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Te Amo y Por Eso Tienes el Poder Para Destruirme por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Hola a todos mis queridos lectores. Como están? Espero q muy bien y muy tranquilitos.

Yo bien, espero no haber tardado demasiado... la verdad es que mi musa estaba de vacaciones y creí que se perdería un buen rato... Je je je pero más bien volvió pronto así que la inspiración me acompaña.

Espero que el capi les guste mucho y bueno que más... pedirle paciencia por Camus que esta pesado pero después de todo lo que le va sucediendo este capítulo era más algo necesario.

Qué más??? Si, lean disfruten y pónganse cómodos.

TE AMO Y POR ESO TIENES EL PODER DE LASTIMARME
PERO CONFÍO EN QUE NO LO HARAS
 
Capítulo 18. La gran pelea.
 
No estaba seguro de la imagen que tenía delante, era nueva y confusa. Sin saber si era buena idea gozarla o empezar a preocuparse. Llevaban durmiendo y amaneciendo juntos un número indefinido de veces pero nada del cuadro que tenía delante se le parecía al pasado. Al menos roncaba y eso era aliviador, de lo contrario Aioria estaría pensado en que su pareja habría sufrido de un coma a la mitad de la noche. Le picó con el dedo un par de veces más mientras lo llamaba pero como hace una hora, fue inútil. Shura estaba bastante dormido. Pensó que lo más probable era que necesitare dormir un poco más. 
Cuando se terminaba de secar el cabello con una toalla lo vio despertarse de su somnolencia. Se estiró de brazos y piernas dando un último bostezo antes de buscarlo con la mirada. 
-Amor mío buen día –  saludó Shura al tiempo que se incorporaba y alcanzaba los labios de su esposo. Se sentía muy descansado, lleno de energía y buen humor. Jamás pensó que una noche tan bien dormida revitalizara tanto su cuerpo, de las demás sospechas de Camus sobre los efectos del chocolate debían ser descartadas, nada en él sobre sus sentimientos o pensamientos eran diferentes. 
-Vaya si que te hacia falta dormir un poco más – le dijo Aioria correspondiendo el beso – Estabas roncando muy fuerte.
- Lo lamento, debiste moverme para evitar molestarte – le dijo mientras se sacaba la ropa para meterse a bañar.
- Lo juro, lo intente pero nada te despertó. Hasta te pellizque el trasero - dijo juguetón sabiendo que eso siempre le despertaba. Shura también rio ante los métodos de su esposo. 
-Ya me bañe, así que te espero para desayunar. Después quiero ir al entrenamiento de hoy ¿Vamos? – le preguntó mientras le seguía a la regadera – Se que no es obligatorio que nosotros entrenemos pero estará bien entrenar hoy ¿No? 
Shura afirmó con a cabeza, ir o no ir le parecía que no le afectaba ninguna de las dos decisiones. Era hasta que se cumpla la misión de organizar la fiesta de Athena que no era obligatorio asistir a los entrenamientos matutinos. Los demás que no tenían o su misión estaba cumplida sí era obligatorio. 
-Te ves radiante –  dijo Aioria a su esposo, notaba ese brillo en la piel que exponía lo pulcro de su varonil cutis, sus largas pestañas adornando esa mirada que amaba. Se apoyo en la pared como quien observa sin prisa un esperado espectáculo, la regadera pronto se encendió y vio al dueño de su deseo meterse bajo el chorro de agua tibia. 
Shura enfrascado en su propio hacer tardó en percatarse del tipo de observador silencioso que tenía. La mirada celeste de Aioria lo recorría con lujuria obvia. En respuesta Shura le devolvió el gesto. 
No postergo más lo impostergable y terminó por sacarse la ropa dejándola tirada en el suelo. Tenía ansias de ser estrechado por el interior de su esposo.
El beso que recibió Shura tuvo más participación de lengua que de costumbre. Pronto Aioria rompió el contacto húmedo y usando sus manos lo giró para que quedará mirando el azulejo gris. 
Lo abordó desde atrás, pegando su masculinidad entre las redondas posaderas de su esposo que se quedo quieto ante el acercamiento, sintió la misma lengua que lo invadida antes está vez en la piel del cuello y hombros mientras sus manos lo asían de la cadera y simulaba unas embestidas. 
-Te amo Shura – declaró el León dorado.
Bajo el caer del agua de la regadera y ambos completamente mojados Aioria no quiso romper el momento abandonando la habitación para ir por el tubo de lubricante que solían usar, mojó sus dedos en su propia saliva y los condujo a la intimidad de Shura. Sintió que se tensaba un poco antes de asomarse siquiera, pero no lo culpaba. No era la primera vez que intercambiaban roles, ambos lo disfrutaban más de la otra forma, pero cómo en esta ocasión se daba de esta manera y se proponían disfrutarlo. 
Ese cálido interior lo recibió después de ser preparado por sus dígitos que se aseguraron de abrir campo al placer sin huellas de dolor. Sin embargo, espero que Shura sea el primero en moverse después de que la sensación de incomodidad pase y sea reemplazada por ese tironcito que masajeaba su interior. 
-Aioria… ummm- su voz envuelta en deseo llamó a su esposo ladeando el cuello para fundirse en un beso mientras las estocadas hallaban su ritmo. 
Las gotas de agua sobre ellos y bañando sus cuerpos les daba ese estímulo visual que los sobrecogía en éxtasis, verse, sentirse mojados por el agua tibia y el sonido chapoteando en el chocar de sus caderas contribuyó, sumado al apretado abrazo que  sentía su miembro, para que sea Aioria el que terminara primero sin abandonar las paredes de su esposo. Al sentir ese calor extra que lo fundía al placer, las contracciones de ese miembro, junto a la mano de Aioria que masajeaba el suyo a la velocidad que le gustaba hicieron que acabará también. 
Dándose unos últimos besos Aioria salió del interior de Shura. Dándole unos masajes a sabiendas de la sensaciones que experimentaba el cuerpo de su esposo. Le pasó la esponja enjabonada provocando espuma y dedicando atención a frotarlo como muestra de cariño.
-Eres perfecto Shura – le dijo, palabras que el mencionado le decía en exactas circunstancias. El mencionado le sonrió al momento que apagaba la regadera y pasaba una toalla por el cuerpo de Aioria. 
-Te amo – le dijo abrigándolo bien.
Cuando estaban de vuelta en su habitación poniéndose ropa apropiada Shura habló.
-¿No crees que ya hemos entrenado por hoy? – Dijo sentándose de lado sobre la cama – Aprovechemos que no es obligatorio ir por ahora… ¿Qué dices?
- Que extraño - Aioria se tapó la boca para no reír – Creía que nunca faltarías a un entrenamiento. 
Shura no respondió de inmediato, era cierto que él no faltaría a sus obligaciones pero había olvidado las sensaciones que deja ese tipo de sexo en el cuerpo, cuando estaba por explicar sus verdaderos motivos Aioria habló de nuevo.
-La verdad es que quiero hablar con Milo, quiero saber cómo está. Ayer con kanon dimos un paso importante con él – las facciones de Aioria se tornaron serias.
-¿Qué pasó con Milo? – Shura se interesó de inmediato ante el tono de voz.
- Nada.
Aioria abandonó la habitación caminando a la cocina. Estaban en el Templo de Leo. 
Shura torció los labios, estaban entrando en territorio complicado, sabía que Aioria como amigo de Milo podía guardar sus confidencias al igual que él con Camus.
-Vamos entonces – dijo al fin terminando de ponerse unas muñequeras. 
 
