Capítulo 1: Un día en mi vida…
El reloj despertador sonó a las 10 de la mañana. El día anterior no había trasnochado, por lo que despertó fresco y elegante, con su rostro limpio de cualquier impureza. Estiró un brazo para apagar el molesto aparato, para luego estirarse sobre esas sábanas de seda fina…
-Otro día para un campeón… -Se dijo con su típico tono orgulloso y su sonrisa seductora. Se sentó al borde de su cama enorme, mientras se calzaba con sus pantuflas de peluche suave, color rojo sangre.
Se levantó y se adentró en el baño que tenía en esa lujosa habitación. Ese baño era el más espacioso y completo de la casa, ya que pertenecía al cuarto del dueño. El piso de madera oscura y lisa; las paredes de otra madera más clara; los muebles de madera de roble, barnizada, brillante y suave al tacto. Grandes espejos en las paredes, que le permitían ver su cuerpo en totalidad.
Se quitó su pijama, para quedar desnudo frente al espejo. Se miró unos momentos, para sonreír con egocentrismo. Siempre lo hacía, todas las mañanas amaba admirar su cuerpo tan bien formado y marcado, que volvía loca a cualquier persona. Abrió la puerta de cristal que dividía el baño, para entrar a un pequeño cubículo donde estaba la ducha.
Como siempre, se dio un baño, se vistió con su traje elegante y a la vez provocativo (Ya que siempre desabrochaba los tres primeros botones de la camisa y se arremangaba, para dejar ver sus fuertes brazos y pecho), se perfumó con su colonia especial (la más cara y masculina) y se desarregló un poco los cabellos.
Así, con su Look de conquistador, salió de su habitación para dirigirse a la cocina. Los sirvientes que se fueron topando con él, lo saludaban con todo respeto. Él simplemente asentía, no le interesaba devolverles el saludo. Llegó a la cocina, donde fue recibido por el cocinero.
-Muy buenas mañanas Señor Son, aquí tiene su desayuno. –Le dijo cordialmente, acercándole al de cabellos alborotados su típico desayuno nutritivo: Un tazón de avena, unas rodajas de pan de salvado, cuatro huevos cocidos y un plátano, acompañado de una taza de café.
Necesitaba mucha energía para todas sus actividades diarias. Y sabía, por haber entrenado tanto, que su cuerpo no iba a mantenerse por sí solo. Desayunó en silencio, cuando terminó se levantó dejando los platos sucios en la mesa.
-Te quedo delicioso esta vez, Arko. –Dijo con una sonrisa socarrona, yéndose de la cocina. El mencionado no supo si eso era una burla o un halago, pero prefirió dejarlo pasar.
Goku salió de su casa, para acercarse a su limosina personal. El chofer no tardó en salir del auto y abrirle la puerta trasera para dejarlo pasar. –Buenos días, mi señor. –Saludó con la cabeza gacha, como haciendo una reverencia. Goku no dijo nada, simplemente se subió al lujoso vehículo.
-A la empresa. –Dijo cortante, para tomar su celular y revisar su casilla de mensajes.
Como era de esperarse, tenía muchos mensajes sin leer, todos recibidos en esa misma mañana. Mujeres interesadas en volver a estar con él, típico. Él solo le respondió a tres, las cuales eran las más hermosas y sensuales. Sonrió con picardía, ya tenía programada una gran orgía.
Luego de unos minutos, llegó hasta su empresa. Se colocó sus anteojos de sol negros, que lo hacía ver aún más atractivo. Salió del auto y se adentró en el edificio, siendo recibido por todos sus empleados.
-¡Gina, que guapa estás hoy!... Charly, linda corbata… Amy, bonita blusa… ¡Jeremy, me gusta tu nuevo peinado!... Amanda, te llamaré esta noche… –Respondía a cada saludo de forma coqueta, guiñando un ojo o simplemente levantando el pulgar o una ceja. Obviamente, todos terminaban sonrojados y embobados.
Siempre hacía lo mismo, llegaba a su trabajo y comenzaba a buscar diversión. No por nada le habían dado el apodo, o mejor dicho título, de “Rey de la acción”. Nunca nadie se le había negado, cada persona que él intentaba conquistar caía a sus pies.
