin hacer nada. Es nuestra culpa que esto le pase a Camus.
- ¿Qué has hecho kanon? ¿Por qué dices eso?
Y ahí estaba Saga interrumpiendo la conversación de la pareja mientras se adentraba a las sala de estar de su casa, venía de hablar con Shion y escuchó semejantes afirmaciones. Sin duda su crimen perfecto tenia su primer testigo. 
 
Lo peor ya pasó…
Ya no tenía que temer a la incertidumbre, todo estaba dicho y bastaba afrontarlo con entereza. 
A pesar de repetirse eso estaba agitado, su corazón palpitaba con fuerza contra su pecho obligando a su respiración a volverse errática e irregular. 
Se quedó varios minutos de pie y sin mover un músculo para percatarse donde estaba y cómo había llegado ahí. Procesar su realidad le estaba costando más que unos problemas respiratorios.
El silencio establecido y la ausencia de gente a su alrededor ayudaban mucho a digerir lo sucedido minutos atrás.  Intentaba respirar con normalidad y canalizar sus sentimientos a través de ella.  Camus cerró los ojos unos segundos para calmarse y al abrirlos caminó un par de pasos hasta adentrarse más a su celda.
Por órdenes de Athena ocupar ese lugar las próximas semanas iba a ser su castigo. También mencionó que estaba excluido de la fiesta de cumpleaños de ella y todo acontecimiento referente ese año. Después de dictar tal sentencia finalizó formalmente el juicio, fue escoltado por Shion fuera del salón y tomaron un pequeño camino arenoso hasta desviarse entre el Templo de Piscis y la Sala del Patriarca unos metros mas y se adentraban a una pequeña construcción rocosa y firme, de altos pilares pálidos. El interior era estrecho y de oficinas pertenecientes a los guardias de Athena. Al fondo un par de celdas de paredes y piso de roca lisa. La pared exterior era una reja de barrotes formidables y al fondo una pequeña ventana que conectaba al exterior. La única fuente de luz. 
Se despojó de su armadura dorada entendiendo que no podía portarla ahí y Shion se la llevó. No cruzaron palabras y era mejor para él, no tenía nada que decir… nada nuevo al menos. Y el peliverde ex Santo de Aries mostraba una expresión mortificada, su labor de Patriarca le resultaba demasiada pesada en ocasiones.
Ahora completamente sólo se apoyó en la fría pared del fondo, para mirar por la pequeña abertura en la pared de piedra. El sol resplandecía y al parecer era un día hermoso. Antes de afrontar sus pensamientos miró un poco más a su alrededor, a pesar de verse oscuro y viejo era un lugar limpio, tenía un camastro pequeño pegado a la pared y sólo eso, nada más.
Suspiró abiertamente mostrando su angustia, no quería que lo vean mellado o claudicando a la realidad. Agradecía que consideren no poner algún tipo de vigilancia, de echo parecía que su estancia ahí era representativa porque de un tajo podía hacer añicos ese lugar, al menos conservaba la confianza que siempre inspiró.   
De un momento a otro se sentó cerca a la ventana, por la posición del sol en el cielo entraba a la celda un asomo de luz, dejaba que el calor le de directamente en el rostro y las manos. Mirar el cielo, cegarse un poco, ocultar su cabeza entre las rodillas… silencio y solo eso.
Estando ahí, rodeado de él mismo y sus pensamientos se obligó a pensar en sus sentimientos. Ya no quería amargarse repitiendo las palabras de Athena o de Shion, de las últimas horas. Quería sacarse de encima el infinito número de ojos que seguramente lo habían escaneado en cada ángulo posible, haciendo y deshaciendo suposiciones… que tortuoso. 
Shura tenía razón, pensaba. Todo eso iba a pasar y más tarde o más temprano ya no se hablaría de eso, al menos esperaba que al año siguiente sólo se recuerde estas fechas por el cumpleaños de Athena y las fiestas que da el Santuario.
Suspiró y pareció que obtuvo como respuesta su eco.
Se preguntó si antes había estado tan sólo, literalmente solo o ese silencio era algo nuevo a lo que también acostumbrarse. Haciendo vida normal no tendría oportunidad de desgajar tan meticulosamente su corazón, ahora estaba obligado a hacer una introspectiva y rendir sus cavilaciones a sus sentimientos…