 
Calentar un poco, hacer ejercicio, golpear los pilares forrados destinados a ese propósito. Los entrenamientos matutinos estaban dedicados a mantener el cuerpo endurecido para cualquier batalla, cada uno exigiéndose a su propio estilo. Habían quienes iban más temprano otros se quedaban un poco más y la formalidad del entrenamiento lo ponía Shion emparejándolos para luchar sin uso de técnicas.
Al llegar al Coliseo la sorpresa de Shura fue grande, no esperaba ver al dueño de esa larga cabellera acuamarin desquitando la fuerza de sus puños en unos pilares. Incluso tardó en darse cuenta quien era la persona  que entrenaba sola al fondo del coliseo.
-¡Camus! 
Golpearon puños en forma de saludo.
-Llegas tarde – le dijo el caballero francés contándole que todos los presentes ya se habían dado cuenta que todo volvía a la normalidad, Saga entre ellos que también le expresó su alivio.
Aprovechando que Shion aún no llegaba Shura continuó golpeando el pilar para entablar otra conversación con su amigo.
-He comido el chocolate – le dijo mientras Camus bebía agua embotellada, parecía que casi llega a atorarse – Nada, estoy muy normal, sólo nunca dormí tan profundo.
-¿No sientes nada más? – Camus miró a los alrededores para asegurarse de no levantar sospechas por su enfrascada charla – ¿Más feliz? ¿Con ganas de hacer alguna locura?
-Nada. 
- ¿Algún pensamiento extraño?
-No.
Shura detuvo sus puños y fue Camus el que procedió a golpear con esmero.  Concentrándose en los golpes que entregaba olvidando por un momento que no estaba solo. 
-Camus… - Shura llamó su atención un poco confundido, creía encontrar alguna emoción ante su testimonio en cambio, fue como comentar el clima - ¿Has hablado con… él?
Omitió el nombre de Hades como quien secretea, pero sabía que había sido entendido. Aún así Camus continuó en su labor de enfrentarse contra ese contrincante de piedra. Shura inhalo un poco de oxígeno ante la actitud que presenciaba, ¿Camus lo estaba ignorando? Pensó un poco las cosas enfriando su cerebro para decirse que no era el mejor lugar para hablar de Hades. 
Una vez que llegó Shion se reunieron en los asientos de piedra que rodeaban la cancha principal, esperando que las peleas entre ellos comiencen. 
Camus se sentó un poco más arriba de lo habitual, pasando de Shura y sus preguntas que quería evitar lo más posible. Mu, Saga, kanon, Aioria, Aioros, Shaka, Dokho y Milo también estaban ahí.
Mientras acomodaba los vendajes de sus puños escuchaba sin mucho interés a Shion hablar sobre la fiesta de Athena, sobre el protocolo que se llevaría a cabo y que se respetaran la normas. Se suponía que parte de su castigo era estar excluido de la festividad que llevaba meses planeándose y esperaba que se mantenga de esa forma. No quería ir a nada que se le parezca a una fiesta y menos con tanta gente que pueda tener entre ellos a Hades. 
Tenía esa máscara de seriedad que solía caracterizarlo pero en realidad no sabía manejar su actual realidad. Milo estaba ahí y sin necesidad de pruebas o investigaciones tenía la certeza que algo tenía que ver con todo lo sucedido, de todas formas no pretendía gastarse más en el asunto. Se estaba diciendo que si Milo tenía algún problema con él pues… era problema suyo. En ese mismo círculo social estaba Saga, el caballero que se convertía en una pregunta constante a partir de ahora. Pasar, ignorar y pretender que Milo no existía era fácil pero ¿cómo tratar a Saga?, se habían despedido simbólicamente de aquello que los había unido y no logró concretarse, suponía que aplicaba también a su amistad… 
¿Y Hades qué? Pensó que era un alivio no tenerlo rondando el Santuario todos los días como los otros dos, mantener la distancia era lo mejor. Mientras no lo vea y no sepa de él iba a ser capaz de continuar aplastando todos sus sentimientos. Y era en ese punto donde su corazón y mente entraban en conflicto. Porque esa cara de pocos amigos y a mi no me nadie estaba tallada pero por dentro su corazón estaba en huelga bulliciosa, repitiendo que se estaba equivocando, que se detenga a considerar un poco lo que le hacía feliz… que le de la oportunidad de hablar al otro. ¿Cómo le explicaría a su corazón que Hades no era una buena opción? Que tenía esos puntos en contra imposibles de ignorar y eran suficientes para alejarse. Y la protesta continuaba gritando que eso era sólo miedo. Miraba al vacío sintiendo eso, vacío… que se lo tragaba por dentro, porque esa lucha de corazón y cerebro, sentimientos y lucidez quedaban en nada. 
Se sentía en el limbo, ni en el cielo ni bajo la tierra. Con la cabeza fría, era la única forma de sobrevivir a su propia lucha interna y centrar su atención en otros temas, burlar a su realidad dándole algo que lo entretenga lo suficiente hasta que el tiempo haga lo suyo sobre sus sentimientos. Estaba consciente que continuaba en ese laberinto amoroso, el apartar a Hades no era una salida, porque no se sentía liberado. Pero el tiempo siempre era un aliado que le mostraría la salida. 
Continuar, que más. 
Su mirada se perdió en el horizonte, algunas aves cercanas lo distrajeron cuando alzaron vuelo y se alejaron lo suficiente hasta perderse en el cielo iluminado por el sol. Abstraído... pensativo y triste. 
Miró sus manos, vacías después de todo.
-¿Camus? 
El mencionado sólo movió los ojos en dirección a donde provenía su nombre. Sus compañeros de armas y Shion lo miraban, estaban esperando una respuesta a algo que no escuchó. 
-Hoy empezamos nosotros – Shaka se puso de pie y camino rumbo al centro de la arenosa cancha. Camus lo siguió. 
Frente a frente adoptando una pose de lucha se entregó a esa batalla, imaginando que era algo más. Quizá un desquite o un desahogo… no más ese Camus distraído que vieron los demás, no más ese sentimiento de tristeza que lo invadía, no más felicidad ¿Acaso la merecía? 
No más.
Nadie pudo negar que fue una buena confrontación, bastante reñida y silenciosa. En la mayor parte de sus enfrentamientos se dedicaban algunas palabras incluso provocaciones que teñían el ambiente más interesante, en esta ocasión Shaka no pudo dar sus agudas respuestas a un Camus que no soltaba palabra.
Después que acabará el entrenamiento, Camus se disponía en cruzar los Templos hasta el suyo, quería ir a su casa a refrescarse, comer y luego ir a los Archivos a completar algunos detalles. Esquivo algunas veces más los intentos de Shura de entablar una conversación y centrarse en los detalles de las últimas horas.
-Lo mejor es hablar después.
Sólo con eso, su vecino de la décima casa hizo distancia. 
Tenía temas pendientes en los Archivos, en realidad dudaba que los temas se acabaran entre esas paredes repletas de estantes infinitos. Pero en cuanto al objetivo de su misión ya estaba cumplida, con seguridad Saga habría informado a Shion uno de los días que estuvo encerrado porque los escritorios que solían usar los gemelos estaban desocupados. De ahí en adelante se asomó por los estantes tomando los libros de títulos que le interesaban, se acomodó en soledad en un asiento cerca al gran ventanal y se sumió entre las letras que le invitaban a viajar lejos de sus problemas, a tomar un descanso de su realidad y evadirla por lo menos unas horas. Y eso fue exactamente lo que sucedió, las horas siguieron su curso sobre el reloj, en su marcha imparable que movía a las personas por delante de todo, sin importar nada. 
En su repetida marcha llevando su monotonía y cumplir sus obligaciones. Dormir, entrenamientos, comer, pretender que no pasa nada y el sol una vez más después de fingir que dormir es lo mismo que descansar. 
Un día más sobre él, entrenamientos matutinos y descender en silencio, repasando sus ensimismadas lecturas. No encontró a Shura  en el camino y tampoco asistió al entrenamiento así que no tenía que evadirle otra vez como los días anteriores, sabia que eso no estaba bien, Shura era tan buen amigo que lo menos que merecía era un desplante suyo. Pero lo hacía porque la forma de pensar de Shura complementaba tanto su forma de ver las cosas que no quería escuchar nada… evadía el hablar y el escuchar más que en otras ocasiones. 
Si Shura estaría ahí, le movería las ideas con unas cuantas oraciones y se sentiría incómodo… quería aceptar su decisión de estar solo y la manera en que lo consiguió era la adecuada. 
Ese día en particular Shion no aparecía y cuándo creían que era demasiado tarde Dokho llegó bajando por el camino de las doce casas, venía en nombre de Shion y les informó que el peliverde estaba en una reunión con Saori sobre la fiesta que se supone sería en un par de días más.
-¿Se cancela?
La exclamación de algunos de sus compañeros presentes fue de sorpresa.
-Se posterga – aclaró el caballero de Libra, Camus que estaba reunido con el grupo escuchando las explicaciones se alejó cuando el viejo maestro empezaba a dar las razones que tenía Athena para mover la fecha de su esperada fiesta – Son problemas en Japón que sólo ella puede resolver, necesitan su presencia en la Fundación que maneja, partirá lo más pronto que pueda. La fiesta será en tres  semanas más.
Camus continuó ejercitando sus músculos en el espacio que la cancha arenosa lo permitía, tenía algunos movimientos en mente y quería ponerlos en práctica. Agotar su cuerpo y rendir su mente a la lectura, parecía un buen plan para que el tiempo haga lo suyo. 
Una vez en los Archivos volvió a su lugar cerca al ventanal, en esos días silenciosos muy pocos de sus compañeros o casi ninguno había visitado aquel recinto así que estaba aislado de cualquier tipo de contacto. Así lo quería y para él mejor. Tomando entre sus largos y finos dedos las hojas llenas de letras que pretendía recorrer, pero esta vez sin importar que sus ojos hagan el esfuerzo algo le movía el rostro a otra dirección.
Después de pasar algunas hojas y engrosar un lado del libro a costa del otro se frustró, cerrando el tomo de golpe. Leía pero no captaba, se negaba a dejarse llevar por los rumbos que quería tomar su corazón, pero…
Suspiró viendo su propio reflejo en el cristal de la ventana ignorando el matiz triste que guardaban sus ojos.  Él se conocía y podía advertir que esa pena que su corazón se negaba a dejar ir le empezaba a afectar en el ánimo. 
¿Se estaba deprimiendo? 
El corazón no dejaba de dolerle y sabía que no estaba enfermo. Tenía la necesidad de hurgar en su mente los recuerdos de Hades y a pesar que le decía a su cerebro que tome el control de la situación ahí estaba, perdido entre letras y páginas que no podía leer a cabalidad. Desviando cada tanto la mirada en dirección al jardín que dejaba a la vista las grandes ventanas, viendo lo invisible del paisaje, como los rayos del sol sobre las hojas, la caricia del viento en las flores y el camino de polen que dejaba el aleteo de las aves al despegar… se sentía tonto. 
Con algo de rabia golpeó la mesa con el puño cerrado, diciéndose que era suficiente… que no era un adolescente. Basta.
Puso más empeño en leer lo que tenía delante, pensando que podía obsesionarse con algún tema que le fascinaba. Constelaciones, armaduras, las anteriores guerras, historia antigua del Santuario, su propio signo guardián, etc.
-¿Camus? – la inconfundible voz de Shion rompió el silencio que lo había sumido entre letras negras y diversas portadas por horas. Tuvo que levantar la mirada por encima de los libros que estaban sobre la mesa. Casi le llegaba a cubrirle los ojos.
-¿Sucede algo Patriarca?
Camus se puso de pie, sintiendo el entumecimiento de sus extremidades que le indicaron el peso de más horas sentado.
-¿Llevas mucho aquí? – por la ventana se podía apreciar la luz a medias del sol que daba espacio al asomo del anochecer – Estaba todo tan silencioso que creí que no había nadie.
Shion vio a Camus mirar por la ventana, pero no era una mirada perdida o distraída. Tenía un filo agudo como si hubiera visto algo en concreto.
-Perdone- le dijo caminando rápido hacia la salida. Desde su lugar lo vio salir y caminar con la misma prisa algunos pasos hasta el jardín, algunas aves alzaron vuelo y Camus se quedo quieto.
Shion confundido por el actuar sin razón le vio regresar sobre sus pasos, Camus permanecía serio pero se frotaba el cuello y parecía azorado.
-No me preste tanta atención Patriarca, por favor – dijo sin inmutarse del tipo de mirada que Shion le daba, quería una explicación - ¿Me necesita para algo?
-Sólo… no en realidad no – dijo Shion – Pasaba por aquí y te vi. Camus, quería informarte que estas incluido en la festividad del cumpleaños de Athena. Iba a informarte mañana de manera formal pero creo que es mejor así. Debiste enterarte que se postergo algunas semanas.
-Si, fue el maestro Dohko que informó eso en el entrenamiento. Me retiro – tenía tantas ganas de levantarse de hombros cómo respuesta. No era la primera vez que quería responder así a Shion y en los siguientes días no quería responder a nada.
Shion permaneció de pie algunos minutos mas, viendo en silencio a Camus ordenar los libros sacados, pero tal y como había hecho en los últimos días, estaba pretendiendo que la gente que lo rodeaba no existía en el mismo plano dimensional que él.
Camino hacia su Templo entrada la noche, el clima se sentía frío. Anunciando la llegada del invierno, de todas formas los persistentes grillos tocaban su peculiar melodía que rompía el silencio. Caminaba pausado, algo gacho con las manos en los bolsillos y mirando el suelo.
Una piedra pequeña… patearla y verla rodar escaleras abajo.
¿Por qué no levantaba la mirada? Sabía que ahí arriba estaba su desahogo, su paisaje sideral que lo invitaba a perderse noche tras noche en su cúmulo de estrellas, la luna redonda y brillante… tentación.
Con el sentimiento doliendo en el pecho… el corazón le palpitaba y escuchaba un tonto, tonto golpear entre sus costillas ¿Qué hacía corriendo al jardín al ver un pajarito negro? Que descuido… hacer semejante cosa delante de Shion. 
Antes de Hades no se había percatado que esas aves negras y pequeñas eran más comunes de lo habitual… creía que al no ver a Hades iba a ser más sencillo no pensar en él, pero recibía recordatorios suyos cada tanto…
“No puedo creer que mi propio corazón me juegue tan sucio”
Sonrió un poco de lado agarrándose el pecho.
“Traidor” le dijo a su propio corazón “¿De que lado estás?”
Y un nuevo dilema se le ponía en frente, o mejor dicho, sobre él.
Tenía la costumbre de subir al techo de su Templo a pensar en el amor, en tiempos buenos y cobijarse de estrellas ante el recuerdo de los malos, durante años esa fue su conducta para sobrellevar sus heridas y entender el tipo de entrega que era capaz de dar, pero ahora… 
Ese lugar ya no era sólo suyo, sentía que lo compartía con Hades, mínimo le recordaría todo lo vivido esa noche en la playa. No podía subir y… ¿Si Hades estaba observándolo desde la playa? Aún peor ¿Si no estaba?
Las dos respuestas posibles eran una tortura.
Si Hades lo estuviera observando ¿Qué tenía que hacer? No creía ser capaz de sostenerle la mirada… no. Por que le quería.
“Traidor” Le repitió a su corazón.
Si subía y no veía a Hades ahí, estaba seguro que sería como esperarlo. Sus ojos andarían del cielo a la playa sin número de veces, deseando el encuentro.
¿Qué hacer entonces?
Lo mejor era evitar la encrucijada y todos esos ángulos. Lo mejor era quedarse en su Templo y dormir temprano. 
Estaba confiando en el tiempo y sus días, en la poderosa fuerza que movía todo sin importar nada… sus sentimientos tenían que doblegarse al tiempo y dejarle huir de ese laberinto tan complicado, sentía que llegaría el día que podría sentirse cómodo con su decisión y… y no sentir que estaba fallando… porque el tiempo ayuda a curarlo todo… 
Una vez que se metió a la cama, se acomodó de lado viendo la escasa luz plateada que se filtraba por las cortinas. Había silencio, había penumbra.
-No.
Dijo en voz alta, cubriéndose la cara con las mantas. Decidido a no moverse de ahí, a encontrar el sueño en algún momento de la noche. Pero quizá esa cama era la peor consejera que escuchar.
Se levantó de un solo esfuerzo, dejando caer las mantas al suelo al caminar en dirección al armario que estaba en un extremo de su habitación. Con prisa y sin prender ninguna luz buscó entre sus ropas, botando lejos las prendas que no eran la indicada.
Apretó entre sus manos cuando encontró ese objeto. Volviendo a la cama y cubriéndose de nuevo con las mantas. 
Miró la pulsera de cordón negro y delgado que sostenía una única piedra ovalada de color rojo. Sin saber qué sentir o que pensar. Ambos bandos, corazón y cerebro no dieron argumentos para refutar sus actos. Estaban atentos a cualquier cosa que salga de esa curiosa piedra. 
“El corazón de Hades" 
El primero en hablar fue su corazón que le susurró las palabras que Hades le dedicó esa noche que le entregó esa pulsera, provocando que entierre su rostro en la almohada y meta su mano por debajo de las sábanas. No quería ver si brillaba, no quería enterarse si no brillaba más…
“Brilla si piensa en mi”
Con la fuerza de voluntad de hierro propia de él, dejó esa pulsera bajo la almohada y le dio la espalda. Suspiró alejando su melancolía o quizá sólo logró inflarla más. De un momento a otro, sin darse cuenta cerró los ojos quedándose dormido. 
 