Llegó hasta su oficina, donde organizó algunos papeles que tenía que trabajar (o mejor dicho, mandar a preparar). Su secretaria ingresó con cierto nerviosismo, cerrando la puerta tras ella. Se acercó a su jefe, entregándole unos papeles importantes.
-Muchas gracias, Milk –Agradeció con tranquilidad, mirando con detenimiento esos papeles. La señorita susurró un “Por nada” e intentó irse, la presencia del joven la ponía muy nerviosa. Pero antes de que saliera, Goku la obligó a voltear y la acorraló contra la puerta. –No te vayas… preciosa… -Susurró a su oído con tono lujurioso, para inclinarse un poco y lamer su cuello.
-Se-señor S-son… -Murmuró la chica, pero no intentó detenerlo. Dejó caer los papeles que tenía en las manos, aferrando sus brazos a la espalda ancha de ese hombre tan irresistible.
Goku no debía preocuparse por nada; ya todos sabían de sus aventuras y nadie se atrevería a entrar a su oficina o reclamarle algo sabiendo que estaba en medio de un acto de “diversión”.
Hizo suya a su secretaria, por décima vez. Apenas terminó, se alejó de ella mientras se subía sus calzoncillos y pantalón. La mujer se levantó del suelo, acomodándose su ropa lo mejor que pudo, agradeciendo que nada se había manchado más que sus piernas.
-Limpia todo eso y lleva estos papeles a contaduría. –Ordenó con altanería, igual que siempre. Se sentó en su silla giratoria, subiendo los pies en el escritorio, ignorando a la muchacha. La secretaria obedeció sin rechistar, limpió con paños húmedos el suelo y se fue llevándose los papeles.
El resto del día lo pasó sin más diversiones, abocándose a vigilar el desempeño de sus trabajadores y controlar las inversiones. Así estuvo hasta las 18 pm, hasta que decidió irse de la empresa para preparar su encuentro con esas tres chicas candentes.
Apenas llegó a su casa, nuevamente fue recibido por todos sus empleados domésticos. Recibió una llamada en su celular, al revisarlo decía “Madre”
-Goku, hijo mío. ¿Cómo estás, pequeño? – Preguntaba cariñosamente la mujer, creyendo que su hijo aún era aquel niño inocente que recordaba.
-Mamá, tengo 25 años. Y estoy muy bien. –Respondió con simpleza, algo cortante.
-Bien, me alegro mucho pequeño. Quería avisarte que no podremos volver éste mes a casa, será en el próximo… Lo siento mucho hijito, recuerda que te amamos. – Se disculpó con un tono apenado la mujer, se notaba que estaba triste. Goku arrugó el entrecejo al oír eso y bufó molesto.
-Está bien, adiós. –Respondió con frialdad, para cortar la llamada y volver a guardar su celular en el bolsillo de su pantalón.
Odiaba esa situación. Le molestaba de sobre manera que sus padres se ocuparan siempre del trabajo y lo dejaran de lado. Detestaba que ellos lo ignoren, pero así había sido desde que tenía apenas 5 años. Aún así, no le daba mucha importancia, y en parte agradecía que lo hayan dejado tan libre, ya que podía divertirse a su antojo sin límites.
Suspiró pesadamente, para ir a la cocina y pedir algún delicioso aperitivo. Como de costumbre, el cocinero le alcanzó los mejores platillos que tenía, los más lujosos y mejor elaborados. Él pagaba por un buen plato de comida, y recibía mucho más que eso.
Llegó la noche, donde la pasó con esas tres mujeres de maravilla. Cada una ocupándose de él. Y al final, siempre las obligaba a vestirse y desaparecer de la casa. Nunca había compartido cama con nadie, por lo menos no para dormir.
Se dio un baño en la tina de su baño, limpiándose completamente. Volvió a colocarse sus pijamas con la escritura “El dueño y Señor” y se recostó en su cómoda y mullida cama.
Típico día en la vida del Señor Son. Él siempre pensaba que todo se quedaría así, que disfrutaría hasta morir. Pero, ¿Sería siempre así?