Sus sentimientos… ¿Que había ahora en su corazón? Estaba en el punto de inicio de una relación y por delante todo un camino a lo desconocido, nada aseguraba que ese camino encontrase un final feliz o sea al menos uno libre de obstáculos. Estaba poniendo otra vez su corazón sobre la mesa, sin perjuicios y completamente honesto ¿Era suficiente? ¿Qué le aseguraba que está vez no saldría herido? 
Pero sin importar el camino que decida, siempre tendría que apostar algo, poniendo en juego para salir ganando. A pesar de estar físicamente recluido, eso iba a terminar, no podía hacer lo mismo a su corazón, no podía obligar a sus sentimientos a no existir. En la medida que pudo los controló, intentó ignorarlos un tiempo pero ahora estando consciente de su fuerte latir, tendría que volverse loco para ignorarlos más.
¿Qué clase de sentimientos tenía por Hades? Pues se sentía ilusionado con su constante compañía y su galante personalidad, la manera en cómo se sentía a su lado, le hacía feliz verlo, solo pensar en él era motivo para sonreír, además ambos estaban dispuestos a compartir más tiempo y ver lo que sucede… si… cautela. Decidir aceptar sus palabras de amor era un gran paso después de todo.
No podía dejar de mirarse en su propio espejo y la imagen que le era devuelta, pues sin duda ese espejo tenía nombre propio, pies, ojos y boca. Milo. Ese hombre era parte de su vida, aún si no figuraba más en su futuro. Pero negarse a si mismo que Milo existió podía convertirse en su desacierto. También fue amado por Milo y lo amó con locura, hallar el punto de quiebre sentimental de ambos eran algo por descubrir… para aprender. 
O eso quería creer Camus, que las relaciones pasadas dejan algún tipo de sabiduría ancestral que pasa a la siguiente relación, que la frase “todo pasa por algo” marcaba ese punto de su vida. Que mientras más sufría, más aprendía y ese dolor se debía traducir en alegría en la siguiente relación.
Algo así cómo ya sufrí… ahora merezco ser feliz.
Pero ¿Qué tan cierto era eso? 
Milo… y Milo otra vez. 
Había llorado tanto por Milo que por eso sentía que era hace muchos, muchos meses que su relación acabó. Más de lo explícito dicho. Pero en lo implícito y transversal la relación murió al primer desatino que el respeto faltó entre los dos. Como cuando una tarde de sábado Milo nunca acudió a su cita y lo dejó esperando, la escusa del día siguiente fue que estaba cansado y simplemente se durmió. Camus lo permitió,  a pesar de mostrar su enfado, Milo repitió. La conducta cíclica de ambos no terminaba de mostrarse repetitiva y dañina. La relación se alimentaba de reconciliaciones y promesas, devorando esperanzas y condicionando conductas malsanas.
Ahora miraba desde afuera los restos de su relación y comprendía sus grandes errores. Se decía que no debía doblegarse más al miedo de una relación fracasando y lo principal… él. Siempre él… primero Camus. Si se anteponía y guardaba sus intereses no tendría que volver a sufrir… ¿De eso se trataba no? Pues no… el amor no era eso… 
Sacudió la cabeza confundido, se estaba enredando nuevamente. Estaba dejando que el miedo a enamorarse hable por él.
No era un egoísta que dejaba que las relaciones giren alrededor de él, no podía cometer los errores de Milo y burlarse así del destino. Lastimar porque él fue lastimado.
Quizá lo más importante era no dejar de ser uno mismo y encontrar la tolerancia que brinda una relación sana. Ser él mismo…
Pero…
Hizo millones de conjeturas más, hizo y deshizo su relación con Milo en su memoria, armando nuevamente los castillos de arena que consideraba un hogar antes, entendiendo que no terminó antes su relación para evitar sufrir pero sólo agrandaba el daño y los antecedentes de este. 
Ahora tenía una oportunidad de empezar nuevamente y encontrar la felicidad que da el amor, la fortaleza de una relación estable y el respeto mutuo de dos amantes enamorados. Él iba a dar lo mejor de si mismo en la medida que sea correspondido.
 