 
 Otra mañana de un día mas, con ropa adecuada y la botella de agua que solía llevar se disponía a descender los Templos para el entrenamiento. La semana estaba por acabar y tendría que pensar que la fiesta por mucho que se haya postergado, ya casi estaba sobre el Santuario. Agitó un poco la cabeza para no centrarse en las mariposas que le cosquilleaban las entrañas al pensar en ver a Hades de nuevo pero contrario a eso ni siquiera encontraba palabras para describir las mil formas en que un encuentro podría petrificarlo.
-¡Ya déjame! 
Unos gritos en la parte posterior de su Templo llamaron su atención.
-Grosero, lo peor es que eres tú el ofendido.
-¡He dicho que lo dejes!
Pisadas fuertes y vio atravesar a Máscara de Muerte caminando molesto, movía los brazos como si tuviera encima algún contrincante que aventar al suelo. Camus se quedo quieto hasta perderlo de vista. Detrás de él Afrodita caminaba más lento, casi asegurándose que el otro no vuelva de repente. El de cabello celeste lo vio de pie cerca a la entrada a su casa.
-Hola Camus, perdona la escena – dijo apenado arreglando su delicado cabello - ¡Algunos no tienen modales! – elevó la voz para asegurarse que el de cáncer lo escuchara. 
-Hola – saludó levantando la mano. Ambos empezaron el descenso caminando al mismo paso. 
Estaba esperando que el carácter estridente y resuelto de Afrodita empiece alguna conversación pero parecía que el de la última casa se contenía a sí mismo para no salir corriendo y gritarle todas las geniales ideas que se le ocurrían a su novio de Cáncer. 
Al pasar por Capricornio, Shura y Aioria estaban ahí. Al igual que los otros dos también vestían sus ropas de entrenamiento y se disponían a descender. 
-¿Qué pasa Afro? -cuestionó Aioria una vez que todos se saludaran – Hay un aura algo maligna alrededor de ti. 
- ¿Vieron bajar al crustáceo? – ambos, Shura y Aioria afirmaron – Pues vieron bajar a un futuro cadáver. Y Llámame Dita… ya te lo dije. 
-¿Qué pasó? – se animó a preguntar Aioria con una sonrisa sardónica, las discusiones de esos dos eran fuera de lo normal.
-Sucede que Máscara de Muerte es un grosero, le regale un perfume y me dijo que huele a ensalada – explicó molesto – Es a base de albaca y cáscara de naranja… 
- Pues ciertamente si – Dijo Aioria– parece una ensalada.
-Cállate – el caballero de Piscis torció los labios.
El de cabello celeste y el León dorado tomaron ventaja caminando algunas gradas por delante, casi discutiendo el reciente tema.
Camus estaba evadiendo a Shura y ahí estaban en el descenso de los Templos, camino más largo no podía existir. 
Shura suspiró despacio bajando la mirada, algo tenían que decirse. El guardián de Capricornio había tenido intentos muy concretos de hablar con su amigo siendo esquivado en todos, respetaba el espacio que Camus estaba marcando por cualquiera que sean las razones pero eso no significaba que le iba a dar el lujo de evadirlo siempre… en pocas palabras, se estaba hartando de esa conducta.
 -¿Cómo has estado? – Camus rompió el silencio mientras frotaba sus muñecas, como respuesta el otro frunció el ceño, Camus entendía el significado de ese gesto – Se que parece que te alejo pero no es así. Quizá ni yo pueda explicarlo, pero necesito estar cómodo con mis decisiones. 
Shura le vio de soslayo, sin detenerse al igual que el resto. Al final metió las manos en los bolsillos y se levantó de hombros. 
-Pues incómodo no te voy a poner.
-Lo se, no es tú intención pero… al final siempre mueves mis ideas y termino por dudar de todo.
Camus intentó ser concreto con todo lo que significaba asumir su total responsabilidad de sus actos. Esperaba que Shura le entendiera, como siempre sin juzgarle. 
-Molesto no estoy – aclaró Shura – Pero si me siento excluido. Dices que quieres estar cómodo con tu decisión pero… me sorprende que creas que estas tan equivocado que no quieres escuchar nada. Podría hasta darte la razón  ¿Has pensado en eso? 
Camus arrugo la nariz, frunciendo incluso los labios y apretando un poco los puños.
-Exactamente a eso me refiero – dijo caminando más rápido y poniéndose delante de Shura – Apenas unas palabras y me mueves el piso. Basta.
Shura parpadeo de manera rápida para codificar ese desplante, en verdad que no era su intención ser un terremoto para las ideas que tan celosamente se estaba guardando Camus.
-Bien – le dijo con el tono serio, pasando por su lado dejando atrás a un Camus que no se movió por algunos segundos. 
Pero los pasos de Shura se detuvieron, ni Aioria ni Afrodita se percataron de su discusión y eso hacía que sus pasos los llevarán algunos metros más adelante. 
-Me preocupas – dijo sin necesidad de elevar la voz pero tenía tintes molestos, rozando la angustia - ¿Qué te pasa? 
Camus nunca se había sentido más difícil, enredoso e inmanejable. Caminó a la altura de Shura sin levantar la mirada, estaba hasta cierto punto lleno de remordimientos que se atropellaban entre ellos.
-No quiero preocuparte - le dijo en una sola voz pero sin atreverse a mirarle a la cara – Shura… quiero estar solo. 
Tenía tanto que decir, muchas respuestas y acciones por igual se quedaron en nada. Shura sólo puso su mano en el hombro francés para estrujarlo con cariño e intentar confortarlo.
El entrenamiento de ese día no fue diferente, más concurrido por la presencia de todos los Santos Dorados. Su nombre salió emparejado con kanon, alguien a quien estaba ignorando más que a cualquiera. Esos días para Camus, kanon se parecía más a un pilar del Santuario que a una persona en realidad. 
El susodicho había tenido intentos de acercamiento más que todo para mostrarse amigable y borrar un poco su culpa pero como en esta ocasión, Camus estaba omitiendo su existencia y en plena batalla no fue diferente, lo vio como a cualquier otro guerrero. Kanon fue un contrincante digno que le exigió lo mejor de sí pero después de eso se convirtió de nuevo en un pilar que ignorar.
 -Camus presta atención a tus golpes ¿Acaso estas distraído? – Shion muy pocas veces intervenía para dar sus objeciones – Y tus movimientos están lentos hoy Kanon, tuviste muchas oportunidades para restar a Camus.
El de cabello acuamarin continuó bebido agua mientras procesaba eso ¿Distraído? No… si había alguna palabra que lo encasillara sería melancólico. Y razonando un poco más en las palabras de Shion había algo que no podía dejar pasar.
-¿Kanon hablamos un momento? 
El hermano menor de Géminis se mostró sorprendido y no intento reprimirlo. Se alejaron de Aioria y Milo que conversaban juntos y caminaron hasta la entrada que conducía a los Templos. 
Kanon aguardo en silencio, sus anteriores intentos de mostrar afabilidad con Camus quedaron en nada. Sabía que no era parte de su lista predilecta de amigos o personas tolerables cerca de él, pero antes por lo menos si se habían llevado bien. Esos días donde cumplían su misión de poner en orden los Archivos del Santuario fue donde realmente conoció al de Acuario y no podía negar que llegó a agradarle. 
-Kanon – dijo Camus pensando bien como expresar sus ideas, solo quería resolver una duda – En nuestro enfrentamiento de hoy ¿Me diste ventaja? – Para Camus  había estado parejo, resultando agotador pero Shion lo dijo… kanon estaba lento y dejó pasar oportunidades para vencerlo. La idea de no ver su propio mal desempeño le carcomía por dentro – Responde.
¿Iba a mentirle? Camus ya conocía la respuesta. Kanon suspiro mordiendose el labio, él odiaba los sentimientos complicados y las situaciones estresantes.
-Bueno, olvídalo.  Hoy no es un buen día para mí – kanon quiso mantenerlo simple actuando como siempre.
- Irresponsable.
Con esa sola palabra le dio la espalda y dio por terminado el asunto, caminando de vuelta a su Templo.  Una cosa era admitir que su ánimo no era el mismo y se viera afectado por tanto desorden emocional, pero admitir que empezaba a afectarle en su desempeño como Caballero era otra cosa, intolerable. No era la primera vez que tenía problemas, con Milo siempre fue una relación llena de altibajos pero nunca su tristeza había interferido en su fuerza ¿Qué le estaba pasando? Quizá tenía que ver con ese molesto dolorcillo que tenía en el pecho que no lo dejaba tranquilo.
Se vio así mismo escogiendo nuevos libros para leer, ordenando a su cerebro centrarse en la lectura de esa tarde. Sabía que no iba a poder seguir mucho con esa rutina y los dictados de su corazón cobrarían fuerza ante un cerebro tan estresado, pensó que lo mejor era ir al pueblo antes que se asome la noche y comprar algunas cosas que le hacían falta. Después de eso tal vez trotar un poco.
Sacando su mente de sus futuros planes otra vez vio a esos pajaritos negros que rondaban los alrededores del Santuario, para Camus eran molestos recordatorios de una parte tan pequeña de su vida pero en esta ocasión no los ignoró, dejó a sus ojos perderse con ellos para aliviar un poco el dolor de su corazón.
Mierda, como extrañaba la cercanía de Hades. Quizá lo que más extrañaba era la expectativa de un nuevo encuentro, la sensación a vivo que trae la ilusión.
 
Dos días después se repetía la misma escena, los Archivos del Santuario dando refugio a Camus de Acuario que consumía las letras de sus libros con afán de perderse en ellos, escapar sin mover más que los ojos y dejar que las hojas se transformen en alas.
Pero hasta las aves tienen que descansar de su vuelo, Camus cerró el libro apoyando la espalda en el respaldar de la silla que ocupaba, estiró un poco los pies y soltó un suspiro pesado.
Que más podía hacer, se suponía que tenían una nueva vida para precisamente vivirla. Antes de cerrarse al mundo Camus recopiló de  sus recuerdos lo que solía hacer en las tardes. Bueno, antes tenía la misión de montar los Archivos con Saga y Kanon y antes de eso ocupaba su tiempo estando con Milo y también rodeado de Shura como su amigo. La idea de pasar más tardes como esa en ese recinto destinado a la lectura le agradaba pero tenía que tener alguna idea para más adelante. No podía estar ahí todos los días… 
Un día sin más particular cosa que el entrenamiento donde le tocó luchar contra Milo fue lo que lo sacó de su meditabundo andar. Ese caballero que había atravesado distintas facetas desde antes de su ruptura por fin parecía estar tranquilo con él mismo y con el resto del mundo. No hubo ponzoña y tampoco arrepentimiento, fue una batalla propia del Milo de Escorpión que conoció años atrás. Pero no iba a negar que Milo estaba más fuerte o él tenía que plantearse seriamente que su condición de Caballero estaba desmejorando. Hubo varios golpes que no pudo evitar y algunos de sus ataques parecieron predecibles. Terminó de lado sobre la arena y tardó en levantarse algunos segundos. Esa pausa era el final de su enfrentamiento. 
-¿Camus estás bien?
Estaba en un extremo cerca a la playa, frotando sus nudillos con parsimonia, parecía que hacía eso pero también miraba con cierta tristeza al mar, dejando que el aire salado le de en la cara y despeine su cabello. 
Reconoció su voz y volteó todo el cuerpo ante la sorpresa que no pudo ocultar al ver que se trataba de Milo. Era su antiguo amor y lo conocía, se conocían… su mirada azul estaba desarmada, Milo no venía en mal plan.
-… - miró de nuevo al mar al ver que se acercaba, en esa repetida marcha del agua tranquila.
Camus no había  respondido pero no se movió, eso era suficiente para Milo. Se acercó hasta quedar a la misma altura y después ver los ojos acuamarines y confirmar sus sospechas, elevó la mirada al cielo cubriéndose con el dorso de la mano.
-Estos días el Santuario se sentirá vacío ¿Verdad?
-¿Por qué? -Camus no sabía a lo que Milo se refería.
-Como Shura y Aioria partieron a su luna de miel…¿No lo sabías? Se fueron hace dos dias– Milo argumentó rápidamente ante la mueca de sorpresa – Volverán antes de la fiesta de Saori. 
-Lo olvidé por completo – apoyo su frente sobre su mano dejando que su cabeza descanse de tanto peso. Se sentía el peor amigo del mundo.
Milo aspiro con profundidad el aire fresco que le llegaba al rostro, dejando que sus ojos se cierren y poder escuchar mejor el sonido del mar… estaba bien, podía sonreír, podía estar al lado de Camus sin sentir que no sentía más, algo parecido a estar muerto. El camino había sido largo y tortuoso pero reconocía la luz del sol que lo bañaba y eso le traía paz.
-Camus – le dijo y ambos se miraron - ¿Por qué estas tan triste? 
Le sostuvo la mirada intentando encontrar palabras para expresar en voz alta lo que tenía en el pecho latiendo, pero su garganta seca no quería despojar a su alma de su corteza de hielo ante nadie. 
-He tenido mucho tiempo para pensar Camus – empezó a hablar Milo sin saber porqué, no tenía un discurso preparado, pero si la necesidad de expresar aquello que lo había mantenido en vela y precisamente ante aquel que lo inspiraba – Puedes pararme en cualquier momento ¿Vale? Sólo quería decirte que nunca debí pedirte ese tiempo que nos separó, creo que fue ahí donde termine por matar lo último que nos quedaba. 
-Milo porque me dices todo esto. 
Calló un momento queriendo entenderse pero no había una razón importante, sacar lo que guardada en el corazón ante la mirada triste de Camus era suficiente. 
-No se – admitió – Supongo que ver tu cara triste inspira a abrirme de ésta forma. Pero quédate tranquilo que no te pediré nada. Lo que quiero decir es que estoy reconstruyendo mi vida… estaba roto Camus y buscando mis propios pedazos… Perdóname por todo el daño que te cause, espero tu también puedas reconstruirte, tu has conocido el peor lado mío y te he roto… Camus mereces ser feliz – parecían frases sueltas, todas juntas expresaban distintas ideas que le salían del pecho y hablaban del mismo tema – desde que terminamos parecía que iba en una carrera por tu corazón, compitiendo contra el tiempo y dos personas más – quiso omitir nombres pero no tenía caso – Saga y Hades – Milo callo para ver el efecto de sus palabras en Camus, no pretendía incomodar ese instante que se formaba a su alrededor, el de Acuario no cambio de expresión y se mantenía mirando al horizonte – Lamento no haber respetado tu decisión  de terminar Camus pero ¿Sabes algo? Estoy aprendiendo a manejarme mejor, sabes que Mu es mi amigo y él sale con Shaka, eso nos reúne a los tres algunas veces por semana y meditamos juntos, es muy recomendable.  Aprendo mucho al hacer eso… en medio de una meditación pensé en algo y quiero decirte… no existe un pasado del que no puedas escapar, o tal vez superar. Yo fui amado por ti y yo te ame también, estoy tranquilo… - tomo aire mientras cerraba los ojos, este era su momento, aceptando el hecho que Camus no era el responsable de darle felicidad – El pasado no tiene que perseguirte Camus – Lo miró buscando unir sus ojos – puede que mañana mismo inicié otra guerra, no podemos perder las oportunidades de vivir esta vida sin contemplaciones. 
- En serio Milo – Camus retrocedió algunos pasos, dispuesto a marcharse.
-Te digo esto porque creía que te haría bien escucharlo – Milo habló rápido viendo que Camus quería alejarse - ¿Por qué estas triste? Te veo con esa cara y sólo pienso que… el que debería ser más feliz de los dos  eres tú – se refería al echo que sabía que tenía a Hades a su lado -   te he causado tantas penas antes, creía que era por eso que buscaste el amor tan pronto… pienso algo así cómo “Quien podría perderse la oportunidad de ser feliz con un nuevo amor si hace tanto que no lo es”- Milo resoplo, sus sentimientos traducidos en palabras no tenían un propósito definido, sólo sacarse lo que él llevaba en el pecho Pero si de esa forma Camus podría empezar a sacarse esa expresión de la cara, no estaría nada mal.
-¿Qué debería decir Milo? – renegó Camus con los ojos cerrados – “¿Gracias?” ¿Estas esperando que me sienta mejor con tus palabras? ¿Crees que estoy esperando tu aprobación para ser feliz?
-Alto, alto – Milo abrió grande los ojos, negando con la cabeza- claro que no, ¿Vas a malinterpretar todo lo que diga? Ya… eso también es culpa mía – Acepto recordando sus anteriores conversaciones.
Camus le dio la espalda, dando por terminada esa conversación sin sentido para él.
-Camus no esperes la aprobación de nadie para ser feliz… - remarcó la palabra nadie en sus labios – Y no dejes que nada sabotee tu felicidad… ni tu mismo – Hablaba de su propia experiencia sin saber que esas palabras se amoldaban a la realidad del de cabello acuamarin. 
Con esas últimas palabras ambos se alejaron en diferentes sentidos.
 