 
Había dormitado un par de veces sin lograr el total descanso, sólo un dolor de cuello por una mala postura y más rápido de lo esperado se avecino por su pequeña ventana la oscuridad.
Supuso que tardaría un par de días en acostumbrarse a lo venidero. Estar encerrado físicamente no era agotador, pero sólo una mente dura se propone superarlo. Tenía que pensar en alguna especie de rutina para sobrellevar las horas de cada día. Si se dejaba llevar por delante el encierro lo aplastaría.
Abandonó el camastro y se pegó de nuevo a la pared del fondo para ver el cielo nocturno a través del hueco redondo. Desde su posición sólo se lograba ver algunas estrellas lejanas y de luz opaca. 
Si este encierro iba a ser así de solitario, silencioso y oscuro terminaría creyendo que era infinito. En algún momento de la noche avanzada se sentó en el suelo frío de piedra lisa, sin despegar su vista del cielo esperando al menos poder ver la luna.
Un pajarillo pequeño y negro se posó en su ventana, bloqueando su visión del cielo. Camus parpadeo algunas veces inseguro de lo que veía. El ave lo miró con sus ojos negros y profundos unos segundos y luego alrededor. De un salto se metió a la celda. 
- No imagine que vinieras… - escucho su voz por primera vez desde la mañana. Se escuchó rasposa. No decir palabra en todo el día le dejaron la boca seca - ¿Eres tú verdad Hades?
El pajarillo salto un poco más hasta quedar cerca de sus pies y con una luz blanca sin producir algún tipo de sonido Camus obtuvo delante de él, al dios del inframundo.
Tenía el pelo desordenado pero la expresión contenta por la hazaña realizada, se sonrieron con complicidad mientras ambos se ponían de pie. 
- Tu… tu ropa – Camus no esperaba que la visita recibida tenga apenas unos pantaloncillos cortos.
- Eh… - Hades recién se percató – llevó siglos sin hacer esto Camus… 
Sin embargo el joven de cabellos color acuamarin trago grueso la poca saliva que tenía al ver la fuerte musculatura delante de él. Perlada por la luz opaca de la noche, seductora ante sus ojos que no dejaban de contemplar al dios delante suyo… tan cerca, tan real ¿Sería un sueño otra vez? ¿Hades realmente estaba ahí?... sería muy incauto ponerse en peligro de esa forma, sería visto como una burla a Athena. Pero… Hades hasta en sus sueños olía tan bien.
- ¿Camus estas bien? – el dios preocupado por su joven humano llevó su mano a la frente para estudiar su temperatura corporal, sus mejillas estaban rojas pero su cuerpo tibio. 
- Debo estar soñando otra vez… - dijo para sí y con la mano abierta acaricio uno de los pectorales sintiendo su fuerza, su calor y la textura varonil. 
Con la respiración agitada y un intenso calor en todo el cuerpo la mirada de Camus se encontró con los ojos claros de Hades. 
- No es un sueño.
Le dijo susurrante mientras su sonrisa se convertía en un gesto coqueto. Acaricio el rostro que admiraba noche tras noche y dibujó su contorno. Con la otra mano logró un abrazo. Camus había dejado que ambas manos cayeran a los lados envuelto en el aura rosa que sus ojos adornaban a Hades.
- Voy a besarte Camus.
- Si.
Apenas terminó de decirlo y cerró los ojos permitiendo que el otro se cuele a su aliento. El calor de sus labios le recordó lo vivo que estaba, el abrazo estrujante lo frágil que podía llegar a sentirse y sus manos respondiendo al abrazo lo fuerte que podía ser. 
Quizá sólo fueron segundos pero ese día que le pareció infinito se resumió a ese beso y los posteriores dejados con trémula, ternura y paciencia. 
- Perdona por venir de ésta manera – se disculpó Hades – siento tanto todo lo que estás pasando Camus. 
Camus sólo negó con la cabeza sin soltar el abrazo al que correspondía. Sus voces susurraban, temían ser descubiertos. Sin embargo, en el momento el peligro no era nada a la recompensa de estar juntos.
- No es culpa tuya. 
- Lo que menos quería era exponente de alguna forma, y… Camus daría todo por evitarte esto.
- Soy muy fuerte, estoy bien.
- Hoy hable con Athena pero… No hay nada que la haga cambiar de opinión.