Apoyado de lado en un árbol de cerezo en flor miraba en dirección a la  laguna que antecedía a los Archivos. Estaba tranquila y silenciosa en su forma natural de ser, algunas hojas llevadas por la gravedad rompían la superficie del agua formando repetidos círculos que se perdían por si solos, las flores titilaban sin esfuerzo y en silencio dejándose llevar por el viento. 
Había quietud.
Pajaritos negros alzaron vuelo y se perdieron de su vista a lo lejos del opaco atardecer entre algunas nubes, su aleteo rompió el silencio breves segundos que al terminar se percató que ese silencio no podía seguir de esa forma a su alrededor. 
Estaba volviéndose cínico, estaba en los umbrales de la depresión y simplemente se estaba hartando. Quería ese silencio para sentirse cómodo con su decisión de alejar a Hades de su lado, terminado aquel romance que tenía altas sus esperanzas y mantenía viva su ilusión, quería traducir ese silencio en paz pero si mantenía esa actitud reacia pensó que lo único que iba a obtener era amargura.
Un amargado. 
Torció los labios pensando en calificarse de esa forma, pero en ninguno de sus deseos estaba figurando esa palabra. 
Estar solo no tenía que significar abandonar… 
-Hola Camus ¿Te interrumpí? – era Afrodita que no espero respuesta – Qué bueno que te encuentro – parecía más el caballero de Piscis que normalmente era, la ultima vez que lo vio estaba molesto por un problema de perfumes con su novio de Cáncer. 
-¿Puedo ayudarte Afrodita? – respondió Camus con cortesía, recuperando la posición vertical de su cuerpo al dejar de apoyarse en el árbol. El de cabello celeste sintió más confianza al notar el tono amable en su voz.
-Si… que bueno que lo mencionas, mi intención no es molestarte, no  quiero ir solo a Rodorio  ¿Vamos?  - había pensado en Camus al ver lo meditabundo que lo notó desde que terminará su encierro. Pero inseguro de hablarle o no del tema directamente prefirió acompañarlo de esa forma.
-Vamos. 
Sin siquiera preguntar el para qué, Camus acepto de buena gana. Pensando que en su cielo de nubes espesas y opacas estrellas él no podía continuar tropezando con su propio mal humor.
 