- No. Por favor no intervengas. En verdad estoy bien, esto no es nada. Ella tiene sus razones para obrar así.
Hades comprendía que el Caballero que tenía entre sus brazos era de templanza firme. Cualidades dignas de un guerrero.
- De todas formas… lo lamento.
 Apoyo su cabeza en el pecho descubierto de Hades y cerró los ojos dejando que sus sentidos se embriaguen de todas las cualidades del dios. Empezando por la fragancia que lo enloquecida, su tacto sintiendo la piel tersa y firme de sus hombros, en sus labios aún permanecía el roce del primer beso dado y su audición llena de la voz que lo trataba con terneza. Camus se preguntaba que rayos le pasaba cuando estaba cerca de Hades, sus piernas flaqueaban sin fuerza, sus ojos no dejaban de adornarlo con una bruma de color rosa y su corazón no dejaba de latir entre nervioso y feliz. 
Permanecieron de esa forma algunos minutos, mientras Hades acariciaba la extensión de sus largos cabellos, Camus lo abrazaba por la espalda.
- He recordado todo – le dijo sin más explicaciones y rompiendo el silencio. Sabía que Hades entendía a lo que se refería.
- Sin duda eso me alegra mucho.
El dios tomó el rostro de Camus por el mentón logrando que ambas miradas se conecten. Hades encontró un cúmulo de emociones brillando en las orbes del Caballero de Acuario, ese momento era muy especial para ambos, pues a pesar de haber pasado una noche juntos y con una declaración de por medio, recién sus sentimientos se exteriorizaban sin más dubitaciones. 
En esta oportunidad fue Camus el que acortó la distancia de sus labios, no había más palabras todas estaban dichas. Sólo faltaba el lenguaje mudo de sus besos. 
El corazón de Hades sintió un impulso ante eso, Camus estaba impregnado de toda su poesía, de la cabalidad de sus sentimientos, los conocía y aceptaba… conociendo el poco tiempo que disponían no esperó más. 
Los primeros besos habían sido más bien tiernos, no existía otra forma, ahora que Camus recordaba todo y lo tenía contra la pared de una oscura habitación, rodeados de silencio y el deseo en los ojos del Caballero de Acuario desbordando por su cuerpo descubierto, Hades no pudo más… la mesura tan propia de él quedó olvidada entre cada beso dado, en sus dígitos paseando por la cintura masculina y el tacto frío de las manos de Camus dibujando su espalda y paseando por los músculos de su abdomen, delineando la anatomía fornida…
Los besos suaves pronto encontraron  su final dando lugar a la pasión de dos amantes enamorados cubiertos por la penumbra, el silencio y en esta oportunidad también el peligro.
Se dedicaban caricias impacientes, la premura de sus manos estaba a la par de sus besos excitados y demandantes. En ese momento la ropa era un obstáculo para encontrar complacer sus ansias, explorarse, arriesgarse y ganar. Cada centímetro era recorrido por Camus, que se sentía sumergido en lava ardiendo y lo gozaba. La dermis de la espalda ancha de Hades, la musculatura de sus hombros anchos y sus  vigorosos muslos.
Hades complacido por el despliegue de sensualidad no tardó en responder con la misma intensidad, entregando su fuego a la pasión que le rezaba a Camus. Pellizco los labios con sus dientes para robarle el aliento, lo atrajo hacia su hombría con un agarré duro por las filosas caderas masculinas. 
Sin romper el contacto de sus cuerpos giró a Camus para devorar con sus besos la piel del cuello, jalando lo más posible la ropa para hacerse campo y pellizcar la piel de sus hombros, frotándose descaradamente contra ese redondo trasero que le gustaba tanto. 
Y la voz en pedacitos de placer se escuchó, Hades comprobó que era tan excitante cómo imagino que pudo ser, o mejor. 
- Ummm Hades...
Su nombre en esa voz era lo mejor. 
Sin dejar de frotar las partes bajas de sus cuerpos y devorar con sus labios la piel del cuello de Camus, Hades utilizó sus dedos para pasearse por debajo de la camiseta, pasando de recorrer el abdomen plano hasta llegar a la musculatura de su pecho. Encontró algo realmente entretenido ahí.
- Que deliciosos botones de carne… - le susurró al oído mientras sus manos le pellizcaban – Me pregunto que color tendrán…
Camus se retorció en su sitio, moviendo con impaciencia los pies, y sintiendo flaquear todo su cuerpo, ladeando el cuello a un lado para que Hades pueda devorarlo sin contemplaciones.
- ¿Serán tiernos botones de color rosa como el brote de una flor? O más bien ¿Suaves pedazos de chocolate que no puedo esperar morder?
Balbuceo algo en respuesta, un gemido quedo para evitar gritar de placer. Todo eso era demasiado para el Santo de Acuario.
Pero un poco de realidad le cayó a Hades cuando por un momento miró a su alrededor buscando donde recostar a Camus y hacerse campo entre sus muslos. Sólo estaba el frío camastro… entendió que ese escenario no era propio para el Caballero de Acuario. La culpa lo acechaba al percatarse que él tendría que partir a su Castillo y dejaría sólo a Camus, ahí… dentro de esa celda. 
- ¿Sucede algo? - Camus no se hizo esperar al sentir ausente a  Hades.
- Si. Te quiero Camus.
El abrazo fue mas bien sobreprotector acunándolo en su pecho. Camus cerró los ojos suspirando de encanto, pero también entendía que ese momento debía terminar.
El tiempo se transformaba en infinito, pasaba rápido… se hacía lento… el reloj nunca había sido tan relativo. Parecía acompasarse a sus deseos, a la voluntad de sus caricias y la fogosidad de sus besos. Esta vez fueron suaves dejados sobre una mejilla y roces en el cuello.
- Escucha Camus – estaban otra vez frente a frente y se hablaban de cerca casi sin separar sus cuerpos  – traje esto para ti. 
Le entregó en una mano una tableta rectangular de tamaño regular y color café, parecida a una porción de chocolate. 
- ¿Qué es? 
- Sólo tienes que darle una mordida y te sentirás mejor. Una mordida pequeña. Te ayudará a dormir, estarás tibio sin pasar hambre. 
- Pero… no es necesario… soy un Caballero. Puedo estar en camiseta en Siberia y…
- Camus – Hades le acarició los cabellos – Lo sé, eres muy fuerte. Pero escucha, si lo haces será al menos un alivio para mí. Por mí.
- Bien…  - guardo la pequeña tableta en el bolsillo de su pantalón  - Gracias. 
Antes de lograr articular otra palabra, el sonido de unas pisadas y el brillo de una tenue luz acercándose a las celdas por el pequeño pasillo los petrifico unos segundos. Con un beso que pareció más una caricia sobre los labios Hades volvió a su figura alada con un brillo mudo. Antes de que alguien se acercará estaba en la ventana por la que entró. Los profundos ojos negros le dieron la despedida para luego confundirse en la penumbra de la noche.
Camus lo vio alejarse con los ojos brillando de ilusión, de alegría y de pasión que se adormecía poco a poco al prácticamente sentir que sus pies tocaban de nuevo el suelo de aquella celda. 
La oscuridad finalmente fue rota al ingresar un sujeto perteneciente a la Guardia de Athena, sus características ropas le dieron esa información. Traía un candil de plata con una llama encendida.
- Disculpe si lo molesto – dijo únicamente haciendo un saludo con la cabeza – El Patriarca me manda a dejar está lámpara aquí.
- No la necesito – respondió Camus con fastidio. Pensando en las consecuencias de su interrupción.
- Perdone, pero sólo sigo órdenes – y por la voz del hombre parecía que realmente lo lamentaba. Dejo la lámpara sobre una mesa de madera cercana a la celda y se fue sin más.
Se relajó una ves que estuvo solo, dejándose caer sobre el camastro. Jamás pensó que una noche en una celda llegaría a ser así de entretenida, intensa y mágica. Todas las sensaciones que revoloteaban en su cuerpo iban más allá del placer que proporcionan los besos y caricias desmedidas, tenían que ver con esos sentimientos que crecían en su corazón. Con ese extraño saborcito que todo lo volvía dócil y apacible o fogoso e irrepetible. Suspiró para calmarse un poco y recordó tableta que le entregó Hades. La buscó en su bolsillo y aprovechó la luz para observarla a detalle, era lisa y parecía demasiado dura. Sin más espera le dio un mordisco pequeño y comprobó que sí era chocolate. Tardó en deshacerlo en su boca quedándole el sabor dulce que acompañó sus últimos segundos antes de caer dormido.
 