 
Algunos días después estaban ambos caballeros sentados frente a frente en una de las mesas de los Archivos, la que siempre solía ocupar el de Acuario al lado del amplio ventanal. Estaban en plena tarde soleada, la luz del sol les daba de lleno sobre la mesa y compartían unas bebidas endulzadas a base de fruta. 
-No se, hay que empezar de nuevo. Ya me perdí.
Sobre la mesa tenían varias hojas sueltas, algunos palitos blancos y varias botellitas pequeñas con líquidos de diversos colores. 
-¿Otra vez? Pero Dita – Camus había entrado en confianza para llamarlo así a petición del mismo Afrodita- ¿Cuánto tiempo más piensas que vamos a oler todo esto? 
Afrodita que no tenía experiencia manejando la paciencia desordeno todo lo que había sobre la mesa con ambas manos. Camus casi se jala los cabellos.
-Pero estas mezclando los que ya hemos olido – Camus intentó detenerlo pero era inútil, todas las muestras de perfumes estaban desordenadas, tenían que empezar de nuevo en ese afán enfrascado de encontrar el ideal. Afrodita quería regalarle otro más a su novio de Cáncer después de escoger uno que olía a ensalada, palabras del mismo Máscara de Muerte. Había acudido a Camus para que según su origen francés le ayude a escoger el mejor y además estrechar esa amistad que dio luces de nacer desde la boda de Shura. 
-Si lo haces de nuevo congelare todas las muestras ¿comprendes? – era una amenaza legítima, serio sin atisbo de chiste aún así Afrodita dejó escapar una risa.
-Bueno… pero admite que te estás divirtiendo – dijo el de cabello celeste ordenando las hojas de algunas revistas que tenían impregnadas las fragancias a sentir, los palitos que servían para lo mismo e hizo parar todas las pequeñas botellitas. 
-Sólo estoy metido en esto – aclaró Camus cogiendo una botella al azar, la destapó y con ayuda del punzón sintió el aroma sobre su muñeca.
Pero las palabras del caballero de la última casa no se encontraban lejos de la verdad, ese proyecto que parecía más una forma de perder el tiempo le llevaba el ánimo por delante, o tal vez no sea precisamente lo que se encontraba haciendo, sino su propia propuesta de cambiar su actitud. Tan fácil como decirlo y difícil de lograrlo se comprometió de lleno en cambiar su chip interior, cansado de si mismo de la actitud decaída de antes. Al final se dijo que podía conseguir lo mismo sin alejarse de todos. 
Paz en sus sentimientos…
Un respiro para su corazón…
Por fin parecía que todo empezaba a  tomar su lugar en su vida, a cobrar un poco de sentido. Muestra clara de eso era su mirada, se sentía mejor con la imagen que le devolvía el espejo por las mañanas después de un descanso sin sueños, su apetito se regularizaba a medida que pasaban los días y sentía que pronto podría reír con sinceridad y a carcajadas. Ni mencionar sobre su desempeño como Caballero, fuerte, seguro y mortal al ataque, volvía a ser el mismo si de combate se trataba. 
Era cuestión de determinación y lo sabía. 
-Máski volvió a mencionar que hará una reunión en tu honor  - dijo Afrodita mientras bebía de su copa – Como las anteriores veces dice que te esperarán para festejar que estas sin represalias del asunto de ese juicio – cuando alguien quería mencionar ese tema le decían de esa forma -¿Asistirás ésta vez? Aunque sólo es una excusa para montar una fiesta
Pensó en que tan bien se sentía para asistir a una fiesta, pero en cuestiones de reunirse entre varios compañeros y exactamente para sociabilizar estaba aún con flotadores para sumergirse con confianza a esa piscina. Se vio a si mismo sentado en un rincón viendo a los demás divertirse sin ánimos de bebidas alcohólicas y reticencia en bailar.
-No lo se – admitió cerrando la botella que tenía en las manos y a apartándola del grupo hacía el sector de las fragancias desechadas – No creo ir Dita… 
El mencionado se mordió la lengua y desquito un poco su frustración retumbando sus dedos sobre la mesa de madera. Desde que empezaron a frecuentar Camus dejó claro que existía una línea invisible sobre el tema de su realidad amorosa y por mucho que había deseado preguntar no podía, así que miraba en silencio a su compañero de cabellera acuamarin que tenía la cabeza inclinada, distraído observaba por la ventana, parecía que soñaba con los ojos abiertos, al final de un silencio soltó un suspiro pesado. 
-Bueno, bueno – repitió retomando su excentricidad – No pierdas más el tiempo… sigue oliendo.
- Tu deja de ser tan desordenado, está parte son los que no gustan – aclaró poniendo un libro a modo de barrera. Del otro grupo de fragancias por examinar Camus tomo otra botella al azar. 
Palo de rosa, cúrcuma y limón.
Su corazón resonó en su pecho cobrando fuerza su pesar, sintiendo que la sangre que fluida por sus venas gracias a la fuerza de ese mismo corazón se congelaba… se detenía todo y perdía su fuerza. Tantos sentimientos atrapados que no debían salir, que no debían existir. 
Su expresión acostumbrada a desconectarse de sus emociones no cambió y continuó con los ojos puestos sobre esa botella, pequeña y de cristal conteniendo el líquido pardo, vio las letras impresas en su idioma natal y sonrió de medio lado unique amour.
-Único amor – leyó con pesadez y nostalgia, llevando su muñeca a su olfato para cerrar los ojos evocando de sus recuerdos toda esa galanura, su mirada que le sonreía, aquellos paseos al pueblo donde se divertía y sus conversaciones amables entre la laguna y los árboles en flor, recordó el terremoto de emociones de su primer beso robado y su entrega ante el primer beso de ambos… su tacto cálido de dedos largos, la voz amable llena de palabras exactas y su mirada cautivadora que sonreía sus encuentros. 
Estaba a punto de conmoverse hasta las lágrimas olvidando donde estaba pero Afrodita le interrumpió.
-¿Qué tal ese? Es muy rico – Lo había visto casi flotando después de sentir el aroma. Antes de esperar respuesta llevó sus manos hacia la botella que sujetaba Camus quitándosela en el acto. 
Camus no prestó atención al ritual que hacía Afrodita pero por dentro no quería que ese aroma le llame la atención, miró a cualquier otro sitio antes de ver como ponía su expresión otra persona ante el aroma que parecía revivirle su propia caja de secretos. 
-Este me gusta – afirmó con emoción en la voz, ajeno a la reticencia de Camus – Si… ¿Qué te parece? – dejó la botella sobre la mesa mientas buscaba en las hojas de revista la referencia a esa botella.
Sintiendo que tenía la mandíbula rígida, encorvó los ojos – Parece una fragancia algo simple – mintió. Simplemente a la cabeza se le venía la  idea de “compartir” ese aroma  y pensaba que no podía tolerarlo. Quizá si fuera casualidad no importaría, pero la cuestión estaba en sus manos. Quería evitar pensar en la palabra destino pero si de él dependiera… ese aroma sería de Hades y de nadie mas.
Afrodita torció los labios de medio lado repitiendo esa respuesta para él mismo, buscaba entre las hojas de manera rápida como si temiera cambiar de opinión antes de hallar la hoja indicada. 
-¿Cómo se llamaba ese perfume? – su mano volvió sobre el lugar que la dejó pero no encontró la pequeña botella de muestra, revisó a los alrededores pero había muchas otras botellas más – Tienes razón… soy muy desordenado en esto. ¿Recuerdas el nombre?
- No – puso ambos codos sobre la mesa y descanso la barbilla sobre las manos juntas, dándose un poco de tiempo antes de comprender su actuar. En el bolsillo de su pantalón estaba el frasco que Afrodita buscaba afanoso. ¿Qué había hecho? ¿Por qué?
-Que dilema… uffff – renegó el caballero de Piscis, otra vez hacía un redoble de tambores con los dedos sobre la mesa – Esto está dejando de ser divertido.
- Estoy seguro que aparece – Camus empezó a tomar otra botella para olerla, esperaba que el de cabello celeste se emocione por otra fragancia y amortiguar así su propio desvarío.
Algunos minutos más tarde tenía algunos candidatos pero continuaban en la fase de escoger, entre algunas conversaciones afines y al azar Afrodita interrumpió a Camus en medio de una oración.
-…las veces que salí a comer ahí siempre pido…
-¡Pero mira quién viene!
Surcando los jardines en flor y con su manera recta y decidida de plantar sus firmes pasos sobre la tierra Shura traspasaba el camino hasta llegar hasta la puerta de los Archivos. Anunció su entrada con el sonido de las campanitas que colgaban del techo. 
Camus ya estaba de pie para recibir a su amigo de su regreso de su luna de miel. Lo abrazo con decisión y energía pues sabía que antes estaban distanciados. Shura sonrió ante el gesto que no esperaba, pensaba que a su vuelta su melancólico amigo estaría hasta el fondo de su auto aislamiento. 
-Que bueno que volviste Shura. ¿Qué tal el viaje? ¿Y Aioria? – mientras Camus hacía algunas preguntas más saludó a Afrodita chocando puños. 
- Llegamos hace poco, viene a ver a Shion para informar nuestro retorno – explicaba una vez que se sentó con ellos. Camus y Afrodita estaban juntos y Shura al frente – Aioria esta en Sagitario. 
- Espero hayan hecho muchas fotos.
- Tenemos que verlas algún día.
Shura les comento algunos detalles manteniendo el aura fresca entre ellos, sus anécdotas eran muchas y sería mejor contarlas con las fotografías de por medio. Al ver los objetos sobre la mesa Afrodita le contó su propio dilema.
-Ya veo – respondió Shura cogiendo una botella él mismo, la destapo con cuidado y la olfateo sin más – El problema es que tienes mucho de donde elegir, nunca estarás contento con tu decisión. El primero que te guste debería ser el indicado, así de simple.
-Ya hice eso y resultó que olía a ensalada – protestó Afrodita, mientras este renovaba su búsqueda Camus y Shura sostuvieron miradas. 
-¿Cómo has estado? – el matiz de su mirada verde oscuro era alusiva a los detalles que aún no conocía pero por la faceta que exponía Camus, de un semblante más animado, podía entender un poco por donde iba la cosa. 
-Muy tranquilo – respondió Camus de inmediato “especialmente porque nadie me hace ese tipo de preguntas” pensó pero el tono se su voz estaba lejos de sonar de esa forma. Shura encorvó una ceja casi leyendo sus pensamientos.
Preguntándose que rayos le pasaba a su amigo para guardarse tan recelosamente sus pensamientos y no exponerlos como siempre hacían ellos, se puso de pie dejando a ambos con su búsqueda. Sus pasos eran dubitativos mientras se alejaba de Camus aún otorgándole una porción de su paciencia para un siguiente encuentro. 