 
Cuando ingresó a la infraestructura pertenecientes a la Guardia de Athena, pensó en muchos escenarios. Él era así, era parte de su personalidad, siempre esbozaba esquemas mentales de las circunstancias que iba a afrontar, sea cuáles sea el escenario. Demasiado planificador pero ya qué… Shura era así. 
Pero nunca imagino que encontraría a su compañero de la onceava casa durmiendo a sus anchas. Ese pedazo viejo y pequeño que tenía por cama no se veía el más cómodo del mundo pero Camus con las manos sobre su cabeza y un pie colgando parecía que hasta roncaba. 
Dudo entonces en volver más tarde o despertarlo. Pero quizá Shion no autorizaría otra ves su visita. 
- Camus… - llamó primero suave – ¡Ey! Camus.
 Ya era muy entrada la mañana, se preguntó si tal vez hubiese tenido una mala noche y recién estaba logrando un sueño profundo.  Shura se rindió después de unos cuantos minutos indeciso de su proceder. Antes de abandonar el lugar Camus hizo una especie de resoplido largo y se desperezo en su sitio, estiró los brazos y se quedó algunos momentos viendo el techo de la celda.
Shura miró en silencio aquel comportamiento, su compañero había vuelto a cerrar los ojos pero claramente no dormía, y movía los labios dibujando algunas palabras, se reía y conservaba la expresión contenta. 
¿Qué iba a hacer? Asustarlo, sonaba bien. Algo así cómo “¡Ja! Te pille" pero no era propio de él. Se limitó a dar un paso más a sabiendas que eso era suficiente. 
Automáticamente Camus se percató que no estaba sólo y por ese pequeño sonido emitido era obvio que Shura llevaba ahí un buen rato.
- Shura ¿Cómo estás? – se puso de pie y se acercó hasta donde las rejas lo permitían. Su amigo estaba igual de cerca. 
- ¿Cómo estás tú? 
- Bien…
Dijo levantando levemente los hombros, pero estaba mejor que eso. Había sido una noche muy bien descansada y antes de eso con excelente compañía. Hasta sonreía sin darse cuenta. Esa expresión era todo lo que necesitó Shura para comprenderlo todo.
- Toma - Le entregó una bolsa de papel que traía, su contenido estaba aún caliente  - Son unos bollos. Come. Y esto – le entregó una cantimplora con agua y una manta liviana.
- Gracias – dijo sin estar seguro del porque su amigo actuaba tajante ante actitudes tan amables. Eran señales completamente opuestas – Comeré después… 
- Come.
Abrió la bolsa sacando una bola mediana de masa. Parecía de textura crujiente y olía bien. Al ver que eran varias iguales le dio una a Shura, este aceptó sin verse muy feliz.
- Saben raro… - Camus dio el primer mordisco sin sentirse hambriento. El trozo de chocolate de Hades aún le hacía efecto - ¿Qué son?
- Te dije que son bollos. Aioria los hizo está mañana – comentó Shura estudiando el pedazo de comida que tenía en la mano – No saben raro, saben fatal. 
Camus río abiertamente sin dejar de saborear el pedazo entre dulce y mantecoso. El problema radicaba en la cantidad de diversas esencias usadas, la mezcla de todo no fue buena idea. 
- Bueno, dale las gracias de mi parte – dijo sacando otro y comiendo nuevamente. 
- Claro ¿Cómo estás? – preguntó por segunda vez con otras intenciones. 
- Bien – repitió sin darse cuenta. 
- Tendré que hacer que me metan ahí dentro una vez que tu salgas ¿Sabes? – como respuesta Camus arrugo el entrecejo – Si, tal vez así una noche ahí y me vería igual que tú ahora mismo. Todo reluciente y contento. 
Camus dejo de comer sintiendo que el bollo en su boca empezaba a saber peor. 
- Shura – dijo buscando las palabras para explicarse. Era obvio que Shura se había dado cuenta que su noche no fue para nada mala, típica de una noche en una celda.
- Camus – resoplo – Sólo no seas tan obvio ¿Entiendes? En realidad es un alivio verte tan compuesto – otra vez era el tono de voz amigable que usaba con él.
- Comprendo – respondió bebiendo agua de la cantimplora – Sólo no te molestes – siempre habían confiado sus vivencias, eran amigos en todo el sentido de la palabra – No me juzgues. Hades me dio esto. Eso es todo. 
Le mostró el pedazo ya mordido de la tableta de chocolate.
- Es para dormir bien, no tener hambre y sin pasar frío.
- Eso sí que no lo esperaba – dijo sincero viendo de cerca el trozo rectangular de color café – Creí que te habías acostado con Hades aquí mismo. 
Levantó la mirada de las manos de Camus hasta verle la expresión de la cara. Hubo un premier incómodo silencio entre ambos.
- Te estás arriesgando demasiado ¡¿Estas loco?! – Shura explotó en voz baja – ¡Qué rayos te sucede!
- No… no pasó eso. Cálmate.
Después de contarle algunos detalles de la aparición de Hades, Shura lo sermoneo un poco más. Camus se limitó a escucharlo y asentir con la cabeza, agradecía mucho que se preocupara por él. Shura también compartió un poco sobre su nueva vida de casado, destacando las intenciones de cocinar de Aioria que terminaban en elaboraciones indigestibles 
- Me encanta que se empeñe tanto, la verdad nunca antes cocino nada - decía Shura – Sólo espero que mejore pronto.
- Que pesar – rio por bajo – supongo que eso es el amor… 
- En todos los años de novios salíamos a comer o cocinaba yo… creo que esta conducta es influencia de Aioros. Él es más tradicionalista – explicó mientras terminaba de comer su bollo - Hoy tenemos de invitados a Shiru, Hyoga y Shun para almorzar.
- ¿Hyoga está en el Santuario? – el ánimo de Camus se descompuso casi de inmediato y fue como un balde de agua fría cayendo sobre su cabeza.
- Si Camus – Shura entendía sin necesidad de explicaciones lo que significaba que Hyoga se de por enterado de su situación. 
- Si, en tu boda me dijo que quería hablar conmigo. Espero que no venga aquí directamente.
- Si quieres puedo decírselo. Que prefieres verlo después – Camus negó con la cabeza. Tampoco quería rechazar a su pupilo abiertamente - Fue una sorpresa verlos en la boda – dijo Shura – dijeron que no iban a asistir por Shun.
Esa sola mención fue suficiente para prender otra luz en su memoria. Una que en su momento paso de largo sin darle un atisbo de importancia, pero ahora la sensación de inestabilidad le robaban el piso de sus pies y podía caer de bruces.
- ¿Shun? – repitió.
- Si, no se más detalles. Al parecer no querían que se encuentre con algún ex.
- Si. Hades. Lo acabo de recordar. Shun me comentó en tu boda que estaban juntos hasta que Hades propuso una relación abierta – Camus tragó grueso.
Hubo silencio entre ambos. Se miraban directamente a los ojos como conteniendo al otro. Las emociones que asaltaban a Camus se parecían mucho a quien recibe un precioso diamante para luego descubrir que es falso. 
- Tendrás que ser directo Camus – le dijo cuando la mirada del mencionado bajo hacía sus pies, el dejo de tristeza se percibía – Es mejor ahora que después.
- Si… sería un imbécil si pensara que conmigo fuese diferente – la melancolía amenazaba hacerse presente – Soy un torpe.
Y ese era uno de los primeros adjetivos con lo que quería calificarse. 
Después de un par de minutos más Shura abandonó el recinto, dejando atrás a un absorto Camus que se debatía entre la fortaleza que le daba los antecedentes de su relación con Hades y la dulce forma que se forjó en su corazón y la cruda realidad que le exigía ser claros en lo que no estaba dispuesto a tolerar nunca. 
 
El sol le daba de lleno en el rostro y se dejaba cegar por este hasta cerrar los ojos por completo y abstraerse de la visión que lo rodeaba. Su celda parecía tan pequeña a momentos…
No quería ser derrotista pero esa información no le dejaba esbozar otra cara.
Recordaba que ante la noticia de que a Hades le iban bien mantener una relación abierta sintió que no podía ser arbitrario y juzgarlo sin más. Que el pasado era eso y él también tenía uno. Pero ahora… ya no tenía esa sensación de querer perseguir la felicidad y su optimismo era aplastado por una dosis de realidad.
¿Qué era lo que quería? Amor… enamorarse y ser correspondido. Pero si lo pensaba había que tener algo más que buena suerte para encontrar una persona entre tantas que hay que sea la indicada para llenar ese espacio especial… ¿Y porque se sentía merecedor de semejante suerte? 
Él no era especial…
Él…
- Camus.
Levantó la mirada ante la pronunciación de su nombre. Tan ensimismado estaba que no escuchó a nadie acercarse. 
- ¿Kanon?
 
 
Continuará…
 
 
 
 
 
Notas finales:

Agradezco a todos su apoyo, los quiero mucho.

Yo un poquito triste xq la situación se pinta cada vez más complicada.

El siguiente capi ya casi casi. Escribo cada vez que tengo un poquito de tiempo. Y mis disculpas si hay algún error por ahí. 

Dejen sus comentarios por fa q me.ayudan e impulsa a.continuar.

Nos leemos.

 


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