El sol casi se escondía por el horizonte, la luz moría en agonizantes destellos naranjas sobre las superficies que acariciaba, el preludio de la noche se sentía en los rincones del pequeño jardín que antecedía a los Archivos, podía sentirse el silencio pacífico que brinda la naturaleza pero poco a  poco parecido a una brisa ondulante unas voces seguida de pasos  se acercaban a la Laguna que reposaba.
-Estoy realmente contento por ti.
-Muchas gracias, no estaba seguro sobre contarte o no… 
- Me alegra saberlo Shun.
- Eres en especial muy bueno conmigo, otra vez gracias Hades.
Ambos caminaban sin prisa en dirección a la puerta principal que conducía a los Archivos, tenían asuntos que atender ahí pero de índole diferente.
Desde dentro de ese recinto destinado a la lectura por el amplio ventanal, Camus y Afrodita interrumpieron su conversación de manera abrupta para ser reemplazada por un problema de gargantas secas que se quedaron sin palabras.
Aunque por razones diferentes.
Un nudo se amarró en la garganta de Camus, en lo que transcurría los segundos sus ojos notaron una variedad de detalles. Los movimientos gráciles del cuerpo de Shun eran como un armonioso poema, empezando por sus grandes ojos que combinaban con una sutil pero muy sincera sonrisa que dedicaba por completo a Hades, al parecer conversaban de algo entretenido porque el Dios tenía curvados hacía arriba los extremos de sus labios. Shun soltó una risa dulce y acarició a Hades del brazo, fue coqueto sin hallar rastros de un ademán forzado, era como si hasta el viento aprobará su toque, porque con una brisa tenue los envolvió a ambos, los finos cabellos esmeralda rozaron a Hades en algo parecido a una caricia.
“No, aquí no" pensó Camus cuando se percató de su objetivo era entrar en los Archivos. Se tenso al instante mientras varias dudas lo asaltaban sin dejarle tiempo de responder ni una. Entre el huracán de pensamientos se agarró de la mesa convencido que quedarse quieto en su sitio era la mejor opción y se agarraba precisamente para no salir corriendo. Pensó por unos segundos que salir por la parte de atrás era lo mejor para él, pero inmediatamente después se convenció que no podía hacer eso, por el mismo… ¿Salir corriendo? No. 
El no tenía porque salir, no tenía razón de ponerse incómodo. Quizá lo que veía era parte de su desintoxicación de Hades… Hades y Shun fueron pareja antes y una pareja que duró su tiempo, Camus ahogó un quejido de molestia ante la idea de que esa historia tenga su segunda parte.
“¿Hades y Shun volvieron?'… es obvio por la forma en que se miran"
-¿Camus quieres salir de aquí? – ofreció Afrodita con voz baja viendo lo mismo que su compañero en el jardín. 
-No. Y no se porque lo dices.
Ante la faceta de dureza de Camus, Afrodita no pudo más que suspirar con cansancio. Algo conocía de su intento de romance con Hades pero no lo suficiente para sentirse útil en ese momento.
-Al parecer Shion no está – Shura se unió a ellos de vuelta encontrando a ambos rodeados de un aura irrespirable -¿Qué pasa?
Obtuvo su respuesta de inmediato, anunciando su entrada con el tintineo clásico. Primero Shun y luego Hades.
Tal y como ellos los veían también fueron percibidos al instante. 
Muchas cosas sucedieron al mismo tiempo, lo más notorio fue el tipo de mirada de Hades al caballero de Acuario, algo que se podía empezar a describir como alivio, como quien ve algo preciado en mucho tiempo. Pero Camus fue ajeno a eso, miraba a la mesa y saludo al dios después que sus compañeros con un “buenas tardes Señor Hades” y respondieron después al saludo de Shun. 
-El Patriarca no se encuentra – explicó Shura anticipando las peticiones de Hades de verlo.
-¿Qué te parece si te muestro ese libro que te comenté antes? – ofreció Shun a Hades – Hasta que llegue el Patriarca.
El dios tardó en responder pero luego con una afirmativa corta se adentraron al recinto, perdiéndose entre los estantes.
Rodeados por un incómodo silencio Shura y Afrodita no sabían que hacer, Camus tenía la vista clavada en la mesa y el flequillo del cabello cubría su mirada. El primero en moverse fue el caballero de la décima casa. Se acercó a Camus sentándose frente a él, se apoyó sobre la mesa para hablar lo más suave posible. A los lejos se escuchaba la voz de Shun.
-Camus – dudó, pero tenía que decirlo -¿No creerás que habrán vuelto?
La mirada que recibió fue como si hubiera golpeado a Camus en la cara. Shura se hizo para atrás casi evitando un golpe imaginario por respuesta.
-Ni se te ocurra hablar de eso aquí – Camus apretó los dientes y salieron esas palabras. 
Tanto Afrodita y Shura intentaban salir del pasmo, la actitud de Camus no dejaba para menos… aún así, a pesar de todo intentaban comprenderlo.
-Bueno, bueno – Afrodita esbozó una sonrisa rígida – hay que salir de aquí ¿Vale?
Poniéndose de pie esperaron que Camus lo haga, mientras guardaban en un bolso las muestras de perfumes. Camus fue el primero en salir de los Archivos en dirección a descender los Templos, lo hizo sólo sin esperar a  los otros dos, casi al llegar a su casa Shura apareció tras él.
-Estuvimos en Japón antes de regresar aquí – comentó manteniendo un tono de voz amistoso y casual – Hyoga dijo que vendrá a tu Templo antes de la fiesta.
Ingresaron al interior de las habitaciones, Shura se sentó en los cómodos sillones mientras veía a su amigo servir unas bebidas. Al momento que recibía su copa habló de nuevo.
-¿Qué tal todo por aquí?
Camus se mantuvo de pie apoyándose en el marco de la puerta, cerca a la cocina, mantenía la rigidez de su expresión endurecida desde que salieron de los Archivos, aunque en términos del mismo Shura tenía esa misma expresión desde que salió de su encierro.
-Sin novedades.
Su escueta respuesta dejó paso a la realidad. Si Camus permanecía con esa actitud, Shura no iba a seguir ahí, él no esperaba que Camus se ponga a llorar o exponga cualquier sentimiento deformado por los celos que le provocaba Shun y la idea de su reconciliación con Hades, ¿Celos?
“El desengaño… te mortifica tanto”
Pensaba Shura mientras se levantaba del sofá y dejaba su copa vacía en la superficie más cercana.
-Esta noche Aioria dijo que saldrá con sus amigos a cenar, pensé que podríamos reunirnos en el techo, como siempre – dijo sin vacilación, esperaba en ese entorno al menos acompañar a su amigo en sus dilemas. 
-Ya no subo al techo.
Espero una explicación o al menos una alternativa a su propuesta, quizá salir también o lo que sea a esa constante negativa que era hablar con Camus.
-Bien, me largo.
Era claro que no seguiría presenciando como su amistad menguaba. 
Se dirigió a la salida sin mirar atrás, dispuesto por fin a darle más de lo que pedía Camus. 
Pero se detuvo bajo el umbral, quedándose tan quieto que Camus pensó que se había petrificado. Quería a toda costa estar solo con sus propios pensamientos y consciente de lo reacio que se mostraba a Shura se mordió el labio. Era su amigo a quien estaba tratando como a un completo desconocido que estorba en la calle.
 Pero no quería hablar…
No quería…
Temía que todo el dolor salga a flote, o peor que eso, salga como el contenido espumoso de una bebida después de que se quitará el apretado corcho. 
Sin control.
Se mantenía en silencio y no daba mas que necesarias respuestas porque temía que el nudo en su pecho aflorara en aceptaciones y lágrimas.
-Shura escucha.
-No – le encaró – siempre escucho. Pero esto es ridículo. Puedes seguir con la expresión arrogante pero nada va a mejorar así. Estas tan cerrado en tu propia amargura que no ves la realidad. Y te digo que estas malinterpretando todo.
-¿Así? – Camus estaba tan sorprendido por la respuesta elevada de voz que inmediatamente el también gritó – y supongo que tu, como siempre sabes todo. El que nunca se equivoca.
-¿De que rayos hablas? 
-¿Crees que me quedaré callado mientras me dices “ridículo”? - Camus uso su fuerza para depositar la copa vacía sobre la mesa logrando un gran estruendo. Eso no inmutó a Shura.
-Lo ridículo es que te estés negando a ti mismo ¿Crees que por dejar de hacer lo que disfrutas, dejar de rodearte de tus amigos y no hablar de lo que sientes todo va a desaparecer? Mientras te sigas negando todo va empeorar. Cuando llegué ese día…
 Detuvo en seco sus palabras dando la espalda a Camus, a pesar de su enojo no quería decir algo que lamentara después. Se dispuso a salir, no tenía nada más que hacer.
-¡¿Qué ibas a decir?! – reclamo Camus casi de un grito caminando a Shura y obligando a mirarle. Como no respondió la irá de Camus creció y se sonrió – sabes lo que es ridículo - Shura estrecho los ojos al  percibir el tono de su voz, casi seseante - Tú -estaba cegado por la rabia, y su amigo estaba para recibir la descarga mal dirigida – Acabas de volver de tu luna de miel y en el primer día ambos ya tienen planes separados ¿Por qué no te vas y arreglas tu propia vida? 
En cuanto lo dijo lo lamento, pero eso no lo supo Shura que lo miro incrédulo unos segundos. Si algo de verdad tendrían esas palabras su respuesta hubiera liberado más rabia pero con Aioria todo era perfecto, esa respuesta punzante de Camus, destinada a lastimar su orgullo no hizo más que mancillar su amistad. 
La incredulidad paso a transformase en tristeza, era como presenciar la agonía de su amistad.
Unos segundos más y Camus estaba solo en su casa.  Finalmente solo como deseaba. Pero la ironía le pisaba la sombra y luego se lo tragaba por completo desde adentro para afuera. 
El remordimiento se sumaba a todo lo que sentía, flotando en sus ánimos removidos y desordenados.
“Soy tan imbécil” pensaba recordando su ofensa a Shura. Y cuestionando sus demás decisiones que lo marcaban. Dando por fin espacio a su corazón de hablar por encima de la voz de su cerebro, admitiendo en sus adentro que podía estar equivocado… 
“Negarme a mi mismo” Shura había usado esa frase “Negarme” Camus aún de pie en medio de su sala, sin moverse repaso esas palabras. Elevó la mirada  deseando que por encima de su cabeza este el cielo pero sólo estaba el concreto del techo. 
Suspiro entrecortado mientras ese nudo y los demás que tenía en el corazón aflojaran sin remedio, dejando escapar lo inevitable. Todas esas emociones contenidas parecidas a arena entre los dedos se le escapaban en forma de lágrimas, gruesas y abundantes que le mojaron el rostro. 
El espejismo de ese Camus fuerte estaba roto, dejando al verdadero lidiar con el mañana. Ya no podía negarse la verdad a si mismo. Ya no mas.
El único que conocía la verdad era su corazón que con timidez susurraba los mejores umbrales para su destino, esa voz tenía que ser escuchada.
 
 
Vio a Hades hablando con Aiacos pero podría haber sido el mismo Zeus y no tendría importancia Camus estaba movido por una fuerza más grande.
En medio de la sala donde se llevaba a cabo la fiesta por el cumpleaños de Athena muchos estaban  con sus copas en la mano, algunos de pie, otros sentados, la gente conversaba animada. La mayoría notó la decisión del dueño de la larga cabellera acuamarin al verlo atravesar el salón por el medio despejado para llegar a la mesa de Hades y llamar su atención  tocando su hombro. 
Hades al igual que muchos se sorprendió. Pero por la música de fondo fue el único  que escuchó lo que Camus decía.
-Hay que hablar.
Sin más el resto de invitados a esa esperada recepción los vieron salir por la puerta principal y mezclarse con la oscuridad de la noche. 
 
 
Continuará…
 
Notas finales:

Bueno, la historia se ha puesto más larga de lo que pensaba originalmente. Espero sea de su agrado y ya casi casi estamos por ver el final. Si hay algún tema por ahí que este dejando sin resolver me avisan por favor... 

Los espero en los mensajitos para lo que sea, cartas bombas también y amenazas de muerte. 

Comenten queridos lectores ya que eso me anima a seguir esta historia.

Cuidarse mucho y no salgan mucho de casita.

Sin más ni más... Nos leemos!

 


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